BOXEO: Campeonatos, Mundiales y Exhibiciones

Sorprendentes resultados de una investigación sobre el robo más grande en la historia del boxeo mundial
Mañana se celebrará el “Día del Boxeador” en homenaje a Luis Ángel Firpo quien hace 97 años sacó del ring con un derechazo a Jack Dempsey. El norteamericano fue ayudado por el público para retomar el combate 17 segundos después. ¿Por qué lo dejaron continuar? ¿Por qué Firpo no debía ganar?

Por Cherquis Bialo
13 de Septiembre de 2020
Especial para Infobae


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El momento exacto en el que Firpo saca del ring a Dempsey (Foto: Reuteres)

Tenía un rostro pétreo, hexagonal y severo, pero su mirada taciturna guardaba cierta ternura.

Nadie pudo explicar por qué razón Luis Ángel Firpo se hizo boxeador pero sí se sabe que desde 1923 es el deportista extranjero de época más conocido en los Estados Unidos. Tanto es así que su epopeya fue referida por presidentes, periodistas –aún en sus crónicas de hoy– escritores, guionistas, cómics y directores cinematográficos.

Richard Nixon lo mencionó en una arenga de campaña en 1967 frente a sus partidarios diciéndoles: “Miren a la calle, ahí abajo todavía hay gente que cree que Firpo ganó…”. Fue varias veces protagonista de Los Simpson y sobre él escribió Julio Cortázar: “15 millones de argentinos fueron robados…”, en alusión a la pelea más famosa del boxeo mundial, la de Firpo contra Dempsey el 14 de septiembre de 1923 en el Polo Grounds de Nueva York ante más de 85.000 personas.



Fue aquella noche eternizada la que puso frente a frente al más ilustre campeón del mundo de peso pesado de entonces Jack Dempsey, un orgullo norteamericano, ante este silencioso gigante noble de 1.89M y 103 kilos que había nacido en la casa de la calle Lavalle 215 de la ciudad de Junín, en la Provincia de Buenos Aires.

Luis Ángel a diferencia de sus tres hermanos (Serafina, Alfredo y Juan tras cuyo nacimiento murió su madre) creó su propio duende. Fue su padre –Agustín– quien debió traerlo a la Capital a los 4 años por una afección en los oídos. Y en la ciudad realizó varios trabajos tales como ayudante en un restaurante, cadete en una farmacia, vendedor en la zapatería Bazzani, todo cerca de Boedo lo que explicaba su amor por San Lorenzo.

Fue así que trabajando en la fábrica de ladrillos refractarios de Félix Bunge descubrió el poder de sus puños pues noqueó sin esfuerzo a dos ladrones que intentaban huir con el dinero de la recaudación robada. Mientras esto ocurría, el tercer delincuente se profugaba corriendo despavorido al ver a sus compinches noqueados en la vereda tras haber recibido un solo golpe de aquel niño silencioso con puños de acero y manos de gigante. No fue la única anécdota pues una vez al llegar a su casa –ya mudado a Villa Crespo– advirtió como alguien increpaba duramente a su padre. Sin mediar palabra alguna Firpo, quien solo tenía 12 años, lo tomó con una mano desde la parte trasera del cuello y con la otra a la altura del cinturón de tal manera que una vez que lo tuvo bien afirmado lo arrojó por el aire cual pesado objeto haciéndolo pasar por encima de la verja de la casa.


Sorprendido por tanta fuerza y vitalidad Don Félix Bunge –tradicional familia– le aconsejó que se hiciera boxeador. En esa época no resultaba fácil toda vez que la organización del boxeo profesional era clandestina como la riña de gallos. Tampoco había profesores en los clubes barriales y solo se admitía la práctica amateur. Pero un grupo de amigos se pusieron de acuerdo para apoyar a ese muchachito de anestésica pegada: Bunge le dio permiso para entrenar reconociéndole el sueldo de la fábrica, Carlos Mazzola se hizo cargo de las cuotas del exclusivo International Boxing Club de Sarmiento y Libertad al tiempo que José Martínez sería su primer instructor. El boxeo como el tango aún eran marginales y solo lo practicaban los hombres pudientes en clubes de clase.

El día que Firpo daba la prueba de suficiencia para lograr la licencia frente al liviano uruguayo Armando Usher en 1919, su ilustre e inimaginado rival Jack Dempsey ya era campeón del mundo con 42 combates encima y una sola derrota –ante Willie Neehan– por puntos. Además Dempsey también era una celebridad para los norteamericanos pues le había ganado la corona a Jess Williard después de haberlo tirado siete veces en el primer round y su imagen era la de un boxeador invencible y blanco… Parecía demasiado para un Firpo de menores condiciones técnicas.

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La tapa de El Gráfico en 1923 con Firpo en primera plana días antes de la pelea

El Polo Grounds fue un espacio ecuménico que permitió perpetuar el hecho hasta ser leyenda y hoy a 97 años de ocurrido se ha transformado en mito.

Todos estaban allí: buenos y malos, ricos y pobres, nobles y plebeyos, intelectuales e inmigrantes.


Podía verse en la fila 2 al presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt junto al famoso editor húngaro-norteamericano Joseph Pulitzer –inspirador del prestigioso premio anual– y al banquero John Pierpont Morgan –fundador del JPMorgan– mientras que en el sector opuesto bajo el mismo titilar de las estrellas estaban Vito Genovese y Lucky Luciano –dos de los jefes de las familias mafiosas de Nueva York– invitados por el financista del crimen organizado Arnold The Brain (“El cerebro”) Rothstein quien compró 200 plateas para regalarle a los tenebrosos miembros de las bandas.

Mientras tanto en Buenos Aires la gente se había agolpado frente al diario La Prensa y también en el pasaje Barolo, ambos en la Av. de Mayo, desde donde una radio inmensa y milagrosa iría trasmitiendo la pelea. La expectativa era enorme tanto allí, en Nueva York como aquí en la Argentina.


Fue así que mientras el Polo Grounds enmudeció cuando Firpo tiró a Dempsey de un derechazo a la sien y su cuerpo salió volado desde el ring hacia el sector de la prensa, sirenas y gritos de júbilo daban por hecho el triunfo del Toro Salvaje de las Pampas (“Bull of the Pampas”) tal como lo había bautizado el periodista Damon Runyon.

Sin embargo no fue así pues Dempsey, quien permaneció 17 segundos fuera del cuadrilátero y había perdido el combate por K.O., pegó con su nuca en la maquina Underwood del periodista Jack Lawrance y entre el primer impulso de éste y de otros espectadores espontáneos Jack regresó al cuadrilátero para continuar el match.


El referí Jack Gallaher, insólitamente como si estuviese bajo presión, se lo permitió. Y unos años más tarde después de ser sancionado ya sin más amigos, ni protección ni consuelo, se dejó morir de un tiro en la sien.

Tuve la dicha de ir varias veces al Jack Dempsey’s Restaurant que quedaba en la Broadway entre las calles 49 y 50 de Manhattan. Una vez fui con Tito Lectoure y en otra oportunidad acompañé a Ringo Bonavena antes de su combate ante Floyd Patterson. La gente le pedía autógrafos y hasta había un fotógrafo que les sacaba fotos junto a Jack con un fondo de pósters y cuadros vinculados a su trayectoria. Sobre la pelea con Firpo había cerca de diez muestras pero ninguna de cuando el cross de derecha a la mandíbula lo expulsó desde el ring a la platea.






La histórica pelea entre Firpo y Dempsey: las imágenes fueron editadas y nunca se vio la escena completa


Una vez recogí su testimonio para la revista El Gráfico sobre esa caída por 17 segundos y la revista publicó su respuesta de esta manera:

"… Más tarde, aún durante el primer round, recuerdo vagamente haber sido apretado contra las cuerdas por ese ejército de Firpos. Estaba desesperado porque no sabía a cuál pegarle cuando volví a ver claramente por otro par de segundos. Metí otro golpe en el mentón de Firpo y volvió a caer. Así tres veces más, según me dijo mi entrenador Jack Kearns después, porque yo ni me las acordaba. Sin embargo, tengo bien claro la trompada de Firpo que pasó zumbando mi oreja y que me recostó en las sogas; y recuerdo a la perfección el pechazo involuntario de Luis Ángel con ese envión, que me sacó afuera del ring, y que luego convertirían a esta pelea en una leyenda del boxeo. Esos segundos fueron una odisea para mí: caí planchado sobre la máquina de escribir del periodista Jack Lawrence, y me lastimé la espalda en la caída. Un golpe que tuvo bastantes malos efectos en mi vida posterior y que todavía siento en la columna durante los días fríos. De cualquier manera, el golpe de la máquina de Lawrence me despertó lo necesario para gritar a los periodistas de esa hilera: ‘Métanme dentro del ring, por favor... Métanme allí que lo mato a ese desgraciado...’

"Unas manos anónimas, entre las cuales seguro que estaban las de mi amigo Jack Lawrence, me volvieron a meter dentro del ring, salvando así sin querer la corona mundial para los Estados Unidos. No puedo decir si el referí contó nueve o más de nueve, o si realmente cabía descalificarme al caer fuera del ring. Estaba muy groggy para establecerlo en ese momento. Pero sí puedo decir que una oleada de furia roja me invadió la cara cuando el referí nos volvió a juntar al centro del ring.

"Firpo se me tiró descontroladamente pensando que yo todavía estaba mareado, pero lo paré con la derecha y le entré con la izquierda, dejándolo chato como un panqueque en su séptima caída del primer round. Volví a ver un regimiento de Firpos en la lona y en mis oídos resonaban los gritos y vitoreos de una multitud que parecían rebotar desde algún eco lejano.

"No recuerdo cómo hice para llegar a mi rincón cuando sonó la campana del primer round. Me despertaron los cachetazos de mi entrenador Jack Kearns y los gritos de su ayudante Jerry Greek, quien maldecía por no poder encontrar las sales para reanimarme, que al final aparecieron en el bolsillo de Jack.

— ¿Qué pasó?, le pregunté atolondrado a Jack.

— Mucho, pero en el fondo nada, muchacho; ahora a salir y a matar, contestó Jack. Y lo hizo tal cual".

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El recuerdo de Firpo sigue vigente en Irma y Chiche

Por fortuna, la leyenda de Luis Ángel se prolonga en Irma (83 años) y ésta en su hija Irma María de Lourdes Pérez Barbieri (“Chiche”), sobrina nieta de Firpo. La tía Irma recuerda con emotiva frescura a aquel hombre simple, tímido, reservado, de costumbres austeras, sereno que jamás tuteaba a nadie, ni hacía ostentación de riqueza u honores. Desde la estancia Las Charas pegada a la Blanca Lourdes –nombre de su esposa a quien conoció en Cuba en medio de una gira– estas mujeres se enorgullecen al referir cosas del tío Luis Ángel. Lo hacen desde el campo de Ordoqui a solo 2 kilómetros de Carlos Casares distante 313 kilómetros de la Capital.

