Churchill: Los miedos ante el Día D del hombre que tumbó a Hitler

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Jonathan Teplitzky retrató los momentos de mayor debilidad del que fuese primer ministro británico en «Churchill»

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Brian Cox da vida a Churchill - ABC

«Por fin ha llegado el día D y la hora H. La invasión era inevitable, pues ‘solo en los campos de batalla de Europa se puede vencer a Alemania’». Así comenzaba la crónica de ABC sobre el Desembarco de Normandía. Una operación que mantuvo atareados a los aliados durante dos largos años de minuciosas y secretas preparaciones. Un dispositivo sin precedentes en la historia militar en el que el más mínimo fallo de coordinación habría significado una derrota de dimensiones históricas que habría concedido a Hitler la posibilidad de una victoria final en la Segunda Guerra Mundial tras el que se escondía un Churchill desconfiado. «No estaba convencido de que ese fuera el único modo de ganar la guerra», declaraba el primer ministro británico durante la noche del 6 de junio de 1944. Witson Churchill, la esperanza británica, estaba convencido de que lo despertarían de madrugada para comunicarle el desastre, pero no fue así. Sí que interrumpieron el sueño de Franklin D. Roosevelt a las 3 de la madrugada para informarle de las primeras noticias del desembarco.


«Churchill», la película dirigida por Jonathan Teplitzky con guión de la historiadora Alex von Tunzelmann, desvela las 72 horas de vida del líder inglés antes del desembarco en Normandía. El director australiano presenta a Brian Cox como un Churchill gruñón, deprimido, atormentado por el fantasma de Galípoli. El primer ministro luchó en la I Guerra Mundialy llevó a sus tropas hasta Turquía para conquistar la capital otomana de Constantinopla (la actual Estambul). El control de los estrechos hubiese permitido a Francia, Reino Unido e Irlanda revitalizar al Imperio ruso y encerrar a los imperios centrales (el alemán, el austrohúngaro y el otomano). Sin embargo, los aliados no consiguieron penetrar por sorpresa en el territorio otomano y fracasaron en las sucesivas ofensivas, con un resultado de unas 250.000 bajas por cada uno de los dos bandos.


Atormentado con este recuerdo, Churchill se obsesiona con la idea de que la «Operación Overlord», pese a lo positivo de su nombre, va a ser una simple repetición de Galípoli. Incluso después de que hubiese tomado la decisión de emprender un desembarco a través del Canal de la Mancha, el primer ministro británico apostó por otras iniciativas militares que finalmente fueron finalmente descartadas. Mientras, los generales George C. Marshall (EE.UU.) y sir Allan Brooke (Gran Bretaña) y los comandantes en jefe de ambos ejércitos, Bernard Montgomery y Eisenhower, contaban con una gran ventaja gracias a la confusión que crearon en el mando alemán haciéndole creer que el desembarco se realizaría en Pas de Calais. Lo consiguieron gracias a una multitud de maniobras de contraespionaje y lanzando papeles de aluminio más al este para confundir a los radares nazis.


Roosevelt o Dwight D. Eisenhower, el 5 de junio, la BBC retransmitió el segundo verso de un poema de Paul Verlaine:


«Los largos sollozos de los violines del otoño / hieren mi corazón con una monótona languidez».


Era la señal. La tormenta aliada estaba preparada para lanzarse sobre los 70.000 soldados alemanes que aguardaron cerca de las costas francesas. Los soldados tocaron las orillas de cinco playas distintas, cuyos códigos respondían a los nombres de Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. El desembarco se realizó en un área de 90 kilómetros de costa, entre Cherburgo y Le Havre. Mientras, en Gran Bretaña, esperaban tres millones más de soldados que cruzarían el Canal de la Mancha entre el 6 de junio y el 25 de agosto.


