Cómics. Un mundo de este mundo

'Descender', epopeya en una galaxia no tan lejana para redescubrir nuestra empatía

Creación cultural

Llega a las librerías el último tomo de la saga de cómics de ciencia ficción escrita por Jeff Lemire y dibujada por Dustin Nguyen

Se trata de la culminación de una obra que ha crecido en complejidad y alcance temático a lo largo de cuatro años de publicación y seis volúmenes de historia

Francesc Miró
25/03/2019 - 21:14h
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Portada de 'Estrellas de hojalata', primer tomo de 'Descender'

Un niño se despierta en mitad de la noche y se percata de que su habitación no está como estaba antes de dormirse. Algo ha cambiado. Su inquietud se convierte en miedo cuando descubre que está completamente solo en casa. Entonces la voz de su asistente virtual le dice que lleva dormido diez años y que todas las personas que le importaban han fallecido.

Así arrancaba, hace cuatro años, el primer volumen de Descender, la serie de cómics escrita por Jeff Lemire y dibujada por Dustin Nguyen que en nuestro país ha publicado Astiberri y que ahora finaliza con una sexta entrega llamada Máquina de guerra.

Pronto descubríamos que el chaval se llamaba Tim-21 y era un androide. Y que lo que empezaba siendo un relato de autodescubrimiento era en realidad algo mucho más ambicioso. Una space opera estimulante tanto en forma como en fondo. Una de las propuestas de ciencia ficción más bellas que el cómic ha dado en los últimos años.

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Viñetas de 'Descender'



Un juguete para explorar el género
Estrellas de hojalata, el primer volumen de Descender, arrancaba como un relato tímido. Eran los primeros compases de una historia que jugaba al laberinto de espejos con Los superjuguetes duran todo el verano, la historia escrita por Brian W. Aldiss que Kubrick no pudo adaptar al cine pero Spielberg sí. En 2001, el realizador rodaría A.I. Inteligencia Artificial,transformándola en un viaje existencial con ecos a Pinocho. Pues bien, esta serie de cómics parecía en sus inicios una secuela apócrifa de aquel relato.

Pero pronto se convertía en un artefacto dispuesto a explorar múltiples universos narrativos favorecidos por un contexto de ciencia ficción. Con Luna Máquina, la continuación, Jeff Lemire y Dustin Nguyen dejaban claro que la saga que tenían entre manos era un lienzo en blanco sobre el que iban a proyectar tantas historias como quisieran, ofreciendo un relato cohesionado y coherente que revindicaba la esperanza inherente a la aventura espacial. Habitaba en ella un hálito de la escuela del Roco Vargas de Daniel Torres o el mítico Flash Gordon de las etapas de Dan Barry o Mac Raboy.

Más tarde llegarían Singularidades y Mecánica Orbital. Dos entregas en las que Lemire retorcía la narración para oscurecer el tono y convertir el viaje de Tim-21 en un relato definitivamente coral en el que cada personaje encarnaba un género distinto. Explotando inteligentemente el tempo del thriller, el verbo del noir, la épica de la space opera, la agilidad del cómic bélico e incluso la fuerza del drama romántico.

Su desenlace -La rebelión de los robots y el recientemente publicado Máquina de guerra-, venía a confirmar que cuando se tiene talento y espacio, una ficción puede abarcar tantos discursos como se quiera. Y Nguyen y Lemire tenían toda la galaxia.

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Ilustración de 'Descender'

Dos talentos únicos
Jeff Lemire se ha convertido en muy poco tiempo en un artista del camuflaje. Sus obras parecen mudar de piel pero tener algo en común: desde la deconstrucción del superhéroe que realiza actualmente con la serie Black Hammer a la intimidad de Un tipo duro, pasando por el toque Stephen King de Plutona. Su trabajo en el guion de Descender resulta titánico por su amplitud de miras.

Sin embargo, la profusión de subtramas sin concesión de contexto podía dificultar su lectura a ritmo de publicación -más o menos dos volúmenes al año-. Y su manejo de la épica del conflicto principal -un enfrentamiento entre humanos y robots- pecaba de un constante cliffhanger sin progreso. Esa estrategia tan habitual de postergar conscientemente un clímax que recuerda al eterno avanzar de los caminantes blancos en Juego de Tronos.

Le redime, en todo caso, su compañero. Dustin Nguyen venía de trabajar al servicio de sellos como DC, Marvel, Dark Horse e Image, y con gente tan prestigiosa en el mundillo de la viñeta como Scott Snyder o Ed Brubaker. Pero nunca estuvo mejor que en Descender, tal vez porque hasta trabajar en esta saga no había gozado de una libertad creativa que su talento demandaba.

La calidad de su trabajo a lo largo de los seis volúmenes, así como la capacidad expresiva y la inteligencia resolutiva de sus acuarelas, no afloja en ningún momento. El diseño de personajes, la paleta de colores, la utilización casi expresionista del tinte -que rompe cualquier cuadrícula empapando las páginas- y su concepción de la arquitectura de la viñeta a favor de la economía narrativa resultan brillantes.

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Dos viñetas de Nguyen, dos historias paralelas que dialogan entre ellas

La galaxia por un abrazo
"Fue un gesto casi humano", era la última frase del relato de Brian W. Aldiss antes mencionado. Con ella subrayaba el sentimiento de la última escena de la historia, que describía un simple abrazo. Solo que era un abrazo entre un ser humano y un robot, carne y hierro, alma y máquina. Le bastaron cinco palabras para resumir una de las cuestiones más célebres de la historia de la ciencia ficción.

Descender, ante todo, es la epopeya de un grupo de personas en busca de empatía. De seres humanos, alienígenas y robots enfrentados por no poder comprenderse ni aprender a convivir. Pero también, por sentirse solos.

Nguyen y Lemire han construido con naves espaciales y tiros un mundo muy parecido al nuestro. Y han conseguido, sin hacerlo evidente ni resultar discursivos, que se pueda leer como una enorme reflexión sobre el miedo al cambio, el odio al diferente y la necesidad de comprensión como arma política. Como camino de redención.

Cerca de su desenlace, el abrazo empieza a ser un gesto presente en una de cada tres viñetas de Descender. Ese mismo que supo brillantemente describir Aldiss. Se cuela entre escenas de despedida, de acción y de terror. Redime a sus protagonistas de un viaje, el de intentar conectar con los demás, que compensa con creces las penurias que haya costado. Y las galaxias que hayamos tenido que cruzar.

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Portada de 'Máquina de guerra', desenlace de LA SAGA
https://www.eldiario.es/cultura/com...-galaxia-redescubrir-empatia_0_877362614.html
 
Stan Lee, cita con la historia y con la historieta en el Cómic Barcelona
El salón, que abrió ayer su edición número 37, recuerda al legendario guionista de Marvel con una exposición
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SeguirDavid Morán@Dmoranb
Barcelona
Actualizado:06/04/2019 01:31h

Si el año pasado fue Jack Kirby quien, corona de The King Of Comics mediante, reinó en el apartado expositivo del Salón del Cómic (ahora rebautizado simplemente como Cómic Barcelona, así sin rodeos), el protagonismo este año no podía tener más nombre y apellidos que los de Stanley Martin Lieber. O, mejor dicho, Stan Lee, pseudónimo que el legendario demiurgo del universo Marvel utilizó para hacer historia en el cómic estadounidense y con el que regresa este fin de semana a Barcelona para articular la exposición «Stan Lee & The American Comic Book».

Una muestra conmemorativa que, cinco meses después de su muerte, desgaja la figura y el universo creativo del guionista y recorre desde sus orígenes a sus cameos cinematográficos pasando por exitosas alianzas con dibujantes de la talla de Steve Ditko y Jack Kirby o sus encontronazos con la censura. Ahí está, por ejemplo, su desafío en 1971 al Comic Code, algo así como el equivalente en el mundo del tebeo de los rombos televisivos, con tres números de «The Amazing Spiderman» que, paradójicamente, alertaban de los riesgos de las drogas.

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Boceo de Rubén Pellejero para el nuevo Corto Maltés - Pep Dalmau
Más curioso aún resulta descubrir que los primeros pasos de Lee en España no llegaron de la mano de ningún superhéroe, sino con la publicación, entre 1963 y 1965, del western Rawhide Kid, aunque la miga, en este caso, hay que buscarla en la imponente galería de héroes y villanos que rodea la exposición. Una veintena de personajes que, de Iron Man a Spiderman y de Los Vengadores a Galactus,celebran la capacidad de invención del estadounidense con páginas originales escritas por Lee y fichas explicativas de cada uno de los personajes.

a la industria del cómic que llegó tras la eclosión de Marvel y el reinado de Lee completan una exposición que se suma a la docena larga de muestras que, hasta el domingo, podrá visitarse tanto en el recinto ferial de Montjuic como en el MNAC.

