Christina Onassis

No creo que fuera la cocacola solamente, también ella consumía todo tipo de pastillas desde anfetaminas hasta analgésicos, y no se puede dudar que también se daba sus pases de cocaina. Su vida fue de lo más triste, multimillonaria pero acomplejada por ser poco agraciada y pasada de peso, y con la conviccion de que ningun hombre se acercaría a ella por amor
 
GENTE
Marina Dodero: «Cristina Onassis no se suicidó. La mataron los refrescos de cola»
MARTÍN BIANCHIMARTINBIANCHI / MADRID
Día 22/12/2013 - 01.02h

La mejor amiga de la heredera griega habla en exclusiva para ABC sobre los últimos días de Onassis: «Bebía veinticuatro Coca-Colas diarias y por eso no dormía»

FOTO: TADEO JONES
Me pregunto si la señora habrá posado con el perro, para que hubiera una "cara bonita" en la foto!!!! porque ella tendrá pasta, pero esa cara........ufff
 
Me pregunto si la señora habrá posado con el perro, para que hubiera una "cara bonita" en la foto!!!! porque ella tendrá pasta, pero esa cara........ufff

Si por supuesto que el perro es mas lindo
A titulo informativo les digo que el magnate naviero Alberto Dodero al que se refieren los articulos que aparecen en este hilo, no recuerdo bien que parentezco tenia con el ex marido de este bicho plastificado, si era tio o,pariente mas lejano
Por cierto que la casa de Alberto Dodero en Carrasco donde suouestamente estuvo alguna vez Evita Peron, aun existe y vive en ella una familia tradicional de Montevideo tiene un gran jardin y he pasado infinidad de veces por ahi
Por otro lado en los años 40-50 Dodero construyo en el mismo barrio un lugar de vacaciones para los empleados de su empresa, y actualmente es el Club Naval, tambien en Carrasco y ubicado en un entorno precioso, yo vivi a dos cuadras muchisimos años
 
Puede que tenga razón, puede que diga un tremendo disparate pero no pude darle seriedad a la nota cuando vi su foto, que horror lo que se hizo en la cara, le di una segunda chance y me encuentro con el "lio" que se hizo ella misma con Barbara Hutton y lo de "pobre niña rica", no sé me parece que la señora en cuestión busca un poco de fama...

Venía a decir lo mismo. No le daba credibilidad a la noticia por la cara de la tía ésta pero sí, se puede morir de abusar de la cocacola, como se puede morir de abusar de todo. La cocacola es malísima, queramos reconocerlo o no.
 
Pero que sea malísima a decir que se ha muerto por beber muchas cocacolas hay un abismo, esta señora Onassis, era depresiva, debía tomar pastillas en cantidades industriales, era emocionalmente inestable, que bebía montones de cocacolas al día, vale, de acuerdo, a veces llega un punto que algunos cuerpos se acostumbran a todo, y a ella, le debió pasar eso de querer irse a descansar y se le fue la mano.
 
Venía a decir lo mismo. No le daba credibilidad a la noticia por la cara de la tía ésta pero sí, se puede morir de abusar de la cocacola, como se puede morir de abusar de todo. La cocacola es malísima, queramos reconocerlo o no.

Claro, todos los excesos son malos, la misma Marina nos confirma esto con el exceso de operaciones que tiene en su rostro.

Igual me sigue pareciendo que la buena señora busca un poco de notoriedad sino no se entiende que salga a decir esto ahora, a mi las personas que se dan de muy amigas de otras y luego cuentan cosas intimas me caen bastante mal y si encima la persona murió peor. Si fuiste su amiga de verdad, mejor callate la boca que quedas más bonita.
 
Venía a decir lo mismo. No le daba credibilidad a la noticia por la cara de la tía ésta pero sí, se puede morir de abusar de la cocacola, como se puede morir de abusar de todo. La cocacola es malísima, queramos reconocerlo o no.

Claro, todos los excesos son malos, la misma Marina nos confirma esto con el exceso de operaciones que tiene en su rostro.

Igual me sigue pareciendo que la buena señora busca un poco de notoriedad sino no se entiende que salga a decir esto ahora, a mi las personas que se dan de muy amigas de otras y luego cuentan cosas intimas me caen bastante mal y si encima la persona murió peor. Si fuiste su amiga de verdad, mejor callate la boca que quedas más bonita.
 
