CIUDADES



HILA OREN

La tarjeta digital de vecino, el secreto mejor guardado de Tel Aviv

Ciudad inteligente o ‘smart city’ es un término acuñado en los últimos diez o quince años. Cada uno la define a su manera y no tiene un significado unificado. Para Hila Oren, una ciudad inteligente es la que sabe escuchar a sus habitantes, lo cual no es una tarea sencilla. Las herramientas pueden ser diversas: pueden ser digitales -motivo por el cual Tel Aviv ganó el premio a la mejor Ciudad Inteligente en 2014- o pueden venir de la colaboración con el público de manera física en mesas de debate. Esta israelí también nos habló de qué hace su fundación, el principal centro investigador sobre smart cities en Israel y sobre los requisitos que debe cumplir una smart city poniendo el ejemplo de Tel Aviv con su tarjeta ciudadana que permite a la administración conocer a todos sus ciudadanos para ofrecerles los mejores servicios.


HILA OREN
CEO de Tel Aviv Foundation
Es Doctora en Filosofía y MBA por la Universidad de Tel Aviv. Esta israelí ha desarrollado prácticamente toda su carrera profesional en la administración pública israelí. Como emprendedora e innovadora es la fundadora de la administración global de Tel Aviv, primero como CEO de Tel Aviv Global y, desde 2016, como CEO de la Tel Aviv Foundation desde donde ha impulsado la innovación continua y su consolidación como una 'smart city' de referencia a nivel mundial.

EN DATOS Estudio digitalización 2018
La importancia de la escucha activa para ser una 'smart city'


Las instituciones públicas continúan avanzando respecto a años anteriores en el camino de la digitalización, como refleja el estudio del Observatorio Vodafone de 2018. Un porcentaje mínimo, 3 y 4 por ciento respectivamente, se encuentra aún en la fase de estudio o en la fase inicial. Sin embargo, un 35 por ciento ya está implementando herramientas digitales en sus procesos y otro 35 por ciento se encuentra inmerso en la fase de mejora. Para Hila Oren, el verdadero reto de las ciudades es escuchar y, posteriormente, dialogar con sus ciudadanos, conocer sus necesidades para después ofrecerles los servicios que requieren. Y para escucharlos y conversar con ellos pueden utilizar distintas herramientas digitales, por ejemplo, las redes sociales.

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GRADO DE DIGITALIZACIÓN DE LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS

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Cuando la eficiencia se traduce en una simple tarjeta


La mayoría de Administraciones Públicas encuestadas en el estudio del Observatorio Vodafone 2018 sitúan la mayor eficiencia en la gestión y en procesos (49%) como el principal beneficio de la digitalización por delante de la mejora de la comunicación (40%) y la satisfacción de los ciudadanos (10%). Para Hila Oren, una 'smart city' no es únicamente la que presenta un mayor desarrollo digital sino la que es capaz de responder a las necesidades de los ciudadanos ofreciéndoles servicios ad hoc. Y para ello han creado una tarjeta digital de residentes que trata de ajustar y personalizar los recursos y servicios de los que dispone el ayuntamiento en función de las demandas concretas de ciudadanos y colectivos.

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BENEFICIOS DE LA DIGITALIZACIÓN PARA LAS ADMINISTRACIONES PÚBLICAS

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https://www.observatorio-empresas.v...s-publicas/tarjeta-vecino-tel-aviv-hila-oren/


 
La ruta del arte, una alternativa para integrar zonas vulnerables de Colombia




“Otras noches como tantas das color a la ciudad, convirtiendo una esquina en obra de arte sin cesar, pero es todo un artista que comparte su visión”, canta Skool 77 en Color en la ciudad, y claro, la ruta del graffiti se ha convertido en uno de los atractivos turísticos para dar solución a diferentes problemáticas en zonas vulnerables de diferentes ciudades y municipios en Colombia.

Es una iniciativa con la cual además de disfrutar la contemplación de hermosos murales y proyectos innovadores de renovación urbana, busca también despertar el espíritu de emprendimiento en niños, jóvenes y adultos que participan en la elaboración del Arte Callejero, y que a través del color hoy le devuelven la esperanza a su población dejando atrás las diferencias y enseñando que todos somos iguales.



Lo que comenzó con la forma de expresarse, hoy se convierte en una de las principales formas de cambiar el imaginario tanto de los ciudadanos como de turísticas que temían visitar estos lugares, y que cuentan con visuales únicas del paisaje y la ciudad. La integración del turismo busca contar las miles de historias que se han vivido en aquellas zonas vulnerables, uno de los ejemplos de intervención se realiza en la Comuna 13 de la ciudad de Medellín, en la cual trabajan colectivos artísticos como Kasa Colacho que buscan dar un mensaje inspirador en pro de crear un mundo mejor a todos sus visitantes.

Mientras tanto, en la capital del país a inicios del presente año se llevó a cabo una iniciativa por parte de diferentes entidades, interviniendo uno de los barrios más cuestionados por su inseguridad como lo es el barrio Egipto al oriente de Bogotá, donde nació históricamente en los 90 el graffiti en la ciudad. La idea era brindar espacios que no solo le apuesten a embellecer, sino que también construyan tejido humano con la comunidad. La propuesta se ha convertido en la salida de cientos de jóvenes alejándolos del consumo de drogas, idea a la cual se suman personas de diferentes profesiones.