En el museo barcelonés, por ejemplo, es donde se exhiben veinte originales de ese Corto Maltésque en 2015 devolvieron a la vida el dibujante Rubén Pellejero y el guionista Juan Díaz Canales. «Estamos intentando sacarle la caspa al museo», bromea Lluís Alabern, jefe de mediación y programación cultural del MNAC, durante la presentación de una exposición que, además de originales de «Bajo el sol de medianoche» y «Equatoria», presenta también bocetos y esbozos de Pellejero así como apuntes de guion de Canales. Un nuevo revolcón al célebre marinero creado por Hugo Pratt en 1967 que, entre tallas góticas y rastros de arte románico, aspira a convertirse también en objeto de museo. «Es un personaje clave que conecta alta y baja cultura», destaca Paco Linares, responsable de la sociedad suiza que gestiona el legado de Pratt.

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Detalle de la exposición «Vibraciones underground» - Pep Dalmau
De vuelta a la Fira, la conexión de diferentes sustratos culturales llega a su máximo esplendor con «Vibraciones underground», modesta aunque sorprendentemente exhaustiva muestra que documenta las fructíferas relaciones carnales entre rock and roll y cómic.Como hilo conductor, varias decenas de vinilos con portadas a cargo de Gilbert Shelton, Robert Crumb, Peter Bagge, Raymond Pettibon, Daniel Clowes...

El quién es quién del cómic underground amplificando las aventuras musicales de Sonic Youth o Black Flag y flanqueando hallazgos tan pintorescos como esa cubierta del Take No Prisoners que Lou Reed le birló a Nazario o la transformación de KISS en banda de cómic por obra y gracia de, una vez más, Stan Lee y, según reza la leyenda, una infalible mezcla de tinta y sangre.

David Bowie, Ramones, The Fleshtones, Golpes Bajos y Ketama comparten también protagonismo en una muestra que no se olvida del producto local y da voz a Max, Mariscal, Ceesepe o Montxo Algora, entre otros. Más volumen para un Cómic a todo ritmo.

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Antonio Altarriba - ABC
El guionista Antonio Altarriba, Gran Premio Comic Barcelona
El veterano guionista y novelista zaragozano Antonio Altarriba, autor de «El arte de volar» (ilustrada por Kim) o «Yo, loco» (ilustrada por Keko) fue distinguido ayer con del Gran Premio del 37 Comic Barcelona. El guionista, que ejerce como catedrático de Literatura Francesa en la Universidad del País Vasco, se inició en el mundo del cómic en los años ochenta, primero con el Colectivo Z en la revista Bustrófedon y luego colaborando con el dibujante Luis Royo. Ha sido en la última década, sin embargo, cuando su trabajo como guionista ha sido más reconocido, con obras como «Amores locos», «El arte de volar» o «El ala rota». Junto a Altarriba, Comic Barcelona concedió el premio al autor/a revelación a la sevillana María Medem;«Universo!» (Astiberri), del historietista Albert Monteys, se llevó el premio a la Mejor Obra de Autor Español; y «Lo que más me gusta son los monstruos» (Reservoir Books), primera novela gráfica de su autora, Emil Ferris, se ha llevado el premio a la Mejor Obra Extranjera.
https://www.abc.es/cultura/arte/abc...eta-comic-barcelona-201904060131_noticia.html
 
Daniel Clowes: "Trump es un artista. Maligno, pero un artista"
Miércoles, 10 abril 2019 - 00:22
Autor de cómics como 'Ghost world', 'Wilson' y 'Como un guante de seda forjado en hierro', el historietista presenta la reedición de su última novela gráfica, 'Paciencia', antes de encontrarse con sus fans en el Espacio Fundación Telefónica.

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Daniel Clowes (Chicago, 1961), este martes en la librería Generación X de Madrid. OLMO CALVO
"En una ocasión estaba yo en una tienda de cómics y vi un tipo que cogía uno mío de la estantería. Uno no muy largo, de 30 páginas, en el que había estado trabajando seis meses. Había una cola muy larga en las cajas y cuando le llegó el turno de pagarlo, el tipo ya se lo había leído. Medio año dibujando hasta las cuatro de la mañana. Pero bueno, el tipo podía haber vuelto a dejar el cómic en la estantería y no lo hizo". La vida es cabrona y Daniel Clowes (Chicago, 1961) se la toma con humor. Tanto, que a veces puede resultar incómodo reírse con él.

Autor de cómics tan importantes como 'Ghost World', 'Como un guante de seda forjado en hierro' y 'Wilson', Clowes ha estado de visita en España (el Salón del Cómic de Barcelona, primero, y Madrid, después) para encontrarse con esos fans fascinados por su universo tan 'malrollero' como divertido. También para presentar la reedición de su última novela gráfica, 'Paciencia' (publicada en España por Fulgencio Pimentel en 2016), y charlar sobre su obra en el Espacio Fundación Telefónica (este martes por la tarde).

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Fragmento de 'Paciencia'.
Su idea del cómic -lo saben bien quienes le siguen- es pasárselo bien con el absurdo del mundo. Y, con ello, tratar de ordenarlo de alguna forma. "Muchos historietistas dibujan una versión del mundo en la que le gustarían vivir: los coches que les encantan, la ropa que les chifla, los edificios Art Decó... Todo es guay", enumera. "Durante un tiempo yo también pensé de ese modo, creía que debería crear una visión de este tipo y tal vez la gente pensase: 'Hey, hagamos del mundo un lugar así'. Pero luego pensé que eso significaría no ver el horror real. Por otra parte, me gusta dibujar vagabundos vomitando en las esquinas y charcos de pis en las calles". Porque son cosas que están ahí. "Y también porque lo más deprimente y repugnante siempre me ha parecido lo más entretenido. Hay un cierto humor negro en todo", dice, "y eso me hace reír". Y se ríe.

"Creo que, de alguna forma, mis cómics tratan de poner algo de orden en el mundo. Un orden que no encuentro en la realidad", apunta Clowes. "Como una estructura narrativa, con un arco dramático y cosas así, en la que uno se puede sentir seguro. Como si hubiese una historia de verdad en este vacío caótico".

Por muy surrealista que sea el argumento de 'Como un guante de seda forjado en hierro', por muchos viajes en el tiempo que se haga el protagonista de 'Paciencia', hay algo extrañamente familiar y hasta reconfortante en medio de todo el desasosiego. Porque Clowes, igual que Robert Crumb o Chris Ware, nos pone delante de nuestras narices la peor parte de nosotros. Y no es un "nosotros" hablando de los humanos en general, sino usted y yo, y su hermano y su amigo muerto.

"Si hiciese un cómic autobiográfico, me sentiría muy incómodo hablando de mí. Pero como son cosas que están dentro de todos, puedo centrarme en una parte, exagerarla, hacer bromas o mostrar el final de todo, que nunca es bueno", explica el dibujante. "Creo que ése es el motor que me empuja a seguir haciendo lo que hago".

Lo cual lleva a uno de los terrenos más interesantes (y movedizos) del arte de las viñetas: la contraposición de realidad frente a verdad: "Nunca miro fotografías cuando dibujo. No me interesa la precisión. Me interesa la visión que tenemos cuando soñamos. En un sueño, todo parece real y hasta realista, incluso cuando suceden cosas muy locas y cuando despiertas nada tiene ningún sentido. Pero las emociones que sentimos mientras dormimos son de verdad".

Lo cual le lleva a enfrentarse con el prosaico acontecer diario. "No quiero saber lo que Donald Trump acaba de tuitear, no me lo cuentes. Pero, supongo que, como artista, quiero ver todo". Aunque con el actual presidente de EEUU las cosas son más extrañas aún que en sus historietas. "Mi respuesta natural a algo así es dar pequeños toques a la gente y exagerar, como si el horror estuviese un poco por delante de lo que estamos acostumbrados. Así sucedió en mis cómics de la época George W. Bush. No abiertamente, sino en el subtexto", recuerda.

"Pero con Trump...", prosigue, para detenerse inmediatamente. "Creo que él ha exagerado tanto todo y ha llevado al límite tantas cosas que... En cierto modo, es un artista. Maligno, pero un artista", se plantea, y luego se explica: "Ha moldeado la realidad a su horrible manera, y nuestra respuesta ha de ser factual. No dejar arrastrarnos por el pensamiento mágico, sino mantener la mente clara y ser racionales. Lo cual es un lugar complicado para un creador. Pero tenemos que ver cómo nos las apañamos".
https://www.elmundo.es/cultura/comic/2019/04/10/5cad17f421efa030638b4637.html
 
Asterix y Obelix vuelven para enfrentarse a su enemigo más difícil: una adolescente rebelde
Se trata del álbum número 38 de las aventuras del dúo, llamado «La hija de Vercingetórix», donde se revela que este ilustre personaje era padre
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La editorial barcelonesa Salvat publicará en castellano y catalán el próximo 24 de octubre el álbum número 38 de las aventuras de Astérix, «La hija de Vercingetórix», donde se revela que este ilustre personaje era padre, según un comunicado hecho público este miércoles.

Sesenta años después de su creación por René Goscinny y Albert Uderzo, los irreductibles galos volverán en otoño como en ocasiones anteriores gracias al tándem formado por Jean-Yves Ferri, en el guión, y Didier Conrad, en la ilustración.

