CASO ISABEL CARRASCO, ASESINADA EN LEÓN

'CASO CERRADO'
El agujero negro del asesinato de Isabel Carrasco se queda sin sellar
La serie 'Muerte en León' —que desveló un 'fallo' en la investigación de la muerte de la líder regional del PP— llega a los cines (y a HBO) en una nueva versión con testimonios inéditos sobre el crimen



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Isabel Carrasco, en una imagen de 'Muerte en León'.



CARLOS PRIETO
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CINE

01/03/2019


'Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León y del PP regional, fue tiroteada por la calle el 12 de mayo de 2014. Meses después, el documentalista británico Justin Webster aterrizó en León para rodar una serie de no ficción sobre el asesinato: ‘Muerte en León’. Ni en sus fantasías más entusiastas se podía imaginar Webster lo que pasaría después:

1) ‘Muerte en León’ tuvo un gran impacto a la chita callando: se estrenó de tapadillo en Movistar, pero el boca a boca la convirtió en fenómeno de culto y ahora se puede ver en HBO.

2) Un 'cliffhanger' es una herramienta narrativa para generar suspense, intriga y enganche al final de un capítulo. O cuando el espectador se queda colgado de un precipicio… hasta el siguiente capítulo. Pues bien, al final del rodaje de 'Muerte en León', sus creadores descubrieron un 'cliffhanger' descomunal que alteraba la versión oficial del caso.




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Cartel del filme.



Tres mujeres habían sido condenadas por el crimen de Isabel Carrasco: Montserrat González, Triana Martínez (madre e hija) y la policía local Raquel Gago. Pero ‘Muerte en León’ descubrió un agujero negro en la investigación del supuesto 'caso cerrado': pese a que las llamadas telefónicas de las tres condenadas fueron clave para resolver el asesinato, la policía ‘olvidó’ incluir en el sumario que Triana Martínez —vinculada al PP local— hablaba a diario (incluso el día del asesinato) con Luis Estébanez, asesor del presidente de la Junta de Castilla León y fontanero mayor con despacho en sede oficial. Nada se sabía oficialmente sobre la estrecha relación entre Luis Estébanez y Triana Martínez —el día anterior al asesinato hablaron durante 88 minutos; Triana conservaba una copia de seguridad del móvil del fontanero presidencial en su portátil; entre el 1 de enero y el 12 de mayo de 2014, Triana y Estébanez hablaron por teléfono 247 veces— hasta que llegó ‘Muerte en León’. La serie se cerraba lanzando una pregunta: ¿negligencia u ocultación?

3) Debido a este 'cliffhanger' —y ante el estruendoso silencio oficial sobre las revelaciones de la serie—, Webster se vio ‘obligado’ a rodar una nueva versión para intentar aclarar lo que las autoridades preferían enterrar.







Fracasa mejor

El resultado se llama ‘Muerte en León. Caso cerrado’, y se estrena la semana que viene en algunos cines de Madrid y Barcelona (y en HBO el próximo 22 de marzo). Se trata de una síntesis de la serie (de 253 minutos pasamos a 80) que incluye nuevas pinceladas sobre el asesinato de Isabel Carrasco. La película se cierra con un testimonio clave: el de la jueza que instruyó el caso, incapaz de responder a la pregunta del millón: ¿por qué las llamadas entre Triana y Estébanez no se incluyeron en el sumario? La jueza no lo sabe; lo que sí sabe es que no fue cosa suya. “Lo que no está en el sumario... yo no tengo constancia”, asegura la jueza, que remite a Webster a hacer esa pregunta a la policía... que dará al director la callada por respuesta. Los unos por los otros, la casa sin barrer... y el agujero negro sin sellar.

La peripecia leonesa ha dejado a Webster con una sensación extraña que explica citando a Beckett: “Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”. “El ‘fracasa mejor’ de Beckett resume mis sensaciones ahora mismo. La idea del segundo intento era lograr una respuesta más clara, un final más definitivo, pero quizá lo que hace el nuevo filme es abrir nuevos interrogantes”, cuenta Webster a este periódico.

Una de las hipótesis que maneja Webster podría resumirse así: al margen de lo que supiera Luis Estébanez sobre las paranoias e intenciones de Triana Martínez, e incluso aunque no supiera nada de nada, podríamos estar ante un "amaño” de pruebas, una ocultación para limitar el alcance político del juicio por el asesinato de Isabel Carrasco. Como si se hubiera querido cercar y cerrar el caso cuanto antes. Control de daños. Porque, más allá del asesinato en sí, quizá los trapos sucios del PP local eran demasiado sucios como para lavarlos en un juicio delante de toda España. Ya lo arreglaremos en privado si eso.

