Camilo Sesto: su vida, canciones, muerte y herencia

Asi parece ser! Que mal que haya lucrado Chelo con lo que paso. En las memorias de Camilo era plasmada como una mujer Integra y de una sola pieza. Ella destruyo su propio mito.
 
También es intrigante la relación que tenía con su hijo. Aparcó su carrera profesional mientras Camilín era pequeño para criarlo, y luego, con 20 años o así lo echó de casa y lo envió a México con la madre. Eso sí, dándole una asignación mensual hasta poco antes de morir, cuando se cansó de manternerlo con más de 30 años. He encontrado unas declaraciones de Chelo de cuando fue a poner fino al hermano en tv y profería amenazas como ésta: "Reconoce lo que he sido para ti o contaré todo lo que me hiciste" :oops: "Lleva años viviendo de noche y durmiendo de día, encerrado en su casa y dedicado a pintar y a navegar por Internet. No recibe visitas de ningún familiar y accede únicamente a la compañía de un grupo de mujeres y hombres raros, tanto o más que él". No me la creo, al menos en cuanto a la familia, pues con su primo Enrique y las hijas de éste nunca perdió el contacto y se veían con frecuencia. Y lo del encierro pues tampoco me lo creo porque con Ángela Carrasco hubo relación hasta su fallecimiento, salían a comer a restaurantes, etc.

Chelo menciona en esas declaraciones a su sobrino que por entonces ya no vivía con Camilo: "Como no le fue bien en la escuela y no consiguió buenas calificaciones, lo mandó de vuelta con su madre. Desde entonces no tengo ninguna conexión con mi sobrino. No tengo ningún teléfono suyo ni nada para poderle llamar. Además, él tampoco me llama a mí". O sea que Camilín, al igual que su padre, cortó toda relación con Chelo (y supongo que también con sus primos). Menudo culebrón familiar...
 
Última edición:
Es verdad que se llevaba muy bien con su primo desde que eran pequeños hasta el final. Hay una entrevista a su primo de hace solo unas semanas que decía que pasaban bastante fines de semana en casa de Camilo él, su mujer y sus hijas desde que las niñas eran pequeñas. Y también hay fotos recientes que han subido ellos de reuniones familiares y de conciertos a los que le acompañaban. Creo que el problema está en irte a vivir con tus hermanos. Yo no me imagino con mis cuarenta años viviendo con mi hermano. Me llevo muy bien con él, pero creo que tarde o temprano habrían roces porque ya somos personas maduras que hemos seguido caminos diferentes, y hemos ido adquiriendo manías y estilos de vida diferentes. Creo que ese fue el problema con Chelo. En fin, solo ellos lo sabían...
 
También es intrigante la relación que tenía con su hijo. Aparcó su carrera profesional mientras Camilín era pequeño para criarlo, y luego, con 20 años o así lo echó de casa y lo envió a México con la madre. Eso sí, dándole una asignación mensual hasta poco antes de morir, cuando se cansó de manternerlo con más de 30 años. He encontrado unas declaraciones de Chelo de cuando fue a poner fino al hermano en tv y profería amenazas como ésta: "Reconoce lo que he sido para ti o contaré todo lo que me hiciste" :oops: "Lleva años viviendo de noche y durmiendo de día, encerrado en su casa y dedicado a pintar y a navegar por Internet. No recibe visitas de ningún familiar y accede únicamente a la compañía de un grupo de mujeres y hombres raros, tanto o más que él". No me la creo, al menos en cuanto a la familia, pues con su primo Enrique y las hijas de éste nunca perdió el contacto y se veían con frecuencia. Y lo del encierro pues tampoco me lo creo porque con Ángela Carrasco hubo relación hasta su fallecimiento, salían a comer a restaurantes, etc.

Chelo menciona en esas declaraciones a su sobrino que por entonces ya no vivía con Camilo: "Como no le fue bien en la escuela y no consiguió buenas calificaciones, lo mandó de vuelta con su madre. Desde entonces no tengo ninguna conexión con mi sobrino. No tengo ningún teléfono suyo ni nada para poderle llamar. Además, él tampoco me llama a mí". O sea que Camilín, al igual que su padre, cortó toda relación con Chelo (y supongo que también con sus primos). Menudo culebrón familiar...
Lo de irse a vivir con Lourdes creo que Camilo Jr. Lo pidio porque queria convivir con ella mas. Lucia Mendez dijo que Lourdes era colaboradora en en el Hola! Y ganaba en euros ( Entonces porque tanto victimismo?!) El manager de Camilo el dia del funeral dijo que el hijo tiene un contrato con Universal Music y por eso tenia que estar en Mexico. Tb. Acusan a Camilo Jr. de no ponerle un alto a Lourdes cuando dice mentiras. En resumen se ve que es un blandengue y nunca se preparo para crear ni administrator riqueza.
 
