Cajón de Sastre. Un poco de un todo

Las cucarachas se están volviendo invencibles, la pesadilla se convierte en realidad
Un estudio demuestra que se han hecho resistentes a los insecticidas más utilizados, incluso si se utilizan varios a la vez
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SeguirJosé Manuel Nieves@josemnieves
Madrid Actualizado:03/07/2019 12:22h
El día que muchos temían podría haber llegado ya. Las cucarachas, que multiplican el número de habitantes humanos en cualquier ciudad del planeta, se están haciendo, literalmente, invencibles. Y la prueba de que eso es así acaba de llegar de la mano de un equipo de investigadores de la Universidad de Purdue, en Estados Unidos, que han publicado en Nature un artículo capaz de ponerle la piel de gallina a cualquiera. En él, los científicos explican cómo estas criaturas están ganando la batalla, y han conseguido hacerse resistentes a prácticamente todos los insecticidas químicos que usamos para combatirlas.

El estudio se ha llevado a cabo con la llamada "cucaracha alemana"(Blatella germanica), de la que los investigadores escriben que "es una plaga mundial que vive exclusivamente en ambientes humanos. B germanica amenaza la salud humana al producir alérgenos desencadenantes del asma, vectores microbianos patógenos y resistentes a los antibióticos y contribuyen a ambientes interiores poco saludables".

No todos los insecticidas son iguales. Algunos de ellos, en efecto, están diseñados para degradar el sistema nervioso de las cucarachas, mientras que otros atacan a su coraza externa. Normalmente, el uso de esos insecticidas se va alternando, precisamente para evitar que su presencia continuada conceda a las presuntas "víctimas" el tiempo suficiente para hacerse inmunes a sus efectos. Sin embargo, y a pesar de ello, las cucarachas han conseguido inmunizarse. Y dado que la vida media de una cucaracha suele ser de unos tres meses, esa resistencia puede evolucionar muy rápidamente, transmitiendo los genes resistentes a las generaciones siguientes.

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Edificios de apartamentos


Para poner a prueba a las cucarachas alemanas, los investigadores trabajaron con tres colonias diferentes en varios edificios de apartamentos en Indiana e Illinois durante seis meses, analizando los niveles de resistencia a tres tipos de insecticidas diferentes: abamectina, ácido bórico y tiametoxam. En uno de los tratamientos, se utilizaron alternativamente, en ciclos de tres meses, los tres insecticidas. En otro, los científicos usaron una mezcla de los tres insecticidas durante los seis meses completos. Y en un tercer escenario, solo utilizaron durante todo el tiempo un solo tipo de insecticida.

Los resultados fueron concluyentes. Ninguno de los tres tipos de tratamiento consiguió reducir la población de cucarachas, ni siquiera cuando utilizaron varios insecticidas a la vez, un método muy utilizado por los exterminadores de plagas. Lo cual demuestra que las cucarachas están evolucionando de forma extremadamente rápida, adaptándose y consiguiendo resistir los tres productos químicos, incluso si éstos se utilizaban al mismo tiempo.

Resistencia generalizada
El único dato positivo fue que uno de los tratamientos, los cebos con abamectina, conseguían acabar con una parte de la colonia, siempre que sus miembros, en el momento de aplicar el veneno, tuvieran aún una resistencia de bajo nivel.

Lo peor del asunto, sin embargo, es que a pesar de las múltiples pruebas genéticas llevadas a cabo hasta ahora, aún no está claro cómo exactamente las cucarachas consiguen evolucionar tan rápidamente. Y esa capacidad de "resistencia generalizada" está consiguiendo ganar la batalla. Muy pronto, según los investigadores, será imposible tratar las invasiones de cucarachas con los insecticidas conocidos.

¿Cómo conseguiremos entonces hacer frente a esta plaga que no deja de crecer? Lo cierto es que la pregunta no tiene una respuesta clara. Mientras tanto, los autores del estudio recomiendan combinar los tratamientos químicos con los métodos "de toda la vida": colocar trampas, limpiar escombros e incluso aspirar frecuentemente para eliminar a las crías. La guerra, pues, continúa. Y por el momento la estamos perdiendo...

https://www.abc.es/ciencia/abci-pes...lviendo-invencibles-201907031032_noticia.html
 
Cuánto azúcar y edulcorantes hay en cada refresco de Coca Cola, Pepsi, Fanta, Trina, Aquarius...
Coca Cola, Pepsi y Trina son las bebidas con más azúcar pero las únicas sin aditivos sintéticos
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SeguirLuis Cano@lcsantacruz
Actualizado:04/07/2019 08:12h

Los refrescos azucarados son cada vez más bebidas edulcoradas. La proporción de azúcar en sus recetas ha rebajado a cambio de añadir edulcorantes sintéticos para endulzar. El compendio de siglas de aditivos químicos en la información nutricional de las versiones sin azúcar, zero o light forman parte cada vez más de la letra pequeña de las versiones clásicas con sabor original.

En los últimos años, compañías como Coca-Cola han reformulado sus refrescos para reducir su contenido en azúcar. En Fanta la han rebajado un 30%; en Sprite, un 80%. Actualmente Sprite en España es, de entre los refrescos más populares, la bebida con menos azúcar en su versión original, 6,6 gramos en una lata de 33 cl. Las versiones originales de Coca Cola y Pepsi, por el contrario, se mantienen como las bebidas con mayor entre los refrescos más demandados, con 35 gramos por lata. Tomar uno de estos refrescos equivale a ingerir nueve terrones de azúcar (un terrón pesa apróximadamente cuatro gramos).

La reducción de contenido de azúcar, así como la proliferación de las versiones light o zero, es una iniciativa de las compañías como respuesta al aumento de la sensibilidad del consumidor por productos bajos en calorías así como por la presión de las autoridades sanitarias por la reducción de la ingesta de azúcares añadidos, relacionadas con el desarrollo de diabetes de tipo 2 y la obesidad. Reino Unido, Francia, el estado de California (EE.UU.), y dentro de España, Cataluña han creado impuestos especiales para desincentivar el consumo de azúcar. El Gobierno de Rajoy estudió una medida similar, aunque finalmente no lo implementó.

El resultado son bebidas con menor aporte calórico o sin caloría alguna en sus versiones light o zero, endulzadas con edulcorantes sintéticos tanto en sus versiones sin azúcar como en las originales. Estudios recientes, no obstante, sostienen que estos edulcorantes artificiales también podrían contribuir al desarrollo de obesidad y diabetes. Estos son los aditivos sintéticos presentes en los refrescos más populares:

-Acesulfamo K, conocido por las siglas E-950, es un compuesto químico aproximadamente 200 veces más dulce que el azúcar. Está presente en todas las versiones sin azúcar de este listado excepto en las de Trina, además de en las versiones originales de muchos de ellos, principalmente de la compañía Coca-Cola, como Fanta, Aquarius, Sprite y Nestea.

-Aspartamo (E-951). Nunca va solo en estos refrescos, sino en combinación con el acesulfamo K (E-950). Como él, es 200 veces más dulce que el azúcar. Habitual en todas las versiones light o zero, solo Trina y KAS prescinden de este aditivo sintético.

-Ciclamato sódico (E-952). Presente solo en las versiones sin azúcar, es el aditivo artificial con menos dulzor: 50 veces más dulce que el azúcar. Aparece siempre combinado con otros edulcorantes, como los dos anteriores en el caso de Coca Cola Light y Zero.

-Sucralosa (E-955). El más presente en las versiones originales. KAS, Aquarius y Schweppes cuentan con sucralosa tanto en la receta original como en las zero. Hasta 600 veces más dulce que el azúcar, es el único edulcorante artificial bajo en calorías derivado de la sacarosa (azúcar común).

-Neohesperidina dihidrocalcona (E-959). El más potente de todos, hasta 1.800 veces más dulce que el azúcar, normalmente se usa para enmascarar sabores amargos. Es menos frecuente en los refrescos, tan solo está en los sabores originales de Sprite y Fanta naranja y limón.

-Glucósido de esteviol (E-960). Menos frecuentes que los anteriores edulcorantes, en este listado de refrescos está tan solo presente en 7up y Lipton Ice Tea sabor limón. Se extrae de la planta estevia y es 300 veces más dulce que el azúcar.

https://www.abc.es/salud/abci-cuant...anta-trina-aquarius-201907040135_noticia.html
 
El poder de la seducción. Y viceversa.
publicado por José Ovejero


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John Malkovich, Uma Thurman y Mildred Natwick durante el rodaje de Dangerous Liaisons, 1988. Fotografía: Warner Bros

«Lo que llamamos poder es insignificante, la seducción es el auténtico poder». Esto afirma Emilia Galotti antes de intentar suicidarse; uno puede enfrentarse al poder, nos dice, resistirse a él, pero no a la seducción. Y después pide a su padre que le dé muerte para no rendirse al asedio amoroso del príncipe. Así, aunque destruyéndose, mantiene su autonomía, su poder. Solo mediante la muerte puede triunfar sobre la seducción.

¿Es verdad eso? ¿Es la seducción el auténtico poder? Baudrillard seguramente estaría de acuerdo, pues para él «… la seducción representa el dominio del universo simbólico, mientras que el poder representa solo el dominio del universo real». Atención a ese «solo». Probablemente es cierto que no existe poder alguno sin un universo simbólico que lo sustente. La violencia puede generar el sometimiento del otro, pero para mantenerse en el tiempo necesita un relato. De lo contrario, la violencia tendría que ser permanente y total, exigencia imposible de cumplir. El nazismo o el estalinismo podían contar con mantenerse en el poder solo en tanto una parte de la población aceptase su relato —esto es, compartiese su universo simbólico—. Seducir sería entonces, entre otras cosas, la forma mejor de obtener y conservar el poder sobre los demás, sin revelar que hay una agenda oculta. El seductor, en la política y en el s*x*, elabora un discurso en el que lo deseado está siempre implícito.

