Diálogo con el filósofo Philippe-Joseph Salazar, autor de “Palabras armadas”
Europa carece de furia para responder al yihadismo
Para el pensador francés, que estudia la propaganda terrorista, el Estado Islámico promete ideales que Europa ya no provee. Para combatirlos hay que conocer su ideología.
Por: Juan Sebastián Jiménez Herrera
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El atentado en Kabul, que acabó con la vida de 80 personas, es el más reciente de los ataques perpetrados por el Estado Islámico. / AFP
Philippe-Joseph Salazar, director del Centro de Estudios Retóricos de la Universidad de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), es autor de Palabras armadas (Anagrama), un libro iluminador sobre las estrategias del Estado Islámico para atraer a sus reclutas y formar un ejército global. Salazar dice que Europa ignora a su enemigo. De hecho, lo caricaturiza y, por esa misma vía, lo desconoce. A las balas y las bombas, los europeos responden sin furia. Tras los ataques en Alemania y Francia, analiza las consecuencias de eludir un examen profundo del yihadismo.
¿El terrorismo es consecuencia del islam o de la debilidad de nuestras democracias?
El terrorismo islamista es una parte de la ideología del islam. Es una extensión de la guerra dentro de aquello que el islam llama, de manera doctrinal, “el hogar de la guerra”: las naciones que no aceptan convertirse al islam y que deben ser subyugadas. Pero uno también tiene que considerar el otro lado de la historia: para el califato, las leyes de Europa son “leyes terroristas”. La propaganda del califato insiste en que Europa impone sobre los musulmanes reglas legales, escolares y comportamientos sociales que son percibidos como “aterrorizantes”, y contra los cuales un buen musulmán debe rebelarse o debe al menos rechazar.
¿Por qué los terroristas tienen tanta influencia sobre los europeos?
El reclutamiento de occidentales, desde Europa hasta Australia, es un rasgo chocante de la guerra fomentada por el califato. Son cientos de miles. Lo que también es chocante es que buena parte de ellos son hombres y mujeres jóvenes recién convertidos al islam. Eso significa que gente de clase media, bien educada y joven decide pasar de una vida materialista y secular a una religión, y entonces escogen el islam, y dentro del islam se decantan por su rama más combatiente: la yihad.
Luego, lo que es más sorprendente es que lo hacen para sacrificar sus vidas. No se unen a los ejércitos del califato para obtener logros personales o una carrera (como sucede con la mayoría de reclutas en los ejércitos occidentales), sino que saben con certeza que van a morir. En breve, su trayectoria mental es la de buscar un ideal. Y un ideal por el que valga la pena morir.
¿Por qué es posible esa cercanía con un ideal que parece ajeno?
Está claro que ellos sienten y arguyen que las sociedades occidentales han perdido su capacidad de inspirar, de otorgar un ideal, un ideal más allá del consumo de bienes y de una vida que consista simplemente en consumir y morir sin haber alcanzado ninguna grandeza. Su actitud es similar a la de la gente joven que se unió a los movimientos revolucionarios en América del Sur después de la Revolución cubana: son una generación que quiere más en esta vida que sólo estar. Es evidente que las sociedades occidentales ya no pueden proveer un ideal. Estos jóvenes también encuentran apoyo al darse cuenta de cuán amplio es el movimiento: el yihadismo, gracias al califato, ha evolucionado en un movimiento global y populista. Una insurrección no es imposible en regiones muy islamizadas de Europa.
Debemos preguntarnos por qué no vemos a cientos de jóvenes europeos formar brigadas y tomar las armas contra el yihadismo, o por qué no los vemos marchar en las calles de París, Londres y Berlín para defender nuestros valores, en lugar de poner velas y tomarse de las manos después de cada masacre. ¿El califato entendió que somos moral e intelectualmente débiles?
¿Qué sucede con Francia, tan afectada por el yihadismo?
En cuanto a política, Francia ha tenido una historia diferente de cara al islam, a los árabes en general. Está enfocada en el norte de África y no es una historia de amor. Es una historia compleja, hecha de colonización, desconfianza y concesiones de ambos lados. Parece alcanzar un punto de cambio que tiene que ver con las emociones. Después del ataque en Bruselas, Die Tijd, el principal periódico flamenco, reportó algunas de mis palabras: que era tiempo de dejar de llorar y decir que “no tenemos miedo”, porque es inútil. Si no tienes miedo y no haces nada, significa que de hecho tienes miedo de actuar. Llamé a la furia. Pedí estar furiosos. La furia (no la ira) es una emoción noble: te ayuda a reconocer cuando existe peligro y cómo ese peligro puede ser superado. La rabia empodera.
