CHISTES CORTOS

Qué pasaría si los judíos celebraran Halloween…
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1) No se puede ir a buscar dulces hasta que oscurezca. Aprox 5:54. Si estás ansioso y no son las 5:54 todavía, puedes ir a pedir dulces pero no cumples con la mitzvá.

2) El disfraz debe tener tzniut.

3) Una vez prendidas las velas (leadlik ner shel Halloween) comienza a ser iom tov.

*Al ser iom tov, ¡no se puede tocar el timbre de las casas!

4) Si va a hacer bromas relacionadas con crema, asegúrese que sea kosher.
5) Si Halloween cae en shabbat (como el de este año), se necesitara eruv para poder cargar los dulces. Si no hay eruv, deberán comerse los dulces en el instante que se los regalan.
6) Para cumplir la mitzvá de hacer una broma (como mínimo) en la noche, esta broma deberá durar por lo menos una perutah (5 min aprox).
7) La calabaza, aparte de obviamente ser kosher, deberá ser revisada por el rab de la comunidad o un mashguiaj para revisar que el pitom (rama superior) no tenga ningún daño. Y recuerden, la calabaza deberá ser colocada al lado izquierdo de la puerta.
8) Si fuiste bendecido con muchos dulces, recuerda donar el 10% a caridad.
9) Cuando lleguen a tu casa a pedir dulces, les debes entregar una cantidad más grande que una aceituna pero más pequeña que una manzana, (entre 5 y 12 dulces).
10) Si vas a arrojar huevos a los carros, asegúrese de tener buena puntería y que no caigan en la calle, ya que si cae en otro lugar que no sea el carro se considera baal tashckit.

Si te gustó éste humor compártelo, si no te gustó, toléralo, es una broma.
 
El presidente Coolidge visitaba una granja de pollos con su esposa y el encargado le dijo:
- Su señora me ha preguntado que cuantas veces fornica el gallo en un día y le he respondido que por lo menos veinte veces. Me ha pedido que se lo diga.
- ¿Todas con la misma gallina?
- No, no, todas distintas.
- Dígaselo a la señora Coolidge.
 
Este chiste ya no tiene gracia
Hubo una época en la que los tobillos de una mujer resultaban tronchantes. Y la sopa. Y el número 23. Así dejamos de reírnos de las cosas

PAULA ARANTZAZU RUIZ 14 NOV 2014 - 00:04 CET17
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Enviar a TuentiAmerican Cornball una enciclopedia del humor que repasa los temas vistos en tiras cómicas, telecomedias y chistes estadounidenses entre principios del siglo XX y los años sesenta. El resultado es un compendio del humor que todavía define nuestra forma de entender la vida. En sus páginas están todos los elementos clásicos. El absurdo de los hermanos Marx, fluidos corporales, suegras, recién casados, vecinos, voyeurs, mujeres conductoras, vendedores ambulantes o hasta el temido aceite de ricino. Todo para entender por qué algunos clásicos perviven y otros chistes son víctimas de un darwinismo humorístico que no acaban de entender.

Filogelos: “Es el libro más antiguo del mundo sobre bromas, una colección del siglo IV, proveniente de la antigua Grecia, que contiene chistes sobre borrachos, mujeres lascivas, intelectuales crueles y gente con mal aliento. Los chistes ya no tienen mucha gracia, pero es sorprendente que todavía podamos reconocer esos textos como bromas cuando han pasado 1.700 años. Es como encontrar un queso de 1.700 años: probablemente no pueda comerse, pero es un milagro que haya sobrevivido”.

una pieza de 1895 de 49 segundos de duración, vemos a uno chaval que eyacula sobre la cara de un señor con una manguera del jardín. Cuando ves un montón de cintas antiguas te preguntas por qué nuestros antepasados creían que las mangueras, los sifones o las pistolas de agua eran divertidas. Y si no fuera por ese tabú, da por hecho que los hermanos Marx hubiera pasado de sifones y hubieran ido al grano como los hermanos Farrelly”.
Lo cual le lleva a una reflexión: “Es una pena que los tobillos de las mujeres ya no sean un tabú y por tanto ya no sean algo divertido. Creo que el mundo debía ser más divertido y más sexy el siglo pasado cuando los voyeurs merodeaban por el edificio Flatiron [de Nueva York] a la espera de una bocanada de viento que levantase lo suficiente la falda de una dama para poder ver ese prohibido objeto de deseo”. A esa broma se le llamaba 23 Skidoo, nombre memorable, cuenta Miller en el libro, porque 23 es el número de la calle en la que se encuentra el Flatiron en su cruce con la Quinta Avenida. El 23 se considera el número más gracioso de todos, al menos por su presencia en títulos de comedias clásicas.

El jabón ya no es tan divertido como lo era en el siglo XIX. Tampoco la peste de un axila desatendida. Es el precio a pagar por que la higiene de la sociedad haya dejado de convertirse en un problema. Por fortuna todavía quedan probadas fábricas de carcajadas como la calvicie, la gordura, los borrachos, la lujuria, la hipocresía, la flatulencia y la fanfarronería. La lista no es larga pero sí infalible. Viene de la mente del escritor y profesor de literatura estadounidense Christopher Miller, que, tras tres años de investigación, acaba de publicar American Cornball una enciclopedia del humor que repasa los temas vistos en tiras cómicas, telecomedias y chistes estadounidenses entre principios del siglo XX y los años sesenta. El resultado es un compendio del humor que todavía define nuestra forma de entender la vida. En sus páginas están todos los elementos clásicos. El absurdo de los hermanos Marx, fluidos corporales, suegras, recién casados, vecinos, voyeurs, mujeres conductoras, vendedores ambulantes o hasta el temido aceite de ricino. Todo para entender por qué algunos clásicos perviven y otros chistes son víctimas de un darwinismo humorístico que no acaban de entender.

Filogelos: “Es el libro más antiguo del mundo sobre bromas, una colección del siglo IV, proveniente de la antigua Grecia, que contiene chistes sobre borrachos, mujeres lascivas, intelectuales crueles y gente con mal aliento. Los chistes ya no tienen mucha gracia, pero es sorprendente que todavía podamos reconocer esos textos como bromas cuando han pasado 1.700 años. Es como encontrar un queso de 1.700 años: probablemente no pueda comerse, pero es un milagro que haya sobrevivido”.

una pieza de 1895 de 49 segundos de duración, vemos a uno chaval que eyacula sobre la cara de un señor con una manguera del jardín. Cuando ves un montón de cintas antiguas te preguntas por qué nuestros antepasados creían que las mangueras, los sifones o las pistolas de agua eran divertidas. Y si no fuera por ese tabú, da por hecho que los hermanos Marx hubiera pasado de sifones y hubieran ido al grano como los hermanos Farrelly”.

por el edificio Flatiron [de Nueva York] a la espera de una bocanada de viento que levantase lo suficiente la falda de una dama para poder ver ese prohibido objeto de deseo”. A esa broma se le llamaba 23 Skidoo, nombre memorable, cuenta Miller en el libro, porque 23 es el número de la calle en la que se encuentra el Flatiron en su cruce con la Quinta Avenida. El 23 se considera el número más gracioso de todos, al menos por su presencia en títulos de comedias clásicas.

ahora es más fácil que nunca ver los cortos de Buster Keaton.”
 
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