Esta labor social en la que también trabajan distintos colectivos de universidades e instituciones públicas y privadas, se convierte en la apuesta para mostrar las diferentes formas de ver las ciudades y zonas rurales, las cuales con un poco de color, devuelven la esperanza y reconstruyen un nuevo país. Son estos lugares los que se han convertido en cunas de inseguridad pero que aún se pueden intervenir, generando cambios en la sociedad y su manera de enfrentar diferentes problemáticas por espacios que se transforman en grandes murales dedicados al arte.



Otras iniciativas similares se trabajan hoy día en Río de Janeiro (Brasil), donde se busca a través del arte urbano dar otra forma de conocer la ciudad. Así, el Street Art ha llegado a convertirse también en eventos donde miles de jóvenes muestran la diversidad de sus estilos, cabe aclarar que en todas las obras también se busca crear una colaboración directa entre artistas y dueños de casas y negocios, donde se elaboren los murales en consentimiento del propietario del inmueble y no se atente contra los bienes públicos protegidos.




https://www.archdaily.mx/mx/891704/...a-para-integrar-zonas-vulnerables-de-colombia
 
Cinco razones para bailar en la ciudad
Danzar juntos en espacios públicos es una reivindicación múltiple y permite recuperar la urbe en una nueva dimensión



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Ardian Lumi Unsplash
Antoni Gutiérrez-Rubí


Las ciudades globales son un ecosistema complejo de realidades, inquietudes, tensiones y orígenes diversos. Al mismo tiempo, el espacio urbano es un espacio en transformación y en conquista —y lucha permanente— por la identidad múltiple. Estos ecosistemas, llenos de contrastes, se visualizan y se viven en el espacio público de una manera sorprendente, creativa. Lo lúdico se mezcla con lo reivindicativo. Lo sórdido convive con las esperanzas. El espacio público deviene, también, en el primer espacio por la identidad y por los derechos.

La ciudadanía hace suyos parques, calles, plazas… donde cobran especial importancia todas aquellas iniciativas que ayudan a tejer complicidades. Desde las propias individualidades, se va generando un cuerpo colectivo, conectado, que participa y explora el territorio de la nueva conciencia de la comunidad, donde el baile y la música son, por ejemplo, uno de los nexos comunes. "La música expresa los movimientos del alma", decía Aristóteles.

Como fusión entre el deporte, la pasión por el baile y la música surgió hace unos años la bailoterapia, una práctica que tiene sus orígenes entre las medicinas alternativas y el aeróbic dance y que, en los últimos años, ha ganado millones de adeptos en Latinoamérica. También en Europa. Estas sesiones híbridas entre el fitness moderno y el baile tradicional popular son una expresión lúdica, saludable, divertida e inclusiva con encuentros abiertos de gran vitalidad, participación y creatividad.

La gran novedad es que estas sesiones han salido de los gimnasios y clubes privados, al alcance de rentas medias y altas, y están ocupando el espacio público, congregando a amplios sectores populares. Los ciudadanos pueden sumarse de manera activa o como observadores, y ambos roles tejen complicidad ciudadana. Se reinventa la presencia y la ocupación de la calle, de los espacios de tránsito, con una nueva intensidad e intención que favorece las texturas múltiples y mixtas, donde pueden confluir también activismo y artivismo.

En un contexto de una mayor conciencia social por el bienestar y la salud, la bailoterapia también encuentra un escenario natural. Sus beneficios son evidentes para el cuerpo y la salud, como tantas actividades físicas que hoy en día se pueden llevar a cabo en algunos parques, por ejemplo, que están dotados de circuitos y elementos para ello. Pero lo que la diferencia de otras actividades es que el lugar para ejercitarla puede ser cualquier espacio abierto de la ciudad (plazas, solares, calles), donde la música es el elemento común que pone en movimiento el cuerpo de todo aquel que participa (sin importar el nivel que se tenga, la edad, la clase social…).

En muchas ciudades del mundo, el baile tiene su espacio y juega su papel de construcción de ciudadanía. Es el caso, por ejemplo, de los jóvenes filipinos que todas las tardes se reunían en el patio del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), para practicar coreografías y ensayos improvisados. La comunidad filipina, a pesar de no ser de las más numerosas de la ciudad, poco más de 13.000 vecinos según datos del consistorio, conseguía con este tipo de acciones visibilizarse, crear lazos afectivos, reforzar el sentimiento de pertenencia a una comunidad e integrarse en el tejido social urbano e incluso mimetizarse con este. No son un elemento externo ajeno al barrio en el que viven, el Raval, sino que poco a poco han pasado a formar parte del paisaje urbano, es decir, de la identidad de su entorno.

Las sesiones de baile han salido de los gimnasios al alcance de rentas medias y altas, y están ocupando el espacio público

Otro ejemplo relacionado con el baile es la experiencia Daybreaker, una iniciativa que organiza fiestas de carácter deportivo y de ocio al amanecer, y que se ha convertido en una experiencia para luchar contra la soledad en las principales ciudades de Estados Unidos. Un problema con alta incidencia en la tercera edad, aunque que cada vez es más frecuente en todas las etapas de la vida, que se enquista, sobre todo, en las grandes ciudades, y que puede encontrar parte de su solución en el uso compartido del espacio público con un objetivo común.