Hace unos años, durante una cena, una escritora me dijo que yo era un seductor. En el momento no le di importancia, pero tiempo después descubrí que me sentía ofendido. ¿Yo un seductor? Ser un seductor significa, me dije, adaptarte a aquello que crees que puede agradar a alguien para conseguir que haga lo que deseas, un seductor es un adulador con encanto. Desde luego, si examino el elenco de seductores más notorios de la literatura, tendría razones para estar ofendido, aunque es cierto que son muchos los tipos de seductores y que el asunto es más complejo de lo que pensaba. No iré tan lejos como Arno Schmidt («El complejo comportamiento del ser humano prefiero que me lo expliquen los poetas»), pero una de las pocas cosas en las que creo firmemente es en que la literatura explora la complejidad del ser humano. Así que veamos qué aprendemos ahí.

Seducir tuvo durante siglos muy mala fama. La serpiente sedujo a la mujer y la mujer sedujo al hombre. Desde entonces entró el pecado en nuestras casas. El seductor puede destruir nuestra alma y nuestro cuerpo, o al menos poner patas arriba nuestra existencia (véase Ana Karenina, véase Madame Bovary, véanse las decenas de mujeres fatales que tientan a nuestros más fríos detectives y los atraen hacia su perdición). Uno de los rasgos más extendidos del seductor es, precisamente, que no le importa destruir al seducido con tal de conseguir sus propósitos. De hecho, la destrucción del otro es una demostración del propio poder.

El ejemplo clásico: Don Juan. A él solo le interesa la satisfacción del propio deseo, con independencia de las consecuencias para sus víctimas. Lo despreciable de Don Juan no es que desee a numerosas mujeres y haga todo lo posible por conseguirlas burlándose de la moralidad de la época (casi resulta simpático en su arrogancia al desafiar leyes y costumbres). Lo detestable es que para este fin crea en las mujeres un deseo que no existía antes y luego las abandona. Las seduce, es decir, se finge otro, a veces haciéndose pasar por una persona diferente, otras simulando sentimientos que no tiene. Y después de conseguir sus fines las deja deshonradas y con su deseo sin saciar. Casi podría decirse que el orgullo de Don Juan no es tanto acostarse con las mujeres como dejarlas insatisfechas. Con lo que, a través de la seducción, aspira a tres formas distintas de poder: conseguir a cualquier mujer (en la lista de Leporello figuran literalmente miles); ponerse por encima de la ley y, por tanto, de las autoridades de la época; y una tercera más sutil: triunfar sobre el poder supuestamente mayor de todos, el poder de la seducción. Este coleccionista ansioso de obtener fama con sus conquistas, este plusmarquista de alcoba, no se deja atrapar nunca por la seducida. Ahí está su auténtica proeza: a pesar de todas las ocasiones en las que se introduce en el tentador juego de la seducción, sale siempre indemne, controlando sus sentimientos y la situación, seductor inseducible. Cómo salir del dormitorio es para él igual de importante que cómo entrar.

En La filosofía en el tocador, del Marqués de Sade, el poder que procura la seducción está sobre todo centrado en el segundo aspecto que señalaba más arriba, el poder sobre el poder, y si el auténtico poder es el que se ejerce a nivel simbólico, lo razonable es plantear la pelea en esos términos: la seducción se vuelve, entonces, un arma para derribar la moral y la religión. El placer es secundario, como lo es el hecho mismo de la seducción, puros instrumentos, aunque muy agradables, para llegar a otro fin. Si Mefistófeles ofrecía a Fausto el conocimiento —otra forma de poder, el que se ejerce sobre la naturaleza— a cambio de su alma, lo que ofrecen Madame de Saint-Ange y Dolmancé a la virginal Eugenia es el triunfo sobre la moral, en otras palabras, la libertad: te vamos a corromper, le están diciendo, y así serás libre de hacer lo que quieras. Y Eugenia se deja convencer, participa en las orgías de los dos libertinos, prueba todas las posibilidades de placer y, al final, supera la prueba definitiva: torturar a su propia madre. Si eres capaz de hacer eso, si no te conmueve su llanto ni verla violada y tú misma participas en el s*x* colectivo abusando de su cuerpo, lacerándolo, condenándola a morir, es que has conseguido la libertad absoluta frente a las normas, la moral y la religión.

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Diane Keaton, Woody Allen y Jerry Lacy en Play It Again, Sam (1972).
Un camino similar al que emprenden los protagonistas de Historia del ojo, de Georges Bataille, cuya protagonista tampoco está interesada de verdad en el placer, o digamos que no es el placer del s*x* el que le interesa, sino el de la transgresión, y el s*x* solo permite transgredir hasta cierto punto; Simone quiere ir más allá, infringir toda norma; no se trata ya de seducir y abandonar, sino de la destrucción física del seducido, mientras que los personajes de Sade respetaban a este: una vez corrompido, se convertía en uno de los suyos. Pero Simone y su cómplice y narrador de la historia —cuyo nombre no averiguamos— no están interesados en ganar adeptos para la batalla entre el Bien y el Mal, sino en triunfar ellos mismos sobre cualquier cortapisa a sus deseos; programa en el que van dando pasos progresivos, como orinar sobre la madre, volver loca a una joven, provocar su su***dio, disfrutar del placer sexual mientras ven cómo un toro mata a un torero (David Lynch no ha inventado ese tipo de perversiones), hacer que un sacerdote se corra sobre las hostias; matarlo. Ser libre, entonces, frente a la moral, frente a la ley, frente a lo más sagrado, incluso ser libre de acabar con la propia obra, el seducido.

Una libertad que, a pesar de su cinismo, no consiguen ni de lejos los protagonistas de Las relaciones peligrosas, de Choderlos de Laclos, cuyos objetivos son más limitados y su poder menor. La marquesa de Merteuil pretende vengar a su s*x* seduciendo y utilizando a los hombres para sus fines, y vivir como desea —una feminista avant la lettre—, a sabiendas de que en la sociedad de su época (en cuál no) tendrá que seguir siendo esclava de las apariencias. Mientras que el vizconde Valmont es un libertino que presume de sus conquistas; coleccionista algo banal de mujeres seducidas, mantiene, eso cree él, una amistosa competición con la marquesa. Una lucha de poderes: ella quiere someter a Valmont, y le obliga a romper con la única mujer de la que está enamorado (no es tan fuerte Valmont como Don Juan), mientras él quiere someter a la marquesa, obligándola a acostarse con él, lo que sería una forma de humillación para esa mujer independiente y altiva. La destrucción final de ambos —física de él, social de ella— prueba que han conseguido burlar durante años la moral de la época, pero no vencerla. Como tampoco ha conseguido Valmont, el seductor, el falso, el fingidor, vencer a sus propios sentimientos.

¿Tienen entonces razón todos esos predicadores que nos previenen de las asechanzas de la seducción? ¿Que nos recuerdan la hipocresía del seductor y que su fin es destruirnos? Quizá no conviene tomar todo tan en serio. Porque la seducción puede ser juego, rito, puesta en escena. Que sea de todas maneras falsedad y engaño dependerá entonces de si es una puesta en escena compartida o no. En Diario de un seductor, Kierkegaardpresentaba a Johannes, un personaje que entendía la seducción como acto estético, completamente ajeno a la ética. Para él la seducción es una obra de arte y lo que busca en ella es la perfección. Da entonces todos los pasos adecuados a partir del material adecuado —una joven poco experimentada, ingenua, que no haya tenido relaciones, que no esté gastada, que tenga algo que dar y ese algo sea valioso—. Todo lo que conduce a su cama es parte de la obra artística y acostarse con ella, el último retoque. Después, Cordelia deja de interesarle, porque una vez seducida se ha transformado y Johannes no podría crear otra obra de arte con ella. La abandona, como un escultor dejaría sobre la mesa los restos de arcilla que ya no son útiles para formar una figura.

Pero puede haber seducciones en las que el juego es compartido. Las dos personas que participan se dan cuenta de que seducir es un rito, juego y representación teatral, sin objetivos ocultos. Por eso se necesita la puesta en escena: las velitas en la mesa, el fuego en la chimenea, u otras escenificaciones menos tópicas, que surjan de la inspiración del momento. Para Baudrillard esa es la auténtica seducción, pero en nuestra época capitalista, nos dice, se desea obtener demasiado deprisa el rendimiento, la producción y el consumo, en lugar de recrearse en la representación. Hoy la seducción casi ni existe, porque se pretende llegar inmediatamente al s*x*, como espectadores que en un estadio solo quisieran ver los goles, despreciando los regates, la táctica, las combinaciones elaboradas.

Seducir, en el sentido de Baudrillard, es mucho más que un camino hacia el acto sexual: es una representación teatral en la que nos transformamos en otro para el otro y el otro se transforma para nosotros. Entonces no solo el seductor desempeña un papel en la obra representada; el seducido también actúa, y se convierte en esa persona inexistente a la que seduce alguien inexistente. La histeria del seductor: creer que el personaje artificial que encarna es el auténtico, como ancianos que se visten y arreglan de forma juvenil esperando que no nos demos cuenta de su edad. Siempre me apenó que Johnny Weissmüller pasase sus últimos años creyéndose Tarzán y dando su grito característico durante los paseos por el jardín de la residencia de ancianos. Creernos nuestra máscara, y esperar por tanto que los demás nos identifiquen con ella, resulta siempre triste y ligeramente ridículo.

