CAROLINA DE MÓNACO Y SUS RECUERDO DE INFANCIA

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Carolina de Mónaco: "Hasta los 14 años no nos sentamos a la mesa con nuestros padres"
'ROYALS'
Infancia en palacio
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  • 10 ABR. 2018 11:29
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Carolina de Mónaco, en una imagen del pasado mes de noviembre. GTRES
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Por el 60 cumpleaños de Alberto de Mónaco, la familia Grimaldi ha compartido en un libro recuerdos de su niñez nunca antes desvelados

Alberto de Mónaco cumple 60 años, con imagen de marido correcto y padre orgulloso

El 60 cumpleaños del príncipe Alberto de Mónaco, el pasado 14 de marzo, significó un gran cambio en la familia real monegasca. Por primera vez, sus miembros se abrieron un poco al mundo exterior para contar algunos detalles de su vida privada en un libro dedicado al marido de Charlènne de Mónaco y titulado Alberto II de Mónaco, el hombre y el príncipe, obra de los periodistas Isabelle Rivière y Peter Mikelbank..

En él, la familia comparte algunos de sus recuerdos, entre los que se encuentran los de la princesa Carolina de Mónaco, protagonista de algunas de las confesiones más sorprendentes.

En las páginas, Carolina explica que la relación con sus padres no era idílicay que tanto ella como su hermano, el príncipe Alberto, estaban muy unidos a la que era su niñera, Maureen Wood, con quien pasaban la mayor parte del tiempo. De hecho, la relación con la institutriz era más cercana que la tenían con sus padres.

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Portada del libro 'Alberto II de Mónaco, el hombre y el príncipe', de Isabelle Rivière y Peter Mikelbank
"Hasta que no tuvimos 14 años no pudimos comer con nuestros padres", confiesa la madre de Carlota Casiraghi. "Para mi hermano y para mí, Maureen era la figura principal de nuestras vidas... Cuando éramos pequeños, seguramente estábamos más unidos a ella que a nuestros padres".

La hija de Rainiero de Mónaco y Grace Kelly también recuerda en el libro que ella y Alberto se ponían muy tristes cuando su niñera se iba de vacaciones en verano. "Cuando ella se marchaba, Alberto y yo la decíamos '¡no te vayas, no te vayas!' y estábamos tristes durante días. Más veces que menos, nuestra madre terminaba llamándola para preguntarle si podía volver a casa antes de lo planeado", revela Carolina.

De hecho, la propia Maureen cuenta en la obra que, en 1964, cuando los príncipes monegascos asistieron a la boda de los reyes Constantino y Ana María de Grecia, preparó una fiesta para los hijos de Grace Kelly, que estaban muy disgustados porque no habían sido invitados. "Decidí que podíamos tener nuestra propia cena de gala en palacio. El chef preparó un menú especial, Carolina se puso uno de los vestidos de su madre, Alberto un uniforme y yo también un vestido. Pusimos músico y bailamos", cuenta.
 
Muy típico de esa época. Los que eran ricos eran cuidados por sus nannies y los padres se dedicaban a vivir.

Incluso Monaco donde la corte debe ser la mas relajada de Europa (o mas bien Liechtenstein que parece la casita de la pradera) tiene un protocolo a seguir y seguro mas rigido en la epoca de Rainiero. Dicen que a la hora de sentarse en la mesa Grace siempre lo hacia hasta que Rainiero se hubiera sentado primero, no me extrana lo que dice Caroline sobre comer con sus padres, sin embargo supongo que ella se refiere a comidas formales. No creo que Grace antes de eso no hubiera comido con ellos en algun momento.
 
Los hijos mayores de la Duquesa de Alba explicaban algo parecido.Mucha disciplina y unos padres alejados se veían poco a los hijos.
Con los menores Eugenia y Cayetano la cosa se relajó más, también envidio.
 

Esto ya se dijo cuando hizo aquella entrevista de la revista francesa Madame Figaro, junto con Carlota.


Era la vida que se hacia antes. Las niñeras han estado siempre presentes en la vida de los ricos. Tambien tenian clases particulares en palacio y no iban al cole. Grace le dijo a Carolina que no tendria que estudiar porque no necesitaba trabajar. Estefanía no estudió.

Muy raro que les dijeran que no tuvieran amigos.

Los principes de Suecia tambien dijeron que veian muy poco a sus padres, lo dijo Magdalena.

