BOXEO: Campeonatos, Mundiales y Exhibiciones

La última de Mayweather: le piden un autógrafo... ¡y le tacha la cara a Pacquiao!
El boxeador estadounidense recibía a fans en Las Vegas. Unos de ellos le pidió que le firmaba la entrada del combate con el filipino, y Floyd le pidió que grabase.

@ManuGutierrez7

17/12/2019 18:44

Mayweather tacha cara Pacquiao autógrafo provocación boxeo

Floyd Mayweather / TMZ

Floyd Mayweather sigue dejando caer su regreso a los combates y prueba de ello ha sido uno de sus últimos actos públicos. En él, el famoso boxeador firmaba autógrafos a todos aquellos seguidores que se acercasen a verle… aunque no esperaba que uno le fuera a recordar a Pacquiao.

Sería durante un evento en Las Vegas



En un evento celebrado en Las Vegas en las últimas horas, sería uno de los seguidores quien le pediría el autógrafo a Mayweather en una entrada de su último combate frente a Manny Pacquiao, lo cual aprovechó el estadounidense para volver a hacer de las suyas, tal y como informaba TMZ.

Si bien a este exclusivo acto no se podía acudir ni con teléfonos móviles ni con ningún dispositivo que grabase el evento, lo cierto es que sería el propio boxeador quien pidiese a este fan que fuese a por su teléfono móvil. Cuando regresó, Mayweather comenzó su particular provocación hacia el boxeador filipino.
Le pediría que enfocase la entrada, donde Floyd Mayweather comenzaría tachando la cara de Pacquiao para después poner encima de su rostro “¡Víctima 48!”, en referencia a que el filipino fue el boxeador número 48 que derrotaba Floyd Mayweather.

Se enfrentaron en 2015, pero podrían volver



No es la primera vez que el boxeador de 42 años se acuerda de Manny Pacquiao después del combate en el que resultaría vencedor. Ocurriría en 2015 cuando se enfrentasen, pero parece que el estadounidense tiene ganas de una segunda parte y ya no sabe cómo hacer para volver a combatir con Manny Pacquiao.



Sin duda, uno de los mayores atractivos que tiene para Mayweather un posible futuro combate con el filipino es la jugosa cifra que se embolsaría de producirse, puesto que es conocida su ambición por el dinero y volver a subirse al ‘ring’ podría propiciarle un pago de más de 9 cifras.
El último combate del estadounidense no sería, sin embargo, frente a Pacquiao sino frente a McGregor, con el que se mediría en 2017. En las últimas horas, además, se ha conocido que Mayweather se encuentra entre los elegidos para ser considerado el mejor boxeador de la década, también Pacquiao.

 
Los siete mejores nocauts de Daniel Dynamite Dubois, la promesa del boxeo mundial
El púgil británico lleva un invicto de 14 peleas ganadas y ninguna derrota. 13 de esos triunfos fueron por la vía rápida

25 de diciembre de 2019



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Nocauts de Dubois

Su nombre se disparó por el cielo cuando logró su victoria número 14 por nocaut ante el japonés Kyotaro Fujimoto. Daniel Dubois está llamado a ser una de las figuras del futuro en la categoría de los pesados, la cual reina su compatriota Anthony Joshua.

El joven de 22 años tiene destellos de grande. Sus movimientos arriba del ring y sus estadísticas son una perfecta combinación para colocar su nombre sobre la mesa de una de las divisionales estelares del mundo pugilístico.

Su carrera como profesional se remonta a abril del 2017. El 8 de ese mes se enfrentó a Marcus Kelly en el Manchester Arena. Lo venció en el primer round y su rival nunca volvió a subir a un ring. Tan solo un par de días más tarde, el 22, se impuso al camerunés Blaise Mendouo en el segundo asalto en el Leicester Arena.


Dubois todavía no salió de su lugar de origen, las 14 peleas que disputó fueron dentro de Gran Bretaña. David Howe, AJ Carter, Razvan Cojanu y Ebenezer Tetteh fueron algunas de sus otras víctimas dentro del cuadrilátero.

Sin embargo, “Dynamite” ya siente que está para dar el gran salto y así lo manifestó tras su victoria ante Fujimoto: “Podría enfrentar a Joshua este fin de semana, no hay problema. Estoy listo. Tengo tanto la habilidad como el poder. Estoy preparado”.

El boxeador de Greenwich desea ser parte de los grandes eventos a partir del 2020 y su promotor, Frank Warren, lo incentiva a ello: “Los principales pesos pesados lucharán entre sí el próximo año y Daniel se convertirá en el retador obligatorio para al menos uno de los cinturones de peso pesado durante 2020”.

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El joven quiere estar entre los grandes en 2020 - Reuters/Peter Cziborra

“La gente dice que es demasiado temprano para un joven de 21 años con solo 14 peleas profesionales después de solo siete combates de aficionados mayores, pero él es tan especial”, sentenció el representante.

De los cuatro principales títulos mundiales que ofrece la categoría, el cinturón del Consejo Mundial de Boxeo es con el que sueña Daniel Dubois. Para eso deberá enfrentarse al Estadounidense Deontay Wilder. El resto está en manos de su compatriota Anthony Joshua, quien también luchará por hacerse con el que le falta.


 
Mayweather domina el ránking de los mejor pagados de la década


Cristiano Ronaldo y Messi completan el podio
Mayweather domina el ránking de los mejor pagados de la década
Algunas de las excentricidades de Floyd Mayweather con el dinero (Otras fuentes)



El boxeador Floyd Mayweather no dudo en alardear el día de Nochebuena en Twitter e Instagram de ser el deportista que más dinero ha ganado en la última década. No es para menos. El púgil se ha llevado en los últimos años 915 millones de dólares y encabeza un ránking en el que le siguen Cristiano Ronaldo, con 800, y Leo Messi con 750. Mayweather quiso felicitar al resto de deportistas que comparten presencia en la ‘Forbes Highest-Paid Athletes of the Decade’ con él: “¡Felicidades a todos los deportistas de la lista”.
Según los datos de ‘Forbes’, Mayweather supera por bastante a Cristiano Ronaldo, Leo Messi, LeBron James y Roger Federer en el Top 5 de esa lista. La lista la completan Tiger Woods (615), Phil Mickelson (480), Manny Pacquiao (435), Kevin Durant (425) y Lewis Hamilton (400).



Quiero felicitar a todos los demás atletas en esta lista y me siento honrado haber logrado estos ingresos de récord. “, escribió Mayweather en Instagram. “Sin faltarle el respeto a nadie, pero hice estos números realmente sólo en cinco años debido a un par de despidos e impagos. Nunca quise un acuerdo de patrocinio de nadie porque mi visión siempre era ser mi propio jefe y no tener obligaciones con nadie”, se explica el boxeador.



”Puedes decir lo que quieras sobre Floyd Mayweather, pero los números y los elogios no mienten. Esto es realmente sobre trabajo duro y dedicación y saber lo que vales”, señaló


 
El día que Galíndez huyó, dejó al campeón esperando en el ring y por única vez Las Vegas se quedó sin pelea
El periodista que participó de esta insólita situación la revive con detalles. El boxeador argentino salió vestido de boxeador a la calle y se fue a su hotel ante la desesperación del promotor y las autoridades. Todo estaba preparado, hasta las banderas y el anunciador


Por Cherquis Bialo
19 de enero de 2020
Especial para Infobae



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Salimos por una puerta lateral de emergencia y después de cruzar la zona de piscinas del hotel nos vimos en la calle. Hacía frío y a la noche le faltaba apenas un suspiro para caer. Detrás mío venía Víctor Emilio Galíndez metido en una bata blanca con una toalla cubriendo su cuello y las botitas que dificultaban su paso transitando las veredas de la Strip. La cara envaselinada, los guantes puestos y un esparadrapo desparejo en cada ceja. Era un boxeador preparado para pelear que en lugar de subir al ring buscaba llegar a su hotel. Solo en Las Vegas pudimos pasar casi desapercibidos hasta encontrar la puerta principal de reingreso al Caesars Palace del cual habíamos partido hacía algo más de dos horas. Junto a nosotros venían sus hermanos Roberto y Jorge, el doctor Roberto Paladino, el director técnico Oscar Rodríguez, el preparador físico Nicolás López y los recordados amigos Juan Femia y Norberto Bianchi.

