CIUDADES

Carriles para bicicletas en San Sebastian

Red de bidegorris







Recomendaciones generales para los ciclistas
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Utiliza el carril bici o los itinerarios señalizados en zonas de prioridad peatonal.
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Estaciona en los aparcabicicletas. Si apoyas la bicicleta sobre el lado izquierdo aprovecharemos mejor el espacio.
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Pedalea equipado. Se recomienda el uso del casco para menores de 13 años.
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Para tu tranquilidad, contrata un seguro de responsabilidad civil.
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Las bicicletas deberán estar dotadas de timbres, luces y elementos reflectantes. No es un consejo es una obligación. Por la noche enciende la luz delantera y trasera.


Cómo circular
En los carriles bici



https://www.donostiamovilidad.com/bicicletas/red-de-bidegorris/
 
Cómo circular
En los carriles bici

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Se recomienda no exceder de 15 km/h.
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En los puntos señalizados de cruce con peatones debes cederles la prioridad.
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Respeta las señales de tráfico.
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ÁREAS 30
Las bicis circularán por la calzada, pudiendo ocupar la parte central de la misma.


En la calzada

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Circula por el carril de la derecha, pudiendo ocupar la parte central del mismo.
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Evita circular próximo a los coches estacionados o detenidos.
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Mantente visible. Evita colocarte en el ángulo muerto de los automóviles.
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Respeta los semáforos y los pasos de peatones.
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En itinerarios ciclistas señalizados en zonas de prioridad peatonal

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Respeta la preferencia de paso de los peatones y la señalización existente.
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No realices maniobras que puedan afectar a la seguridad de los peatones.
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Se recomienda no superar los 5 km/h.
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Presta atención a la presencia de niños y personas mayores en zonas contiguas al carril.
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Mantén una distancia de seguridad de 1 m al rebasar a un peatón.


La bici en los autobuses
Ahora en Dbus, las bicicletas son admitidas en las líneas que dan servicio a las zonas altas de la ciudad. Para consultar horarios y paradas:

http://www.dbus.es/es/usuarios/acceso-bicicletas



Conecta con el tren
RENFE y Eusko Tren te ofrecen la posibilidad de viajar con la bici en sus trenes, facilitando los desplazamientos entre sus distintas localidades.

RENFE: 943 64 96 37
Eusko Tren: 902 54 32 10 – 943 01 35 00



Tiendas donde se puede instalar el sistema de marcaje
  • Ciclos LUMA: Plaza Armerías, 1
  • JAIA Bicicletas: Carlos I, 10 trasera
  • BIZIGORRI: Iñigo, 15
  • Deportes MINER: Ronda, 3
  • Caravanas OIARTZUN: Pol. Ugaldetxo, 9 (Oiartzun)
  • ALAI: Avda. Madrid, 24 sótano
  • BIDEGORRI: Portuetxe, 37 bajo 2
  • AZKEN KILOMETROA: Marieluts, 8


Información, quejas y sugerencias:
www.observatoriodelabicicleta.org



Bicicletas perdidas
http://www.donostia.org/info/seguri...orm&id=A336670344276&sf=21&idioma=eus&tipo=13

https://www.donostiamovilidad.com/bicicletas/red-de-bidegorris/
 
Las ciudades tienen la clave para la sostenibilidad alimenticia
El mayor desafío de alimentar a las urbes de mañana reside en los problemas que crea la riqueza concentrada


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Se calcula que en el Reino Unido 350.000 personas tienen parcelas y otras 800.000 las quieren. Pixabay
Raj Patel

Vivir en una ciudad te convierte en un caníbal. Esa es la metáfora preferida de Jean-Jacques Rousseau, quien consideraba que las ciudades eran una fosa de corrupción humana. Rousseau estaba tan convencido de los efectos malignos de la urbanización que prefería ver a los hombres “pastar en praderas de hierba que devorándose unos a otros en las ciudades”. La urbanización foguea a la gente para el sufrimiento del campo, y en tanto los pobladores se aglomeran, su capacidad de compadecerse con los demás se atrofia. La gente urbana se convierte en una suerte de personas dispuestas a sacrificarse mutuamente para satisfacer sus apetitos: caníbales.

El miedo de Rousseau de que las ciudades inspiren a los habitantes a perseguir sus propios intereses a expensas de los demás sigue siendo tan relevante hoy como lo fue en el siglo XVIII. Y en ninguna parte esto es más válido que en el sistema alimenticio.

Mientras hubo ciudades, han existido estrategias para alimentarlas. En el Reino Unido, el movimiento de distribución de parcelas durante la Revolución Industrial estableció un sistema que le daba a la clase trabajadora acceso a tierra para el cultivo de frutas y verduras. Hoy, esos jardines urbanos siguen siendo un modo de sustento popular para los residentes urbanos británicos. Se calcula que 350.000 personas tienen parcelas y otras 800.000 las quieren.

Las ciudades en todo el mundo reconocen la importancia de la agricultura urbana, particularmente de la agroecología urbana, que utiliza la diversidad biológica —en lugar de insumos químicos— para generar calidad de suelo, aumentar los rendimientos de los cultivos y gestionar el uso del agua. Las áreas metropolitanas desde Roma hasta San Pablo han apoyado la agroecología para hacer frente a las crisis sanitarias, al cambio climático y a la pobreza. Pero si nunca oyó hablar de este tipo de agricultura, una cuidadosa lectura de Rousseau podría explicar por qué: amenaza la riqueza que acumulan las elites urbanas.

Para mantener bajas las facturas de los productos alimenticios y altas las ganancias de la industria, los residentes del estado de Washington fueron persuadidos de sacrificarse mutuamente

Rousseau anticipó dónde y cómo la democracia se trastoca: “Si las ciudades son nocivas, las capitales lo son aún más”, escribió alguna vez. “Una capital es un abismo donde casi todo el país va a perder su moral, sus leyes, su coraje y su libertad”. En el contexto de los alimentos, las capitales hoy son el lugar donde se gasta dinero para impedir que los gobiernos locales protejan a los ciudadanos.

Consideremos la campaña de lobby de la industria alimenticia durante el período previo a las recientes elecciones de mitad de mandato en Estados Unidos. En el estado de Washington, The Coca-Cola Company, PepsiCo y Keurig Dr. Pepper invirtieron más de 20 millones de dólares para diseñar una iniciativa de votación destinada a impedir que las ciudades aumenten los impuestos a los productos alimenticios —incluidas las bebidas endulzadas con azúcar que, se sabe, aumentan el riesgo de diabetes tipo 2—. La iniciativa fue aprobada, y aunque el actual impuesto a los refrescos de Seattle fue exento, otras ciudades no podrán hacer lo mismo. Para mantener bajas las facturas de los productos alimenticios y altas las ganancias de la industria, los residentes del estado de Washington fueron persuadidos de sacrificarse mutuamente.