Ahora, en cuanto a las relaciones internacionales, también creo que los intereses de Francia en Oriente Medio no son los mismos de Estados Unidos o Inglaterra. Creo que entrar en negociaciones con el califato no debe ser descartado. ¿Por qué no? Aún aceptamos a Corea del Norte como miembro de Naciones Unidas. Ahora hablamos y comerciamos con Irán, después de décadas de tratarlo como un Estado paria, asesino y terrorista. Lo que nos impide hablar con el califato es nuestra inhabilidad de aceptar que el concepto de paz ha cambiado. La paz en el futuro será una paz belicosa, como antes de 1945. Tenemos que empezar a aceptar que la paz será una constante tensión entre luchar y dialogar. Entre más rápido lo aceptemos y se lo expliquemos a los europeos, más pronto podremos actuar. La paz como la imaginan las Naciones Unidas pertenece al pasado.
¿Cuál es la esencia del poder del Daesh?
La esencia del poder del califato es su habilidad de proyectar un ideal en un mundo que no ofrece ya ningún ideal. Además, el Isis (como también es llamado el Daesh) es la primera ideología global que aprovecha los medios posmodernos de comunicación.
Sé que la gente se choca cuando digo esto, pero el califato ofrece valores y una vida ética, no la nuestra, por supuesto, pero sus revistas, libros y videos —si deja de enfocarse en el corte de gargantas— son sorprendentes en su lógica, su dialéctica, su estética, su historia y el extremo cuidado al proveer explicaciones y razones y al celebrar —los lectores se estremecerán aquí, pero es mejor encarar los hechos— el amor, la fraternidad y el cuidado de los niños. Los medios occidentales están dando una caricatura del califato y sus seguidores, y esta caricatura nos ciega ante la realidad. Si quiere combatir a un enemigo, comience por conocerlo bien y nunca lo subestime.
¿Europa sabe utilizar las palabras, el discurso, contra sus enemigos?
No. La contrapropaganda es pueril, desorganizada, insensata. Confía en conceptos falsos como la “radicalización”, evade nombrar los crímenes y sus verdaderas penas (los terroristas deberían ser procesados por alta traición y encerrados de por vida), y para tranquilizar a la población perpetúa la falsa noción de que los terroristas son criminales mezquinos o gente loca o socialmente marginada. Los gobiernos, especialmente en Francia y Alemania, se niegan a explicar la magnitud de una guerra entre dos culturas.
El Daesh ya tiene el dominio sobre cientos de personas. ¿Europa está, entonces, derrotada?
Algunos países en Europa podrían ser derrotados antes que otros. Algunos podrían ser derrotados poco a poco, al permitir que sus instituciones y sus reglas cambien (por ejemplo, al aceptar cortes islámicas, la educación segregada y la discriminación de género) hasta tal punto que, en veinte años, Suecia no lucirá más como Suecia. Es una opción, pero si es una opción real debe ser expresada de manera clara por parte de la población y no impuesta de modo hipócrita. Francia tiene un núcleo fuerte (de musulmanes). Brasil, por cierto, sigue en la fila: el califato ahora emite en portugués y ha lanzado la yihad en América del Sur. Es el próximo territorio de acción. Los gobiernos sudamericanos no deben pensar que están lejos del campo de batalla.
¿Cuál sería el primer paso para entender la naturaleza de este enemigo?
El primer paso es explicarles de manera clara a los franceses qué es el califato. Nombrarlo de manera apropiada como yo lo hago, explicarles qué quiere, qué hace, cómo lo hace, quién lo sigue y por qué. Los principios franceses (libertad, igualdad y fraternidad) son buenos, pero son mal comprendidos cuando los medios, en especial la BBC, al tratar de sonar francesa, los repiten sin entenderlos. La libertad significa detener a los enemigos de la libertad y de las libertades como fueron definidas en la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano. Igualdad significa igualdad salvo para aquellos que no quieren igualdad entre todos los seres humanos. Fraternidad, sí, pero sólo con aquellos que están de acuerdo con los dos primeros principios y su aplicación. Estos son los principios reales de 1789. Fuertes. Inflexibles. Democráticos, pero fuertes. Si Francia vuelve a su sentido real, ganaremos. No puedo decir lo mismo de Alemania, pero tengo grandes esperanzas con España, porque conocieron, no hace mucho, una guerra civil.
Ya es hora de que empecemos a llamar a las cosas por su nombre.