Biografía Y Memorias DE CAMILO SESTO

CAPITULO 19
"TIEMPOS PEORES"

Un hombre con menos voluntad o con menos paciencia hubiera regresado al regazo de su madre, al cálido y largo amor familiar. Sin embargo, acababa de ocurrir en alguna parte el estallido que la música de los jóvenes había venido presagiando. Quizás soy el único ciudadano español que no estuvo en París en el mes de mayo del 68, a juzgar por lo que he podido leer más tarde, y no obstante en alguna esquina de mi corazón participaba de aquella rebeldía contra todo. La Década Prodigiosa no había sido para mí, como para tantos otros jóvenes, más que una larga lucha por imponer mis gustos, mi modo de vida, mi creencia en una sociedad más dinámica y más libre, con menos prejuicios y menos coacciones. Nadie hubiera podido imaginar ciertamente que en la España que apuraba las ideas de su victoria de treinta años antes, "los melenudos" , "los hippies" nos lanzáramos a la calle para exigir nuestros derechos a la imaginación, a la voz. Nuestros gritos no se enfrentaban a los grises ni se armaban nuestras manos con adoquines del Saint-Michel; nuestros gritos se oían en "Los Boys" y en "El Parnaso", en la intrincada intimidad de nuestras baratas casas de alquiler. Si nuestra conciencia nueva no calaba en la sociedad en que vivíamos, germinaba y progresaba dentro de nosotros como en un cortocircuito peligroso y útil. Quizás por eso -por no poder lanzar al exterior nuestra palabra-; quizás por no poder traducir las intuiciones a pensamientos era más dura nuestra situación. Como si viviéramos borrachos de nosotros mismos. Como si solo nosotros estuviéramos en el mundo.

Al lado de Zosca, aburrido junto a mis discos de préstamo, recopilando como loco dinero para mi comandante de la Unidad de Servicios, leyendo libros de Historia y novelas a mi amigo Edo, de Mas de las Matas, a cambio de su amistad y de que pelara patatas por mí, escapando a los clubes de Almería o una noche de fin de año a Torremolinos (para cantar de nuevo Sombrero, ay mi sombrero y el Achilipú, y la Conga, como si nada hubiera sucedido), escaqueándome del fusil y de las marchas nocturnas, cantando entre dientes mis primeras canciones..., allí en Viator, tuve al menos tiempo para pensar en mí mismo, diseñar un destino posible, enfrentarme de veras a una vida de la cual solo conocía su rostro más feliz o más frívolo. Supe que lo que estaba ocurriendo a mi alrededor tenía un significado: las barricadas de París, la ninfomanía de Laura, las huidas de Katmandú, el rock-and-roll, la paranoia de Jacqueline, la enloquecida búsqueda de Lali, la ternura de Cristina, las primeras drogas que nunca quise probar, la agitación indescriptible de centenares de músicos que fundaban y destruían grupos prometedores, los clubes ruidosos y animados que finalmente solo admitían la borrachera de la ginebra adulterada, el s*x* como agarradero último, como liberación suprema.

Estaba empezando a comprender.

Y tenía clara, de momento, una cuestión. Se acabaron para mí los grupos. Me convertía en cantante solista, costara lo que costase. Relegaba mis intentos de ser uno de Los Beatles para intentar convertirme en Camilo. Es decir, tomaría el camino por otro de sus orígenes y veríamos lo que pasaba.

En los primeros meses el camino estaba formado por dos líneas de autobuses: la 14, desde el Paseo de la habana, donde vivía con Rosetta, hasta Cibeles. Y allí la línea 51, hasta La Elipa. Desde las nueve de la mañana estaba abierto el sótano de "Marcos y Molduras Caballero" y no cerraba hasta entrada la noche. Me encerraba allí con otra gente como yo y pintaba sin descanso; por primera vez en mi vida intentaba ahorrar un poco de dinero, ahorro de tres días para tener libres otros cinco o seis y buscarme un puesto como cantante solista.

Después de la mili, todavía estuve viviendo con Laura Casale unos ocho meses. Fueron los más dramáticos. Las peleas, siempre por celos de ella, eran constantes. Todas las puertas estaban cerradas. Vislumbré un rayo de esperanza una noche que fui al cine con Laura y me encontré a Junior. El cine era el gran pasatiempo nuestro en aquellas noches vacías. A veces, por la mañana, yo acudía a la Hemeroteca o a la Biblioteca Nacional a leer, en busca no sabía muy bien de qué. Quería aprender tantas cosas que desconocía...Y me ahorraba las escenas e inquietudes con mi compañera. Si no pintaba, la lectura y el cine eran mis mejores ocupaciones.

-¿Qué haces, Camilo?- me preguntó Junior.

-Trabajando en lo nuestro. Y a ver si alguna puerta se me abre.

-Yo estoy montando una productora. ¿Quieres grabar conmigo?

Me pareció que de pronto me ofrecían el cielo. Junior acababa de separarse de Juan Pardo y estaba trabajando para fundar una productora discográfica; creo que también deseaba convertirse en empresario de artistas. Todos los viejos amigos y compañeros podían contar con su ayuda.

Confiando en aquel proyecto, todas las tardes después de la comida me pasaba por su casa. Solo estaba en ella Dolores, la doméstica, que me servía una copa de coñac y me daba los discos para que me fuera entreteniendo. Al cabo de dos o tres horas aparecía Junior, que tenía mucha actividad con su nuevo negocio. Luego, más tarde, su mujer Marieta (Rocío Dúrcal) y Mario, un primo de Junior. Y alguien más que se habían encontrado por el camino. Me saludaban de pasada y casi inmediatamente se ponían a bailar rock-and.roll o los discos de moda.

