CIUDADES

Ciudades inclusivas: cómo influye la participación de mujeres en su diseño y construcción

El urbanismo con perspectiva de género tiende a facilitar toda la agenda de la vida cotidiana, no solo la del trabajo remunerado. Dentro de sus propuestas, aparecen la creación de centros barriales para que los cuidados ―de niños y niñas, de los mayores, de las personas con discapacidad― se puedan resolver en el entorno cercano y la organización comunitaria para repartir más igualitariamente esas tareas. Qué se está haciendo en la Argentina y otros países de América Latina​

Por
Ariana Budasoff
21 de Julio de 2021





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Ciudades inclusivas: cómo influye la participación de mujeres en su diseño y construcción
Esperar el colectivo sola de noche en una parada mal iluminada. Hacer mil combinaciones de transportes o viajar demasiado tiempo para cumplir con una agenda que encastra como un tetris forzado las tareas vinculadas al trabajo remunerado con aquellas que pertenecen a la esfera familiar. Arrancarle a la rutina algunos minutos para una actividad recreativa o un simple café. En ciudades en las que hay que recorrer distancias abrumadoras como son las grandes capitales y metrópolis del mundo se torna un desafío por momentos bestial para las mujeres.

¿Esto se debe a la mala planificación de las ciudades? No exactamente. Se debe a que la mayoría de las ciudades de América Latina y del mundo fueron planeadas y diseñadas por y para varones, en función de la división sexual del trabajo y de los roles de género tradicionales. Así lo afirma el Manual para la planificación y el diseño urbano con perspectiva de género lanzado en 2020 por el Banco Mundial.

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“Mujeres y ciudad. [In] justicias territoriales” es un taller organizado por CISCSA Ciudades Feministas para dialogar sobre el derecho de las mujeres a la ciudad (Imagen: gentileza)

La arquitecta Ana Falú —que también es investigadora de CONICET, asesora de ONU Mujeres, directora de la ONG Centro de Intercambio y Servicio para el Cono Sur Argentina (CISCSA) Ciudades Feministas— dice que el problema está en la asimetría entre las vidas de las mujeres y minorías y las de los varones.

“Sin duda, andar por las ciudades de nuestra América Latina que son desiguales, fragmentadas, a veces obscenas en su distribución ―porque hay riqueza, el problema es que está muy mal repartida― es muy distinto con cuerpo de mujer que con cuerpo de varón. Esto es un hecho contundente: lo muestran los datos de feminicidio, las agresiones, lo muestra el reconocimiento de las limitaciones que se presentan en las vidas de las mujeres, centralmente por la violencia pero también por otros temas que la pandemia ha puesto al rojo vivo como es el de las tareas de cuidado”, describe Falú.

La arquitecta y docente de la Universidad Nacional de Avellaneda María Emilia Aristei coincide en que las desigualdades en los modos de habitar la ciudad de mujeres y varones nacen en el momento en que las urbes fueron diseñadas: “Toda planificación urbana parte de un conjunto de supuestos acerca del habitante urbano típico”, explica. Y este habitante “es un hombre estereotipado: es un ciudadano que es varón, que es marido, que es padre, que es sostenén económico de su familia, que es blanco, que no tiene ninguna discapacidad, que es heterosexual, que cuenta con movilidad propia. Me gusta decir que es una suerte de maniquí que viene a querer representarnos a todes, lo que es absolutamente imposible porque todas las personas somos distintas”.

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Ana Falú es arquitecta, docente, investigadora de CONICET, asesora de ONU Mujeres y directora de CISCSA Ciudades Feministas, Córdoba (Imagen: gentileza ONU Mujeres)

La mala iluminación en las calles, parques y plazas; la falta de baños públicos; las veredas agujereadas o destripadas; el transporte público inseguro y hostil son las señas más visibles del destinatario modelo de la ciudad. Pero no son las únicas.

Tanto Falú y Aristei como la arquitecta Guadalupe Oliver ―que trabajaba para el Gobierno porteño y ahora lo hace para el bonaerense― y el arquitecto y doctor en Urbanismo Guillermo Tella ―director Ejecutivo del Consejo de Planeamiento Estratégico de la Ciudad de Buenos Aires― coinciden en que una de las marcas más evidentes de que las ciudades estuvieron planificadas por y para los varones son los recorridos del transporte público. Según los expertos, fueron pensados linealmente para trasladarse de un punto a otro, sea de la casa al trabajo o del trabajo a la actividad física o al lugar de ocio. “No se contempla la necesidad de pasar a buscar a une hije por la escuela, hacer compras o bien algo tan básico como tener un espacio ambientado para amamantar sin que nadie nos esté marcando con el dedo”, dice Aristei.

La arquitecta Oliver, que trabaja principalmente en las villas de emergencia y asentamientos del AMBA, también llama la atención acerca de que cuando se habla de planificación urbana muchas veces no se piensa en estas zonas de las ciudades, donde reside un 10 % de la población del país, que no fueron planificadas “sino que surgieron de manera espontánea y fueron construidas por y para sus habitantes”, que carecen de los servicios básicos como redes de agua potable, cloacas, calles pavimentadas y accesibilidad.