No son los únicos. En los últimos 10 años, 12 estados norteamericanos han sancionado legislación para impedir que las municipalidades se ocuparan de la crisis de salud pública generada por los alimentos procesados, y por lo menos 26 estados han sancionado leyes para proteger a las compañías alimenticias de demandas legales asociadas con enfermedades relacionadas con la dieta. Si bien algunos hacedores de políticas públicas en efecto reconocen que la industria alimenticia está emulando las tácticas de las grandes tabacaleras, Rousseau predijo una tendencia más general: la riqueza urbana es incompatible con la libertad pública.

En los años 1760, cuando los corsos le pidieron consejo a Rousseau sobre la redacción de una constitución, aconsejó que deberían seguir siendo campesinos. “Un pueblo agricultor nunca debería anhelar el ocio de las ciudades o envidar la vida de los vagos que viven en ellas”, advirtió. “El comercio produce riqueza, pero la agricultura garantiza libertad. Ustedes podrán decir que sería mejor tener riqueza y libertad, pero son incompatibles”.

Sin duda, el antiurbanismo intransigente de Rousseau ha superado y con creces su fecha de expiración. Una razón por la cual la industria alimenticia moderna es tan agresiva a la hora de promover sus productos es precisamente porque las ciudades se han convertido en motores de cambio progresivo. Más que los presidentes, los alcaldes reconocen que garantizar un sistema alimenticio saludable requiere terminar con otro poco saludable. En verdad, una creciente cantidad de gobiernos municipales están llevando a cabo esfuerzos como el Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán, que fomenta nuevas estrategias para combatir el hambre, el riesgo ecológico y la sustentabilidad.

Pero Rousseau tiene razón en otro sentido: las políticas no pueden suceder sin política, y el mayor desafío de alimentar a las ciudades de mañana reside en los problemas que crea la riqueza concentrada. El hambre urbana y el hambre rural son productos de la pobreza, y la pobreza es una consecuencia de los sistemas alimenticios modernos. En Estados Unidos, siete de los diez empleos peor pagados están en la industria alimenticia, inclusive cuando las empresas que la conforman registran ganancias récord.

No es a través del cultivo literal de la tierra que alimentaremos a las ciudades futuras. Más bien, será deshaciendo el canibalismo social de Rousseau. Eso significa cultivar la solidaridad con aquellos que están más afectados por el sistema alimenticio de hoy y utilizar la indignación compartida ante la creciente cantidad de desnutridos y mal alimentados para organizarse colectivamente para un cambio genuino.

Raj Patel es profesor de investigación en la Escuela Lyndon B. Johnson de Asuntos Públicos en la Universidad de Austin, Texas, y autor de Stuffed and starved: from farm to fork. The hidden battle for the world food system y The value of nothing: How to reshape market society and redefine democracy. Copyright: Project Syndicate, 2018.

https://elpais.com/elpais/2019/02/15/planeta_futuro/1550246166_527889.html
 
HOTEL PALACIO DE SAL EN UYUNI, BOLIVIA.-
PALACIO DE SAL HOTEL
El primer hotel de sal en el mundo
Situado a orillas del majestuoso Salar de Uyuni, en ese maravilloso desierto blanco que se pinta de colores cada atardecer y cada amanecer, y donde las estrellas brillan por doquier reflejando la grandeza del universo, ahí, en ese espacio natural tan único y especial se encuentra el insólito hotel “Palacio de Sal”, el primero en su clase, construido íntegramente de sal y en perfecta armonía con el paisaje que lo rodea, el lugar perfecto para recargarse de una energía especial, aquella que sólo la naturaleza puede dar.


Venga y déjese conquistar por la belleza de cada uno de nuestros espacios que con su calidez y los servicios que la hotelería moderna ofrece, le brindarán todo el confort que necesita para convertir su viaje en una mágica experiencia.

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Internet puede acabar con ciudades como Nueva York o Madrid
26 de septiembre 2017 / CREATIVIDAD por Eduardo Bravo

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Las consecuencias de internet son imprevisibles. Después de acabar con los periódicos de papel, con los discos y los cines, ¡ahora puede que acabe con las ciudades! Eso es lo que sostienen Christopher H. Lim y Vincent Mack en un artículo publicado en la revista digital The Conversation.

Según estos investigadores de la Nanyang Technological University de Singapur, las ciudades surgieron como núcleos de producción y alojamiento de los trabajadores. Por tanto, la desconcentración de esos núcleos provocada por internet, hará que las ciudades pierdan todo su sentido.

«La digitalización y el crowdsourcing agujerean los fundamentos mismos de la economía en las que se basan las megaciudades. Centros que habitualmente combinan fábricas, comercios y servicios profesionales», explican Lim y Mack.

Si bien ese tipo de transformaciones dependerán del tipo de lugar, el nivel de desarrollo del país y las características geográficas (no es lo mismo una ciudad portuaria que una de interior), lo cierto es que todas las megaciudades van a tener que adaptarse a esa nueva realidad.

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En una economía de escala como la que prima en la actualidad, agrupar a los actores relacionados con la producción ahorra costes. Sin embargo, los avances tecnológicos están dejando obsoleto ese modelo de negocio y, en consecuencia, los elementos vinculados a ella. Por ejemplo, las ciudades.

Christopher H. Lim y Vincent Mack citan el caso de las impresoras 3D. Un invento aún en proceso de desarrollo que acabará llegando al ámbito doméstico. Cuando esto suceda, el proceso de creación de un bien se reducirá hasta el punto de que solo será necesario un diseñador y un productor-consumidor. Todas las demás actividades intermedias desaparecerán o se simplificarán notablemente.

«Eso supondrá grandes beneficios para las compañías multinacionales e incluso para los consumidores, pero no para las ciudades. En ellas, los almacenes o las zonas industriales resultarán ya innecesarios. También muchos de los empleos que en ellas se realizan. Una consecuencia que será un problema en Occidente pero que puede ser devastadora en las grandes ciudades industriales de China.

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Pero no solo se verán afectados los centro de producción. Los centros comerciales, por ejemplo, tienen los días contados a consecuencia de las ventas online. Tampoco se salvarán los bancos, ni los centros de salud. Desde el momento en que muchas de las gestiones se pueden hacer mediante aplicaciones móviles, las entidades bancarias serán innecesarias. Por su parte, el avance de los diagnósticos a distancia, bien con aparatos que monitorizan al paciente, bien mediante consultas a través de herramientas como Skype, reducirán la asistencia presencial.

Si como auguran Christopher H. Lim y Vincent Mack el cambio de paradigma productivo se termina produciendo, ciudades como Tokio, Nueva York, Singapur, Seul, Estambul, São Paulo, Boston, Estocolmo, Tel Aviv o Madrid desaparecerán. Antes de que eso suceda, pasarán por una transición complicada y de tintes apocalípticos. La gran densidad de población de esos lugares, que en el pasado fue uno de sus beneficios, en el futuro será un multiplicador de problemas como el desempleo, la inseguridad y las enfermedades.