-¿No bailas, Camilo?

-Es que yo he venido a trabajar en la producción.-Bueno, no tengas prisa, vamos a divertirnos un poco.

-¿Y cuándo grabaremos? -insistía yo.

-Un día de éstos, no te preocupes.

Yo me lo estaba tomando muy en serio. Había compuesto varias canciones, las perfeccionaba continuamente, con la esperanza de que en cualquier momento me llamara Junior para acudir a los estudios. Pero una tarde y otra tarde ocurría siempre lo mismo: bailes y pérdidas de tiempo mientras yo con la copa de coñac en la mano, esperaba. Y cada noche volvía a casa sin haber conseguido nada.

Y en casa me encontraba a Laura Casale, que empezaba a gritarme pensando que pasaba las tardes divirtiéndome como un golfo, persiguiendo a las chicas. Se ponía histérica, lloraba, decía que yo no la quería y ella estaba muriéndose por mí...aquello era terrible, espantoso.

Una de las noches regresé de ver a Junior más deprimido que nunca. Sus proyectos no cuajaban y no parecía cercano el día de la grabación. Deseaba que Laura me consolara, me animara un poco, pero ella no estaba en casa. Entonces sentí unas ganas terribles de dormir, de dormir miles de horas seguidas para curarme de aquella tristeza. Me tomé seis pastillas de Medomina que Laura guardaba en su botiquín y me quedé inconsciente en un sofá. No tenía ningún deseo de suicidarme, ningún deseo de morir; solo ansiaba un sueño profundo y largo. Laura salía aquella noche de viaje y cuando llegó a recoger su equipaje y a despedirse de mí me encontró inconsciente, llamaron a un médico que vivía en el edificio y me hicieron tragar cuarenta y nueve tazas de café. Con la ayuda de la gente que la acompañaba me arrastraron hasta el cuarto de baño y consiguieron que vomitara el veneno. Si me hubieran dejado solo, probablemente mi sueño habría sido demasiado largo y no podría contarlo ahora. ¡Qué inconsciente estupidez la mía!.

Nadie tenía culpa de aquello, ni yo mismo. Pero comprendí que no podía continuar viviendo de aquel modo y de momento decidí separarme de Laura. Me fui solo al cine diciéndome que a la salida tomaría una decisión. Después fui a cenar convencido de que después de la cena tendría claro a dónde deseaba ir. A continuación me metí en "Jota Jota" seguro de que al final sabría en dónde meterme...Allí encontré a Rosetta, que se encontraba en una situación semejante y me ofreció una pequeña habitación con cama en la casa en que vivía.

La primera euforia de aquel cambio logró mantenerme a flote. Abandoné las visitas a la casa de Junior, en vista de que se quedaban en eso, en visitas: realmente ¿qué quería de mí?; volví a la pintura, a los libros y a la música. Sería cantante o, al menos, compositor. Con una guitarra, a la que le faltaba una cuerda, que Rosetta tenía, pasaba largas horas en su casa ideando sonidos y poniéndole letras, luchando contra mis restos de acento valenciano, especialmente la durísima ele. Hasta que de nuevo aquel buen amigo Manolito Varela vino a decirme que Juan Pardo comenzaba a trabajar como productor, y que parecía demostrar mayor interés por mí que su antiguo colega Junior. En seguida quedamos de acuerdo en que yo sería uno de sus artistas, en medio de muchos otros. Esta vez decidí no desesperarme. Algún día llegaría mi hora.

Y como, después de todo, era un trabajador del show bussiness, estaba metido de hoz y coz en el mundillo musical de Madrid, aprovechaba cualquier oportunidad para trabajar y para aprender. Como era un pupilo de Pardo, aunque "inédito", me llamaban continuamente para ayudarle en sus producciones, sobre todo hacer los coros de las gentes a la que iba grabando. En aquellos meses de finales del 69 y hasta el otoño de 1970 puse mi voz en una cantidad enorme de grabaciones: Marisol, Luis Gardey, Mochi, Andrés Do Barro, Peret, el propio Pardo...ayudaba en los coros a la mitad de los cantantes de España.

Naturalmente no me pagaban un duro por ello. Yo era gente de Pardo y cuando había que echarle una mano se la echaba. Tenía esperanza de que en algún momento me tocara a mí ser el solista. Por otra parte, iba familiarizándome con los estudios y los sistemas de grabación, iba aprendiendo. De vez en cuando preguntaba:

-¿Cuándo, Juan?

-No te impacientes muchacho. No te impacientes.

Yo tenía ya 24 años.

Pensaba que alguna vez llegaría mi momento. Pensaba que tal vez las cosas eran así, así para todo el mundo; que había que ser paciente. Yo nunca había actuado como solista ni grabado un disco y creía que las cosas funcionaban de aquella manera, a base de preguntar lo mismo: ¿Cuándo? ¿Cuándo?

Por lo menos, Juan Pardo iba abriéndose camino como productor. Yo tenía paciencia y era muy tímido. No me atrevía a exigir. Alguna vez me llamaría.