Para cambiar esta situación y que la ciudad sea un espacio cómodo y disfrutable se “requiere de una gestión urbana que responda a las necesidades del conjunto de los habitantes, que elimine las barreras que pueda percibir cualquiera de los géneros. Una ciudad con plena inserción e igualdad de oportunidades que satisfaga demandas de equidad y de reconocimiento y redistribución en paridad”, señala Tella.
Acá es donde entra en escena el urbanismo feminista.

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Mural contra las violencias hacia las mujeres, pintado en una actividad organizada por CISCSA Ciudades Feministas en el Barrio Alberdi de Córdoba, en 2019 (Imagen: gentileza)

Qué es y qué propone el urbanismo feminista

Aristei lo explica de manera simple: “El urbanismo feminista, que implica un cambio radical en el sistema de valores de la sociedad actual, propone distintas ideas para construir ciudades más inclusivas, más cuidadoras, más saludables, más plurales, más participativas. Se trata de una planificación urbana que pone el desarrollo de la vida cotidiana en el centro de la escena y que entiende las tareas de cuidado como parte de un engranaje junto a las tareas productivas. Tiene un enfoque comunitario porque cree que a las ciudades las construimos entre todas, todos y todes (desde las distintas disciplinas, no solo desde la arquitectura o la ingeniería), y que esta construcción tiene que ser colectiva con los y las profesionales, con quienes gestionan en el Estado y con los vecinos y las vecinas, que son quienes van a habitar los territorios”.

Por eso, uno de sus pilares fundamentales implica romper con la dicotomía que separa la esfera pública de la doméstica y las tareas productivas de las reproductivas.
“El urbanismo feminista nos dice: ‘Che, hay que entender que la actividad productiva no se puede llevar a cabo sin un sostén de las actividades reproductivas. Es como un ciclo vital en el que una se retroalimenta de las otras constantemente”, agrega.

Es una línea de pensamiento y acción que invita a repensar el espacio urbano y sus desigualdades. Según Falú “no habrá ciudades feministas si son obscenamente desiguales”.
La académica enfatiza la necesidad de reconocer a las mujeres en su diversidad porque, asegura, las políticas se realizan “pensando en hogares como si fueran todos iguales”, sin considerar “que hay un promedio de un 30 % a cargo de mujeres, únicas responsables de sus dependientes”, que no son solo los hijos y las hijas. “Las mujeres hemos cuidado desde que el mundo es mundo, entonces ¿cómo hacemos para que se reconozca y para que la política atienda estas diferencias? Eso es lo que proponen las ciudades feministas”.

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María Emilia Aristei es arquitecta y docente de la Universidad Nacional de Avellaneda (Imagen: gentileza)

Otro punto que destacan las tres arquitectas ―Falú, Aristei y Oliver― es que el urbanismo feminista piensa en el barrio como la escala central de la vida cotidiana. Propone que en recorridos breves se pueda acceder a la totalidad de los servicios, a la cultura, la educación, la salud, la recreación. De esta manera se ofrecerían soluciones a la escasez de tiempo que tienen las mujeres: generarles más tiempo, quitarles algo de la sobrecarga de tareas y que, a partir de esto, puedan aspirar a la autonomía económica es uno de los objetivos.

Que la urbe se transforme así en una “ciudad cuidadora”, que lo que prevalezca no sea la búsqueda individual de soluciones sino que sea el mismo espacio el que ofrezca las herramientas ―tanto en lugares para asistir a quienes lo necesiten como en el cuidado entre vecinos y vecinas en los barrios― es el horizonte. “Una ciudad feminista busca colectivizar las tareas de cuidado, busca una vida en comunidad, participativa, organizada”, dice Aristei.

Falú destaca que esto no es algo que se esté pensando solo en Latinoamérica. Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, por ejemplo, plantea que hay que politizar lo cotidiano, “que la sociedad tiene que entender que el pilar fundamental en el que se sostiene para la reproducción, el desarrollo y el crecimiento es esa reproducción de la vida que tenemos que cuidar entre todos y todas”. Falú menciona también a Anne Hidalgo, la alcaldesa de París, quien habla de “la ciudad de 15 minutos”. “En París podemos hablar de la ciudad de 15 minutos, pero en nuestra América Latina, en estas ciudades complejas, irascibles, de distancias increíbles, ¿cómo podemos tener una ciudad de 15 minutos para una mujer que vive en La Matanza y trabaja en la Capital Federal? Tenemos que pensar entonces en la escala del barrio para el cuidado, para la no violencia, para los servicios de proximidad, de lo colectivo”.

El urbanismo feminista no propone derribar las ciudades y hacerlas de nuevo. Por el contrario, presenta alternativas para tomar lo que existe en el territorio y transformarlo, con intervenciones mínimas, en un lugar más inclusivo y menos desigual. “Es un desafío enorme, pero nos permitimos pensar las ciudades que queremos porque no estamos conformes con las ciudades que tenemos”, dice Aristei.

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CISCSA Ciudades Feministas trabaja desde 1985 en la formación y el fortalecimiento de voces y organizaciones que incidan en políticas públicas vinculadas al derecho de las mujeres a la ciudad (Imagen: gentileza)

En América Latina

Para comprender cómo las necesidades de las mujeres encuentran respuestas con pequeños cambios, Falú menciona dos ejemplos, uno llevado a cabo en la Ciudad de México y el otro en Bogotá, Colombia.