Ahí es, creo, donde Humphrey Bogart engaña al acomplejado Allan Felix, encarnado por Woody Allen, en Sueños de seductor (Play it again, Sam). Su consejo final, mientras se alejan en la niebla en su recreación de la última escena de Casablanca, es que, si quiere seducir, sea él mismo. ¡Pero si durante toda la película le ha estado recomendando lo contrario, que se adapte a la imagen que las mujeres —supuestamente— tienen de un seductor, que las adule, que las engañe! No, el consejo «sé tú mismo» no tiene sentido en ese contexto —en mi opinión, en ninguno—, como tampoco lo tendría «sé otro». Lo único que ese Bogart paternal debería decirle a Allan/Allen es «juega a ser otro»; muchacho, es un juego, no te lo tomes tan a pecho, no te angusties intentando que las mujeres no se den cuenta de que no eres de verdad ese a quien imitas, sino invítalas a jugar también a ellas, con la seriedad de niños que sienten intensamente aquello a lo que están jugando, que olvidan por momentos la realidad para perderse en la representación, aunque a los pocos minutos abandonen el universo simbólico para reingresar en el real cuando los padres los llaman a cenar.

https://www.jotdown.es/2019/07/el-poder-de-la-seduccion-y-viceversa/
 
Ya conocen las noticias. Ahora, les contaremos la verdad
publicado por Pablo Simón

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The Newsroom (2012-2014). HBO.

Que el interés de los españoles por la política ha subido mucho los últimos dos años es un hecho, y por lo que toca al entretenimiento televisivo la oferta y la demanda se han retroalimentado. Aunque algunos todavía recuerden con nostalgia La clave, debate moderado por José Luis Balbín que algunos solo conocemos de oídas, solo recientemente la política ha vuelto al prime time de las televisiones. Los matinales como Al rojo vivo o las Mañanas de Cuatro, los late show como El intermedio, La Sexta noche o Un tiempo nuevo indican lo fecundo del género. Programas como Salvados o El objetivo hasta llegan a marcar agenda política por sí mismos. Tal vez El informal o Caiga quien caiga son los programas más cercanos en el tiempo antes de la re-emergencia de la política en nuestras parrillas.

Aunque esta repolitización de la sociedad puede haber parecido algo natural con la crisis, su aceleración es algo relativamente reciente. Todos hemos visto la emergencia de nuevos campeones de la comunicación. Algunos (Pablo Iglesias, Miguel Ángel Revilla o Albert Rivera) haciendo carrera política bregándose en tertulias o regalando anchoas. Otros (Eduardo Inda o Francisco Marhuenda) siendo personajes en sí mismos y produciendo odios viscerales o inquebrantables adhesiones. Así ha sido lo que algunos llaman el reciclado de Salsa rosa en el género político. Incluso dentro de los propios programas ha habido una mutación; mientras que El intermedio o Salvados comenzaron como género de humor o entretenimiento, hoy habría quien podría acercarlos al del informativo.

En otros países, como Estados Unidos, llevan más tiempo viviendo y estudiando este fenómeno. El auge de los late shows se suele explicar por el cambio en el consumo de medios tradicionales, en general porque cada vez menos ciudadanos aguantan viendo Informe semanal frente a un producto de entretenimiento. Además, vistas las jornadas laborales de los españoles, que terminan dejando como único momento de respiro frente al televisor las horas tras la cena, todavía podría entenderse más esta querencia por un género ligero. Muchos de esos cambios son imparables y, como cuenta Geoffrey Baym en From Cronkite to Colbert, hacen que los cómicos de los programas nocturnos hoy sean la principal fuente de información política de muchos ciudadanos. La pregunta es qué implicaciones tiene eso para cómo nos relacionamos con la política.

La democracia de audiencias

Bernard Manin, en su libro Principios del gobierno representativo, fue el primero en introducir el término de democracia de audiencias. Aunque a mi juicio es el concepto más discutible de su obra, puede servirnos de banderín de enganche para arrancar la discusión. Su idea es que la democracia del siglo XXI, con la creciente pérdida de importancia de las ideologías y de los partidos, ha hecho que el marketing sea el elemento central de la contienda política. Su idea es que estaríamos ante un mundo político en el que los partidos ya no son organizaciones, son planes de comunicación. Los grandes proyectos para el país habrían muerto para siempre. Ahora solo existen unos políticos que nos venden asuntos concretos, que nos hablan de aquello que más interesa a cada cual. Es el fin de las ideologías, que dirían los más apocalípticos. Estas grandes transformaciones darían pie a que nuestros sistemas políticos colocaran a los medios de comunicación en una posición todavía más central —aunque diría que lo han estado casi desde que existen—.

En el particular contexto de la crisis económica y política de España, es obvio que la ciudadanía tiene más necesidad de saber sobre los asuntos públicos. Dado este entorno de cambio y la posición central que muchos programas de entretenimiento ocupan en las parrillas, ¿cómo no pensar que Pablo Motos o El Gran Wyomingterminan moldeando lo que piensan muchos españoles sobre cuestiones políticas? Para intentar desentrañar esta cuestión solo podemos repasar alguna evidencia de Estados Unidos. Esperemos que pronto la ciencia política y los expertos en comunicación se pongan manos a la obra para saber en qué medida estos hallazgos se pueden aplicar a nuestro entorno.

Respecto al consumo de late shows, la sabiduría convencional ha tendido a señalar dos cosas. Primero, que sus telespectadores tienden a ser gente de menor edad y, segundo, que además ven estos programas de comedia como un sustituto de las noticias tradicionales. Por lo tanto, los programas cómicos serían el único formato que atraería a los jóvenes a la política como sustituto de aburridos informativos. Sin embargo, la evidencia más reciente que señalan Dannagal Young y Russell Tisinger es más optimista. Por un lado, los autores señalan que el consumo de este tipo de programas ni mucho menos está restringido. Llega a todo tipo de edades, de estatus e incluso, con sus sesgos según el programa que se vea, de ideologías. Por otro lado, su nueva evidencia dice que no parece que quien ve esos programas deje de ver noticias. Más bien lo que hace es engancharse a las noticias «serias» gracias a ver la política, al principio, en un formato más satírico.

Además, otros autores como Kristen Landreville también han señalado que el visionado de estos programas genera algunos elementos positivos desde el punto de vista democrático. Aunque este efecto sí es más fuerte entre los jóvenes, ver late shows hace que luego también se tienda a ver más debates políticos entre candidatos o a hablar más a menudo de política.

Ahora bien, las investigaciones también dicen que a la hora de valorar este tipo de programas el nivel educativo importa. Aquellos que tienen un mayor nivel de conocimiento político, educación o interés entienden que los programas de la noche son un formato de entretenimiento. Visitar la casa de un político para echar un futbolín es básicamente una manera de entretenerse y, de paso, fisgonear. Ver montajes de vídeos con tomas falsas de candidatos es para echarse unas risas y sacar cuatro vídeos virales en Facebook.

La cosa es diferente para los ciudadanos más desinformados previamente. Lo que se apunta es que aquellos espectadores con menos interés o con menor nivel educativo tienden a concebir estos programas como uno más de información. Es más, hasta los consideran mejor que muchos de los informativos tradicionales. Probablemente este hecho, la propia presión de las audiencias, está detrás de la transformación de estos formatos para darles un contenido más serio. En CQC (que no es late show pero era una institución) o en El informal se iban desgranando las noticias para generar el comentario satírico. Lo mismo que pasa en El intermedio o El hormiguero, que casi son un para-informativo. Esto último implicaría que los ciudadanos con menos información previa serían mucho más vulnerables, si se quiere decir así, al marco creado por los programas de humor. La pregunta es si esto no ocurre ya con según qué informativos convencionales.

Juego de tronistas

Es complicado arriesgarse a hacer un diagnóstico de esta nueva política show, de esta importancia creciente de los programas de entretenimiento vinculados directa o indirectamente a la cosa pública. Además sería muy cínico que, cuando la mitad de la ciencia política española está dando vueltas por los platós de televisión justo gracias a esos programas, se los censurase por banales. Sin embargo, a riesgo de provocar, merece la pena discutir un poco sus luces y sus sombras.

Una de las críticas más frecuentes a este tipo de formatos es que el debate no es demasiado elevado. Esto muchas veces hace que nos lamentemos de la «espectacularización» de la política, de que cualquier argumento valga cuando toca hablar de cosas que son bien serias. Esta crítica tiene cierto fundamento pero quizá pueda matizarse a partir de una pregunta sencilla: ¿La gente que ve esos programas se informaría sobre política si no existieran? O, dicho de otro modo: si suprimimos este tipo de formatos, ¿tenemos la garantía de que esos espectadores aumentarían su nivel de conocimiento político? Aunque no existe respuesta inmediata, hay buenas razones para pensar que no. Lo más probable es que el tipo de formato también sea lo que hace más atractivo a determinado tipo de ciudadano, que normalmente está desconectado de la política, engancharse de alguna manera.