Sin duda alguna Firpo fue un símbolo de la devoción popular que salió 23 veces en la tapa de El Gráfico durante los años 20′. Tal era su fama que cada huésped célebre que llegaba al país pedía saludarlo, quería conocerlo desde el Príncipe de Gales hasta el presidente norteamericano general Dwight D. Eisenhower quien salió de agenda para hacer un encuentro personal realizado en el Luna Park durante su visita de febrero de 1960.

La vida de Firpo –tal lo descripto por Irma– era de estrecho vínculo familiar. Más aún, su paso por el boxeo de los Estados Unidos le permitió llevar a cabo negocios y convertirse en el primer concesionario de los tractores de John Deere y de los autos Stutz. Y sin embargo era él quien llevaba a cargo las tareas administrativas desde el escritorio de su casa en la calle Eduardo Costa 3063 en el Barrio Parque, un verdadero palacio oriental que ya fue remodelado. Las estancias, los campos, los negocios, las propiedades y los regalos valiosos llegados desde todo el mundo, jamás alteraron su vida en familia lejos de un mundo nocturnal que siempre lo llamó y al que nunca quiso acudir.

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Dempsey, Tunney y Firpo en uno de sus encuentros años más tarde

No obstante a la familia siempre le resultó imposible tocar el tema de la pelea contra Dempsey. En tal sentido tanto Irma como Chiche –excelente remera en la categoría Master de canoa Polinesia– refieren que una vez después de almorzar alguien de la mesa insistió por milésima vez: “¿Luis por qué crees que te robaron la pelea?”.

Y Firpo levantándose algo contrariado se acomodó su infaltable saco, caminó unos pasos, giró la mirada hacia adonde se hallaban los comensales de la familia y con aquel entrecejo adusto y el mechón descendiendo por su frente, les respondió:

“No me lo pregunten más por favor, tenía que perder y perdí; yo solo quise demostrar que podía y lo demostré, basta, de esto no se habla más, no me pregunten nunca más nada…”.

Fue el 4 de noviembre de 1951 cuando el enorme Jack Dempsey vino al país para la inauguración de Canal 7 como invitado especial de su dueño Jaime Yankelevich. La cita fue en Ayacucho y Posadas desde donde el canal comenzó a emitir. Al reencontrarse Dempsey abrazó a Firpo, lo llevó aparte y le murmuró al oído: “Debo decirte la verdad Toro, me ganaste la pelea, sí me ganaste…”.

Firpo entonces con humildad y respeto le respondió: “Gracias Jack, yo perdí la pelea pero gané muchos amigos…”.

En las tumbas de Vito Genovese o Lucky Luciano –quienes manejaban las apuestas– tal vez se sepa por qué Firpo no le podía ganar esa noche a Dempsey a pesar de su vuelo de 17 segundos fuera del ring…

Feliz Día del Boxeador Don Luis Ángel…


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Una foto que Dempsey le dio a Firpo durante su visita en el 54: "Hey buenos amigos: Sr. Louis Firpo. Agradecido de nuestros buenos momentos de viajes y peleas luego de treinta y un años. Con los mejores deseos compañero. Jack Dempsey. 16 setiembre 1954".



Emocionante relato Compañera @Coti7495 , muchas gracias. Lo que es la vida verdad????.-
 
La única vez que lloré junto a un ring en 58 años de cronista: nadie se apiadó de un Muhammad Alí enfermo, indefenso y acabado
Fue la noche más triste en la historia del boxeo. Pasó hace 40 años en Las Vegas cuando Larry Holmes le ganó por abandono en el 11° asalto. Alí peleó por 10 millones de dólares sabiendo que tenía un incipiente “mal de Parkinson”. Su madre le rogó que no lo hiciera y fuimos privilegiados testigos del dialogo

Por Cherquis Bialo
11 de Octubre de 2020
Especial para Infobae


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Cherquis Bialo con Alí (Crédito: Archivo de El Grafico de Maximiliano Roldán)

No era una estatua, ni era para siempre; era un hombre y su eternidad agonizaba sobre el ring.

Aquel espectro decrépito y fatal sólo tenía de Muhammad Alí el rostro, el cuerpo y el sufrimiento.

Acaban de cumplirse 40 años del combate realizado el 2 de octubre de 1980 en el Caesar’s Palace de Las Vegas y recuerdo todo con la perfección del dolor.


Muhammad Alí, el más grande, había renunciado a su corona mundial de peso completo reconocida por la AMB el 6 de septiembre del 79′, un año después de recuperarla frente a León Spinks, el 15-9-78 en Nueva Orleans. Por cierto que había decidido retirarse del boxeo aduciendo muchas razones sin reconocer hasta tres años después, que su cerebro estaba dañado por un Parkinson incipiente.

Fue así que tras superar los síntomas iniciales con medicación y seguimiento médico, Don King lo tentó para que volviera al ring a cambio de 10 millones de dólares para enfrentar a uno de sus sparrings del pasado: Larry Holmes.


El bueno de Larry era campeón pesado del Consejo Mundial, tuvo una serie de 48 triunfos consecutivos y quedó a una pelea de igualar el récord de Rocky Marciano pero Leon Spinks primero y Evander Holyfield después, lo derrotaron. Sin embargo, Holmes de 1.91 de estatura, considerado por la Asociación de Escritores de Boxeo de USA “el peleador del año 78” y por la agencia noticiosa The Associated Press “el 5° peso completo del siglo 20”, recuperó la corona mundial tras ganarle a Ken Norton el 9 de junio de 1978.

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Holmes, Don King y Alí en aquel 1980 (Foto: Reuters)

En el fatídico momento en que Alí aceptó la propuesta de Don King pues otra vez necesitaba el dinero, tenía 38 años y silenciaba reiteradas faltas de coordinación cognitiva, no sabía que comenzaban a morir ciertas células de su cerebro. Holmes en cambio, su ex colaborador a quien unos años antes le pagaba 200 dólares por cada round de entrenamiento, transitaba la plenitud de su poder físico, su pesada izquierda en jab y el apogeo hormonal de sus 31 años.

Como olvidar aquel día si tuve el privilegio de convivirlo con el mismo Muhammad Alí desde su despertar. Lo recuerdo como lo escribí, como si hubiese sido ayer:


Lana Shabazz, como todas las mañanas de los últimos 18 días, tendió el individual blanco de hilo sobre una mesa ovalada del living. Corrió el cortinado verde y dejó que el sol, ya ardiente, penetrara a través del voile suizo que cubría el ventanal de vidrio. Arregló las flores de un jarrón japonés y corrió hacia la cocina para que no se le quemaran las tres tostadas de pan lactal. No olvidó la mermelada de frambuesa y calentó el té de hierbas “Lao Tse”. Cuando su patrón Alí se sentó a la mesa para desayunar, Lana, la genial cocinera comenzó a entonar un himno del Spiritual mientras revolvía los huevos con las dosis justas de sal y pimienta. “Hoy es un gran día, Lana”, le dijo Muhammad. Y agregó con una dulce y serena sonrisa: “Hoy si Alá me ayuda seré más grande que Superman”.

Eran las siete de la mañana. La temperatura trepaba hasta los 32 grados. Las Vegas comenzaba a vivir los primeros síntomas del gran acontecimiento, el combate Holmes–Alí por el título mundial. Esta vez las estrellas de la noche anterior –las principales figuras de aquella época que estimulaban la competencia entre los grandes hoteles con casinos– importaban poco: Tony Bennett en el Sands, Debbie Reynolds en el Sahara, Lola Falana en el Aladdin, Paul Anka en el Caesar’s Palace, Liberace en el Hilton, Susan Somers y Hallelujah Hollywood en el MGM. La ciudad era de Alí–Holmes, una pelea que demandó 30 millones de dólares de producción invertidos por Don King y el Caesar’s Palace. Era la primera vez, además, que se construía un estadio en tres semanas. Hasta allí llegarían 25.000 espectadores. El resto –500 millones de personas– lo verían por circuito cerrado y por televisión en directo para 73 países; entre ellos China y Rusia por primera vez.


Para Alí éste era el gran día. Toda su actitud fue serena, exenta de excitaciones. Desayunó solo y luego leyó los diarios junto a su esposa Verónica (Porsche). Vio a través de la ventana al público desesperado por conseguir entradas y quiso salir a charlar con ellos. Su hermano Herbert se lo impidió: “Hoy no Muhammad, hoy nada de locuras”. Lo aceptó desde su suite (la 301-302), una jaula de oro del Caesars de 508 metros cuadrados. Recorrió mil veces sus tres habitaciones, la cocina, el living, la sala de lectura. Sus pies se desplazaban sobre una gruesa alfombra persa color turquesa hacia uno y otro lado. La mirada taciturna se perdía en un punto fijo y distante como si solo hubiera dejado su cuerpo en el cuarto…

En un extremo del pasillo un hombre calvo, cincuentón y corpulento lucía orgulloso su consigna de cancerbero: se trataba de Michael Buchawiecki, policía de la Universal Service, una empresa de vigilancia conformada por marines veteranos. Sólo 14 personas tenían derecho a pasar a la suite de Alí: Herbert Muhammad (hermano y manager), David Wells (relaciones públicas), Abdul Raman y Paul Jones (guardaespaldas), Ángelo Dundee (segundo principal), Lena Shabazz (cocinera), Luis Sarría (masajista cubano), Wassim Muhammad (cura heridas), Bundini Brown (ayudante técnico), Donovan Williams (médico ortopedista), Gene Kilroy (publicidad e imagen), Fred Shallam y Booker Johnson (abogados, asesores legales). Además y por supuesto los alojados en la suite: Marge Thomas (secretaria), Howard Bingham (fotógrafo y principal amigo), Latania Reff y Rosa Martínez (mucamas traídas especialmente por Alí desde su residencia en Los Ángeles). La única persona del hotel autorizada a ingresar era Dolly Parker, la supervisora del piso. Ella sólo traía toallas, sábanas y los elementos necesarios de los cuartos. Que se me haya permitido estar allí como único periodista invitado, será un recuerdo imborrable de mi vida profesional.

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El autor de la nota con Don King (Crédito: Archivo de El Grafico de Maximiliano Roldán)

A pesar de las restricciones y la vigilancia, más de 300 personas habían intentado ver a Alí antes del mediodía para saludarlo. Entre ellos Ken Norton, Chuck Wepner, Arthur Ashe, Silvester Stallone, John Travolta… El viejo Buck les decía a todos lo mismo: “Lo siento el campeón está descansando”. No obstante tantos recaudos la suite de Alí comenzó a convertirse en un jubileo: amigos, asesores, componentes del staff... Todos estaban allí haciéndole compañía en el día más importante de su carrera, sin sospechar que unas horas después asistirían a la velada más triste de la historia del boxeo, la noche de su final.