El primero es el Programa Viajemos Seguras, un iniciativa pionera en la región que consistió en agregar vagones exclusivos para mujeres en la red de metro para hacer frente a los altos índices de violencia y acoso sexual en el transporte público.

El segundo es el Sistema Distrital de Cuidado de Bogotá, que comenzó a aplicarse el año pasado y convirtió a esta ciudad en la primera en la región en tener un sistema de cuidado. La iniciativa busca ampliar la oferta de instituciones que brindan servicios de cuidado con el objetivo de reducir el tiempo que dedican las mujeres a estas tareas, redistribuir el trabajo no remunerado con los varones y tener herramientas para su valoración y reconocimiento social.

Para esto, articula servicios ya existentes con la creación de nuevos sitios que atienden las necesidades de cuidado de niñas y niños menores de 5 años, personas con discapacidad, adultos y adultas mayores y las demandas de personas que cuidan. Ponen en valor lo que hay y generan lugares nuevos con infraestructura y servicio que además brindan trabajo a diversos actores sociales.

En esta dirección se busca avanzar en la Argentina. Por eso, el jueves pasado se firmó un acuerdo de cooperación entre el Ministerio de Obras Públicas de la Nación, la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) y ONU Mujeres que tiene por objetivo fortalecer la perspectiva de género en las obras públicas de infraestructura del país.

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Cecilia Alemany es representante de ONU Mujeres en Argentina y directora regional adjunta para las Américas y el Caribe (Imagen: gentileza ONU Mujeres)

“El Ministerio de Obras Públicas de la Nación lleva adelante un programa para transversalizar las políticas de género y diversidad en sus acciones que es parte de la iniciativa del Gobierno nacional respecto a que la perspectiva de género atraviese todas las políticas públicas. Esto significa que trabaja en cómo incorporar esta mirada en todo lo que hace: en sus lineamientos, en las licitaciones, las decisiones presupuestarias, las inversiones de infraestructura en el territorio. En este caso, se formó una red federal en infraestructura de género con referentes de todas las provincias y con un primer foco que es el de fortalecer capacidades, es decir, apoyar en la implementación de este programa”.
Explica Cecilia Alemany, representante de ONU Mujeres en Argentina y directora regional adjunta para las Américas y el Caribe.

Onu Mujeres y UNOPS ya han trabajado en la producción de materiales de capacitación y en brindar recomendaciones de políticas públicas a diferentes países para incorporar la perspectiva de género a la infraestructura. A raíz de este convenio buscarán hacer lo mismo en la Argentina.

Alemany cuenta que Obras Públicas ya había comenzado a implementar medidas para aumentar la participación de las mujeres como trabajadoras en la construcción a partir de que un estudio realizado por ONU Mujeres y el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad sobre la brecha de género en el sector que demostró que del total de los trabajadores y trabajadoras solo el 2,07 % son mujeres. Frente a eso, el ministerio comenzó a poner cláusulas en las licitaciones de obras públicas que piden que las empresas mejoren la participación de las mujeres como trabajadoras.

“En el sector tenés trabas por todos lados. Y cuando uno diseña la infraestructura social en general ―sea de salud, vivienda o de cuidados―, es fundamental que se incorpore esta perspectiva de género. No solo porque se supone que buena parte de las usuarias principales serán mujeres y en la mayoría de los casos no son tenidas en cuenta en el diseño inicial, sino también porque después hay problemas de adaptación de esa infraestructura”, dice. “Desde Naciones Unidas tenemos este enfoque que apunta a que las soluciones las tenés que identificar, diseñar y trabajar con las poblaciones que se supone que van a beneficiarse con ellas”, agrega Alemany.

“Sobre eso vamos a estar trabajando y apoyando a la red federal, ayudando a encontrar soluciones cuando se enfrentan a los desafíos de cómo incorporar la perspectiva de género en su trabajo. Vamos a estar ahí para dar opinión, asesorar, hacer el acompañamiento para que a futuro no lo necesiten. Vamos a ayudar a que estas metas se concreten”, asegura.
El desafío, dice, está por un lado en lograr que cuando una obra pública llegue a un territorio en el que representa una fuente de trabajo ―al margen de su resultado y utilización posterior― se incorporen las mujeres como mano de obra, que puedan tener una carrera en la construcción y, por el otro, en adaptar la lógica y la seguridad en la obra para que se incorporen los estándares de igualdad de género. Otro objetivo es que emprendimientos, cooperativas e iniciativas de la economía popular lideradas por mujeres puedan participar como proveedoras en la obra pública. Y que el resultado final de esa obra sea inclusivo y sirva para mejorar la calidad de vida de mujeres y minorías, y en consecuencia de toda la comunidad.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.

 

Tantos kilómetros recorres, tanto pagas: Londres quiere disparar el coste de sacar el coche en tu ciudad


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Hace 6 horas
Alberto de la Torre

Los últimos meses en materia de movilidad y contaminación se han centrado en dos grandes frentes: zonas de bajas emisiones y peajes. Aunque el pago por uso hace tiempo que lo conocemos, su implantación en todas las vías de gran ocupación ha levantado importantes recelos. Las ZBE españolas apenas llevan un tiempo funcionando. Y, sin embargo, ciudades como Londres hace ya mucho tiempo que conjugan ambos conceptos. Un modelo que ya se replantean.