Haciendo tiempo en una librería me encuentro con un libro fechado en noviembre de 2014, pero que apenas vengo a ver.
9789500749657.jpg


Bueno, la narradora es una íntima amiga de Cristina Onassis. De hecho era la dueña de la casa del Gran Buenos Aires donde falleció Cristina. Desde hace un año o más, marina viene hablando bastante de Cristina. Acá en el foro discutimos su teoría de que a la Onassis la mató el consumo excesivo de cocacola.
http://www.cotilleando.com/foro/thr...cidó-la-mataron-los-refrescos-de-cola».85257/

La cuestión es que me puse a leerlo y quedé asombrada de lo que marina contaba y eso que en las primeras páginas decía que nunca había querido hablar de su amiga para no lucrar, aunque le habían ofrecido millones para contarlo todo, millones que no necesita porque nació en una familia de dinero y se casó con un hombre de dinero (acá es bastante conocida). marina señalaba que el libro era más bien un homenaje a su amiga.

Leí solo un 30 por ciento del libro. Justo tuve que dejarlo cuando iba a habla del primer marido de Cristina: Joseph Bolker. Las cosas que me parecieron más llamativas fueron:

- Que Cristina le contó que tuvo un aborto en Londres a los 16 años, pues se había quedado embarazada de un rico heredero de Detroit, que no la llamó ni para preguntarle cómo se sentía luego del aborto. Aristóteles nunca lo supo y Tina fue quien la llevó al hospital, incluso le puso su argolla de casada para que la gente no sospechara.
- Durante el aborto descubrieron que Cristina tenía el himen intacto, aunque estuviese embarazada, pero en el procedimiento se lo rompieron.
- Aristóteles le reprochó a Tina que se hubiese quedado embarazada de Cristina. Según marina, Cristina le contó que Aristóteles le llegó a pegar en la barriga a Tina para hacerla abortar.
- En su primera visita a Buenos Aires en los años 60, Cristina llegó con 8 mil dólares en efectivo. Se fue con marina a la Biela, un café de recoleta que todavía existe, y allí se le olvidó un sobre con dólares. Cuando regresan al café a buscar el dinero, un mozo les pasa el sobre con todo el dinero adentro. Llegan a la casa de marina, que quedaba cerca, y el padre de ésta le pregunta a Cristina si le dio propina al mozo. Cristina le dice que no, que ningún Onassis dejaba propina. El padre de marina se enojó y se fue al café a darle al mozo una propina del del diez por ciento de lo que había en el sobre. marina remata diciendo que ese día se dio cuenta que a Cristina no le gustaba darle dinero a los pobres.
- marina dice que si algo le gustaba a Cristina se encaprichaba hasta que lo obtenía. En una visita a Europa, marina llevaba un par de pulseras de turquesas que le había regalado su madre. Cristina las vio, quedó encantadas con ellas, y la presionó hasta que logró que se les regalara. De vuelta a Buenos Aires, marina intentó comprar las mismas pulseras pero solo encontró de lapislazuli. Se las compró pero dice que nunca las usaba delante de Cristina
- hasta esa parte del libro, el gran amor de Cristina no era Thierry, el padre de Athina, sino Peter Goulandris, primo de Marina y perteneciente a otra familia naviera griega, con el que iba y venía.

En la semana sigo leyendo el libro a ver qué más cuenta. La verdad, no me lo pienso comprar.
 
Acá hay una nota sobre ese libro con más chismes sobre Cristina y otra gente.

El día que la mujer más rica del mundo quiso ser meretriz
MARTÍN BIANCHIMARTINBIANCHI / MADRID
Día 15/12/2014 - 06.29h

Marina Tchomlekdjoglou publica sus memorias junto a la heredera griega. Un relato de caprichos, obsesiones, intentos de su***dio y millones de euros en juego


ARCHIVO MARINA TCHOMLEKDJOGLOU
Víctor Manuel de Saboya, Tore Bergengren, Marina Tchomlekdjoglou y Christina Onassis, en el King’s Club de St. Moritz
Christina Onassis murió demasiado joven, demasiado rica y demasiado infeliz. Fueron 37 años de vida colmados de excesos: cuatro matrimonios, una docena de romances fallidos, tres abortos voluntarios, dos intentos de su***dio y una fortuna de mil millones de dólares. Marina Tchomlekdjoglou fue su amiga, confidente, celestina, asistente y enfermera en incontables ocasiones. También fuetestigo silencioso de la tragedia griega de los Onassis hasta el capítulo final: ella fue quien encontró el cadáver de Christina en el baño de una casa de campo a las afueras de Buenos Aires.