Su almuerzo fue un caos. Mientras él comía el plato de fideos, un pequeño bife de lomo de 200 gramos, una ensalada de tomates, cebolla y apio cuidadosamente indicadas y controladas por el doctor John Newburgli (uno de los mejores dietistas de los Estados Unidos gracias a quien Alí bajó 28 kilos en dos meses) aquella romería bulliciosa y descontrolada hablaba, gritaba, celebraba. Recién hubo paz a las 13.55 cuando Doña Odessa Grady Clay, madre de Alí, llegó a visitar a su hijo. Venía desde su ciudad, Louisville, Kentucky, con un vestido rosa sobre una blusa blanca, anchos zapatos color ámbar café de taco bajo, una cartera de cuero marrón colgando de su brazo derecho y un negro abanico de nacar desplegado. Después del encuentro, Herbert le pidió a la gente que se retirara. El diálogo entre madre e hijo tuvo un comienzo conmovedor, yo lo escuché:


¿Por qué lo haces Cassius? ¡Cuánto te pedí que no lo hicieras!, ¿por qué no me haces caso?

— No digas eso madre, ya verás… Todo saldrá bien, le respondió Muhammad.


Luego se abrazaron y por primera vez se logró un silencio religioso. Alí tomó a su llorosa madre del hombro y juntos marcharon hacia una de las habitaciones para seguir conversando sin testigos...

Escoltado por un Lincoln Continental, Alí llegó al estadio a las 18.11 horas en un Cadillac negro chapa T.D.V 111 de Nevada, manejado por su chofer Bob Clarence. Junto a él iba su admirador número uno Sugar Ray Leonard quien al llegar a la casa rodante que hacía de camarín en la gigante playa de estacionamiento del Caesar’s Palace, exclamó: “Alí, Alí, Alí...”. Y todo el público cercano formó una caravana de aliento haciendo sonar sus estridentes bocinas.

Ricchie Giachetti, segundo principal de Holmes, nos había dicho en la tertulia de la trasnoche anterior que Holmes no se dejaría impresionar por los discursos de Alí sobre el ring. Ray Arcel, acaso el único y último sobreviviente del embrión profesional del boxeo pues lo enseñó desde 1920, también estaría en el rincón para ir replanteando todas las variantes estratégicas propuestas por Alí. Holmes, además de un estado impecable lucía un inquebrantable esquema mental: no dejarse impresionar. Toda la parodia del comienzo con amenazas previas previas a que el árbitro Richard Greene diera las instrucciones fueron en vano. Holmes saldría a acelerar el ritmo desde la campanada inicial y esto produjo el primer síntoma del contraste visual: Alí debió levantar su guardia exageradamente y retroceder en forma vertical pues Larry le llegaba fácilmente con su formidable izquierda. Se advertía un problema de timming en el cálculo defensivo de Alí. Podría decirse que recibía manos que antes hubiese evitado.

Por primera vez en su carrera se lo veía dominado, estático, sin imaginación ni creatividad. Un rival repetido como Holmes, en otros tiempos, no habría podido resistir más de cuatro rounds. Pero ese Alí que creía seguir siendo era la sombra de quien había sido.

La última chance de Alí quedó expuesta en el 7mo asalto: salió a danzar anticipando con su jab de izquierda pero careció de sustento físico frente a un hombre menos dotado pero más rápido y vigoroso; no era el Alí de Liston, ni de Frazer, ni de Foreman, ni de Bonavena, ni de Spinks, ni de nadie; simplemente, no era Alí.

Aquella estatua universal de ébano y gloria se estaba derritiendo en la beodez de su transitar confuso sin que nadie se apiadara.

Fue la primera vez que en 18 años de carrera y 61 combates vi su rostro lastimado, sangrante, congestionado; tenía el pómulo izquierdo inflamado y el ojo derecho irritado.

Al término del 7° asalto me hundí en mi silla de la fila dos del ring side y no pude contener un llanto infantil, catártico, angustiado. Nunca me había pasado antes en mi carrera como cronista de boxeo. Miré a la multitud sin identificar a nadie y me pregunté, ¿nadie va a parar ésta pelea?, ¿nadie se apiadará de él? “¡Párenla, párenla por favor…!”, grité de pie en mi lugar al final de las vueltas 8° y 9°.

Durante el 10° round la esquina de Alí fue una hoguera. Dundee y el doctor Donald Romeo (médico personal de Alí) insistían en el abandono; Bundini Brown (el “brujo”) y Herbert Muhammad (hermano y manager) sostenían que debía continuar hasta el final sea como fuere. Cuando terminó esa vuelta y después de haber visto como le había llegado un derechazo a la sien, Ángelo gritó fuerte, acarició paternalmente la cabeza de Alí, su pupilo de toda la vida, y llamando al árbitro Richard Greene le dijo “no sigue”.







La derrota por KO de Alí ante Holmes en 1980


Después, la crueldad; los fuegos artificiales poniéndole color y un fantasioso estallido bajo el cielo estrellado.

Después, la grotesca mueca de Don King sobre el ring sonriéndole a sus negocios futuros.

Después, Holmes en andas y la prensa corriendo tras él.

Después, Alí sentado, indefenso, enfermo, vencido, extenuado, afónico y final...

Después, miles de personas apostando en las mesas del casino, indiferentes, sin angustias ni dolor.

Después, las preguntas: ¿cómo?, ¿por qué?

Un almanaque gigante fue decantando al tiempo y Alí estaba incluido.

Pero aquel almanaque y cualquier tiempo futuro no borrarán jamás su historia.

Hoy, 40 años después, aquellas voces me siguen aturdiendo y veo una vez más en su gesto desesperado el breve paso de la eternidad.

Habíamos asistido a la noche más triste en la historia del boxeo.


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Una de las postales de la pelea de Alí vs. Holmes (Crédito: Archivo de El Grafico de Maximiliano Roldán)
Archivo: Maximiliano Roldán

 
Las "perlitas" del nocaut de Mayweather sobre Nasukawa: barbijo, flores, baile triunfal y llanto desolador
El estadounidense se impuso en un combate "exprés", minutos antes del comienzo del 2019
31 de diciembre de 2018

A falta de pocos minutos para el comienzo del año 2019 en Japón, Floyd Mayweather volvió a dar una muestra de su poderío y se impuso por nocaut ante el kickboxer local Tenshin Nasukawa en una pelea exhibición.

La velada tuvo varios detalles acordes a la extravagancia del boxeador estadounidense, quien puso en vilo a los espectadores al presentarse al combate casi tres horas más tarde del horario acordado.

Mayweather caminó hacia el ring con un barbijo en su rostro, el cual se quitó al subirse al ring, y vistiendo un pantalón de fondo negro, con eldibujo de fajos de dólares en una pierna y su propio rostro en la otra.

Una vez en el cuadrilatero, y en un pasaje de la extensa presentación, ambos púgiles recibieron ramos de flores por parte de la organización.


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(REUTERS)
La sorpresa más grande fue la pelea en sí. A pesar de que no había ningún título en juego y de que se trataba de un combate de exhibición, "Money" fue contundente y noqueó a su rival en el primer round.

En sus primeros movimientos pareció hacer honor al mote de "amistoso" del cruce con sonrisas y movimientos poco ortodoxos, pero de repente su actitud se volvió súper ofensiva y liquidó el pleito en escasos segundos.

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(REUTERS)
El estadounidense coronó su actuación con un "bailecito" sobre el ring, mientras su rival rompió en un llanto desolador. Nasukawa no pudo ocultar su enorme decepción y todo su equipo se acercó a contenerlo.

Sin embargo, el vencedor tuvo un gesto solidario sobre el final: le regaló a su oponente el pequeño trofeo que recibió por su triunfo.

Por esos escasos segundos sobre el ring, Mayweather acordó el pago de77 millones de euros (USD 88,2 millones).

El video completo de la pelea:


https://www.infobae.com/america/dep...ijo-flores-baile-triunfal-y-llanto-desolador/


fue una de las peleas mas cortas que hubo encima salio llorando el pobre japones
 

Sugar Ray Leonard vio a su mujer desmayada en la butaca, se desconcentró de la pelea y Mano de Piedra le quitó el invicto y la corona mundial

Nunca antes había ocurrido algo parecido. Fue en 1980 en Montreal cuando el ídolo panameño logró el ajustado fallo de los jueces después de un combate memorable. La ventaja la obtuvo en los rounds en los cuales el norteamericano vio cómo se llevaban a su esposa Juanita a la enfermería​


Por Cherquis Bialo
22 de Noviembre de 2020
Especial para Infobae


Sugar Ray Leonard y Roberto Mano de Piedra Durán se enfrentaron en un recordado combate (Archivo Maximiliano Roldán)
Sugar Ray Leonard y Roberto Mano de Piedra Durán se enfrentaron en un recordado combate (Archivo Maximiliano Roldán)

Las peleas se perpetúan en el recuerdo cuando ofrecen drama y emoción.

En tal alternancia el público vive los momentos dramáticos de pie con un rictus temeroso de miradas redondas y labios temblorosos. La emoción en cambio se disfruta sentado, distendido, con la aprobación sonriente de exclamaciones a boca abierta y aplausos acelerados.

En la historia del boxeo, una de esas peleas fue la que ofrecieron Sugar Ray Leonard –campeón del mundo de peso welter del CMB- y Roberto Mano de Piedra Durán cuando se enfrentaron por primera vez en Montreal el 26 de Junio de 1980.


Para entonces, Sugar Ray llevaba cinco meses de casado con Juanita Wilkinson después de una convivencia de ocho años (1972-1980) durante la cual había nacido Charles Ray. Todo cuanto había conseguido Sugar Ray en el boxeo fue con Juanita a su lado: los torneos de Guantes de Oro de los Estados Unidos de 1973 y 1974, la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 –considerado unánimemente el mejor púgil olímpico-, 145 peleas como amateur, otras 26 como profesional y por sobre todo ello, campeón mundial invicto. Digno de su apodo de Sugar Ray en homenaje a Ray Sugar Robinson, reconocido unánimemente como la leyenda del boxeo que creó un estilo: el de Muhammad Ali, el de Leonard y el de todo aquel boxeador que quisiera sublimizar la estética, la inteligencia, el valor del movimiento de las piernas, la pulcritud para disparar golpes precisos y el coraje a través de la defensa.


Por cierto que Juanita -como quedó dicho- asistió a esta pelea tan especial y promocionada con la certeza que su esposo habría de enfrentar al más difícil de todos los rivales.

