Cine Clásico

Bob Mitchum, el penúltimo machote.
Publicado por Alvaro Corazón Rural.

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Nice Girls Don’t Stay for Breakfast (2018)

El mejor actor es o debería ser el camaleónico. Robert Mitchum lo fue hasta el punto de tocar los extremos. El hombre que miraba con los dedos tatuados en La noche del cazador era la viva imagen de alguien que te quiere cortar la garganta con un tenedor. «Un auténtico hijo de put*», dijo el propio Mitchum cuando acudió a San Sebastián hace treinta años. Tanto fue así que los productores metieron la película en un cajón en su día porque les parecía inestrenable. Sin embargo, en La hija de Ryan era un marido sensible y delicado, comprensivo con que le pusieran los cuernos. Tan bellísima persona que acababa la película alejándose con los brazos extendidos, casi como Jesucristo, mirando a los ojos al cura del pueblo. Son solo dos ejemplos de un actor con una dilatada carrera, absolutamente excepcional, pero que también destacó por detalles más prosaicos. Nada especialmente escandaloso. Sencillamente, es que, en esencia, todo le daba igual.

Un documental, presentado este año en el Festival Play Doc de Tui, Nice Girls Don’t Stay For Breakfast de Bruce Weber, realizado al fin tras muchos años de trabajo, indaga como nunca se ha hecho en estos aspectos de su personalidad. El director lo planteó de forma muy sencilla. Rodeó al actor de mujeres y dejó que, ante su presencia, comenzase a soltar sus mejores recuerdos y anécdotas.

Sin duda era una persona singular, porque de todas las excentricidades y extravagancias por las que les da a los actores cuando la fama ya no les llena y necesitan más, a Mitchum le dio por encerrarse en sí mismo, dudar de sus habilidades, venderse como una mentira y admitir ante todo el que quisiera escucharle que él en realidad era un vago.

La definición más curiosa que se hace de él es la de que se comportaba como el típico atleta de instituto que persigue a las animadoras, pero que luego en su habitación tenía pinturas y libros de poesía. Clint Eastwood, en lo referente a la profesión, sostiene que era un actor interesante porque le importaba una mierda fracasar.

Con una vivencia, su nieta intenta explicar que ese hombre con una presencia tan imponente en público y seductor, en realidad era una persona atormentada. Un día estaban bebiendo tequila juntos y empezó a decirle que todo el mundo estaría mejor si él muriese. «Mis hijos solo quieren dinero y Dorothy [su mujer] siempre está cabreada», confesó. Estuvo casado cincuenta y siete años con ella, de todos modos. Pero esa tarde, borracho, cogió un rifle que guardaba en una habitación, se fue a la piscina y se apuntó a la cabeza. La nieta se lo apartó, pero él insistió: «Todos seréis más felices sin mí». Ella le convenció para que tirase el arma diciéndole que su nieta sí que le necesitaba. Al final Mitchum apartó la escopeta y siguieron bebiendo. Nunca jamás volvieron a hablar del tema. Aunque ella considera que nunca nadie se suicidaría delante de su nieta, el intento debió ser una forma de compartir con ella el dolor que sufría. Un abuelo entrañable.

Pero era un hombre hecho a sí mismo, aunque hiciera poco por sí mismo. Criado por su madre —su padre había muerto— fue un chico sensible, pero difícil. La primera expulsión del colegio se produjo porque se meó en el sombrero del profesor. Con catorce años se marchó de casa y recorrió su país, casi como un vagabundo, durante la Gran Depresión. Llegó a Los Ángeles a buscarse la vida cuando solo tenía dieciséis años. Con esa edad desempeñó los trabajos más duros. Bajó a la mina, fue bracero en el campo, trabajó en los muelles, llegó a probar suerte con el boxeo. Fueron los demandados papeles de cowboy los que le mostraron el camino del negocio del celuloide.

Mostró gran aprecio por su profesión. Cuando le decían «tienes suerte de ser actor», contestaban «es lo mismo que le puedes decir a un minusválido en silla de ruedas: tienes suerte de que exista la silla». Sobre su salud iba por los mismos derroteros. Siempre que le preguntaban qué tal estaba, contestaba que peor. Recordaba a Lex Barker, sustituto de Johnny Weissmüller en el papel de Tarzán. Le habían hecho un reconocimiento médico y estaba perfecto. Quedó con un amigo para comer, le preguntó qué tal se encontraba, respondió que estupendamente y falleció en el acto de un infarto en plena calle. Por eso Mitchum siempre decía «peor», «para no quedarme corto».

Durante el rodaje de La hija de Ryan, que ya les contamos que varias escenas las hizo completamente borracho, hasta el punto de que le tenían que sujetar por detrás, no tuvo valor para despedirse de la gente a la que había estado más unida durante el rodaje; un rodaje que duró nueve meses, como un embarazo. Tenía esos detalles sorprendentes. Cuando David Lean le llamó para ofrecerle el papel, Mitchum le contestó que en las próximas fechas pensaba suicidarse. Lean le convenció diciéndole que con la película podría pagar el entierro. Se ve que el sentido del humor le derrotaba.