Bailar juntos en espacios públicos es una reivindicación múltiple y permite recuperar el espacio público en una nueva dimensión. Estas pueden ser algunas claves.

1. Reivindicación del propio cuerpo. Cuerpos diferentes y de todas las edades y condiciones sociales. Una generosa dosis de respeto y autoestima de la propia individualidad y un mutuo reconocimiento del otro, de su identidad y de su singularidad. Esta exposición pública favorece la visibilidad de la diversidad y sus identidades múltiples. No hay competencia por las habilidades, hay libertad y respeto a los ritmos de cada persona, a sus posibilidades y a sus vivencias del baile compartido. El espacio libre es justo lo contrario al mundo de espejos de los clubes y gimnasios privados que ponen el acento en la imagen reflejada y autorreferencial, con la competitividad implícita del culto al cuerpo.

2. Derecho a la felicidad. Bailar y reírnos juntos y juntas. Estas sesiones que son hibridaciones contemporáneas de los bailes populares tradicionales y del fitness moderno, liberan endorfinas y emociones que favorecen la recuperación de la felicidad y del placer, aunque sea temporal. Ayudan a crear sentimientos positivos hacia lo comunitario y hacia uno mismo. No se trata de hacerlo bien o mal. No hay juicio. Las imperfecciones son aceptadas, respetadas e integradas. Son pequeños espacios de libertad para personas que cargan, duramente, con condiciones de vida difíciles.

3. Recuperación de la fraternidad. Estas sesiones favorecen compartir bebidas, frutas y comidas caseras. Son espacios de construcción de solidaridades básicas, en especial para muchas mujeres solas o con hijos a su cargo. Actúan como espacios de acogida fraterna, red solidaria y comunidad resiliente. La mayor parte de las personas que participan son de rentas bajas o muy bajas.

4. Percepción de seguridad. Muchas personas acceden juntas y regresan juntas a sus casas o a sus ocupaciones laborales. Comparten transporte o caminan en compañía hasta la plaza, el solar o el aparcamiento. Estos paseos generan percepciones de seguridad compartidas, de autoprotección, de recuperación del derecho a la ciudad y a la propia libertad. Estos vínculos empoderan y permiten fuertes vínculos de sociabilidad y seguridad.

5. Vivencia de la diversidad. La música que acompaña y marca la actividad de la bailoterapia permite el reconocimiento de músicas con fuertes componentes locales y, a la vez, con vínculos a sonidos y expresiones globales de la contemporaneidad.

Ciudades cada vez más plurales ven cómo sus habitantes, tan diversos como la urbe que las acoge, son capaces de reconocerse en su comunidad en el espacio compartido y con un nexo común. La calle, el barrio, la plaza… siguen siendo, a pesar de todo, el lugar en el que la ciudad se reconoce a sí misma. Construir vínculos y trabajar para propiciarlos, a la vez que se incide en el bienestar y la salud de los ciudadanos es un camino a explorar. Las políticas públicas municipales que reivindican la recuperación del espacio público, a través de la integración, tienen aquí una gran oportunidad.

Bailar en la calle de manera colectiva rompe las fronteras de lo privado, de lo exclusivo. Supone colectividad, complicidad y reconocimiento. Y, a la vez, genera nuevas dinámicas sociales que, respetando la diversidad, construyen identidad colectiva. "La expresión más auténtica de un pueblo está en sus danzas y su música. los cuerpos nunca mienten", decía la bailarina y coreógrafa estadounidense Agnes De Mille.

Antoni Gutiérrez-Rubí es asesor de comunicación
www.elpais.com
 
Ushuaia, Patagonia, Argentina… Tres nombres que despiertan la fantasía de miles de personas en todo el mundo. Esa región mítica, lejana, inmensa. Al recorrerla el visitante puede observar el movimiento de la Madre Tierra. Finalizando la estepa patagónica, ya en la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, la Cordillera de los Andes se impone en el paisaje mostrando valles glaciarios, turberas, bosques milenarios para finalmente llegar a un paraíso en el sur. USHUAIA, ciudad única, capital de la Provincia ofrece sus bellezas naturales, culturales, infraestructura de servicios para que aquellos quienes la conozcan no la olviden nunca jamás.

Información de interés para el viajero




























¿Cómo llegar?

Las imágenes son impactantes. Los colores durante todo el año. El azul del verano; los ocres del otoño; el blanco del invierno y el verde de la primavera. Ushuaia, la ciudad más austral del mundo los invita a conocerla, a vivirla y disfrutarla intensamente en cualquier momento.

Un poco de Historia
Ushuaia festeja su cumpleaños el 12 de Octubre. ¿Por qué? Allá por 1884 la expedición liderada por el Comodoro Augusto Lasserre crea la Subprefectura Ushuaia a orillas del Canal Beagle. Por primera vez se iza la bandera argentina en estas latitudes. Desde aquel momento hasta hoy la ciudad se ha desarrollado iniciando como un pequeño poblado con un centenar de pobladores para devenir en la actual localidad pujante con casi cien mil habitantes permanentes y la visita de alrededor de quinientos mil turistas anuales.
 