Tampoco ignoraba la bella Juanita que Mano de Piedra era la contrafigura de Sugar Ray; se trataba de un pegador sanguíneo, ofensivo, capaz de noquear con un solo golpe, insensible y de gran resistencia al castigo. Alguien a quien la historia comenzaba a reservarle un lugar de privilegio: estar en la nómina de los 10 mejores boxeadores de todos los tiempos.

Sugar Ray Leonard (REUTERS/Steve Marcus)
Sugar Ray Leonard (REUTERS/Steve Marcus)

Tampoco fue fácil conciliar a las partes para realizar la pelea. Y aquellas negociaciones que se llevaban a cabo sin la facilidad tecnológica de hoy, obligaba a la gestión presencial. Es así que cuando la Víbora y Frankenstein (Bob Arum y Don King, según ellos mismos se denominaban el uno al otro) se encontraron en el aeropuerto Kennedy para viajar a Panamá, casi no se hablaban. Pero como el vuelo de Braniff (compañía norteamericana que tenía todas las rutas aéreas latinoamericanas y a pesar de ello quebró en 1982) se demoró ocho horas y los dos iban a Panamá con el mismo objetivo, prefirieron ganar tiempo y conversar. Se sentaron, tomaron café y pusieron las cartas sobre la mesa: un millón de dólares para Durán o el 20% de la recaudación total propuso Bob Arum. Para Don King era insuficiente pues en este caso él era quien cuidaba los intereses del millonario panameño Carlos Eleta. Se trataba de un poderoso hombre de negocios con múltiples empresas importadores y offshore en Panamá que había ayudado mucho a Mano de Piedra en sus comienzos transformándose en su “mecenas”.

Por esta razón Duran le confió las tratativas como si fuera su manager. Y el multimillonario Eleta a su vez, le encomendó a Don King que lo representara en los Estados Unidos, sobre todo teniendo en cuenta que el empresario de Leonard era nada menos que Bob Arum, su eterno competidor.


Fue en esa charla en el Kennedy donde Don King le adelantó a Arum que él ya le había ofrecido un millón y medio de dólares a Eleta para contratar a Durán. Una cifra inédita para esa categoría pues a ese volumen solo habían llegado Muhammad Ali, Joe Frazier y George Foreman. Jamás se sabrá si esto fue verdad pero Arum, en representación de Leonard, bajó del avión y se mantuvo en su millón de dólares previsto.

En tales circunstancias y viendo que Eleta estaba firme y Don King lo respaldaba, Arum llegó finalmente al millón y medio de bolsa para Durán; la pelea de la década ya estaba en marcha. Y el marketing también: chico bueno (Leonard) contra chico malo (Durán); (hombre fino –Leonard- contra hombre ordinario -Durán-), (indio latinoamericano –Durán- contra potencial ejecutivo de Wall Street –Leonard-) y todas las asimetrías que amparaba su slogan: “The super figth” (La súper pelea).


-¿Y por qué en Montreal?-, fue lo primero que le pregunté a Bob Arum en su suite 1714 del Hyatt Regency Hotel.

- “Pusimos la pelea en venta a diferentes plazas y sólo dos se animaron a pagar un fijo de 3.500.000 de dólares. Las Vegas –Caesar´s Palace– y el gobierno de Quebec a través del Comité Olímpico de Montreal, donde se consagró Sugar Ray. Yo preferí que fuera aquí porque en Las Vegas no había garantía para la designación de jueces neutrales”, fue su respuesta.


Recuerdo muy bien todo cuanto pensé, dije y escribí: “un ídolo norteamericano contra un ídolo panameño”. Y esto obligó a algunas reflexiones: Leonard subió al cuadrilátero preocupado por la corona que exponía y la agresividad combativa de su rival. Detrás de él estaba el compromiso deportivo. Durán, en cambio, conmocionó a un país, lo puso de pie, le hizo vivir momentos de excitación y orgullo que aún hoy se recuerdan.

Roberto Mano de piedra Duran (Shutterstock)
Roberto Mano de piedra Duran (Shutterstock)

Puedo evocar algunos ejemplos. Mientras él se entrenaba en el hotel Meridien de Montreal, en Panamá se vivían casos como estos: las recepcionistas de todas las empresas estatales y de muchas privadas atendían el teléfono diciendo antes que nada, a la manera de saludo inicial, de un hola: “…Roberto Durán campeón, buenos días, ¿qué se le ofrece? “; la cadena radial RPC llevó a cabo una campaña para juntar los mensajes de salutación y René Rizella, uno de los enviados especiales de ese medio, llegó a leerle en menos de una semana 5.423 telegramas, era el medio para enviar mensajes de un país a otro de forma rápida y segura. Además le leían diariamente párrafos de más de 5.000 cartas llegadas desde Panamá. Hay más: el Gobierno destinó tres hombres de su Guardia Nacional (sin armas) para que lo protegieran en calidad de guardaespaldas y evitar así que alguien se acerque o toque a Durán.


A tales particularidades del significante Mano de Piedra de cara a la disputa de un título mundial, habría que sumarle la marcada presencia de 800 connacionales llegados en cinco chárters especiales (el 90% a crédito con facilidades bancarias, pues el viaje les costó un promedio de 1.000 dólares a cada uno) que se sumaron a otros 300 panameños llegados desde Nueva York y otras ciudades de los Estados Unidos.

Toda esta presión –que se hacía cada vez más ostensible por el ruido, los cantos en el hotel a la hora del descanso, las banderitas de Panamá por las calles y los medios de transportes-, caía sobre las espaldas de un boxeador que si ganaba (como ocurrió) habría de convertirse en el personaje más importante de la vida panameña, situación que hubiese estresado fuertemente a la mayoría de los deportistas de la elite individual. Para Durán, en cambio, pareció que las esperanzas de todo un país hubiesen obrado como el más fuerte de los estímulos.

Daba la impresión antes que la pelea comenzara de que uno tenía razones más poderosas que el otro para ganar.

Ray Arcel, segundo principal de Durán y dos décadas atrás maestro del maestro Ángelo Dundee, me confesó que Mano de Piedra –que pesó 65,530 kg– no lucía con semejante estado desde que le quitó el título de los livianos al escocés Ken Buchanan cuatro años antes en el Madison de Nueva York.

Durán en los camarines, parecía un león enjaulado y en cautiverio; Leonard en cambio un violinista esperando en quietud el momento de ser llamado a escena.

Fue por ello que también las actitudes frente a semejante compromiso resultaban visualmente opuestas; algo así como que Durán estaba concentrado y suelto sin que le pesaran las presiones externas mientras que Leonard se mostraba extraño, por momentos ausente del combate.

Los primeros cuatro rounds marcaron el tiempo de Durán en apogeo. Hizo sentir su presencia de hombre inclaudicable con ferocidad para atacar e indiscutible experiencia para sorprender. El estadio Olímpico dividía la imagen entre los que vibraban de pie y que los esperaban confiados la reacción del campeón. Y entre ellos, Juanita junto a las hermanas de Sugar Ray pero con un rostro premonitoriamente angustiado.

A Leonard le costaron esas cuatro vueltas para asimilarse al nuevo esquema del combate. Recién desde el quinto aceptaría tener a Durán de frente y cerca, limitando su espectro de descargas con los ganchos al cuerpo veloces y precisos. Pero sin la pretensión de noquear a cambio de disminuir los riesgos al mínimo posible.

Todo pudo haberlo cambiado una ráfaga, un flash, un derechazo violento e imperfecto de Durán que conmovió a Leonard después de esquivar con maestría una izquierda recta. Al recibir ese golpe se produjo un tumulto y creció un murmullo; vio gente desplazándose hacia el sector Sur del estadio. Sugar Ray tras salir del asedio siguió mirando al público; exactamente donde un grupo de gente asistía a alguien. Era el sitio donde se hallaba su mujer a quien había estado saludando con su puño derecho después de cada asalto.

Recuerdo cómo su mirada se focalizaba hacia el epicentro del tumulto mientras como ausente giraba alrededor de un ofensivo Durán esperando que termine el 8° round. Los esfuerzos de su director técnico Angelo Dundee por querer meterlo de nuevo en la pelea resultaron infructuosos pues Leonard estiró su cuello para ver desde lo alto del cuadrilátero como sus hermanas se llevaban a Juanita, su mujer, hacia la enfermería luego de haberse desvanecido en el asiento 65 de la quinta fila.

Sugar Ray recién pudo reconcentrarse en el combate tres asaltos después, en el 11°, el mejor round del pleito. Fue luego de esa vuelta cuando alcanzó la apoteosis de su ponderado arte, una vez que le avisaron que Juanita estaba recuperada. Y aunque sacó leves ventajas en las cuatro vueltas finales, los jueces fallaron con el corazón y se la dieron por perdida en uno de los fallos más controversiales de la década: Raymond Baldeyrou (Francia) 146-144; Harry Gibbs (Inglaterra) 145-144 y Ángelo Poletti (Italia) 148-147, todos favorables a Durán. Mi tarjeta que fue la de El Gráfico arribó a un empate con 145 puntos para cada uno.

La celebración de Mano de Piedra y su equipo (Archivo Maximiliano Roldán)
La celebración de Mano de Piedra y su equipo (Archivo Maximiliano Roldán)

La vida continuó hasta convertir a cada uno de ellos en símbolos de una época brillante e inigualable del boxeo mundial. Los dos fueron múltiples campeones; ambos pelearon hasta el último dolor sin que la gloria envejeciera.

Lo que parece envejecer es el amor pues aquella musa desmayada en su butaca, Juanita, a quien también parecían dolerle los golpes de Mano de Piedra, se divorció de Sugar Ray en 1990.

Lo único eterno son los sublimes momentos durante los cuales el amor impulsa a seguir peleando…

*Archivo: Maximiliano Roldán

 

Tyson volvió para ganar dinero y Maravilla invierte dinero para volver

El argentino ganó su segunda pelea desde que decidió volver al boxeo profesional y allanó su camino para combatir por el título mundial contra Murata​


Por Cherquis Bialo
20 de Diciembre de 2020
Especial para Infobae


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La celebración de Maravilla Martínez tras su segunda victoria luego de retornar al boxeo profesional

Lo emocionante de Maravilla no fue ni su actuación ni su predecible triunfo; fue y es recuperar la gloria perdida.

El combate ante el finlandés Jussi Koivula quedará reducido a un registro estadístico, a una anécdota irrelevante o al cumplimiento de un obligatorio paso hacia el verdadero objetivo que es volver a pelear el año que viene por el campeonato del mundo.