Desde 2003, Londres utiliza un sistema de peaje para acceder al centro de la ciudad. Una medida que a los expertos se les antoja obsoleta, según Bloomberg, pues la ciudad necesita enfrentarse a dos retos: reducir drásticamente el volumen de emisiones contaminantes y recuperar la salud de un transporte público amenazado por la pandemia.




Más de 30 euros diarios por circular​

Poner el foco en lo que está sucediendo en Londres es realmente interesante, pues en España también se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de cobrar un peaje por entrar al centro de las ciudades como medida para reducir la contaminación. El proyecto londinense para reducir las emisiones contaminantes comenzó cobrando 5 libras diarias a quienes accedieran al centro de la ciudad. Sin embargo, con los años se ha ido ampliando este espacio, subiendo la tarifa e impulsando otras nuevas.

Mapa Peajes Londres


En estos momentos, para circular por Londres es necesario contar con un vehículo que cumpla con la normativa Euro VI para hacer frente a la denominada Ultra Low Emission Zone (ULEZ, Zona de Ultra Bajas Emisiones, por sus siglas en inglés). Ésta está presente en toda la ciudad y funciona durante las 24 horas (excepto el día de Navidad) desde 2021. Todo aquel que quiera circular por Londres con un vehículo que no cumpla Euro VI tiene que enfrentarse al pago de 12,50 libras (15 euros) diarias. Esto quiere decir que si un ciudadano quiere coger su coche todos los días tiene que pagar un mínimo de 5.460 euros. Al menos el día de Navidad le sale gratis.

Y decimos "mínimo" porque circular por el centro de la ciudad también mantiene sus restricciones. La conocida como Congestion Charge obliga al pago de 15 libras diarias (18 euros) para entrar al espacio más céntrico de la ciudad. Esta tasa está activa para todos aquellos que circulen entre las 7:00 y 22:00 horas, salvo los días que separan Navidad de Año Nuevo. Es decir, un conductor con un coche que no cumpla con Euro VI necesita pagar 33 euros diarios para acceder al interior de la ciudad.

Más tráfico que nunca​

Evidentemente, el paso de los años (y del aumento de las tarifas) ha desincentivado el uso del vehículo privado, lo que ha redundado en un 11,8% menos de uso de este tipo de transporte entre 2000 y 2019 y lo ha frenado en 10 millones de viajes diarios pese a que los desplazamientos a pie o bicicleta han crecido. Es decir, la población ha aumentado pero no los viajes en transporte privado.
Pero, paradójicamente, aunque el tráfico llegó a reducirse hasta un 30%, en 2016 los niveles superaron de nuevo a los recogidos antes de la implantación de la Congestion Charge. Esto es debido a que el peaje exime a los taxis y las empresas privadas de transporte de personas, como Uber, que han popularizado este tipo de viajes en el centro de la ciudad.


Esta situación ha derivado en un momento crítico para la movilidad dentro de la capital británica. Desde la alcaldía de la ciudad aseguran que se necesita reducir el número de viajes de vehículos en un 27% para alcanzar los objetivos de emisiones contaminantes fijados para 2030. Además, el transporte público londinense ha sido duramente castigado por las empresas privadas de transporte y la pandemia, que ha hecho despegar el teletrabajo. En el tercer trimestre de 2021 (último del que hay datos) se registró un 35,8% menos de viajes en transporte público que en el mismo periodo de 2019.

De hecho, el Estado ha tenido que inyectar en el transporte público londinense 4.000 millones de libras (más de 4.800 millones de euros) que irán llegando este año. La alternativa, según avisó su alcalde Sadiq Khan, era reducir drásticamente el número de autobuses y trenes en las calles.
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Una nueva vuelta de tuerca cuando cada vez más ciudades miran a Londres​

Con el objetivo de reducir las emisiones contaminantes, cada vez son más las ciudades que están endureciendo las condiciones para acceder al centro de las mismas. O, incluso, circular por todo el municipio, como sucede en el caso de Madrid, que prohibirá moverse con vehículos sin pegatina a partir de 2025, estén o no empadronados en la ciudad.

De hecho, el uso de peajes para acceder a las futuras ZBE españolas se ha puesto sobre la mesa. En el Informe de análisis de la consulta pública sobre el Anteproyecto de Ley de Movilidad Sostenible, el Gobierno ya sostenía que la imposición de peajes en las vías de alta capacidad era rechazada en su mayoría. Sin embargo, "respecto a la implantación de peajes urbanos para acceso a las ciudades, parece haber más consenso sobre su implantación. En general, las propuestas a favor consideran que deben tenerse en cuenta las características del vehículo, su ocupación y/o el nivel de congestión y contaminación", podía leerse en el informe.


Aunque no se ofrecen datos concretos, un peaje de entrada al centro de las urbes es algo que sobrevuela desde hace tiempo y con mayor fuerza ahora que los ayuntamientos tienen potestad para aplicar sus propias medidas restrictivas de circulación en las futuras ZBE.

Y en este contexto, la alcaldía de Londres cree que el actual sistema está obsoleto y apuesta por establecer un nuevo pago por uso en el que el conductor pague por kilómetro recorrido, donde los vehículos contaminantes se enfrentarían a tasas más duras. Según Khan, este proyecto debería implementarse, como muy tarde, a finales de esta década para que sea efectivo.

