Camilo Sesto: su vida, canciones, muerte y herencia

Biografía y memorias de CAMILO SESTO

CAPITULO 26
" LA VICTIMA"

No creo yo que el dinero haga al hombre y sea la posibilidad inmediata de lo infinito, como aseguraba Anatole France. Pero sí me parece evidente lo que otro francés muy sabio también decía ; según Molière, el dinero es la llave que abre todas las puertas. Puede que haya alguna mejor atrancada, incluso alguna imposible de abrir, pero si los que han dispuesto de dinero aseguran que con él puede comprarse casi todo, sus motivos tendrán. Ahora bien, los halagos que al dinero suelen hacer las personas que nunca lo han tenido suelen convertirse en insulto o desprecio en los que nadan en ese "estiércol del diablo". No quiero yo caer en ninguno de los extremos, y no por prudencia ante los demás, sino porque nunca ha sido, ni de lejos, el primer objeto de mis apetencias. Ni para ganarlo ni para gastarlo. También en este aspecto de mi carácter se equivocó el zodíaco, pues suelen decir de los virgos que tienden a caer en la avaricia, esa locura de vivir pobres para morir ricos. A mí me importa poco cómo vaya a morir con tal de vivir como quiero.

Y eso sí lo he conseguido en los últimos años. Quiero decir que nunca me ha faltado dinero para conseguir lo que me ha apetecido, aunque sospecho que siempre ha ocurrido así. En los más difíciles tiempos de mis comienzos en Madrid, recuerdo que más de una vez me he gastado las últimas quinientas pesetas que tenía en el bolsillo en cenar en un restaurante chino del centro de la ciudad, con algún amigo (hablo de cuando los restaurantes chinos eran baratos), y luego marcharme a pie hasta mi casa en la plaza de Castilla por no tener ni para un billete de Metro. Y no por ello me sentía desgraciado, todo lo contrario.

Fue siempre así. Ante el dinero he sentido siempre una gran indiferencia. Jamás he sabido cuánto tenía ni me ha preocupado lo más mínimo, lo que ha permitido que algunos hayan aprovechado con frecuencia ese desdén mío. No pertenezco a ese grupo de obesos que necesitan cenar langosta y jabugo todos los días : con el mismo placer me como un bocadillo de calamares que la mayor obra de arte de Girardet, aunque no deje de apreciar los valores de la gran cocina : hablo sólo desde el punto de vista del gasto. Dije ya algo parecido sobre los coches.

Cuando Manolo Sánchez fundó una sociedad de management, al comienzo de su carrera, le puso mi nombre, escrito al revés : Olimac, porque yo era su primer artista. Bien, pues incluso en aquella sociedad yo sólo tengo el arte : la parte es de unos cuantos, nada mío.

Hay un límite muy cercano siempre para el disfrute de las cosas terrenales. Llegado a él, los límites no existen y es ése el lugar en que todos los ricos son desgraciados, ya que nunca hay dinero bastante para tenerlo todo, ya que siempre hay alguien en alguna parte que tiene más que nosotros.

Para un hombre que lleva una vida como la mía, incluso es difícil gozar de las comodidades de las que se ha rodeado. Tengo una casa magnífica en Torrelodones, a una treintena de kilómetros de Madrid ; una casa llena de las cosas que me gustan, alfombras, cuadros, cristales, libros, plantas, perros y amigos. Tengo otra casa en la capital, para cuando me siento demasiado cansado después del trabajo como para ponerme en carretera. Y una residencia de verano en Cala d'Or, Mallorca, que compré a Manolo de la Calva, del Dúo Dinámico, por consejo de Lasso de la Vega, que tenía otra al lado. Sin embargo, ni siquiera todos los años puedo pasar en ella un par de semanas de vacaciones, por exceso de trabajo. Y el espléndido apartamento que poseo en Puerto Banús, en Marbella, creo que sólo lo he habitado diez minutos desde que lo compré. Cualquiera que conozca éstas u otras posesiones dirá en seguida : "¡Jo, cómo vive ése!" Lo malo es que no vivo, que no tengo tiempo para disfrutar de todo eso. Claro, a cualquiera le apetece saber que tiene dinero, que dispone de muchas comodidades... Sin embargo, hasta ahora mismo he pasado fuera de casa más de doscientas cincuenta noches al año. Eso hace que no conceda al dinero mucha parte de mi corazón. Y si mi caché en los conciertos es muy alto, uno de los más altos de España y de la América española, se debe a los grandes gastos que implica una actuación, tanto en material sonoro y escenográfico, como de personal. Más de cincuenta personas entre músicos, técnicos y trabajadores de oficina viven, con empleo fijo y bien pagado, de la garganta de Camilo. Se trata, pues, de una verdadera empresa cuyo director debe repartir entre muchos sus beneficios.

Así me he comportado siempre con el dinero. Cuando era pequeño, mi padre se enfadaba por mi actuación económica. El dinerillo que me daba semanalmente no lo dedicaba a comprarme caramelos o a gastarlo en las verbenas. Compraba habas cocidas, una gambitas que vendían en Alcoy, cacahuetes, patatas, chucherías diversas y regresaba con ellas a casa para que todos disfrutaran de mi dinero. Sabía que a mi padre le gustaban mucho aquellos aperitivos y no se me ocurría guardar para mí las propinas o gastarlas en necesidades mías. El dinero que me daban volvía a ellos.

Mi tía Mariu, la mujer de mi tío Pepe el Castellano (así llamado, aunque es andaluz) padrinos míos los dos ; mi tía Mariu me recuerda siempre algo que ocurrió cuando tenía yo nueve años. Fui a verla una tarde y, ajetreada en su casa, la encontré despeinada.

-Tía, no puedes estar así -le dije-. Quiero verte guapa. Mira, sólo tengo esto, vete a la peluquería y mañana volveré a verte.

Le di las cincuenta pesetas que llevaba en el bolsillo, toda mi riqueza, y me fui de la casa.

Ése ha sido siempre mi concepto del dinero.

Y la verdad es que siempre me las he arreglado bien, con él o sin él. Lo mismo cuando me presentaron al Festival del Atlántico y me las arreglé con trescientas pesetas para los gastos que cuando la Prensa española publicó, no hace mucho, que aquel año había sido el ciudadano español que más había pagado a Hacienda. No significaba eso que fuera yo el español más rico, si no el que mayores beneficios durante el año fiscal había declarado...

Lo del Festival ocurrió a finales de 1971, si no recuerdo mal. En principio, Juan Pardo tenía decidido enviar a Andy Silver con una canción escrita por él y titulada Mendigo de amor. Pero la inglesa decidió en el último momento no presentarse. Camilo era entonces el chico para todo en la productora de Pardo, como ya he dicho. Así que mi pidió que fuera yo. Mencionar la palabra Festival ya me produce urticaria y creo que realmente se me pone la piel como si me hubiera revolcado en un bosque de ortigas. Discutimos , me enfadé... y finalmente cedí para sacarle de encima el problema.