La triste, solitaria y desconocida infancia de Carolina de Mónaco: Rainiero no les dejaba tener amigos, pasaban más tiempo con la niñera que con su madre, Grace Kelly, y tenía que esconderse para leer libros porque lo tenía prohibido​

Creció en una jaula de oro, reconoce ella misma, y con la idea de que las mujeres no tienen por qué estudiar. Pero Carolina de Mónaco venció los prejuicios de su madre y fue a la Universidad. De su infancia a quien más recuerda es a su «nanny».​

Pincha para ver como Carolina de Mónaco ya llevó todas las tendencias del otoño hace más de 30 años: los looks royal que querrás copiar esta temporada/getty images
/ getty images
ELENA CASTELLÓ Lunes, 6 septiembre 2021, 15:39

«Teníamos más contacto con nuestra niñera que con nuestros padres». Así recuerda su infancia la princesa Carolina de Mónaco, la hija mayor de Grace y Rainiero de Mónaco, nacida en 1957, en una biografía sobre su hermano Alberto, «Alberto II, el hombre y el príncipe», escrita por los periodistas Isabelle Rivère et Peter Mikelbank, y publicada hace tres años. Lo primero que la princesa rememora de sus años de niña es su estrecha relación con su hermano, con quien se lleva apenas 12 meses. Siempre estaban juntos, siempre se seguían el uno al otro. Luego está su «nanny» inglesa, Maureen King, a la que siempre recuerdan ambos con nostalgia.

A pesar de que solían ver a sus padres tres veces al día «algunas veces» y pasar el verano con ellos en Rocagel, su propiedad en los acantilados de Mónaco, el personaje central en sus vidas fue siempre su «nana», como la siguen llamando. La joven cuidadora tenía 19 años cuando entró al servicio de la familia Grimaldi, poco después del nacimiento de Alberto. Ella se ocupaba de toda la vida cotidiana de los niños –junto con un ama de llaves francesa– y no se separaba nunca de ellos. Solo una vez al año, en verano, porque se marcha de vacaciones. Cuando el coche que la lleva al aeropuerto se pone en marcha, Carolina y su hermano recorrían el sendero de entrada tras él, gritando «¡No te vayas!». Maureen King dejó la familia un año después del nacimiento de Estefanía.

Entonces empieza para los niños Grimaldi la dura vida de un niño de la realeza. Reciben clases en Palacio, acompañados de otros tres niños cuidadosamente seleccionados entre las familias más importantes de Mónaco. Pero la relación con ellos era muy formal. Carolina y Alberto fueron educados, según recuerda la princesa, en una jaula de oro. Su padre, el príncipe Rainiero, no podía imaginar que se pudiera desear tener amigos. Siempre les inculcó que desconfiaran de los demás y que entendieran que la familia era suficiente. Por esta razón, Carolina y Alberto estaban todo el día juntos. Pero había algo diferente además para la princesa: su propia madre le decía que no necesitaba ir a la escuela, que no era necesario para las mujeres
Los príncipes protegen a sus hijos de la intrusión mediática, pero los niños no escapan a las sesiones de fotos oficiales. «Nos sentíamos como parte de un decorado», observa Carolina, que recuerda que eso les entristecía. Además, a pesar de la protección que sus padres ponen en marcha, los «paparazzi» les perseguían continuamente, en el camino al colegio, al que empezaron a asistir a los 12 años, en el del club hípico, en el fútbol, en la piscina o en las clases de música. Había tres, a veces seis o siete, siguiendo a los pequeños Príncipes. Los medios publicaban todo lo que hacían, cuál era su agenda, adónde iban, poniendo en peligro a los dos niños con información confidencial. Algo que hoy sería castigado por la justicia.

Aunque su francés no era muy bueno, porque su madre le hablaba constantemente en inglés, Carolina es una gran aficionada a los libros y la lectura, como su hija Carlota, y de niña se colaba en la biblioteca de palacio para robar libros «de mayores» y leerlos de la primera línea a la última, aunque no entendiera nada. Una afición que, según cuenta, heredó de sus abuelos, los príncipes Charlotte y Pierre de Polignac, no de sus padres, que no eran aficionados a la lectura, y que afianzaron sus «maravillosos» maestros de la escuela y de la Universidad. Le encantaba la escuela y siempre fue buena estudiante. Otra de las pasiones que nació en ella desde niña fue el amor por la danza clásica, que practicó hasta el final de la adolescencia. También perteneció a los «boyscouts» femeninos. Y al igual que sus dos hermanos, sigue siendo muy buena nadadora y esquiadora.