Alguna idea en este sentido tenemos, aunque tal vez excesivamente optimista. En Sátira televisiva y democracia en España José Luis Valhondo habla directamente de estos programas como un subgénero capaz de aportar una crítica elaborada a nuestro sistema político. La «infosátira» es revisada en el contexto de las elecciones generales de 2004 en el caso de políticas concretas como fueron el Plan Hidrológico Nacional o la guerra de Irak. Por lo tanto, por principio es un formato que permite que se enganche gente a la política y, como comentaba más arriba, eso puede tener externalidades positivas para todo el sistema.

Pero, además, puede generar que ante la competencia los propios programas tiendan a especializarse en ofrecer formatos diferentes, en algunos casos mejorando el debate público. A lo largo del texto he empleado de manera indistinta programas más orientados a la tertulia, a la sátira, a la entrevista o, incluso, al periodismo de datos. Sin embargo, el que se pueda distinguir entre ellos ya nos apunta a que los propios medios saben que tienen que segmentar a las audiencias para competir mejor. Por lo tanto, la propia competencia puede ayudar a mejorar la calidad de los programas y del tipo de política de la que se habla en ellos. Juzgar cuál de ellos es una pelea en el barro o bien ofrece ideas interesantes corresponde al telespectador.

Además, también es interesante ver cómo los partidos han entendido esto para competir por nuestro voto. Hasta donde llega mi memoria, el político que inició este desplazamiento hacia los platós de televisión con una finalidad claramente electoral fue José Montilla, candidato del PSC a la Generalitat, acudiendo a una edición de La noriaantes de las elecciones catalanas de 2010. Eso generó algo de revuelo pero hoy nadie considera extraño tener a Pedro Sánchez llamando a Jorge Javier, a la vicepresidenta bailando en El hormiguero o un debate entre Albert Rivera y Pablo Iglesias moderado por Jordi Évole.

Sin embargo, también es cierto que este tipo de formatos ofrecen sombras. Obviamente, no es lo mismo colocar a un político frente a un periodista —que conoce los datos, tiene información y sabe cómo ponerle contra las cuerdas— que frente a ciudadanos —la mayoría de las veces aterrados por los nervios— o a un cómico —que muchas veces premia el ingenio, no la coherencia—. Esto tiene el problema de poder debilitar la rendición de cuentas de nuestros políticos si al final los tenemos más tiempo bailando en un plató que dando la cara por su gestión en formatos más convencionales. Probablemente haya algo de falso dilema sobre a dónde acudir (se puede ir a debates electorales, a entrevistas a fondo y a casa de Bertín Osborne) pero conviene tener presente que, para el control de nuestros políticos, distan con mucho de ser géneros equivalentes.

La televisión política, ¿solo de paso?

En el cuadro actitudinal de los españoles José Ramón Montero y Mariano Torcal nos señalan como ciudadanos desafectos. Este tipo de perfil es el de aquel que apoya el sistema democrático pero que por sistema desconfía de sus políticos e instituciones y no se interesa demasiado por la política. Sin embargo, algo parece haber cambiado desde que comenzó la crisis en España. La duda es si este cambio es algo temporal, ligado al nivel de tensión política de los últimos años, o bien algo que marcará cómo será nuestra percepción de la democracia de manera irreversible. Quizá cómo se desenvuelva esta legislatura nos dé algunas pistas en este sentido.

En cualquier caso, la respuesta a esta pregunta también tendrá implicaciones para la televisión. Del mismo modo en que han emergido rápidamente, en menos de cinco años puede que no quede en pie ningún programa de entretenimiento «político» o terminen a horas intempestivas en las parrillas. Así es la oferta y la demanda, que para algo las cadenas (privadas) tienen que vivir. Sociólogos, economistas y politólogos volverán ordenadamente a sus despachos y, aunque habrá una generación marcada por todos estos acontecimientos, las aguas volverán a su cauce. O tal vez no, tal vez el nivel de politización de los españoles será siempre más alto que durante la crisis y seguiremos viendo a nuestros políticos desfilar por los programas de entretenimiento de la noche.

No hay respuesta todavía para esas preguntas, a si dentro de cinco minutos habrá otro late show menos y una «teletienda» más. Sin embargo, sí creo que este tipo de formatos han servido para que mucha gente se enganche con su sistema político. Es cierto que con sus luces y sus sombras, pero al menos como un primer paso después de tantos años de apatía política. Sin ciudadanos informados no puede haber buena democracia, pero casi como condición necesaria está que haya algo de interés en tenerla. Y si unas carcajadas sirven para esto, aunque no siempre ofrezcan una mirada enfocada de la realidad, quizá no sea mal balance.
https://www.jotdown.es/2019/07/ya-conocen-las-noticias-ahora-les-contaremos-la-verdad/
 
Dia se disculpa por colocar una figura de sapo en una tienda de Portugal para evitar el acceso de gitanos


Algunos comercios del país todavía usan reproducciones de ese batracio para evitar que entren clientes de esta etnia
JAVIER MARTÍN DEL BARRIO
Lisboa 11 JUL 2019 - 18:13 CEST
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'Cerrado al prejuicio', cartel de una tienda que retiró el sapo de la superstición gitana. FACEBOOK NÃO ENGOLIMOS SAPOS
La cadena Dia, que en Portugal se llama Minipreço,ha tenido que intervenir oficialmente y disculparse por la presencia de un sapo en una de sus tiendas.

No es un sapo descubierto entre las lechugas, sino una figurita de barro, que algunos comercios colocan en el escaparate o en la entrada. Su objetivo tampoco es inocente, aunque lo aparente. El batracio es colocado con el fin de evitar la entrada de potenciales clientes gitanos, ya que para esta comunidad el sapo es señal de mala suerte.

El movimiento Não Engolimos Sapos (no tragamos sapos) lleva años rastreando los comercios de Portugal en donde aún se colocan figuras de batracios para evitar la entrada de personas de esta etnia. “El proyecto surge de la necesidad de abolir una práctica que intenta apartar a la comunidad gitana del acceso a bienes y servicios, basada en una creencia ancestral de esta minoría”, se explica en su página de Facebook. “En el comercio local es habitual ver sapos en los escaparates con el único propósito de ahuyentar a la comunidad gitana. Con este proyecto pretendemos alertar de esta forma de racismo sutil que comúnmente es aceptado y raramente cuestionado o discutido por la sociedad mayoritaria”.

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Miembros de la Asociación Não Engolimos Sapos.

Uno de estos sapos se encontraba en un supermercado de Minipreço en Várzeas, en el centro de Portugal, lo que fue denunciado por Não Engolimos Sapos. La cadena Dia actuó rápidamente para retirarlo, además de poner en marcha “los mecanismos internos de alerta y prevención para que situaciones similares no se repitan en ninguna de las 530 tiendas en territorio nacional". "Aunque no tenemos conocimiento de una situación análoga”, añade la compañía.
En los últimos años se ha conseguido erradicar en gran parte esta práctica, pues, según los activistas, la mitad de los comercios que los tenía los ha retirado tras una advertencia. La mayoría de ellos decía desconocer ese significado y argumentaba que su exposición era puramente estética.

El mayor éxito contra esa costumbre, sin embargo, se consiguió con Balada de un batracio, cortometraje de Leonor Telles, premiado con el Oso de Berlín en 2016. En esa grabación, la propia Telles —entonces con 23 años de edad— entraba en las tiendas que exhibían sapos, los robaba, salía huyendo con ellos y los estrellaba contra el suelo.
Al margen de la superstición, el Gobierno está comprometido contra la discriminación de esta etnia, fuertemente asentada en el país; y por ello tiene en estudio un proyecto de discriminación positiva, reservando becas para estudiantes gitanos, entre otras medidas.

La cuestión racial también ha llegado al Instituto Nacional de Estadística (INE). El cuestionario del censo para 2021 no incluirá una pregunta sobre el origen étnico del ciudadano, aunque la mayoría de los grupos políticos la habían aprobado. “Esto es un censo de población no una clasificación”, ha dicho el director del INE, Francisco Lima. Sin embargo, el dirigente SOS RacismoMamadou Ba, se opone a su eliminación. “No creo que haya un mecanismo mejor para descubrir las desigualdades étnico-raciales y encontrar las políticas concretas para combatirlas”.
Solo Irlanda y el Reino Unido incluyen en el censo una pregunta sobre el origen racial

https://elpais.com/internacional/2019/07/08/mundo_global/1562589607_950398.html
 
Berlín quiere bajar el precio del transporte público a un euro al día para reducir la contaminación

Mejores ciudades

El alcalde de Berlín quiere reducir el precio del abono anual de 761 a 365 euros, siguiendo el modelo aplicado en Viena
En la capital austríaca, 882.000 personas, casi la mitad de la población, tiene un ticket anual y el porcentaje de viajes en metro, tranvía y autobús ha aumentado hasta el 38%

Philip Oltermann - Berlin
11/07/2019 - 20:53h
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Imagen del metro de Berlin. NICOLASNOVA / CC

Bruselas piensa llevar a España a los tribunales en dos semanas si Madrid no toma medidas contra la contaminación
El alcalde de Berlín quiere reducir el precio del transporte público a un euro al día en el marco de los planes de reducir el tráfico y la contaminación atmosférica en la ciudad.

"Paso a paso, quiero cumplir el objetivo de introducir un abono de transporte anual de 365 euros", señaló Michael Müller al periódico Neue Zürcher Zeitung. Actualmente el ticket anual cuesta 761 euros. En Madrid centro, el abono anual cuesta 546 euros (si se extiende a otros municipios madrileños varía entre 637 y 993 euros).

Esta decisión convertiría a Berlín en la última ciudad alemana en imitar el conocido como 'modelo de Viena'. El uso del transporte público en la capital austríaca se ha disparado desde que la empresa Wiener Linien redujo los precios del abono anual de 449 a 365 euros en mayo de 2012.