Y me llamó para salvarle de una emergencia. Necesitaba urgentemente algunas canciones inéditas.

Para otros. La cantante Cristina me grabó dos temas: Vamos al circo y La voz de un niño. Garbey me grabó Mi buen amor. Federico Cabo, que se hacía popular con una versión del Love Story me grabó Llegará el verano. Alguna vez me tocaría grabar a mí; tenía ya listas unas veinte canciones. Y ni siquiera pasaba por mi mente la idea de volverme a Alcoy, o de entrar a sueldo con Caballero, o al menos pedir dinero por aquellos trabajos, coros y composiciones, que a nadie de le ocurría pagarme. Aunque todos sabían que las estaba pasando putas.

Yo le preguntaba a Rosetta:

-¿Tú crees que yo sirvo para algo más que para lo que te dije?

-¡Sí! Para eso ¡sí! Y para lo demás, el que más. Cuando te oigan se enterarán.

Seguía viendo ocasionalmente a Laura, que siempre fue buena amiga. Y como su carrera empezaba a declinar, atascada en mil conflictos, me llamaba para pedirme ayuda.

"Camilo, que se me ha perdido el batería, ¿vienes tú?" "Camilo, que se me ha ido a la mili el guitarra rítmica, ¿puedes acompañarme?" "Que me falta un bajo..." De pronto me encontraba en una furgoneta camino a Llodio, en Vizcaya, y al lado de mi amigo Jaime Torregrosa, el que yo había llamado de Alcoy para los nuevos Botines. Durante el viaje, Laura nos cantaba en la furgoneta su repertorio y Jaime y yo nos lo aprendíamos.

-No te preocupes, laura, te sacaremos del atolladero.

Trabajé con ella de batería, de guitarra...Incluso de gogó. Tenía dos chicas que actuaban como go-go girls mientras ella cantaba y una le faltó por algún motivo. Me llamó y me fui a bailar durante un recital al lado de la otra. Era en el verano de 1970. A los pocos días, me llama la go-go superviviente, que tenía un tema propio. Había firmado un contrato para una cesión de baile junto a su compañera en un pueblo de Toledo y la compañera, no tan compañera, no aparecía.

-Camilo, voy a perder mil quinientas pesetas y, además; la bronca. ¿Por qué no vienes conmigo? Te daré la parte de ella.

El chofer del ayuntamiento se quedó de piedra cuando, al recogernos, vio que una de las gogós era yo.

-Bueno, bueno, no sé lo que dirá el señor alcalde. Ustedes monten.

Fue una aventura maravillosa. El espectáculo se ofrecía en el bar del pueblo. En un altillo al lado de la barra habían puesto dos cajas de "Coca Cola" y un tocadiscos sobre el mostrador. Un pequeño circulo como pista y varias hileras de sillas para los espectadores. Estaba allí todo el pueblo. Los hombres, con garrota y boina. Las mujeres, con pañuelos negros. Los jóvenes, con sus trajes de los domingos. Como no tenían disjockey propio, tuve que ocuparme yo de ese cometido. Ponía en aquel cacharro los discos que me gustaban a mí y corría a encaramarme a mi caja de refrescos para bailar al tiempo que mi compañera. Los viejos nos miraban como a marcianos. Y no es de extrañar. Yo llevaba el pelo larguísimo; me hice una raya al medio y me coloqué una cinta de cuero alrededor. Camisa negra, pantalón rojo, un cinturón de flecos colgando por todos lados, zapatos verdes...Estaba muy moreno y bailaba como un endemoniado. La chica vestía más o menos igual, salvo que enseñaba muslo. La gente de aquel pueblo estaba tan entusiasmada y sorprendida que ni se atrevía a salir a bailar. Solo nos miraban, nos miraban, mientras yo iba poniendo discos.

Al final de la fiesta rifaban una cabra. Como propina por nuestro trabajo nos regalaron a la chica y a mí diez números cada uno. Y me tocó la cabra. Yo quería meterme dentro de la caja de "Coca Cola" y desaparecer. ¿Qué hacía yo con una cabra? Intenté rechazarla, regalarla a los huérfanos del pueblo, al cura...No hobo manera. Me había tocado a mí y todos estaban muy contentos de que así fuera, porque me la merecía, y tenía que llevármela a casa. Cobramos las mil quinientas pesetas cada uno, nos dieron un bocadillo y nos metieron en el coche para devolvernos a Madrid. Con la cabra. La gogó que me había metido en aquel follón no dejaba de reírse y el chofer no sabía por qué. Yo pensaba que si me presentaba en la casa de Rosetta a las cuatro de la mañana con aquel vestuario y con la cabra, podía llamar a los loqueros. ¿Qué podía hacer yo?.

-Oiga, ¿le importaría parar un momentito? La cabra y yo queremos orinar.

Estábamos ya entrando en Madrid. Bajé del coche con la cabra, le di un empujón y el inocente animal, después de unos pasos, se quedó mirando con tristeza cómo volvía al coche sin él.

-Se me ha escapado, la muy zorra.