Cruzamos todas las mesas de juego hasta alcanzar el ascensor. Entre la multitud había damas de largo y hombres con smoking al tiempo que unas meseras vestidas de antiguas romanas paseaban sus generosas bandejas colmadas de copas y vasos en apogeo. Nadie miró a Galíndez, nadie interrumpió el murmullo excitado que sucede a la bola al detener su giro y caer en el número apostado.

Tal como nos pidiera el empresario Juan Carlos Tito Lectoure nos fuimos a la habitación 496 mientras los casi 4.500 espectadores que habían colmado el Pavillion del Caesar’s no entendían bien qué había pasado.


Un recorte de la época previa a la pelea que no fue. Galíndez junto a Tito Lectoure, cuando todos creían que la revancha sería posible.



Y lo que había pasado, es lo siguiente:

El 15 de septiembre de 1978, Mike Rossman, conocido como el “Bombardero Judío” o “El carnicero kosher” – religión a la cual se había convertido a instancias de su manager de quien tomó el nombre y apellido pues en realidad él se llama Michael Albert De Piano– , le ganó el título mundial a Víctor Emilio Galíndez en Nueva Orleans por nocaut técnico en el 13° asalto.

Esa noche en el Superdome de Nueva Orleans, Galíndez se presentó con una condición física deplorable, impropia de un campeón y alcanzó a dar el peso reglamentario en el límite de 79 kilos y 380 gramos pues antes de subir a la balanza el mismo día del combate, a las 10 de la mañana, estuvo mas de una hora saltando a la cuerda, haciendo sombra y gimnasia abrigado con calzoncillos largos de frisa, una bombacha de goma, varias camisetas gruesas, un rompevientos encima y una gorra polar bajo un buzo de pesado polyester cerca del gigante horno de la panadería del hotel Pontchatrain –donde nos alojábamos– hasta bajar cerca de tres kilos y terminar deshidratado.

Fue así como tras 10 defensas exitosas, incluyendo su épico e inolvidable triunfo ante Richie Kates en Johannesburgo, Sudáfrica, resignaría la corona de los semi pesados que había obtenido el 7 de Diciembre de 1974 en el Luna Park. Fue el primer boxeador argentino en consagrarse campeón del mundo en su país.

Pero la revancha y la posibilidad de recuperar el título llegaría seis meses después. El 11 de diciembre de 1978 la Top Rank remitió los contratos al Luna Park de Buenos Aires para que Galíndez y su apoderado Lectoure firmaran el desquite por una bolsa que alcanzaría los 75.000 dólares y se realizaría bajo las reglas de la Asociación Mundial de Boxeo.

El 18 de diciembre de 1978 quedó establecido como sede del combate la ciudad de Las Vegas a través de un acuerdo entre Top Rank, Caesar´s Palace Hotel y la cadena ABC de la televisión que ofrecería el evento de “costa a costa”. Quedó como fecha inamovible de realización el sábado 24 de febrero de 1979, a las 14.25 hora de Nevada, 18.25 en la Argentina, 16.25 en Nueva York, hora Premium para los eventos deportivos antes de producirse el advenimiento de los cables deportivos y los sistemas de pay per view.

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Una publicidad del evento que en la Argentina iba a poder seguirse desde un cine de la Avenida Corrientes hasta distintos puntos en distintas provincias.

El 29 de enero de 1979 la Asociación Mundial de Boxeo cursó un telegrama a la Top Rank informando sobre las autoridades designadas para el combate. Ellos serían: Jesús Cellis, árbitro (Venezuela); Roberto Hill (Panamá) y Luis Magaña (México) como jurados y Bernard Shankman, (asesor letrado y presidente del Comité de Convenciones de la Asociación Mundial) en calidad de veedor oficial.

Las condiciones eran las siguientes.

A) El reglamento de la Asociación Mundial de Boxeo dice que todos los oficiales que actuarán en una pelea por un título en el lugar del mundo que fuere, deberán ser nombrados por la entidad; ésta lo era.

B) Pero en sentido opuesto el Estado de Nevada también tiene un reglamento vigente que indica que “toda pelea que se celebrare en cualquier ciudad del Estado debía ser arbitrada, fallada y supervisada por las autoridades nombradas por la Comisión Atlética de Nevada".

Frente a reglamentos tan radicalmente divergentes una de las partes debía ceder. Según había ocurrido en oportunidades anteriores en Las Vegas, Roma, Nueva York o Tokio y en otros lugares del mundo, las comisiones locales se subordinaron siempre al mandato de la entidad mundial cuyo cinturón estuviere en disputa sea ésta la AMB o el CMB pues aún no existían ni la FIB, ni la OMB. Arum y Sabbatini confiaron en que así sería y pusieron en marcha todo el operativo dejando para el final el punto que resultaría crucial.

El Caesar´s Palace cursó 2.100 invitaciones a grandes jugadores –clientes del hotel– de todos los Estados Unidos. Cuatrocientos dijeron que sí y recibieron, además del alojamiento, las comidas, tickets los shows y otras “distracciones personales”, sus entradas para el match todo en forma gratuita. El negocio del hotel, obviamente, era traerlos para que jugaran en sus mesas de ruleta, black jack o pocker.

A cambio de estas 400 entradas el Caesar´s Palace le dio a Top Rank 56 habitaciones totalmente gratuitas para que allí se alojaran los boxeadores, los organizadores e invitados especiales de la empresa. La cifra de este gasto se estimó en 158.000 dólares. Además y por la publicidad que significaría salir por televisión a casi todo el mundo, el hotel le pagó a Top Rank otros 250.000 dólares en efectivo. En total el Caesar´s Palace Hotel de Las Vegas le dio a Top Rank 400.000 dólares más el recinto del Sports Pavillion gratuitamente y rebajó en un 80 por ciento los precios de 100 habitaciones para tours organizados desde Argentina, Nueva Jersey (lugar de Rossman) y Nueva York. Una inversión de medio millón de dólares.

Por su parte la cadena ABC pagó por los derechos de televisación para todos los Estados Unidos 300.000 dólares. Y otros canales de diferentes países elevaron el volumen de recaudación por la compra de derechos a una cifra superior a los 100.000 dólares con pago anticipado.

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Víctor Galíndez había perdido la corona por los descuidos físicos, que lo obligaban a bajar de peso y deshidratarse a pocas horas de la pelea. En Las Vegas iba por la revancha.

Antes de montarse el combate la Top Rank había recibido de diferentes fuentes 900.000 dólares de los cuales 200.000 debía desembolsar para pagarle a Rossman (125.000 dolares ) y a Galíndez (75.000 dolares). Le quedaba a la empresa de Bob Arum una ganancia de 700.000 dólares limpios ya que el 4 por ciento de los impuestos a tributar habría de absorberlos el Caesar´s Palace.

A dos días del combate, en la habitación 496 del Caesar’s se reunieron Bob Arum, Rodolfo Sabbatini, Tito Lectoure, Bob Turley (director técnico de la Top Rank ex comisionado de California y del Consejo Mundial) junto a Bernard Shankman y Roy F. Tennyson, secretario ejecutivo de la Comisión Atlética de Nevada. Fue a pedido de Lectoure que comenzó a abordarse el tema autoridades. Tennyson confesó en tal reunión que no se sentía lo suficientemente fuerte como para convencer a los miembros de la Comisión Atlética para que resignen su terminante posición y conceder que las autoridades fueran jueces locales. Shankman, a su vez y en réplica, dijo que no se sentía fuerte como para convencer al venezolano Fernando Mandry Galíndez, presidente de la Asociación Mundial de Boxeo, para que resigne su posición de que sólo actúen las autoridades neutrales por él designadas.