El contexto
La serie explica el contexto que hizo posible que una ama de casa pierde el norte y acribille a un líder político en plena calle

El punto fuerte de ‘Muerte en León’ era que el relato canónico del caso le parecía incompleto. La versión oficial dice: dos locas mataron a Isabel Carrasco por resentimiento/porque una de ellas había sido fulminada de la Diputación de León por la lideresa. No es que este relato fuera falso; era bastante cierto, de hecho, pero solo explicaba en parte lo ocurrido, venía a decir la serie. ‘Muerte en León’ se centraba en la descripción de un microcosmos —la Diputación de León— atravesado de arriba abajo por las cadenas de favores y la corrupción. O el contexto que hizo posible que un ama de casa perdiera el norte y acribillara a una líder política en plena calle. Todo ello en un clima de temor reverencial: casi todos en el Partido Popular parecían temer y odiar a Isabel Carrasco. En privado. Quizás no era el clima más saludable para dos mujeres -Triana y Montserrat- que no necesitaban que nadie les calentara la cabeza: ya estaban suficientementedesquiciadas e inflamadas contra Carrasco.

El abogado de la familia de Isabel Carrasco hizo las siguientes preguntas a Triana Martínez durante el juicio: “¿Quién le daba dinero para pagar la hipoteca? ¿Era a cambio de algo? ¿Alguien la indujo a cometer el asesinato? ¿Quién es su pareja? ¿Es enemigo político o personal de Isabel Carrasco? ¿Todos los que le dijeron que la iban a ayudar eran enemigos personales de Isabel Carrasco?”. En el nuevo filme, el abogado se reafirma y sube la apuesta: “Muchas de esas preguntas volvería a hacerlas hoy. Creo que hubo un planificador... Yo a la madre la creo capaz de apretar un gatillo y hasta 20 [gatillos], pero no la veo capaz de planificar cómo apretarlo, no sé si me explico. ¿Que ella compró el arma [del crimen]? No me lo creo, aunque me lo cuenten cien veces… Ese es el misterio”.

Creo que hubo un planificador. Yo a la madre la creo capaz de apretar un gatillo y hasta 20 [gatillos], pero no la veo capaz de planificar cómo apretarlo

Llegados a este punto, es inevitable resucitar las últimas palabras de Triana Martínez durante el juicio. Lo que entonces sonó a errático alegato de defensa ahora se puede interpretar como inquietantemensaje a terceros:

—Tiene usted derecho a decir la última palabra antes de que concluya el juicio. ¿Quiere usted hablar?

—Sí. Quiero decir que me da mucha pena haber escuchado a muchos de los testigos... que han venido a decir mentiras, que no se acordaban de sucesos que pasaron, [que decían que] casi no me conocían o que no eran amigos, otros también han desaparecido, no han querido venir, están ausentes… Bueno, eso.

Bueno, eso: circulen, aquí no hay nada que ver.


https://www.elconfidencial.com/cultura/2019-03-01/isabel-carrasco-muerte-en-leon-hbo-cine_1854782/
 
Muerte en León: de asesinas, bichos y fracasos
Publicado por Bárbara Ayuso
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Tres disparos, tres certezas: no me arrepiento, lo volvería a hacer, no estoy loca. Han pasado mil setecientos setenta y cinco días desde que Montserrat González asesinó a Isabel Carrasco, presidenta de la diputación y del PP de León. Si volviera a ese 12 de mayo de 2014, le descerrajaría un tiro por la espalda, dos más cuando cayera al suelo. Otra vez. Lo dijo en el juicio, se lo dijo a los policías que la detuvieron y lo repite desde la cárcel: lo volvería a hacer. «Como hay Dios», enfatiza.

El caso se parece bastante al recuerdo colectivo que se guarda de él: dos mujeres se confabularon para matar a una política todopoderosa en la provincia. La madre quiso quitar de en medio a la mujer que se las hacía pasar canutas a su hija, Triana Martínez, que también participó en el crimen. Todo eso es cierto, así lo esclareció el juicio. El relato era truculento, pero de aristas romas: no había interés político, eran dos desquiciadas con un arma de fuego.

