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Pero la sistematicidad de la censura es un efecto. Su causa se halla en la sistematicidad de la resistencia. Foucault ya decía que “donde hay poder hay resistencia”. Ahora bien, la resistencia puede hacer cosquillas o puede incomodar realmente al poder. La censura es fruto de la incomodidad; el poder, cuando censura, despliega su fuerza pero, en ese mismo acto de demostración de poder, deja ver también su debilidad. Y su debilidad consiste en ser desafiado; en verse obligado a dejar caer su máscara democrática para revelar sus mecanismos represivos. Por eso la aprobación a Trump creció del 47% al 51% luego de la censura de Twitter (según Rasmussen), y por eso las acciones de Twitter se desplomaron en la bolsa de valores.La derecha ha hecho bien su trabajo. Aislada de los medios de comunicación tradicionales, supo refugiarse en las redes
El acontecimiento es Trump, pero esto alcanzará potencialmente a todos los disidentes. Las BigTech han mostrado tener más poder que el Presidente del país más importante del mundo que, además, es un empresario multimillonario. Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, SnapChat, suprimieron a Trump de sus redes; plataformas de comercio, pago digital y donaciones como Stripe, PayPal y Shopify lideran un boicot contra las empresas de Trump. ¿Qué queda al hombre común? Mientras algunos libertarios de izquierda justifican la censura y el boicot oligopólico, Ron Paul, el político libertario más importante de la historia del movimiento libertario, acaba de ser bloqueado en Facebook por publicar una opinión considerada “incorrecta” por las “normas comunitarias”.Habrá que seguir combatiendo en las redes hegemónicas, que es donde está la audiencia indecisa
Hay “liberales” que no encuentran en todo esto problema alguno. Al fin y al cabo, argumentan, es una empresa privada, y por lo tanto tienen la libertad de… censurar. Lo comparan con un periódico o con una empresa cualquiera. Comparación patética. La diferencia esencial del mundo digital es que, además de constituir un oligopolio, ha colonizado el espacio público, imponiéndole sus propias reglas y, por tanto, dejándonos a todos sin libertades políticas reales. Y más aún: el mundo online va colonizando sin cesar la totalidad de nuestra existencia, en un desquiciado proceso de privatización de lo público y de publicitación de lo privado. La pandemia aceleró este proceso, y lo que llaman “nueva normalidad” es precisamente eso.Hay que duplicar nuestras presencias: estar en redes alternativas, pero permanecer en redes hegemónicas. Duplicar el terreno de combate