En Viena, 882.000 personas, casi la mitad de la población de la ciudad, tiene un ticket anual y el porcentaje de viajes en metro, tranvía y autobús ha aumentado hasta el 38% de la población, un porcentaje superior al 27% registrado en Berlin, el 23% en Munich y el 18% en Hamburgo.

Mientras las autoridades municipales de toda Europa examinan la manera de cumplir con los objetivos de contaminación, varias ciudades alemanas están estudiando el modelo de abonos de temporada similares a los de Viena.

El abono anual de 365 euros se ha instaurado a modo de prueba desde comienzos de año en Bonn y en la ciudad de Reutlingen. Bajo el paraguas de la iniciativa 'ciudad líder', Essen, Herrenberg y Mannheim también recibirán financiación del Gobierno federal para examinar si otras formas de billetes de precio reducido pueden convencer a los locales para que dejen atrás el coche y se suban en su lugar al autobús y al metro.

Munich también está buscando la forma de financiar un abono anual de 365 euros. El gobernador del estado de Baviera, Markus Södder, solicitó esta medida en la campaña electoral del año pasado.

Sin embargo, muchas autoridades municipales se están enfrentando a varios retos con la reducción de precios del transporte público. Si los abonos de 365 euros logan aumentar el número de gente que usa el transporte público, las empresas de transporte también necesitarán comprar trenes más grandes o más largos y pagar para que una mayor frecuencia permita transportar a la gente por toda la ciudad.

En el caso de Viena, la empresa Wiener Linien recibe 700 millones de euros al año en ayudas del gobierno de la ciudad y del gobierno nacional. Dos medidas han contribuido a reducir los costes: aumentar un 60% las multas por aparcamiento desde 2012; y un "impuesto del metro" a los empresarios que supone dos euros al mes por cada empleado contratado.

En Alemania, conocida como la "nación de los coches", existe la preocupación de que las ciudades o no tienen los medios para subsidiar el cambio al transporte público o los ciudadanos son más reacios a deshacerse de sus vehículos.

En Bonn, por ejemplo, solo se han adquirido 5.258 de los 17.000 abonos anuales a 365 euros desde que el pasado uno de enero comenzó el periodo de dos años de prueba. Un portavoz de la empresa de transporte local señala que se espera que aumente la aceptación a medida que vayan caducando los antiguos abonos de temporada durante los próximos meses. Sin embargo, la prueba ya ha ilustrado la magnitud del desafío: una oferta permanente de abonos a un euro al día le costaría a una ciudad relativamente pequeña como Bonn unos 23 millones de euros adicionales al año.

En Berlín, un programa similar vendría asociado con costes anuales adicionales de unos 100 millones de euros, de acuerdo con el periódico Tagesspiegel. El Partido Verde, socio de coalición en el gobierno de la ciudad, ha manifestado sus reservas a la propuesta de Müller.

"La propuesta es un sorpresa", señaló Harald Moritz, portavoz de transporte del partido, al Berliner Zeitung. "De alguna forma tienes que compensar la diferencia y de momento eso recaería sobre el contribuyemte".

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

https://www.eldiario.es/theguardian/Berlin-estudia-reducir-transporte-contaminacion_0_919358340.html
 
El enemigo conoce el sistema
publicado por Marta Peirano

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Este texto es un fragmento de El enemigo conoce el sistema. Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención (Debate, 2019). Puede conseguir el libro aquí.

Aquellos que sufren ansias de poder encuentran en la mecanización del hombre una manera sencilla de conseguir sus ambiciones. (Norbert Wiener, The Human Use of Human Beings: Cybernetics and Society, 1950)

El precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que ofreces a cambio. (Henry David Thoreau)

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Hay cuatro empresas en el mundo que producen los olores y sabores de todas las cosas que compramos: Givaudan, Firmenich, International Flavors & Fragrances (IFF) y Symrise. Se reparten una industria de más de veinticinco mil millones de dólares al año y su cartera de clientes incluye fabricantes de refrescos y sopas, suavizantes, tabaco, helados, desodorantes, tapicería de coches, cosméticos, medicamentos, pintura, artículos de oficina, desinfectantes, dildos, chucherías y juguetes. Su contribución al producto final suele oscilar entre un uno y un cinco por ciento, pero es la parte que lo cambia todo. Los saborizantes y aromatizantes que aparecen mencionados genéricamente en las etiquetas de los recipientes son los responsables de transformar el producto en otro completamente distinto, cambiando el sabor, el olor y hasta su textura sin alterar uno solo de los ingredientes ni el proceso de elaboración. La más veterana y prestigiosa es Givaudan, su sede está en Suiza.

Como casi todas las industrias que dominan el mundo en el que vivimos, la imagen de la empresa es muy diferente al producto que ofrece. La industria del aroma viene envuelta en el aura de la perfumería antigua con la que empezó, hace poco más de un siglo. Todos los anuncios y la mayoría de los documentales sobre ella muestran recolectores de rosas en Grasse, de bergamota en Calabria y otras fuentes certificadas y sostenibles de las que obtienen vainilla, vetiver o ylang-ylang, antes de procesarlas de manera artesana y delicada en tornos de madera y bidones llenos de aceite. Sus «narices» son entrevistados de manera rutinaria en fascinantes artículos y documentales donde explican cómo analizar las moléculas odoríferas de una violeta salvaje con un espectrómetro de masas o que la sustancia más codiciada de la alta perfumería es el vómito de cachalote al que llaman «ambergris». Pero su negocio está en otro sitio. «Todo el mundo come, bebe, se ducha y limpia su casa. Esto es el ochenta por ciento de nuestro negocio —explicaba en 2012 el jefe de inversiones de Givaudan, Peter Wullschleger, en una revista—. La única parte cíclica del negocio es la perfumería de lujo. Por eso las crisis no nos afectan demasiado». La firma más grande de este mercado es International Flavors & Fragrances y está en Nueva York.

Sus fórmulas millonarias son capaces de invocar el aroma de un melocotón perfecto en una gominola hecha de nudillos de cerdo hervidos, o sacar la magdalena de Proust de un bizcocho hecho con azúcar refinado, aceite de palma y harina blanqueada en un polvoriento polígono industrial. Su objetivo no es el estómago sino el cerebro, para el que producen recreaciones volátiles de los sabores que más nos intoxican, que son los que huelen a nuestra infancia y, por lo tanto, al amor. Son distintos para cada cultura: el caldo de pollo en Asia, los canelones en Italia, el bife con chimichurri en Argentina o el guiso de carne, verdura y legumbres que preparaban las abuelas europeas sobre una cocina económica, mezclando sus deliciosos olores con el de la leña, y los recuerdos del lugar caliente y bullicioso donde se juntan las familias a comer, beber y compartir su vida. Y los plantan en los lugares más inesperados, con la ayuda de equipos que incluyen nóbeles de química, prestigiosos investigadores de sociología y jefes del departamento de neurobiología de instituciones como la Max Plank.

Si te sientes más seguro volando con British Airways, podría ser porque en sus aviones se dispersa un aroma diseñado para «estimular la recolección de buenos recuerdos durante el vuelo» y quitar la ansiedad del viaje. Es el mismo aroma que Singapore Airlines pone en sus toallitas calientes. Se llama Stefan Floridian Waters y cumple la misma función. Las cápsulas de Nespresso integran un aroma que se volatiliza durante el preparado para que sientas que estás «haciendo» café. Es el olor de las cafeterías que tuestan su propio grano. El olor de coche nuevo está pensado para que notes que conduces un coche más caro, hecho en otra época, con otros materiales. Lo encargó RollsRoyce Motor Cars cuando cambió elementos de su famosa tapicería de cuero y madera por otros de plástico y las ventas bajaron de golpe; el coche no olía igual. Irónicamente, hoy los coches que más huelen a lujo son los más baratos, y el café que más huele a café de barista es lo menos parecido a un café. Cada año, la Unión Europea prohíbe el uso de ciertas moléculas olfativas basándose en su potencial alergénico, pero no hay leyes que prohíban a una empresa lanzar al mercado un producto que recree imágenes de cosas que no tiene. Como la autenticidad.

Gran parte de los deliciosos aromas a café, pan recién hecho y bizcocho de chocolate que desprenden las cafeterías salen de un difusor. Lo usan porque aumenta las ventas un trescientos por ciento. Un estudio de la Universidad de Washington descubrió que el olor cítrico aumenta las ventas un veinte por ciento. Nike se dio cuenta que perfumando sus tiendas con un aroma sintético diseñado ad hoc disparaba las suyas un ochenta y cuatro por ciento. Los difusores de Muji no solo venden difusores, aumentan las ventas de todo lo demás. Puedes oler una tienda de Lush a varias calles de distancia, un oasis de limpieza en mitad de la polución urbana. Hasta las galerías de arte (y sus galeristas) huelen a algo muy específico: Comme des Garçons 2.

Los ingenieros del aroma son magos que operan sobre la mente con material invisible y el efecto puede ser devastador. No trabajan solos. Sus creaciones nos llegan reforzadas por un envoltorio, un branding, una campaña de marketing y un contexto diseñados por otros laboratorios llenos de magos expertos en otra clase de química. Los que saben que se vende más merluza si la llamas «lenguado chileno»; que el chocolate es más dulce y cremoso si tiene los bordes redondos o que el mismo filete de carne parece más salado, grasiento, correoso y mal hecho si la etiqueta dice «granja intensiva» en lugar de «orgánico» o «criado en libertad». Y que la música alta, rápida y en clave mayor («Girls Just Wanna Have Fun» de Cindy Lauper) te hace comer y comprar más deprisa, pero que la música sutil, suave y en clave menor («Time After Time») te hace quedarte más tiempo en la tienda y comprar más cosas.