En una entrevista que concedió hace un año a la revista francesa Madame Figaro, junto con su hija Carlota, Carolina aseguraba que la educación que había recibido era propia del siglo XIX, por la ausencia de sus padres y la importancia de sus cuidadoras. Estudió, además, en un internado femenino, el de Saint-Maur, en Mónaco, y más tarde fue enviada a otro, el St Mary´s School Ascot, en Inglaterra, donde acudían todas las hijas de aristocracia europea. Una educación bien diferente a la de sus propios hijos, que asistieron desde el principio a escuelas públicas en Saint-Rémy, el pueblo de la Provenza al que se retiró Carolina cuando falleció Stefano Casiraghi. Se educaron en un ambiente de gran libertad y sencillez.

En sus primeras salidas al extranjero, Carolina pasó algunos veranos en casa de sus abuelos maternos, en Filadelfia, y en campamentos infantiles en Estados Unidos. Y, al regresar de su internado inglés, pasó el examen de ingreso en la Universidad, a pesar de los consejos de su madre, e ingresó en la Sorbona, donde se licenció en Filosofía e hizo algunos cursos de biología y psicología. Luego se inscribió en el Instituto de Estudios Políticos de París. Habla cinco idiomas –francés, inglés, italiano, alemán y español– y le ha gustado escribir sus propios discursos, con un marcado estilo literario, cuando ha asistido a ciertos eventos relevantes del mundo de la cultura. Una afición por la escritura y la lectura que ha heredado su hija Carlota, también licenciada en Filosofía por la Universidad de París.
 
No está correcto. Carolina comenzó por estudar ciencia politica en el Instituto de Estudos Politicos (Sciences Po) de Paris durante un ano escolar, el 1974- 1975. Solo despues ingresó en la Sorbonne para estudar Filosofia (1975-1978) .
 

Esto ya se dijo cuando hizo aquella entrevista de la revista francesa Madame Figaro, junto con Carlota.


Era la vida que se hacia antes. Las niñeras han estado siempre presentes en la vida de los ricos. Tambien tenian clases particulares en palacio y no iban al cole. Grace le dijo a Carolina que no tendria que estudiar porque no necesitaba trabajar. Estefanía no estudió.

Muy raro que les dijeran que no tuvieran amigos.

Los principes de Suecia tambien dijeron que veian muy poco a sus padres, lo dijo Magdalena.

La triste, solitaria y desconocida infancia de Carolina de Mónaco: Rainiero no les dejaba tener amigos, pasaban más tiempo con la niñera que con su madre, Grace Kelly, y tenía que esconderse para leer libros porque lo tenía prohibido​

Creció en una jaula de oro, reconoce ella misma, y con la idea de que las mujeres no tienen por qué estudiar. Pero Carolina de Mónaco venció los prejuicios de su madre y fue a la Universidad. De su infancia a quien más recuerda es a su «nanny».​

Pincha para ver como Carolina de Mónaco ya llevó todas las tendencias del otoño hace más de 30 años: los looks royal que querrás copiar esta temporada/getty images
/ getty images
ELENA CASTELLÓ Lunes, 6 septiembre 2021, 15:39

«Teníamos más contacto con nuestra niñera que con nuestros padres». Así recuerda su infancia la princesa Carolina de Mónaco, la hija mayor de Grace y Rainiero de Mónaco, nacida en 1957, en una biografía sobre su hermano Alberto, «Alberto II, el hombre y el príncipe», escrita por los periodistas Isabelle Rivère et Peter Mikelbank, y publicada hace tres años. Lo primero que la princesa rememora de sus años de niña es su estrecha relación con su hermano, con quien se lleva apenas 12 meses. Siempre estaban juntos, siempre se seguían el uno al otro. Luego está su «nanny» inglesa, Maureen King, a la que siempre recuerdan ambos con nostalgia.

A pesar de que solían ver a sus padres tres veces al día «algunas veces» y pasar el verano con ellos en Rocagel, su propiedad en los acantilados de Mónaco, el personaje central en sus vidas fue siempre su «nana», como la siguen llamando. La joven cuidadora tenía 19 años cuando entró al servicio de la familia Grimaldi, poco después del nacimiento de Alberto. Ella se ocupaba de toda la vida cotidiana de los niños –junto con un ama de llaves francesa– y no se separaba nunca de ellos. Solo una vez al año, en verano, porque se marcha de vacaciones. Cuando el coche que la lleva al aeropuerto se pone en marcha, Carolina y su hermano recorrían el sendero de entrada tras él, gritando «¡No te vayas!». Maureen King dejó la familia un año después del nacimiento de Estefanía.