Era jueves por la noche. La Comisión se reuniría al día siguiente a las 20 horas como todos los viernes. Mandry Galíndez, mientras tanto, después de los primeros cinco llamados al 782-65-47 de Caracas –que le realizó éste cronista en nombre de su amigo Tito Lectoure desde el Caesar’s Palace– aceptó ceder que el referí fuese nombrado por la Comisión Atlética pero que no emitiera voto y que además hubiera un jurado de Nevada. Y se plantó en ello definitivamente como máxima concesión. Top Rank a través de Arum y Sabbatini en previsión a lo que pudiera ocurrir al día siguiente propusieron su estrategia: una pelea a 15 rounds respetando las bolsas y obligándose a realizar una nueva pelea entre Rossman y Galíndez en los próximos 60 días por el título mundial sea cual fuere el resultado.

Lectoure a las 4 de la tarde fue con la novedad hasta la habitación de Galíndez y le dijo: “Mirá Víctor, estos tipos empiezan a tener miedo sobre las autoridades de la pelea. Me piden que te ofrezca la misma bolsa, una pelea a 15 rounds con el referí y los jurados de aquí, de Nevada y ganes o pierdas, la revancha en tres meses a lo sumo”.

— ¿Y el título? – preguntó Galíndez.

— No, el título no corre porque si le ganaras la Asociación no te lo va a reconocer si las autoridades no son las que ellos designaron; pensalo y decime qué hago.

Sobre la cama, contrariado, bajo un profundo silencio que aceleraban los suspiros de sus hermanos Jorge y Roberto, el profesor Nicolás López, el técnico Oscar Rodríguez, el doctor Paladino y este cronista –enviado especial de la revista El Gráfico–, Galíndez fue rotundo: "Yo vine a pelear por el título y si no es así, no me interesa pelear…”

El viernes hasta las ocho y media de la noche fue un día tranquilo. A las 14 horas se leyeron las reglas, A las 16 Galíndez se fue a entrenar, a las 18 lo hizo Rossman. Todo estaba en marcha y las partes no sospechaban lo que ocurriría en el salón Caravann del Aladdin Hotel, donde habría de llevar a cabo su reunión semanal la Comisión de Nevada. Fue en tales circunstancias que la Comisión Atleética de Nevada volvió a negar que el combate sea con jueces neutrales. Bob Arum, dirigiéndose a los miembros apeló dramáticamente. Entre otras cosas, dijo: “Señores, los managers de Rossman y de Galíndez están de acuerdo; los boxeadores están de acuerdo, la televisión está preparada y con los espacios publicitarios sobrevendidos, los invitados ya están Las Vegas, las entradas están vendidas, no se le hace daño a nadie, se beneficia a todos y todo cuanto les pido es que dejemos que este combate se rija por las leyes internacionales reconocidas y aplicadas en cualquier país del mundo...”

Tras este discurso de Arum, Duke Durden, Jack Davies, Bob Shield (presidente), Sam Macías y Sig Rogich se miraron sin tener absolutamente nada que replicar, discutir o cuestionar. La pieza oratoria de Arum (ex abogado de la familia Kennedy) había sido brillante y hubiera convencido hasta las piedras. Los cinco miembros se miraron, algunos bajaron la vista mientras impulsaban el humo de sus cigarrillos hasta los intestinos y cuando la batalla parecía ganada, el presidente dijo con inmovilizante frialdad: “Bien, señores, no tenemos nada que objetar, votemos… Levanten la mano los que están por sí (ninguno). Levanten la mano los que están por no (todos)".

Eran cerca de las 23.30. A las 6 de la mañana sería el pesaje. Nadie durmió buscando soluciones. A las tres de la mañana Arum llamó otra vez a Mandry Galíndez y le rogó, le imploró. La respuesta fue no. A la cuatro llamó a Tito y le ofreció 25.000 dólares más para Galíndez. La respuesta fue no. A las cinco, Tito fue a la habitación de Galíndez a chequear el peso. Esta vez, todo estaba normal. Hacía mucho tiempo que el ex campeón no se encontraba en esa forma para un combate.

Fue así que a las 5.45 Galíndez llegó a la balanza; cuando Rossman vio que había pesado 79,152 kilos, comenzó a empalidecer. Ni él ni su padre, Jimmy Di Piano, lo podían creer. El peso de Galíndez, igual al de Rossman, era un reflejo de la aptitud conseguida con más de veinte días de riguroso trabajo en Las Vegas, sumado a tres meses de entrenamiento regular en Buenos Aires. Hasta ese momento todo se realizaba con normalidad. Como si nueve horas más tarde Rossman y Galíndez fueran a disputar la corona, tal como estaba programado.

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Galíndez estaba en un condición excepcional para el combate. Se había entrenado a conciencia y eso se vio cuando se hizo el pesaje oficial.

Arum trabajó toda la mañana tratando de lograr que el dueño del hotel le consiguiera una entrevista con el gobernador de Nevada, Robert List. Simultáneamente siguió las tratativas con Lectoure para que éste convenciera a Galíndez. Ninguna de las dos gestiones tuvo éxito. A las 11.30 hubo un último y terminante llamado a Mandry Galíndez, quien mantuvo su posición. Jesús Cellis, Robert Hill, Waldemar Schmidt y Luis Sulbarán (jueces de la AMB) fueron llegando a Las Vegas enviados por el presidente con los gastos a cuenta de la Asociación para evitar que hubiera un acuerdo tardío sin tiempo material para que viajaran desde sus países hasta Las Vegas. Sulbarán, incluso, quedó como primer suplente por si no llegaba a tiempo alguno de los nominados en primera instancia. Schmidt reemplazaba al mexicano Magaña quien por una huelga en el Aeropuerto de México no llegaría a Nevada de ninguna manera en el plazo previsto.

— Tito, le dijo Arum a Lectoure, tenemos un contrato que dice que a la una de la tarde tú y tu boxeador deben estar en el estadio. No me falles.

— A la una yo y mi boxeador estaremos allí, pero eso sí: si no hay oficiales de la A.M.B. no hay pelea, advirtió Lectoure.

— Okey, Tito, okey, yo arreglaré eso con el gobernador del Estado.

A las 12.55, Galíndez estuvo en el camarín. A las 13 en punto Rossman en el suyo. El público llenaba las graderías. Se había vendido la capacidad completa: 4.322 entradas. La gente compraba programas a 75 centavos, se recibían apuestas en un mostrador (2-1 para Rossman) y las peleas previas se llevaban a cabo como si nada ocurriera. Arum, en medio de tanta desesperación, llegó hasta el camarín y le dijo a Tito: “El gobernador está llegando, dame tiempo, esperame hasta las dos y diez”.

“Muy bien –replicó Lectoure mirando el reloj–, faltan catorce minutos, a las dos y diez me voy...". A las 13.58 Arum le suplicaba a Schild, presidente de la Comisión Atlética, para que le solucionara el problema. Schild, fumando, le dijo: “Ese no es mi problema”.

Dos minutos más tarde en su asiento del ring side, Shankman sufrió un ligero desvanecimiento, un ataque de presión con sangre desde la nariz. Para sus 73 años, esta situación límite lo había llevado al colapso. El doctor Paladino lo asistió en el camarín de Galíndez, que a esa altura temblaba por los nervios y la incertidumbre.

A las 2.05, Sabbatini, Malitz, Arum y Turley llamaron a Lectoure a un pasillo del pequeño estadio para ofrecerle más dinero para él y para Galíndez y se escuchó de parte de Arum la palabra “piedad”. Lectoure, más enérgico que nunca, le respondió: “Basta viejo, si me entienden en español bien y si no se joden; hasta aquí llegué, métanse la plata en el c..., si a las dos y diez no viene el comisionado y me dice que las autoridades son de la AMB nos vamos. Y no me hablen más, no me quiero pelear, pero ya me tienen podrido”. Y se fue

A las 2.09 Howard Cosell reporteó a Arum, quien para todos los Estados Unidos declaró que la culpa es de los cinco tarados de la Comisión Atlética de Nevada. Luego abandonó la silla, se quitó la credencial que llevaba prendida en el pecho y pasando por delante de los miembros de Nevada los insultó: “Good dam you all”, “Que Dios los maldiga” en traducción literal, algo mucho más grueso en interpretación usual. Al mismo tiempo el vicepresidente del Caesar´s Palace Hotel, Steven Hyde, se presentó en el camarín de Galíndez y dirigiéndose a Lectoure le dijo:

— Si Galíndez no pelea usted pagará los gastos del hotel.