Su trabajo es engañar a nuestro cerebro a través de los sentidos, para que crea que nos estamos comiendo algo muy diferente a lo que en realidad nos hemos metido en la boca. Consiguen hacernos comer cosas que no nos alimentan, y sobre todo mucha más cantidad de la que nos conviene. No es un trabajo tan difícil: la oferta resulta irresistible. No lo podemos evitar. A lo largo de miles de años, el ser humano ha desarrollado herramientas para gestionar la escasez, no la abundancia. Lo natural, cuando hay exceso de comida, es comérsela, porque antes de que se inventaran las neveras no era comestible durante mucho tiempo y uno nunca sabía cuándo habría más. Nuestro mediador principal entre la comida y nosotros es precisamente el olfato, que tiene línea directa con la central. Cuando saboreamos un plato, se liberan moléculas volátiles que ascienden hasta el epitelio olfativo, una capa de células sensoriales ubicada en la base de la nariz, entre los ojos. Es la parte que duele cuando comes mucho wasabi. El resto de los sentidos son procesados por el tálamo, pero el del olfato le habla de manera profunda a nuestro cerebro. Conecta con el sistema límbico, una estructura que evolucionó a partir del tejido que procesaba información olfativa. Nuestra capacidad para percibir compuestos químicos volátiles fue la primera manifestación sensorial que apareció cuando éramos organismos unicelulares. La necesitamos para comprender nuestro entorno, reproducirnos y encontrar alimento. Lleva mucho tiempo diciéndonos lo que se puede comer y lo que no.

Hasta hace poco, el código estaba claro. El dulce suele indicar la presencia de hidratos de carbono, que son nuestra principal fuente de energía, y que el objeto de deseo está listo para ser engullido. A los niños les gusta lo dulce porque las plantas comestibles son dulces, mientras que rechazan lo ácido y lo amargo porque las frutas ácidas no están maduras y las carnes ácidas indican la presencia de bacterias, levaduras y moho (dicho de otra forma: están podridas). Las plantas y bayas amargas suelen ser venenosas. El olor sulfúrico de un huevo podrido nos resulta tan alarmante que se le añade al gas butano para que notemos si hay una fuga. Toda esta experiencia evolutiva ha hecho que nuestro cerebro premie el consumo de azúcar estimulando la vía mesolímbica de la dopamina, la misma ruta neuronal que se activa con el s*x* y las drogas. La liberación de dopamina nos hace sentir tan bien que, cuando aparece, el córtex prefrontal le dice al cerebro: vamos a acordarnos de esto que hemos comido para comer más en cuanto podamos.

Pero ahora podemos hacerlo todo el tiempo y no sabemos parar. Cuando el cerebro libera demasiada dopamina, acaba suprimiendo su producción normal. La abstinencia nos produce ansiedad y nerviosismo, que intentamos mitigar consumiendo más cosas que nos hagan liberar dopamina. De hecho, cualquier persona en el primer mundo está rodeada de un sinfín de alimentos con azúcar, solo que no los identificamos: la mayor parte del azúcar que comemos está escondido en productos aparentemente salados como sopas, salsas, patés, hamburguesas, patatas fritas, vinagretas o pan. A partir de los sesenta, las grandes cuentas del negocio de la industria de los aromas habían dejado de ser Guerlain, Chanel o L’Oréal para convertirse en los gigantes de alimentos procesados: Procter & Gamble, Unilever, Nestlé, Danone, Coca-Cola y Mars. Si la base del negocio original habían sido las esencias de rosa, jazmín, bergamota y sándalo, después de la guerra pasaron a ser el azúcar, la grasa y la sal.

Puede seguir leyendo el libro completo aquí
 
Rosa Clará: «Si una mujer quiere llegar, llega»
Es la creadora y propietaria del segundo grupo español y el tercero del mundo en el sector nupcial
«En España no se protege a los que crean trabajo. Yo pago 600 nóminas, Nadie me ha reconocido nada»
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SeguirSalvador Sostres
Actualizado:18/07/2019 23:14hhttps://www.abc.es/cultura/abci-man...-muy-de-pueblo&vli=noticia.entrevista.cultura

No me creo que le guste la vacación.

Mi vida la marca el orden. Yo hoy ya sé qué haré cada día del año que viene.

¿No es aburrido?

No me gusta improvisar ni me gustan las sorpresas.

¿Y en Ibiza no se le ocurre nada?

Yo cuando llego a Ibiza ya tengo mi trabajo hecho. Si veo algo que interesa tomo una foto y la mando a mi equipo para que lo desarrollen.

El calor mata.

El calor colapsa la inteligencia. Para trabajar necesito el frío.

La política estorba a los empresarios.

Nosotros pretendemos ser una empresa muy global sin barreras de ninguna clase. Somos globales en la mentalidad y en los hechos.

Luego está el mito de la formación, el mito de que los jóvenes han de formarse. Se triunfa -Cocó Chanel lo dice- con lo que no se aprende.

Importa la intuición, el talento y el esfuerzo. El esfuerzo sin talento es inútil y el talento sin esfuerzo no florece.

El éxito penaliza en España.

A mi el éxito no me ha penalizado pero nadie me ha reconocido nada. La verdad es que no lo entiendo demasiado. Muchos empresarios españoles somos referentes en el mundo. Quizá nos tendrían que haber ayudado un poco. No tanto por nosotros como por el bien de la economía española.

Rafael Cidoncha dice que Francia cuida mejor de sus artistas, de sus artesanos y de sus empresarios, y que en ello consiste su patriotismo, su grandeur.

Francia se vende muy bien. Francia e Italia. La mayor parre del aceite italiano es de origen andaluz, y mira cómo presumen de aceite italiano. España esto no ha sabido hacerlo.

El blanco es el color del verano.

El blanco es sobre todo el color de las bodas, porque un vestido blanco y largo es lo que más realza a una mujer.

El blanco en la boda significa pureza. Casarse por lo civil es celebrar una victoria que no se ha producido.

Cada vez hay más enlaces civiles y menos religiosos.

Bueno, sí, claro, y cada vez hay más tatuajes. Pero casarse de blanco cuando has pasado por la tropa es un poco un fraude.

Casarse de blanco es una tradición. Las tradiciones son valiosas. Hay mucha gente que celebra la Navidad y no cree en Dios.

Otra cosa que también hace mucha gente es ser feminista.

La lucha feminista fue importante en el pasado y es justo reconocerlo. Pero yo creo que hoy ya no se contratan hombres o mujeres, sino personas válidas. No creo que el feminismo sea el debate de las generaciones futuras.

¿A usted ser empresaria le ha costado más por ser mujer?

Nunca me he encontrado con ninguna discriminación ni personal ni profesional. Pero sí que es verdad que las mujeres podemos ser menos ociosas que los hombres. Cuando mi hijo era pequeño yo sabía que no podía perder el tiempo en una reunión inútil, porque tenía que acabar mi trabajo para llegar a casa y poder ocuparme de él.

Me cae bien porque no se queja. No soporto a los quejicas.

Si una mujer quiere llegar, llega. Igual que un hombre.

Ser madre, ser empresaria.

Para mí lo más importante de mi vida ha sido ser madre. Y ser madre de un hijo como el mío. La gran diferencia entre hombres y mujeres es la maternidad. Por inteligentes y geniales que seáis, nunca podréis ser madre, dar vida. Ser madre es la cumbre de la Humanidad.

Ser empresaria es muy difícil.

Lo es, y no nos protege nadie. En España no se protege a los que crean puestos de trabajo. Yo pago 600 nóminas. Hoy hay que ser muy valiente para ser empresario en nuestro país, y no tendría que ser así. Sin empresarios no hay economía ni riqueza que distribuir.

Y además, el atropello fiscal.

Yo estaría encantada de pagar impuestos si lo que recibiera a cambio tuviera algún sentido. Entiendo que tenemos que pagar impuestos, pero muchas veces no entiendo en qué se gasta nuestro dinero. Otra cosa es el impuesto sobre las personas físicas, que me parece aberrante.

Los impuestos que tiene que pagar limitan su creación empresarial.

Si yo pagara menos impuestos crearía puestos de trabajo. Facturar cuesta mucho menos que realmente ganar dinero, y esto no es razonable ni ayuda a la creación de la riqueza.

Contratar a alguien es peor que fundar con él una familia.

No hay ningún empresario que quiera despedir a un trabajador sin motivo. Despedir a alguien es el límite. Los trabajadores han de tener una protección, pero también obligaciones. También los empresarios tenemos que tener una cierta protección, a cambio de nuestras muchísimas obligaciones.

Arcadi Espada dice que el juez Marchena es el español más carismático de los últimos tiempos.

A mí de pequeña me enseñaron a no hablar en público ni de religión, ni de s*x*, ni de política.

¿Pero no le gustaría una larga sobremesa con él?

De hecho, me encantaría.

Qué es el verano
Una textura. La seda.

Una canción. «Paraules d’amor», de Serrat, cantada por Rosario Flores.

Una película. «Bohemian Rapsody».

Un amor. Mi marido.

Va, Rosa, va. Nos casamos hace sólo seis años y todavía estamos de luna de miel.