-Vaya mala suerte, hombre. Se lo diré al señor alcalde a ver si pueden darle otra -respondió muy serio el chofer.

Eso me pasaba por mi manía de intentar ayudar a todo el mundo. Porque si yo no estaba recibiendo muchos apoyos efectivos, la verdad sea dicha, nunca he tenido inconvenientes en echar una mano al que la necesitaba. No me gusta cubrirme de flores, y por ello no insistiré en la cuestión, pero mucha gente podría dar testimonio de ese interés por los demás. Cuando estaba en la miseria y cuando he alcanzado el éxito. "Nadie tiene derecho a ser feliz él solo", decía Alberto Camus y yo he procurado compartir siempre mis raciones de felicidad, grandes o pequeñas. Incluso cargando con una cabra por no desairar a mis anfitriones.

Para mi suerte, durante aquellos difíciles tiempos contaba con Rosetta, cuyo inmenso sentido del humor me permitía mantenerme como en el aceite sobre aquellas aguas oscuras y agitada. Fue una relación tranquila comparada con la de Laura, aunque cualquier persona normal la calificaría también de tempestuosa. Por fortuna para los dos, resultó breve: tan solo ocho meses. Breve en la convivencia bajo el mismo techo, porque nunca hemos dejado de ser íntimos amigos, tan íntimos que es probablemente ella la primera que leerá estas páginas antes de darlas a la imprenta, si finalmente me decido a hacerlo. Unida a mí para toda la vida, porque es una mujer bondadosa, bella, simpática, alegre, vital, imprescindible. La he querido y la quiero tanto como ella a mí.

Pero cuando vivíamos juntos en su casa solo tenía un defecto, común también a Laura Casale y a otras tantas otras con las que he vivido: estaba empeñada en casarse, quería que nos casáramos.

-Mira Camilo, la gente se está poniendo mosca. Mi madre, cuando llama, dice que por qué estás aquí tanto tiempo (la madre sabía que estaba siempre). Los amigos comentan (y las revistas, y las emisoras de radio: lo sabía todo el mundo). ¿No crees que ya es hora de que tú, y yo, nosotros, quiero decir...?

pero mi aversión al matrimonio es uno de los asuntos que he tenido más claros desde muy pronto. Así que no. Y para no hacerla esperar inútilmente, para no hacerla sufrir, decidí irme de su casa.

Estaba con nosotros Federico Cabo cuando intenté convencerla de que debíamos despedirnos como dos personas civilizadas.

-¿Ah, sí?. ¿Y cuándo te vas, si puede saberse?

-Pues el lunes, un día de éstos...

-¡Nada de un día de éstos! ¡Te largas ahora mismo!

Rosetta cogió mi maleta y empezó a llenarla con mis ropas, furiosa. De pronto desaparece a otra habitación, está allí tres minutos y regresa llorando y pidiendo que no me vaya.

Una escena parecida a la que me había enseñado la Casale.

Aquello duró una eternidad: gritando ella, intentando yo que razonara, hablándole de seres adultos y civilizados, lo mismo que una película francesa...

Al final pedí a Federico que me acompañara. Bajamos juntos mi equipaje y me metí en su coche, un Mini rojo precioso que acababa de comprarse. Pero Rosetta nos siguió, subió a su "Seiscientos" y comenzó a perseguirnos por Madrid. En los semáforos golpeaba con fuerza el coche de Federico y lo iba llenando de abolladuras. Le pedí que acelerase, que se metiera por direcciones prohibidas, que se saltase los semáforos en rojo...Rosetta siempre detrás, golpeándonos cada vez más fuerte. Al fin, antes de que el pobre Federico se echara a llorar ante aquella tragedia, me bajé delante de una boca de Metro, dejando las maletas en el coche. ¿Sirvió aquello para detener a Rosetta? Intentó seguirme dentro de su coche, hasta que se quedó atascado en las escaleras. Yo monté en un vagón y así logré acabar aquel idilio. Unos días más tarde escribiría para ella una canción. La estrené en un concierto en Castellón, meses más tarde. Quise invitarla a que la oyera, pero sin que la conociese previamente. Sabía yo que mi marcha le había dolido mucho e intenté con aquellos versos darle ánimos: ¿No te das cuenta que no estás sola? Me tienes contigo , Rosetta. Ya no eres niña, la gente te adora. No llores, sonríe Rosetta...Poema de amor, así te encontré Rosetta, Rosetta...

Al oírla desde la primera fila, lloraba como una tonta: entendía bien mi mensaje de amor y aliento. Entendía que seguiríamos siendo amigos, aunque no viviéramos en la misma casa.FB_IMG_1573507550853.jpg
 
Para tod@s que están enganchad@s
Con las vivencias de Camilo en cada capitulo
Ahí la teneis ¡Que la disfrutes! FB_IMG_1573505769818.jpg

Biografía y memorias de CAMILO SESTO

CAPITULO 20
"ESPERAR LONDRES"

Dudo que, algún cantante español moderno haya esperado tanto tiempo para grabar su primer disco, haya tenido que aguantar tanto antes de conseguir lo que buscaba. Cuando ahora me critican incluso por mis éxitos, cuando escriben de mí como un niño mimado de la canción en castellano, cuando me miran con aviesa intención porque no me faltan dinero y éxitos y amigos, muy pocos conocen esta larga lucha que he ido resumiendo. No basta con tener condiciones. Ni con tener suerte. También hay que estar bien dotado de paciencia y de voluntad. Al menos eso me ocurrió a mí. Voluntad y paciencia durante muchos años.