Su caso se asimila al de George Foreman y se diferencia ampliamente del ofrecido por Mike Tyson. Es que después de perder su corona contra Muhammad Alí en el Congo cuando tenía 25 años, Big George se retiró en el 77′, volvió 10 años después y tras realizar otras 33 peleas contra los mejores contra quienes perdió y ganó –Holyfield, Ellis, Frazier, Jimmy Young, entre tantos–, recuperó la corona al vencer a Michael Moorer en el 94′ con 45 años. Más estoico aún: debió pedir un recurso de amparo a la Justicia para que lo dejaran combatir pues el estado de Nevada le negó el permiso y Foreman subió al ring del MGM de Las Vegas gracias a una orden del juez .



¿Qué fue lo que impulsó a Foreman a semejante hazaña?: la fe. Tal como me lo confesara alguna vez en una charla inolvidable: “Quise dejar de ser un hombre malo y ser un hombre bueno; tenía que dejar de ser un pandillero, un agresivo, un soberbio que se llevaba el mundo por delante para pasar a ser alguien digno de habitar este mundo”. Y para lograrlo se convirtió en un reverendo de la Iglesia del Señor Jesucristo en Houston, Texas.

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Big George Foreman en 1995 durante una de sus peleas: tenía 46y años por entonces (Foto: Reuters)

Fue desde la fe que Foreman logró recuperar aquel título perdido contra Alí y el intento por volver a alcanzar el éxtasis le exigió sobreponerse a obstáculos y derrotas. No era el dinero aquello que lo impulsaba pues George ya era un exitoso empresario que ganaba más de un millón de dólares por año distribuyendo carnes.

Maravilla ha emprendido un objetivo similar con diferencia de matices pero con similar vocación y romanticismo. Tanto la pelea contra José Miguel Fandiño a quien noqueó en 7 plácidos asaltos (22 de agosto de 2020) o como la de ayer de sencilla resolución contra el incómodo finlandés Jussi Koivula de 36 años –6 derrotas en sus últimas 10 peleas– fueron emprendimientos personales. Martínez invirtió no menos de 100.000 euros para pagar el alquiler del estadio, las bolsas de todos los púgiles de la cartelera, los oficiales de los combates, sean éstos referís, jurados, médicos, operativos de emergencia sanitaria, seguridad, controles, etc. con sus respectivos tickets y viáticos.


Tal cómo puede advertirse, a Sergio lo impulsa el propósito de volver a pelear por la corona mundial, la misma que resignara sin estoicismo ante Miguel Cotto el 7 de junio de 2014 en el MSG por abandono en el 10° asalto. Y para alcanzar semejante oportunidad a los 45 años ha hecho todo: bajar de peso, entrenarse intensamente, generar sus combates preparatorios, invertir su propio dinero, auto gestionar su chance con la Asociación Mundial de Boxeo y profundizar los contactos con el promotor Bob Arum por ser éste quien conduce la campaña del campeón mundial, el japonés Ryota Murata. Resulta fácil colegir que está realizando un enorme esfuerzo en la búsqueda de una gloria perdida con el respaldo de Gilberto Mendoza (presidente de la AMB) y del CEO de la Top Rank

Se trata de un caso distinto al de Mike Tyson quien volvió a subirse a un ring a los 54 años con el único fin de ganar dinero. Aquella parodia consumada hace tres semanas con Ray Jones (51 años) resultó un negocio brillante para las plataformas Triller y FITE pues el inédito evento lo compraron 1.600.000 personas a razón de 50 dólares cada uno, lo que generó un volumen recaudatorio de 80 millones de dólares.

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El regreso de Tyson generó ingresos millonarios (Foto: Reuters)

No fueron ni estéticas ni atléticas las imágenes de los veteranísimos boxeadores quienes pactaron ocho asaltos de dos minutos sin cabezal ni fallo, aunque hubo tres jurados internacionales ridículos y ociosos que se expresaron mediáticamente. Tampoco se vieron sobre el ring agresiones desmedidas aunque Tyson no se apartó de su naturaleza ofensiva y egocéntrica…

Pero la calva, las arrugas, la respiración acelerada, los movimientos forzados y el lento transitar sobre el tapiz nos devolvieron a cada instante la imagen de lo que fue y ya no será transformando en vana la inexorabilidad del espejo.. Todo parecía fatalmente absurdo, hasta los tatuajes de Mike en un rostro al cual el abuelazgo le quitó severidad.


Obviamente no es el caso de Maravilla quien dio imagen de atleta entero. Se predispuso a mostrar variantes de ataque, alternativas estratégicas por cambiar los focos de descargas, no dejó de transitar el ring con pasos dinámicos… Y aunque sus movimientos ya no resulten tan armoniosos y veloces como lo eran antes, sigue habiendo en ellos fragancia de clase…

Lo de Maravilla como lo de Foreman son actos de nobleza; tienen la oculta intención de reencontrarse con ellos mismos y el principio deportivo moviliza el esfuerzo. Pudo apreciarse que en interior de ambos dominaban fuertes dosis de empirismo, vocación, orgullo y la aceptable dosis de egocentrismo.


Lo de Tyson marchó por la vereda opuesta, nada de lo que declaró previamente resultó cierto pues ningún centavo de lo recaudado fue destinado a obras de caridad, se olvidó de los familiares de las victimas del Covid a las que había invocado y puso en marcha otra idea generadora de recursos como el “boxeo de las leyendas”, otra locura. Además pidió y logró que le permitieran fumar marihuana –de hecho, lo hizo confesamente– y aceptó compartir la cartelera con el youtuber Jake Paul quien junto a su hermano Logan tienen 32 millones de seguidores en sus cuentas de Instagram.

Todo fue tan extraño durante esa velada que Floyd Mayweather, rápido para hacer negocios, pidió un estudio con el fin de saber quién atrajo más entre los compradores del PPV Y al conocer los resultados de la consulta tomó inmediato contacto con Jake Paul, el youtuber que había noqueado al jugador de la NBA, Nate Robinson en el 1° asalto aquella bizarra noche.


Fue así que a través de un tuit posterior Floyd desafió a los Paul instalando universalmente el tema y surgió de inmediato un enfrentamiento exhibición entre Mayweather y Logan –el mellizo de Jake– que fue programado para el 20 de febrero de 2021. Puede leerse pues que el youtuber Jake Paul atrajo más compradores de PPV que Mike Tyson. Y su hermano mellizo Logan que será el próximo partenaire de Floyd tiene una sola pelea realizada; fue el 9 de noviembre de 2019 y perdió en decisión dividida contra William Olajide, quien proveniente de la UFC con el seudónimo KSI, también debutaba esa noche en el Staples Center de Los Ángeles. Todo resulta fantasioso. Por eso lo de Maravilla es emocionante: invierte su dinero y su imagen para reivindicar el pasado…

Por cierto que ya están a la venta los PPV para el tremendo dislate de la exhibición Mayweather-Logan Paul... El primer millón de personas que lo compre pagará 24.99 dólares; a partir del millón quien lo adquiera pagará 39.99 hasta llegar a los dos millones de personas. El precio subirá a 59.99 pero hasta el 29 de diciembre; luego de esa fecha y hasta el 11 de Febrero de 2021 habrá que pagar 69.99 dólares. O sea que la empresa Fanmio –la vendedora– se tiene una enorme fe en lograr más de 3 millones de compradores para tan impresentable show que en algún sentido ofende a la historia del boxeo.

Y para afirmar tal concepto, veamos qué pasó con la última gran pelea, la que realizaron Errol Spence Jr. y Danny García. La misma se realizó hace 15 días (5-12-20) en el AT&T de Arlington, Texas. Fue un combate vibrante y Spence retuvo sus coronas en fallo unánime. Esa pelea la compraron 250.000 personas a razón de 68 dólares per cápita lo que permitió recaudar 17 millones de dólares. Y podría decirse que dadas las actuales circunstancias vender a 250,000 adherentes el pay per view debería ser considerado como un muy buen mercado temporal. Tal vez la pelea entre Canelo Alvarez y Callum Smith celebrada anoche podría superar los 250.000 adquirentes: lo sabremos en los próximos días cuando se den a conocer los numeros, pero el universo del boxeo internacional oscilará siempre alrededor de esa cifra.

El mundo de Tyson, quien obviamente despertó el nostálgico interés por volverlo a ver no es el de Maravilla.

Tampoco lo es el de los mellizos Paul de 25 años, a quienes sus seguidores de YouTube veneran y admiran por las extrañas cosas que proponen a través de las redes sociales, especialmente en Instagram, aunque de boxeo, cero…

El argentino liquidó su pelea contra el finlandés Koivula en el octavo asalto. Lo castigó y lo envió al rincón con una profunda herida en el párpado de su ojo izquierdo. Su rival salió a batallar en el noveno, pero duró unos pocos segundos hasta que el juez paró la pelea y decretó el triunfo de Martínez, que acumuló el 53 triunfo oficial de su trayectoria (29 por KO).







El triunfo de Maravilla Martinez ante Jussi Koivula


No es posible afirmar que los distinguidos destellos de Maravilla mostrados ante Jussi Koivula alcancen para recuperar la gloria perdida. Pero si le tocare la bendecida hora de poder intentarlo nuevamente, una fuerza sin palabras partirá desde la boca de su contraído estomago impulsándolo hacia el bello espacio donde las utopías floran.

Será a partir de marzo del 21′ y será en Japón contra Murata.

Será frente a un hombre 13 años menor con la piel sin huellas y el cinturón de campeón adherido al cuerpo.

No habrá locura por comprar el Pay Per View, ni youtubers en la cartelera, ni tuits desafiantes, ni millones de dólares en danza; tampoco habrá que padecer la huequedad de insoportables declaraciones marketineras.

La ilusión no razona, el protagonismo no tiene lógica y ser digno de la felicidad requiere de una incesante lucha.

Tal como lo hiciera el sábado en Torrelavega al final de la pelea, imaginando los aplausos que no fueron por la vaciedad del escenario, una amplia sonrisa solitaria lo acompañará en su sueño… Para Sergio Maravilla Martínez recuperar la gloria es justificar la vida.

Aún las utopías floran…


 

Tyson volvió para ganar dinero y Maravilla invierte dinero para volver

El argentino ganó su segunda pelea desde que decidió volver al boxeo profesional y allanó su camino para combatir por el título mundial contra Murata​


Por Cherquis Bialo
20 de Diciembre de 2020
Especial para Infobae


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La celebración de Maravilla Martínez tras su segunda victoria luego de retornar al boxeo profesional

Lo emocionante de Maravilla no fue ni su actuación ni su predecible triunfo; fue y es recuperar la gloria perdida.

El combate ante el finlandés Jussi Koivula quedará reducido a un registro estadístico, a una anécdota irrelevante o al cumplimiento de un obligatorio paso hacia el verdadero objetivo que es volver a pelear el año que viene por el campeonato del mundo.