Ese día el periodista británico Justin Webster (Aldershot, 1963) estaba mirando donde mirábamos todos: a un crimen delirante. Pero vio lo que nadie vio. Que algo no encajaba: «Venganza personal», decían los titulares. «Una mujer de cincuenta y seis años que mata a otra de cincuenta y nueve, en una ciudad pacífica, provincial. Todos son miembros del Partido Popular. Quizás porque lo miré con ojos de extranjero, sentí que tenía que haber mucho más detrás para conducir a un hecho tan extraordinario», cuenta.

Esa frágil intuición —que había una historia que contar pero no era la que se estaba contando— fue el germen de Muerte en León, la serie documental que estrenó en 2016 Movistar+ sin demasiadas alharacas. Quizás no fuera su intención, pero se convirtió casi instantáneamente en una serie de culto. Si a alguien le disgustó no se hizo oír demasiado. Fascinaron sus cuatro capítulos, un chute constante de asombro adictivo. Sobre todo, porque nos estampó de bruces contra nuestra propia ilusión: sabíamos quiénes eran las asesinas, pero no teníamos ni idea de lo que realmente había detrás del asesinato de Isabel Carrasco.

El documental (gélido, riguroso) desvelaba detalles (morbosos, surrealistas, insólitos) que los gacetilleros habían pasado por alto. Desde la enfermiza relación maternofilial a los policías de Burgos, el chanante abogado de la defensa o la enigmática policía Raquel Gago, y especialmente la figura de una política que hizo del Palacio Los Guzmanes un House of Cards castellano de outfits imposibles. Indagando en ese ecosistema de corruptelas y paranoias, la muerta se convirtió en una villana caciquil y fascinante y las vivas en un enigma irresoluble. Las cuatro horas de metraje llenaron a rebosar las lagunas —informativas— del caso, al tiempo que dirigían el índice hacia verdaderos secarrales. Y, además, arrojaron una sombra sobre la luminosa sentencia que parecía dejar todo atado: ¿hubo alguien más involucrado en el asesinato de Isabel Carrasco? ¿Se ocultaron pruebas deliberadamente?

A esa pregunta trata de responder la segunda parte, que estrenará pronto HBO. Porque ya sabemos que, a veces, los misterios no se resuelven cuando el asesino confiesa, ni cuando está entre rejas. Esta es una de ellas.

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Isabel Carrasco en un fotograma del documental.
***

P: ¿Fue el asesinato de Isabel Carrasco un crimen político?

Justin Webster: Sí, en un sentido amplio del término.

El director nos recibe horas antes de que la segunda parte, Muerte en León: caso cerrado, se estrene en cines. Que hoy la prensa se dé tortas para hablar con él sobre los vericuetos del documental da la medida de cuánto han cambiado las cosas en los tres años que han transcurrido desde la primera entrega. Por entonces, cuando se lanzó a rodar una serie de no ficción sobre el asesinato de Isabel Carrasco, (casi) todo eran puertas cerradas. Ni siquiera los periodistas que habían cubierto el caso sabían si podían ser demasiado colaborativos. «Me enteré de que había medios de comunicación, medios importantes, que no podían indagar demasiado sobre el asesinato. A muchos les habían parado los pies en la investigación, pero con nosotros no pudieron porque somos independientes en el sentido de que yo no trabajaba para un medio que me pudiera decir que no podía escribir esto o filmar lo otro», explica.

De hecho, cuando se cae en la tentación de afirmar eso de que Muerte en León es nuestro Making a Murderer ibérico, el aterrizaje del True Crime en España, Webster se recoloca en la silla. Tiene mucho que matizar al respecto. Eso que llamamos auge de los documentales que revisitan crímenes o sucesos pasados para él no es tal. Ni es un auge, ni es tan mayoritario ni tan (aparentemente sencillo) de replicar: «El que comenzó este subgénero en 2005, The Staircase, pudo hacerse porque su director había logrado un Óscar el año anterior, y eso le hizo ganar la confianza de la BBC para que la produjese. Pero las creadoras de Making a Murderer pasaron diez años trabajando solas, hasta que en el último año Netflix les dio su apoyo. Después vinieron The Jinx, Wild Wild Country y Serial, que ha tenido una influencia tremenda en la cinematografía también. Pero si lo miras bien, no hay tantos en el mundo. Y la razón es muy sencilla: es muy difícil que las televisiones te digan que sí. Tú llegas con un proyecto que básicamente dice que vas a estar dos años filmando un caso que no sabes cómo va a acabar, no estás seguro de si tendrás acceso a sus protagonistas y además no puedes dar un plazo de entrega». Los que ponen el dinero quieren respuestas sólidas, pero los proyectos acostumbran a presentarse como una maraña de preguntas. De hecho, una de los hallazgos más valiosos de su investigación apareció ante ellos sin que lo estuvieran buscando.

