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Buenos Aires, la ciudad en la que nací y vivo. A la que muchas veces odio por el desorden en el tránsito y circulación, error de los sucesivos gobiernos que por intereses mezquinos electorales nos someten al colapso diario desde hace muchos años.
Por ser la sede política del país, aquí confluyen todas las protestas de los problemas de todo el país.
Bella...un pedacito de Europa en Sudamérica. Palpitante, cosmopolita, culta... aprendí a valorarla más luego de conocer Europa, y reconocer aquí rincones de cada ciudad importante en su arquitectura bellísima y de primer orden. Insegura ahora, producto también de malas políticas que no preservan la seguridad del ciudadano. Aquí puedes comer la mejor comida, influenciada por la gastronomía de todos los inmigrantes que fueron acogidos en nuestro país, con amor y respeto.
Los porteños somos solidarios con los visitantes, muy amigos de nuestros amigos. Uno de los días más festejados aquí es el 20 de julio, el Día del Amigo.
Puedes encontrar aquí la mejor comida. Arquitectura tradicional y también vanguardista. Rincones históricos de la época colonial. Bares maravillosos, los "bares notables" de la ciudad...una maravilla en sí mismos. Sitios de reunión, amistad, tertulia, compañia, intelectualidad...amamos los bares. Uno de los míticos...el Tortoni. Pero puedes encontrarlos en cualquier barrio de esta enorme ciudad.
Restaurantes desde fondas con sus maravillosas e irreemplazables comidas caseras y tradicionales, hasta los modernos, con su cocina de autor de chefs importantes. Personalmente prefiero la comida de fonda. Seguramente aquí oleras el típico olor de asado, infaltable para cualquier argentino.
El teatro Colón, uno de los mejores del mundo, con una acústica espléndida.
Como toda gran ciudad...alocada, agitada, acelerada.
Con todas sus virtudes y defectos, la ciudad amada, pues es la propia.