El álbum tendrá una tirada de más de cinco millones de ejemplares y se publicará en más de veinte idiomas. Los lectores descubrirán a una misteriosa y «rebelde adolescente» que llegará una noche al pequeño pueblo de Astérix y Obélix, buscada por Julio César y sus legionarios.



En el lugar se empieza a murmurar que el padre de esta «enigmática visitante no es otro que el gran Vercingetórix, vencido dos años antes en Alesia»

https://www.abc.es/cultura/libros/a...adolescente-rebelde-201904111405_noticia.html
 
Un asesinato, viajes en el tiempo y un héroe oscuro: 'Paciencia' y las claves de uno los cómics de la temporada

Creación cultural

El último cómic del célebre dibujante norteamericano Daniel Clowes se presenta como un thriller con viajes en el tiempo de inspiración pulp y discurso crítico, que ha sido reeditado recientemente

"Me atraía el protagonista masculino obsesionado con una idea de mujer, como el de James Stewart en Vértigo: alguien atractivo en lo superficial, pero que esconde a un maníaco en su interior"

Francesc Miró
29/04/2019 - 22:41h
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Portada de 'Paciencia'. Fulgencio Pimentel.

Jack Barlow es un farsante. Él lo sabe y el lector también. Su mujer, Paciencia, está embarazada y, aunque busca trabajo desesperadamente, nadie la contrata. Él le dice que todo va bien mientras trabaja repartiendo publicidad en las calles de Manhattan. Sabe que nada va bien. El último centavo que tenía en los bolsillos lo ha invertido en un triste perrito caliente como los que lleva comiendo las últimas semanas. Un día, cuando vuelve a casa, encuentra a Paciencia asesinada.

Con esta premisa puramente noir, Daniel Clowes construye en su último cómic, Paciencia, una obra compleja y fascinante sobre la obsesión, la masculinidad tóxica, la cultura norteamericana de la violencia y los viajes en el tiempo. Una obra tan fascinante en lo formal como en lo narrativo, recientemente reeditado por Fulgencio Pimentel. Última prueba de un talento desbordante que él mismo no se toma muy en serio. Se sorprende cuando le dedican exposiciones y cuando le señalan como uno de los autores más reconocidos del cómic independiente norteamericano.

Lleva desarrollando su obra desde los ochenta, tiene en su haber más de una docena de Premios Harvey y 6 Eisner, pero aquí su obra no se dio a conocer hasta el estreno en 2001 de Ghost World. La adaptación cinematográfica de su cómic homónimo protagonizada por Thora Birch, Scarlett Johansson y Steve Buscemi es hoy un clásico de culto y ha permitido que lleguen a nuestras librerías obras como Caricatura, David Boring o Como guante de seda forjado en hierro -todos editados por La Cúpula-. A su paso por el Salón del Cómic de Barcelona, el autor de Paciencia concedió unas pocas entrevistas a los medios de comunicación. En breve regresaría a su estudio en Oakland, California.

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Daniel Clowes a su paso por España. Foto: Javier Arias. Cortesía Fundación Telefónica.

Los ochenta sin nostalgia ochentera
"Cuando empecé, Paciencia iba a ser bastante más corta. Pero a medida que iba desarrollando ideas me di cuenta de que había una historia que me apetecía contar y que había estado ignorando sin razón alguna", cuenta el propio Clowes a eldiario.es sobre la que es su obra más extensa hasta la fecha. "Entonces me entró el pánico porque, ¡esa historia implicaba viajes en el tiempo! Era la cosa más ambiciosa que había hecho en mi vida y tenía la sensación de que hiciese lo que hiciese, no iba a tener sentido", confiesa.

En Paciencia seguimos la investigación de Jack Barlow por averiguar qué le pasó a su mujer. Un destino que nos lleva del 2012 al 2006 pasando por la Norteamérica rural de 1985 y el Manhattan del futuro en 2029. Saltando a través del espacio y el tiempo con un dispositivo cutre, cual fanzine pulp de los ochenta. Pero enfrentándonos siempre a unos Estados Unidos violentos, desesperados y oscuros.

El autor cuenta que, mientras trabajaba en Paciencia, en Chicago organizaron una gran exposición sobre toda su obra. "Tuve que revisar toda mi obra desde que era muy pero que muy joven", explica. Cuenta que le costaba enfrentarse a sus obras porque "era el trabajo de un dibujante inexperto y terriblemente joven, pero me vi totalmente inmerso en su mundo. Me sentí vinculado emocionalmente a la persona que había hecho aquello, que no era yo pero a la vez era yo. Ambos eran Daniel Clowes. Y de ahí surgió la idea de los viajes en el tiempo".

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Viñetas de 'Paciencia'. Fulgencio Pimentel.



A partir de tener que enfrentarse a su propio pasado, Clowes decidió crear una historia que perfilase el destino de unos personajes complejos en su adolescencia, en su vejez y en su madurez. A la vez que realizaba un mosaico de los Estados Unidos de los ochenta hasta hoy, ofreciendo una perspectiva nada halagadora de la cultura del éxito estadounidense. Y, de paso, un discurso antinostálgico.

"Con perspectiva y contexto, todo el mundo que es consciente de haber vivido una era, sea la que fuere, termina desarrollando nostalgia por la misma. Es comprensible que los jóvenes de hoy la tengan de los ochenta. En mi época había mucha nostalgia, por ejemplo, de la moda y el estilo de los cincuenta", reflexiona. "Y sin embargo, mi padre solía decir que aquellos habían sido unos años absolutamente horribles, el peor tiempo para estar vivo".

Él mismo confiesa que ahora entiende a su padre, porque él odiaba los años en los que creció como dibujante: "¡Pensaba que era la peor época de la historia del ser humano! En los ochenta, en mi entorno, todo era muy cutre y muy homogéneo: no había posibilidad de apasionarte por algo realmente rupturista u original. Las mismas películas, los mismos discos, las mismas ropas. Tenías que buscar muchísimo para encontrar algo interesante y cuando lo encontrabas, era en fanzines y proyectos que la gente hacía con sus propios manos".

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Viñetas de 'Paciencia'. Fulgencio Pimentel.



La incomunicación no entiende de tiempos
En todos sus cómics, sus personajes se enfrentan a conflictos que se agravan debido a la incapacidad de comunicarse. Pero no por una causa mayor que impida el intercambio de información, sino por la patente insuficiencia educativa a nivel emocional que permita a sus personajes traducir en palabras lo que sienten.

En Ghost World, la joven adolescente Enid Coleslaw lidia con la búsqueda de un futuro y el miedo de decepcionar a la gente que la aprecia. Y eso la lleva a tomar decisiones que realmente no desea tomar, incapaz de verbalizar sus dudas. En David Boring, el protagonista que da título al cómic viaja hasta una isla remota en busca de una mujer a la que nunca dijo que amaba. En Paciencia, a sus personajes les ocurre lo mismo.

Clowes confiesa que no sabe cuál es la solución a sus problemas. No tiene una receta para combatir el silencio perpetuo que les puede permitir avanzar. "Nunca he dado con la contestación a esa pregunta. Trato de buscar la respuesta en cada obra, y en cada obra vuelvo a fallar. Y sigo buscando. Es extraño, pero es así", dice.

Sin embargo, en Paciencia Clowes va un paso más allá al imaginar el futuro. En su obra más ambiciosa atestigua que la incomunicación emocional sigue siendo una de los grandes problemas de la sociedad de la comunicación.

"Sinceramente, creo que hoy la situación es peor. Todo el mundo se comunica pero de forma poco sincera: un avatar representa más de sí mismos que ellos mismos", opina el autor. "La gente dedica muchísimo esfuerzo mental a lo representan de cara al resto, de cara a un mundo ahora virtual, y no tanto a lo que ellos son para ellos mismos", describe.

De ahí que él crea que sus cómics enfrentan este hecho. "Ese tono que utilizo casi siempre en mis viñetas, que está al filo de la ironía pero no lo es del todo, es algo es muy específico que se capta solamente con contexto. Ese tono no existe en Twitter, que me parece una forma muy limitada de conversación". Según él, las personas que antes tenían problemas para hablar de lo que sentían, "están hoy atrapados en un bucle infinito en busca de feedback. Parece que las redes sociales han dado con una tecla psicológica que teníamos programada: esa búsqueda de afirmación en los demás".

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Viñetas de 'Paciencia'. Fulgencio Pimentel.



Adiós al héroe clásico
El Jack Barlow que protagoniza Paciencia tiende, en cierto modo, puentes sólidos y muy estimulantes con otras obras de Daniel Clowes. Es un hombre que, como los protagonistas de Como guante de seda forjado en hierro (1995) y David Boring (2002), sufren una crisis de identidad que buscan resolver con el encuentro de una mujer determinada. O mejor dicho, de una determinada idea de mujer.

"Me atraía el protagonista masculino obsesionado con una idea de mujer, como el de James Stewart en Vértigo: alguien atractivo en lo superficial, pero que esconde a un maníaco en su interior", cuenta Clowes sobre Jack Barlow. "Muchos hombres en la ficción tienen como motivo de desarrollo un amor idealizado, una mujer idealizada que creen que les llevará a resolver todos sus problemas. Una idea que ha calado en nosotros de tal forma que parece que sea hasta deseable, pero que a todas luces no lo es".