Webster cree que tuvo suerte entonces, aunque junto al productor y guionista Enric Bach arriesgó mucho. Confiesa que lo más trabajoso fue desentrañar y hacer comprensible el «ecosistema» político y social de la ciudad, el impacto que tuvo un asesinato a cuyo escenario los leoneses se refieren ahora como «el puente del bicho» o «el puente de Triana», indistintamente. Hoy la serie resucita en la plataforma HBO, que ha apoyado la segunda entrega que trata, en palabras de su director de «llenar el vacío que me dejó el final de la primera».

En ella, recordemos, se desvela que ciertas llamadas telefónicas de Triana Martínez jamás se investigaron. No se incorporaron al sumario judicial, y las partes no tuvieron acceso a ellas. En ningún modo es una omisión menor: Muerte en León destapó que durante los cuatro meses anteriores al asesinato en el puente, Triana habló todos los días (salvo uno) con un misterioso número de teléfono. La víspera del crimen, la llamada se prolongó más de una hora. El mismo día en el que su madre tiroteó Carrasco, Triana solo llamó a tres números: su madre, Raquel —ambas condenadas— y ese tercer teléfono. Un hecho tan insólito ante el que el exfiscal anticorrupción Carlos Castresana decía que solo existían dos posibilidades: «Ha podido no verse o ha podido verse y ocultarse. Y ambas son graves». Preguntada al respecto por el equipo de Webster, la policía aseguró que habían investigado las comunicaciones de Triana (igual que las del resto de acusadas) y que si el número misterioso aparecía en los registros, se habrían puesto en contacto con él, pero no había aportado información relevante.

Pero era mentira. Muerte en León descubrió que el número pertenecía a un asesor y amigo personal del presidente de la Junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera. Ningún policía ni abogado había intentado jamás localizar a este asesor, cuyo nombre sale a la luz en esta segunda parte: Luis Estébanez. Webster habla con él, que responde con evasivas increíblemente vagas: «A todas las preguntas que yo le planteaba, su solución era que dos y dos sumaban cinco, no eran en absoluto convincentes», apunta. En el nuevo material podemos ver cómo Estébanez pretexta que esas intensas comunicaciones con Triana se debían a que ella le solicitaba trabajo, y él no podía ayudarla. Durante doscientas cuarenta y siete llamadas. «Además de frustrado, porque no era capaz de explicarme nada, me sentí fuera de lugar hablando con él. Porque en todo momento pensaba que no debía ser yo quien estuviera tomándole testimonio por teléfono a ese hombre, verificando si está mintiendo o no, o si esas llamadas tenían algo que ver con el asesinato o no. Tenía que haber sido la policía», dice Webster.

Pero no lo hizo. Y no sabemos lo lejos que estuvo de hacerlo hasta que Muerte en León: caso cerrado, descubre por qué no solo no se investigaron esas llamadas, sino ninguna otra de Triana Martínez. Es más: la policía ni siquiera tuvo en su poder el historial telefónico. El porqué es una tan chapuza épica que no revelaremos aquí, pero que descarta con contundencia uno de los dos escenarios apuntados por Castresana.

P: Hubo una ocultación de pruebas deliberada en el asesinato de Isabel Carrasco?

J. W.: Eso es lo que sostenemos en el informe. Las pruebas demuestran que fue deliberada.

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Justin Webster. Imagen: HBO.
El director y su equipo recopilaron todas las evidencias en un informe que entregaron a la Jefatura de Policía de León. ¿Qué ocurrió con él? «Contestaron un mes más tarde diciendo que no iban a hacer comentarios. Fue muy descarado».

Webster intentó ir más allá. En esta segunda parte lleva todos estos datos ante la jueza que instruyó el caso de asesinato, a la que se pregunta por esas doscientas cuarenta y siete llamadas y por todas las demás. La respuesta solo puede resumirse como un balbuceo mayúsculo. Aunque Webster renuncia a especular sobre el por qué de esta ocultación, algo se le escapa: «Tanto ella como el fiscal decidieron que esto era un caso cerrado, y convenía liquidarlo rápidamente».