-Bueno, no me atosigues, Camilo. Todo llegará - me decía continuamente Juan Pardo.

Había estado una temporada con Junior. Luego, un sueño entero esperando con Juan Pardo, haciendo de todos menos lo que quería hacer. Y por fin, en octubre de 1970, me pide que grabe un disco. En la cara A: Llegará el verano; en la cara B: Sin dirección. Como comienzo de una carrera, aquello era estelar. Cuando me presentaba en las emisoras de radio con mi disco, el locutor me decía:

-Pero, ¿cómo quieres que ponga en octubre una canción titulada Llegará el verano? !Menuda novedad! A no ser que te refieres al verano que viene.

-Pero la cara B...

-Sin dirección. Domicilio desconocido. Es que es un cachondeo...Te estás luciendo, muchacho.

No sé si Juan quería quitárseme de encima, si no se dio cuenta de lo que estaba haciendo o si, produciendo ya a una legión de cantantes, no distinguía a unos de los otros y el verano del invierno. Además, el disco no era buena y, además, se notaba demasiado que era de Juan Pardo, uno más del sello Piraña. Quiero decir que no era yo el que cantaba sino uno del grupo de Pardo. Se habían grabado los playbacks en Londres, al parecer para otro cantante, y la voz finalmente la puse yo en los estudios madrileños de la RCA. Pardo me dio sus letras y yo creía buenamente que era mejor presentarme con canciones de Pardo que con las mías propias. Se vendieron algunos discos, de todas maneras. Los que compré yo para regalar a mis amigos.

A los tres meses de aquel despiste, una nueva oportunidad. Pardo tenía bajo el brazo una adaptación de la "Canción de Cuna" de Brahms que había hecho él mismo y me preguntó si quería grabarla. Estuve estudiándola y finalmente acepté. Pero ya no para cantarla según la escuela de Pardo, sino según mi propio estilo. Ésa sí puedo considerarla mi propia canción, porque ya era una canción de amor cantada a mi manera, con mi estilo. Hacía tiempo que me había distanciado del rock-and-roll e intentaba situarme en la zona de las canciones de amor de Los Beatles: un tipo de canción melodiosa, armónica, expresiva, apasionada a veces. Cuando decía Buenas Noches, mi amor en 1970 estaba comenzando la evolución hacia Amor de mujer en 1984: el molde es prácticamente el mismo. Es mi estilo.

Aquel disco ya era otra cosa. Para grabarlo había firmado un contrato con la compañía alemana Ariola, que acababa de instalarse en España, después de absorber Discos Vergara. Fui yo el primer artista español contratado por esa compañía, en la que todavía sigo trabajando, después de catorce años. Incluso vivía en un piso paredaño, en la calle Doctor Fleming 31. yo vivía en la puerta A y la compañía tenía sus oficinas en la B. Juan Pardo me había prestado las diez mil pesetas de pago de anticipo del alquiler. Antes de anclarme allí había pasado unos meses en un piso de la calle Benigno Soto, en compañía de mi amigo Jaime Torregrosa, una casa que estaba llena de damas de compañía y de chicas con vocación de lo mismo, fue quizás donde mejor me trató el vecindario. Me invitaban a comer, me contaban sus citas, me lavaban la ropa, me consideraban como un hijo de ellas. Aún conservo algunas buenas amigas de aquella residencia...Ahora que hago cálculos, he vivido al menos en una veintena de lugares dentro de Madrid: ¿cómo contar todo lo que me ocurrió en cada uno de ellos? Pero las chicas maravillosas y humanísimas de Benigno Soto son inolvidables.

Teníamos una relación maravillosa en Ariola. Charo García y José María de Juana entraban continuamente en mi casa a pedirme un café o a ofrecérmelo. Muchos domingos tenía que cocinar una paella para todos los empleados. Yo mismo me ocupaba de seleccionar en el archivo las fotos que me gustaban y las que no me gustaban...Éramos una pequeña familia llena de entusiasmo y de ilusiones en la incipiente empresa.

Con aquel disco bajo el brazo comenzaba a sentirme el rey del mundo. Se escuchaba mucho por la radio, lo ponían en la televisión. La gente hablaba de él, en las revistas. De repente todo el mundo empezaba a tomarme en serio...Claro que los empresarios se lo tomaron con más calma. La misma noche de San Silvestre de aquel año, a medias para ganarle unos duros y a medias para echar otra vez una mano a Laura Casale, actué en el Hotel Eurobuilding. Fue una de las últimas grandes hazañas de nuestra vida juntos.