Clowes va más lejos sobre la lectura de género en sus cómics. Según él, muchos de sus protagonistas masculinos son reflejos de la cultura de su país. "Jack, por ejemplo, es una encarnación del norteamericano medio. En inglés tenemos la expresión: Like a Bull in a China Shop para referirnos a un tipo de personaje que, con tal de avanzar lo destruye todo a su paso. Tenemos a John Wayne en el ADN: ese tío que entra en un bar y se pega con cualquiera que le mire mal. Que cree que en la violencia está la solución".

Parece que, de forma fortuita, sus últimas tres obras configuren una trilogía sobre la crisis de la masculinidad en tiempos revueltos. Un universo compartido que reflexiona mediante la reinterpretación de distintos géneros -superhéroes en la del 95, cine negro en la del 2002 y ciencia ficción en la que nos ocupa-, sobre la caída del héroe clásico.

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Ilustración de 'Paciencia' por Daniel Clowes

https://www.eldiario.es/cultura/com...comic-viajes-heroe-temporada_0_892061487.html
 
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Celulitis mon amour
Alvaro Corazón Rural

A Dave Cooper se le vendía en su momento con una premisa: «Se atreve a afrontar sus inquietudes más socialmente inaceptables». Estaba en la línea de Crumb, Clowes, Matt o Burnsy, por supuesto, la de sus compatriotas canadienses Chester Brown y Seth. En el caso de Flujo, reeditada por La Cúpula, lo socialmente inaceptable era el extraño romance entre una adolescente lejos del ideal de belleza extendido en los medios que trabajaba de modelo para un pintor o dibujante. La relación que se establecía entre ambos se iba deslizando por una espiral de pasiones hasta que inevitablemente el encanto saltaba por los aires.

La obra es de 2003, una época donde todo comenzaba a ser de plástico. El protagonista, Martin, posible alter ego del autor, se entregaba a su deseo por una mujer fuera de los cánones de manera ardiente, pero como si de una perversión se tratara. Los sueños inconfesables que juntos llevaban a la práctica, a medida que avanzaba la relación entre ambos, iban aumentando hasta llegar a extremos hilarantes, pero tampoco excesivamente sórdidos. Toda la acción estaba concentrada en una alcoba y un par de bares porque lo importante no era otra cosa que el deseo. Por eso es un cómic tan irrepetible.

Cooper llegó a nosotros a finales de los noventa en las páginas de El Víbora con Muérdete la lengua. Posiblemente uno de los últimos grandes descubrimientos que hizo la revista. Con un dibujo excepcional, era una historia coral sobre un bloque de apartamentos cuyas vidas estaban unidas por un vecino les espiaba a todos con cámaras con el fin de mas***barse. Había toques de fantasía, de telepatía inconsciente entre los vecinos, y una subtrama muy edificante cuando el aludido vecino descubre que los excrementos de un bebé del edificio tienen propiedades curativas, un hallazgo que hace tras examinar todas las heces de los residentes. Suena mejor en las viñetas.

Después llegó Escombros a Brut Comix. Originalmente publicada en la revista Zero Zero de Fantagraphics, se trataba de una distopía basada en la guerra de sexos. Un chaval, que trabajaba en una cadena de montaje, inicia una aventura hundido después de que su novia se haya hecho lesbiana. Con un amigo, en plan Thelma y Louise, pero en masculino, se marchan a la Meca del por**, Los Ángeles, donde no hay feministas que les molesten. Una vez en Hollywood descubre que una invasión alienígena ha firmado un acuerdo con las mujeres de la Tierra para convertirse en una especie híbrida que se reproducirá por partetogénesis, esto es, sin necesidad de machos. Es el cómic más cercano a su trabajo más famoso, la serie Futurama de Matt Groening, donde diseñó escenarios. En la línea Novela Gráfica también de La Cúpula apareció Succión. Un auténtico delirio, como seguir los sueños de alguien la noche que ha sufrido una intoxicación alimentaria. Un trabajo parecido a las obras de Vicente Montalbá.

Flujo, sin embargo, estaba contenida en su fanzine Weasel, en el que Cooper daba rienda suelta a sus ideas cualesquiera que fueran como un Peter Bagge en Mundo Idiota. El otro personaje que aparecía en sus páginas aparte de Tina, la modelo obesa, era Eddy Table, unas historietas donde depuraba el dibujo con unos delirantes guiones oníricos como los que había exhibido en Succión.

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Dan y Larry (detalle).
En 2003 vio la luz en España Dan y Larry, su obra más fina en cuanto a estilo, capaz de mezclar a Disney con Charles Burns. Un pato, víctima del bullying, iba por ahí con un amigo que no tenía más intención que tener relaciones sexuales con él y se las alegraba para manipularle, aunque él no quisiera, y le masturbara. Una relación un tanto extraña para tratarse de cartoons, pero que tenía un supuesto poso autobiográfico sobre su relación con el dibujante canadiense fallecido Barry Blair.

En todas sus obras han aparecido referencias al dibujante como profesional o aspirante a serlo, alter egos. Y normal es que los retratara presos de la frustración, como el protagonista de Flujo, hundido tras una ruptura sentimental que pasa a relatar para poder exorcizar su recuerdo. La faceta más curiosa e interesante de esta gran obra es la de la imposibilidad de disfrutar de lo que más se desea. Hay un rosario de eyaculaciones precoces que impiden al protagonista consumar como es debido cuando se encuentra con la posibilidad de realizar su fantasía más anhelada, lo que sugiere una contradicción entre lo que se sueña y lo que se tiene. Ya se ha dicho hasta la saciedad que cuidado con lo que deseas no se vaya a hacer realidad. Al mismo tiempo, está la pulsión artística. Todo lo que hace Martin es una huida del arte comercial en la que intenta encontrarse a sí mismo como creador.

Otro aspecto reseñable es la evolución de los roles del dibujante y la modelo. De una repulsión inicial que puede sentir el artista por su modelo adolescente y fea, cuando Tina, que así se llama ella, no se atreve a mirarle a los ojos avergonzada, todo cambia en cuanto aparece la atracción entre ambos. Los papeles de chica poco agraciada y adulto que controla y domina la situación se esfuman y ella saca un comportamiento tiránico con él, un trato cargado de desprecio que a él, paradójicamente, le engancha y atrapa hasta llegar a someterle plenamente.

Su piel era tan suave y tierna. Blanca y suntuosa como crema. Resbaladiza y tibia entre sus muslos gruesos. Estaba muy caliente… Temblando de arriba a abajo, me ardía la cara.

Todas las mujeres que ha dibujado Cooper a lo largo de su carrera tenían curvas. Su universo es muy parecido al de Crumb en este aspecto, pero el valor de Flujo está en lo contrario. Cuando la apariencia física deja de importar entre cuatro paredes, con la sociedad atrapada fuera, es el comportamiento, la actitud, es decir, la mente, la que plantea las situaciones sexuales y los juegos de atracción y repulsión. Una oscura sublimación del placer con un mensaje inquietante: encerrados, los protagonistas son libres.

Con Flujo y Eddy Table Cooper entendió que había llegado a la cumbre de sus viñetas, tanto en lo realista como en lo psicodélico, un momento que llegó al mismo tiempo que empezaba a despertar interés en las galerías de arte. Por este motivo cambió una disciplina por otra. Una recopilación de sus cuadros al óleo se publicó en 2010 en Fantagraphics con el título de Bent. Satisfecho ya con lo que había hecho en cómic, dejó momentáneamente o hasta la fecha de dibujarlos. La satisfacción acabó con su motivación, explicó en una entrevista en Vice.

Todavía me pongo risueño, nervioso y se me sube la adrenalina cuando abro los botes de pintura y las latas de disolvente. Me pierde. Mientras que cuando hago cómics me voy un montón de veces a mear y no paro de revisar mi correo.

En Bent es Guillermo del Toro quien escribe el prólogo. Dice que lo que más admira de un artista es su carácter obsesivo y que sea un outsider. En el caso de Cooper, lo define como un «fetichista de pleno derecho atrapado por la celulitis y la gordura», que ha sabido llevar todo eso a algo más importante y poderoso. Al igual que Enki Bilal, que pasó de la viñeta al Louvre, Cooper ahora gana miles de dólares con sus cuadros.

https://www.jotdown.es/2019/05/celulitis-mon-amour/
 
40 ANIVERSARIO
'La hija de Vercingétorix', una adolescente pone en aprietos a Astérix y Obélix
Nuevo álbum de la saga más famosa del cómic francés




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Viñeta sin colorear del nuevo libro



CULTURA
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LIBROS

10/05/2019


Pocalórix y Monolítix, estos son los nombres de los dos jefes arvernos que anuncian al jefe de la aldea gala de Armórica la llegada de la misteriosa adolescente que protagonizará "La hija de Vercingétorix", el nuevo álbum de Astérix que saldrá a la venta en todo el mundo el 24 de octubre.