Hasta entonces, Londres quiere endurecer aún más las medidas disuasorias para el uso del vehículo privado, avisando de que un tercio de los viajes en transporte registrados dentro de la ciudad pueden hacerse a pie en menos de 25 minutos y dos tercios de los mismos apenas necesitan de 20 minutos para completarse en bicicleta. Ante un posible cambio en el modelo, el consistorio londinense ya avisa de que quiere ampliar la zona de ultra bajas emisiones hasta cubrir el Gran Londres (un área de 1.569 km2 y más de 8 millones de personas), añadir una nueva tarifa al precio ya conocido e imponer un pago a los vehículos de fuera de la ciudad que acceden a diario a la misma.
Fotos | Tomáš Gal y Negative Space

 

Todas las capitales europeas están unidas por la red ciclista del continente, EuroVelo. Todas menos Madrid


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Hace 7 horasActualizado 12 Abril 2022, 11:23
Alberto de la Torre

"Estamos en el año 2022 después de Jesucristo. Toda Europa está unida por la red ciclista EuroVelo… ¿Toda? ¡No! Una capital europea resiste al invasor". EuroVelo, la gran red ciclista europea tiene un agujero: Madrid. La ciudad española es la única capital europea que no forma parte de esta extensa red de kilómetros para ciclistas. ¿Qué pierde Madrid sin formar parte de esta infraestructura?

EuroVelo. La red EuroVelo es un gran entramado de vías ciclistas que se extiende por toda Europa. El objetivo es conectar espacios muy alejados pero a los que se pueda llegar en bicicleta. De hecho, la vía más larga une Cabo Norte con Cabo San Vicente, 9.000 kilómetros que recorren toda la costa atlántica y que pasa por Noruega, Reino Unido, Irlanda, Francia, España y Portugal. Pero también se unen lugares tan alejados como Dublín y Moscú, en un recorrido de 5.000 kilómetros.


En España. España cuenta en estos momentos con tres rutas EuroVelo. EuroVelo 1 es la conocida como Vía de la Plata y une el norte con el sur del país atravesando su zona más occidental. EuroVelo 8 recorre la costa mediterránea y EuroVelo 3 es la conocida como Ruta de los Peregrinos, pues forma parte en su mayoría del Camino de Santiago Francés, uno de los más concurridos.



El agujero. En el mapa de EuroVelo hay un agujero en la península Iberica: Madrid. La capital española es la única de Europa que no está conectada a la red viaria. Sin embargo, desde 2019 se está estudiando la propuesta de una nueva ruta EuroVelo que conecte Lisboa con los Pirineos pasando por Madrid. Así, visitar España en bicicleta sería posible por el norte, bajando por la costa mediterránea y la Vía de la Plata o cruzando el país por Extremadura, Castilla-La Mancha, Madrid, Castilla y León y Aragón.

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Su importancia. Evidentemente, nadie se plantea viajar un viaje para cruzar Europa en bicicleta como medio de transporte alternativo al coche, el avión o el tren. Pero sí es realmente interesante como proyecto vertebrador europeo y, sobre todo, para impulsar el cicloturismo.

El cicloturismo genera en más dinero en Europa que los cruceros. El uso de la bicicleta como ocio se calcula en 150.000 millones de euros, por los 100.000 millones de euros de los cruceros que, además, es un turismo más contaminante, estacional y, por supuesto, se limita a las zonas cercanas a la costa. Además, el cicloturismo permite revitalizar zonas rurales que viven procesos de despoblamiento.

En auge. En España, se calculaba que en 2019 la industria de la bicicleta movió 1.871 millones de euros y dio trabajo a más de 22.000 personas. Poco a poco, el turismo deportivo va ganando terreno en España y entre 2019 y 2015 aumentó en un 23%. Eso sí, en 2014 el estudio "El impacto económico del cicloturismo en Europa" incluía a España entre los países en los que menos se demandaba el cicloturismo y entre los que menos uso hacen de la bicicleta en el día a día.



Sin embargo, estas cifras están cambiando. Ya antes de la pandemia de coronavirus, las ventas de bicicletas estaban creciendo. Pero con la llegada de la pandemia, éstas se dispararon. AliExpress, por ejemplo, cifraba en 2020 este crecimiento en un 95% más que en 2019. En ciudades como Madrid o Barcelona, el uso de la bicicleta a diario dobló las cifras prepandémicas.

El caso madrileño. Pese a que la mayor parte de las capitales europeas está apostando por fomentar el uso de la bicicleta como un medio de transporte limpio y saludable, Madrid vive en un continuo debate sobre el uso de la misma. Los carriles bicis fueron un arma arrojadiza durante las últimas elecciones municipales. Al mismo tiempo, los accidentes en bicicleta crecieron un 270% entre 2010 y 2020, pese a que las cifras de su uso diario se mantuvieron prácticamente intactas en un 0,5%. En Valencia, el 47% de la población declara hacer uso de la bicicleta una vez por semana, según la OCU.