— ¿Y usted quién es?, le preguntó Lectoure;

— Soy el vicepresidente del Caesar´s Palace, le respondió el ofuscado visitante

— No lo conozco, váyase de aquí y si es del Caesar’s y corresponde, mándeme la cuenta.


Galíndez y Lectoure, el día que el argentino venció a Richie Kates en Sudáfrica.

Como último elemento de coacción una fuerte custodia policial se apostó frente al camarín formando un inexpugnable cordón con dirección al ring. Al abrirse la puerta Sabbatini le exhortó a Tito que piense en el dinero que perdería.

— Tengo más plata que ustedes, no me importa el dinero Rodolfo, me importa la ley...

El autor de ésta nota abrió la puerta a las 2.09 y detrás suyo salieron Galíndez, los hermanos de Víctor, Roberto y Jorge, Lectoure, el doctor Paladino, Juan Femia –un argentino radicado en Nueva Orleans– y todo el grupo; la policía nos abrió paso y en la mitad de la galería, en lugar de ir hacia el ring nos fuimos hacia una puerta transversal. Ya en la Strip con el paso acelerado y antes de reingresar al hotel los fotógrafos nos apuntaban desde todos los ángulos. Alguien de la televisión le pidió a Tito que regrese al Pavillion para dar una explicación.

— Como no, vos Víctor andate a la pieza y no te muevas de allí; yo vuelvo al estadio a poner la cara y explicar por qué nos fuimos, dijo Lectoure.

Volvió y lo hizo ante Howard Cosell gracias a la traducción de Alberto Oliva. Dijo todo cuanto tenía que decir mientras Rossman y su hermano Steve permanecían en el ring con la bandera norteamericana. Bob Arum explicó todo, la gente pasó por las boleterías a recuperar el dinero. Arum soportó otra noche sin dormir. Lectoure durmió tranquilo (nosotros también).

Dos meses después, el 14 de abril de 1979, Galíndez le ganó a Rossman por nocaut técnico en el 9° round en el Superdome de Nueva Orleans convirtiéndose en el primer medio pesado en recuperar su título.

Pero esa es otra historia…

Archivo: Maximiliano Roldán

 

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“Se perdió el respeto ya”: así se calienta la revancha entre Julio César Chávez y Jorge “Travieso” Arce
El primer duelo lo ganó la leyenda del boxeo nacional y desde entonces se han lanzado una importante cantidad de declaraciones para aumentar la expectativa

7 de febrero de 2020



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Así se promociona el "Duelo de Leyendas".

El próximo 7 de marzo se vivirá uno de los combates más esperados en el panorama del boxeo mexicano. Si bien la pela entre Julio César Chávez y Jorge “Travieso” Arce no se trata de una en la que se espera gran despliegue físico, los aficionados están entusiasmados por este encontronazo de exhibición entre dos referentes del pugilismo nacional, quienes se han encargado de elevar las expectativas por medio de una buena cantidad de declaraciones.


En un video promocional de la pelea que cobró relevancia en Twitter se muestra a ambos boxeadores lanzándose declaraciones como si fueran golpes rectos: “Ponte a entrenar fuerte, Travieso, porque estás hablando mucho. Estás diciendo puro buche, buche, buche de que te dejaste y no sé qué”, comenta el gran campeón mexicano en referencia al primer duelo.

Ante estas palabras, Arce montó una defensa férrea para después responder de manera tajante: “Te dejé ser en Tijuana, viejito, pero aquí nadie te va a salvar. Aquí estamos en mi terreno y te voy a poner una recia, se perdió el respeto ya. Prepárate, yo estoy listo, prepárate para que agarres condición, porque ya estás viejito”.


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La revancha entre estos púgiles será el 7 de marzo en Hermosillo, Sonora. (Foto: Cuartoscuro)



Sin embargo, la leyenda del boxeo mexicano no se quedó callado y contestó con una frase amenazante: “No te voy a tener compasión, te voy a arrancar la cabeza”. Cabe mencionar que el mismo Julio César Chávez ha compartido otras publicaciones en las que se le ve entrenando o corriendo a modo de preparación para la pelea que se efectuará en el Centro de Usos Múltiples de Hermosillo, Sonora.

El “Duelo de leyendas mexicanas”, como han bautizado a este combate, es la revancha de una pelea que tuvo lugar el 22 de noviembre y el cual ganó Chávez. No obstante, después de esta victoria, la polémica se desató, pues el Travieso Arce admitió que no se había esforzado por completo, pues no quería soltar golpes en contra de su referente.

Al campeón lo respeté mucho. Es un gran campeón, lo admiro, es mi máximo ídolo desde niño y jamás le iba a faltar el respeto. Tenía que dejar que se luciera para hacer un buen show”, dijo Travieso y a partir de eso se desataron las declaraciones con las cuales se ha incrementado la expectativa por la pelea.

Por ello, el campeón mexicano respondió en su perfil de Instagram que nadie lo había dejado ganar. “Travieso, dices que te dejaste (perder) en la pelea que tuvimos en Tijuana. Prepárate bien ahora sí, cabrón, para ponerte otra chinga. Te voy a quitar lo dientón y lo feo. Sigue pisteando, cabrón. Aparte de la chinga, te voy a llevar a la clínica”, amenazó.


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Los combate de Julio César Chávez contra el Travieso Arce han sido para la beneficencia de ciertas causas. (Foto: Cuartoscuro)

El Travieso contestó, recordando los 17 años de diferencia: “Así como ando ahorita bien crudo, me alcanza para pegarte una chinga, viejito. La neta fuiste el más grande, mi máximo ídolo de morro, pero el tiempo no perdona, ahora sí voy sin compasión. Después no digas que se me pasó la mano”.

Durante la presentación oficial de la revancha, la leyenda del boxeo aprovechó para contar cómo aceptó el combate e incluso aprovechó para burlarse de su rival: "Dije, ‘¿a quién agarro, al Travieso otra vez? ¿Agarró pichón?’ (...) Entonces voy a agarrar a Travieso otra vez para quitarle lo hablador”.

En la primera ocasión, el fin de la batalla era recaudar fondos para Christian Castillo, hijo del ex púgil Luis “Temible” Castillo, quien sufrió una lesión cerebral. Aunque se trataba de una pelea amistosa, la adrenalina invadió a los protagonistas, por lo que se espera una pelea de características similares.

 
La noche que Buster Douglas noqueó a Tyson: cómo fue el mayor batacazo de la historia del boxeo
Hace 30 años en Japón se producía la mayor sorpresa de la historia de los pesos pesados. Buster Douglas, el retador al que nadie consideraba, noqueó al hasta entonces invencible Mike Tyson. El momento en que Tyson derribó a Douglas. La larga cuenta del árbitro. La reacción del mundo del boxeo. El comienzo del fin de un campeón voraz

Por Matías Bauso
11 de febrero de 2020




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El KO de Buster Douglas sobre Mike Tyson

Empecemos en primera persona. Esa noche del 11 de febrero de 1990, hace treinta años, el sueño me vencía. Pero, aunque parezca mentira, todavía en esos años, al principio de la década del noventa, no se televisaban tantos espectáculos deportivos. No era cuestión de perderse alguno. En especial una pelea por el título del mundo con el mejor boxeador del momento. El problema con esta pelea era que no auguraba suspenso alguno. La disparidad en la previa era tan grande que las expectativas eran mínimas. Había una ventaja. Seguro no me iba a dormir tan tarde: a Tyson los rivales no le duraban nada. Menos este, algo pasado de peso, sin ningún antecedente de gran relevancia, muy abajo en las apuestas (solo un loco podía apostar por él). En el octavo round pareció que todo terminaba. Pero el combate siguió. En el décimo sí llegó el desenlace. Pero no el que se esperaba. Esa noche estaba solo en mi casa. Los demás habían ido a una fiesta y llegarían muy tarde. Eran tiempos sin celulares. Y en mi familia teníamos un sistema infalible para hacer llegar mensajes. Pegábamos un cartel en la puerta, de esa manera el que llegaba al hogar se anoticiaba de lo que necesitaba. En ese sistema entraban comunicaciones que hacían a la logística familiar (si no ibas a dormir, si no se cenaba en casa) o para informar al resto de noticias de las que debían enterarse antes de leer el diario de la mañana: una revolución, alguna muerte célebre o noticias de vital importancia (la compra por parte de Racing de un centrodelantero, por ejemplo). Esa medianoche fijé en la parte de adentro de la puerta uno de esos carteles. Era una noticia importante e inesperada: “Lo noquearon a Tyson”.