Él sostiene que, sobre todo al principio de la investigación, se actuó con urgencia y se forzaron ciertos extremos para que encajaran en la teoría de un crimen no político, aunque fuera a martillazos. «Creo que se forzó esa hipótesis por motivos buenos y malos. Los buenos era no dejar que esto se convirtiera en un circo, no airear conclusiones precipitadas, porque era una situación potencialmente explosiva. Recuerdo que en los primeros momentos del crimen incluso hubo gente culpando a Podemos y a los escraches, aunque duró tres minutos». Pero también los hubo malos: «Se renunció a investigar la trama política, esta se desechó muy rápidamente. Hubo incluso un titular de El País que lo tildó de “crimen no político”. Es curioso. Desde luego que podía darse el caso de que efectivamente no lo fuera, pero la decisión de encajarlo ahí fue demasiado rápida». Aun así, Webster no plantea una enmienda a la totalidad del juicio: «No creo que fuera un desastre absoluto. Creo que hay puntos en los que sí lo fue, porque no se pueden amañar pruebas. Empiezas con eso y acabas como Villarejo», sentencia.

Otros cabos sueltos

Al margen del asunto de la llamadas, el documental proporciona también un repaso al resto de cabos sueltos del caso. Pero no a todos, hay una criba. «Muchas tramas, en esta segunda parte, se eliminaron, no porque no fueran importantes, sino porque al final quedaron como algo insustancial, como el presunto acoso sexual de Isabel a Triana. Es muy llamativo, pero no muy fiable», explica Webster.

El papel de Raquel Gago en el asesinato permanece como gran incógnita, también para él. La única de las condenadas de las que Webster tiene la certeza que ha visto los cuatro episodios de Muerte en León. «Montserrat y Triana creo que están a otras cosas», aclara. La expolicía incluso utilizó la información revelada en la serie en su recurso al Supremo, con nulo éxito. El director opina que la defensa de la expolicía en el juicio fue mejorable y fracasó a la hora de demostrar el papel que ella desempeñó ese 12 de mayo. «La explicación racional, para el juez del tribunal y también para mí, es que fue engañada por Triana, pero su abogado no defendió esa teoría, no hizo ese relato. Quedó la sensación de que no lo estaba contando todo. En cualquier caso, creo que debía haberse aplicado con ella el in dubio pro reo». Webster habla de una llamada —a las 17:36— que podría ser clave para probar su inocencia, pero fue un indicio no explorado en procedimiento. Aun así, no es lo más chocante: «Hay un agravio comparativo entre Raquel y Triana, es evidente. La investigación de las llamadas de Raquel sí produce pruebas que son parte de su condena, que se usaron el juicio. Se revela, por ejemplo, la relación secreta que tenía con Fernando, pero nadie investigó quién era el amante o novio de Triana, teóricamente también vinculado al PP».

P: ¿Podía ser Luis Estébanez ese novio al que tampoco se investigó?

J. W.: Él dice que no. Triana también dice que no. En otras cosas hay contradicciones en sus testimonios, pero en esto no. Yo no puedo especular, aunque desconfíe.

Webster no sabe, con certeza, si hubo alguien más involucrado en el asesinato de Isabel Carrasco. Desconoce los detalles de la relación que mantenían Triana y el asesor de Herrera. Ella no le ha confesado quién era su pareja, quién le pagaba la hipoteca o si su madre tuvo ayuda para comprar la pistola con la que mató a Isabel Carrasco. «No está en su interés inculpar ni a Estébanez ni a nadie más», aclara. Pero sí está convencido de que en el espacio intermedio entre lo que dice Triana y lo que calla dormitan buena parte de las respuestas.

Concretamente, en las últimas palabras que ella pronunció en el juicio, un alegato atropellado:

«Quiero decir que me da mucha pena haber escuchado a muchos de los testigos… que han venido a decir mentiras, que no se acordaban de sucesos que pasaron, que han dicho que casi no me conocían o que no eran amigos, otros también han desaparecido, no han querido venir, están ausentes… Bueno, eso», concluyó.