Las ‘mobile cities’ y el futuro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible
Las grandes tecnológicas muestran un creciente interés por el desarrollo urbano en la llamada segunda gran ola de 'tecno-optimismo'



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Laurence Cruz (Unsplash)
Antoni Gutiérrez-Rubí

La relación entre ciudad y tecnología está entrando en un nuevo estadio. De la implantación de nuevas tecnologías, un proceso no exento de suspicacias, a una etapa en la que los gigantes tecnológicos están tratando de adaptar sus modelos de innovación a los entornos urbanos. El cambio no es menor. Nos obliga a repensar el modelo de smart cities que dominaba hasta ahora la agenda urbana, así como a imaginar de qué modo este modelo puede ayudar a afrontar los principales retos de esta agenda.

Los últimos años hemos visto cómo el relato de la ciudad inteligente se ha impuesto a pesar de que su promesa no se ha cumplido. La tecnología tenía que convertir las tramas urbanas en entornos limpios, sostenibles, seguros y resilientes, pero lo cierto es que las ciudades, en líneas generales, no han avanzado como se esperaba en ninguno de estos campos.

A falta de grandes resultados, muchas de ellas han centrado sus esfuerzos en estrategias smart que les ayuden a ser percibidas como inteligentes, aunque ello les haga perder el foco de sus verdaderas necesidades. El nuevo poder urbano se mide por la capacidad de atracción de la marca y los Gobiernos no han dudado en utilizar la etiqueta para posicionarse. La cara B de ello ha sido que el concepto se ha vaciado hasta el punto de que no sepamos muy bien hacia dónde nos lleva.

Los últimos años hemos visto cómo el relato de la ciudad inteligente se ha impuesto a pesar de que su promesa no se ha cumplido

Este momento de desorientación ha propiciado, en parte, que las grandes tecnológicas muestren un gran interés por el desarrollo urbano. Es la segunda gran ola de tecno-optimismo. Construir ciudades desde cero, trasladar el éxito de los modelos de innovación de las tech al diseño, producción y gestión de las políticas urbanas.

El enfoque de esta nueva visión de la ciudad, basado en tecnologías 4.0 y en la disrupción total respecto al modelo tradicional, se parece peligrosamente a la fase que creíamos estar dejando atrás. La promesa irrealizable que se transforma en un activo para la marca de la ciudad pero que no mejora la vida de sus habitantes. Una ciudadanía que cada día tiene una necesidad mayor de soluciones a los retos que afronta. Algo de esto lo pudimos ver hace unas semanas durante el Mobile World Congress en Barcelona. Se presentaban tecnologías que revolucionarán la relación con la ciudad de los ciudadanos y, a su vez, en la Mobile Week, un evento paralelo, se debatía sobre la ciudad del futuro y las oportunidades para abordar los principales retos que afronta.

Por ese motivo, este debate tecnológico no puede desvincularse de los temas centrales de la agenda urbana y global, cuyas ideas principales están recogidas en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos por Naciones Unidas. Se trata de una hoja de ruta ambiciosa, con un margen de poco más de una década y una meta muy clara: lograr un cambio positivo en beneficio de todos.

Las ciudades tienen un papel central en esta agenda. No solo protagonizan uno de los objetivos, el 11, sino que además son fundamentales para poder cumplir buena parte de la ruta trazada. Temas tan dispares como la lucha por un agua limpia y saneada, la reducción de las desigualdades, o un consumo responsable, son impensables sin la acción política a escala local. Quizá, por ello, no parece extraño ver cómo muchas ciudades están reenfocando sus prioridades o cómo países como Alemania están diseñando guías para que sus ciudades puedan desplegar las políticas necesarias para cumplir con estos objetivos.

El Cidob, centro de gran relevancia y credibilidad para entender el debate global, publicaba hace dos años un documento sobre el paso de las smart a las wise cities como elemento fundamental para la consecución de los ODS. Ahora, aquel texto parece más de actualidad que nunca. La nueva ciudad inteligente, la que viven y construyen los smart citizens, será la que consiga alinear los nuevos horizontes tecnológicos con los de sostenibilidad futura a escala local y global.

https://elpais.com/elpais/2018/04/0...8/04/03/planeta_futuro/1522755004_684051.html
 
Ciudad física, ciudad mental
Cara y gesto, cuerpos en movimiento, angustia y luz.Todo eso está en el asfalto: un efervescente lugar físico. Pero también un inabarcable espacio mental

Juan José Millás
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FELIPE HERNÁNDEZ



EN MAÑANA TENDREMOS OTROS NOMBRES, la novela de Patricio Pron ganadora del último Premio Alfaguara, todos los personajes viven en Madrid, pero todos vienen de fuera, incluso de muy afuera. Tal circunstancia provoca que la gran ciudad vaya perdiendo a lo largo del relato, y de forma casi imperceptible, su condición de lugar físico para convertirse en un espacio mental. Madrid como espacio mental, Nueva York como espacio mental, Londres como espacio mental, Tokio como espacio mental, París como espacio mental… Tal es la característica de las urbes mencionadas y de otras muchas: su falta de existencia física. De ahí que todo el mundo desee conocerlas. ¿Qué interés tiene en nuestros días (en nuestros posdías más bien) viajar a lugares existentes?