Fue un batacazo. No se lo puede llamar de otra manera. Tal vez haya sido uno de los mayores de la historia del deporte. Sin la dimensión social del descalabro colectivo del Maracanazo, pero sí con la de la tragedia personal. Esa noche, en la que Tyson podría haber ganado, comenzó su caída. O, en realidad, empezó a exteriorizarse su derrumbe. que había empezado en silencio, fantasmal e inevitable, un tiempo antes.

La pelea era en el Tokyo Dome. Japón se había quedado con la pelea ofreciéndole a una de las mayores estrellas de ese momento más de 6 millones de dólares. La expectativa de los organizadores no era la de presenciar un gran espectáculo deportivo, una contienda pareja, sino simplemente ver en vivo, de cerca, a una leyenda del deporte. Mike Tyson estaba invicto. Y parecía invencible. Una fuerza de la naturaleza que no conocía de debilidades, que destrozaba a sus rivales. El castigo que les propinaba era cruel y doloroso. Hasta ese momento, a pesar de que algunos pocos le habían aguantado los 15 rounds, las diferencias que marcaba eran ostentosas. Los masacraba. Tyson estaba destinado a marcar una época. Parecía que su reinado sería muy extenso.

Miremos más detenidamente el récord de Tyson hasta el momento. 37 peleas ganadas, ninguna perdida. 32 por nocaut; 17 de sus rivales no habían logrado pasar del primer round.



Las apuestas para esa noche estaban 42 a 1. O dicho de otra manera: nadie en su sano juicio pensaba o creía (no había siquiera espacio para la fe) que Douglas tuviera la más mínima chance de ganar. Tal vez nadie pensaba, ni siquiera él mismo, que pudiera hacer una pelea pareja.

Douglas era un “paquete” que le habían puesto enfrente al campeón mundial para recaudar algunos millones de dólares hasta que apareciera otro compromiso más complicado. Nada nuevo: con Joe Louis se inventó ese de “The bum of the month” (el paquete del mes): un boxeador sin posibilidades frente al campeón reinante.

¿Pero quién era Buster Douglas hasta ese momento? Nadie. Un ejemplo: en una de las conferencias de prensa previas a la pelea, luego de comparecer Tyson, le tocó el turno a Buster.

Mientras él ingresaba, cientos de periodistas se levantaron y dejaron sus asientos: a nadie le interesaba lo que tenía para decir. Uno de ellos le preguntó: “Vos sos Buster Douglas, ¿no?”. Ocupaba el séptimo puesto del ranking, pero las grandes victorias (siquiera las grandes performances) brillaban por su ausencia en su récord profesional. 28 ganadas, 4 perdidas, un empate. Su padre también había sido boxeador. En 1976 peleó, y perdió, frente a Víctor Galíndez en el Luna Park. Buster Douglas había encadenado una serie de 6 triunfos que lo pusieron frente a Tyson. Pero él era un escalón más para arribar a la pelea que todos esperaban. Tyson-Holyfield. Douglas no debía ser el actor protagónico de esta historia. Ese no era su destino. Pero él no se resignó.

No llegaba en un buen momento personal. Su madre había muerto tres semanas antes. Estaba sumido en la tristeza del duelo todavía. Otra preocupación era que en esas semanas le habían detectado a la madre de su hijo una severa enfermedad en el hígado. Para empeorar la situación, a él se le desató una fuerte gripe el día anterior al combate. En sus buenos momentos era un boxeador duro, valiente y hasta con velocidad. Pero esos momentos no eran demasiados, porque tenía problemas con el peso y carecía de la disciplina necesaria para entrenar a conciencia.

Los periodistas especializados esperaban otra masacre breve. No más de dos minutos de acción. Larry Merchant, tal vez el comentarista más famoso de Estados Unidos, dijo: “Esta pelea está terminada antes de empezar. A lo sumo terminará unos pocos segundos después”.

La primera sorpresa de la noche se dio en el primer round. Douglas no tenía miedo, no escapaba por el ring. Se plantó y presentó batalla. Cambiaba golpes con furia. No parecía una gran táctica. Solo parecía un honroso certificado de (pronta) defunción. Pero había algo en esos rounds. Una presencia, algo que no quisimos ver en ese momento. Mike Tyson no era el mismo. Su estado físico era inferior al habitual y su ferocidad, más escasa. Algo de ese instinto bárbaro, de esa fruición por golpear al rival con toda su fuerza, se había desvanecido. Sus movimientos estaban aletargados, no le encontraba la vuelta a la pelea. Douglas, en cambio, estaba rápido y tenía una táctica: usar el jab para mantenerlo lejos, para molestar a su rival. Y de cuando en cuando asestarle un buen golpe. De esa manera, aceptando intercambios, se exponía a que en algún cruce Tyson lo noqueara. Su táctica tampoco era suicida. Cada vez que se veía desbordado acudía al clinch, a abrazarse al campeón del mundo para detener las acciones. Al finalizar el quinto round, las acciones estaban parejas. Douglas había metido tantos buenos golpes (o quizás más que Tyson). Pero casi nadie se preocupaba. Todo hacía suponer que Douglas se cansaría o que Tyson haría predominar su potencia. Pero en ese descanso, un párpado de Tyson se hinchó como un globo, el ojo estaba cerrado.

Los siguientes asaltos fueron parecidos. En el octavo, Douglas se envalentonó y dominó a Tyson. Pero faltando muy poco para el final, cuando el retador lo acosaba contra las cuerdas, Tyson sacó un furibundo uppercut de derecha. El impacto fue pleno, y levantó, literalmente, a Douglas por el aire. Quedó tirado en la lona de espaldas. Cuando la cuenta llegó a nueve se puso de pie.

Apenas le dieron el pase sonó la campana salvadora. Pero esa cuenta no fue normal. Fue la larga cuenta. Parecía como si el referí Octavio Meyran tuviera dificultades para recordar el orden de los números. Hacía todo en cámara lenta. Tardó 14 segundos en contar hasta 9.


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Una imagen emblemática: Tyson en el suelo y Buster Douglas a punto de celebrar (Foto: Shutterstock)

Cuando todos pensaron que el orden se había restaurado, la pelea continuó. En el noveno round, Tyson salió a definir el match, a terminarlo. Desprolijo, ciego, sin energía. Se vació en menos de un minuto. Douglas se fue restableciendo. En el siguiente asalto, llegó la gran sorpresa. Douglas esperó al campeón, y lo conmovió con uppercut. Luego, una seguidilla de cruzados con ambas manos. Las piernas de Tyson flameaban. Buster Douglas seguía atacando. Tyson agotado no se defendía, apenas lanzaba algún golpe desmañado. La falta de costumbre, o la confianza excesiva: no considerar que existiera la posibilidad de la derrota, hizo que no intentara siquiera trabar al rival. De pronto, una seguidilla de rápidos jabs, un golpe ascendente y cuatro o cinco directos.

Todos certeros, definitivos. Tyson cayó de espaldas, sin respuestas. Meyran siguió con sus dificultades matemáticas. Agachado cerca de la cara del campeón desparramado le mostraba los dedos. Tal vez Tyson creyó que uno de los efectos del nocaut era ver todo suceder a menor velocidad. En una imagen indigna para sus antecedentes, Tyson absolutamente obnubilado, gateó por el ring. Tomó, como pudo, el protector bucal que había salido volando y no acertó a ponérselo en la boca: no estaba para asuntos de motricidad fina. El protector entró perpendicular a los dientes y más de la mitad de él quedó afuera. El referí no sabía cómo demorar la cuenta. El campeón se puso de pie, pero sus ojos estaban vacíos y las piernas endebles, se balanceó hacia adelante, y Meyran lo abrazó antes de que volviera a la lona. Todo había terminado. Buster Douglas era el nuevo campeón del mundo de los pesos pesados, el más sorprendente campeón de la historia.