Con los gastos de viaje y hotel pagados, allí me presenté. Llevaba en el bolsillo todo mi capital : trescientas pesetas. Iba derrumbado y jodido. Sin embargo, apenas llegado me encontré con José María de Juana, que me dio ánimos, y con Noelia Alfonso, canaria Miss Europa, que me dio algo más. Noelia era una mujer deslumbrante, cegadora. Ella tenía entonces un novio catalán, con el que se casó poco después, pero estaba como yo contratada en el Festival, como miembro del jurado. Nos hicimos íntimos en seguida. Y por otro lado muy pronto las asistentas femeninas a las eliminatorias comenzaron a inclinarse ostensiblemente por mi candidatura : griterío, desmayos, aplausos, acosos en los vestíbulos del hotel... Los periodistas corrían intentando fotografiarnos a Noelia y a mí, de modo que ni siquiera pude bañarme en la magnífica piscina de aquel hotel de Tenerife por miedo a las interpretaciones equívocas ; no obstante, muchas revistas publicaron fotografías nuestras de aquellos cuatro o cinco días. Yo estaba un poco angustiado por mi falta de dinero, pero la amistad con Noelia me curó en seguida la pena. Fue la primera vez que asistía a un lugar como aquel, lleno de gente importante, y también mi primer baño de multitudes.

Como estaba previsto, no gané la confrontación. Me parece que me relegaron al segundo lugar, porque en alguna parte estaba decidido ya otorgar el galardón a una canción de Tony Ronald, muy famoso entonces, titulada Help! No era inmerecido, porque Tony tuvo una interpretación espléndida. De todas maneras, en muchos lugares me consideraron vencedor moral de aquella contienda... y no por mi relación con Miss Europa. Mendigo de amor también era un buen tema y los aplausos me demostraron que no había sido mala mi interpretación.

Claro que los festivales sienten facia mí el mismo odio que confieso yo por ellos. No me sorprende que no me hayan tratado con particular afecto.

El segundo y último al que asistí fue mucho más desastroso que aquel primero. A principios del otoño de 1973 me llamaron de Televisión Española para una reunión importante. Por entonces me había despedido ya de mi mánager Lasso de la Vega con el que estaba desde la grabación en Londres de mi primer disco. Nuestra relación profesional había sido un auténtico fracaso, aunque en lo personal nos hemos entendido siempre muy bien y continúa nuestra amistad. Así que me parece que él intervino en aquella reunión más por parte de Ariola que por la mía. Tenía yo como encargado de mis asuntos a Tino, con el que tampoco estuve mucho tiempo. En esta cuestión de los mánagers todo ha sucedido como una cadena. Tino, Juan Martínez, que había sido mi primer mánager, en los tiempos del sello Piraña de Juan Pardo, trabajó con Lasso. También Manolo Sánchez fue durante un tiempo road-mánager de Lasso. Manolo Sánchez empezó trabajando en Ariola. Lo conocí sentado en una mesa que había tenido antes encima una máquina de coser ; hacía en la compañía trabajos de promoción, hasta que se fue con Lasso de la Vega como sucesor de Tinín el torero. Poco después se independizó como mánager y yo fui uno de sus pupilos, también uno de los que más tiempo estuvieron con él, unos diez años. Con Manolo Sánchez, que ha sido mi amigo del alma, marcharon muy bien las cosas hasta los dos últimos años. Dificultades de todo género me aconsejaron cambiar una vez más, y elegí, en esa cadena de la que hablaba, a una persona que había trabajado con Sánchez como road-mánager de Rocío Dúrcal y de varios más. Jesús Manzano. Manzano es mi mánager personal desde el otoño de 1983 y ha demostrado en tan poco tiempo una competencia, una honestidad y un esmero tales que estoy seguro de no tener nunca más necesidad de cambiar a mi apoderado representante.

Pero no era mi intención hablar de mis mánagers, sino de festivales... En aquella reunión en Televisión Española se trataba de ofrecerme ser su representante en el de la OTI. Segura, de Ariola, y Lasso apoyaban las palabras del directivo de TVE, José Joaquín Marroquí. Yo sólo respondía con tres palabras :

-No quiero ir.

Y ellos insistían con todo género de argumentos : que de alguna manera debía pagar a Televisión lo que había hecho por mí, que estaba obligado, que no podía negarme, que me harían una campaña publicitaria grandiosa, que tenía en mis manos todo el mercado discográfico americano...

-No quiero ir. No quiero ir.

Sabía yo entonces que las víctimas de los festivales eran los artistas, aunque ganaran. Ellos eran siempre los manipulados, los que terminaban hundidos en aquellas marañas de intereses, de mentiras. Aunque me dieran todo el oro del mundo no iría a la OTI.

-Pero si vas a ganar, Camilo. Te firmamos ahora mismo que ganas tú.

-Pues eso me demuestra una vez más que tengo razón. Que todo está manipulado y amañado. Que es mentira todo.

Insistieron, presionaron, pusieron encima de la mesa el potencial de la única televisión existente en España, sin cuyo apoyo cualquier cantante puede hundirse ; el potencial y los contratos con la compañía de discos, con el mánager. Creo que legalmente ni siquiera podía decir que no. Y fui, claro.

Fui a Belo Horizonte, en Brasil. ¿Quién puso nombre tan injusto a aquella ciudad? Creo que es una de las más feas del mundo y horizonte ni siquiera tenía. Rascacielos, fábricas, multitudes. Ciudad enorme y deforme a la que, por lo demás, le importaba un rábano aquel festival. Los taxistas ni siquiera sabían en qué lugar se celebraba. Vivíamos todos en un hotel gigantesco, nos cruzábamos por los corredores y nos lanzábamos sonrisitas y buenos deseos. "¡Qué te vaya bien!", "Tú mereces ganar, chico". "Suerte"... Panameños, dominicanos, ecuatorianos... Vestidos de modo rarísimo, como disfrazados. Y el lugar del festival, todavía peor. Creo que les habían avisado de que apareceríamos por allí dos horas antes. No había moqueta en el escenario, no aparecían los instrumentos ni las cámaras de televisión, los canales de sonido se cruzaban, cada uno intentaba por sus medios buscar un camerino o a los integrantes de su coro. Juan Carlos Calderón, que había venido a dirigir la orquesta, estaba tan desesperado que quería largarse. Muy pocos habían conseguido ensayar. Yo me había preparado concienzudamente en España, se había rodado, en Barcelona, un vídeo con la canción Algo más, compuesta y escrita por mí ; Televisión y Ariola se habían esforzado realmente en la promoción de aquel tema, pero el Festival como tal era una tragedia. La urticaria parecía haberme atacado los nervios y no sabía en dónde meterme.

Lo malo era que no podía volverme atrás, después de todo el lío montado. Y, por otro lado, ¿a quién decir que yo dimitía? Allí nadie sabía nada, nadie estaba al tanto de nada.

Casi por milagro consiguieron emitirse, a trancas y barrancas, las canciones. Yo canté como pude, pero estaba tan triste que inmediatamente me marché al hotel, sin esperar a las votaciones. Después me comunicaron que había quedado el quinto o el sexto y que había ganado un bodrio mexicano titulado Qué alegre va María. Naturalmente, por mucha alegría que llevase María, no fue a ninguna parte. Pasó tan inadvertida como tantas canciones de ese absurdo festival. Sin embargo, Algo más fue uno de los más grandes éxitos de mi carrera, una canción de la que se vendieron cientos de miles de copias en toda América.

Pero yo no estaba deprimido por haber perdido, sino por lo que había pasado. José María Iñigo, que estaba allí como informador, me encontró solitario y pensativo sentado ante mi mesa.

-Pero ¿qué te pasa, Camilo?