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Nice Girls Don’t Stay for Breakfast (2018).
Su vida estuvo plagada de incidentes y peleas. Solo su esposa lograba calmarle. En un rodaje en Trinidad perdió los nervios y ella tuvo que acudir en avión desde Estados Unidos para amansar a la fiera. Su nieta cuenta que una vez, borracho, se peleó en un bar y su mujer tuvo que quitarse los zapatos y golpearle con el tacón para que parara de repartir leches.

Tras La hija de Ryan, su amistad con Sarah Miles, con la que se lió, perduró, pero ella odiaba a su mujer. Estaba tan celosa que en su cumpleaños se sentó enfrente de ella, la insultó y clavó un consolador en la tarta. Mitchum podía tener amantes, pero nunca se le pasó por la cabeza separarse de su señora. Antes, tampoco le dio la gana cambiarse su apellido. En los estudios no les gustaba, pensaban que no tenía gancho comercial, pero el actor se negó a desprenderse de lo único que le quedaba de su padre.

Estuvo preso en una ocasión. La anécdota de su cautiverio no pudo ser más arrabalera. Como un guardia se mofaba de él y le decía que su carrera había acabado, tramó venganza por esas humillaciones. Fue bastante sofisticada; la cuenta Brenda Vaccaro, su mejor amiga. Se hizo amigo del funcionario de prisiones y se enteró de donde vivía. Su casa estaba en la misma prisión y su esposa era polaca y con curvas. Cuando salió libre, llenó una nevera con vodka, subió al piso, se presentó, se emborracharon y f*lló con ella hasta que cayó inconsciente. Con un bote de mercromina que encontró le escribió en el culo: Robert Mitchum. Seguramente sea mentira.

Cuando hizo El cabo del terror en 1962 con Polly Bergen, la actriz pudo comprobar in situ que estar como una maraca le iba bien a su carrera. En la escena en la que se encontraban, la agarró y abrió una puerta con su cuerpo. No estaba en el guion, pero chafó unos huevos que se encontró ahí mismo en la mesa con la mano. Perdió el control, subió la fuerza con la que luchaban y ella gritaba y lloraba, pero en serio, hasta que dijeron corten. En ese momento salió de su trance y se quedó muy preocupado por si podía haberle hecho daño. Ella le dijo que estaba bien y, confiesa, se enamoró de él. También ya le vale a ella.

Es gracioso que en una escena con Gregory Peck en la que desnudaban a Mitchum, este nunca le miró directamente. Cuando el actor se percató de ese detalle y le pidió explicaciones a Peck, este contestó: «Temía que intentaras follarme». Gran reputación la de Bob.

Al principio del documental aparece Johnny Depp. Dice que a Mitchum le precedía su leyenda y cuando se conocieron en Dead Man de Jim Jarmusch esperaba encontrarse a un tipo supervaronil, pero en realidad fue muy cariñoso, amable y gentil, lo que le sorprendió. El autor, Weber, confiesa que de pequeño su madre lo llevaba a hacer los deberes a un bar. Allí, los asiduos al local se ponían a ayudarle para echar el rato mientras se tajaban. Mitchum, explica, se parecía mucho a aquellos hombres. Sin embargo, posicionarse a favor de la guerra de Vietnam le cerró muchas puertas y su legado tardó años en ser reconocido como merecía.

Era profundamente tímido, en realidad, incapaz de expresar deseos. Esa parálisis la compensaba con un poco de ingenio y resultaba un personaje temido y admirado. De ahí sus declaraciones en su día de que solo tenía dos registros para actuar, con o sin caballo. Ante la prensa, resultaba impenetrable. No obstante, se atrevió con lo más difícil que hay para una persona retraída: cantar. Sacó seis singles y dos álbumes entre 1957 y 1982. El más famoso es Calypso Is Like So, en cuya portada salía pimplando en un bar con una chavala, pero suena como una charlotada. El realmente interesante para quien esto escribe es That Man, Robert Mitchum, Sings de 1967 donde el country le sentaba bastante bien a su personalidad. Hasta se atrevía con un tema con toque garajero, «In My Place», traía el tema con el que lo petó en 1958, «Ballad of Thunder Road», y un molón «Sunny» de Bobby Hebb.

El papel que interpretó en su vida privada, en la real, era el de una persona que no parecía tan inteligente como realmente era. Alguien sin nada de lo que enorgullecerse, pero nada de lo que avergonzarse. Una persona a la que no le importa nada. Lo que pone de manifiesto este documental es que esa fue su mejor actuación. Y hasta después de muerto, pues su última voluntad fue que no se celebrara ningún ceremonia en su honor.

https://www.jotdown.es/2019/06/bob-mitchum-el-penultimo-machote/
 
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Agente 007 contra el Dr. No / Dr. No / Terence Young, GB, 1962 / 111 min.

James Bond llega a Jamaica con la misión de investigar los asesinatos de un agente especial británico y su secretaria. Pero, al mismo tiempo, descubre la existencia de una siniestra organización en la isla Crab Key. En esta ocasión, su enemigo es el Doctor No, que, con la ayuda del profesor Dent, se propone ejecutar un siniestro plan: desviar la trayectoria de los cohetes de Cabo Cañaveral. (FILMAFFINITY


 
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Aguas pantanosas / Jean Renoir, 1941, EE.UU, 92 min.