La transmisión original en inglés, la de HBO, es una buena prueba de la sorpresa, del shock que produjo ese nocaut. “¡Mike Tyson ha sido noqueado! Increíble”. Eso había en su voz: incredulidad. Y estupor. Luego un silencio. Un largo silencio. Casi diez segundos en televisión es una eternidad. Nadie sabía qué decir. Una situación inefable. Estos profesionales del micrófono a los que las palabras le aparecen a borbotones habían quedado mudos. El comentarista intenta hacer su trabajo, era él el que debía hablar: “Lo que acaba de hacer Buster Douglas hace que la Cenicienta parezca un cuento sin fuerza, una historia mal contada”. El relator recupera su forma: “No hay otra manera de llamarlo: es la mayor sorpresa en la historia del boxeo”.

Tyson a sus 24 años ya había dado lo mejor de sí. Los problemas personales lo habían consumido. Disputas con el mánager, cambio de entrenador, escandaloso divorcio con su esposa Robin Givens, violencia. Ya no se entrenaba como antes. Creerse inexpugnable lo terminó de liquidar. Luego vendrían las denuncias por violación, el juicio, la prisión.

Buster Douglas enfrentó ocho meses después a Evander Holyfield. Desde la tapa de la Sports Illustrated se lo anunciaba como “El nuevo Rocky”. No fue así. Su reinado fue mucho más breve que el de Balboa. La bolsa por su primera defensa fue de 24 millones de dólares (contra Tyson había firmado por 1 millón 300 mil). Holyfield lo noqueó en el primer round. El sueño había terminado. Cuatro años después su fortuna se había evaporado. Debía empezar de nuevo. Pero ya había hecho historia. Había dado el gran batacazo en la larga e ilustre saga de los pesos pesados.

 
Tyson Fury se impuso con jerarquía ante Deontay Wilder en Las Vegas: le quitó el invicto y su título mundial de los pesos pesados
Tras el polémico empate que protagonizaron en diciembre de 2018, el británico consiguió la victoria con un indiscutible nocaut técnico en el séptimo asalto y es el nuevo dueño del cinturón de campeón del Consejo Mundial de Boxeo (CMB)






Nocaut fury vs Wilder

Recién van unos pocos días de este 2020, pero Deontay Wilder y Tyson Fury ya protagonizaron una de las peleas de boxeo más destacadas de todo el año. En el MGM Grand de Las Vegas, un sitio ya mítico para el boxeo actual, el peleador británico de 31 años (31-1-0, 30 KO) se impuso por nocaut técnico en el séptimo asalto y le arrebató al norteamericano de 34 años (42-1-1, 41 KO) su cinturón del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

Tras el polémico empate que ambos protagonizaron en diciembre del 2018, había una gran expectativa por verlos nuevamente enfrentarse sobre el cuadrilátero. Pero la espera valió cada segundo para los amantes del boxeo porque brindaron un verdadero espectáculo, incluso desde la previa. El primero en aparecer fue el retador, quien salió vestido de rey y llegó hacia al cuadrilátero sentado en un trono. Luego fue el turno del campeón, optando por su aparición tradicional, vestido con una armadura brillante de color negro valuada en más de USD 60.000.

La tensión crecía a cada segundo y no se quitaron la vista en ningún momento mientras escuchaban al referee Kenny Bayless. Se notaba que ambos estaban dispuestos a demostrar con los guantes todo lo que habían dicho delante de los micrófonos pese a que el riesgo era gigante porque llegaban invictos en sus carreras y con todo para perder.

Sin embargo, al comenzar la acción, Tyson Fury no dio lugar nada. Cocinó la victoria desde el minuto cero. Comenzó bien ubicado en el centro del cuadrilátero y comandando la pelea ante un Wilder muy concentrado, sacando el jab abajo y golpeando con criterio. Esa fue la tónica de los primeros asaltos: The Gypsy King más activo y yendo al choque, logrando incluso mandar a la lona a The Bronze Bomber en el tercer asalto. El peleador norteamericano volvió a su rincón en ese asalto tambaleándose, con las rodillas flojas.



Wilder llegó a la mitad del combate muy herido, conmocionado, visiblemente abrumado por un Fury que salió a atacar sin cesar para quedarse con el combate. De hecho, el oriundo de Manchester volvió a mandar al estadounidense al suelo en el quinto round y le propinó varios golpes potentes al cuerpo en el sexto. Hasta aprovechó un clinch sobre las cuerdas para sacar la lengua a las cámaras y así exponer su superioridad con su extravagante estilo.


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Tyson Fury salió a atacar desde el inicio a Deontay Wilder que se vio abrumado en el MGM Grand Garden Arena de Las Vegas (USA TODAY Sports)

En el séptimo asalto llegó el final. Tyson Fury ya tenía a Deontay Wilder en el bolsillo. Lo conectó con su puño izquierdo para agravar aún más su malestar y luego con su derecha le puso punto final a una pelea que siempre fue suya.

Este es el gran combate que sus fanáticos estuvieron esperando mientras él estuvo casi tres temporadas fuera del deporte sumergido en los vicios y los excesos. Es el evento que todo el mundo esperaba desde aquel diciembre de 2018 cuando su velada ante Wilder finalizó con un empate en las tarjetas (113-113 / 115-111 para Wilder / 114-112 para Fury).


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Tyson Fury logró vencer a Deontay Wilder y le ha quitado su corona de los pesos pesados del Consejo Mundial de Boxeo (REUTERS)

Tyson Fury logró lo que parecía imposible porque no hay que olvidarse que The Bronze Bomber había defendido 10 veces de manera consecutiva su cinturón mundial del Consejo Mundial del Boxeo (CMB), con impactantes triunfos ante el cubano Luis Ortiz y frente a su compatriota Dominic Breazeale, e iba camino a igualar una marca histórica del legendario Muhammad Ali.

Pero eso no será posible porque The Gypsy King le puso un freno y ahora su carrera se ha relanzado. Tyson Fury destronó a Deontay Wilder y ya piensa en los nombres más importantes de la divisional, como el británico Anthony Joshua, quien recuperó las coronas mundiales en diciembre pasado en su revancha contra el mexicano Andy Ruiz Jr.

 
Cinturones, dinero y honor: comenzó a gestarse “La pelea del siglo” entre Tyson Fury y Anthony Joshua
Después de vencer a Deontay Wilder y quedarse con su cinturón, el británico aceptó el reto que le propuso el promotor de su compatriota

24 de febrero de 2020


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La victoria de Tyson Fury sobre Deontay Wilder no sólo significó el haber acabado con un invicto de 41 peleas sin perder, tampoco fue el quebrarle una racha de 11 defensas consecutivas. El cinturón que le quitó al estadounidense tiene mucho valor, tanto para él como para el boxeo británico.

Con el triunfo del Rey Gitano se abrió una posibilidad única “que no se puede desaprovechar”, según afirmó Eddie Hearns, el promotor del campeón mundial de los pesos pesados Anthony Joshua: “Seríamos payasos, seríamos idiotas si no hiciéramos esta pelea porque es una oportunidad única en la vida”, reconoció acerca de un futuro enfrentamiento entre Tyson Fury y su cliente.

Ambos británicos, con todos los títulos en juego y con una bolsa que le dejaría cerca de 100 millones de dólares a cada luchador, tal como informó el periódico The Sun.