Así se puede ver en la primera página del número 38 de esta serie creada por René Goscinny y Albert Uderzo, cuya primera aparición, tuvo lugar en las páginas de la revista Pilote el 29 de octubre de 1959. Una fecha que marca el 40 aniversario de este cómic que llega, como desde hace cuatro años, bajo la firma de Jean-Yves Ferri, en el guión, y Didier Conrad, en la ilustración.

En la página, facilitada en exclusiva a Efe por la editorial Salvat, se ve cómo estos dos jefes arvernos llegan a la aldea ante el asombro de Astérix, Obélix y Panoramix. Y es precisamente el druida el que reconoce a estos dos visitantes, lugartenientes de Vercingétorix.

El lugar de donde es la misteriosa adolescente que llegará de noche a la aldea huyendo de Julio César y sus legionarios, quienes la buscan porque su padre es el gran Vercingétorix, vencido dos años antes en Alesia.

Desde su creación en el año 1959, se han vendido aproximadamente 380 millones de libros de Astérix


Con este personaje femenino se busca representar y "reivindicar el rol de la mujer", según explicó Ferri en declaraciones a Efe el pasado mes de abril durante un encuentro en el parque temático dedicado a este cómic traducido a más de 20 idiomas y adaptado en más de 120 países.

La joven "lleva un símbolo diferente, una especie de joya gala, que es tal vez una herencia de su padre", y este signo "jugará un papel muy importante" en el desarrollo de la trama, agregó Ferri.

Tal y como se ve en la página, en blanco y negro a falta de ser coloreada, los dos jefes entran en la choza de Abraracúrcix, a quien se presentan con esta consigna: "¡Loch del FARC (Frente Arverno de Rechichtenchia Checreta) te saludan!"

Un saludo éste que, según desveló Ferri, se trata de un guiño a las FARC colombianas.

Desde su creación en el año 1959, se han vendido aproximadamente 380 millones de libros de Astérix en todo el mundo. Actualmente, la historieta cuenta con cuatro películas de imagen real y diez de animación.

https://www.elconfidencial.com/cult...e-pone-en-apueros-a-asterix-y-obelix_1992470/
 
MIES: La página es una arquitectura
Publicado por David García-Asenjo
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MIES. Agustín Ferrer Casas. Grafito Editorial, 2019. (Click en la imagen para ampliar).
«La página es una arquitectura». Esta sentencia de Jessi Bi en Architecture et Bande Dessinée (2007) muestra de una forma rotunda, para el arquitecto Enrique Bordes, que existe una relación estrecha entre el cómic y la arquitectura que va más allá del soporte visual que la segunda ha tenido para la narración de historias. La arquitectura no es solo el telón de fondo en el que se desarrolla la acción. Han existido obras en las que la representación de espacios tiene una importancia clave, en autores como Moebius o en las recreaciones de Gotham para las diversas encarnaciones de Batman. Pero entiende Bordes que son dos disciplinas que tienen mucho en común, principalmente la representación de un mundo, en la decisión de cómo ocupar un espacio. Y mientras que en la arquitectura el tiempo se recorre en la obra construida, en el cómic hay que representar esa cuarta dimensión en el papel.

Y en la relación entre la estructura narrativa de la página del cómic, entendida como espacio en el que se ubican los elementos esenciales relacionados con un entramado de reglas formales en los que se desarrolla la acción, y la arquitectura, varios autores citan la figura de Ludwig Mies van der Rohe. El maestro del minimalismo, pero también de la fluidez espacial, de la definición del espacio mediante planos ortogonales dispuestos libremente sobre el plano horizontal, del cuidado máximo por el detalle incluso en las obras de gran escala. Las enseñanzas de Mies, herederas de las vanguardias de principios de siglo, servirán tanto a arquitectos como a dibujantes para hacer avanzar sus disciplinas.

Agustín Ferrer Casas tiene formación de arquitecto, y es conocedor de estos mecanismos de representación y de generación de espacios. Se acercó a la arquitectura a través de su pasión por el dibujo y al dibujo de cómics a través de la carrera. Desde entonces la arquitectura siempre ha estado presente en sus cómics. En su primera obra, Las apasionantes lecturas del Sr. Smith (Libros.com, 2014), recreó una vivienda inspirada en la obra de John Lautner a toda página. En su siguiente trabajo la representación de la arquitectura iba un paso más allá. Incorporó el color y supo crear el ambiente en el que se desarrolla Cazador de sonrisas(Grafito Editorial, 2015). La recreación de una ciudad de la costa californiana y de la importante base militar a la que servía eran el fondo omnipresente en que trascurría la historia. Los tonos de los ladrillos, los ocres de los revocos y los colores de las vestimentas de los protagonistas ayudaban a trasladarnos a los primeros años sesenta, previos al asesinato de Kennedy y a la irrupción de las drogas psicodélicas como fenómeno cultural, sustancias que toma el protagonista para conjurar sus recuerdos de la guerra de Corea. Tanto Arde Cuba (Grafito Editorial, 2017) como Cartas desde Argel (West Indies Publishing Company, 2018) fueron un paso adelante en la trayectoria de Ferrer Casas. Dos historias de acción en las que se vuelve a repetir la exquisita ambientación, en especial del casco urbano de La Habana, con dibujos tan magníficos como el que retrataba el hotel Habana Hilton.

Y mientras entregaba estos trabajos ya estaba preparando la obra que aquí se reseña. Tras leer un reportaje de Anatxu Zabalbeascoa sobre Mies van der Rohe, el autor se propuso el reto de contar la vida y obra de uno los arquitectos más importantes del siglo XX, transformador de la arquitectura contemporánea y cuya influencia se extiende hasta nuestros días. Reflejar en formato cómic una trayectoria sobre la que existen decenas de monografías, trabajos académicos e incluso obras de ficción era una tarea de la que no era fácil salir con éxito. Pero Agustín Ferrer Casas contaba a su favor con una gran capacidad para armar la trama de sus tebeos. En Arde Cuba armó un guion muy sólido que alterna varias historias en paralelo e introduce de forma muy verosímil elementos históricos engarzados con avance del relato.

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Pabellón de Barcelona. (Click en la imagen para ampliar).
Esto hace que el cómic MIES se asiente sobre una estructura muy estudiada, con influencias reconocibles, que hacen que nos sintamos en territorio seguro. Es el propio Ludwig Mies van der Rohe quien ejerce de narrador. En un viaje en avión que le lleva de vuelta al Berlín del que tuvo que huir tras el ascenso de los nazis al poder, el arquitecto conversa con su nieto Dick Lohan y le desgrana diversos recuerdos de su carrera. Desde la inauguración del pabellón de Barcelona de la Exposición Universal de 1929, donde arranca la historia, hasta la Neue Nationalgalerie de Berlín, para cuya ceremonia de colocación de la primera piedra realizan el viaje en el que transcurre el cómic. Mies revisa episodios de su vida, y pronto podemos apreciar que la ambición personal, su deseo de ser un gran arquitecto, es el motor de sus decisiones. Sus relaciones personales y profesionales estarán influidas por ese anhelo, que se sitúa por encima de todo y al que nada detiene. El hijo de un cantero que quiere tratar de igual a igual a los arquitectos que han recibido una formación académica tradicional. El deseo de ascenso social que le lleva a añadir el holandés Van der Rohe a su nombre para diluir su origen artesano.

Como señala la periodista y crítica de arte Anatxu Zabalbeascoa en el epílogo, la vida personal de los arquitectos es una faceta que no ha sido contemplada a la hora de explicar la evolución de la arquitectura, y menos la del siglo XX. Lejos de la figura estereotipada que tiene su culmen en el Howard Roark al que Gary Cooper dio vida en El manantial, los intereses de los arquitectos solían ser más mundanos: poder, s*x*, éxito profesional a costa de quien fuera. Y olvidar eso es perder matices de la historia, incluso protagonistas que estorban para mostrar una trayectoria sin mácula. En el caso de Mies van der Rohe, su estrecha colaboradora Lilly Reich es una de las grandes perjudicadas por este modo de contar la historia del arte y de la arquitectura, al ver reducida al mínimo las referencias que se hacen a su aportación al trabajo que realizaron en común. Pero Ferrer Casas hace que todos estos personajes aparezcan en su cómic. El autor no rehuye todas las contradicciones del maestro alemán, pese a narrar la historia desde su punto de vista. El dibujo le ayuda a situarse fuera de él y mostrar sus reacciones, sus seducciones y sus abandonos y lo que provoca con éstos a los que tiene alrededor. Así que, aunque sea la voz de Mies la que nos desgrana los episodios de su vida, el dibujo ayuda a poner contexto, incluso a contradecir, esa visión subjetiva. Esto nos permite apreciar sus remordimientos por no ver lo que el nazismo comportaba, incluso su coqueteo con los jerarcas nazis, su relación con las mujeres, sus autojustificaciones, los recuerdos que no verbaliza.

