Cine Negro, cine de género.

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Abismos, (Sam Wood, 1947)
Inglaterra, principios del siglo XX. Ivy Lexton (Joan Fontaine) es una pérfida mujer que no duda en utilizar todos sus recursos para escalar en la alta sociedad, llegando incluso al asesinato para conseguirlo. Adaptación de una novela de Marie Belloc Lowndes. El final moralizante de la película fue impuesto por la censura.

 
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Affiction / Aflicción - (Paus Schrader, 1997)

El sheriff Wade Whitehouse es un hombre gris y menospreciado por todos. Su vida cambia cuando se produce la muerte de un sindicalista en una partida de caza. Aunque la mayoría cree que se trata de un accidente, él está convencido de que se trata de un asesinato. Resolver el caso es la oportunidad que estaba esperando para demostrar su valía a su propio padre -un hombre dominante y alcohólico- y a sus vecinos.



 
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Hasta la noche, mi amor (James Foley, 1990)

Kevin 'kid' Collins es un boxeador retirado que, después de escaparse del hospital psiquiátrico en el que se encontraba, conoce a Fay, una desconsolada viuda que busca a alguien que le ayude a superar la pérdida de su marido. La aparición de un tío de Fay, proponiendo un turbio negocio, vuelve a rescatar de la cabeza de Kevin viejos fantasmas del pasado. Ahora deberá tomar decisiones en las que los valores más fundamentales se verán fuertemente comprometidos.


 
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Agárralo como puedas (David Zucker, 1988)

Tras quedar gravemente herido su compañero Nordberg en un tiroteo protagonizado por una banda de narcotraficantes, el incompetente teniente Frank Drebin busca al jefe de la organización para vengarse. Sospecha del magnate naviero Vincent Ludwig, pero no tiene pruebas para inculparlo. Sin embargo, de manera inesperada, consigue la ayuda de Jane Spencer, una antigua novia de Ludwig.


 
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Target: agente doble en Berlín (Arthur Penn, 1985)

Un padre y un hijo dejan de lado sus diferencias cuando se dan cuenta de que se han convertido en el blanco de una red de espías internacionales



 
El gran Lebowski, el indiscreto (des)encanto de la pereza

Publicado por Jordi Bernal
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Jehová, el dios barbado y huraño, dio a sus adoradores el supremo ejemplo de la pereza ideal; después de seis días de trabajo, descansó por toda la eternidad.

El derecho a la pereza, Paul Lafargue.

Poco podía imaginarse Paul Lafargue, yerno de Marx, cuando escribió en las últimas décadas del siglo XIX El derecho a la pereza que al cabo de un siglo su vindicación socialista del ocio obrero produciría uno de los grandes personajes de culto del cine contemporáneo y encarnación gozosa de uno de los pecados capitales más consuetudinariamente dañinos pero menos citados a la hora de hacer el recuento de los vicios fundamentales. Hablamos, claro está, de Jeffrey Lebowski, el Nota (The Dude) para los conocidos, inefable protagonista de El gran Lebowski, febril monumento fílmico de los hermanos Coen. No puede decirse que el cultivo de la vagancia por parte del Nota sea consecuencia de una conciencia férrea de clase. Más bien responde, paradójicamente, a una voluntad de querer pasar por la vida sin pegar sello alguno. Lo deja claro desde el inicio el narrador del film, un Sam Elliott que enfundado en el uniforme de cowboy relata parsimonioso las andanzas del Nota entre tragos de zarzaparrilla: «seguramente era el hombre más vago de Los Ángeles, lo cual le convierte en favorito para el título de hombre más vago del mundo». La pereza en el Nota nada tiene que ver con una desidia de carácter depresivo sino que se presenta como una opción vital refrendada por unos dispersos principios hippies.

Sin embargo, la vida del Nota está marcada por unas rutinas férreas que convierten el solaz en un deber ineludible. En el apartado de alcohol y drogas, el protagonista basa su dieta en la ingesta de rusos blancos (vodka con leche), la marihuana para la relajación después de una dura jornada de dolce far niente y algún viaje lisérgico en ocasiones especiales. Musicalmente, destaca su pasión por los Creedence y su aborrecimiento de los Eagles. En cuanto a sus obligaciones más respetadas las competiciones de bolos no tienen parangón. Todo un ritual religioso.