Su caso se asimila al de George Foreman y se diferencia ampliamente del ofrecido por Mike Tyson. Es que después de perder su corona contra Muhammad Alí en el Congo cuando tenía 25 años, Big George se retiró en el 77′, volvió 10 años después y tras realizar otras 33 peleas contra los mejores contra quienes perdió y ganó –Holyfield, Ellis, Frazier, Jimmy Young, entre tantos–, recuperó la corona al vencer a Michael Moorer en el 94′ con 45 años. Más estoico aún: debió pedir un recurso de amparo a la Justicia para que lo dejaran combatir pues el estado de Nevada le negó el permiso y Foreman subió al ring del MGM de Las Vegas gracias a una orden del juez .



¿Qué fue lo que impulsó a Foreman a semejante hazaña?: la fe. Tal como me lo confesara alguna vez en una charla inolvidable: “Quise dejar de ser un hombre malo y ser un hombre bueno; tenía que dejar de ser un pandillero, un agresivo, un soberbio que se llevaba el mundo por delante para pasar a ser alguien digno de habitar este mundo”. Y para lograrlo se convirtió en un reverendo de la Iglesia del Señor Jesucristo en Houston, Texas.

F3CQCOPTENEJNAF6UIR6KCXLJU.jpg
Big George Foreman en 1995 durante una de sus peleas: tenía 46y años por entonces (Foto: Reuters)

Fue desde la fe que Foreman logró recuperar aquel título perdido contra Alí y el intento por volver a alcanzar el éxtasis le exigió sobreponerse a obstáculos y derrotas. No era el dinero aquello que lo impulsaba pues George ya era un exitoso empresario que ganaba más de un millón de dólares por año distribuyendo carnes.

Maravilla ha emprendido un objetivo similar con diferencia de matices pero con similar vocación y romanticismo. Tanto la pelea contra José Miguel Fandiño a quien noqueó en 7 plácidos asaltos (22 de agosto de 2020) o como la de ayer de sencilla resolución contra el incómodo finlandés Jussi Koivula de 36 años –6 derrotas en sus últimas 10 peleas– fueron emprendimientos personales. Martínez invirtió no menos de 100.000 euros para pagar el alquiler del estadio, las bolsas de todos los púgiles de la cartelera, los oficiales de los combates, sean éstos referís, jurados, médicos, operativos de emergencia sanitaria, seguridad, controles, etc. con sus respectivos tickets y viáticos.


Tal cómo puede advertirse, a Sergio lo impulsa el propósito de volver a pelear por la corona mundial, la misma que resignara sin estoicismo ante Miguel Cotto el 7 de junio de 2014 en el MSG por abandono en el 10° asalto. Y para alcanzar semejante oportunidad a los 45 años ha hecho todo: bajar de peso, entrenarse intensamente, generar sus combates preparatorios, invertir su propio dinero, auto gestionar su chance con la Asociación Mundial de Boxeo y profundizar los contactos con el promotor Bob Arum por ser éste quien conduce la campaña del campeón mundial, el japonés Ryota Murata. Resulta fácil colegir que está realizando un enorme esfuerzo en la búsqueda de una gloria perdida con el respaldo de Gilberto Mendoza (presidente de la AMB) y del CEO de la Top Rank

Se trata de un caso distinto al de Mike Tyson quien volvió a subirse a un ring a los 54 años con el único fin de ganar dinero. Aquella parodia consumada hace tres semanas con Ray Jones (51 años) resultó un negocio brillante para las plataformas Triller y FITE pues el inédito evento lo compraron 1.600.000 personas a razón de 50 dólares cada uno, lo que generó un volumen recaudatorio de 80 millones de dólares.

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El regreso de Tyson generó ingresos millonarios (Foto: Reuters)

No fueron ni estéticas ni atléticas las imágenes de los veteranísimos boxeadores quienes pactaron ocho asaltos de dos minutos sin cabezal ni fallo, aunque hubo tres jurados internacionales ridículos y ociosos que se expresaron mediáticamente. Tampoco se vieron sobre el ring agresiones desmedidas aunque Tyson no se apartó de su naturaleza ofensiva y egocéntrica…

Pero la calva, las arrugas, la respiración acelerada, los movimientos forzados y el lento transitar sobre el tapiz nos devolvieron a cada instante la imagen de lo que fue y ya no será transformando en vana la inexorabilidad del espejo.. Todo parecía fatalmente absurdo, hasta los tatuajes de Mike en un rostro al cual el abuelazgo le quitó severidad.


Obviamente no es el caso de Maravilla quien dio imagen de atleta entero. Se predispuso a mostrar variantes de ataque, alternativas estratégicas por cambiar los focos de descargas, no dejó de transitar el ring con pasos dinámicos… Y aunque sus movimientos ya no resulten tan armoniosos y veloces como lo eran antes, sigue habiendo en ellos fragancia de clase…

Lo de Maravilla como lo de Foreman son actos de nobleza; tienen la oculta intención de reencontrarse con ellos mismos y el principio deportivo moviliza el esfuerzo. Pudo apreciarse que en interior de ambos dominaban fuertes dosis de empirismo, vocación, orgullo y la aceptable dosis de egocentrismo.


Lo de Tyson marchó por la vereda opuesta, nada de lo que declaró previamente resultó cierto pues ningún centavo de lo recaudado fue destinado a obras de caridad, se olvidó de los familiares de las victimas del Covid a las que había invocado y puso en marcha otra idea generadora de recursos como el “boxeo de las leyendas”, otra locura. Además pidió y logró que le permitieran fumar marihuana –de hecho, lo hizo confesamente– y aceptó compartir la cartelera con el youtuber Jake Paul quien junto a su hermano Logan tienen 32 millones de seguidores en sus cuentas de Instagram.

Todo fue tan extraño durante esa velada que Floyd Mayweather, rápido para hacer negocios, pidió un estudio con el fin de saber quién atrajo más entre los compradores del PPV Y al conocer los resultados de la consulta tomó inmediato contacto con Jake Paul, el youtuber que había noqueado al jugador de la NBA, Nate Robinson en el 1° asalto aquella bizarra noche.


Fue así que a través de un tuit posterior Floyd desafió a los Paul instalando universalmente el tema y surgió de inmediato un enfrentamiento exhibición entre Mayweather y Logan –el mellizo de Jake– que fue programado para el 20 de febrero de 2021. Puede leerse pues que el youtuber Jake Paul atrajo más compradores de PPV que Mike Tyson. Y su hermano mellizo Logan que será el próximo partenaire de Floyd tiene una sola pelea realizada; fue el 9 de noviembre de 2019 y perdió en decisión dividida contra William Olajide, quien proveniente de la UFC con el seudónimo KSI, también debutaba esa noche en el Staples Center de Los Ángeles. Todo resulta fantasioso. Por eso lo de Maravilla es emocionante: invierte su dinero y su imagen para reivindicar el pasado…

Por cierto que ya están a la venta los PPV para el tremendo dislate de la exhibición Mayweather-Logan Paul... El primer millón de personas que lo compre pagará 24.99 dólares; a partir del millón quien lo adquiera pagará 39.99 hasta llegar a los dos millones de personas. El precio subirá a 59.99 pero hasta el 29 de diciembre; luego de esa fecha y hasta el 11 de Febrero de 2021 habrá que pagar 69.99 dólares. O sea que la empresa Fanmio –la vendedora– se tiene una enorme fe en lograr más de 3 millones de compradores para tan impresentable show que en algún sentido ofende a la historia del boxeo.

Y para afirmar tal concepto, veamos qué pasó con la última gran pelea, la que realizaron Errol Spence Jr. y Danny García. La misma se realizó hace 15 días (5-12-20) en el AT&T de Arlington, Texas. Fue un combate vibrante y Spence retuvo sus coronas en fallo unánime. Esa pelea la compraron 250.000 personas a razón de 68 dólares per cápita lo que permitió recaudar 17 millones de dólares. Y podría decirse que dadas las actuales circunstancias vender a 250,000 adherentes el pay per view debería ser considerado como un muy buen mercado temporal. Tal vez la pelea entre Canelo Alvarez y Callum Smith celebrada anoche podría superar los 250.000 adquirentes: lo sabremos en los próximos días cuando se den a conocer los numeros, pero el universo del boxeo internacional oscilará siempre alrededor de esa cifra.

El mundo de Tyson, quien obviamente despertó el nostálgico interés por volverlo a ver no es el de Maravilla.

Tampoco lo es el de los mellizos Paul de 25 años, a quienes sus seguidores de YouTube veneran y admiran por las extrañas cosas que proponen a través de las redes sociales, especialmente en Instagram, aunque de boxeo, cero…

El argentino liquidó su pelea contra el finlandés Koivula en el octavo asalto. Lo castigó y lo envió al rincón con una profunda herida en el párpado de su ojo izquierdo. Su rival salió a batallar en el noveno, pero duró unos pocos segundos hasta que el juez paró la pelea y decretó el triunfo de Martínez, que acumuló el 53 triunfo oficial de su trayectoria (29 por KO).







El triunfo de Maravilla Martinez ante Jussi Koivula


No es posible afirmar que los distinguidos destellos de Maravilla mostrados ante Jussi Koivula alcancen para recuperar la gloria perdida. Pero si le tocare la bendecida hora de poder intentarlo nuevamente, una fuerza sin palabras partirá desde la boca de su contraído estomago impulsándolo hacia el bello espacio donde las utopías floran.

Será a partir de marzo del 21′ y será en Japón contra Murata.

Será frente a un hombre 13 años menor con la piel sin huellas y el cinturón de campeón adherido al cuerpo.

No habrá locura por comprar el Pay Per View, ni youtubers en la cartelera, ni tuits desafiantes, ni millones de dólares en danza; tampoco habrá que padecer la huequedad de insoportables declaraciones marketineras.

La ilusión no razona, el protagonismo no tiene lógica y ser digno de la felicidad requiere de una incesante lucha.

Tal como lo hiciera el sábado en Torrelavega al final de la pelea, imaginando los aplausos que no fueron por la vaciedad del escenario, una amplia sonrisa solitaria lo acompañará en su sueño… Para Sergio Maravilla Martínez recuperar la gloria es justificar la vida.

Aún las utopías floran…



TRISTE DESTINO EL DE ESTAS GENTES....QUE PENA!!!!.-
 

Brian Castaño, por demolición: el argentino se consagró campeón del mundo con un arrollador triunfo ante el brasileño Teixeira

El boxeador argentino tuvo una actuación brillante y derrotó por decisión unánime a Patrick Teixeira: le arrebató el título Superwelter de la Organización Mundial de Boxeo​

13 de Febrero de 2021



Brian Castaño otra vez es campeón del mundo: venció a Teixeira con una actuación brillante (Foto: Télam)
Brian Castaño otra vez es campeón del mundo: venció a Teixeira con una actuación brillante (Foto: Télam)

El boxeo argentino recuperó a su campeón del mundo más destacado y con una actuación estelar: Brian Castaño le arrebató la corona Superwelter de la Organización Mundial de Boxeo (OMB) al brasileño Patrick Teixeira con un triunfo unánime en las tarjetas en el Fantasy Springs Casino de Indio, California.