Y es en el dibujo donde está el mayor mérito de este trabajo, si no era suficiente esta buena estructura narrativa. Como se señalaba al principio, «la página es una arquitectura». Y en la organización de las páginas el avance de la técnica de Agustín Ferrer Casas con respecto a trabajos anteriores es digna de destacarse. Como si fuera un homenaje a la arquitectura de Mies van der Rohe, la retícula se rompe donde la historia lo requiere y la narración queda liberada de la rigidez que puede aprisionarla. En muchas ocasiones la página, incluso la doble página, está ocupada al completo por un dibujo, generalmente de una perspectiva de alguna de las obras del protagonista, sobre el que se superponen distintas viñetas que introducen a los personajes y hacen que la narración fluya en el tiempo. Esta forma de organización lo emparenta con el lenguaje cinematográfico. Los cortes, planos, contraplanos, solapados sobre un fondo general, son las herramientas con las que el autor dota de ritmo a la historia. Y esto le permite jugar con el tiempo, que se acelera o pausa según convine al desarrollo de la trama. También son cinematográficas las transiciones entre las distintas etapas de la vida, engarzadas mediante la relación visual entre viñetas de páginas consecutivas, o bien por la repetición de escenas, a las que se añaden detalles que complementan la historia o terminan de desarrollarla. El uso del color, que ya habíamos alabado en Cazador de sonrisas, permite aquí al autor conseguir representar de forma fiel los materiales que Mies elegía cuidadosamente, con lo que aporta verosimilitud y calidez a la representación de la arquitectura, muchas veces conocida a través de dibujos técnicos que la retratan fría e impersonal.

Por el libro desfilan todas las obras claves de la carrera de Mies. Se abre con el Pabellón de Barcelona y se cierra con la Neue Nationalgalerie de Berlín. La primera obra, una construcción efímera que representaba a la república de Weimar en el extranjero, y la última, que no pudo ver finalizada, en el Berlín occidental, junto al muro que partía en dos la ciudad y a toda Europa. En la ciudad en la que empezó su carrera y en la que finalmente pudo construir una obra maestra del siglo XX.

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Casa Farnsworth. (Click en la imagen para ampliar).
La casa Tugendhat en Brno, emparentada con el Pabellón, las viviendas de ladrillo y las casas patio, que no se construyeron pero que ayudaron a desarrollar la espacialidad de la arquitectura moderna. La casa Farnsworth, y la aparición del americano Philip Johnson, discípulo que imita y se nutre del maestro pero que a la vez contribuye a su consagración en los círculos de poder. Todo esto atravesado por la convulsa situación de la Alemania de la primera mitad del siglo XX.

El hilo que enhebra la historia es el anhelo del arquitecto alemán por construir su carrera. Y lo que mejor lo representa es la portada del cómic, que se repite a doble página en su interior. En la época en la que se incorporó definitivamente al desarrollo de la modernidad soñó con un rascacielos de vidrio en la Friedrichstrasse berlinesa. ¿Cómo dibujar una arquitectura que se ha representado una y otra vez? ¿Cómo dotar de vida a unos dibujos que han sido estudiados (y venerados) por generaciones de arquitectos? Ferrer Casas supera el reto con creces y logra la que es una de las cumbres del cómic. Transforma el croquis al carboncillo de Mies en el que esbozaba el perfil del rascacielos, un hito de la arquitectura moderna, en un dibujo lleno de vida, al insertar ese rascacielos perfectamente definido, con Mies cruzando la calle ensimismado, con la torre en su mente, en un paisaje nublado que muestra la difícil etapa que pasaba en aquel momento, preludio del desastre que asolaría Europa. Emparenta este rascacielos en un gris Berlín con la imagen de un Nueva York soleado sobre la que recorta el edificio Seagram, obra cumbre de su autor. Estos dos sensacionales dibujos aparecen apaisados, girados respecto a la posición vertical del resto del cómic, lo que resalta la relación que existe entre ellos. El sueño del arquitecto y su obra finalmente construida. Los dos son ficción y realidad. En uno la ficción es la arquitectura. En el otro es Holly Golightly levantando un brazo para pedir un taxi la que aparece frente a la realidad. El cine, del que bebe toda la obra de Ferrer Casas, se cuela en las páginas del cómic. El esbozo expresionista de la Friedrichstrasse se materializó en una obra en al que el detalle constructivo se elevó a la máxima perfección. Un rascacielos de carboncillo frente a la torre con perfiles de bronce, depuración máxima del modelo.

La vida se entrelaza con la arquitectura. Que es protagonista del cómic, pero no destaca sobre la historia que se cuenta.

¿Nos explica Agustín Ferrer Casas que la Nationalgalerie apoya una cubierta cuadrada de sesenta y cinco metros de lado (medio campo de fútbol) en solo ocho pilares? ¿Que la Villa Tugendhat tenía un mecanismo que hacía que se ocultara toda la fachada de vidrio que se abría al jardín? ¿Que la casa Farnsworth se eleva sobre un podio a la manera clásica, generando así un nuevo horizonte? No nos lo explica, lo dibuja, y con una precisión en el color y en la línea que transmite la parte táctil de la arquitectura.

En este trabajo monumental no se ha dejado ningún hito arquitectónico sin reflejar, aunque sea en una pequeña viñeta. Pero es cierto que una obra así puede llegar a eternizarse y el autor señala que era preciso que el cómic estuviera finalizado en 2019, una fecha redonda por varios motivos: el centenario de la fundación de la Bauhaus, el nonagésimo aniversario de la exposición de Barcelona y, por tanto, del pabellón que Mies van der Rohe diseñó, y el quincuagésimo del fallecimiento del arquitecto. Con motivo del Salón del Cómic de Barcelona se ha presentado en el lugar en el que comienza, en el pabellón reconstruido (en un momento del cómic el nieto de Mies le pregunta por esta posibilidad, que finalmente se llevó a cabo en 1986), un merecido premio a Agustín Ferrer Casas tras años de trabajo. Esta obligación de cerrar el trabajo a tiempo hace que haya episodios que apenas quedan hilvanados e historias que merecerían un mayor desarrollo. Esperamos el montaje del director, pero tal y como se ofrece a nuestras manos es una obra imponente que seguro será referencia para trabajos posteriores. De momento nos ha confirmado la talla de un autor con estilo y lenguaje propios, del que esperamos grandes momentos.

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Villa Tugendhat. (Click en la imagen para ampliar)
https://www.jotdown.es/2019/05/mies-la-pagina-es-una-arquitectura/
 
'En un rayo de sol', una reflexión desde otra galaxia sobre el amor lésbico y la sororidad

Creación cultural

Llega a las librerías el segundo volumen de En un rayo de sol, ambiciosa culminación de un cómic sobre un romance lésbico en un futuro imaginario

Tillie Walden, que ya triunfó con Piruetas, se corona aquí como una artista todoterreno con una habilidad narrativa tan precisa como aparentemente sencilla

Francesc Miró
23/05/2019 - 21:57h
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Ilustración de Tillie Walden para 'En un rayo de sol'

Con Piruetas, Tillie Walden entró como un elefante en una cacharrería en el panorama de autoras de la novela gráfica independiente actual. Cierto que contaba con un premio Ignatz por The End of Summer y una nominación a los Eisner con I Love This Part –ambas inéditas en España–, pero no fue hasta publicar su monumental obra autobiográfica que no saltó al terreno internacional. Y con ella aconteció ese extraño fenómeno que sucede cuando crítica y público responden al unísono al mismo estímulo cultural.

Se trataba de una novela gráfica prácticamente confesional en la que recorría su pasado como un coming of age sorprendente por su madurez y su inteligente lenguaje intergeneracional con perspectiva LGBTIQ. Narraba los años que se dedicó profesionalmente al patinaje artístico, su salida del armario, su adolescencia, el bullying que sufrió, cómo lo gestionó su familia y como vivió su primera relación.

Ahora llega a nuestro país una obra muy distinta a aquella, pero con algo en común: una inteligencia emocional desbordante a la hora de plantear el acercamiento y desarrollo de unos personajes que parecen reflejo distorsionado de una generación en busca de sus verdades. Más ambiciosa en lo formal y en lo temático, En un rayo de sol se nos descubre como una epopeya espacial a la vez que romance lésbico. Una obra compleja y fascinante que confirma a Walden como una voz imprescindible en el mundo del cómic de autor actual.

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Viñetas de 'En un rayo de sol', de Tillie Walden



La galaxia entre tú y tus seres queridos
En un rayo de sol empezó a publicarse como webcómic en 2016 de forma gratuita y abierta. Y no le costó generar una comunidad de fans que seguían el desarrollo de una historia un tanto peculiar por su tono y su nada pretenciosa originalidad. Fue nominado al mejor webcómic en los Eisner de 2017, y en 2018 tomó forma corpórea de la mano del sello especializado First Second Books. En España, la editorial La Cúpula se ha encargado de publicar sus extensos volúmenes, cuya parte final llega ahora a nuestras estanterías.

Mia es una joven normal y corriente que no sabe lo que quiere hacer con su vida. Pero sí sabe que quiere pasar página, construir un 'yo' adulto que deje atrás una adolescencia complicada. Tal es su ansia por encontrar nuevos caminos por recorrer que decide embarcarse en un trabajo para el que no tiene ninguna formación: restauradora de edificios antiguos. Solo que Mia no vive en nuestro planeta, sino en un universo en el que hay infinidad de planetas habitados.