Entonces empieza para los niños Grimaldi la dura vida de un niño de la realeza. Reciben clases en Palacio, acompañados de otros tres niños cuidadosamente seleccionados entre las familias más importantes de Mónaco. Pero la relación con ellos era muy formal. Carolina y Alberto fueron educados, según recuerda la princesa, en una jaula de oro. Su padre, el príncipe Rainiero, no podía imaginar que se pudiera desear tener amigos. Siempre les inculcó que desconfiaran de los demás y que entendieran que la familia era suficiente. Por esta razón, Carolina y Alberto estaban todo el día juntos. Pero había algo diferente además para la princesa: su propia madre le decía que no necesitaba ir a la escuela, que no era necesario para las mujeres

Los príncipes protegen a sus hijos de la intrusión mediática, pero los niños no escapan a las sesiones de fotos oficiales. «Nos sentíamos como parte de un decorado», observa Carolina, que recuerda que eso les entristecía. Además, a pesar de la protección que sus padres ponen en marcha, los «paparazzi» les perseguían continuamente, en el camino al colegio, al que empezaron a asistir a los 12 años, en el del club hípico, en el fútbol, en la piscina o en las clases de música. Había tres, a veces seis o siete, siguiendo a los pequeños Príncipes. Los medios publicaban todo lo que hacían, cuál era su agenda, adónde iban, poniendo en peligro a los dos niños con información confidencial. Algo que hoy sería castigado por la justicia.

Aunque su francés no era muy bueno, porque su madre le hablaba constantemente en inglés, Carolina es una gran aficionada a los libros y la lectura, como su hija Carlota, y de niña se colaba en la biblioteca de palacio para robar libros «de mayores» y leerlos de la primera línea a la última, aunque no entendiera nada. Una afición que, según cuenta, heredó de sus abuelos, los príncipes Charlotte y Pierre de Polignac, no de sus padres, que no eran aficionados a la lectura, y que afianzaron sus «maravillosos» maestros de la escuela y de la Universidad. Le encantaba la escuela y siempre fue buena estudiante. Otra de las pasiones que nació en ella desde niña fue el amor por la danza clásica, que practicó hasta el final de la adolescencia. También perteneció a los «boyscouts» femeninos. Y al igual que sus dos hermanos, sigue siendo muy buena nadadora y esquiadora.

En una entrevista que concedió hace un año a la revista francesa Madame Figaro, junto con su hija Carlota, Carolina aseguraba que la educación que había recibido era propia del siglo XIX, por la ausencia de sus padres y la importancia de sus cuidadoras. Estudió, además, en un internado femenino, el de Saint-Maur, en Mónaco, y más tarde fue enviada a otro, el St Mary´s School Ascot, en Inglaterra, donde acudían todas las hijas de aristocracia europea. Una educación bien diferente a la de sus propios hijos, que asistieron desde el principio a escuelas públicas en Saint-Rémy, el pueblo de la Provenza al que se retiró Carolina cuando falleció Stefano Casiraghi. Se educaron en un ambiente de gran libertad y sencillez.

En sus primeras salidas al extranjero, Carolina pasó algunos veranos en casa de sus abuelos maternos, en Filadelfia, y en campamentos infantiles en Estados Unidos. Y, al regresar de su internado inglés, pasó el examen de ingreso en la Universidad, a pesar de los consejos de su madre, e ingresó en la Sorbona, donde se licenció en Filosofía e hizo algunos cursos de biología y psicología. Luego se inscribió en el Instituto de Estudios Políticos de París. Habla cinco idiomas –francés, inglés, italiano, alemán y español– y le ha gustado escribir sus propios discursos, con un marcado estilo literario, cuando ha asistido a ciertos eventos relevantes del mundo de la cultura. Una afición por la escritura y la lectura que ha heredado su hija Carlota, también licenciada en Filosofía por la Universidad de París.
Grace le hablaba mayormente en Inglés porque desde que estaba embarazada le interesaba que sus hijos fueran bilingües. Una monja le aconsejó que debían asociar cada lengua a una persona con Grace era en Inglés y con Rainiero en Francés.
Años después Grace reía cuando le preguntaban como se sentía con su Francés y decía de que sus hijos la corregían.
Si Grace no consideraba tan importante la educación superior ¿Por qué estaba hecha toda una mamá gallina porque el promedio del “Baccalauréat” de Caroline era de los más altos?
También se supo que por algún tiempo recibieron amenazas de secuestro tal vez por eso Rainiero se volvió aprehensivo.
Tal vez si ella hubiera sido más firme con sus propios hijos, hablarían perfecto italiano como se los había prometido a los Casiraghi y Charlotte no seria tan desgarbada.
 
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