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FELIPE HERNÁNDEZ


Observen la variedad de rostros del reportaje fotográfico: es la misma que nos podemos encontrar en un vagón de metro de Berlín, Roma o Bruselas. El suyo de usted forma ya parte de esa riqueza en la que se diluyen las diferencias identitarias, en la que la racialización pierde sentido. El problema de la España vacía es el de su materialidad. Está compuesta de restos analógicos de un mundo en vías de extinción. Nadie da un duro ya por ser real, y en los lugares de los que huíamos éramos reales como la vida misma. Los que nacieron en Madrid, en Londres o en París podrán objetar que ellos no vinieron de fuera. Se equivocan. Hay muchos modos de venir de fuera y quizás el más genuino sea ese: el de venir de dentro. Si deseamos, en fin, repoblar los lugares abandonados, empecemos por certificar su inexistencia.

https://elpais.com/elpais/2019/05/06/eps/1557139534_422908.html

 
Cinco ciudades dejan pagar el transporte público con botellas de plástico
De Medellín a Sidney, pasando por Suravaya, Pekín y Estambul, estas son las iniciativas que aúnan reciclaje y viajes en autobús y metro



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Una usuaria del metro de Medellín, en Colombia. P. L.
María López Escorial
19 ABR 2019 - 19:47 ART

En mis viajes a países en desarrollo, una de las cosas que más me ha llamado la atención es el ingenio de sus habitantes ante la falta de recursos. En uno de mis viajes a Bolivia, de repente vi latas vacías y chapas en la mitad de la carretera y alguien esperando pacientemente a su lado como cuidando un tesoro. Ante mi sorpresa, al cabo de un rato llegó un coche que sin parar aplastó todo con el consiguiente agradecimiento del observador, que con cuidado las recogió y puso otras en su lugar. Al preguntarle que haría con ellas, me contestó, no sin sorpresa ante la pregunta, que las vendería en el puesto de reciclaje. Aplastadas podría trasportar más y ganar más.

La basura ha sido una de las principales fuentes de ingresos para muchos de los más desfavorecidos del planeta. Según el Banco Mundial, más de 15 millones de personas se ganan la vida recuperando material reciclable en la basura en todo el mundo. Cartoneros, pichacheros, pepenadores o buzos, según el país rebuscan todos los días en la basura en busca de cartón, papel, latas, plásticos, vidrios, telas y otros materiales para vender.

Esto ha supuesto el desarrollo de soluciones innovadoras como el programa Ecoelce lanzado por Endesa en Brasil para el pago de electricidad. El programa pesa los residuos que va entregando cada persona y los valora de acuerdo con el precio de cada material en el mercado. El valor se abona a la tarjeta del cliente y, en cada período de facturación, el sistema resta de la factura eléctrica el bono obtenido por el reciclaje.

Pero parece que van a empezar a tener competencia. Ahora puedes cambiar botellas vacías por dinero canjeable en viajes en transporte público en cinco ciudades a nivel mundial.

Los esfuerzos de reciclaje y separación de residuos voluntarios, solo se recoge un 40% a nivel europeo siendo una de las zonas dónde más se recicla, se ven complementados con un programa de incentivos monetarios, que visto lo que ha pasado con el uso de las bolsas de plástico al empezar a cobrarlas, probablemente tendrá un efecto inmediato en el medio ambiente.

Además, el diseño de las máquinas de reciclaje impide que se introduzcan en ellas otros materiales que no son reciclables o no corresponden a la categoría de reciclaje, lo que evita mucho trabajo y contaminación de residuos.

Medellín cuenta con máquinas de reciclaje instaladas en cinco estaciones de metro. En casi un año de operaciones se han intercambiado casi 2,5 millones de envases por pasajes

Sidney (Australia)
Según el ayuntamiento de Sidney, las botellas han adelantado a las colillas de cigarrillos como el artículo más desechado y suponen casi la mitad de toda la basura del Estado, reciclándose únicamente un 42% de las mismas. Por eso han puesto en marcha el proyecto Envirobank, más de 500 maquinas de recogida que dan crédito para el transporte público. No sólo en las áreas de Sydney Circular Quay y Chinatown, con un intenso tráfico de peatones locales y turistas. En ciudades de más de 500 habitantes en todo el estado puedes intercambiar latas, botellas de plástico, cristal y cartón a cambio de 10 céntimos australianos.

Suravaya (Indonesia)
Un estudio publicado en la revista Science, estima que Indonesia, un archipiélago de miles de islas, es el segundo mayor contribuyente de plásticos contaminantes en los océanos después de China.

Para mejorar la recogida de este material, en abril 2018 la ciudad de Suravaya, la segunda más grande de Indonesia, lanzó un programa por el cual los pasajeros pueden pagar su billete de autobús con botellas en las estaciones o directamente pagando con envases vacíos. Según los datos proporcionados por la cuidad, con 20 vasos de plástico o 5 botellas puedes comprar un billete de dos horas. Un autobús puede recoger hasta 250 kilos de botellas de plástico al día, 7,5 toneladas en un mes.

La ciudad se ha puesto como objetivo convertirse en una cuidad libre de plástico en 2020.