Si la cosa ya pinta mal, según Lim y Mack, la cosa puede ir a peor. Dado que el 60% del PIB mundial está generado por solo 600 ciudades en todo el mundo, los problemas en una de esas ciudades podrían provocar fallos en cadena que arrastren a otras muchas.

«No es de descartar que, en 10 o 20 años, el hundimiento de las megaciudades provoque una nueva crisis financiera global con unos efectos mucho peores que la de los últimos años». Quién iba a decir que lo de «No future» se refería a internet.

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https://www.yorokobu.es/internet-contra-nueva-york/
 
Turismo de cloaca: el arte de las alcantarillas de Japón
26 de febrero 2018 / ENTRETENIMIENTO por Dani Keral

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su libro Psicología en el cuarto de baño, el profesor Nick Haslam dice que «es fascinante la profunda negatividad con la que asociamos ir al baño. […] Los desechos humanos son una constante preocupación para los individuos, y nuestras actitudes y reacciones hacia ellos tienen implicaciones para nuestra salud y nuestra felicidad ». Y continúa: «A pesar de su importancia, la excreción es algo que a la gente rara vez le gusta pensar».

Sin embargo, el país nipón se ha empeñado en llevarle la contraria a esta idea y ha logrado convertir el acto de evacuar y sus procesos posteriores en algo casi placentero. Quienes hayan viajado a Japón ya habrán jugueteado con los botoncitos de sus famosos retretes eléctricos: calefacción, chorros de agua caliente, secado con aire templado, luces LED…

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Primera alcantarilla artística de Japón
Una llamativa a la vez que inquietante nave Enterprise defecatoria. Pero ese cuidado de las heces no solo se lleva a cabo dentro de casa. En la calle, ocultando el oscuro mundo de las cloacas, los japoneses han creado auténticas obras de arte.

El arte de alcantarilla
Hidetoshi Ishii lleva más de veinte años buscando tapas de alcantarilla. Este cazador de sumideros urbanos comenzó su peculiar hobby en la ciudad de Ise, ya cumplidos los 40 años. Mientras paseaba por la calle, unos colores brillantes en la acera llamaron su atención: se trataba de una alcantarilla que mostraba a un grupo de peregrinos caminando al Santuario de Ise.

En una entrevista para el diario Japan Times en 2016, Ishii explicaba que, tras investigar un poco, descubrió que existían miles de alcantarillas decoradas repartidas por todo el país. «Después de verla –decía Ishii– pensé que sería interesante buscar diferentes diseños a lo largo de Japón». En el momento de la entrevista, Idetoshi Ishii había visitado cerca de 1.700 municipios de los 1.780 que forman el país.

El hobby de Ishii le debe mucho a la hiperpoblación urbana de Japón. El alcantarillado del país sería igual de soso e ignorado que en la mayoría de lugares del planeta si no hubiese sido por dos factores: la saturación de heces que empezaba a dominar los ríos de Japón en los años 70 y la creatividad de Yasutake Kameda, un alto funcionario del Ministerio de Industria.

El crecimiento desenfrenado de algunas ciudades japonesas, junto a un arcaico sistema de alcantarillado, había llevado al país a una situación de emergencia: era necesario modernizar toda la red de aguas, un proceso que conllevaría un elevado gasto público.

Para generar una mayor aceptación del proyecto entre la población, Kameda decidió acercar el alcantarillado a los ciudadanos, proponiendo diseños más atractivos y que representasen aspectos característicos de cada lugar. De esta forma, en 1978 apareció el primer diseño, al que se sumaron, pocos años después, los modelos pintados a mano. En la actualidad hay más de 12.000 tipos diferentes de alcantarilla.

La Cumbre de los ‘manholers’
Un país en el que se convoca una Cumbre sobre las Tapas de Alcantarilla es un lugar en el que la vida o bien se toma muy en serio o bien muy en broma. En este caso, Japón pertenece al primer grupo. En 2014, la GKP (Plataforma de Información del Alcantarillado,) creada por el Ministerio de Territorio, Infraestructuras y Transportes, convocó la primera cumbre de la historia centrada en las cubiertas de cloaca.


Este acto, que se ha repetido de forma anual desde entonces, es el lugar de encuentro de los llamados manholers (de manhole, alcantarilla en inglés). En la última cumbre, celebrada en la ciudad de Saitama en noviembre de 2017, se reunieron más de 3.000 fanáticos de los sumideros para observar nuevos diseños, compartir sus conocimientos y (lo más importante de todo) comprar unos cuantos souvenirs: llaveros, relojes, pegatinas, pendientes…

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El número de manholers en Japón comenzó a incrementarse alrededor del año 2000, pero, entre los medios de comunicación y las redes sociales, hoy día se ha convertido en todo un fenómeno que ha alcanzado al público extranjero. Debido a este interés creciente por las tapas de alcantarilla, el comité ejecutivo de GKP decidió lanzar las Manhole Cards, presentadas en la cumbre de 2016.

Basándose en la idea de las Monster Cards, estas tarjetas muestran, por una cara, una fotografía de la tapa de la alcantarilla y sus coordenadas geográficas; y por su reverso, una explicación del diseño y su origen. Las tarjetas, que son gratuitas, incluyen un pictograma con su número de serie, un número de bloque regional y una categoría de diseño.

Estas clasificaciones fueron ideadas para que los fans pudiesen coleccionarlas según diferentes temáticas. A finales de 2017 ya se habían distribuido más de un millón de tarjetas de 227 tipos diferentes de alcantarilla.

Historias de cloaca
Durante sus 20 años de viajes en bicicleta por Japón, Idetoshi Ishii ha ido fotografiando e investigando la historia de todas y cada una de las alcantarillas que ha encontrado. Con esta información, publicó un libro, editado solo en japonés, llamado Nihon no Manhoru (Alcantarillas de Japón), donde explica el significado de cada una.

Un ejemplo de ello es la ciudad de Fukui, donde las alcantarillas lucen dos aves fénix, que simbolizan la doble resurrección de la urbe, devastada en 1945 por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, y en 1948, a causa de un terremoto.

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Manhole Card
El libro de Ishii no es el único que existe sobre el tema. En 2010, el artista visual y director de cine británico Remo Camerota publicó Drainspotting, un fotolibro en el que muestra fotografías artísticas de las alcantarillas, su significado y un reportaje de Nagashima Foundry, la empresa de fundición encargada de la fabricación de las tapas metálicas.

En él se explica, por ejemplo, que el precio de una alcantarilla normal es de unos 600 dólares, pero el de una con diseño especial puede llegar a valer el doble, según la dificultad del mismo.