Laura subía al escenario, cantaba una canción y se iba a echar un trago. Yo actuaba como batería, pero dado que ella tardaba en aparecer, me ponía a cantar. Durante toda la noche, hasta el amanecer, estuve cantando detrás de la batería todo el repertorio imaginable: las canciones de Laura, las de Pardo, el Achilipú, las de Los Beatles, las de Federico Cabo, las de Peret, las mías propias, yo creo que hasta las que me había aprendido en Los Salesianos...Laura aparecía medio grogui, le daba un meneo a su espetera, la gente aplaudía y Laura se largaba. Y Camilo Sesto en aquel momento, hubo de cargar con todo el espectáculo. Yo creo que hasta cerca del mediodía del primero de enero de 1971. claro que me pagaron cinco mil pesetas...

Ni siquiera durante el verano siguiente logré otra cosa que hacer coros, tocar la batería con unos o con otros, sacar de nuevos atollerados a Laura, componer en solitario, correr una vez más al sótano de Caballero a sacar unas pesetas que precisaba con urgencia. Aunque en teoría iba a "llevarme" el mánager de pardo, Juan Martínez, a la hora de la verdad la que me llevaba era Laura o algún otro amigo en plan de samaritano. Y eso que en primavera había salido otro single mío: Lanza tu voz y A ti Manuela, una hermosa canción que alcanzó cierto éxito publicitario a causa del tema. Aunque no se dijo toda la verdad y se añadió alguna mentira (que estaba dedicada a mi primera novia de Alcoy, por ejemplo), compuse aquella canción una noche que me enteré de que estaba a punto de morirse de leucemia una niña hija de unos amigos míos, Cari y Manolo Lapique, vizcondes de Villamiranda, de siete años. Se llamaba Almudena. A la mañana siguiente, acudí con una guitarra a la Clínica de la Concepción para cantársela. Yo me emocioné tanto que tuve que salir al pasillo para no llorar. Allí donde tú estés yo sé que me esperas, un día llegaré...Parecía una sencilla canción de amor, una canción sentimental, pero era algo más que eso: un intento de gritar que el amor era más fuerte que la muerte. Quizás la pequeña Almudena pudo entenderlo antes de irse. Aquella era una canción muy hermosa, sí.

Las dos gustaron a mucha gente. Algunos profesionales de la radio comenzaron a apoyarme, especialmente Pepe Fernández. Mis canciones sonaban con frecuencia y comenzaron a proliferar a mi alrededor periodistas y fotógrafos. Y también aspirantes a mánager.

El primero creo que fue Tony Caravaca, que me preparó una verdadera gala en Torrejón. Antes de actuar tuve que patearme el pueblo para la cosa de publicidad, después canté durante casi dos horas, mis canciones y las de otros, y más tarde me fui a mi casa...sin cobrar. El siguiente mánager debió de ser Antonio Fernández:

-Oye, te organizo una gala en Victoria por sesenta mil pesetas.

-¡!Sesenta mil pesetas!! Ahora mismo firmo.

No me contó que tenía que actuar tres veces en el mismo día, en tres locales diferentes. Que con ese dinero debía pagar los viajes, a los músicos y la estancia en el hotel, además de su comisión. Cuando regresé a Madrid me habían sobrado quinientas pesetas. Juan Pardo seguía siendo mi productor, y también mi amigo, hasta ahora mismo, pero los negocios eran un desastre. En realidad, estuve todavía un año cantando para pagar los gastos, pero poco a poco me iban surgiendo los contratos.

Ay, ay Rosetta (que apareció con la canción de Pardo Mendigo de amor) fue ya un éxito de cierta importancia. Un programa de televisión que se llamaba "A todo ritmo" parecía más bien "A todo Camilo", porque allí estaba yo todas las semanas. Por primera vez sabía lo que era ser conocido de veras, en la calle, en los restaurantes; ser parado para que firmes un autógrafo o des una explicación...Y también empecé a conocer la realidad de las galas viajeras. Con cuatro músicos a mi lado, viajando en furgonetas, en trenes o en el propio coche de Charo García, corriendo siempre, para ganar lo justo para los gastos. La primera vez que actué como Camilo Sesto fue en Burgos, en una discoteca. Llevaba esperando diez años aquel momento... y cuando llegué a Burgos tenía un fiebrón de 39 grados. Amodorrado en un sillón del camerino, salía a escena, cantaba como podía tres canciones y volvía a tumbarme otro rato, mientras mis músicos continuaban solos. Así varias veces, hasta completar el concierto. Luego, dormir un rato en el hotel, y a repetirlo todo en la sesión de noche.

Pero no importaba demasiado. Empezaba ya a trabajar, me pagaban, aunque muy poco. Los periódicos querían entrevistarme (sobre todo para hablar de Laura, de Rosetta...), en las emisoras de radio me recibían bien. No solo cantaba las canciones aparecidas, sino varias otras que tenía compuestas, especialmente Algo de mí y Todo por nada, que me lanzarían por fin una vez grabadas en disco. También, desde luego, versiones personales de las composiciones de Los Beatles. Pero estaba claro no era un rockero. Y mi argumento esencial a la hora de escribir una canción era el amor. No he sido infiel a mis principios.

