O
Ondina
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La demanda social no justifica las horas de prime time y los excesos regulatorios que esta generando el tema de la disforia de género .
Toda la vida han habido niños que han jugado con las niñas y niños que han jugado con las niños, y que han podido ser objeto de risas entre los compañeros, pero no más que otros niños “diferentes”. El patio del colegio es donde tomamos conciencia de lo que nos asemeja y nos diferencia de los demás y aprender a aceptar diferencias propias y ajenas es parte del proceso de crecimiento.
Lo que hay que enseñar a los niños (y a algún que otro adulto también) es que todos somos igualmente dignos en nuestra humanidad, sin focalizar la atención sobre esta particular condición o la otra. Los niños que no encajan al 100 por 100 sea en su s*x* biológico, entorno social y familiar, capacidades físicas, intelectuales, psicomotrices, emocionales (todos podemos reconocernos en una discapacidad, disconformidad o diferencia hasta cierto punto, el problema se da en los casos extremos, estamos hablando de grados pues) son críos como los demás, no es necesario “singularizarlos” como una clase aparte. El mundo de los niños es libre y fluido, somos los adultos quienes diagnosticamos, categorizamos, y compartimentamos – y luego los niños copian lo que ven.
Cuidémonos de enseñarles –tanto a los “corrientes” como a los “diferentes”-- que el físico no lo es todo en la vida, que el éxito, la fama y el dinero igual que viene se va, que hay cambios que son irreversibles y que lo que se siente y piensa a los nueve o a los catorce puede ser muy diferente a lo que se siente y piensa a los veinte o a los treinta.
La disforia de género, que en sus casos más extremos puede llevar a pensamientos suicidas y a la automutilación, como en el caso de cualquier otra disforia o neurosis, no es un tema para abordar con ligereza en los realities y en las tertulias televisivas, donde todo se politiza dramatiza, polemiza, trivializa con tal de generar audiencia. Y donde nunca se pierde oportunidad de convertir cualquier circunstancia humana en un “niche” de mercado, un “lifestyle choice”, en un día del orgullo patrocinado por cocacola y el banco santander..
Someterse a una terapia hormonal y meterse en un quirófano para cambiar de genitales es un proceso muy costoso en todos los sentidos que desgraciadamente no siempre tiene final feliz.
Un horror el autobús naranja, pero peor aún el verde cuya única intención es escalar la polémica con el único fin de crear valor para los accionistas de Atresmedia y generar pluses navideños para el marqués y sus pastores.
Toda la vida han habido niños que han jugado con las niñas y niños que han jugado con las niños, y que han podido ser objeto de risas entre los compañeros, pero no más que otros niños “diferentes”. El patio del colegio es donde tomamos conciencia de lo que nos asemeja y nos diferencia de los demás y aprender a aceptar diferencias propias y ajenas es parte del proceso de crecimiento.
Lo que hay que enseñar a los niños (y a algún que otro adulto también) es que todos somos igualmente dignos en nuestra humanidad, sin focalizar la atención sobre esta particular condición o la otra. Los niños que no encajan al 100 por 100 sea en su s*x* biológico, entorno social y familiar, capacidades físicas, intelectuales, psicomotrices, emocionales (todos podemos reconocernos en una discapacidad, disconformidad o diferencia hasta cierto punto, el problema se da en los casos extremos, estamos hablando de grados pues) son críos como los demás, no es necesario “singularizarlos” como una clase aparte. El mundo de los niños es libre y fluido, somos los adultos quienes diagnosticamos, categorizamos, y compartimentamos – y luego los niños copian lo que ven.
Cuidémonos de enseñarles –tanto a los “corrientes” como a los “diferentes”-- que el físico no lo es todo en la vida, que el éxito, la fama y el dinero igual que viene se va, que hay cambios que son irreversibles y que lo que se siente y piensa a los nueve o a los catorce puede ser muy diferente a lo que se siente y piensa a los veinte o a los treinta.
La disforia de género, que en sus casos más extremos puede llevar a pensamientos suicidas y a la automutilación, como en el caso de cualquier otra disforia o neurosis, no es un tema para abordar con ligereza en los realities y en las tertulias televisivas, donde todo se politiza dramatiza, polemiza, trivializa con tal de generar audiencia. Y donde nunca se pierde oportunidad de convertir cualquier circunstancia humana en un “niche” de mercado, un “lifestyle choice”, en un día del orgullo patrocinado por cocacola y el banco santander..
Someterse a una terapia hormonal y meterse en un quirófano para cambiar de genitales es un proceso muy costoso en todos los sentidos que desgraciadamente no siempre tiene final feliz.
Un horror el autobús naranja, pero peor aún el verde cuya única intención es escalar la polémica con el único fin de crear valor para los accionistas de Atresmedia y generar pluses navideños para el marqués y sus pastores.
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