El turismo siempre se ha asociado a la visita de monumentos, museos, parques y todo ese tipo de atracciones comunes. Con el grafiti, la atención se derivó a paredes y, en ocasiones, suelos de núcleos urbanos sin interés aparente. En Japón fueron un paso más allá y convirtieron en arte lo que en el resto del planeta se considera despreciable. Esa es la gran habilidad del país nipón: ser capaz de convertir la porquería en algo sublime.

https://www.yorokobu.es/alcantarillas-japonesas/
 
48 horas para convertir la ciudad en campo
Francia lanza el reto de llenar las urbes de vegetales este fin de semana


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Micagoto vía Flickr / Creative Commons
Anna Argemi
París 20 ABR 2018 - 05:00 ART

No sé si existe un país tan amante del terruño y tan aficionado a la jardinería como Francia. Muchos franceses de provincias cultivan su propio jardín y su huerto y se ensucian las manos con orgullo aunque sean ejecutivos de cuello blanco y bien planchado. La casa con jardín significa en realidad en la mente del francés casa con jardín y huerto. Y me pregunto también si hay un país más obsesionado con la calidad de la alimentación que el Hexágono. A los franceses les gusta comer bien, pero sobre todo les gusta cultivar bien. Las frutas y verduras del extranjero no son muy bienvenidas en el territorio ni en el imaginario francés porque se sospecha que a lo peor habrán sido tratadas con kilos de pesticida.

Así que no me ha sorprendido para nada descubrir que alguien ha inventado un evento “verde” a escala nacional. ¿Y si todos los amantes de la jardinería, que son cientos de miles, se pusieran de acuerdo y armados de sus palas, sus semillas y sus carritos se dedicaran a adornar las ciudades con tiestos floridos, arbolitos frutales y demás bondades vegetales? Esta es la idea de fondo del proyecto Les 48h de l’agriculture urbaine (Las 48 horas de la agricultura urbana). En su web se lee que el Día de la Música llena cada año las calles de guitarras y de bandas. ¿Por qué no copiar el espíritu y la idea de fondo pero en este caso para embellecer las calles con flores, plantas y vegetales comestibles el 21 y el 22 de abril?

El evento se celebrará durante todo este fin de semana en 14 grandes ciudades francesas además de en Bruselas. Para llevar a cabo la invasión “verde” en 7 de esas grandes ciudades se lanzó una campaña de crowdfunding en Kisskissbank con el objetivo de recaudar 3.000 euros por ciudad. Y en los 7 casos se ha conseguido superar el objetivo de recaudación. La web del evento propone vídeos tutoriales para ayudar a vegetalizar tu ciudad, ideas sobre cómo fabricar bombas de semillas, por ejemplo, o una hamaca vegetal o pistas para iniciarse en el vermicompostaje doméstico. Y si no te interesa apuntarte a una de las actividades previstas en tu municipio, siempre puedes proponer la tuya propia.

La alimentación ya no es tarea del agricultor y del campo sino que atañe también a la ciudad y a los urbanitas

La idea es interesante porque parte de la base de que la ciudad es propiedad (y responsabilidad) de todos y no solo de los funcionarios administradores y de los políticos de turno. Y el proyecto también presupone que la alimentación ya no es tarea del agricultor y del campo en exclusiva, sino que atañe también a la ciudad y a los urbanitas. De la misma manera que las ciudades ya no pueden estar compartimentadas, divididas entre barrios dormitorios, zonas de ocio y zonas de trabajo totalmente desvinculadas, la alimentación ya no puede ser solo el asunto de los agricultores en el campo. Hay que acercar el campo a la ciudad y la ciudad al campo en el buen sentido de la expresión.

De hecho, cuando uno se pone a reflexionar sobre nuestro sistema de alimentación y sobre la agricultura industrial, la verdad es que no tiene mucho sentido lo mires por donde lo mires. Nos llevamos a la boca verduras y frutas que no saben a nada, porque son especies que han sido escogidas no por su buen sabor sino por su resistencia a las enfermedades y su capacidad de realizar largos trayectos y conservarse en la nevera. Y que la fruta no tenga gusto no es lo peor de la historia. A lo peor los franceses llevan razón y gran parte de nuestra producción ha sido tratada con productos tóxicos nocivos que acabamos ingiriendo juntamente con las vitaminas y los minerales beneficiosos.

Visto de cerca esta cadena alimentaria no tiene ningún sentido sobre todo cuando la tecnología permite hoy cultivar en espacios reducidos, en vertical, con poco agua, con poca tierra, dentro de un edificio sin luz solar pero con lámparas led, es decir, prácticamente en cualquier sitio. Hablamos de todo ello en un post dedicado a los invernaderos de supermercado en Alemania y en otro post sobre los invernaderos familiares, que se instalan en el jardín de casa y pueden alimentar a una familia de hasta 4 personas. Estos últimos están proliferando como champiñones por toda la geografía francesa.

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Markus Spiske vía Flickr / Creative Commons

Y en cambio sí tiene todo el sentido del mundo que los cientos de miles de jardineros y agricultores de fin de semana salgan a la calle y hagan crecer zanahorias en las azoteas, y fresas en los balcones y ensaladas en los supermercados. Y no solo para que nuestro paladar salga ganando, porque será un producto local, tratado sin pesticidas, recogido cuando toca y consumido en su punto exacto de maduración.

Tiene todo el sentido del mundo también si queremos tomarnos en serio nuestra salud y la del planeta. El domingo es el Día de la Tierra. ¿No deberían todos los días ser el Día de la Tierra? Me ponen triste estos Días que se escriben con mayúscula. Sirven para señalar vergüenzas más que para celebrar honores. Quizá en realidad la mejor manera que tenemos de honrar la tierra es trabajándola, y haciéndolo bien, sin contaminarla, sin explotarla, sin ensuciarla. ¿Y si todos nosotros sin excepción fuéramos llamados en realidad a convertirnos más pronto que tarde en agricultores aunque agricultores de fin de semana y aunque vivamos en ciudades bien asfaltadas y vistamos cuellos blancos bien planchados? Me temo que los franceses tienen bastante que enseñarnos al respecto.



https://elpais.com/elpais/2018/04/19/alterconsumismo/1524172521_597854.html
 
48 horas para convertir la ciudad en campo
Francia lanza el reto de llenar las urbes de vegetales este fin de semana


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Micagoto vía Flickr / Creative Commons
Anna Argemi
París 20 ABR 2018 - 05:00 ART

No sé si existe un país tan amante del terruño y tan aficionado a la jardinería como Francia. Muchos franceses de provincias cultivan su propio jardín y su huerto y se ensucian las manos con orgullo aunque sean ejecutivos de cuello blanco y bien planchado. La casa con jardín significa en realidad en la mente del francés casa con jardín y huerto. Y me pregunto también si hay un país más obsesionado con la calidad de la alimentación que el Hexágono. A los franceses les gusta comer bien, pero sobre todo les gusta cultivar bien. Las frutas y verduras del extranjero no son muy bienvenidas en el territorio ni en el imaginario francés porque se sospecha que a lo peor habrán sido tratadas con kilos de pesticida.