«Veintiséis años después de que te fuiste, jamás imaginé que tomaría la decisión de publicar este libro. Pude haberlo hecho antes, pero quise resguardar tu memoria y quedarme con todas esas historias maravillosas para mí sola», dice Tchomlekdjoglou en el prólogo de «Mi vida con Christina Onassis. La verdadera historia jamás contada» (Sudamericana), las memorias que ha escrito con la colaboración del periodista mexicano Rodolfo Vera Calderón. Veintiséis años después, la mejor amiga de la mujer más rica del mundorelata las grandezas y miserias de la última Onassis.

Primer aborto. «A los 16 años Christina abortó después de quedar embarazada de Dany Marentette, un americano que conoció en St. Moritz y que estudió en Choate, el colegio favorito de los Kennedy. Fue su madre, Tina Livanos, quien la llevó a un sanatorio de Londres para que la intervinieran quirúrgicamente. La misma Tina le puso su alianza para que nadie sospechara que Christina no estaba casada. Los médicos le dijeron que tenía intacto su himen a pesar de haber tenido relaciones con Dany, pero que se había roto después de que le practicaran el aborto».

Las bragas de Marks & Spencer. «Adoraba las bragas de Marks & Spencer, que eran lo menos erótico del planeta. Toda su vida usó el mismo modelo, el que llevan las mujeres mayores y que no aprieta nada. Así se acostara con un hombre, siempre lucía el mismo modelo.Yo no podía creer su fanatismo por esas bragas. ¡Y por el aseo! Tenía cerca de cincuenta porque era una maniática de la limpieza interior y siempre que pasaba por el baño, así fuera solamente a hacer pis, se bañaba y se cambiaba de ropa interior».

Favores sexuales por 500 francos. «Un día a Christina se le ocurrió salir a la calle y jugar a hacerse pasar por una prost*t*ta, ya que por Avenue Foch desfilaban las mejores meretrices de París. Un hombre se nos acercó para hacernos su propuesta: ‘‘Le doy quinientos francos’’.Christina se puso como loca porque no nos había solicitado el servicio completo, sino solamente un ‘‘paseo’’ por el Bois de Boulogne. Iracunda, mi amiga le gritó: ‘‘¿Solo me estás ofreciendo quinientos por s*x* oral?’’. Se volteó para verme y me dijo: ‘‘¿Te das cuenta de que con estos cuerpos solamente nos quieren para s*x* oral?’’. La Policía casi nos detiene».

La cama de Ari y Jackie. «Mientras estábamos en su casa de Atenas, Aristóteles Onassis me mostró la inmensa cama que compartía conJackie Kennedy. Asombrada, le pregunté por qué había elegido una tan grande y él me respondió: ‘‘Porque puedo rodar y rodar y jamás llegar a ella’’. ‘‘Entonces, ¿por qué se casó?’’, indagué. ‘‘Porque Jackie era el gran brillante que faltaba en mi corona para hacerme mundialmente ilustre. Antes me conocían, pero ahora soy realmente famoso, incluso en China’’. Desde ahí me quedó clara la razón por la que Ari se casó con Jackie».

Matrimonio arreglado. «El matrimonio de Christina y su segundo marido, Alexander Andreadis, fue arreglado por su tía, Artemis, después de que Christina perdiera al hijo que esperaba de mi primo, Peter John Goulandris. Ella jamás dejó de ver a Alexander como a un nuevo rico y todo el tiempo lo criticaba. Le avergonzaba que el Aga Khan, el Sha de Irán, Gianni Agnelli o su tío George Livanos vieran los faux pas que daba su flamante marido. Al igual que sucedió con Peter John,Christina abortó un hijo que esperaba de su marido».

Los rubíes de Niarchos. «No podía despegar mi mirada delfabuloso collar de rubíes de Birmania que llevaba la Princesa Firyal de Jordania. En cuanto lo vi, pensé que era un obsequio de Stavros Niarchos, ya que lo único que el magnate les regalaba a sus mujeres eran joyas con esas piedras rojas. Me dirigí a Su Alteza para ponderarle el collar y ella, muy elegante, volteó a verme a los ojos y me respondió: ‘‘Esta noche, después de la fiesta, vuelve a la caja fuerte de Stavros’’. No me sorprendió enterarme de que una de las princesas árabes más bellas del mundo luciera un collar prestado».