Conocemos poco de la vida laboral del protagonista de El gran Lebowski. Pero parece más bien escasa. En un principio, los hermanos Coen habían pensado en darle al personaje unas rentas que justificaran la vagancia perpetua. Al final optaron por presentarlo como un vividor sin ingresos conocidos, que paga un cartón de leche en el supermercado extendiendo un cheque de 0,69 dólares, lleva un coche destartalado y vive en un pequeño apartamento cuyo alquiler dudosamente llegue a pagar, a juzgar por las tímidas insistencias de un casero apocado y amante del ballet. En varios momentos del film al Nota se le pregunta por su fuente de ingresos y responde con evasivas o explicaciones esquivas. Como única actividad remunerada alude a su participación años ha en una gira del grupo Metallica que zanja con un «eran una panda de gilipollas». Podríamos decir que la vagancia absoluta del Nota lo convierte en un outsider enemistado con la sociedad burguesa. De hecho, no son pocas las veces que es acusado de parásito, vago y desecho social por aquellos que representan el orden establecido.

En todo caso, la grandeza de El gran Lebowski reside en su capacidad para empujar a este personaje a la acción sin tregua. El pretexto, que funciona de desencadenante de una trama deshilachada y que homenajea, mediante la parodia cariñosa, los oscuros argumentos de las novelas clásicas de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, es el robo por parte de unos matones de su amada alfombra sin valor material ni sentimental, pero que le daba un mínimo de empaque al salón de su destartalado apartamento. A partir de ahí la sucesión de frenéticos episodios, coronados por unos diálogos de imparable esgrima verborreica, conforma una narración disgregada y mareante (no hay que olvidar que la cuenta un misterioso cowboy bebedor de zarzaparrilla). Descendiente de la estirpe caracterológica del Quijote, el Nota también tiene su escudero sanchopancesco en la figura de Walter Sobchak, irascible excombatiente de Vietnam y amante del estricto cumplimiento de las reglas y las leyes, siempre y cuando estas se amolden a su conveniencia.

Fanáticos de la pereza

Después de su estreno en 1998, El gran Lebowski se convirtió en un fenómeno que sobrepasó los estrictos márgenes cinematográficos: de hecho se considera la primera película de culto de la era de internet, signifique eso lo que signifique. El Nota se convirtió en un icono alabado por miles de personas que vieron en su actitud vital menos un pecado que un ejemplo a seguir. Como no podía ser de otra manera, fue en su país de gestación —Estados Unidos— donde empezó a fraguarse el culto al Nota. Así nació en Louisville, Kentucky, el Lebowski Fest, un encuentro anual que reúne a los fans del tipo más vago de Los Ángeles y que consiste en la proyección del film (durante la cual los asistentes repiten de memoria las frases y diálogos más memorables) y una competición de bolos nocturna. No hace falta decir que en el festival —al igual que en otros encuentros reverenciales y mitómanos, como en los dedicados a Elvis o Hemingway— abundan los imitadores disfrazados con el atuendo típico del Nota y otros personajes emblemáticos del film. Si uno tiene curiosidad puede pasearse por la web del festival y disfrutar de una galería fotográfica que entusiasmará a los más frikis.

Entre los invitados al evento no ha faltado Jeff Bridges, actor al que se debe una considerable parte del mérito de convertir a un vago redomado en uno de los tipos más simpáticos del cine de las últimas décadas. Los amantes del film, sin embargo, saben bien que el mérito último del éxito universal del Nota, más que a los Coen o a Bridges, se debe a su inspiración real: Jeff Down. Aunque los Coen también han mencionado en alguna ocasión que un amigo suyo, Pete Exline, veterano de la guerra de Vietnam que vivía en un apartamento desvencijado y que hablaba con orgullo de una alfombra que «combinaba con la habitación» sirvió de base a la creación del personaje, sin lugar a dudas el trasunto directo hay que buscarlo en la figura del productor Jeff Down. Los Coen lo habían conocido años atrás en los circuitos independientes. Down era algo así como un cazador de tendencias cinematográficas fuera de los márgenes del cine comercial. Como el personaje del Nota, gustaba de beber rusos blancos, fumar maría y había pertenecido a «los Siete de Seattle», un grupo universitario de corte antisistema. De hecho, Bridges se pasó una temporada frecuentando diariamente a Down con el fin de empaparse de su comportamiento, gestualidad, manera de moverse y hablar. La mímesis fue tal que hasta la ropa que lleva el actor en la película salió del armario de Down.