El pugilista argentino de 31 años había sido despojado del cinturón mundial de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en los escritorios tras una polémica decisión del organismo, luego de que Castaño dilatara el combate obligatorio contra Michel Soro. Tras una larga espera, y con su pelea ante Teixeira reprogramada por la pandemia, finalmente pudo subir a un cuadrilátero a ganar dentro lo que perdió fuera. El Boxi –que portó un short homenajeando a Diego Maradona– se lució, ganó y mantuvo su invicto.


El primer round dejó en claro la táctica de pelea de ambos lados: Teixeira buscando movilidad alrededor del cuadrilátero con la intención de mantener una pelea de larga distancia, apelando al largo de sus brazos. Mientras que Castaño persiguió cada oportunidad de acortar los centímetros para meterse por debajo de su rival y desde allí castigarlo. En ese batalla, el argentino pareció más certero.




El segundo asalto fue apasionante. Los dos intercambiaron golpes a lo largo de los tres minutos casi sin cesar. Siempre tratando de ampararse en sus estrategias de combate, el Boxi dejó la sensación de equilibrar la balanza para su lado: los cruces constantes de golpes le daban la chance de acortar las distancias de manera más sencilla.


El resultado más contundente del tercer asalto es la marca que Castaño le dejó a Teixera en la frente, producto de los cruces vibrantes que mantuvieron. Es cierto que no fueron tres minutos tan lucidos para el argentino como en el segundo, pero sí que ambos protagonistas dieron un espectáculo a la altura de lo que se esperaba para esta velada. El argentino fue voraz cuando pudo e intentó lastimar, pero no encontró una mano sólida.

Cuando el aspecto físico parecía empezar a irrumpir, especialmente en el Boxi, apareció una mano a poco del final del cuarto asalto que dejó la sensación que Teixeira la sintió. Sin embargo, el brasileño se movió a lo largo de este apartado con astucia para evitar cada lluvia de golpes de su contrincante cada vez que pudo.


Teixeira encontró finalmente su distancia ideal en el quinto asalto, amparándose en un Castaño sin tanto empuje físico para arrinconarlo como en los cuatro anteriores. Dos manos interesantes al rostro del argentino en los primeros segundos marcaron lo que vendría: el brasileño utilizando la distancia de sus brazos para intentar filtrarse por el centro de los guantes.

La distancia fue tan larga en el inicio del sexto que ni siquiera el campeón defensor se sentía cómodo con lo ocurrido. Castaño, otra vez, pareció encajar una mano que padeció Teixeira, pero le faltó continuidad para poder certificar si su rival sufrió el golpe o solo fue una cuestión pasajera.


Las preocupaciones llegaron al rincón del dueño del título tras el séptimo asalto, con una pelea que en las tarjetas ya parecía favorecer al argentino. El octavo fue el más preocupante al menos en las señales que dio desde lo corporal el brasileño, que padeció un castigo continuo de su rival y por momentos parecía tener complicaciones. “Tira por tirar”, se le escuchó decir a Brian antes del 9°, entendiendo cómo se encaminaba el combate.

Y el 9° fue una delicia pugilista de Castaño: mostró estilo para esquivar los embates de su rival y estética para salir de las cuerdas, pero también castigó sin cesar el rostro de un Teixeira que parecía cada vez más desconcertado ante lo que había planificado.


Sabiéndose ganador en las tarjetas de manera holgada, Castaño insistió yendo al frente en los rounds de campeonato. Arriesgó a encontrarse una mano perdida de Teixeira que pudiera sacarle todo lo construido hasta allí. Priorizó el espectáculo, entendiendo que para estar en las grandes carteleras de Estados Unidos también necesita de este tipo de acciones. Enfrente, un rival notablemente ya abatido pero con una fuerza de voluntad envidiable para sostenerse de pie a pesar del castigo sufrido a lo largo de toda la velada.

Rozó el nocaut en el 12°. Lo tuvo ahí. Su rival deambuló casi de espaldas, a punto de caer, pero le faltó la última mano al argentino para llevarse lo que hubiese sido un merecido premio al combate que hizo. Su arrolladora presentación bien pudo quedar en su registro como un KO, pero el brasileño soportó como pudo hasta que la campana lo sacó del martirio.


Finalmente, las tarjetas fueron las que lo decretaron campeón del mundo nuevamente, tras ser despojado de su corona de manera injusta hace dos años. 120-108, 119-109 y 117-111 vieron los jueces para transformarlo en el propietario del cinturón y ¿próximo contrincante de Jermell Charlo? Algunos periodistas especializados ya empezaron a conjeturar con esa pelea para mediados de este año. El gemelo Charlo es, actualmente, campeón de AMB, el CMB y la FIB de la divisional.

Brian Castaño en la previa de la presentación ante Teixeira (Foto: GoldenBoyBoxing)
Brian Castaño en la previa de la presentación ante Teixeira (Foto: GoldenBoyBoxing)

Brian había conquistado el cinturón mundialista de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) a finales de 2016 cuando superó a Emmanuel de Jesus en Argentina. Logró defender en tres ocasiones su condición de campeón: venció a los franceses Michel Soro y Cedric Vitu, y luego empató en las tarjetas contra el cubano Erislandy Lara, pero meses después fue despojado del cetro.


Con este triunfo, el Boxi acumula ahora 17 triunfos (12 KO) y 1 empate en su carrera rentada. El logro es doble si se tiene en cuenta que la pelea iba a celebrarse en abril del 2020, pero fue postergada por la pandemia y el de Isidro Casanova subió al cuadrilátero con más de un año de inactividad: su última vez había sido el 2 de noviembre del 2019 con un triunfo por nocaut ante el nigeriano Wale Omotoso en la ciudad de Oxon Hill, Maryland, Estados Unidos.

El brasileño Teixeira, a sus 30 años, firmó su segunda derrota a las estadísticas (la anterior había sido en 2016 ante Curtis Stevens), pero ostenta 31 victorias (22 por KO).

Cabe recordar que el enfrentamiento fue el combate de semifondo de la cartelera principal que encabezaron Joseph Díaz y Shavkatdzhon Rakhimov, quienes disputaron la corona Superpluma de la FIB.

Estadio: Fantasy Springs Casino, de Indio, California

 

Crónica de la pelea más dramática de la historia: Sugar Ray Leonard vs. Tommy Hearns

Hasta el 12° asalto ganaba Hearns. Pero en las últimas tres vueltas -las peleas eran a 15- Leonard dio una demostración de técnica, velocidad y precisión que obligaron al árbitro a decretar el K.O en el último minuto del último round. Fue un combate épico, inolvidable, jamás igualado a pesar de los 40 años transcurridos​


Por Cherquis Bialo
14 de Febrero de 2021
Especial para Infobae


Todas las miradas en el Caesar's Palace de Las Vegas concentradas en el metro cuadrado donde Leonard y Hearns no se daban respiro.
Todas las miradas en el Caesar's Palace de Las Vegas concentradas en el metro cuadrado donde Leonard y Hearns no se daban respiro.

Los dos agonizaron, pero sólo uno alcanzó el éxtasis. Para sobreponerse al apocalipsis, hombre y boxeador fortalecieron sus células hasta convertirlas en una lámina indestructible. Sugar Ray Leonard, desde entonces y para siempre, quedó en el registro de los grandes sin tiempo. Recordaré siempre una imagen conmovedora; fue cuando al final de todo tomó con los guantes su corazón y lo dejó en el centro del ring para danzar a su alrededor desnudando su esencia, cual escudo de su talento, como una bandera de su sabiduría.

Muy pocas veces una pelea ofreció semejantes emociones. Los dos estuvieron sentidos, los dos estuvieron a punto de ganar por nocaut, los dos actuaron bajo la presión extenuante del gasto físico, los dos apelaron a variantes tácticas para recomenzar la búsqueda de objetivos, los dos sufrieron la conmoción, los dos creyeron estar perdidos, los dos se vieron ganadores, los dos mantuvieron en tensión a trescientos millones de almas. . . Y por último, los dos ofrecieron la pelea más dramática y vibrante de la historia. Nadie le pegó tanto a Sugar Ray. Nadie le pegó tanto a Thomas Hearns. No fueron golpes instintivos. Tampoco surgieron de la fatiga o el azar. En la milésima de segundo que demora un puño en estrellarse contra un blanco, hubo un fundamento técnico. Podría decirse que ambos movieron sus manos con la sensibilidad de los ajedrecistas al desplazar sus piezas. Todo lo hicieron a gran ritmo bajo 40 grados –5 más que el índice de temperatura exterior-, ante 24.162 personas excitadas, tensas y alteradas, bajo el sofisticado cielo del Caesar’s Palace de Las Vegas.


Bud Schulberg, periodista y escritor, autor de “Nido de Ratas”, la película que lanzó al estrellato a Marlon Brando volvió a la crónica pugilistica “porque Leonard me inspira”, nos dijo. Y su columna en el “New York Post” fue un deleite literario. Calificó a Sugar Ray de artista plástico y a la pelea de “obra de arte”. Nuestro título en El Gráfico (Edición 3233 del 22-9-81) fue “Leonard, grande entre los grandes”, y hoy nos ayuda a refrescar inalterables conceptos.


Por ejemplo escribimos que en tal batalla de estrategias hubo un tiempo favorable a Hearns; fue cuando se subordinó al plan de Emanuel Steward, su maestro y manager. El de Leonard, en cambio, obedeció a su propio criterio. Por eso entre las diferencias que fuimos marcando y hoy – 40 años después- recordamos fielmente es que Leonard siempre fue más dúctil que Hearns. Hay algo más osado aún que puedo afirmar mirando hacia atrás: Leonard era más guapo que Hearns y que otros grandes de la época. Esta opinión no se emparenta solo con el coraje; antes bien tiene que ver con la condición mental de un campeón. Cuando digo que fue más guapo quiero decir que sabía sobreponerse a la adversidad y colocar al hombre por encima de los esquemas descartando cualquier teoría sustentada en la lógica.