 

Ciudades latinoamericanas: entre la identidad propia y el fenómeno de desigualdad social en el continente

Autor de La ciudad latinoamericana: una figura de la imaginación social del siglo XX (Siglo XXI Editores), el historiador Adrián Gorelik conversó con DEF sobre los barrios marginales, las migraciones de espacios rurales a urbanos y la paradoja de estudiar los fenómenos latinoamericanos desde Estados Unidos​

Por
Pablo Nardi
9 de Julio de 2022







“América Latina es una construcción de nuestra necesidad política y nuestra inteligencia  para entender dónde estamos”, dice el historiador y arquitecto Adrian Gorelik (Fernando Calzada)
“América Latina es una construcción de nuestra necesidad política y nuestra inteligencia para entender dónde estamos”, dice el historiador y arquitecto Adrian Gorelik (Fernando Calzada)

El concepto de “ciudad latinoamericana” es más evanescente de lo que nos gustaría. ¿Qué tienen en común Bogotá y Buenos Aires, Santiago y Lima, San Pablo y Montevideo? La respuesta es circular: el denominador común es que son urbes latinoamericanas. Adrián Gorelik, arquitecto y doctor en Historia, advierte que “Latinoamérica es una construcción cultural”, y que surge “de nuestra necesidad política y nuestra inteligencia para entender dónde estamos”.

Autor de La ciudad latinoamericana: una figura de la imaginación social del siglo XX (Siglo XXI Editores), Gorelik recapitula las grandes discusiones alrededor del estudio de las ciudades de nuestra región en el período que va de 1940 a 1970: del desarrollismo a la lectura marxista, con la figura de Estados Unidos siempre presente, la historia de la ciudad latinoamericana es también una radiografía de la instrumentación de las ciencias sociales para estudiar los fenómenos urbanos.


Gorelik recibió a DEF en su estudio, un espacio de silencio casi monacal pese a encontrarse a metros de Acoyte y Rivadavia, donde se explayó sobre la forma de estudiar los barrios marginales, las migraciones de espacios rurales a urbanos y la paradoja de estudiar los fenómenos latinoamericanos desde Estados Unidos.

Las ciudades son distintas porque son el resultado de culturas y sociedades con ideas diferentes de como se tiene que desarrollar una urbe, explica Gorelik (Fernando Calzada)
"Las ciudades son distintas porque son el resultado de culturas y sociedades con ideas diferentes de como se tiene que desarrollar una urbe", explica Gorelik (Fernando Calzada)

-Usted es arquitecto y luego historiador. El libro no tiene mucho de arquitectura. ¿Hay un viraje en su carrera hacia la historia?
-Tengo como base de formación la arquitectura, que supone un tipo de mirada sobre la cultura material, no solo sobre la arquitectura sino sobre la ciudad y, en general, sobre el ambiente construido. Un tipo de mirada que el historiador no suele tener. Yo me vuelco a la historia y lo que hago ahora es completamente historia, no necesariamente de la arquitectura, pero esa mirada sobre lo material orienta un tipo de trabajo y un tipo de elección de temas. En mi trabajo, la ciudad es central y yo hago una suerte de historia cultural urbana donde trato de entender la ciudad junto con sus representaciones. Es decir, la ciudad material, pero ver cómo la ciudad genera representaciones en la literatura, en la cultura popular, en las ciencias sociales, en la misma historia, y a la vez la ciudad es moldeada por las representaciones que genera, hay una suerte de mutua contaminación, porque, en realidad, no vivimos en una ciudad sin esta mediación donde -desde lo que dijo Borges hasta lo que dijo Sebreli- va marcando cómo experimentamos la ciudad.

LA CIUDAD LATINOAMERICANA, UN CRUCE ENTRE MATERIA Y REPRESENTACIÓN

-En una entrevista anterior, dijo que, para entender una ciudad, hay que leer tanto los poemas de Borges como el plano de las cloacas de la ciudad. Son los dos extremos de lo material y la representación.


-Ahí fuerzo un poco la comparación, pero parte de la convicción de que ni la poesía de Borges se entiende plenamente sin saber cómo veía él la ciudad –y, para eso, hay que ver cuál es el proceso de modernización que atravesaba Buenos Aires en ese momento, que incluye las infraestructuras, sobre todo teniendo en cuenta que Borges estaba muy atento a todo eso–, ni las transformaciones de las estructuras se entienden sin comprender las representaciones que había de la ciudad. Los ingenieros que trabajan en las obras sanitarias también están habitados por representaciones, por sus propias disciplinas, tradiciones culturales que llevan a que se haga una cosa y no otra. Por eso, las ciudades son diferentes, porque son resultado de culturas y sociedades con ideas distintas de cómo se tiene que desarrollar una ciudad.

Para el autor, la villa de emergencia es la marca de agua que permite la aparición de la categoría de ciudad latinoamericana (Fernando Calzada)
Para el autor, la villa de emergencia es "la marca de agua que permite la aparición de la categoría de ciudad latinoamericana" (Fernando Calzada)

-En el prólogo, señala que aprendió a hacer un ejercicio de “traducción cultural”, relacionado al trabajo que hacía en Punto de Vista, con Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano.