En la mezcla de desaliño y pasotismo con tintes hippies, de cierto budismo pasado por la bolera del Nota, algunos exégetas han querido ver un nuevo elogio de la pereza por parte de los Coen y una crítica mordaz al sistema capitalista. Sea como fuere, es cierto que el personaje ha sido fuente de inspiración del dudeísmo (por el original The Dude), una religión que se fundamenta en las enseñanzas de un personaje —máximo aspirante al título de hombre más vago sobre la tierra— que decidió pasar por la vida sin pegar palo al agua. Una religión a la que no le importa pecar de pereza eterna. Como Jehová. Así que Dios perdone al Nota y su indiscreto desencanto perezoso.
https://www.jotdown.es/2019/01/el-gran-lebowski-el-desencanto-de-la-pereza/
 
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Ajuste de Cuentas (John Irvin, 1997)

Lee Egan, un criminal de poca monta que vive en Los Ángeles, planea atracar una joyería con el fin de empezar una nueva vida. Para dar el golpe pide ayuda a su hermano mayor, el veterano Roy, y recluta a un par de hombres más: Montana y el ambicioso Skip. La operación resulta un éxito, pero Skip, que quiere quedarse con todo el botín, asesina a sus compañeros. Sólo Roy sobrevive.


 
STRANGE FASCINATION (1952, Hugo Haas)

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Desde que hace unos años pudiera contemplar uno de sus títulos –el estupendo HOLD BACK TOMORROW (1955)-, de inmediato prendió en mí la curiosidad de ir revisitando, en la medida que lo permiten las posibilidades, la filmografía de ese singular realizador, guionista y actor checo Hugo Haas. Una personalidad propia que ya podemos detectar en uno de sus títulos previos; STRANGE FASCINATION (1952), primero de los que rodaría, protagonizando la cinta, con la que sería su musa femenina más destacada; Cleo Moore. De nuevo, se puede percibir en esta apuesta de Haas, la clara voluntad de discurrir en un ámbito de serie B –fue este uno de los títulos distribuidos por la 20th Century Fox-, introduciendo en la propuesta, una abierta decisión por discurrir en los terrenos del morality play, e insertando en su seno una nada solapada aura fatalista. Lo hará, por medio de una puesta en escena que no obvia introducir elementos imaginativos e incluso de matiz expresionista. Finalmente, sus perfiles siempre estarán incardinados, en diversas variantes genéricas populares dentro del cine USA, con especial querencia por aquellas que rodearan el ámbito de un noir, que aún no tenía conciencia de serlo, pero que Haas intuyo sus posibilidades, como marco de expresión de sus inquietudes como cineasta. Ello tiene acto de presencia hasta el punto de erigirse, para mi gusto, como una variante, quizá menos arriesgada, que la ofrecida en aquellos años por otro frecuentador de este tipo de cine; el mítico Edgar G. Ulmer.

STRANGE FASCINATION, se inicia con fuerza. Pronto nos apercibiremos de la presencia de un ser derrotado. Se trata de Paul Marvan (Haas), que se dispone a escuchar desde el exterior de un teatro en la noche newyorkina, un concierto de piano. La sobriedad y eficacia de la puesta en escena, sabe insertarnos en el drama de un hombre al que aún ni conocemos, pero que advertimos muy pronto se trata de alguien hundido. La acción describirá un extenso flashback, remitiéndonos a Viena, donde descubriremos que Marvan es un prestigioso piano, que ha llamado la atención de una acaudalada dama de la alta sociedad neoyorkina –Diana Fowler (una espléndida Mona Barrie que, por momentos, parece delimitarse como un precedente de la Patricia Neal de BREAKFAST AT TIFFANY’S (Desayuno con diamantes, 1961. Blake Edwards))-. Se trata de una mujer culta, viuda con dos hijos, que verá en Paul algo especial, convenciéndolo para que viaje con ella a USA, y comprometiéndose a apoyarle decididamente en su nuevo destino profesional. Dicho y hecho, una vez en USA, se irán describiéndose detalles que subrayen la sensación de desplazado del pianista. Los hijos de Diana –en especial su hijo-, miran con recelo al recién llegado. Lo harán también las amistades de esta, e incluso su andadura profesional no se verá dominada por las facilidades, pese al apoyo de su protectora y, en el fondo, secreta enamorada. El pianista deberá iniciarse en una gira indigna de su talento, en teatros de segunda categoría, en uno de los cuales tendrá un encuentro accidentado con la joven Margo (Cleo Moore), quien junto a Carlo, desarrolla un número de baile en un oscuro restaurante, que será involuntariamente torpedeado por el despistado pianista. Con ánimo de boicotear su recital de piano, Marco acudirá con una compañera al mismo, quedando finalmente hechizada por la magia musical que este desprende, e iniciándose una rápida relación, que pronto los levará a casarse. Será el inicio de una espiral en la que el infortunio se ceñirá sobre un hombre sensible y bondadoso, que irá discurriendo en una sucesión de sentimientos provocada por esa esposa tan diferente a él, en la que quizá se represente el contraste de alguien que ha llegado a un mundo nuevo, tan alejado a sus sensibilidades.