Una copa. Tequila. Yo para cosas pequeñas ya no estoy.

Un helado. Estoy a dieta perpetua y casi no como. Pero el almendrado.

Una luz. La luz de la mañana. La de la tarde no la soporto.

https://www.abc.es/cultura/abci-rosa-clara-si-mujer-quiere-llegar-llega-201907182313_noticia.html
 
¿Qué sabes del siglo XXI?
Nos tiramos mucho el pisto con lo vintage, con la década de los cincuenta y su glamur, con la efervescencia ideológica y artística de la de los sesenta, con la explosión del mercado de lo cool en los setenta, con la moda de los ochenta, dentro de poco se escudriñará a ver qué se puede sacar de los noventa a la palestra pero, ¿de ahora? ¿Alguien sabe algo del ahora? No han sido pocos los cambios que hemos experimentado en el siglo XXI —por Dios, que nos vamos al baño a deponer con un teléfono computerizado desde el que le contestamos al presidente de los Estados Unidos sus ocurrencias chistosas— y sin embargo nada se sabe de esta época. Demuestre usted si está al día de su hoy.

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https://www.jotdown.es/2019/07/que-sabes-del-siglo-xxi/
 
Uomini

publicado por Lupe de la Vallina


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La gran belleza (2013)

Al principio creía que todos los italianos estaban enamorados de mí. Y no, no era un exceso de confianza por mi parte. Estaba en París, era invierno y sus habitantes se comportaban con la misma frialdad que desplegaban sus calles. El único francés que me hablaba lo hacía porque mi acento le recordaba a su novio colombiano. Los españoles, por su parte, estaban a lo suyo. Y lo suyo no era yo.

Los italianos aparecieron con la primavera. Si han vivido en París más de tres meses sabrán que la depresión es el estado normal de la ciudad entre octubre y abril. Si esto es así para los nativos, imaginen para una meteoropática del sur de Europa. No fue mi mejor trimestre, en resumen. Pero llegó abril, como decía, y llegaron los picnics en los Campos de Marte después de clase. Con franceses, pero también con italianos.

Los italianos no son mucho mejores que nosotros para hacer picnics. El arte galo de comer en el campo sin perder el buen gusto es absolutamente envidiable y mantiene a Europa como referente moral a pesar de todo. Los italianos no son los mejores haciendo picnic pero saben contraatacar con comidas caseras. Para ellos cualquier antro es un hogar si hay algo con que calentar la pasta. Y fue así, mientras probaban si los spaghetti estaban ya al dente, cuando creí que todos estaban enamorados de mí. Pero no. Era simplemente su forma de estar en el mundo.

El primer encuentro con casi cualquier italiano que recuerdo comienza con la mirada. Evidentemente, objetarán, de qué otra forma va a ser. Pues bien, hagan un experimento la próxima vez que les presenten a alguien en España. Mírenle a los ojos y sonrían con calidez mientras le aseguran cuánto les alegra conocerle. Y observen el embarazo creciente de la otra persona. No estamos acostumbrados a que se nos quiera a primera vista.

El primer encuentro con los italianos que he conocido empieza en los ojos, una mirada fija, profunda, con apariencia sincera. Una mirada a calzón quitado. Una mirada indefensa porque por qué iba a ser necesario defenderse, si el mundo es un lugar hermoso. Una mirada que aguanta la mía mientras me dan la mano porque son italianos, los besos no se derrochan, los besos hay que ganárselos.

Una mirada, y esto es esencial, que está viendo a una mujer. Y la mujer es la cumbre de la creación. Los italianos, y hablo aquí de un tono general en el trato, más allá de las miserias y vicios particulares, viven en una zona feliz ajena tanto al heteropatriarcado como al manifiesto SCUM. En Venecia, por ejemplo, es difícil salir de un local sin recibir un piropo como forma estándar de atención al cliente. Un piropo elegante, un dulce micromachismo. Una mujer es bella por defecto, es atractiva porque es una mujer. Y no pretenden nada. No taladran la ropa con la mirada. Por no ofender, no ofenden ni al marido que las acompaña. Es un rasgo nacional tan patente que el primer italiano que aparece en Peppa Pig, al frente de un puesto de alquiler de coches, saluda dirigiéndose directamente a la madre de familia con un «Buon giorno! Come posso aiutare una così bella signora?» (1). Sí, tengo hijos pequeños, pero no por ello la referencia es menos oportuna.

Desde la sala cubierta de pantallas en lo más profundo de un volcán que hace las veces de sede central de Jot Down me pidieron que desmontara el mito del italiano latin lover, del que se las lleva de calle solo con mostrar su pasaporte. Estoy empezando a dudar que se lo encargaran a la persona adecuada. A mí no me atrae ese perfil masculino, eso es cierto. Pero el perfil es importante. También el físico. El perfil que, al recortarse a contraluz, muestra un gesto firme e intenso, el que recuerda a un busto cualquiera de villa romana, con su nariz nudosa y un mentón al que no se debe llevar la contraria. Digámoslo, un perfil italiano. ¿Ven? Lo estoy haciendo otra vez.

Quizás no sea por el físico. De hecho hay italianos feos, es un hecho contrastable. Es incluso posible que haya italianos que no sean atractivos, dejo ese dato en manos de la ciencia. Pero un hipotético italiano feo no tiene más que abrir la boca para que las mujeres a su alrededor estén dispuestas a obviar ese detalle. La primera arma es casi infalible: el idioma. Aunque la mujer a la que se dirigen no lo entienda. Es una lengua hecha para enamorar, convencer y cautivar. Todo suena mejor, hasta los insultos son dulces: ma vaffanculo, stronzo —¿lo oyen? ¡Qué suavidad, cómo fluye el sonido!—. De hecho, para enamorarse ni siquiera haría falta oír las palabras: bastaría con mirarles hablar. Es prácticamente un baile en el que cada gesto carga de carisma al emisor. Las manos acarician las palabras, las agarran con fuerza cuando es preciso y las dirigen con suavidad hacia su significado. El cuerpo está tan integrado en el idioma que la profesora de francés de un amigo siciliano le obligaba a sentarse sobre las manos al hablar. Los gestos le daban, sin duda, un fuerte acento italiano.

Pero sin necesidad de moverse, una foto es suficiente para entender por qué. Miren a la selección italiana de fútbol en 2010, por ejemplo. L’azzurra, vestida de Dolce & Gabbana. ¿Qué rasgo les caracteriza? ¿Se imaginan a Pirlo haciéndose un selfie con dedos de mara salvatrucha? ¿A Buffon, Marchisio, Gattuso, Cannavaro…? Imaginen, imaginen. Si hemos empezado por el fútbol, opio del pueblo, calculen lo sobrados que van los italianos en materia de estilo. Pienso en Jep Gambardella fumando —no es algo raro, por lo demás, descubrirme pensando en Jep Gambardella fumando—. Pienso en Jep Gambardella llorando. Pienso en Jep Gambardella haciendo de Titta di Girolamo en otra película, aunque siendo ya casi Jep Gambardella. Pienso en los italianos que he conocido, con enormes diferencias estéticas entre el norte y el sur, pero con un sentido de la estética casi involuntario. A veces exagerado, otras de una formalidad protohipster —no había visto un primer botón cerrado antes de visitar Milán—, incluso en camiseta interior sin mangas queda claro que la belleza, en Italia, no es accesoria. Quizás sea esta una de las razones: miren donde miren, los italianos en casa ven algo magnífico. Cualquier aldea de los Prealpes tiene una iglesia barroca incrustada entre sus cuatro casas. Creo, por lo demás, innecesario hacer un elenco de las obras de arte italianas: al fin y al cabo, incluso en Jot Down el espacio para escribir es finito, así que elijan sus obras o puntos favoritos. Pongamos Florencia, donde un viajero francés cualquiera enferma, literalmente, de goce artístico. Un lugar demasiado bello para que lo soporten los mortales. ¿Qué sensibilidad desarrolla alguien nacido allí, para quien lo sublime es, simplemente, la plaza de su barrio? ¿Cómo puede no ser elegante alguien que aprende a posar viendo cuadros de Caravaggio?

Pero creo que la clave de que el italiano enamore se encuentra en el amor mismo. Mejor dicho, en su comprensión del amor. Que no es sino la del alma humana: llena de deseos violentos e impulsos contradictorios, pero necesitada al fin y al cabo de una mirada benévola. Lejos de los clichés políticamente correctos del pop tradicional, la canción romántica italiana es un gran ejemplo de esta lucidez afectiva. Mi admirado Ernesto Filardi escribió un artículo titulado «Diez canciones románticas italianas cuyos protagonistas deberían hacérselo mirar» y yo aprovecho la coyuntura para defender lo contrario. Porque el amor, con todos sus pasos, es de todo menos correcto. Incluso cuando es bueno y mejora radicalmente la vida de los interesados, los enamorados deben aprender a encajar sentimientos que escandalizan nuestra ética moralista. Está el amor correcto, que defendemos sin matices, y luego las contradicciones con las que nos encontramos al mirar nuestra relación concreta. Los italianos lo saben también, la diferencia es que, culturalmente, no se escandalizan de ello. E incluso al hablar de los aspectos más aceptables del enamoramiento y desamor, tienen la capacidad de dar en el clavo. Pondré algunos ejemplos para que puedan poner banda sonora a esta lectura:

«Amandoti» – escuchen la versión de CCCP, bajo ningún concepto lo que hizo Gianna Nannini con ella. En la letra, la contradicción de los amores que agotan las propias fuerzas.