Así que no me ha sorprendido para nada descubrir que alguien ha inventado un evento “verde” a escala nacional. ¿Y si todos los amantes de la jardinería, que son cientos de miles, se pusieran de acuerdo y armados de sus palas, sus semillas y sus carritos se dedicaran a adornar las ciudades con tiestos floridos, arbolitos frutales y demás bondades vegetales? Esta es la idea de fondo del proyecto Les 48h de l’agriculture urbaine (Las 48 horas de la agricultura urbana). En su web se lee que el Día de la Música llena cada año las calles de guitarras y de bandas. ¿Por qué no copiar el espíritu y la idea de fondo pero en este caso para embellecer las calles con flores, plantas y vegetales comestibles el 21 y el 22 de abril?

El evento se celebrará durante todo este fin de semana en 14 grandes ciudades francesas además de en Bruselas. Para llevar a cabo la invasión “verde” en 7 de esas grandes ciudades se lanzó una campaña de crowdfunding en Kisskissbank con el objetivo de recaudar 3.000 euros por ciudad. Y en los 7 casos se ha conseguido superar el objetivo de recaudación. La web del evento propone vídeos tutoriales para ayudar a vegetalizar tu ciudad, ideas sobre cómo fabricar bombas de semillas, por ejemplo, o una hamaca vegetal o pistas para iniciarse en el vermicompostaje doméstico. Y si no te interesa apuntarte a una de las actividades previstas en tu municipio, siempre puedes proponer la tuya propia.

La alimentación ya no es tarea del agricultor y del campo sino que atañe también a la ciudad y a los urbanitas

La idea es interesante porque parte de la base de que la ciudad es propiedad (y responsabilidad) de todos y no solo de los funcionarios administradores y de los políticos de turno. Y el proyecto también presupone que la alimentación ya no es tarea del agricultor y del campo en exclusiva, sino que atañe también a la ciudad y a los urbanitas. De la misma manera que las ciudades ya no pueden estar compartimentadas, divididas entre barrios dormitorios, zonas de ocio y zonas de trabajo totalmente desvinculadas, la alimentación ya no puede ser solo el asunto de los agricultores en el campo. Hay que acercar el campo a la ciudad y la ciudad al campo en el buen sentido de la expresión.

De hecho, cuando uno se pone a reflexionar sobre nuestro sistema de alimentación y sobre la agricultura industrial, la verdad es que no tiene mucho sentido lo mires por donde lo mires. Nos llevamos a la boca verduras y frutas que no saben a nada, porque son especies que han sido escogidas no por su buen sabor sino por su resistencia a las enfermedades y su capacidad de realizar largos trayectos y conservarse en la nevera. Y que la fruta no tenga gusto no es lo peor de la historia. A lo peor los franceses llevan razón y gran parte de nuestra producción ha sido tratada con productos tóxicos nocivos que acabamos ingiriendo juntamente con las vitaminas y los minerales beneficiosos.

Visto de cerca esta cadena alimentaria no tiene ningún sentido sobre todo cuando la tecnología permite hoy cultivar en espacios reducidos, en vertical, con poco agua, con poca tierra, dentro de un edificio sin luz solar pero con lámparas led, es decir, prácticamente en cualquier sitio. Hablamos de todo ello en un post dedicado a los invernaderos de supermercado en Alemania y en otro post sobre los invernaderos familiares, que se instalan en el jardín de casa y pueden alimentar a una familia de hasta 4 personas. Estos últimos están proliferando como champiñones por toda la geografía francesa.

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Markus Spiske vía Flickr / Creative Commons

Y en cambio sí tiene todo el sentido del mundo que los cientos de miles de jardineros y agricultores de fin de semana salgan a la calle y hagan crecer zanahorias en las azoteas, y fresas en los balcones y ensaladas en los supermercados. Y no solo para que nuestro paladar salga ganando, porque será un producto local, tratado sin pesticidas, recogido cuando toca y consumido en su punto exacto de maduración.

Tiene todo el sentido del mundo también si queremos tomarnos en serio nuestra salud y la del planeta. El domingo es el Día de la Tierra. ¿No deberían todos los días ser el Día de la Tierra? Me ponen triste estos Días que se escriben con mayúscula. Sirven para señalar vergüenzas más que para celebrar honores. Quizá en realidad la mejor manera que tenemos de honrar la tierra es trabajándola, y haciéndolo bien, sin contaminarla, sin explotarla, sin ensuciarla. ¿Y si todos nosotros sin excepción fuéramos llamados en realidad a convertirnos más pronto que tarde en agricultores aunque agricultores de fin de semana y aunque vivamos en ciudades bien asfaltadas y vistamos cuellos blancos bien planchados? Me temo que los franceses tienen bastante que enseñarnos al respecto.



https://elpais.com/elpais/2018/04/19/alterconsumismo/1524172521_597854.html

Precioso e interesante articulo, Compañera @Coti7495, muchas gracias.-
 
Ciudades por la justicia global
Barcelona, Madrid o Valencia son algunas de las urbes que abanderan un nuevo tipo de cooperación entre los Ayuntamientos y aspiran a ser coherentes y globalmente responsables


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Barcelona y la ciudad colombiana de Medellín llevan ya 10 años de cooperación bilateral. Javier Sulé

El que fue siempre el departamento de cooperación al desarrollo del Ayuntamiento de Barcelona, es hoy la Dirección de Justicia Global y Cooperación Internacional (DJGCI). Más que un nuevo nombre, es toda una declaración de intenciones que plantea un cambio de rumbo respecto al clásico modelo. “Nuestra política de cooperación tiene ver con la forma como deseamos que Barcelona se relacione con el mundo y no es exactamente a través del desarrollo, al ser una cuestión bastante discutible el dónde y de qué forma se produce ese desarrollo, sino que preferimos hacerlo impulsando condiciones de justicia global”, explica David Llistar, director de la DJGCI. La nueva estrategia se ha plasmado ya en el Plan Director de Cooperación para la Justicia Global de Barcelona, aprobado con el consenso de todos los partidos municipales, excepto el Partido Popular que se abstuvo.

La capital catalana se ha propuesto ser un referente en este nuevo modelo. Madrid ya dio un primer paso y acuñó el término de ciudadanía global en sus políticas de cooperación. “La raíz de muchos de los problemas que vivimos se encuentran a miles de kilómetros y por lo tanto actuar globalmente no es solo una tarea de las ONG sino de toda la ciudadanía”, señala Antonio Zurita, máximo responsable de la Dirección General de Acción Internacional y Ciudadanía Global de la alcaldía de Madrid. Desde Valencia, la concejala de cooperación y migración Neus Fábregas tiene una opinión parecida: "Las ciudades tenemos un papel protagonista en la construcción de ciudadanía responsable con el mundo", indica.