Así pues, Haas nos describirá una habitual historia de degradación moral, heredera de referentes como DER BLAUE ENGEL (El ángel azul, 1930. Joseph von Sternberg), SCARLET STREET (Perversidad, 1945. Fritz Lang) o DETOUR (1945, Edgar G. Ulmer) –ambos, y no es casual, cineastas europeos emigrados a USA-. Sin embargo, contraponiendo la dureza de ambos títulos, parece que nuestro realizador prefiere ofrecer una mirada que, sin mitigar su alcance fatalista, lo cierto es que va mitigada en cierto modo a la hora de describir ese vértice femenino que provocará el conflicto del relato. Y es que Margo, no se describe como una mujer amoral. En su oposición, se nos plantea como alguien en realidad ingenuo, que ni siquiera es consciente de la pasión que provoca su espectacular físico, y que dentro de la simpleza de su personalidad, se siente sinceramente ligada a este pianista, que obrará en ella un auténtico milagro, cuando se quede hechizada contemplando el recital que le unirá a él –y que Haas servirá, con esos primeros planos entregados de la actriz, que pese a sus insuficiencias sabe plasmar esa sensación de felicidad-, o de encuentro con una sensibilidad sin duda ausente hasta ese momento en su vida diaria.

No cabe duda que STRANGE FASCINATION está provista de insuficiencias e ingenuidades. Sin embargo, hay algo que permite superar dichas limitaciones, y es la convicción con la que Haas se entrega a la hora de hacer verosímil e incluso intensa esa historia de derrumbamiento moral. Lo plasmará con sequedad, con sensibilidad, y al mismo tiempo insertando en todos sus fotogramas un extraño sentido del pathos, dentro de una estructura que combina al mismo tiempo esa mezcla de culturas que establece una Norteamérica contemporánea, con los ecos de una cultura europea simbolizada en ese pianista cada vez más atribulado -¿Contraste deliberado por parte del cineasta?-. En cualquier caso, lo cierto es que nos encontramos con un relato extraño. Una propuesta que enlaza con tantas y tantas singularidades que el cine USA venía proponiendo en aquellos años convulsos, y que a mi modo de ver proporciona su mayor punto de interés, en el personaje de esa mujer adinerada, sensible y al mismo tiempo un tanto dominante, que en su interior alberga una insatisfacción personal, pero que al mismo tiempo no tiene la suficiente valentía, para dar ese paso adelante, y ligarse con ese pianista que la ha deslumbrado en su periplo europeo. La magnífica performance de Mona Barrie –en el que sería su último trabajo ante la cámara-, proporciona enormes matices al personaje de una viuda insatisfecha y culta, al que con pequeños gestos y miradas logra transmitir esa voluntad de sortear un entorno conservador y hostil, que al mismo tiempo es el que impide una nueva oportunidad de emerger, tras la muerte de su marido que, en el fondo, fue un poco su propia muerte.