Un fugitivo, erróneamente acusado de asesinato, entabla amistad con Ben, un joven cazador que se enamora de su hija. El joven lo persuade para que encuentren al verdadero asesino. Tras la magistral "La regla del juego" (La regle du jeu, 1939), el director francés Jean Renoir, exiliado en Estados Unidos y reconocido mundialmente como un director de primera fila, firma por encargo de la Fox su primer trabajo en USA.

 
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Ahí va ese bólido (Robert Stevenson, 1968, USA, 107 min.)

Herbie es un Volkswagen escarabajo blanco con voluntad y pensamientos propios en esta aventura de la Disney que relata la relación del coche con sus diversos pilotos y conductores. Douglas (Dean Jones) es un piloto de carreras que, tras comenzar con poco interés por Herbie, cree que su repentina victoria se debe a su habilidad y no a la de nuestro protagonista. Finalmente se dará cuenta del valor del coche cuando un tramposo rival trame un complot para robarle a Herbie.

 
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El bombardero heroico (Howard Hawks, 1943, USA, 124 min.)

Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Historia de la tripulación de un bombardero estadounidense B-17 que combate en el Pacífico.

 
Lo que el viento nos dejó
Con esa fragilidad aparente que le impuso la dulce Olivia de Havilland a Melania, nos creímos que aquella actriz menuda sería derribada antes que Vivien Leigh, la egoísta Escarlata. De Havilland es, a los 103 años, la única superviviente del Hollywood clásico, una mujer fuerte que puso contra las cuerdas a la mismísima Warner

INTERNET

SANDRA FAGINAS

06/07/2019 11:36 H

Olivia de Havilland tenía 23 años cuando hizo Lo que el viento se llevó, en la que dio vida a la bondadosa y resignada Melania. Melita se convirtió entonces, en 1939, en el arquetipo de la esposa perfecta, la mujer entregada y la amiga generosa. Con esa fragilidad aparente que le impuso la dulce De Havilland a su papel, nos creímos que aquella actriz menuda, de sonrisa eterna, sería derribada por un golpe de viento mucho antes que Vivien Leigh, la egoísta y manipuladora Escarlata O’Hara. Sin embargo, la única que ha sobrevivido en realidad a todo aquel reparto, la única mujer que ha quedado en pie de aquel Hollywood clásico es Olivia de Havilland, que cumplió esta semana 103 años. Porque en verdad nada tenía que ver esa Melita delicada con la vehemente Olivia, que puso contra las cuerdas a todo el sistema de los estudios cinematográficos cuando laWarner la castigó varios años sin poder trabajar. A Olivia la suspendieron sin papeles relevantes a principios de los 40, pero lejos de quedarse quieta, lideró un movimiento que cambió la historia de los intérpretes. Aún hoy se conoce como la ley Havilland aquella que les dio la libertad de elegir qué papel hacer y cuál rechazar. Olivia quería escoger ser otras mujeres, no las sumisas y empalagosas que le imponían. «Estaba acostumbrada a los típicos roles de chico conoce chica, ¿se enamorarán? Siempre era lo mismo», confesó De Havilland, que jamás renegó de Melania porque, además de pasar una guerra, «se moría». Después de ganar a la Warner en los tribunales, la actriz se salió con la suya y brilló como la estrella que es en Vida íntima de Julia Norris y La heredera, que le dieron dos Oscar. Melania Hamilton fue una mujer maravillosa, pero Olivia de Havilland es mucho mejor. Está aquí detrás de todo esto. Es Lo que el viento nos dejó.
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2019/07/04/viento-dejo/00031562255587284332419.htm
 
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Al Este del Edén (Elia Kazan, 1955, 115')

Un granjero californiano tiene dos hijos, Cal y Aron, de caracteres muy diferentes, pero ambos compiten por el cariño de su padre. La situación de Cal se complica cuando averigua que, en realidad, su madre no sólo no está muerta, sino que además regenta un local de alterne.

 
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Al margen de la vida (Julien Duvivier, 1943, EE.UU. , 94')

Narra tres historias con un marcado aire sobrenatural en los que el destino tiene vital importancia. En la primera una mujer no muy agraciada físicamente recibe una máscara que la convierte en una bella dama, en la segunda un hombre recibe un trágico augurio, y en la última un trapecista presiente su propio fina



 
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El albergue de la sexta felicidad / Mark Robson, 1947, EE.UU., 150 min.

Gladys Aylward, una intrépida misionera británica, creó en China un albergue para acoger a los agotados y hambrientos viajeros que recorrían las montañas. Consiguió, además, ganarse la confianza y la admiración de los hostiles nativos, enamorar a un coronel euro-asiático y convertir al cristianismo a un poderoso mandarín. Pero su mayor hazaña la logró cuando en 1938, ante la inminente invasión japonesa, llevó a cien niños sin hogar a través de las montañas a un lugar seguro.


 
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