Inspirando su título en Asleep on a Sunbeam de Belle and Sebastian, Walden propone un acercamiento a la ciencia ficción en viñetas que no busca parecerse a nada, pero en el que podemos reconocer ecos de las construcciones de Moebius o el diseño de mundos olvidados del Hayao Miyazaki de Nausicaä del Valle del viento o El castillo en el cielo.

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Viñetas de 'En un rayo de sol', de Tillie Walden



El de En un rayo de sol es un espacio en el que las naves son peces gigantes, los planetas están llenos de restos de civilizaciones pretéritas y las personas, pequeñas figuras que vagan en ellos como si fueran sombras humanas sacadas de los paisajes enigmáticos de Giorgio de Chirico.

En este decorado, este fondo en el que la reconocida pasión por la arquitectura de su autora llena las viñetas de momentos contemplativos y cautivadores, la novela gráfica opta por desarrollar un drama intimista. Lejos de las aventuras space-opera o el ruido de las batallas de herencia warsie, Tillie Walden plantea un relato que se va transformando de aventura adolescente en sólido drama LGTBIQ.

Esta es una historia de viajes espaciales, sí, pero sobre todo es la historia de una joven que se atrevió a salir del armario con un una chica que, de repente, desapareció de su vida. También es la exploración de la ausencia del ser querido como caldo de cultivo de la soledad y el aislamiento. Y la sororidad y la empatía como refugio y bálsamo reparador.

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Viñetas de 'En un rayo de sol', de Tillie Walden



Una mirada emocional a la ciencia ficción
"Lo más cerca que he estado nunca de la ciencia ficción fue tener de pequeña un peluche de E.T.", confesaba la propia Walden en la web en la que publicaba sus historietas. "Lo que quiero decir es que no sé nada sobre el género o la mecánica real de la vida en el espacio. [...] Y sin embargo, he hecho un libro de ciencia ficción".

Con la aparente sencillez de sus palabras, la autora norteamericana cumplía un doble objetivo: desmarcarse de la narrativa mainstream del género y abrazar casi cualquier posibilidad que este pudiese darle para una historia 100% Walden.

El acercamiento desprejuiciado al género, su tratamiento sin ningún tipo de 'deuda' con el mismo y sus referentes le permitía hacer un tipo de historia en la que se sintiese cómoda. Una historia de un amor homosexual adolescente entre restauradoras de arte parece una opción tan válida como cualquier otra en sus manos.

"Vi fragmentos de todas las grandes películas espaciales populares y siempre me aburrieron. ¿Por qué están tan llenas de pasillos blancos y hombres blancos?", decía la artista de Texas. "Empecé con En un rayo de sol sin ningún plan. Mi objetivo era crear una versión del espacio exterior en el que me gustaría vivir. Así que, por supuesto, eso incluye toneladas de personas raras, ningún hombre –¿te has fijado?–, árboles, edificios antiguos y constelaciones sin fin".

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Viñetas de 'En un rayo de sol', de Tillie Walden



Su acercamiento feminista y con perspectiva LGTBIQ al espacio exterior contribuye al aire fresco que En un rayo de sol supone en lo puramente narrativo. Las distancias marcadas con lo socialmente heteronormativo, la recreación de una sociedad matriarcal y la presencia constante de una comprensión no binaria del género enriquecen su universo de forma orgánica y sorprendente.

Sus personajes se mantienen siempre en un nivel de complicidad con el lector que exige de una desarrollada inteligencia emocional y una competencia en temas de género. Sin ellos puede ser complicado empatizar con los dramas de sus personajes. "La madurez en este mundo se mide por la competencia emocional, la comprensión, el consentimiento y el respeto", decía la crítica de cómics Caitlín Rosberg en The A.V. Club.

Todo contribuye a crear un mundo muy particular en el que uno bien puede encontrarse con diálogos hilarantes o situaciones cómicodramáticas cercanas a Mi experiencia lesbiana con la soledad de Kabi Nagata. Pero también sorprenderse con una expresividad fundada en el detalle, en el mínimo trazo en la esquina de la viñeta que tanto influían en el desarrollo de la narración de la monumental Fun Home de Alison Bechdel.

En tanto que fondo y forma van unificando criterios, En un rayo de solevoluciona desde la historia algo arquetípica de adolescencia difícil y sueños truncados, a un viaje espacial absolutamente cautivador. Y lo hace arriesgando cada vez más en su apuesta por un dibujo casi expresionista en su uso del color y una historia cada vez más madura y más compleja en su manejo de las emociones.

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Ilustracion Tillie Walden

https://www.eldiario.es/cultura/comics/ciencia-ficcion-servicio-sororidad-emociones_0_901860251.html
 
'La cantina de medianoche': el bar donde las prost*tutas o los yakuzas reflexionan sobre la vida con ramen recién hecho

Creación cultural

Llega a nuestras librerías el manga de Yaro Abe, un autor convertido en superventas en Japón que ya cuenta con dos películas y una serie de Netflix basada en su obra
Se tratan de una serie de historietas, cortas pero intensas, desarrolladas en una pequeña taberna de Tokio que sirve de refugio para noctámbulos que cuentan sus secretos entre salsa de soja y arroz hervido

José Antonio Luna
11/06/2019 - 21:49h
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Cubierta del manga de 'La cantina de medianoche', de Yaro Abe

Tetsuya Ishida, el pintor japonés que retrató el capitalismo más brutal como un mundo kafkiano
"El local abre desde las doce de la noche a las siete de la mañana. Lo conocen como la 'cantina de medianoche'. ¿Que si tengo clientes? Pues sí, entra bastante gente". Es la forma que tiene el dueño de una minúscula taberna en el barrio de Shinjuku, en Tokio, de adentrarnos en su jornada. El bar no tiene nombre, su propietario tampoco. Sin embargo, se ha convertido en el refugio de noctámbulos y otros seres de la noche convertidos en habituales tras la barra.

Son taxistas, prost*tutas, humoristas e incluso miembros de la Yakuza, la mafia japonesa. Todos ellos encuentran en la cantina, un no-lugar que sirve como burbuja frente al bullicio y los neones de la ciudad. También es un aislamiento de las ataduras cotidianas, ya que las historias que se cuentan en este bar no tienen que guardar apariencias ni seguir ningún protocolo. Lo único que importa es el olor a salsa de soja y la textura en el paladar del arroz recién hervido, cuando todavía ni siquiera ha parado de humear.

El manga de Yaro Abe es una oda al ritual de comer en su forma más tradicional. Frente a los ritmos que marca un mundo capitalista e individualista, en el que la alimentación se ha convertido en algo superfluo necesario para continuar con la rutina, el autor japonés propone una vuelta a la cocina como forma de comunión entre los comensales.

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Imagen del capítulo 'Tendón de ternera, nabo y huevos'



La cantina de medianoche (Astiberri) llega ahora a nuestras librerías después de convertirse en un superventas en Japón, donde cuenta con dos películas basadas en el manga además de la serie de Netflix titulada Midnight Diner: Tokyo Stories. En sus viñetas (que se leen de derecha a izquierda, según el método japonés) se propone justo lo contrario que en otras obras como El gourmet solitario, en la que un hombre recorre diferentes barrios de Tokio en busca de platos tradicionales. Abe abandona la figura prototípica de bebedor antisocial y la reemplaza por la de clientes que comparten anécdotas, risas o penas.

Pero en el manga los alimentos no son meros agregados para desarrollar la historia. Muestra de la importancia que tienen se aprecia ya desde el nombre que reciben estas pequeñas historietas, cada una llamada como un plato que puede ser típico japonés o improvisado con los materiales que tenga el tabernero. Porque, como se deja claro en las primeras páginas del cómic, lo que aparece en la carta es solo una mera indicación. En realidad, la gente pide lo que quiere y si el cocinero tiene los ingredientes lo prepara. "Esa es la política de la casa", señala el camarero

Además, entre las páginas se nos dan consejos que podemos aplicar a nuestra forma de cocinar, como si se tratara de un libro de recetas ilustrado. "Viertes el curry, un poco apelmazado después de haber estado una noche en la nevera, sobre el arroz blanco y te lo vas comiendo mientras lo derrites", explica el tabernero en un capítulo que cuenta por qué algunos prefieren dejar reposar el curry un día en lugar de tomarlo recién guisado.

La serie también hace lo propio al respecto, y después de cada capítulo dedican unos minutos a dar consejos sobre el plato en el que se ha centrado esa historieta. Es el caso del umeboshi, una variedad de ciruela japonesa con un gusto amargo muy intenso. "La sal determina el sabor del umeboshi. Si usan sal gruesa y no fina, el sabor umami de la ciruela se verá acentuado", dicen al final del capítulo 6.

La comida como acicate de las emociones
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Imagen del capítulo 'Palillos desechables'



Pero la obra de Yaro Abe tampoco se reduce a una amalgama de cuentos con detalles culinarios. Si por algo destaca es por el intimismo que se respira entre sus páginas, ya que la cantina es como un lugar de peregrinaje donde los clientes se despojan de sus caretas. Lo cotidiano y lo costumbrista son aquí atributos esenciales para humanizar a sus personajes, sin importar quiénes sean o qué actos moralmente cuestionables realizan una vez que salen tras la puerta corrediza.