Para el director resulta evidente que esas palabras tenían unos destinatarios claros: los enemigos políticos de Carrasco. «Ella sentía, igual que su madre, que estaban haciendo algo bien. Algo bueno. Se refirieron a pubs concretos donde se especuló sobre la necesidad de quitar de en medio a Isabel Carrasco. ¿Eso es signo de locura o de algo más?», se pregunta. «Yo creo que esto es el meollo del asunto: lo que Triana sentía hacia su entorno y cuál era, en realidad, esa relación con su entorno. Pudo fabricarla en su cabeza o pudo ser real, pero no lo sabemos», dice.

Webster tiene una frase de Samuel Beckett preparada para ofrecerla como resumen de sus sensaciones ante la nueva entrega del documental: «Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor», recita. Cree que los ochenta y ocho minutos de Muerte en León: caso cerrado son la crónica de un fracaso. «Lo es porque acaba con un interrogante, aunque resuelva otros que también son importantes». Se nota que no trata de mantener el suspense, sino que se admite derrotado por él: «El título es irónico, porque el caso no está cerrado en absoluto, pero nos hemos encontrado con un muro y una nula intención de investigar por parte de las autoridades». De momento, él entrecierra la puerta y deja en el aire si volverá a intentarlo, como decía Beckett en Rumbo a peor. Culmina el proyecto tal y como lo empezó: sin una conclusión clara
https://www.jotdown.es/2019/03/muerte-en-leon-de-asesinas-bichos-y-fracasos/
 
"La gran duda en el asesinato de Isabel Carrasco es por qué no se investigaron ciertas llamadas deliberadamente"

Creación cultural

La serie Muerte en León vuelve en forma de película documental extendiendo la investigación sobre el asesinato de Isabel Carrasco y las incógnitas que siguen sin resolver

Ni la policía ni la jueza instructora tuvieron en cuenta las repetidas llamadas de Triana Martínez a Luis Estébanez, asesor del presidente de la Junta y León

"Uno de los grandes misterios es cómo una mujer como Monserrat González, un ama de casa de 58 años, pudo convertirse en una asesina con la frialdad de un sicario", se pregunta Webster

José Antonio Luna
12/03/2019 - 21:23h
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Justin Webster, periodista y director de 'Muerte en León'

"En el asesinato de Isabel Carrasco hubo más que tres mujeres locas por una venganza"
Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León, fue asesinada el 12 de mayo de 2014 en plena calle. El crimen se efectuó en una pasarela que la política atravesaba cada vez que se dirigía desde su domicilio a la sede del PP. Ese día, sin embargo, no llegó a cruzarla entera. Montserrat González encañonó su espalda y disparó en dos ocasiones. Una vez desplomada en el suelo, la remató con un tiro en la nuca. Parecía una asesina a sueldo profesional, pero en realidad se trataba de un ama de casa de 58 años. Fue detenida junto a su hija Triana Martínez, ambas militantes del mismo grupo político que lideraba la víctima y condenadas a más de 20 años de cárcel.

El crimen de Isabel Carrasco fue un plan ejecutado con frialdad del que todavía hoy quedan dudas por resolver. El caso está cerrado, pero ni se sabe con exactitud la procedencia del arma homicida ni las razones de para la implicación de Raquel Gago, policía local y amiga íntima de Triana. Ocultó que se había encontrado con las asesinas justo antes de que llevaran a cabo su plan, y solo lo admitió cuando, según su versión, acabó encontrando por sorpresa el revólver escondido bajo el asiendo del copiloto en su propio coche. Finalmente, fue condenada a 14 años de cárcel por el Tribunal Supremo.

Los medios explicaron los hechos bajo la etiqueta de "venganza personal" por el supuesto acoso laboral de Carrasco a Triana, pero había mucho más. Entre otras cosas, el contexto político: una división dentro del propio PP de León (que traspasaba la región) entre simpatizantes y detractores de Isabel Carrasco, que llegó a hacerse con el control de gran parte de la comunidad.

Bajo esta premisa empezó a trabajar el periodista y director británico Justin Webster, que estrenó una serie de no ficción sobre el caso en Movistar +. Esta terminaba con una revelación: en el sumario no había ni rastro de Luis Estébanez, asesor del presidente de la Junta de Castilla y León con el que Triana mantuvo hasta 247 conversaciones en los meses previos al asesinato, incluidas llamadas durante el mismo día de los hechos.

Muerte en León: caso cerrado, película documental que se proyectará en cines de la propia localidad y se estrenará en HBO el próximo 22 de marzo, recupera parte de lo reflejado en la serie y añade entrevistas como la de la jueza instructora del caso para intentar comprender por qué se produjo la aparente ocultación de pruebas. Un final algo más redondo de una historia que no deja de suscitar nuevas preguntas.