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Tyson Fury se quedó con el cinturón de la WBC



“Tenemos un dominio total de la división de peso pesado en este país. Tenemos las llaves de oro para el cáliz. Somos los reyes del mundo en el boxeo en este momento”, exclamó Hearns, haciendo referencia a que entre los dos ingleses reunen todos los cinturones de la división (Joshua: WBA, IBF, WBO, IBO - Fury: WBC)

“Qué tiempo para el país, qué tiempo para el deporte. Tanto si eres fanático de AJ como de Fury o ambos, comprende esto: en este momento, la división de peso pesado es propiedad de Gran Bretaña”, advirtió el promotor sobre lo que podría ser “La pelea del siglo”.

Del otro lado, Gypsy King, se limitó a asegurar que, “si Deontay no quiere la revancha, vamos AJ ...”, confirmando que existe un tercer combate contra el norteamericano.


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Anthony Joshua es dueño de los títulos IBF, WBA, WBO y IBO de los pesados tras vencer a Ruiz

Aunque el contrato contempla una tercera pelea entre Wilder y Fury, Hearns estimó en Twitter que “no hace falta un tercero” y deseó “pasar directamente (al combate de reunificación) este verano (boreal)”.

“He hablado ya con AJ (Anthony Joshua) y quiere que sea su próximo combate”, declaró el promotor a la radio TalkSport, incidiendo en ese deseo de ver a su defendido próximamente contra Fury.

"Tyson Fury tiene el cinturón WBC y Anthony Joshua tiene los cinturones WBA, IBF, WBO, IBO. Hace dos o tres meses, la división era propiedad de los Estados Unidos de América con Deontay Wilder y Andy Ruiz... Este combate tiene que hacerse. No tendremos nunca más la ocasión de tener a dos británicos en un combate de reunificación de los títulos de campeones mundiales de los pesos pesado, sentenció.

 
La lesión en el oído de Deontay Wilder que encendió todas las alarmas durante la apabullante derrota ante Tyson Fury
El rincón del pugilista norteamericano no pudo detener el sangrado de su oído. Tras la pelea, no debió ser atendido por los médicos y no concurrió a la conferencia de prensa pautada



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La lesión en el oído de Deontay Wilder (Foto: Reuters)

La imagen era elocuente. Durante los últimos rounds, el equipo de trabajo de Deontay Wilder tuvo que puntualizar en la herida del oído que sangraba sin parar durante los tres minutos de cada asalto. El norteamericano mostraba síntomas de desconcierto, de cierta desorientación, cuando tenía que salir a enfrentar un nuevo castigo de Tyson Fury. En el 7°, desde el rincón decidieron detener la batalla y tiraron la toalla.

El pugilista de 34 años habló desde el cuadrilátero una vez que finalizó el evento, pero no concurrió a la conferencia de prensa posterior planificada: inicialmente se informó que estaba siendo “trasladado a un hospital de la zona”, según LA Times.

No hubo mayores precisiones de lo ocurrido con la saluda de Wilder. Durante las últimas horas, desde ESPN aclararon que recibió un tratamiento médico en el vestuario del MGM Grand de Las Vegas y aseguraron que no fue necesario el traslado a un hospital. A la espera de un estudio más exhaustivo, aseguran que en primera instancia no hay un problema interno en el tímpano, pero sí debió recibir puntos de sutura en la oreja por un corte. No se publicó un informe oficial de su equipo de trabajo para entregar mayores precisiones sobre su estado de salud.


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La lesión de Wilder que pudo haberle "afectado el equilibrio" (Foto: Reuters)



Shelly Finkel, uno de los managers del boxeador, argumentó que su ausencia en la conferencia de prensa posterior estuvo emparentada a las complicaciones que tuvo Wilder para producir una muestra para los recolectores del VADA, encargados del control antidopaje. “Tenía un pequeño corte dentro de la oreja. Puede haber afectado su equilibrio. Deontay está bien y volverá”, aseguró Jay Deas, uno de los entrenadores del norteamericano.

Uno de los responsables de la esquina aclaró que fue el otro entrenador, Mark Breland, quien “tiró la toalla” para frenar el combate. “Desearía que mi equipo no hubiese detenido el combate. Yo soy un guerrero y quiero luchar hasta el final”, fueron las pocas palabras que dijo Wilder apenas terminó la pelea.

Más allá de las palabras del hombre que perdió su título mundial de la categoría de los pesados y su invicto (tenía 42 KO en 41 combates), las tarjetas hasta el momento de la detención de la pelea marcaban que la diferencia entre ambos era más que amplia para los jueces: 59-52 para Dave Moretti, 58-53 para Glenn Feldman y 59-52 para el criterio de Steve Weisfeld.

Los interrogantes sobre el futuro de una de las estrellas de la máxima divisional se abrieron luego de esta actuación, donde se lo vio sentido y desorientado durante varios momentos de la presentación. “No pongo excusas. Pasaron muchas cosas rumbo a esta pelea”, alcanzó a señalar Wilder, sin dar demasiados indicios de lo ocurrido en su campo de preparación.

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"Pasaron muchas cosas rumbo a esta pelea", dijo Wilder (Foto: Reuters)

 
La bella y triste historia del cartonero que hace 54 años se consagraba ídolo y campeón mundial de boxeo
Horacio Accavallo es, hasta el día de hoy, el boxeador más inteligente que tuvo la Argentina. El recuerdo de su coronación



Por Cherquis Bialo
1 de marzo de 2020



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Horacio Accavallo, el día que se consagró campeón mundial

El anciano transcurre el crepúsculo morado de sus días sin horas fijando la vista en un punto distante.

Las arrugas de su rostro le han borrado las expresiones de sus emociones elocuentes. Bueno…, casi todas diríamos, pues le queda una verruga pequeña blanquecina y circular en el final de su pómulo derecho que resiste a la máscara de su cara buena.

Su cuerpito módico y frágil descansa en un sillón inmóvil al cual no parecieran llegar ni voces ni sonidos.


Qué pena tan grande que no podamos evocar juntos parte de sus 85 años con tantas noches de gloria y tantos días de lucha.



Horacio Accavallo
y sus cuatro hermanos eran hijos de un inmigrante italiano nacido en Pietrapertosa, un pueblito de 1314 habitantes en la región de Basilicata, más precisamente en la provincia de Potenza, pero a él - cuando podía, hasta hace unos años - no le gustaba hablar sobre esto pues era como que le avergonzaba repetir la historia de la familia pobre obligada a los trabajos abyectos. En cambio se sentía orgulloso si tal historia se particularizaba en él por que después del ciruja y del cartonero nocturnal del caballo flaco y el carro quejoso, vendrían los sueños, la lucha, la vida, el boxeo, el deportista, la consagración, la fama, el dinero, la corona mundial, la propia familia, los negocios, la conducta intachable, el matrimonio, los propios hijos, la tragedia, el dolor y el retiro como ejemplo para todos los demás.

Tal como lo escribiera Homero Manzi en su inmortal tango “Sur”, a Horacio Accavallo- “Roquiño”- se le hizo cierto “todo el cielo de Pompeya” donde el pibe que revolvía la basura desde Parque de los Patricios hasta Villa Diamante (Valentin Alsina) habría de ir convirtiéndose en lustrabotas, botellero, canillita, cadete y vendedor hasta alcanzar ser admitido en el circo Sarrasani como faquir, saltimbanqui, equilibrista y trapecista; o sea, una escala laboral y social que le mejoraba la vida.

En el medio había quedado su ilusión de ser el wing izquierdo de Racing, el club del cual es hincha. Se probó, según me dijo varias veces, pero Cacho Giménez quien era el técnico de las inferiores no lo aprobó a pesar de la habilidad de su zurda para gambetear “pues era demasiado chiquito para ser profesional”; siempre midió 1.56 y en esa época pesaba lo que un mosca: alrededor de los 51 kilos.


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En 1966, con Tito Lectoure, Norberto Fiorentino (anunciador de ring del Luna), Nick Pope (juez) y Héctor Vaccari ( manager).

El boxeo, entonces, se le presentó como una alternativa y de la mano del maestro José Ricardi de Lanús aprendió rápido a invertir su guardia de zurdo y mecanizar todos los movimientos aportando su natural inteligencia para saber administrar energías y distribuirlas sabiamente. Horacio Accavallo siempre fue un estratega sobre el ring y tal virtud sumada a su guapeza consciente lo impulsaron para realizar una campaña extraordinaria pues en una década –1956 a 1966- y con 70 peleas a cuestas, logró la corona mundial de los moscas en Tokio ante Katsuyoshi Takayama cuando ya había cumplido 30 años.