Cada detalle, por insignificante que parezca, es al mismo tiempo una excusa para entablar conversación e ir más allá de la mera anécdota. Es el caso del episodio del manga llamado Palillos desechables, que se centra en un comensal incapaz de despegar correctamente los palillos de madera. "Siempre soy así, es como mi propia vida: nunca se llega a encarrilar", contesta este al tabernero. Puede optar por traer sus propios cubiertos de casa, pero entonces se perdería la magia: separarlos se ha convertido en un reto personal que afronta cada noche. Más que un problema es una cuestión de orgullo.

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Imagen del capítulo 'Comida de gato'



Este amor de Abe por lo ordinario se impregna en cada uno de sus cuentos. Hay otro protagonizado por una cliente que entró en la taberna a las 6:30 de la mañana, justo cuando el bar estaba a punto de cerrar. Aun así, el dueño le atendió y preparó justo lo que le pidió: atún sobre un cuenco de arroz caliente con salsa de soja, un plato conocido como "comida de gato". La mujer resultó ser una cantante en potencia, demostrando primero su habilidad en el bar y posteriormente a todo el mundo al superar el millón de discos vendidos. Pero falleció. Y al final, probablemente tomando como referencia la creencia en la reencarnación del budismo, se puede ver al camarero dando de comer ese plato a un gato callejero.

Ya optemos por el manga o la serie, acudir a La cantina de medianoche es hacerlo a un lugar enigmático pero que al mismo tiempo no nos hace sentir como extranjeros. Tampoco como en casa, porque incluso el hogar se ha convertido en un destino más de nuestra rutina. Es un bar donde estar en tierra de nadie a pesar de encontrarse en la capital de Japón. En él no entra el bullicio ni las prisas, pero sí lo hacen las personas, las historias y los cuencos con ramen bien caliente.

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Imagen del capítulo 'Comida de gato

https://www.eldiario.es/cultura/com...t*tutas-reflexionan-caliente_0_908859513.html
 
Mis archivos: historia de una venta anunciada
Nazario, icono de la Barcelona underground, explica por qué su archivo ha acabado en Santander
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Nazario en la Barcelona de los años setenta en una foto que pertenece al archivo vendido a Lafuente
NAZARIO
16/06/2019 06:00 Actualizado a 16/06/2019 06:35

Los orígenes de mi archivo se remontan al año 2000 cuando ofrezco en La Virreina, la sede de Cultura del ayuntamiento barcelonés, la gran exposición antológica que estaba realizando en Cádiz y Sevilla con la Diputación y la Caja de Ahorros. Me dicen que habría que esperar al año 2002 y montarla de forma diferente con otro catálogo.

Siguiendo el concepto de exposición de Ocaña que consistía en acompañar su obra con grandes montajes, decidí intentar rodear mi obra, no con los fetiches costumbristas y folclóricos de mi infancia ( en las exposiciones de Ocaña estos formaban una simbiosis perfecta con su obra), sino con todos los movimientos culturales y sociales que habían ido emergiendo en mi entorno desde finales de los 60 hasta comienzos de los 80. El cómic, por supuesto, pero también la música, el teatro, la fotografía, los bares y todo lo que había ocurrido en las calles de mi ciudad, Barcelona, durante esos años.

Escarbé en archivos ajenos y en revistas como Star y Ajoblanco, Party, disco exprés o Vibraciones. Recabé colaboración de todos mis amigos artistas que me prestaron y regalaron piezas. Ideé un enorme friso formado por un gran collage de imágenes sobre ploters de dos metros de alto que cubrirían las paredes de los corredores que rodeaban el patio de la Virreina. Terminada la exposición fue imposible su reutilización porque se destrozaba al intentar dividirlo en bloques. Decidí ponerme a trabajar y mostrar todo aquel archivo en un libro. Sería un libro coral en el que intervendrían todos mis amigos que escribirían pequeños textos que acompañarían a las imágenes que tuvieran algo que ver con ellos.

Mucha de la información que podría encontrarse en este libro (carteles, revistas, panfletos, pegatinas, anuncios, etc) sería imposible hallarla en las hemerotecas de los diarios. Un trabajo durísimo, paciente, insistente y, a veces, desalentador. Una de mis cualidades es la tenacidad y logré terminarlo. Como siempre el problema surgiría al intentar encontrar editor. Me aconsejaron recurrir a un personaje totalmente desconocido para mí: un agente literario. Ute Körner me diría, al cabo de los meses que duraría su trabajo, que había mostrado la maqueta del libro Los alegres años 70 en Barcelona a unas 15 editoriales sin que ninguna mostrara interés en editar el libro. Ya para encontrar editor para mi libro Plaza Real Safari (ninguneado por la señora Campmany en su pódium oficial de la cultura barcelonesa) y recorridas varias editoriales, había encontrado en Madrid a la editorial Vosa (la del antiguo grapo Blanco Chivite) que se interesó en editarlo.

Mi nuevo libro, que ahora se llamaría La Barcelona de los 70 vista por Nazario y sus amigos, encontraría en Castellón al editor Ellago que me lo publicaría. Agotada la edición y como Ellago se negara a reeditarlo, me puse de nuevo a buscar alguien que decidiera sacarlo otra vez al mercado. Aunque el coste de la reedición del libro solo se redujera al precio del papel, nadie mostró el menor interés por él. En La Virreina seguía Jordi Martí, con el que me unía una especie de amistad desde que hice el cartel de la Mercé en 1999, que se comprometió a proponerlo a la sección de publicaciones del Ayuntamiento sin resultado alguno.

Y llega una de esas exposiciones que en lugar de estudiar en profundidad la historia, analizarla y mostrarla, se dedica a tergiversarla trivializándola y desguazándola. En multitud de ocasiones había propuesto en La Virreina hacer una exposición global sobre los años 70 de Barcelona sin que nadie me hiciera el menor caso mientras la Comunidad de Madrid ensalzaba la Movida madrileña con varias exposiciones paralelas y un gigantesco catálogo en 2007. En 2010 se organiza la exposición Rambleros que pretende retratar el mundo del cabaret en la Cúpula Venus de los 70.

Para intentar dar a la exposición unas dimensiones que no tenía, me invitaron a participar sin ni siquiera constar con espacio expositivo alguno. Me negué en redondo a que usaran mi nombre para sus fines. Pero el avispado Alberto Latorre había descubierto mi punto flaco: sabía que estaría dispuesto a vender mi primogenitura por la reedición de mi libro. Me llama desde Viena adonde había ido a buscar la carpa en donde se realizaría la exposición: “¡He hallado la forma de involucrarte en la exposición: Reeditaremos tu libro y lo llamaremos La Biblia de Nazario de los 70!”. Para darle mayor teatralidad al sinsentido, un ejemplar del libro sería colocado en un atril sobre un aparatoso altar al que no faltaba detalle alguno. Ellago había reeditado 1200 ejemplares de los que el Ayuntamiento, como pago, se quedaba 400 para venderlos en la exposición.

En el 2011 el Museo Reina Sofía decide comprarme obras de cómic y poco más tarde lo haría el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla. Hasta entonces mis obras de cómic solo le habían interesado a Miquel Barceló (me compró dos historias de 14 dibujos) y a Tous de la galería Metrònom (una historia de 9) ambos en 1986. El Museo Reina Sofía me había pedido en varias ocasiones piezas de mi archivo para algunas exposiciones y un día decidieron proponerme su adquisición.

El archivo no estaba catalogado y estuvieron en casa en un par de ocasiones para ver todo su contenido. Hubo un largo proceso de contactos y propuestas. Quedamos en que yo catalogaría exhaustivamente todo el archivo y ellos me propusieron un precio esperando mi respuesta. En verano de 2012 me encontré un día por la calle a Ferran Mascarell con quien me saludaba desde mi exposición de La Virreina y le comenté algo sobre mi obra, sobre mi archivo y sobre mi vejez añadiendo las adquisiciones del Museo Reina Sofía y el CACC de Sevilla. Me remitió a Ciurana, que a su vez me puso en contacto con Montserrat Marco Fernández. Pasó el tiempo hasta que recibí la visita de Jordi Serchs, jefe de Archivos fotográficos de Barcelona. Estuvo echando un vistazo al archivo y me dijo que, aunque ya tenían mucha cantidad de material de los 70, mis fotografías sobre ambiente gay de la época podrían interesarle.

Las relaciones con el Reina Sofía y con Serchs quedarían aparcadas hasta que un día del verano de 2018 me llama Ceesepe diciéndome que un señor de Santander le había comprado su archivo y toda su obra de cómic y que estaba interesado en ponerse en contacto conmigo. La oferta de Lafuente, consistente en la adquisición del archivo y en numerosos dibujos del Rrollo Enmascarado y La Piraña Divina, fue generosa y no dudé en adjudicársela notificándole al Reina Sofía que a partir de entonces mi archivo pertenecía al Archivo Lafuente.
https://www.lavanguardia.com/cultura/20190616/462893237952/nazario-underground-archivo-lafuente.html
 
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