-Quiero irme de misionero a África, no quiero saber nunca más nada de la música, cantaré sólo para mis perros. Me retiro de todo esto.

Mi decisión estuvo a punto de convertirse en definitiva cuando me contaron lo que realmente había pasado. Algún tiempo antes de la transmisión del festival, en Madrid habían cambiado las autoridades de Televisión Española y los nuevos hombres consideraban que no era conveniente ganar aquel festival. Un primer premio implicaba la obligación de organizarlo al año siguiente y eso resultaba tan caro como inútil. Así que habían llamado a quien fuera con órdenes de no ganar. Sin pensar en las promesas, sin pensar en los trabajos, sin pensar en mí. Los artistas, siempre víctimas del poder.

Me puse a llorar como un imbécil. Lloraba porque fuese así la vida, porque todo resultara tan falso, tan grotesco, tan injusto. Que busquen a otro para estas cosas, que hagan a otros sus promesas y sus carantoñas, que no jueguen más conmigo. Cualquier cantante tiene que soportar muchas decisiones de los demás, incluso de tipos absolutamente ignorantes pero con poder ; ahora bien, aquello parecía demasiado. La popularidad, la fama, el éxito, el dinero quedaban siempre empañados por la opinión de un poderoso, de un directivo del pelaje que fuera. Los mismos que te halagan babosamente para que vayas a un festival benéfico, con el que te pondrán una medalla, pueden abandonarte por completo, olvidarte, despreciarte si eso conviene a sus intereses. Así son las cosas. Así.FB_IMG_1573762993566.jpg
 
Pero aquí perdió la salud....las orgías que decían allí en Miami entre drogas s*x* y alcohol te llevan a la tumba, pero bueno allá cada cual...
A veces creo que en realidad no habia tanto s*x* ni con hombres ni con mujeres (Dime de que presumes...) Era muy codiciable y es obvio porque. Pero tal vez no era tan afortunado. Con los anios se afemino mas. Aunque eso de que el hijo lo vio vestido de mujer creo que era mas mala onda fe Lourdes que otra cosa. (No digo que no fuera possible que lo hiciera, lo que no se es si a ella en realidad le consta). El capitulo de los velos me suena a fantasia y si fue verdad yo creo que se acosto con la pareja no solo con la esposa. Lo que su es una realidad es que mas que la cantidad de s*x* que tuviese era de manera desprotegida, de ahi los embarazos y puede que la hepatitis tb. la que tal vez desemboco en cirrosis.
 
A veces creo que en realidad no habia tanto s*x* ni con hombres ni con mujeres (Dime de que presumes...) Era muy codiciable y es obvio porque. Pero tal vez no era tan afortunado. Con los anios se afemino mas. Aunque eso de que el hijo lo vio vestido de mujer creo que era mas mala onda fe Lourdes que otra cosa. (No digo que no fuera possible que lo hiciera, lo que no se es si a ella en realidad le consta). El capitulo de los velos me suena a fantasia y si fue verdad yo creo que se acosto con la pareja no solo con la esposa. Lo que su es una realidad es que mas que la cantidad de s*x* que tuviese era de manera desprotegida, de ahi los embarazos y puede que la hepatitis tb. la que tal vez desemboco en cirrosis.
Lo de los velos fue alucinante su descripción, y el marido allí en el salón sin inmutarse, yo también pensé en algo más (trio)
Además ya era famoso, quien se sube con un desconocido?? lo podían raptar y pedir rescate, al papuchi de Julio lo hicieron y fue por aquellos tiempos. No creo que fuese solo, venga me subo al coche que voy a ver unos cuadros, no creo.
El contaba muchas fantasías porque dijo que con Marcia Bell estuvieron muy poquito, y la argentina dice que fueron diez años de novios/amigos pero el s*x* medio/medio.
El siempre habla que todas eran amigas despues sus ex, no se Camilo muy fantasioso!!!!
 
Lo de los velos fue alucinante su descripción, y el marido allí en el salón sin inmutarse, yo también pensé en algo más (trio)
Además ya era famoso, quien se sube con un desconocido?? lo podían raptar y pedir rescate, al papuchi de Julio lo hicieron y fue por aquellos tiempos. No creo que fuese solo, venga me subo al coche que voy a ver unos cuadros, no creo.
El contaba muchas fantasías porque dijo que con Marcia Bell estuvieron muy poquito, y la argentina dice que fueron diez años de novios/amigos pero el s*x* medio/medio.
El siempre habla que todas eran amigas despues sus ex, no se Camilo muy fantasioso!!!!
Es que si no hubiese tenido la veta fantasiosa no hubiera podido pintar ni componer como lo hacia. Yo creo que a la pareja la debe de haber conocido en algun club swinger y ya todos sabian a lo que iban. Que pinturas ni que ocho cuartos! Marcia Bell ha envejecido fatal. Ahora que murio Camilo ha salido en un canal de cocina que tiene su hermana hablando de esta relacion. En otros videos describio el s*x* ''Como una birria".
 
A veces creo que en realidad no habia tanto s*x* ni con hombres ni con mujeres (Dime de que presumes...) Era muy codiciable y es obvio porque. Pero tal vez no era tan afortunado. Con los anios se afemino mas. Aunque eso de que el hijo lo vio vestido de mujer creo que era mas mala onda fe Lourdes que otra cosa. (No digo que no fuera possible que lo hiciera, lo que no se es si a ella en realidad le consta). El capitulo de los velos me suena a fantasia y si fue verdad yo creo que se acosto con la pareja no solo con la esposa. Lo que su es una realidad es que mas que la cantidad de s*x* que tuviese era de manera desprotegida, de ahi los embarazos y puede que la hepatitis tb. la que tal vez desemboco en cirrosis.

Yo también creo que no había tanto s*x* como dicen. Hace unos años salieron Andrea Bronston y su hijo en un programa (creo que está en internet, intentaré encontrar enlace). Andrea dijo que no había orgías en la casa de Madrid cuando ella vivía allí, aunque la prensa dijera eso y que eran fiestas normales. Su hijo dijo que no había visto nunca orgías. Y hace no mucho un periodista que por lo visto lo conocía bien escribió que él presumía de tener mucho s*x* pero que estaba más solo que la luna. Creo que en esa época de fama total y giras por todas partes, sí que tuvo que haber bastante pero no tanto como podría haber sido. Pero una vez que le dio por encerrarse a cal y canto, creo que no había mucho de eso. Y sí, lo peor es que no tomaba precauciones porque Massiel en otro programa también había dicho que dejó embarazada a una amiga suya cuando empezaba a ser famoso y su amiga tuvo una pérdida y se deprimió mucho. Y lo de la cirrosis... creo que a un punto de su vida también se le fue la mano con el alcohol. En las entrevistas entre mediados de los ochenta y hasta finales de los noventa parece otra persona. Antes estaba más calmado y sosegado. Y luego, también. En las entrevistas ya sobre 2002-2003 parecía haber vuelto la calma. ¿Soy la única que se ha dado cuenta? ¿Qué opináis?
 