Como cofundador del Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG) y en su trayectoria en distintas ONG, universidades y movimientos sociales, lleva tiempo preguntándose qué sentido tiene seguir haciendo cooperación al desarrollo si en paralelo se desencadenan procesos de “anticooperación” a través de instrumentos transnacionales mucho más potentes que generan pobreza, destruyen ecosistemas o permiten la violación de los derechos humanos. Llistar se refiere a ellos como "interferencias negativas" que afirma se producen a través del comercio internacional, la financiación de regímenes poco democráticos, la venta de armas o la generación de guerras para controlar recursos naturales estratégicos. “La justicia global pone el acento en quien gana y quien pierde en los procesos de tipo global, en cuáles son los mecanismos de dominación y jerarquías que lo determinan o en qué actores merecen ser reconocidos y deberían participar legítimamente en las decisiones y no lo están haciendo", defiende.

La DJGCI ha tenido como principal aliado a la Federación catalana de ONG (Lafede). Esta plataforma, que agrupa a 116 ONG, celebra el rumbo del Ayuntamiento: “Un análisis causal previo dará contenido a tu proyecto o a tu campaña en base a otro enfoque porque quizá sepamos de antemano que las desigualdades que se producen, por ejemplo, en Guatemala o en el Congo tienen una parte muy importante de responsabilidad aquí en Europa o están relacionadas con determinadas empresas", explica Miguel Castro, de la Organización Suds y miembro de la junta de Lafede.cat.

El conocimiento y la experiencia de las ciudades para contribuir al logro de los Objetivos de Desarrollo sostenible (ODS) sigue sin aprovecharse en gran medida

Frente común
Trece localidades españolas vienen reuniéndose desde hace un tiempo para crear un espacio de actuación política común con la intención de conseguir un mayor protagonismo en cooperación que supere su habitual papel subsidiario del Estado. Al contrario de lo que sucede en otros muchos países europeos, España es donde más posibilidades hay de realizar cooperación descentralizada. El conocimiento y la experiencia de las ciudades para contribuir de manera significativa al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) sigue sin aprovecharse en gran medida. “Las agendas globales como la agenda 2030 o la nueva agenda urbana son imposibles de cumplir sino se aterrizan en el mundo urbano que sostiene el 80% de la población mundial, genera la mayoría de los residuos y consume buena parte de la energía. Existen muy buenas prácticas que merecen ser divulgadas para que se conviertan en políticas públicas”, apunta Antonio Zurita.

Además de Barcelona, Madrid y Valencia, también Pamplona, Coruña, Málaga, Cádiz, Córdoba, Sevilla, Zaragoza, Gijón, Santiago, Valladolid, Bilbao y Vitoria se plantean tener un nuevo rol en la cooperación con capacidad de incidencia en los grandes problemas globales como el calentamiento climático, la pobreza urbana, la violencia de género o la crisis humanitaria en el Mediterráneo. “Todas las ciudades nos hacemos preguntas similares sobre como reinterpretar la acción internacional desde lo local”, indica Zurita.

Madrid dedica hoy el 0,3% y Valencia el 0,6% de sus ingresos propios a cooperación internacional con la idea de llegar al 0,7 que desde el año 2015 aplica ya el Ayuntamiento de Barcelona, y cuyo monto dedica en un 70% a financiar proyectos de las ONG’s, con especial incidencia en la Mediterránea y Oriente Medio.. La atención prioritaria en el Mediterráneo tiene su razón de ser por la crisis migratoria y reafirma la voluntad de Barcelona de ser una ciudad de acogida para los refugiados a la que se sumaron también Valencia, Madrid o Zaragoza. El Plan Director barcelonés reconoce explícitamente el derecho a migrar, a desplazarse y al refugio.

Pero Barcelona, al igual que Madrid, es también consciente que, por ser una ciudad con una gran proyección internacional, vive inmersa en una economía globalizada. “Un 40% de los contenedores que entran por el puerto de Barcelona proceden de China con todo el impacto que esto tiene sobre el clima, sobre el consumo de energía o la alimentación. Debemos poner este y otros muchos aspectos sobre la mesa asumiendo que la acción global de la ciudad genera también impactos negativos que debemos tratar de reducir”, reconoce Llistar.

Entre las medidas que se contemplan como eje transversal de su política está la de conseguir la coherencia del conjunto de acciones del gobierno municipal, sean del área que sean. “Queremos que nuestro departamento se comporte como un lobby interno. Se trata de velar porque el presupuesto total no tenga efectos directos, indirectos o colaterales que generen pasivos sociales o ambientales”, indica Llistar. Un ejemplo: que en la compra pública municipal, que puede estar entorno a los 1.000 millones de euros anuales, se evite que empresas que violen derechos humanos en países terceros puedan ganar licitaciones públicas. Madrid y Valencia seguirán también este ejemplo.

Otra de las modalidades de cooperación pionera es la bilateral centrada en el intercambio de conocimiento técnico con los Ayuntamientos de otras ciudades. Una práctica que se inició entre Barcelona y Sarajevo en los 90. La Habana, Medellín, Tánger, Tetuán, Gaza, Aman, Belén o Maputo son algunas de las ciudades con las que Barcelona coopera actualmente. En el caso de la colombiana Medellín, la relación llegó a ser muy fructífera. Durante diez años, ambas ciudades trabajaron en infinidad de temas con la implicación de muchas áreas de ambos ayuntamientos como bibliotecas, mercados, hábitat urbano, educación o servicios sociales. No fueron los únicos actores. También participaron museos, universidades y ONG. Jordi Cortés, técnico de la DJGCI lo resume así: “Creamos un modelo de cooperación urbana que integra todas las riquezas y capacidades de las ciudades buscando transformaciones interesantes de una forma muy polivalente”.

https://elpais.com/elpais/2018/09/18/planeta_futuro/1537278866_583991.html
 
La cultura como inversión de futuro para las ciudades
Músicos, promotores y políticos debaten en ExibMúsica alternativas para fomentar la llamada ‘economía naranja’


Javier Martín del Barrio
Setúbal 16 JUN 2019 - 14:58 ART
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El músico y exministro costarricense Manuel Obregón, en Setúbal. J. M.
Kepa Korta, quien fue alcalde de Ordizia (Gipuzkoa) por Euskadiko Ezkerra entre 1987 y 1991, pone el dedo en la llaga, “cuando hay una crisis, las ciudades buscan auxilio en la cultura”. El músico y exministro costarricense Manuel Obregón canta las cuarenta: “la cultura no es gasto es inversión, está calculado que cada dólar genera un 12% de riqueza”. Músicos, promotores, gestores, políticos se reunieron el fin de semana en Setúbal en la quinta edición de ExibMúsica para demostrar que el futuro de las ciudades pasa por la llamada ‘economía naranja’, los beneficios monetarios que genera la actividad cultural. Ante la irreversible decadencia industrial de las ciudades, el remedio, vinieron a decir, es la creación de fábricas culturales.