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Miranda Richardson interpreta a Clementine Hozier- ABC
«Durante la noche y las primeras horas de esta mañana he tenido lugar la primera de las series de aterrizajes en vigor en el continente europeo. En este caso el ataque luberante cayó sobre la costa de Francia. Una inmensa armada de más de 4.000 buques, junto con varios miles de barcos más pequeños, atravesó el Canal. El aterrizaje aerotransportado masivo se ha efectuado con éxito detrás de las líneas enemigas, y los aterrizajes en las playas están avanzando en varios puntos en la actualidad. El fuego de las baterías de la orilla ha rebasado en gran parte. Los obstáculos que se construyeron en el mar no han resultado tan difíciles como fue previsto. Los aliados angloamericanos están apoyados por alrededor de 11.000 avioones de primera línea, que pueden ser aprovechados según sea necesario para los própositos de la batalla... La unidad prevalece a través de los ejércitos aliados». (Churchill, 6 de junio de 1944)


Poco muestra Teplitzky del imparable Winston Churchill que consiguió derrotar a Hitler con el lema de «Nunca nos rendiremos». Aquí, se ve un Churchill que desnuda sus miedos, sus inseguridades, sus angustias; que se apoya en su esposa, Clementine Hozier (Miranda Richardson), a una que no trata bien. Todo ello, sin dejar de fumar.

https://www.abc.es/play/cine/noticias/abci-miedos-ante-hombre-tumbo-hitler-201808230127_noticia.html
 
Este hombre siempre fascinará y él, si puede verlo, debe de sentirse en la gloria porque asi sea, porque dedicó su vida a éso, a lograr la gloria.

Si te sentabas a su lado, podías estar seguro de que no te quedarías sin conversación: él hablaba sin parar de sí mismo. Sus memorias son una muestra de cómo se puede utilizar la Historia e incluso interpretarla a tu mayor gloria. Tampoco fué el único, para éso escribió Julio César "La guerra de las Galias".

El retoño mal estudiante del segundón aristócrata inglés, Lord Randolph Churchill y la heredera norteamericana Jennie Jerome fué, a lo largo de su vida, soldado en el Punjab contra los sijs, reportero de guerra en Cuba - donde adquirió su amor a los habanos y a la siesta - y en Sudáfrica, donde logró una espectacular fuga de un campo de prisioneros boer, con cuya fama saltó a la política, cambiando de partido en función de sus intereses, lo que el honor de un caballero tory no habría hecho jamás, pero Winston aprendió de su padre el oportunismo para destacar. Después saltó al gobierno, en diferentes ministerios, en los que fracasó en la guerra en el Almirantazgo con la batalla de Gallipoli, o en el de Interior, reprimiendo la huelga general. Desacreditado ante torys y liberales, en los años 30 fué un parlamentario desacreditado siempre dando la nota, como renegando de la República española llamándola nido de comunistas, apoyando el matrimonio del rey con la Simpson o advirtiendo que dar a Hitler lo que quería era un error. En plena batalla de Inglaterra, con Chamberlain desacreditado, le endiñaron a él la patata caliente de enfrentarse a Hitler con la esperanza de que tuviese que tragarse el orgullo pidiendo el armisticio, pero como si fuera el jefe de un submarino, decidió que la isla inglesa se hundiría en el mar antes de entregarla al nazismo. Y todo porque era temerario sin reservas.

La victoria le dió la gloria que tanto ansiaba pero era un aristócrata que no pensaba cambiar el modelo económico y social, como si la desintegración del Imperio y el ascenso del comunismo no obligase a reformas para reconstruir el país. Por eso perdió las elecciones a favor de Clement Attle, que implantó la sanidad pública, el subsidio por desempleo, y el Estado del Bienestar según las tesis keynesianas, quizás el mejor Primer Ministro del Reino Unido, pero oscuro y olvidado a la sombra de Churchill, que renegaba de todas esas medidas sociales tachándolas de comunistas. Attle reconstruyó el país, dió trabajo, comida, sanidad y educación a la maltrecha población de la postguerra y así la volvió a recoger Churchill, ya anciano pero incapaz de vivir sin el poder, hasta que tuvo que entregar el poder a su pariente, el dandy Anthony Eden.

Todo un personaje, Churchill.
 
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