Yo también creo que no había tanto s*x* como dicen. Hace unos años salieron Andrea Bronston y su hijo en un programa (creo que está en internet, intentaré encontrar enlace). Andrea dijo que no había orgías en la casa de Madrid cuando ella vivía allí, aunque la prensa dijera eso y que eran fiestas normales. Su hijo dijo que no había visto nunca orgías. Y hace no mucho un periodista que por lo visto lo conocía bien escribió que él presumía de tener mucho s*x* pero que estaba más solo que la luna. Creo que en esa época de fama total y giras por todas partes, sí que tuvo que haber bastante pero no tanto como podría haber sido. Pero una vez que le dio por encerrarse a cal y canto, creo que no había mucho de eso. Y sí, lo peor es que no tomaba precauciones porque Massiel en otro programa también había dicho que dejó embarazada a una amiga suya cuando empezaba a ser famoso y su amiga tuvo una pérdida y se deprimió mucho. Y lo de la cirrosis... creo que a un punto de su vida también se le fue la mano con el alcohol. En las entrevistas entre mediados de los ochenta y hasta finales de los noventa parece otra persona. Antes estaba más calmado y sosegado. Y luego, también. En las entrevistas ya sobre 2002-2003 parecía haber vuelto la calma. ¿Soy la única que se ha dado cuenta? ¿Qué opináis?
Pues la verdad cuando jovencito estaba con Laura Casale contaba que era ninfómana, y que a todas horas y en cualquier sitio, y que no tenía nunca bastante, esto está por aquí, el lo escribió, ya no sé si fue tanto o no, lo que si dijo que tanto Laura como Rosetta todas iban a lo mismo querían casarlo y esto el lo tenía claro que no.
Luego están las que se embarazaron que leo que fueron bastantes, y que casualidad todas tenían perdidas...hasta Lourdes tuvo una antes de Camilin, llego a la conclusión que lo querían casar de esta manera, y la unica que tiró adelante fue Lourdes y Camilo al conocerlo lo aceptó, pero ella se arriesgó a tenerlo de soltera y en los 70 y 80 no eran épocas para tenerlo sola.
Y en lo que dices que se calmó, fue a la fuerza dos trasplantes de higado y la medicación paran a cualquiera!!

Contó también que el y Raphael estuvieron tres dias en Las Vegas y vivieron a tope por allí, vida de solteros escribió ( y Raphael ya estaba re-casado y con hijos) podría haber contado sus aventuras por allí, pero esto nada, vaya par..........
 
Yo también creo que no había tanto s*x* como dicen. Hace unos años salieron Andrea Bronston y su hijo en un programa (creo que está en internet, intentaré encontrar enlace). Andrea dijo que no había orgías en la casa de Madrid cuando ella vivía allí, aunque la prensa dijera eso y que eran fiestas normales. Su hijo dijo que no había visto nunca orgías. Y hace no mucho un periodista que por lo visto lo conocía bien escribió que él presumía de tener mucho s*x* pero que estaba más solo que la luna. Creo que en esa época de fama total y giras por todas partes, sí que tuvo que haber bastante pero no tanto como podría haber sido. Pero una vez que le dio por encerrarse a cal y canto, creo que no había mucho de eso. Y sí, lo peor es que no tomaba precauciones porque Massiel en otro programa también había dicho que dejó embarazada a una amiga suya cuando empezaba a ser famoso y su amiga tuvo una pérdida y se deprimió mucho. Y lo de la cirrosis... creo que a un punto de su vida también se le fue la mano con el alcohol. En las entrevistas entre mediados de los ochenta y hasta finales de los noventa parece otra persona. Antes estaba más calmado y sosegado. Y luego, también. En las entrevistas ya sobre 2002-2003 parecía haber vuelto la calma. ¿Soy la única que se ha dado cuenta? ¿Qué opináis?
Si note esas rarezas de esa época en las entrevistas, pero no sé si se medicaria con algun antidepresivo o ansiolítico porque si bien su comportamiento era bizarro no podria decir que fuese fuera de control (Aunque acelerado, siempre tenia una agudeza mental envidiable y rapidez para entender los chistes y hacerlos) no digo que fuese abstemio, pero la hepatitis tb puede ser de transmisión sexual y desencadenar cirrosis. Lo de las perdidas creo que Andea Bronston es la única que de verdad anhelaba ser madre mas alla de que el hijo fuera de Camilo. Otra cosa que veo no ayudo fue El tabaquismo. Curiosamente murió a la misma edad que su padre. Ustedes tb escucharon que luego de la fractura, tuvo una infeccion y tuvierion que amputarle parte del pie?!
 
Biografía y memorias de CAMILO SESTO

CAPITULO 27
"LAS GRANDES DAMAS"

Tiene el mundo del espectáculo y sus protagonistas otra cara muy diferente a la que gustan ofrecer las revistas de colores, las pantallas de la televisión ; diferente a la que suelen recoger las cámaras de los fotógrafos y a la que se exhibe en esas millonarias fiestas de sociedad montadas sobre todo para reconocernos a nosotros mismos, para protegernos dentro del ghetto necesario. El mito del artista pobre lo han inventado los banqueros y las señoritas de buena familia para tener al artista en un puño ; pero ni Brahms fue pobre (anque las pasó canutas en su juventud, tocando en las tabernas), ni lo fue Picasso, aun cuando a poco de llegar a París cambiaba sus cuadros por una cena, ni lo fue Hemingway... Y una vez acostumbrados a ver rico al artista -aunque no siempre, en menos casos de los que serían justos : el grandísimo César Vallejo murió muy pobre "en París con aguacero" -, han decidido también que son forzosamente felices. Dice que no, rotundamente que no, un hombre que lo ha sido casi siempre, que se considera afortunado y muy agradecido a la vida que le ha tocado en suerte. Un hombre que conoce bastante bien ese ghetto luminoso y ha encontrado a veces dentro de él mucha desdicha y muchos llantos. No sólo por una promesa incumplida, por un festival mal organizado, por un fracaso eventual. Si tantos de ellos buscan la tranquilidad en el válium, en el alcohol o en drogas mayores no es por esnobismo y para estar à la page, sino para eludir el dolor.

Era yo bastante joven, y triunfador ya, cuando Lola Flores me advirtió de ese oculto rostro de la popularidad, de los basureros de la gloria. Me lo decía como a un niño, ella que es una madre "de las de antes", ferozmente cuidadosa de su prole. Me lo decía con esa sinceridad que nadie puede negarle.

Me había propuesto yo en la transcripción desordenada de estos recuerdos no hacer mención destacada de personas ajenas al protagonista de los mismos, porque no están escritos para escandalera de verano o reclamo publicitario, sino como punto de encuentro del Camilo antiguo y el Camilo nuevo, el que ocasionalmente aceptó frivolidades y pasotismos, el que a veces caminó por la vida como un patinador sobre el hielo, es decir, sin profundizarla ; como el ave de paso en todos los nidos; y el otro Camilo que de pronto es padre de un hijo, descubre sus errores y se dispone a no dar la espalda a ningún género de responsabilidad. A veces un acontecimiento o una serie sucesiva de ellos descubren como un fogonazo súbito un mundo en el que antes no había reparado uno.

Me había propuesto no hablar de los demás sino lo estrictamente indispensable. A lo largo de quince años de profesión ante los focos, es lógico que haya conocido a decenas de hombres y mujeres tocados por el dedo de la fama, incluso de la celebridad. Dije ya que no quería colocármelos como medallas... Pero las anteriores reflexiones acerca de las inevitables amarguras de todo ser humano, por encima o al margen de su oficio, de su carrera, de su dinero, de sus apariciones públicas, me han hecho recordar a aquella mujer que muy pronto me previno.