“¿De qué sirve tanto festival?”, se pregunta el portugués Pedro Pina que, precisamente, es el anfitrión de esta feria. “La mayoría llegan como un paracaídas y se van, no dejan rastro, no dan identidad a la ciudad. La cultura es fundamental para su regeneración urbana, pero no puede ser la guinda de las fiestas patronales”.

La orquesta del Río Infinito
Un barco cargado de músicos bajó en 2008 por el Iguazú, el Paraná, el Amazonas, el San Juan y el Misisipí. Eran 60 músicos de todas las naciones del continente que navegaban por los ríos “no para llevar la música a los indígenas sino para que ellos nos enseñaran la suya”. Una década después lo recuerda su creador, Manuel Obregón, pianista costarricense que ha dedicado su vida a rescatar el folclore del continente.

“La orquesta se llamó Río Infinito porque los ríos son la vía más natural para llegar a las comunidades indígenas. Los músicos iban cambiando, subiendo y bajando, siempre tocando con la gente que nos encontrábamos, pescadores, indígenas, también en pequeñas ciudades. Íbamos a la búsqueda de la música ancestral, que solo se encuentra si los artistas vamos a su origen, las tribus”.

Con el tiempo, la idea del Río Infinito se ha replicado por interés de los propios músicos. Es el caso del misionero Joselo Schwapz, que sigue navegando para recuperar la música de los jesuitas en las comunidades donde se implantaron.

Tanto en Portugal como en España, la mayoría del gasto cultural procede de los ayuntamientos. En el caso luso es el 70%, sin embargo, cuenta el gestor cultural Luis Ferreira, los ayuntamientos carecen de técnicos culturales que diseñen un plan estratégico. “El dinero no es el problema. Tenemos museos, auditorios, galerías de arte, pero la realidad es que la mayoría de la gente no va. ¿Cómo trabajamos con un público que no quiere saber nada aunque se lo ofrezcamos gratis?”.

Responde el creador y autopromotor brasileño Benjamin Taubkin, “conversando con ellos. Yendo allí, en lugar de que ellos vengan acá, a nuestros escenarios”.

Es lo que hizo también el costarricense Obregón, que ha dedicado su vida a rescatar el folclore iberoamericano. En 2008 se bajó un barco cargado de músicos por el Iguazú, el Paraná, el Amazonas, el San Juan y el Misisipí. Eran 60 músicos de todas las naciones del continente que navegaban por los ríos “no para llevar la música a los indígenas sino para que ellos nos enseñaran la suya. La orquesta se llamó Río Infinito porque los ríos son la vía más natural para llegar a las comunidades indígenas. Los músicos iban cambiando, subiendo y bajando, siempre tocando con la gente que nos encontrábamos, pescadores, indígenas, también en pequeñas ciudades. Íbamos a la búsqueda de la música ancestral, que solo se encuentra si los artistas vamos a su origen, las tribus”.

Con el tiempo, la idea del Río Infinito se ha replicado por interés de los propios músicos. Es el caso del misionero Joselo Schwapz, que sigue navegando para recuperar la música de los jesuitas en las comunidades donde se implantaron.

El 2% de la riqueza iberoamericana procede de la cultura, que emplea a dos millones de personas, señala Ana Paula Laborinho, directora de Organización de la OEI. “La cultura es el cuarto pilar del desarrollo, junto al económico, el social y el ambiental”, expone el mexicano Enrique Glockner, director del festival Megápole. “Somos víctimas de un gran invento, las ciudades; en 2050 el 75% de la población mundial residirá en ciudades y son los ayuntamientos el vínculo institucional más próximo de las personas, los que mejor conocen las inquietudes de la gente en el día a día”.

Mientras el presupuesto cultural del Gobierno portugués roza el 1%, Setúbal invierte un 10%. “Las instalaciones existen, pero hay que conseguir que los jóvenes se interesen y los viejos también porque la cultura es un factor fundamental en la regeneración de las ciudades, pero hay que crear identidades culturales propias”.

Korta recuerda que con la crisis económica de 1939, San Sebastián decidió crear la Quincena Musical; en 1953 el festival de cine y en 2016, para tratar de cerrar la crisis social provocada por la violencia, capital cultural europea. Hoy, el 17,9% de las empresas donostiarras son creativas. “Las ciudades deben trabajar sobre todo las infraestructuras invisibles crear el humus, el abono para que surja la creatividad”.

El humus se encuentra en la carpa central de ExibMusica donde se mezclan promotores culturales, políticos y músicos independientes iberoamericanos que hacen sus contactos. “Cada vez son más los artistas que llegan con su disco y su promoción, que son sus propios gestores musicales”, explica la directora Adriana Pedret. “La figura del manager se ha diluido mucho con las nuevas tecnologías, pero aún así se necesita verse las caras”.

https://elpais.com/cultura/2019/06/16/actualidad/1560685663_576928.html
 
Deyan Sudjic: «Las ciudades con éxito son las que construyen y llenan museos»
26 de octubre 2017 / CREATIVIDAD por Alberto G. Palomo

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Hemos llegado a un punto histórico curioso. Nada nuevo: las civilizaciones cambian y el progreso modifica el entorno. Sin embargo, ahora es probable que cualquiera se pare a reflexionar sobre lo que nos rodea y diga: ¿qué fue antes, el edificio o sus residentes? Esto es: no sabemos si es el urbanismo el que nos condiciona la vida o somos los ciudadanos los que forzamos un tipo de arquitectura concreta. Una relación de siempre confusa que en una época de diseñadores estrella, pero también de avenidas clónicas, se vuelve indivisible.

Habría que barajar decenas de variables (salarios, evolución del trabajo, explosión del ocio, etcétera) para acordar una solución. Jamás estará clara. Ambas fuerzas —habitantes contra inmuebles— se desarrollan en coalescencia. Lo único posible es saber leer los mensajes que nos mandan.

Y estos mensajes tienen su propio lenguaje. Uno que a lo mejor descifran los sociólogos, los urbanistas y, de forma más intuitiva, los vecinos. Por ejemplo: la masificación de centros históricos ha cambiado paulatinamente su topografía, llenándolos de franquicias y eliminando el paisaje autóctono.

Otro: hace 100 años tacharían de loco a quien planificó construir unas vías en medio de las plazas y que pasara un tranvía. Ahora hay quien se queja de que esa plaza vuelva a ser exclusivamente peatonal. No es la consabida máxima de que la historia se repita cíclicamente, sino que el devenir del tiempo sustituye edificios.