Tenía que darles todo el dinero a mis músicos para que no se me fuesen, para que me acompañaran cuando ya tenía algún contrato. Venían conmigo un batería gallego Chupi, el guitarra Rodolfo Catalán, alias Perla, siempre Jaime Torregrosa al bajo, un muchacho de mi pueblo llamado Paco, y que moriría poco después en un accidente de camión, el pobre como guitarra de acompañamiento...Y yo hacía de todo: mánager, de pipa, cobraba, les pagaba, iba a la estación de Atocha a llevar carteles...Mi promoción se hacía de boca a oreja. Y así empecé a hacerme popular en Navarra, en Galicia y en Murcia; un éxito en un pueblo me proporcionaba pequeños contratos en otros cuatro o cinco vecinos. En Televisión Española me llamaban de "Estudio Abierto" y de "24 Horas", programa en el que me hicieron coro mis amigos Ana y Johnny (Alfonso Nadal), más tarde el "Pilatos" en Jesucristo Superstar, conocidos entonces como Los Magos de Oz...No me pagaban pero me conocían todos. Hasta que me preguntaron:

-¿Estás preparado para Madrid, para Madrid a lo grande?

¡Claro que estaba! Y me contrataron en "La catedral de la música, la discoteca "Jota Jota". Fue un éxito de mucho cuidado, con presencia de informadores, críticos, comentaristas. La revista Mundo Joven habló a todo trapo de aquel concierto. Camilo Sesto empezaba a sonar fuerte.

A finales de 1971 el círculo de la espera acababa de cerrarse. Ante el éxito de la canción de Rosetta, en Ariola se plantearon enviarme a Londres a grabar con los mejores medios un nuevo disco. Era el artista español que más dinero estaba dejando en la joven compañía. Aquel primer viaje a Londres, con Juan pardo y con su mujer, fue para mí el descubrimiento de un mundo nuevo. Con mi carita de adolescente, con mis ojos de niño de Alcoy, no podía creer cuanto veía: las palomas de Trafalgar, el cine por**, los imponentes estudios de grabación, Piccadilly y Jesucristo Superstar. De las dos docenas de veces que vi aquella ópera rock, aquella fue la primera, y ya me quedé deslumbrado para siempre. Si había llegado a Londres estaba seguro de que podría llegar a cualquier parte. Aproveché para comprarme la ropa más moderna y para hinchar de confianza mi corazón. Algo de mí tenía que ser ya el otro lado de la frontera, la entrada en ese mundo al que tanto había aspirado. Y Algo de mí fue lo que yo me había propuesto: un éxito.
 
Es verdad que se llevaba muy bien con su primo desde que eran pequeños hasta el final. Hay una entrevista a su primo de hace solo unas semanas que decía que pasaban bastante fines de semana en casa de Camilo él, su mujer y sus hijas desde que las niñas eran pequeñas. Y también hay fotos recientes que han subido ellos de reuniones familiares y de conciertos a los que le acompañaban. Creo que el problema está en irte a vivir con tus hermanos. Yo no me imagino con mis cuarenta años viviendo con mi hermano. Me llevo muy bien con él, pero creo que tarde o temprano habrían roces porque ya somos personas maduras que hemos seguido caminos diferentes, y hemos ido adquiriendo manías y estilos de vida diferentes. Creo que ese fue el problema con Chelo. En fin, solo ellos lo sabían...

Me he equivocado y he llamado al primo Enrique, cuando efectivamente se llama Alejo. Lo de que la hermana se fuera a vivir con Camilo creo que se dio por una serie de circunstancias. Él la consideraba su segunda madre, se querían muchísimo y la convivencia cuando vivían en casa de los padres siempre fue perfecta. Nada hacía presagiar lo que se les venía encima.

Poco antes del embarazo de Lourdes, el padre de Camilo falleció. La madre, al quedar viuda, pasaba largas temporadas en la casa de Torrelodones. Corregidme si me equivoco pero tengo entendido que Chelo también enviudó siendo joven y Camilo le ayudó en todo lo que pudo, por ejemplo, pagando los colegios privados de sus tres hijos. Chelo pasaba mucho tiempo en la casa de Camilo y así aprovechaban para estar todos juntos, bajo el mismo techo. Hasta ahí todo iba bien. Cuando nace el niño y Camilo consigue su custodia, Chelo y su madre se instalan definitivamente en Torrelodones para ayudar con la crianza. Chelo tenía una tienda de ultramarinos en Alcoy y digamos que su hermano la "jubiló" a cambio de ser la ama de llaves del chalet y la cuidadora de Camilín. O sea, que además de ser familia, Chelo desempeñaba funciones importantes en la casa. Incluso los 5 años que estuvo viviendo en Miami para que el peque aprendiera inglés la familia también se trasladó allí, incluído uno de los hijos de Chelo. En vez de contratar a alguien para cuidar del niño, Camilo prefería que fuera su hermana quien se encargara de él. Parece ser que los problemas comenzaron tras el fallecimiento de la madre. Camilo decía que el distanciamiento se produjo por el interés económico de su hermana, y Chelo, en cambio, decía que su hermano se cabreó con ella al llamarle la atención a Camilín por portarse mal. A saber. Cada cual tiene su versión y ya no vive ninguno de ellos para defenderse de las mutuas acusaciones. Los hijos de Chelo, Camilín y puede que el primo, son los pocos que deben saber qué pasó realmente.
 
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