Cinco años después del asesinato todavía quedan muchas lagunas por aclarar. ¿Qué responde esta película que no hace la serie?

Intenta tener un final más definitivo. Teníamos la insatisfacción haber acabado la serie con una pregunta y ahora toda la historia se cuenta de otra forma con muchos detalles rescatados de los brutos que no entraron y que este momento tiene un gran significado porque queríamos dar una respuesta más clara. En parte he fracasado, porque hemos llegado hasta donde podíamos llegar y, aunque la pregunta está contestada, seguimos con muchas más.

Ni la policía ni la jueza instructora han tenido en cuenta vuestra revelación: que no había registro de las llamadas salientes de Triana. ¿No genera algo de impotencia el resultado?

No investigamos las llamadas de Triana con este fin, sino para hacer un retrato más profundo de quién es ella y llegar a personas que nos han hablado fuera de cámara y no salen en la película. Este esfuerzo de analizar las llamadas era solo por eso, pero las últimas semanas de la investigación vimos que aparecía Luis Estébanez y empezamos a profundizar. Con la serie llegamos hasta donde pudimos llegar, pero necesitaba una respuesta más clara y racional a todo esto.

También escuchamos la voz de Luis Estébanez, que en el último capítulo de la serie no se incluye. ¿Qué cambió para que se pudiera incluir esa llamada?

Creo que es la necesidad de mostrar la realidad de esas llamadas y de incluir sus respuestas. No le acusamos de nada porque no lo sabemos, pero él es el ejemplo de la 'no-investigación'. Esperaba obtener una explicación más racional, pero llegando al final, a la juez instructora y luego a la policía, vi que no íbamos a conseguir más.

¿Y cuál es la mayor duda que tiene con respecto al caso?

La gran duda es por qué estas llamadas no fueron investigadas de forma deliberada.

¿Ha recibido presiones o amenazas?

No, nosotros somos completamente independientes y es difícil hacer esto. Creo que había ciertas presiones a otros, pero no a nosotros. Lo único que esperaba, quizá por mi experiencia de trabajar más en otros países que en España, es que con el final de la serie habría otros medios o periodistas interesados en coger el hilo para seguir preguntando. Pero, salvo excepciones, hubo un silencio genérico. Nadie preguntó a la policía, me pareció sorprendente.

¿Qué fue lo que más le chocó durante las llamadas telefónicas con las asesinas?

Uno de los grandes misterios es cómo una mujer como Monserrat González, un ama de casa de 58 años, podía convertirse en una asesina con la frialdad de un sicario. Ella se reafirmaba, y en nuestra conversación con ella en la cárcel ella se mostraba muy convencida de la maldad extrema de Isabel Carrasco y de que todo el mundo estaba de acuerdo con ella. Ella en el juicio no fue diagnosticada por los forenses de locura, con lo cual esto apuntaría a un ambiente propicio para esto.

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Justin Webster y Enric Bach, los periodistas autores del documental, durante su investigación. Fotograma de 'Muerte en León' (Movistar+).



De hecho, en un momento del documental se palpa que el clima de animadversión en León contra Carrasco pudo haber colaborado a que esto ocurriera. ¿Es solo odio o algo más?

Poco después del asesinato aparecieron comentarios de que seguramente había sido la extrema izquierda matando a una pepera, pero el odio que conduce a un asesinato así es extraordinario y la venganza personal no es explicación suficiente, ya que si no habría asesinatos en todas las ciudades españolas constantemente. Hubo algo más, y ese algo más y cómo conecta con las asesinas es parte del misterio.

¿Cree que en el proceso judicial se ha tenido en cuenta como es debido la relación de Triana con ciertos grupos del PP contrarios a Isabel Carrasco?

Salió muy poco en el juicio, ya que no fueron llamados a testificar. La sensación es que la investigación fue de alguna forma acotada. Habían indicios para investigarlo, sobre todo con un testimonio de Monserrat en el que aseguraba que esto no habría sucedido si Rajoy hubiera decidido cambiar a la presidenta. Esto es una locura, obviamente, pero como se cuenta en la película también habían movimientos dentro del partido contra Isabel Carrasco.