Deyan Sudjic, director del Museo de Diseño de Londres, ha intentado resolver el interrogante planteado. Su último libro, El lenguaje de las ciudades (Ariel), viaja por alguna de las urbes principales del mundo y trata de subrayar la identidad de cada una más allá de «una aglomeración de edificios». «No existe una definición de ciudad. Cada una se ha construido con diferentes objetivos», cuenta por correo electrónico.

En la enumeración aparecen Brasilia, Ankara o San Petersburgo como casos de estrategia política y Londres o París como algo concebido para la realeza. No quiere decir que esa meta principal haya ido variando y ahora sean metrópolis donde todo se concibe.

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«Las ciudades no son creaciones estáticas, sino que cambian y se desarrollan. Los suburbios se asientan generalmente en barrio alejados y las viejas industrias mueren, expulsando a los residentes de siempre. Para conocer una ciudad hay que saber algo de la gente que vive en ella y de los que la construyeron. Tienes que preguntarte cómo la hicieron y por qué», disecciona en el ensayo.

Hay casos antiguos, como Kioto o Isfahán, en Japón e Irán, que se planificaron como ciudades de emperadores, solo aptas para la nobleza. Ahora, esos templos sagrados son parte de un trazado caótico. Las colmenas de periferia o los precarios asentamientos en otra han ensanchado sus límites y lo que estaba pensado para el caminar meditativo de un monje o las carreras de caballos de un aristócrata son ahora parques donde se come, se ríe o se hace negocio ambulante.

Rodeados de belleza, aunque ni siquiera este valor te asegura la victoria. Cansados estamos de escuchar el cacareado ‘efecto Guggenheim’, que invadió ciudades con polideportivos municipales magnánimos, galerías superlativas o bibliotecas alejandrinas sin un poso que invitara a llenarlas.

La promesa de una afluencia por el mero hecho de la estética se topó con la incomprensión: la montaña no siempre va a Mahoma ni al revés. «Las ciudades que tienen éxito son aquellas que están enraizadas a un clima cultural tan creativo que llena los museos, además de construirlos», declara Sudjic, que habla de cómo Tel Aviv se ha convertido en un centro económico y cultural electrizante cuando hace poco solo era una capital a la sombra con dos diseños de la Escuela Bauhaus.

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Todo cambia, decíamos. A las expectativas creadas por los gobernantes o urbanistas se les inserta la idiosincrasia del lugar. Elementos indefinidos que pueden hacer que las cosas funcionen o no. Otras tienen cierta lógica. Por ejemplo, que las viviendas sean cada vez más pequeñas responde a una ecuación sencilla de espacio y número de habitantes.

El 54% de la población mundial vive en las ciudades y se prevé que en 2050 llegará al 66%, según calcula la Organización de las Naciones Unidas. En 2007 ya se superó el número de población urbana a la rural. Ahora, 28 ciudades superan los 10 millones de personas, pero en 2030 serán 40. La Tierra, siguiendo esta evolución, se enfrenta a dos retos: aumentar la habitabilidad y aumentar las zonas de cultivo para alojar a los 3.000 millones de personas más que habrá a finales de siglo.

Y deriva en otros tantos: un necesario cambio de paradigma en los transportes, adecuándose a lo renovable y menos contaminante; una capacidad de recibir migraciones masivas; y aprender a proteger lo propio ante el peligro de la homogeneización.

¿Cómo será este impacto globalizador y turístico? «Es cierto que todas las ciudades están pasando a ser iguales, pero los planos romanos —desde Libia hasta York, en Inglaterra— también son muy parecidos. Y en muchos núcleos se repite el patrón de barrio griego o barrio judío. Lo peor no es tener un Starbucks o un Pizza Express en cada esquina, sino la apropiación del centro por parte de grandes inversores que suben los precios, empujando a otras zonas a quienes no pueden permitírselo. Y que cada vez menos ciudades captan la atención para las finanzas, la tecnología o el cine», avisa Sudjic.

En cuanto al otro apartado de la pregunta, su dictamen es claro: «Estamos en un punto de saturación del turismo. La gente clama contra plataformas como Airbnb y empieza a ser molesto para residentes y visitantes. Habría que pensar en cierto tipo de turismo como si fuera polución».

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En este sentido, el arquitecto Eugeni Bach, coautor junto a su pareja Anna del libro Más vivienda por menos (Catarata) cree que todavía está por perfilar el desenlace de esta vorágine. «Vemos que el transporte muta y los centros de las ciudades se van cediendo a la ciudadanía, pero también que empieza a haber procesos de participación que pueden servir solo para salvar la cara de los ayuntamientos», comenta. «Porque esto no puedes dejarlo en manos de no entendidos. Los ciudadanos tienen que ser clientes —demandar lo que quieren, exigir servicios—, pero no arquitectos».

Además, el arquitecto barcelonés nota cómo los destinos preferidos por el viajero empiezan a ser un centro comercial al aire libre y cuenta cómo en China se están planteando calcar algunos monumentos y distritos famosos para que sus ciudadanos puedan fotografiarlos como si estuvieran allí, pero sin el incordio de los vecinos y la muchedumbre.

Quizás sea una ocurrencia, pero no suena tan disparatado viendo que en 2016 ya eran 1.235 millones las personas que viajaban pernoctando a otras ciudades o países. París ya espera que 10 millones de cámaras se detengan cada año frente a La Gioconda. Lo mismo pasa con Roma, que registrará una cifra similar de lentes bajo la Capilla Sixtina. Para España, por ejemplo, representa el 16% del Producto Interior Bruto. Y así como ha habido arquitectura contra los ‘sintecho’ colocando pinchos en aceras o troceando los bancos, guetos cerrados a trabajadores que no se mezclaran con las clases medias o una gentrificación de barrios bohemios y populares, la gran amenaza radica en el rechazo. «El temor es que aflore la xenofobia», sopesa Sudjic.

Para él, este espacio colosal, auténtico y orgánico que significan las ciudades solo prosperará si se cimenta en la tolerancia. La búsqueda de la riqueza huyendo del campo, la promesa de libertad y el sueño de un nuevo comienzo —valores ya incluidos en el adn de las urbes— dependen de esa extraña relación entre ciudadanos y edificios.

«Una ciudad con éxito es la que deja espacio para las sorpresas. Una ciudad que ha quedado congelada por la gentrificación excesiva, o por demasiados centros comerciales, tendrá problemas para generar la chispa esencial para funcionar. Las ciudades que trabajan mejor son las que mantienen sus opciones abiertas, las que permiten posibilidad de cambio. Esas que dependen de una democracia que supone algo más que votar», escribe en el libro. «El resto es un complejo residencial o un cuartel militar». Habrá que saber leer sus mensajes subterráneos y dejar que fluya esta sinergia misteriosa e irresoluble.

https://www.yorokobu.es/arquitectura-ciudadanos/
 
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