El plano dominante de Hearns tuvo dos períodos. El primero se extendió entre el primero y el 5° round. El segundo abarcó el 11° y 12° asaltos. En su primer dominio Hearns hizo prevalecer sus 7 centímetros de diferencia (1.85 contra 1.78). Adelantó su jab de izquierda, se proyectó armoniosamente al ataque y estuvo esperando, cual felino al acecho, poder colocar su mortífera derecha en profundidad. Leonard le bailó todo el tiempo. No eligió un perfil para lograr su salida; por el contrario le giró a ambos laterales provocándole un problema insoluble. Sin embargo Leonard podía sentir el aliento de Hearns cuando éste se le ponía de frente. Al término del 2° round –que ganó Hearns– flotaba una clara sensación de desigualdad. No sólo se advertía que Tommy parecía dos categorías más grande, sino que el destino del combate sería alcanzado por el desgaste físico que provoca un hombre corriendo a otro. Alguna vez uno tendría que cansarse primero, pero hasta ese momento cada secuencia se tornaría reiterativa y consecuentemente aburrida. Leonard habría de encontrar la primera variante. En el 3° asalto pasó de defensa a ataque a partir de un gancho de derecha colado entre los guantes de Hearns. El público se puso de pie. Pareció que Hearns cambiaba el color de su piel, tornándose más claro, más pálido. Dos cosas quedaban claras: Leonard sabía que podía llegar a la cara de la “jirafa” y Hearns tomaba conciencia de su vulnerabilidad.

Muchos años después de la pelea más conmocionante, Tommy Hearns y Sugar Ray Leonard bromean cuando se cruzan en alguna pelea de Las Vegas.
Muchos años después de la pelea más conmocionante, Tommy Hearns y Sugar Ray Leonard bromean cuando se cruzan en alguna pelea de Las Vegas.

Por eso en el 4° round salió decidido a volcar su derecha con más frecuencia. Por dos veces esa mano llegó neta a la cara de Leonard, y la segunda, chocada sobre el ojo izquierdo, comenzaría a producir una congestión, transformada luego en hematoma.


Sobre el final del 5° asalto ganaba Hearns la pelea, pero había pasado el momento para conseguir la definición. Tres de sus derechas llegaron a fondo, sólo una conmocionó a Sugar Ray. El quinto asalto debió haber sido el más indicado. Se imponía una aceleración en el ritmo y un mayor caudal ofensivo. No pudo. O no supo. O no tuvo claridad resolutiva. La danza de Leonard y su armonía pendular – aún sentido – le permitieron al campeón pasar la crisis.

Fue así que tras esa 5° vuelta, llegó el momento de Sugar Ray. En su esquina Janks Morton y Ángelo Dundee le advirtieron que iba abajo en las tarjetas. En realidad, ninguno de ellos pretendía correr un riesgo mayor al mismo riesgo que la pelea encerraba. Con el ojo acentuadamente marcado, Sugar escupió el agua helada, pidió que le quitaran el hielo de la nuca, no dejó que le secaran el cuello y salió para el 6° round soportando los gritos en favor de su rival que mayoritariamente entonaba el público. Habría de producirse el primer colapso del combate. Un gancho de izquierda impulsado por el alma partió desde las costillas de Sugar Ray y se estrelló en la mandíbula de Hearns. Este cerró los ojos, millones de estrellas habrán confundido su visión y no supo hacia qué lado ir. Por fin, instintivamente, eligió tomarse de su rival, mientras Sugar Ray luchaba por desprenderse y seguir pegando. Todo el 6° y hasta el final del 7°, Sugar fue una máquina de atacar. La imagen flameante de Tommy marcaba la primera alternativa. Estaban uno a uno en estados críticos. Pero Leonard tenía más clase aún sentido. Hearns lucía vacilante y sus piernas, las más largas del boxeo, simulaban ser escobas cansinas manejadas a la deriva. Al ganar el 6° y 7°, la pelea volvía a emparejarse. Quedaban dos preguntas antes de entrar al 8° round:


1) ¿Quién se cansaría antes?

2) Antes de cansarse, ¿quién estaría más preciso para un último golpe?


Bajo la generosa transpiración de aquellos dos hombres, 50 millones de dólares danzaban al conjuro de un rótulo: el negocio profesional más grande de la historia que el boxeo había generado hasta entonces; transcurría el 16 de Septiembre de 1981.

Hearns, quien perdió ese 8° asalto, se tomó dos rounds completos para recuperarse. Por seis minutos se mantuvo fuera de los golpes de Leonard sin proponer nada positivo. Pero en el 11° y en el 12° volvió a ser el peleador terrible que había noqueado a 31 de sus 22 rivales anteriores. Soltó la izquierda para proyectarla en jab o directo; alistó la derecha para el gancho o el cross. Y además se lanzó otra vez al ataque, amenazante, furioso. La pasó muy mal Leonard en esas dos vueltas y especialmente sobre el final del 12° round. Se supo al día siguiente, a través del doctor Fredie Pacheco, que Sugar Ray había perdido el 75 por ciento de la visión de su ojo izquierdo pues siguió peleando con el desprendimiento de la retina. Otra vez la pelea se le daba vuelta. No sólo volviendo al desarrollo inicial, sino también en las tarjetas. Las ventajas que había logrado Leonard después de los rounds 7 y 8 se reducían a cero. Estaban iguales, y la tendencia se inclinaba por Hearns por más agresivo y fuerte.


Y este es un punto clave para entender la historia de este match pues con la reglamentación vigente que señala el round 12 como final absoluto de cualquier match de boxeo, el combate lo hubiese ganado Hearns quien marchaba al frente en las tarjetas oficiales y también en el consenso general de la prensa y del público.

Tanto fue así que al entrar al último segmento de los tres asaltos finales, Loise Hearns, la madre de Tommy, abandonó su asiento y se fue al rincón de su hijo. Desde allí incitó al público para que lo alentara en el esfuerzo final. Nadie lo advirtió pero sí a Emmanuel Steward, quien con sus dos brazos en alto despertó un grito desde los cuatro costados: “¡Tommy!, Tommy!”. El contraste ganaba el ámbito. La intrincada geografía del match mostraba una montaña (Hearns) y una meseta (Leonard).

Las páginas de la revista El Gráfico mostraron las personalidades que poblaron el ringside. Entre ellos, Diego Armando Maradona.
Las páginas de la revista El Gráfico mostraron las personalidades que poblaron el ringside. Entre ellos, Diego Armando Maradona.

Sin embargo, había de ocurrir lo inesperado: la meseta se volvió valle y de sus entrañas surgió un diamante. Ya no importaban ni las indicaciones de Ángelo Dundee, ni los gritos de Morton. Un campeón herido es mucho más que un boxeador fatigado. Es, en definitiva, un hombre sin opciones. Gloria o nada. Para encontrar la gloria hay que desnudar el alma. Leonard fue al todo o nada. Se jugó en tres cruces, llegó hasta el cuerpo de Hearns y ya con la piel contactada pegó hasta que sacó a su rival entre la primera y la segunda cuerda. Aquel 13° round será inolvidable. El referí, tan interesado como los tres jurados de la Comisión de Nevada en que ganara Hearns no le contó en la primera caída. Tanto es así que Hearns no pudo recuperarse y volvió a caer por segunda vez. Fue tan notable que esta vez el árbitro Dave Pearl no tuvo más remedio que contarle. Cuando llegó a los nueve segundos dudó sobre si continuar o no y la campana indicó el final del 13°. La paliza significó dos puntos de ventaja, más uno del round 12°. Sugar estaba ganando y faltaban dos vueltas. Juanita, la entonces esposa del campeón, lloraba. Su hijito, Sugar junior, en hombros de Ángel Smith, estiraba los brazos para tocar a su padre en el descanso del 13° para el 14°. El péndulo volvía a moverse, el estadio enloquecía, no quedaba voz para gritar, los adjetivos se habían agotado, todo el mundo comprendía que valía la pena sentir la ropa pegada al cuerpo. Hearns estiraba sus piernas en el banquillo relajando todo su cuerpo; Leonard movía eléctricamente su pie derecho esperando con ansiedad que le colocaran el protector bucal para seguir peleando.

Con las reglas actuales (a 12 rounds), Hearns se hubiera impuesto, pero en los últimos tres, Leonard sacó fuerzas de su orgullo y vapuleó al favorito del promotor, los jueces y el árbitro.


Con las reglas actuales (a 12 rounds), Hearns se hubiera impuesto, pero en los últimos tres, Leonard sacó fuerzas de su orgullo y vapuleó al favorito del promotor, los jueces y el árbitro.
El minuto y 42 segundos que duró lo que sería el último asalto fue la apoteosis del ataque. Leonard salió decidido a terminar. Desbordó la posibilidad vertical de Hearns y lo paseó desde el centro del ring hasta su cuerda más lejana. Así como en el round anterior sus descargas parecieron el producto de una cámara acelerada, ahora las imágenes configuraban el sí y el no, los lados de una moneda, la inequívoca sensación de un final cercano. Una izquierda en swing de Leonard tomó a Hearns contra las cuerdas cuando intentaba salir y el golpe pareció derretirlo. Con el puño derecho Leonard antes de asumir su última ofensiva, le decía al árbitro un no quitándole la chance de pararla. Pearl dejó seguir y cien golpes cayeron sobre la humanidad de Hearns. Finalmente, cuando ya todo estaba terminado, el referí dijo basta. Pienso ahora que esto fue lo mejor que pudo pasarle al boxeo. Los tres jurados tenían la pelea favorable a Hearns, un robo descarado que bien podía haber generado una tragedia en el Caesar’s. Veamos: Duane Ford 124-122, Chuck Minker 125-121 y Lou Tabat 125-123. Esto fue tan inaudito como inexplicable. Estas cifras indican que si Hearns hubiera permanecido de pie, los jueces lo habrían declarado ganador. Lo que hubiera significado una felonía. Sólo oscuros intereses podrían haber cambiado el destino del combate .Y claramente los había para favorecer el negocio de Don King, promotor de Hearns.

Este inolvidable combate fue el que le permitió a Maradona cumplirle el sueño a Don Diego de presenciar un combate en Las Vegas. Y esa noche, bajo el mismo cielo, la pelea reunió a muchas figuras como lo fueron Mc Enroe, Dean Martin, Burt Reynolds, Paul Anka, Donna Summer, Liza Minelli y Jack Nicholson, entre tantos.

Todo cuanto ocurrió fue grandioso. Todo cuanto se escribió puede reiterarse pues la evocación no modifica el recuerdo, lo afirma. El hecho conmovedor que deja el tiempo no es que Hearns a los 62 y Leonard a los 65 siguen honrando al boxeo con diversos destinos: Hearns hace cosas para vivir y Leonard, es un millonario que da charlas sobre Mandela, la angustia, los temores y la ansiedad…

Sigo temblando al recordar que en ese espacio, esa noche, para esa pelea y por única vez los dos dioses sin tiempos y sin ateos se unieron en el aplauso prolongado y final de la noche infinita.

Los sigo viendo, allí están, a 30 metros uno del otro y sonrientes, Diego Armando Maradona y Muhammad Alí.

Gracias Dios por este privilegio…



Archivo: Maximiliano Roldán

 
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