Tenemos muy poco que ver Lola Flores y yo. En principio, nada nos une. Salvo una admiración ilímitada por mí parte. Muchas veces he tenido el placer, no ya de verla en los escenarios (y han sido muchas las veces), sino de hablar con ella o, mejor, escucharla. Lola Flores es tan grande que son muchas Lolas Flores al mismo tiempo. Absolutamente irrepetible. Dudo que haya alguien capaz de no apreciar esa desmesura de artista, aun cuando no le guste el arte que Lola practica. Creo incluso que ninguna época y ningún país podrán ya producir una mujer de su talla en el mundo del espectáculo. Hay y habrá bailarinas, cantantes, mujeres de rompe y rasga, pero dudo que sea posible reunir todo eso y en grado tan supremo como se ha reunido en Lola Flores.

Ni diré los secretos suyos que conozco ni los que a ella haya podido yo confesarle. Sólo la relación de admiración y afecto que me ha unido a esta gran dama. Sabemos los dos que nos tenemos para cualquier cosa, que estamos uno junto al otro aunque físicamente nos encontremos a veinte mil kilómetros.

Y lo dicho para Lola Flores, ya que lo digo, debo repetirlo para la otra sin igual de la escena española. Me refiero a Sara Montiel. He coincidido con ella en algunas actuaciones, especialmente en México, país que yo adoro. Me quedaba embobado oyéndola. Me daba cuenta de que cada palabra que decía solamente podía salir de su boca, de que nadie nunca podría cantar como ella cantaba, moverse ante el público como lo hacía ella. Antonia ha sido inagotable en todo : en su arte, en el amor, en el afecto hacia cuantos la rodean.

Yo entre bromas y veras, la rodeé... Conservo en un álbum una fotografía que me llena aún de ternura. Antonia estaba sentada y yo de pie detrás de ella. Paso los brazos por encima de sus hombros y mis manos se posan sobre sus dos pechos, esa especie de monumentos nacionales que han traído de cabeza a dos o tres generaciones de españoles y de americanos de habla española, además de algunos millones más de otras lenguas. Y que todavía darán mucho que hablar en futuro, desde luego. Un gesto tan sencillo, casi tan fraterno, me llena ahora de satisfacción y de orgullo, porque no a todo el mundo se le han concedido ese don envidiable.

Claro que esas dos maravillas ibéricas son sólo una parte de los encantos de Antonia. El batir de sus pestañas parece una señal de alarma. Sus ojos, como tinajas de miel alcarreña, apenas pueden soportarse directamente, porque lo dicen todo a gritos. Y por encima de esos encantos corporales, bien o medianamente conocidos por todos sus seguidores, me ha admirado siempre en ella su pureza de ser humano, su humanidad profunda, clara, evidente. Lo primero que decía mi padre cuando venía a Madrid era si podíamos ver a Sara. Alguna vez lo llevé a su casa para que charlara con ella, y al hombre casi no le salía la voz del cuerpo. Otra noche estuvimos en "Florida Park". Antonia, a causa de una afección de ciática, sufrió repentinamente una especie de ataque y no podía mover el cuello cuando estaba en el escenario ; siguió cantando rígida, pero indomable, con su abrigo de visón blanco encima, como estatua a la profesionalidad y al arte grande. A mi padre se le caía la baba viéndola, aplaudía sin parar y yo tenía ganas de subir al escenario y ponerme a cantar para que ella descansara.

También he procurado visitarla en Mallorca siempre que iba allí a trabajar. Ella me ha recibido como a un miembro más de su familia, esa familia que aumenta con los hijos adoptados y que llegará a ser tan numerosa como la de Joséphine Baker, como recibe siempre a sus numerosos amigos. Una de las veces iba con un ayudante mío al que llamábamos Paco el Whisky (y no hará falta explicar las razones de este apodo). Antonia nos recibió en su piscina. Llevaba sobre la piel una ropa muy fina y maravillosamente transparente. Nos pusimos a hablar y Paco, al medio minuto, se lanzó de cabeza a la piscina. Nosotros seguíamos hablando y Paco, cada poco, volvía al agua como si le acuciara una sed insaciable. Casi parecía un autómata.

-Pero, Paco, ¿qué te ocurre?

-Es que no puedo resistirlo, Camilo. Es que me siento al lado de ella, la veo así y empiezo a arder. Tengo que saltar al agua.

-Bueno, pues quédate en el agua y así estarás tranquilo. Y de paso, nos dejarás en paz a nosotros.

-Ya, pero cuando estoy en el agua pienso está aquí y tengo que salir corriendo otra vez, ¿comprendes? Para verla...

Sara comprendió que hay sangres muy inflamables y se echó una toalla por encima del cuerpo. Con esa sonrisa suya, como siempre, sin ofenderse ni burlarse, como una gran dama.

¿Cuánto han vivido ella y Lola Flores? Las páginas de memorias, incluso en libro, de la mayor parte de las grandes stars de Hollywood son auténtico aguachirle al lado de lo que estas mujeres podrían contar si quisieran. En ocasiones me han contado aventuras que habrían dejado mudo y paralítico al mismísimo Salgari. Desde luego, no puedo repetirlas aquí. Ni es mi oficio ni mi gusto. Ellas son una parte viva de la historia de España, de la España más dura y dramática y también más brillante y pasional. No creo caer en la hipérbole si digo que muy pocas personas pueden simbolizarla como ellas.

Y a su lado, naturalmente, podría mencionar también a muchas otras damas, aunque reinas de territorios diferentes. A Rocío Jurado, que lleva camino de ser como ellas. A la dulce Mari Trini, solitaria y sensible. A Marisol, de la que también me hicieron novio alguna vez... He tenido muchas mujeres a mi lado, lo he dicho ya, a veces también a mí me parece un pequeño harén, pero son muchas más las que se me han adjudicado por el sentido del humor o la frivolidad de algunos informadores. Marisol fue una de ellas.

En realidad, se debió todo a que me encargaron (y acepté, cosa que todavía me sorprende, porque he sido siempre muy reacio a estas cosas), me encargaron, digo, la música de la obra teatral Quédate a desayunar, que protagonizaban dos genios de la escena española : José María Rodero y la propia Pepa Flores. Ella cantaba el tema principal, compuesto por mí. Nuestra relación profesional consistió sólo en eso, y nuestra amistad fue desde luego más larga y profunda, pero nunca rozó ni de lejos la categoría de noviazgo. Un hombre que entra en la madurez y continúa soltero, un "soltero de oro" -como tan a menudo me han calificado- no puede moverse al lado de una mujer sin que alguien corra a decir que hay boda a la vista. Y mucho más si se trata de un hombre como yo, demasiado inclinado a tener cerca a mujeres hermosas. Una lista de esas bodas finalmente frustradas me llevaría a llenar demasiadas páginas y a despertar fantasmas felizmente dormidos.