Estambul (Turquía)
En septiembre 2018, el alcalde de Estambul anunció la puesta en marcha del programa Smart Mobile Waste Transfer Centers, maquinas de recogida de residuos con capacidad de escanear y asignar un valor de reciclado antes de triturar y clasificar el material. Valor que va de 0,02 liras turcas (0,003 euros) por una botella de 33 centilitros a 0,09 liras (0,014 euros) por una de medio litro. Para tener un ticket gratuito desde las afueras de la ciudad hasta el centro, haría falta reciclar aproximadamente unas 28 latas de refresco, por ejemplo.

Istanbul Metropolitan Municipality planeaba instalar un mínimo de 100 maquinas en 25 sitios distintos, sobre todo paradas de metro y colegios a final de 2018. Turquía es el tercer productor europeo de deshechos (solo por detrás de Alemania y Francia) y es el país con la tasa más baja de reciclaje de Europa.

Pekín (China)
La cuidad china de Beijín fue de las primeras en sumarse a esta iniciativa. En 2012 empezaron a funcionar en las estaciones de la red de metro de la capital china las primeras 10 maquinas. Los viajeros reciben entre 5 y 10 céntimos de yen, (entre uno y dos céntimos de euro), en sus tarjetas de transporte público costando el billete entre tres y 10 yenes. El crédito se puede destinar al transporte público o a adquirir minutos para los teléfonos móviles.

Medellín (Colombia)
El metro de Medellín también se ha sumado ha esta tendencia con la iniciativa Recarga Verde. Con máquinas de reciclaje instaladas en cinco estaciones, en casi un año de operaciones se han intercambiado casi 2,5 millones de envases por pasajes, lo que representa alrededor de 57.000 tiquets. Según el metro, un 61% de las usuarias de esta recarga son mujeres. Planea expandirlo a otras estaciones en 2019.

Todas ellas son iniciativas públicas que además del reciclaje per se, persiguen concienciar a la población sobre la necesidad de una gestión más responsable de los desechos para que puedan ser reaprovechados. Así como promover el uso del transporte público.

Pero no todo son efectos positivos. Los efectos colaterales impactan a los millones de recicladores informales para los que esta actividad supone un ingreso clave para su subsistencia. Pekín no se caracteriza por su sensibilidad ambiental siendo famosa por sus altos niveles de contaminación atmosférica, sin embargo, su tasa de recuperación de botellas es de más del 90%, de las más altas del planeta. Ello se debe al enorme ejército de recolectores informales que recorre las calles de la ciudad en carros o bicicletas con cuya reventa complementan sus escasos ingresos. Se cree que en toda China se dedican a la recogida callejera de residuos de 500.000 a 20 millones de personas, según la fuente. De ellos obtienen las empresas del sector de reciclaje la mayor parte del plástico que se recicla.

Si el reciclaje está al alcance de todos, habrá que plantearles una fuente de ingresos alternativa o lo que es más importante, habiéndonos dado cuenta de su labor, remunerarles adecuadamente por el gran servicio que hacen al medio ambiente y por ende a todos nosotros, así como ofrecerles integrarles en la economía formal, condiciones de trabajo dignas, seguridad social y reconocimiento, liberándoles del estigma que ahora conllevan. La basura sigue aumentando y necesitamos su trabajo más que nunca.

María López Escorial es profesora en el Instituto de Empresa desde 2002 y consultora independiente especializada en innovación social. Además, es presidenta de la Fundación Compromiso y Transparencia.

https://elpais.com/elpais/2019/04/16/planeta_futuro/1555415492_906513.html
 
Una ciudad con tiempo para mirarla
'Microgeografías de Madrid' es un libro más de tiempo que de espacios. Los encuentros y paradojas retratados por la editora Belén Bermejo podrían estar en muchos lugares del mundo


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Belén Bermejo
Anatxu Zabalbeascoa

No con lupa, sino con tiempo y sin prejuicios. Así mira su ciudad la editora Belén Bermejo. Y así la ha retratado en su libro Microgeografías de Madrid (PlanB): una ciudad de detalles muchas veces paradójicos, simbólicos, incluso poéticos, y seguramente invisibles para quien camina deprisa. Por eso una de las preguntas que plantea el libro es qué nos invita a detenernos y a perder las prisas en la ciudad.

Bermejo ya había demostrado que tiene ojo en las redes sociales (Instagram). También que tiene opinión (Twitter). Y además que su mirada es tan abierta y paradójica como amplia de miras. En dos palabras: aplaude a Jeff Koons y a los Prerrafaelitas (más a los Prerrafaelistas, para ser justos). En las redes sociales también se intuye que tiene amigos. O por lo menos muchos seguidores. Es activa. Y comparte más lo que le gusta que lo que le disgusta. Aunque no se calla y las utiliza para quejarse de actitudes que juzga machistas, para defender la sanidad pública y, alguna vez, para dejar escapar algo que no soporta.