Madre a cualquier precio. «Christina siempre tuvo adoración por mis hijas, realmente las quería por igual, aunque era evidente que tenía una fijación enorme con mi hija mayor, Carminne Dodero, a quien le mandó hacer vestidos en Dior. Incluso en algún momento me preguntó si podría dársela en adopción, ya que se sentía muy unida. Tan obsesionada estaba que en una ocasión le ofreció a mi exmarido, Alberto Dodero, 120.000 dólares por un gift (regalo), para así lograr una criatura lo más parecida a mi hija mayor. Cuando me enteré, casi la asesino».

El caviar del Sha. «Recuerdo que el Sha de Irán, que siempre viajaba con Farah Diba y cuya casa era la más linda de St. Moritz, todos los días se hacía traer varias mujeres desde la agencia de la célebre Madame Claude. Llevaba una vida sexual desenfrenada ante la actitud inalterable de su mujer. Pobre Farah, no solamente tuvo que vivir la humillación y el exilio, sino la constante infidelidad de su marido. Freddy Heineken me contó que para retribuirle los favores a Claude el Sha le mandaba caviar persa por avión».

Un Boudin en el dentista. «Quedé epatée cuando me enteré de que Thierry Roussel (su cuarto esposo) le había pedido a Christina que se cambiara los dientes, porque no le gustaban. Y mi amiga, complaciente y enamorada, sacó inmediatamente turno con el mejor dentista de París, ¡para hacerse toda la dentadura! Tiempo después de la intervención, la acompañé a una revisión: allí pude comprobar que verdaderamente era el mejor dentista de París, ya que en su consultorio colgaba un paisaje de Eugène Boudin, uno de los pintores más cotizados del Impresionismo. Tan caro como lo que le cobró a mi amiga por hacerse una boca nueva».

La traición de Gunilla. «Una noche nos llamó Gunilla von Bismarckpara invitarnos a bailar al club que estaba dirigiendo en Marbella. Le dije que con todo gusto iríamos, pero con la condición de que no hubiera fotógrafos, ya que Christina detestaba a los paparazis. Gunilla me prometió que no habría nadie de la prensa, pero al llegar nos encontramos en la puerta del club a decenas de fotógrafos esperándonos. ¡La Bismarck nos había traicionado por una suma de dos mil dólares por foto!».

Esperma de 17 millones. «Christina me pidió que la acompañara a París para hacerse una inseminación artificial –del mismo modo que lo había hecho con Athina– para intentar ser madre de nuevo. Al llegar al Hospital Americano, la prepararon para el procedimiento y me despedí de ella antes de que ingresara al quirófano: me dieron náuseas cuando vi el ramo de rosas que Thierry le había enviado horas antes de que se presentara para darle su esperma. Días después nos enteramos de que no había podido quedar embarazada. Una pena, porque, según me contó, le habría pagado 17 millones de dólares por haberle dado su esperma».

Lucha con la báscula. «Cuando llegué a su casa en St. Moritz casi me desmayo al ver lo gorda que estaba: creo que ese año, 1983, lo terminó con un gran sobrepeso y muy preocupada porque ningún hombre se le acercaba. ¿Y cómo se le iban a acercar? Christina llegó a pesar 120 kilos... no tengo duda de que esa fue su época más complicada: se la veía siempre de mal humor y sumamente irritable y estaba desesperada porque alguien la tocara».

Intento de su***dio. «Christina no lo estaba pasando bien debido a su sobrepeso: tan desesperada estaba que en esos días intentó quitarse la vida... Cuando entré a su habitación la encontré tapada y abrazada a un icono griego que le había regalado Peter John Goulandris, mi primo y su gran amor. En cuanto me vio, me anunció que acababa de tomarse una importante cantidad de pastillas y que seguramente muy pronto moriría. Me dijo que no me olvidara de enterrarla con el icono. Llamé a su médico personal, que ni se inmutó. Solamente dijo: “Lo primero es lo primero. Quiero un whisky”. Después llegó la ambulancia y en el hospital le hicieron un lavado de estómagopara que las pastillas no le hicieran efecto».

Su última voluntad. «Hasta el día de hoy me resulta muy extraño que Christina haya escrito en secreto un testamento cinco semanas antes de su muerte. Hace tiempo que saqué mis conclusiones, pero prefiero mantenerme en silencio y llevármelas conmigo a la tumba».
 
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