He querido a muchas mujeres, sí, pero he admirado a muchas más aparte de las que he querido. Porque sabía que detrás había un trabajo innumerable, un esfuerzo inmenso y un valor a toda prueba. Sería un mal nacido si no las admirase. Sobre todo a aquellas que han sufrido más y que mejor han sabido ocultarlo ante quienes pagaban su dinero por verlas felices, para que los hicieran felices. Ése es el rostro de la antigua farsa, lo que hay debajo de las tintas de colores de las revistas que ellas con tanto mérito habitan. Y si menciono todo esto es porque sería otra forma de mentir si no lo hiciera. Bastantes críticas injustas reciben para que ahorre yo los elogios que me parecen indispensables.FB_IMG_1573849273771.jpg
 
Biografía y memorias de CAMILO SESTO

CAPITULO 28
VIAJES CON MI NOMBRE

Graham Green estaba en Buenos Aires dando conferencias y concediendo entrevistas radiofónicas en torno a un libro que se había publicado allí hacía dos o tres años (realmente, y en nuestra jerga, estaba haciendo promoción de la novela). Yo había leído unos días antes los Viajes con mi tía, y cuando me presentaron en un cóctel al novelista inglés, altísimo, rubio, con la piel deslavada y una gran amabilidad en el semblante, le dije que podría ofrecerle algunas historias personales sobre mis viajes con mi madre. Naturalmente, la señora Joaquina es el polo opuesto de la Tía Augusta, bebedora, desenvuelta y excéntrica. No obstante, encontraba yo algún paralelismo ente las aventuras del Henry de la novela y las mías propias.

Las mías con mi madre, con mi padre o en solitario. Un cantante que vaya por la vida con los ojos abiertos podría conseguir, desde luego, un excelente relato de viajes a poco que supiera escribirlo. Quizá porque es tan evidente no solemos figurar, sin embargo, entre los grandes viajeros. Pero no creo que el más atareado ministro de asuntos exteriores de cualquier país haya viajado en un año tanto como yo, sin ir más lejos. No sé cuántas veces, desde 1971, he cruzado el Atlántico. Hay muy pocas ciudades importantes del continente americano, excepto de Canadá y Cuba, que no conozca. Guayaquil y Houston, Monterrey y Caracas, Miami y Valparaíso, Bogotá y Chicago... Prácticamente cada año realizo una o dos giras por América. A esos viajes casi regulares, durante los cuales apenas me quedo nunca más de una semana en un solo lugar, hay que añadir otras actuaciones accidentales, es decir, fuera de las giras que duran dos o tres meses. Conciertos en Ginebra, en Tokyo, en Amsterdam, en Francia... Y luego las presentaciones regulares por toda España, no sólo los circuitos veraniegos que suelen durar un par de meses y lo llevan a uno, de un día a otro, de La Coruña a Mallorca, de Gerona a Valdepeñas, de Valencia a Huelva. Viajes a los que hay que añadir los que se realizan para grabar, para promoción o por simple placer, escasísimos y escogidos viajes de vacaciones a la isla de Mykonos, a la de Yerba en Túnez, a Goa, a Copenhague, a las Galápagos... Las compañías aéreas todavía no tienen tarifas especiales para tipos como nosotros.

A mi madre nunca le ha dado miedo viajar. Ella sola, a sus años, emprende con frecuencia el camino desde Alcoy en transportes públicos. Viene siempre cargada con las cosas que me gustan a mí y a mis amigos. Para Fernando Arbex, mi vecino paredaño en Torrelodones y buen amigo desde los tiempos heroicos, carga siempre unos cuantos trozos de sobrasada que el compositor considera superior a la mallorquina. A mí me trae productos de huerta, especias, elementos para la paella y una especie de pasta ácima que venden en la provincia de Albacete y con la que se prepara una de mis comidas preferidas : el gazpacho manchego, que nada tiene que ver con el andaluz. Mientras los pasajeros de los autobuses de línea descansan en el bar de carretera, ella corre al colmado para comprarme esa especie de raviolis vacíos que se preparan con sofrito de cebolla, tomate y ajo y carne de conejo o pollo. Y un toque de una hierba que en valenciano llamamos pebrella.

Cuando la saqué por vez primera de España no se sorprendió lo más mínimo. Era la primera vez que dejaba España, la primera vez que montaba en avión, la primera vez que se encontraba entre gente de una lengua extraña. No se asustó, no se acobardó. Le parecía la cosa más natural del mundo pasear por Piccadilly, ella que apenas conocía una ciudad de provincia.

Aquella primera vez, después de haberle enseñado lo más esencial de la capital británica la dejé por la tarde en el hotel mientras yo iba a trabajar a los estudios. Estuve nervioso e intranquilo, preocupado por lo que ella pudiera hacer sola en su habitación, sin posibilidad de entenderse con alguien. Apenas hube concluido corrí a su lado.

-Ya es muy tarde, mamá, pero vamos a ver si nos dan algo de cenar. Aquí ya sabes que cenan muy temprano. Pero nos subirán algo- le dije.

-¿Cenar? Yo no tengo hambre.

-¿Cómo no vas a tener hambre? Si no has comido nada desde las doce...

-Es que yo ya he cenado, Camilo- respondió ella.

-¿Que ya has cenado? ¿Y cómo te las has arreglado para pedir la cena, si no hablas inglés? O quizás había algún camarero que hablaba español...

-No, no... Además, en este hotel todo es muy caro. Yo he cenado con mi cena, que me la traje de casa.

-¿De Alcoy?

-De Alcoy, claro. ¿Donde está mi casa?

Se levantó del sillón, fue hacia su maleta, la abrió y sacó un paquete de tamaño respetable. Al desenvolverlo, aparecieron trozos de queso, jamón, longaniza, bacalao, chorizo, un panecillo y una pequeña fiambrera en la que quedaban algunas tajadas de conejo en salsa. ¡Lo había traído desde Alcoy y no me había dicho una palabra! Yo no sabía si echarme a reír o a llorar. Por suerte, los aduaneros de Heathrow no habían sido muy exigentes en sus controles. No quiero pensar lo que hubiera ocurrido si descubren un suculento guiso de conejo de monte dentro de una lujosa maleta de piel, y rodeados todos de fotógrafos que habían ido a recibirme. Pero aquella previsión un poco atávica se había demostrado útil. En otros tiempos a ningún campesino español se lo ocurría salir de viaje sin llevar en su cesto de mimbre o en su fardelillo provisiones para varios días. " Uno sabe cuándo sale, pero no cuándo va a llegar". A mi madre no le daba ninguna vergüenza sentarse en su suite de Londres a comer su propia comida, sin problemas de idiomas y de cocinas extrañas. De modo que aproveché su previsión y ya de paso me puse a cenar a su lado, sin ocuparme de la nutrida carta del hotel.

Mi madre me ha enseñado que la patria de uno es la comida, cuando se encuentra lejos. Por eso viaja siempre con algún alimento familiar. De tal modo me ha inculcado ese hábito que una de mis inquietudes, al cabo de algún tiempo fuera de casa, es encontrar comida española. Casi siempre se consigue y, si no, se cocina sobre la marcha. Es posible comer una paella aceptable en la Casa de España en Puerto Rico, a las dos de la madrugada, después de un concierto, con los músicos y los amigos más cercanos ; es fácil en Nueva York reservar mesa en el comedor de algún gallego, de algún murciano, de algún vasco, de algún catalán con negocios bien asentados en la Gran Manzana, en la capital del mundo.