-Yo intento hablar de la ciudad y la arquitectura no para especialistas, sino tratando de traducir por qué la ciudad es importante para la cultura. La revista Punto de Vista me ejercitó en cómo yo podía hablar de la ciudad y de la arquitectura al público general; es un entrenamiento que nunca termino de agradecer. En este libro, se hace más necesario, porque el material, si no es traducido, es ilegible: los discursos sobre la ciudad que me encuentro en el período que estudio son discursos extremadamente cientificistas, economicistas, muy técnicos, de muy difícil lectura, y que, sin embargo, si eso hace complicado que un lector lego se ponga a mirar esos libros, lo que a mí me mueve es darme cuenta de la centralidad política y cultural que tuvieron en ese momento: aún con todo ese hermetismo, marcaron agendas políticas, agendas en las ciencias sociales, organizaron el modo en que la sociedad entendía la ciudad y fueron realmente muy importantes.

UNA CONSTRUCCIÓN CONCEPTUAL

-¿La ciudad latinoamericana es una construcción conceptual que ya existía en ese momento o se formuló años después para explicar el período en retrospectiva?


-Es lo que yo llamo un concepto nativo. Como cuando un antropólogo va a estudiar una tribu y ve que sus miembros hablan de algo, y toma ese algo como un concepto nativo: no le impone un concepto desde las ciencias sociales con la mirada externa. A “ciudad latinoamericana” yo lo tomo como un concepto nativo que, antes de ese período, no era viable, porque la ciudad hasta la década del 40 era entendida en sus contextos nacionales. La conquista crea América Latina y crea las ciudades, es un caso único en la historia, donde una conquista se da a través de una red de ciudades, pero, excepto para los historiadores coloniales, en general, durante el siglo XIX y algo del XX, la ciudad siempre fue considerada en sus contextos nacionales. Después de la década del 70, la categoría cae en desuso, y con ciudad latinoamericana estamos acostumbrados a hablar sobre las disparidades sociales, la violencia. Vemos bajo la idea de ciudad latinoamericana las grandes metrópolis y sus problemas en América Latina. En el período que estudio, se buscaba entender una cantidad de características específicas de las ciudades que la configuraban como un problema sociológico específico. El hecho de que fuese una ciudad genérica latinoamericana permitía empezar a entender el continente como conjunto, elementos comparativos entre las distintas ciudades, construir una caracterización. Yo tomo la idea, entonces, del propio período que analizo.

Brasilia es considerada como la capital del desarrollismo (Archivo DEF)

Brasilia es considerada como la capital del desarrollismo (Archivo DEF)

-La idea que luego identifica a la ciudad latinoamericana con la “villa de emergencia” y la violencia, ¿es posterior?

-No, la villa de emergencia es la marca de agua que permite la aparición de la categoría de ciudad latinoamericana. Es una categoría que se forma en el mismo momento en que se producen las migraciones rurales-urbanas y en que se están asentando estas urbanizaciones precarias, en algunos casos, en el centro y, en otros, en los márgenes. Yo establezco una relación muy directa entre la “villa miseria” como problema histórico urbano y la propia aparición de un instrumental sociológico para entenderla.

-En una conferencia, usted señaló que, en aquellos años “Latinoamérica funcionó como un laboratorio para las principales ideas internacionales sobre ciudades y habitación”. ¿Por qué?

-Porque los procesos de urbanización y de migración rural-urbana se daban en todo el tercer mundo. Era la gran novedad sociológica de la posguerra. Países y continentes que tradicionalmente eran rurales se volvían urbanos: Asia, África y, sobre todo, América Latina. Porque América Latina, a diferencia de África y Asia, tenía un pasado urbano de cuatro siglos. Por eso, parecía ofrecer un ejemplo más favorable para entender cómo llevar adelante un proceso planificado de transición de lo tradicional a lo moderno. Esto fue lo que tanta atención produjo, sumado al hecho de que Latinoamérica vivía desde la posguerra un momento dinámico económicamente, y que los gobiernos tenían capacidad económica para atraer y contratar los mejores técnicos. Por ejemplo, Ciudad Guayana, creada en medio de la selva para desarrollar un polo industrial (1961), está diseñada por un equipo que juntaba grupos de Harvard y el MIT, lo más avanzado en planificación en aquel momento. En Brasil, nacía Brasilia, capital del desarrollismo. Había un dinamismo económico, intelectual, y una capacidad de atracción para los técnicos extranjeros, además de que se formaban técnicos locales. Todo esto convertía a América Latina en una suerte de hervidero político-intelectual muy interesante.

“Hoy, hablar de ciudad latinoamericana es hablar sobre las disparidades sociales y la violencia”, dice Gorelik (Fernando Calzada)
“Hoy, hablar de ciudad latinoamericana es hablar sobre las disparidades sociales y la violencia”, dice Gorelik (Fernando Calzada)

-El libro fue escrito en varias partes del mundo: empezó en Cambridge y terminó en Berlín. ¿En qué medida se pueden estudiar los fenómenos latinoamericanos desde fuera? ¿Cómo es la relación entre centro y periferia, tanto material como simbólicamente?