Amarti m’affatica
mi svuota dentro
Qualcosa che assomiglia
a ridere nel pianto.
Amarti m’affatica
mi da’ malinconia.
Che vuoi far ci è la vita,
E’ la vita, la mia.

Amarte me fatiga,
me vacía por dentro.
Algo que se parece
a reír en el llanto.
Amarte me fatiga,
me da melancolía.
Qué le voy a hacer, es la vida,
es la vida, la mía.

«Via con me» – Paolo Conte. Es difícil rechazar esta invitación, que acepta la historia afectiva del corazón de la mujer cortejada. Aunque en la última estrofa empiezo a dudar: Paolo, ¿de qué hombres hablas exactamente?

Via, via, vieni via di qui,
niente più ti lega a questi luoghi,
ne anche questi fiori azzurri…
via, via, ne anche questo tempo grigio
pieno di musiche
e di uomini che ti sono piaciuti…
(…)
Via, via, vieni via con me,
entra in questo amore buio,
pieno di uomini…
via, entra e fatti un bagno caldo,
c’è un accappatoio azzurro,
fuori piove un mondo freddo…
—-
Ven, ven, vámonos de aquí,
ya nada te une a estos lugares,
tampoco estas flores azules…
Ven, ven, tampoco este tiempo gris
lleno de música
y de hombres que te han gustado.
(…)
Ven, ven, vámonos de aquí,
entra en este amor oscuro,
lleno de hombres…
ven, entra a darte un baño caliente,
hay un albornoz celeste
fuera llueve un mundo frío…

«La canzone del sole» – Lucio Battisti. El chaval que vuelve a ver a su amor de verano y la encuentra cambiada. Ahora es una mujer. Y él aún es claro y transparente, como el mar que conocieron juntos.

Dove sei stata
cosa hai fatto mai?
una donna, donna, dimmi
cosa vuol dir sono
una donna ormai?
ma quante braccia
ti hanno stretto tu lo sai
per diventar quel che sei
che importa tanto
tu non me lo dirai
pur troppo.
(…)
Oh mare nero, oh mare nero,
oh mare ne..
tu eri chiaro e trasparente
come me…

¿Dónde has estado, qué has hecho?
Una mujer, mujer… dime,
¿qué quiere decir
«ya soy una mujer»?
Pero ¿cuántos brazos
te han estrechado, solo tú lo sabes,
para convertirte en lo que eres?
qué más da, total
no me lo dirás,
por desgracia.
(…)
Oh mar negro, oh mar negro,
oh mar negro,
tú eras claro y transparente como yo…


«L’orgia» – Giorgio Gaber. En su genialidad, Gaber describe el hastío del s*x* cuando el s*x* hastía.

Ero lì in un’orgia, facevo qualche cosa,
ma non mi ricordavo una serata così noiosa.
—No, mi creda, mi diverto molto.
Sono solo un po’ di soggezione,
però mica le dispiace
se accendo la televisione?

Estaba ahí, en una orgía, algo hacía,
pero no recordaba una velada tan aburrida.
—No, créame, me divierto mucho.
Solo estoy un poco cortado,
pero ¿no le importará
que encienda la televisión?


Como verán, hay tanto donde elegir para explicar por qué un varón italiano triunfa en el corazón extranjero. Dejo muchos puntos de la lista en mi borrador porque, por muy exhaustiva que fuera, sé que no terminaría de dar con la clave. Quién sabe qué es lo que no consigo describir, se trata de algo que creía perdido, un atractivo profundamente humano, una cualidad perteneciente al pasado o a algunas películas. Algo que al verlo en un hombre, o al oírlo, despierta en la mujer el atávico deseo de escaparse al fin del mundo, fundar una familia y escribir un libro a cuatro manos: todo a la vez. Y él solo ha dicho «Ciao, bella».

(1) «Buenos días, ¿cómo puedo ayudar a una mujer tan guapa?»

https://www.jotdown.es/2019/07/uomini/
 
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Recreación del documental 'La Gran Ola
Los tsunamis en España para los que no estamos preparados
El tsunami es el mayor desastre natural que ha afectado a las costas
españolas.
La tarde del jueves 11 de julio, los sismógrafos de Málaga registraron un terremoto de magnitud 3 en la escala de Richter en la zona este de la provincia. A pesar de que el movimiento generado por este terremoto fue ligero, está claro que no se puede descartar la posibilidad de que estos temblores desencadenen un posterior tsunami.

El tsunami es la catástrofe natural que más daños ha ocasionado en España. En 1755, el terremoto de Lisboa que produjo un posterior maremoto, afectó a toda la zona sur de la península y provocó alrededor de 2.000 muertes. Desde entonces, no se han registrado casos similares, pero lo cierto es que, en cualquier momento, un tsunami puede llegar a las costas españolas.


Este gráfico refleja el escenario la energía que desencadenó el tsunami en el Golfo de Cádiz, que afectó igualmente a la costa noroccidental de Marruecos y las costas sudoccidentales de la Península Ibérica. A lo largo de las costas marroquíes, las alturas de las olas varían de 1m a 6m y de 2m a 7m en la región cercana del Algarve, al sur de Portugal.

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Alturas máximas de las olas y distribución de energía del tsunami INTECHOPEN.COM

¿Cómo afectó el terremoto de Lisboa a la costa española? El Profesor Titular y Secretario de la Facultad de Cc Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid, Alfonso Muñoz Martín, ha explicado al Independiente lo siguiente: “Este fue un terremoto que se generó en el suroeste de la península, en la zona marina, y contó con una magnitud importante que solo se puede documentar por los registros. El terremoto provocó un tsunami importante que debió de ser una falla inversa en el Cabo de Gorringe, en Portugal, que barrió la costa del Algarve, Cádiz, Huelva y llegó a Lisboa”.

El suroeste peninsular y Baleares, en mayor riesgo
Esto da a pensar que un nuevo terremoto puede generar un tsunami que asedie la costa española nuevamente. El director del Instituto Geográfico Nacional, Emilio Carreño, afirma lo siguiente: “Podemos tener un tsunami en el Mediterráneo como consecuencia de fallas paralelas a la costa de Argelia”. El sismólogo ha destacado que hay posibilidades de que se den maremotos como el del 2003 que afectaron a las Baleares: “Estos son más frecuentes. De hecho, puede haber uno cada once años, aunque las consecuencias son menores. Actualmente, existe un sistema de alerta que avisa a emergencias”, destaca Emilio Carreño.

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Grabado del terremoto de Lisboa de 1755 que alcanzó las costas españolas. WIKICOMMONS

El suroeste de la Península Ibérica cuenta con un mayor nivel de peligrosidad de sufrir un tsunami, debido a que las fallas potencialmente activas que pueden generar grandes movimientos se encuentran en la zona de contacto entre la placa africana y la placa asiática. Desde el este, la energía se libera en terremotos más pequeños. En el norte de Argelia hay terremotos no tan importantes que han generado algún tsunami de menor amplitud que ha afectado a Baleares.

Pocos minutos de reacción
En caso de que se generara un tsunami en el Cabo de Gorringe -como el de 1755-, se dispondrían de pocos minutos de reacción hasta que alcanzara Huelva y Cádiz. La velocidad de estos fenómenos es de cientos kilómetros por hora. “Detectar un tsunami, su magnitud, avisar, comunicar es muy complicado cuando solo se disponen de 10 o 15 minutos. Hay poco margen para notificar, sobre todo si está la gente en la playa. Es difícil que la gente tenga tiempo para salir de la playa”, indica Alfonso Muñoz Martín.

Esto se complica aun más puesto que los efectos podrían variar en función de las costas. Aquellas que se encuentran a nivel del mar, como la de Huelva, sufrirían un impacto mayor, “ya que el tsunami alcanzaría una penetración de hasta 10 metros”, puntualiza Emilio Carreño. Sin embargo, aquellas zonas más escarpadas, sufrirían unas consecuencias menores. Los efectos del stunami están condicionados por el tamaño de la ola, la proximidad de la costa y el arrastre de materiales, entre otras cosas.


FUTURO
Qué hacer en caso de tsunami
El riesgo de tsunamis, o maremotos, aunque en menor medida que en otros lugares, es algo que puede afectar a las costas españolas, tal y como ocurrió en Lisboa 1755.[...]

¿Está España preparada?
La ciudadanía no está concienciada, ya que “es un fenómeno tan raro, tan poco frecuente”, justicia Emilio Carreño. Se está a la espera de la aprobación del plan estatal que dará a la ciudadanía información en los colegios. El sismólogo hace un especial hincapié en la importancia de educar en comportamientos básicos que reduzcan daños.

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Tsunami en Indonesia PIXABAY

España dispone actualmente de una red sísmica nacional y cálculo que permite localizar terremotos. El proceso que genera un tsunami por su propia naturaleza hace que en unos pocos minutos sea prácticamente imposible hacer algo para que la gente no se vea afectada. Alfonso Muñoz Martín hace un especial hincapié en la importancia de “informar a la gente de dónde hay más zonas de peligrosidad y educar en qué se puede hacer”. No es de extrañar que, cuando uno está en la playa, deje su teléfono móvil en la toalla, por lo que es imposible dar el aviso. “Todo el proceso hace muy difícil que se esté preparado. Hay que conocer que estamos en una zona en la que el riesgo existe”, sentencia Alfonso Muñoz Martín.


FUTURO
Va a haber un tsunami en Europa pero no sabemos cuándo
https://www.elindependiente.com/futuro/2019/07/21/escenarios-tsunamis-espana-no-preparados/
 
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