Y cuando no resultaba posible, no me ha importado a mí hacerlo. En algunos grandes hoteles de medio mundo debe de estar todavía arrinconado el aroma de mis guisos. En uno de ellos llegué a tener problemas. Llevábamos quince días en Los Ángeles, después de haber actuado en buen número de ciudades norteamericanas, y de repente me apeteció comer cocido. Realizamos algunas investigaciones telefónicas con total fracaso : en ninguna parte de Los Ángeles era posible comer cocido... para la cena. Pero de tanto hablar del cocido, aquello se convirtió en una cuestión de vital importancia para todo el grupo, como si implicara un regreso automático a nuestra casa. Así que era preciso cenar cocido.

Nos distribuimos una lista de ingredientes y unos cuantos salimos a la ciudad a buscarlos. Al cabo de dos horas lo teníamos todo, y de la mejor calidad : garbanzos, chorizo, morcilla, fideos, tocino, repollo, huesos de caña, gallina, una punta de jamón... Por suerte para nosotros en ciertos barrios de Los Ángeles vive una numerosa población de lo que llaman de origen latino, mexicanos sobre todo, y disponen, al igual que chinos, italianos, armenios, etc..., de tiendas étnicas en las que se venden todo tipo de artículos. Pedí en el hotel un infiernillo y dos cacerolas y me puse a cocinar al condumio.

Tardé más de tres horas en tenerlo listo. Y a la mitad del tiempo apareció un detective del hotel con la nariz en ristre anunciándonos que se habían presentado numerosas protestas por olores en nuestra planta ; al abrir la habitación, casi se desmaya el buen hombre. Para un americano alimentado de hamburguesas asépticas, de helados sin aroma, de verduras precocinadas en agua oxigenada, los olores de un cocido verdadero debía de resultar espantoso. Si yo no hubiese sido Camilos Sesto (y el director de un grupo de unas cuarenta personas que ocupaban media planta y pagaban abultadas facturas), me hubieran puesto de patitas en la calle. Además, era cliente asiduo y conocido en el hotel Beverly Wishire. El detective nos pidió que al menos abriéramos las ventanas de la suite. Él se encargaría más tarde de pedir que colocaran desodorantes por todo el corredor ya a ambos lados de las puertas.

Cuando estuvo todo listo y la mesa puesta por las camareras, llamamos al hombre de seguridad y le hicimos probar nuestra comida. Quedó entusiasmado, sobre todo con "el relleno", las albóndigas hechas con el tocino mezclado con huevo, pan rallado, ajo y perejil, fritas primero y luego cocidas un momentito en el caldo del cocido. Le gustó tanto que nos ofreció una posibilidad maravillosa : que preparáramos nuestras propias comidas en las cocinas del hotel cuando nos apeteciera, y contando además con la ayuda de los pinches, mexicanos muchos de ellos. Con lo que ganó clientes seguros para el hotel, ya que siempre que viajo a Los Ángeles me albergo allí. Ahora ya los cocineros han aprendido a cocinar las comidas que de vez en cuando necesitamos.

En realidad, la de cocinero es una de mis vocaciones frustradas, demasiado tarde descubierta. Uno de la placeres más grandes en esas largas y pesadísimas giras, mío y de la gente que me acompaña, consiste justamente en esperar la madrugada comiendo y bebiendo. Curiosamente, después del agotador trabajo de un concierto en el que adelgazo varios quilos, no me encuentro cansado, sino eufórico y relajado, sin sueño. Les ocurre lo mismo a los músicos. Mi ayudante Jesús Líbano es un experto en encontrar tiendas abiertas a cualquier hora de la noche y en cualquier ciudad. Como conoce y participa de esos vicios, aparece siempre cargado de paquetes con las comidas y bebidas que más nos gustan. Ocupo yo el lugar del camarero, detrás de la barra de la suite, y los músicos, los técnicos, administradores, secretarias, toda esa troupe numerosa que toma parte en una gira de importancia, troupe a veces cercana al medio centenar de personas, se sientan al otro lado. Los que llegan tarde y sin sueño ocupan sillones, camas y moquetas y se las arreglan a su aire. Yo voy sirviendo a cada uno, bocatas, aperitivos, bebidas y vamos comentado el concierto, qué salió bien y qué no también ; nos liamos a contar chistes, a contarnos las noticias que nos han llegado de España por teléfono o por las cartas familiares, cantamos. Todo mientras acabamos con el botellamen y la comida y yo siempre en el papel de camarero. Son esos quizá los momentos mejores de los durísimos viajes, la mejor cura de nuestras nostalgias y nuestras lejanías.

Alguna vez me han aconsejado que me quede a vivir en Los Ángeles, capital mundial de la música, o en Miami. Sin embargo, a mí no me han destetado de España, todavía no me han cortado el cordón umbilical que me une a España. Antes tendría que llover hacia arriba para que yo me desarraigara de España, aun cuando eso perjudique o ralentice mi carrera. Es más : ni siquiera puedo imaginar la posibilidad de haber nacido en otro sitio que no sea España. Y lo noto muy especialmente cuando estoy fuera. Esa furia por conseguir las comidas de mi patria, por saber cada día lo que está ocurriendo es una demostración de un sentimiento que no me gustaría perder jamás.

Una vez intenté, sin embargo, quedarme un tiempo largo en Los Ángeles. Lo hice sobre todo para perfeccionar mi inglés y porque tenía entonces una relación muy íntima con una muchacha que vivía allí, Deniss Brown, la Raquel Welch de Santa Mónica, Deniss, hermosísima y cercana siempre. Fueron ciertamente días maravillosos, meses espléndidos. Mi amigo Harold, un tenista negro excepcional, me incitó en este deporte con clases interminables. Pude presenciar espectáculos de primer orden y conocer a los grandes pioneros de la música. Durante tres años consecutivos pasé temporadas largas en Los Ángeles.

La última vez, en agosto de 1982, me llevé a mi madre. Aquel verano no pude actuar, tan hundido estaba por la muerte de mi padre. Y la señora Joaquina se aclimató a Los Ángeles con una maestría insuperable. Paseábamos mucho, íbamos aquí y allá. No había manera de convencerla de que comiera una sola hamburguesa, ni siquiera de que me acompañara a uno de los múltiples restaurantes mexicanos que hay en la ciudad y sus alrededores. Mi madre se pasaba los días preguntándome qué le iba a poner para la comida, para la cena. Cocinaba yo casi todos los días.

Y uno de aquellos días tuvimos un invitado muy especial. Estaba yo tentado a comprarme una casa maravillosa que estaba al final de la calle, la última, en las colinas entre Hollywood y Beverly. En la casa de al lado figuraba que vivía un tal John Calloy, aunque todo el mundo sabía que se trataba de Frank Sinatra. La quería comprar no para vivir siempre en ella, sino porque había estado habitada por Catherine Hepburn, por John Travolta y, sobre todo, por Paul McCartney, mi ídolo de toda la vida. Estaba en venta y me organizaron una entrevista con el inquilino que la habitaba. Después de quedar por teléfono, aceptó mi invitación a cenar. Mi madre quedó muy sorprendida al verlo, lo miró de los pies a la cabeza, dio unos pasos atrás para contemplarlo mejor :

-¿Pero no es éste ese boxeador de las películas?