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Belén Bermejo

Así, dos cosas llaman la atención de las imágenes que la autora ha tomado y que construyen una suma de relatos visuales —microrrelatos— de los que tanto le gusta compartir: la suya es una ciudad construida con partes, por partes, con parches más que con visiones generalistas, ejes o vistas. Es una urbe más de teleobjetivo que de gran angular. También es una ciudad sin apenas gente. Un lugar que, paradójicamente, parece más de búsqueda que de encuentro. Los lugares —que ella define como “no lugares” a la Augé, como “extravíos céntricos” o como “una psicogeografía” a la Debord— son —por viejos, rotos, arruinados o abandonados que estén— generalmente brillantes. Tienen color. Reflejan acciones. Eso les insufla vida, a veces vegetal, a veces la que se adivina en la persona que riega con constancia unas frondosas macetas. Que apenas aparezcan retratadas personas no quiere decir que no haya esperanza: alguien que retrata tantos buzones, ventanas y puertas de colores es alguien muy esperanzado. Puede que en estos pedazos que son encuentros haya más búsqueda de belleza que belleza. El libro es una mirada. No pretende demostrar nada. Pero encierra una lección sencilla: en lo pequeño puede estar lo grande.

Lo que Salgari hacía en las bibliotecas de Venecia, cuando describía Malasia sin abandonar su país, Bermejo lo hace deambulando por las calles de Madrid: avisa de que hay otros lugares, advierte de que puede que no nos estemos fijando en lo importante.

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Belén Bermejo

A las palabras, esta editora, en este libro, les confía pocas cosas. Algunas listas que, como ella misma indica, tienen el capricho de una fecha y pueden cambiar el orden por un nuevo desorden —aunque hay poco desorden en el libro—. Otras citas son muy certeras y, como todo el libro, son una invitación a ver más. Cuenta por ejemplo que cuando mira una pared ve mapas. Y que Joseph Conrad escribió que "los mapas tienen algo de pintura, algo de fotografía y algo de geometría”.

El libro además de una mirada y una invitación a mirar, es un diálogo: necesita que el lector proyecte para completar el mensaje. Por eso es una especie de apuntes de escritor del siglo XXI, hechos más con cámara que con libreta y lápiz. Al final, Microgeografías de Madrid explica que somos mucho más de lo que parecemos. Y que uno se amplía a partir de las pasiones: una editora convertida en autora, reflexiva, observadora, y abierta a la aventura.

Personalmente, me recuerda lo mejor de las ciudades: caminarlas para verlas, callejear hasta perderse, descubrir un lugar casi siempre es redescubrirte. Las imágenes de Bermejo recuerdan que no puede haber un mundo nuevo sin el viejo. Evocan la grandeza de la ciudad, pero subrayan que todo lo grande, está construido también con lo pequeño.

https://elpais.com/elpais/2019/05/2...31_146265.html?rel=str_articulo#1560297363558
 
Los niños que querían jugar en la calle y convirtieron Ámsterdam en la capital mundial de la bici
9 de diciembre 2016 / CREATIVIDAD por Natalia Quiroga


Detrás de cada conquista social hubo un gran número de personas luchando por alcanzarla y otro por frenarla. A veces es bueno pararse a pensar que las conquistas no siempre fueron iniciadas por adultos y que los niños y las niñas encendieron la mecha.

Eso ocurrió con las bicis en Ámsterdam, por ejemplo. No siempre estuvieron ahí, con su fantástica red de carril adaptado a las dos ruedas por toda la ciudad, con un 63% de la población optando por los pedales en lugar del acelerador. Hoy, lo saben hasta los coches. En Ámsterdam mandan las bicis.

Hubo un tiempo, sin embargo, en que el creciente número de automóviles tras la Segunda Guerra Mundial puso en peligro la supervivencia de la bicicleta como medio de transporte, no sólo en Ámsterdam sino en el resto de ciudades holandesas. El uso de la bici disminuía al ritmo de un 6% anual. Ante la demanda creciente de coches, sólo quedaba ir amoldado la ciudad a los motores y las cuatro ruedas.

El nuevo modelo de planificación urbana no tuvo pocas consecuencias. En 1971, hubo 3.300 víctimas mortales a causa del tráfico rodado. Cerca de 500 niños murieron atropellados por coches aquel año.

La sociedad reaccionó. En el barrio De Pijp, situado al sur de Ámsterdam, la excesiva concentración de población (cinco veces más que la media de densidad en la ciudad), el desorbitado espacio ocupado por los coches y la estrechez de las aceras, hacía la vida y el juego imposible para la infancia.

Los niños decidieron movilizarse y empezaron a recoger firmas, consejos y opiniones entre expertos y vecinos para tratar de cortar el tráfico y conseguir que su barrio tuviese una calle en la que pudiesen jugar sin peligro. La situación que sufrían y sus esfuerzos por cambiarla quedaron reflejados en un documental emitido en la televisión holandesa que conmocionó a todo el país.

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«Mi nombre es Ronald Dam y vivo en Govert Flinckstraat, en De Pijp», se presenta uno de los niños protagonistas del documental mientras camina por unas calles llenas de tráfico. «Todos estos coches son insoportables, apenas queda espacio libre. Miles de personas mueren en accidentes y la contaminación del aire cada vez es peor. Todo está diseñado para los coches, ¿por qué no vamos todos en bicicleta?», se pregunta Dam leyendo el manifiesto que los niños habían preparado en clase, El estado de De Pijp, los coches.