Ese tratamiento de personajes, constituye una de las mayores virtudes del film de Haas, ya que todos ellos están descritos con una rara humanidad. Es por ello que hasta la inconsciente Margo no aparezca nunca como un ser despreciable sino, en todo caso, alguien desprovisto de la necesaria madurez, para entender la imposibilidad de prolongar una relación a ese esposo, tan sensible como decadente. O incluso el que fuera su compañero laboral –y secreto enamorado-, en modo alguno aparece como un ser chulesco. Hay en el conjunto de STRANGE FASCINATION, una sensación extendida de irreductibilidad, que tendrá su esperada y doble catarsis en su tramo final. Su primera manifestación será el fatalismo que pondrá en práctica el pianista, inmolando sus talentos, para intentar lograr con ello esa prima de seguro que pueda facilitar la ya imposible continuidad de este con su joven esposa. Sin embargo, lo realmente atroz, el doble giro sorpresa que sublima ese rasgo de apólogo moral del relato, lo proporciona su conclusión, una vez finalizado el flashback, y conociendo ya la ruina moral y física de Marvan, que inicialmente solo intuíamos. La acción lo devolverá a ese hogar de acogida en el que inició sus evocaciones, mostrándolo tocando el piano con la única mano que puede. La cámara mostrará la audiencia del pianista; esos ancianos y desahuciados que lo aplauden, en una abrasadora secuencia que podría remitirnos al cine de Buñuel, o incluso al Edmund Goulding de NIGHTMARE ALLEY (El callejón de las almas perdidas, 1947), y que tan sólo brindará una insólita mirada a la esperanza, con la inesperada presencia de Diana. Una vez más, la grandeza de un final revestido de fuerza casi conmovedora, logra elevar las conclusiones de esta obra imperfecta pero apasionada, que avala el interés de este hombre de cine, que parecía elevarse sobre sus materiales de partida, o su propia condición de vampirizador de corrientes previamente existentes, para brindar una mirada sincera y desesperanzada, en torno al mundo que le rodeaba.
Calificación: 3
http://thecinema.blogia.com/2018/122303-strange-fascination-1952-hugo-haas-.php

 
Profesor Lazhar ( Monsieur Lazhar)


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Profesor Lazhar (Monsieur Lazhar en francés) es una película canadiense de 2011 dirigida y escrita por Philippe Falardeau, basada en la obra Bashir Lazhar de Évelyne de la Chenelière. La película fue nominada a mejor película de habla no inglesa en los premios Óscar de 2011.


Argumento

En Montreal, una maestra de escuela primaria se suicida colgándose en su clase y uno de sus alumnos Simón la ve. Bachir Lazhar, un inmigrante procedente de Argelia, fue contratado rápidamente para que la sustituyera a pesar de que todavía se estaba recuperando de una tragedia personal. Él llega a conocer a sus alumnos a pesar de la diferencia cultural evidente desde el primer día de clase y de su dificultad para adaptarse a las limitaciones del sistema escolar. A medida que los niños tratan de superar el su***dio de su antigua maestra, nadie en la escuela es consciente del doloroso pasado de Bachir, o de su precaria condición de refugiado. Su esposa, que era profesora y escritora, murió junto con su hija y su hijo en un ataque incendiario. Los asesinos estaban furiosos por su último libro, en el que señaló con el dedo a los responsables de la miseria social y económica en Argelia. De este libro proviene la frase elocuente dicha por el maestro de primaria: "Nada es realmente normal en Argelia".

Reparto


Palmarés cinematográfico
Premios Óscar 2011

Otros premios

https://es.wikipedia.org/wiki/Profesor_Lazhar



PROFESOR LAZHAR Trailer Oficial Subtitulado




Monsieur Lazhar subtitulos castellano






 
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Lady Gangster (Robert Florey 1942) / Faye Emerson, Julie Bishop, Fran Wilcox / 61 min.

Una actriz se mezcla con una banda criminal y termina participando en un robo a un banco por valor de 40.000 $. Antes de ser enviada a la cárcel, le roba el dinero a sus compinches y lo oculta, con la intención de utilizarlo como moneda de cambio para lograr su salida de la cárcel. Sin embargo, sus antiguos socios tienen otras ideas..

 
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La fugitiva (Norman Foster, 1950) / 77 min.

Frank Johnson (Ross Elliott) es testigo de un asesinato mientras pasea una noche a su perro. El inspector Ferris (Robert Keith) le pide que declare ante el gran jurado, pero Frank decide huir. Su mujer, Eleanor (Ann Sheridan), que además piensa que en realidad huye de un matrimonio fracasado, obtiene la ayuda de un periodista, Danny Leggett (Dennis O'Keefe), para localizar a su marido. Pero ellos no son los únicos que le están buscando...

 
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A Life at Stake (Paul Guilfoyle, 1955) / EE.UU. / 78 min.

Un arquitecto sin trabajo conoce a una mujer casada que tiene una propuesta comercial para él. El arquitecto comienza a sospechar que el interés de la mujer en él no es solo financiero y, en realidad, puede ser mortal.

 
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