Era Sylvester Stallone, desde luego. Hacia sólo unos días que había cumplido teinta y seis años, los mismos que iba a cumplir yo. Resultó ser un tipo fantástico, tan grande de corazón como de cuerpo : simpático, afectuoso, cordial. Había aceptado la invitación con tal que le sirviera comida auténticamente española. Decidí, por lo tanto, servirle tres platos de la especialidad de los Blanes. De primero, una crema fría de pepinos que me había enseñado Chelo. De segundo... será mejor que dé la receta completa :

La materia básica son pimientos rojos, bien carnosos, uno o dos por comensal, y no demasiado grandes. En la sartén, y con aceite de oliva, se prepara un refrito con cebolla, ajo, perejil, tomate y guisantes frescos ; cuando todo está casi hecho, se le agrega carne magra de cerdo picada muy fina, del tamaño de granos de arroz. Una vez bien frita la mezcla, se añade a la sartén arroz, azafrán, con generosidad, cúrcuma, sal y una pizca de pimienta. Se rehoga bien todo. Aparte se cortan los pimientos cerca del tallo, se sacan las semillas y se rellenan luego con la mezcla dispuesta. Se les tapa con el trozo cortado y se envuelven cuidadosamente en papel de estaño. En una olla a presión colocamos una rejilla, un plato o cualquier otro artilugio que impida que los pimientos toquen el fondo. Se vierte un poco de agua, procurando que no sobrepase el nivel de la rejilla. Encima se sitúan cuidadosamente los pimientos y se cierra bien la olla. Una vez alcanzado el grado máximo de presión, se baja el fuego y se dejan hacer al vapor durante una hora justa. En una cacerola normal tardan unas tres horas, pero hay que estar atentos a que no falte vapor, por lo que resulta más cómoda la olla a presión. Es importante la medida del tiempo para que el arroz quede en su punto y pueda absorver los jugos del pimiento.

De postre ofrecí a Stallone flan de huevo, poco cargado de azúcar. A los norteamericanos suele encantarles este dulce. Y, como bebida, rioja joven un poco fresco. La cena obtuvo tanto éxito que todavía ahora, de tarde en tarde, me llama Sylvester desde los sitios más inverosímiles para preguntarme si voy a cantar donde él trabaja para que le invite a cenar. Mantenemos desde entonces una amistad excelente, aunque finalmente decidí no comprar la casa. Tal vez me hubiera atado demasiado a Los Ángeles, la ciudad americana que más me gusta.

A mi madre le cayó mejor aquel actor que los punkies que había visto en King's Road y de los que había dicho cosas terribles. Incluso la agitada ciudad de Los Ángeles le pareció mejor que Roma :

-¿No te parece que aquí está todo viejo y roto, Eliseo?- le preguntaba a mi padre tirándole del brazo.

En México en cambio se divirtió mucho, aunque "la gente hablaba de una forma muy rara". Incluso me acompañó, después de una agotadora jornada en el impresionante Museo Etnológico, a visitar a León Felipe, inmortalizado en estatua en el bosque de Chapultepec. Siempre lamenté no haber podido conocer al poeta exiliado, que murió en 1968, y tuve que contentarme de acudir al Ateneo Español y a algunos bares en los que Felipe desgranó su sabiduría, su furia y su poesía. El hombre que en sus escritos cantaba "no para hacer dormir a nadie" -como a tantos nos gustaría y pretendemos- ha sido siempre uno de mis poetas más frecuentados. Guardo como un exvoto el texto aquel en que explica por qué los españoles hablamos tan alto, las razones por las que levantamos tanto la voz. El español "habla desde el nivel exacto del hombre porque tres veces en la Historia ha necesitado levantar su voz : cuando gritó "¡Tierra, tierra!", frente a las costas americanas ; cuando "el estrafalario fantasma de la Mancha" gritó "¡Justicia, justicia, justicia!" y, por fin, cuando "desde la colina de Madrid", en 1936, gritó "¡Que viene el lobo, que viene el lobo!"....

En México he estado tantas veces y tanto tiempo que es un poco como mi segunda casa. En México he visto cómo sobornaban a los conserjes del hotel en que actuaba, y con sobornos de hasta cien mil pesetas, para que les dieran la mesa de la primera fila desplazando a quien la tenía ya ocupada para verme trabajar. En México, donde un general se presentó en mi camerino y me ofreció una vez un crucifijo de diamantes que había recibido de su madre y tuve que aceptarlo porque me amenazó con ser arrastrado por los soldados que le acompañaban... Ese general cuyo nombre prefiero omitir, hoy está inactivo, supermillonario, sigue presentándose en mi camerino siempre que actúo y sigue regalándome flores, bombones, un reloj y amenaza con meterme preso si no lo acepto. En México donde una vez tuve que actuar en una de las mansiones del general Durazo, entonces jefe de policía de la capital federal y buscado por los jueces, alias El Negro. Tenía una veintena de mansiones en México, Canadá y Estados Unidos y ahora lo acusan de haberse llevado del país no sé cuántos miles de millones. En el libro Lo negro del "negro" Durazo, que compré en mayo pasado, encontré increíbles historias de este curioso ciudadano. Yo actué en una discoteca que había construido para su hijo en una de sus casas, tan inaccesible que había que llegar en helicóptero. Era una réplica exacta de la más famosa discoteca del mundo por entonces, la "Studio 54" de Nueva York. La casa tenía además casino, caballerizas, baños de vapor, lagos artificiales, carreteras privadas, campos deportivos... Un desmadre para marear a cualquiera. Parece que con la elección del nuevo presidente ha sido incautada por la alcaldía de la capital, lo mismo que otra en la playa de Zihuatanejo que los mexicanos llamaban El Partenón, porque era una réplica del templo ateniense...

En México... ¿Cuántas extrañas historias no me han pasado en México? Es el país más vital, más insólito, más divertido, más desquiciado, más apasionante. Únicamente me he negado a actuar en los palenques, donde se celebran las peleas de gallos, aunque pagan a los cantantes sumas fabulosas, porque allí el artista es sólo una disculpa legal para las apuestas ; nadie escucha y con alguna frecuencia el festejo termina a tiros o, al menos, a golpes. Sin embargo, he hecho por el país giras nutridas como las españolas, y casi tan frecuentes. Tengo en el país miles de amigos, algunos de mis discos se han vendido en mayor número que en España incluso, allí he encontrado a la madre de mi hijo, Lourdes Ornellas. Y mi hijo Camilo es mexicano. ¿Qué más podría añadir?

Mi madre, aún con sus años, siempre me pregunta si estoy preparando un viaje "tranquilo" a México, es decir, un viaje para actuar solamente en la capital o en un par de sitios. Quiere venir conmigo porque no ha podido olvidar el amor que le ofrecía todo el mundo en aquella tierra, el mismo que me entregan siempre a mí. Ni teme a la altura, ni a la "cólera de Moctezuma". Si yo me como con más gusto un chile que un pastel, un chile que parece tener encerrado en su interior todo el fuego del infierno, no se arredra ella ante los platos del país. Esa admiración que siente le ha sido premiada convirtiéndola en abuela de un pequeño mexicano, aunque es rubio, pálido de piel y con ojos azules como su padre, un vástago perfecto de los Blanes.

Tanto ella como mi padre me han acompañado en muchos viajes, a muchos países. Para ellos era un regalo verme actuar ante públicos tan diversos. Y también una inyección de vida y de entusiasmo. Sin posibilidades de haber hecho turismo en sus mejores años, mi madre sobre todo, porque ha vivido más, está aprovechando maravillosamente su tiempo. Y contempla esos mundos extraños con una ingenuidad, un interés y una pasión enternecedoras.FB_IMG_1573850171673.jpg
 

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