En el documental se puede ver cómo los niños, acompañados en las movilizaciones por adultos, recogen las posturas enfrentadas que dividían a los vecinos de su barrio y al resto de vecinos de las urbes holandesas. «¡Imposible! Nunca podréis cerrar una calle al tráfico, ¡ni hablar!», comenta enfurecido un vecino a los niños. «¡Por supuesto que no podéis!, es una calle de paso para el tráfico. ¡Para el tráfico!», les espeta otro.

Del otro lado, los vecinos que entendían que lo que los niños proponían era su derecho a jugar libres, a jugar como niños. «Hace 25 años disfrutábamos de una infancia maravillosa. No queda nada de aquello para estos niños», comenta un hombre.

«Puedes seguir preguntando», continúa el joven narrador del documental, «pero si la ciudad no actúa, tienes que pasar a hacer las cosas por ti mismo. Este es un ejemplo de cómo hacer una campaña y esto es lo que deberíamos hacer para lograr nuestra calle de juego». Los adultos apoyaron la movilización de los niños y empezaron a cortar las calles al tráfico. La tensión se respiraba en el ambiente.

«Este es el comienzo de una campaña mucho más amplia», explica un vecino. «Nos gustaría mantener los coches que no sean del vecindario fuera de nuestro barrio. Está bien que vengan al mercado, pero deberían aparcar en otro sitio y caminar por aquí. Los niños no pueden jugar con los coches continuamente pasando».

El documental se emitió por la televisión holandesa el 16 de marzo de 1972. Al día siguiente la prensa recogió las reacciones de apoyo a los niños en distintas partes del país, según explica en su blog el holandés Mark Wagenbuur (el mismo que tuvo la amabilidad de acortar el documental y poner subtítulos en inglés para subirlo a Youtube).

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La campaña por reducir el tráfico de los coches ya estaba en las calles. El prestigioso periodista Vic Langenhoff escribió un artículo en su periódico De Tijc titulado ‘Stop de Kindermoord’ (Paremos los asesinatos de niños). Su propio hijo había muerto tras ser atropellado por un coche. De nuevo, la sociedad reaccionó.

La joven e influyente activista Maartje van Putten (que años más tarde sería miembro del Parlamento Europeo) fue una de las personas que, cansada de ver cómo los coches atropellaban a los niños, inició junto a muchas otras personas una campaña que llevaría el mismo nombre que el artículo de Langenhoff, ‘Stop de Kindermoord’ y que durante los años siguientes protagonizaría multitudinarias protestas de niños y adultos por las calles de todo el país.

«Estábamos hartos de ver cómo los niños eran atropellados en las calles», explicaba van Putten en una entrevista de la BBC, que con apenas 23 años fue elegida presidenta de la campaña. «Nos movilizamos por todo el país. Una tarde en Ámsterdam entramos en una calle y cortamos el tráfico, colocamos una mesa enorme y nos sentamos a comer, niños y adultos.Todo era tremendamente pacífico, sólo queríamos recuperar las calles».

Con la campaña no sólo buscaban manifestarse, sino que contaban con el apoyo de expertos que empezaban a probar otros modelos urbanos. En la ciudad de Delft los ingenieros Joost Vahl y Hans Monderman iniciaban los primeros woonerf o zonas de convivencia como un modelo de barrio que democratizaba el acceso al espacio público y la seguridad de peatones y ciclistas.

Comenzaron implantándose en tejidos residenciales, centros urbanos de tráfico moderado o zonas comerciales y se estructuraban como calles sin semáforos, sin aceras y elementos para separar los carriles según el tipo de tráfico. La velocidad de los coches se limitó a 20-30 kilómetros por hora para permitir que peatones, ciclistas y motoristas compartieran el mismo espacio.

Las movilizaciones continuaron durante toda la década de los 70, en un momento en el que incluso la política internacional empujaba hacia nuevos modelos: con la crisis del petróleo (la Organización de Países Árabes impuso restricciones a muchos países europeos por el apoyo a Israel en guerra de Yom Kipur) los países tenían que buscar alternativas de transporte más sostenible y se impusieron, entre otras medidas, los domingos libres de coches. Las necesidades sociales empezaban a coincidir en todas las esferas.

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Las décadas siguientes vieron una proliferación de carriles bicis en vías con mucho tráfico rodado y en carreteras entre distintas ciudades. Crucialmente, la introducción de los carriles fue acompañada de otras mejoras para los ciclistas, como unos límites de velocidad cada vez más estrictos así como cambios en la ley que daban mayor prioridad a los ciclistas en los cruces.

Para muchos expertos, «la clave para favorecer el uso de la bicicleta ha sido la de controlar el tráfico de coches en lugar de (o acompañado por) los carriles bici, para crear así un paisaje urbano en donde los ciclistas mandan y los automovilistas son los invitados», tal como se explica en el libro Ciclying Cities.

Sin duda, la peculiar mezcla de las movilizaciones sociales (de niños a adultos, de ciclistas a expertos urbanistas) propició que los políticos se convencieran de la sensatez de reducir el peligro en las calles y favorecer el uso de la bicicleta. Hoy lo saben hasta los niños: la bicicleta no es sólo una seña de identidad en toda Holanda, sino su embajadora oficial en todo el mundo.

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