El odio a Isabel Carrasco tenía dos partes. La primera es producto de su carácter, de su forma agresiva y cruel, y es la forma de odio más comprensiva a pesar de que no justifica nada. La segunda es por sus virtudes, porque era muy lista, trabajadora y sabía moverse en la política como nadie.

Tampoco queda clara la implicación de Raquel Gago, la tercera condenada. En un primer momento quedó en libertad con cargos, luego fue acusada y finalmente su condena pasó de 12 años de cárcel a 14 tras pasar por el Supremo. ¿Con qué realidad nos quedamos?

Creo que el momento más clave de la duda sobre ella fue cuando el juez la condenó cinco años por encubrimiento porque le parecía que las pruebas no eran claras. Sin embargo, el jurado no pudo creer que ella hubiera tomado té con Triana por la tarde y luego estuviera en este sitio por casualidad, básicamente es esto. Hay muchas dudas sobre si ella sabía o no, pero Raquel nunca ha dicho que fue engañada por Triana, y esta me parece la parte más débil de su defensa.

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Montserrat González y Triana Martínez en el juicio EFE



Después de asistir a irregularidades y a dudosas resoluciones, ¿qué confianza nos queda en la justicia?

No creo que esto sea una crítica a toda la justicia, sino una contribución para la mejora. En este caso se pone el foco en la 'no-investigación' de ciertas cosas, y es importante que la gente sepa que esto pasa. No necesariamente tiene que perderse la confianza en la justicia, sino que quizá debemos ser más vigilantes o conscientes de estas posibilidades. No es para perder la fe, es para involucrarnos más y que funcione mejor.

¿Habrá otro capítulo de Muerte en León?

Ha sido un esfuerzo importante llegar a este final más definitivo y hemos topado con varias puertas cerradas, así que por el momento no creo que podamos progresar más. En el futuro quizá habrá que valorar si se puede tener la visibilidad suficiente para poder seguir, pero por el momento es difícil.
https://www.eldiario.es/cultura/cin...investigaron-deliberadamente_0_877013007.html
 
Me gustó mucho "Muerte en León" cuando se emitió en Movistar. No sé si ahora en HBO hay muchas diferencias.
He encontrado en ivoox un podcast titulado "Juicio Isabel Carrasco" con varias declaraciones de las mujeres juzgadas (madre, hija y amiga), el forense, el policía, etc...

https://www.ivoox.com/podcast-juicio-isabel-carrasco_sq_f1267645_1.html

Las periodistas Isabel Abajo y Ángela Domínguez escribieron en 2016 "El crimen de León":



https://www.laregion.es/articulo/fo...aso-isabel-carrasco/20160303073623605265.html
 
Las que habéis visto "Muerte en León", no os parece que al testigo del juicio que dice que Raquel Gago estaba "parada" "esperando" en la calle le falta un hervor? Quiero decir, en su declaración repite las palabras que le dice el fiscal y no parece que tenga muchas luces.
 
Las que habéis visto "Muerte en León", no os parece que al testigo del juicio que dice que Raquel Gago estaba "parada" "esperando" en la calle le falta un hervor? Quiero decir, en su declaración repite las palabras que le dice el fiscal y no parece que tenga muchas luces.

Ese es uno de los testimonios que me llaman la atención. No sé si es por la tensión nerviosa o porque le falta un kilo para la patata.
 
Las que habéis visto "Muerte en León", no os parece que al testigo del juicio que dice que Raquel Gago estaba "parada" "esperando" en la calle le falta un hervor? Quiero decir, en su declaración repite las palabras que le dice el fiscal y no parece que tenga muchas luces.
Yo siempre he pensado que era inocente, o por lo menos las que más dudas presentaba para poderla condenar tantos años, no se si el resto pensáis lo mismo.

El testimonio de ese hombre no tendría que tener validez, los policías de Burgos huelen a kilómetros ...
 
Yo siempre he pensado que era inocente, o por lo menos las que más dudas presentaba para poderla condenar tantos años, no se si el resto pensáis lo mismo.

El testimonio de ese hombre no tendría que tener validez, los policías de Burgos huelen a kilómetros ...

Me da la sensación de que Raquel no sabía que iban a cometer el crimen, lo supo a posteriori, entró en shock y no supo reaccionar a tiempo. Ideó el plan de la botella de agua desparramada como excusa para entregar el arma, pero a la pobre le salió fatal. Se pegó ella misma un tiro en el pie con ese montaje tan burdo.
 
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