-En nuestros países, no disponemos de archivos para entender el conjunto de América Latina. En Argentina, Brasil, México, Colombia, los centros de estudio están creados con ideología nacionalista. Son buenos para estudiar las historias nacionales. Pero, si querés estudiar las tierras bajas sudamericanas, que es la región guaraní, Paraguay, Brasil, Argentina, tenés que ir de Argentina a Paraguay, de Paraguay a Brasil, y, en cada uno, vas a encontrar el pedacito de cada país, pero vos querés estudiar el conjunto. A su vez, durante todo el siglo XX, en varios países europeos y en Estados Unidos, empezaron a construirse archivos que dieran cuenta de América Latina, y eso se potencia más después de la Segunda Guerra Mundial. Hay un centro de estudios africanos, asiáticos, rusos, latinoamericanos. Eso hizo que en las universidades hubiese una política de adquisición de fuentes, materiales y bibliografía que las convirtió en bibliotecas impresionantes. Uno necesita ir ahí para ver todo junto. Eso, muchas veces, generó un error.

-¿Cuál?

-Creer que Latinoamérica solo se puede estudiar desde afuera. El error parte de algo que todos experimentamos alguna vez: cuando salimos de nuestro país y vamos a Estados Unidos, miramos a América Latina toda junta, ya no como argentinos, porque nos conectan con otros latinoamericanos, aunque como argentino nunca me sentí latino. Pero uno, con esa situación particular, también se involucra con el modo en que desde esos lugares se piensa América Latina, con esas agendas temáticas. Cuando uno lee un libro norteamericano sobre Latinoamérica, ya viene en un paquete donde aparece una serie de problemas que tiene el mundo de la academia norteamericana. Si bien es fundamental ir a esos lugares y aprender de esas bibliotecas, también es importante construir un mirador desde nuestros propios países. Este libro sería diferente si lo escribiera un brasileño en San Pablo o un colombiano en Bogotá, porque cada uno ve un diseño de América Latina diferente, y América Latina es una construcción imaginaria que solo puede reconstruirse a partir de la suma de representación que hagamos desde todos los lugares.

 

Día Mundial del Urbanismo


Día Mundial del Urbanismo


Se celebra: 8 de noviembre de 2022

Proclama: Organización Internacional del Día Mundial del Urbanismo

Desde cuando se celebra: 1949



En el año 1949 nació el Día Mundial del Urbanismo. Fue una propuesta Ingeniero Carlos Maria della Paolera, el primer catedrático de Argentina y también el exdirector del Instituto de Urbanismo de Buenos Aires. Este hombre realizó dos grandes aportes a la celebración.


El primero fue la creación del diseño del símbolo del urbanismo, el cual parece un sol color oro, sobre una irradiación azul y un fondo verde. Este símbolo representa los elementos de la naturaleza. El oro es el sol y por ende el aire y el fuego; el azul es el agua; y el verde es la vegetación y la tierra de donde está nace.


El segundo aporte fue el de proponer en el año 1949 la creación del Día Mundial del Urbanismo, con el objetivo de concienciar a las personas, pero sobre todo a los grupos de trabajo de planificación urbana, sobre la necesidad de generar ambientes sanos con espacios verdes, para evitar el hacinamiento de la población, la contaminación y asegurar la terminación de dichas obras.





¿De qué se encarga el urbanismo?​


El urbanismo es el responsable de planificar diseños y servicios que mejoren la calidad de vida de los habitantes, pero para tener éxito, necesita de la contribución de todos los que viven en esa ciudad. Entre los programas del urbanismo destacan los siguientes:


  1. Aumentar el número de parques y zonas verdes.
  2. Descongestionar las zonas de la ciudad que se encuentren superpobladas y representen un riesgo de hacinamiento.
  3. Facilitar el acceso a servicios prioritarios como el de centros de salud y centros educativos.
  4. Mejorar la red de transporte, no solo que esté a disposición de los ciudadanos, sino que además no represente una fuente de contaminación.
  5. Encargarse de recoger la basura y garantizar que los desechos tengan un destino adecuado.
  6. Por último, planificar la creación de más urbanismo según un sentido estético y funcional para las personas.

Objetivo 11 de la Agenda 2030 de ONU​


Las ciudades y comunidades sostenibles son uno de los objetivos a alcanzar por la Organización de las Naciones Unidas, para el año 2030.


Este objetivo no solo busca mejorar las condiciones de vida de aquellas personas que viven en zonas marginales, también garantizar un equilibrio entre la vida moderna y el medio ambiente.


La necesidad de que las ciudades se vuelvan lugares sostenibles y eco-amigables, se puede explicar por medio de las siguientes cifras:


  1. 55% de la población mundial vive en las ciudades, eso equivale a 4,5 mil millones de personas.
  2. Las ciudades tan solo representan el 3% de la superficie terrestre.
  3. 828 millones de personas que habitan las ciudades, lo hacen en zonas marginales e inseguras estructuralmente.
  4. Las ciudades consumen entre el 60 y 80% de toda la energía eléctrica mundial.
  5. Son el origen del 70% de las emisiones de carbono que están aumentando el efecto invernadero.
  6. Las ciudades generan aproximadamente el 80% de PIB global.

Cómo celebrar el Día Mundial del Urbanismo​


Puedes hacer una visita al palacio municipal o alcaldía, para conocer los proyectos que se están generando en tu ciudad en materia de urbanismo. También puedes llevar peticiones sobre mejoras de alguno de los programas, como por ejemplo, impulsar más centro de recolección reutilización y reciclado de materiales plásticos.


Por último, te invitamos a compartir en las redes sociales una foto de tu ciudad, acompañada del hashtag #DíaMundialdelUrbanismo, #WorldUrbanismDay.
 
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