Lindo hubiese sido recordar juntos aquel acontecimiento histórico del cual hoy se cumplen 54 años. El inalterable recorrido de la memoria nos empujaría nuevamente a escribir cosas tales como:

“Brillante faena la de Horacio ante Takayama. Su condición de zurdo le permitió comenzar a dominar el combate desde cuarto asalto con una extraordinaria labor en el quinto y desarrollar armoniosamente sus salidas laterales. Takayama, en consecuencia, tenía verdaderas dificultades de traslado. Y aquella derecha en punta de Accavalo, eran como golpes de pistón acerado”.


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“Lo más difícil seria la administración de energías. Horacio llegaba con muchas dificultades para dar el peso. Puesto que no podía ingerir líquidos para no aumentar de peso empapaba un poco de algodón y se lo pasaba por los labios. A veces lo estrujaba en las encías para tener la sensación de la boca humedecida. Llego bien, pero con privaciones a los 50 kilos y 800 gramos (112 libras) que marcan el límite de la categoría".

“Los últimos rounds fueron de coraje e inteligencia. El boxeo argentino no tuvo boxeadores más inteligentes que Accavallo. Sabía todo. Calculaba y administraba sobre sus fuerzas y las que les leía a los rivales. Y difícilmente tomaría riesgos absurdos. Por eso el último segmento, entre el 10 y el 15, fue una maravilla estratégica. Conocía los límites de las fuerzas y el riesgo. Y los jurados, al igual que el público, siempre quedaban observando a un púgil dinámico, contestatario, resuelto que en los primeros treinta segundos y en los últimos veinte de cada asalto, se mostraba entero, rítmico y veloz” .

El triunfo por puntos, aún en fallo dividido (73-69 y 74- 67, las dos tarjetas a su favor contra una tercera de 71- 70 para Takayama), fue apoteótico. Lágrimas, euforia, gente en las calles en la mayoría de pueblos y ciudades del país. Sí, aquella mañana de hace 54 años marcaba un episodio de evocación imborrable. Era la época en que el deporte hacia simbiosis con la identidad. Accavallo, como Pascualito –nuestro primer campeón mundial- , como Fangio, como los Gálvez, como los campeones mundiales de básquetbol del 50′, como Juan Carlos Zabala, como Delfo Cabrera (ambos ganadores de las maratones olímpicas del 32 y del 48 respectivamente), como Don Roberto De Vicenzo, se unían a nuestro orgullo y aunque estuviéramos lejos en el tiempo y en el conocimiento, ellos eran argentinos. La gente los amaba. Y sus fotos en grandes y coloreadas láminas de El Gráfico no faltaban en las paredes de los hogares, los talleres o los comercios, cual símbolo de bella gratitud. Millones de personas nacieron y murieron amando incondicionalmente a ídolos que jamás pues la televisión era “paleozoica” y aún no transmitía en vivo.


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Dos campeones se saludan. Látigo Coggi saluda a Horacio Accavallo en una de las últimas imágenes públicas del pequeño gigante.

Eran tiempos de romántico lirismo y en nuestro país los héroes deportivos que llegaban de regreso con la victoria, se convertían en modernos Césares al volver a Roma tras una nueva conquista. Desde Ezeiza hasta el Luna Park, la Richieri, la General Paz, Juan B Justo y por último Corrientes se transformaban en una moderna Via Appia Antica. En el camión de los Bomberos Voluntarios de Lanús y saludando a las decenas de miles de personas que lo aclamaban a su paso, iba el cartonero, el lustrabotas, el botellero, el canillita, el cadete, el faquir, el saltimbanqui, el equilibrista y el trapecista de circo; en definitiva iba el nuevo campeón del Mundo.

Qué pena tan grande que el decadentismo no nos permita volver a reírnos.

Es que este hombre fue el único boxeador que cuidaba, administraba y perfilaba negocios con enorme austeridad y visión. Fue así que llegó a tener 32 locales de venta de indumentaria deportiva, creó una fabrica de calzado (Jaguar) y nunca dejó de percibir negocios ocasionales. Una tarde en la que se hallaba discutiendo el contrato de su segunda defensa ante el mexicano Efraín “Alacrán” Torres y al no ponerse de acuerdo con el Luna Park, le propuso a Ernestina de Lectoure –la dueña quien habló con un solo boxeador en su vida y ése fue Accavallo-, lo siguiente:

-Ernestina, está bien, acepto el 25% de la recaudación en lugar del 30%, pero si le gano al mexicano, ¿me vende las butacas viejas que tiene en el depósito?.

Fue durísima aquella pelea: Accavallo cayó y sufrió una herida en la ceja; no obstante se impuso legítimamente tras 15 asaltos dramáticos y vibrantes que enloquecieron a la multitud. Al llegar hasta su camarín, Tito Lectoure lo abrazó emocionadamente. Fue entonces cuando el campeón aún sangrante de su ceja, le preguntó:

-Tito, las butacas viejas del Luna que me regaló tu tía, ¿las vengo a buscar mañana que es domingo o directamente el lunes? Y se respondió asimismo y ante el asombro de los presentes: “mejor el lunes, ¿no?


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El campeón no sólo peleaba sus contratos, también aprovechaba hasta para hacer negocios con la chatarra de los Lectoure, como cuando se ganaba la vida de chatarrero antes de hacerse profesional.

Fue el único boxeador a quien Tito consideró amigo y fue por ello que le permitió el tuteo, la mesa compartida y las noches sin reloj. Además admiraba sus conductas y se emocionó hasta el último día cuando tras un entrenamiento de cara al combate programado por el campeonato del Mundo frente al brasileño Manuel Severino (Octubre del 68) se le puso delante en su propia oficina y le anunció: “ Tito, no voy a pelear contra el brasileño, lo siento, no voy a pelear más…”.-

-¿Qué te pasó Horacio?, le preguntó el promotor. Y su respuesta fue: “Tito estoy notando que me pegan muchachitos que antes no me hubiesen llegado; estoy lento y prefiero retirarme siendo campeón del Mundo y no defraudar a la gente que pagará para alentarme y verme ganar.-

Lectoure lo felicitó, les devolvió el dinero que se llevaba recaudado a aquellos que ya habían comprado su ticket y esa actitud de dignidad de Accavallo fue contada admirativamente siempre por Tito ante otros empresarios y periodistas del todo el Mundo pues solo Rocky Marciano antes y Carlos Monzón después – a quien Accavallo le taladró la cabeza- ofrecieron el mismo ejemplo.

Sostiene Horacio: “Si me retiro con la corona siempre seré campeón del Mundo…”. De hecho, lo es, lo sigue siendo.

Vamos a cenar Horacio como después de cada sábado de Luna durante 20 años. Vamos con Tito, con el “Tordo” Paladino, con Jorge Morales…

Vamos para La Raya, para La Strega, para Corrientes 11, para Los Años Locos, para Cosa Nostra, para la Cantina de David, para lo de Luiggi, para El Farol, para La Scoppa, para Albamonte…

Arranquemos que después haremos recalada en el Caño 14 donde nos esperan Pichuco (Troilo) y el Polaco (Goyeneche).


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La tapa del día que ganó el título del mundo frente a Takayama.

Si, ya sé… querés darte una vueltita por Horizonte (el mejor restaurante árabe de la época) para saludar a tus amigos y clientes del Once, ver a las odaliscas y brindar con champagne. Bueno, vamos Horacio, dale, vamos.

Sobre el sillón inmóvil reposa el anciano ausente.

No sabe que hoy cuando se cumplen 54 años de su consagración como campeón mundial conmemoramos tristemente los 18 años de la muerte de Tito, un inolvidable amigo.

Cuánta felicidad había en ese rincón aquella noche de Tokio, ustedes dos juntos celebrando.

Cuánta tristeza en este domingo de Buenos Aires, uno se nos fue y dentro de la taza que sostiene el otro, el agua reposa muerta.

 
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