Biografìa-Obra: Bécquer, Benedetti, Borges, Camus, Cortázar, Faulkner, Galeano , G.Lorca, G.Márquez, Joyce, Kafka, Lessing , Mann, Orwell, Proust, etc

Los versos musicalizados de Mario Benedetti
En el año del décimo aniversario de su muerte, un repaso por la historia de los versos del escritor y poeta uruguayo que conocieron la música. El autor de la nota es autor del libro "Grillo Constante. Historia y vigencia de la poesía musicalizada de Mario Benedetti" (cuatroesquinas ediciones)
Por Guillermo Pellegrino
6 de agosto de 2019


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Benedetti murió en mayo de 2009
Con cerca de 200 versiones, contando solo las musicalizaciones originales, Mario Benedetti (Paso de los Toros 1920 – Montevideo 2009) es unos de los poetas en lengua castellana que más veces pisó el terreno de la canción popular. Tanto a través de trabajos conjuntos con distintos intérpretes y compositores, como en musicalizaciones realizadas por artistas de diversos orígenes y generaciones, sus versos no han dejado de nutrir el cancionero hispanoamericano desde hace cincuenta años.

Los primeros poemas musicalizados de Benedetti se conocieron a inicios de los años setenta del siglo pasado, casi unidos a la aparición de la llamada Nueva Canción Latinoamericana. Pero, más allá de que el autor y muchas de sus composiciones iniciales mantuvieron claros puntos de contactos éticos y estéticos con aquel movimiento y sus cultores, él nunca llegó a ser miembro formal de esa corriente.

La primera canción con letra suya, Cielo del 69, musicalizada por el uruguayo Héctor Numa Moraes e interpretada por Los Olimareños, es un buen ejemplo de aquella tendencia. "Cielito cielo que sí/ cielo del sesenta y nueve/ con el arriba nervioso/ y el abajo que se mueve […] cielito cielo que sí/ cielo lindo linda nube/ con el arriba que baja/ y el abajo que se sube". La elección del cielito como ritmo, y la clara connotación política que diferencia el "arriba" y el "abajo" de la historia, demarcan un espacio más humano o de conciencia que geográfico.



La noción del lugar desde el cual se percibe y se da cuenta de una realidad determinada es una constante en la obra poética de Benedetti, que se traslada por supuesto a esta y otras canciones. Al calor de estas inquietudes, por citar otro caso de esas nóveles creaciones, nació el Cielito de los muchachos, texto que el poeta entregó a su compatriota Daniel Viglietti para que lo musicalizara. En el texto, más cercano tal vez a la crónica periodística que a la poesía, el escritor se refiere al pregón del Movimiento de Liberación Nacional- Tupamaros (MLN-T), con el cual ambos simpatizaban, en pos de una renovación social ("[…] Están cambiando los tiempos/ con muchachos dondequiera/ está el cielo en rebeldía/ qué verde viene la lluvia/ qué joven la puntería"). Este cielito, aggiornado rítmica e instrumentalmente y envuelto en una melodía que trasunta optimismo dentro de un tono épico, fue incluido en el disco Canciones chuecas, el más celebrado en la trayectoria del autor de A desalambrar. Así, el mensaje de estos y otros versos de la época –montado en ese penetrante vehículo que es la música– llegó con mayor rapidez a oídos de mucha gente.


El pianista y compositor argentino Alberto Favero, quien convirtió en canciones varias de esas "letras de emergencia", las describe como "una forma de 'arte periodístico', tanto por sus características de temática cotidiana como, también, por su calidad efímera: es como un diario, que tiene valor inmediato pero al otro día su vigencia ya no es la misma". De hecho, el músico recuerda que la primera melodía que logró desarrollar en torno a unos versos escritos por Benedetti, recibió inspiración de una imagen periodística: "Un día vi la cara sonriente e hipócrita de un ministro de la época en el diario, y me provocó la misma emoción, el mismo rechazo o la misma indignación que le llegó a él (por Benedetti) cuando escribió ¿De qué se ríe?", explica.

Por encima de alguna incursión musical en este tipo de crónicas más directas, de fuerte compromiso social, Favero, debido a su formación clásica y jazzística le imprimió a los textos benedettianos –salvo contadas excepciones- una tónica musical alejada a la de la Nueva Canción, más ligada a ritmos de raíz folclórica.

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“Grillo Constante. Historia y vigencia de la poesía musicalizada de Mario Benedetti” (cuatroesquinas ediciones), de Guillermo Pellegrino y Jorge Basilago
La trascendencia de la treintena de canciones que Favero y Benedetti alumbraron juntos en dos décadas de labor, se funda justamente en el matiz de universalidad alcanzado por la conjunción de letra y música: "El punto de partida es siempre el corazón, el afecto, la decencia", aseguró Favero. Vale decir, que la profundidad de esas composiciones se apoya en cuanto de humano las anima.

Como haciéndole un guiño a la historia de la canción, la labor con Favero incluyó desde el principio a la intérprete de los temas: la actriz y cantante Nacha Guevara. De esta forma las variables de letra, música y canto surgían casi sin esfuerzo como una sola cosa. En reiteradas entrevistas y testimonios, Benedetti siempre sostuvo que para la construcción de canciones prefería esta metodología.


El camino de Benedetti por la canción no resultó, en modo alguno, sencillo o libre de los tropezones que toda obra artística voluminosa padece: dejó textos que se transformaron en himnos para varias generaciones mientras que otros pasaron rápidamente al olvido. De hecho, en el volumen Canciones del más acá que reúne toda su obra musicalizada hasta 1988, el propio poeta dejó fuera títulos bastante desafortunados de su cancionero como Las viejitas democráticas o Cielito del 26, que alude al Movimiento de Independientes 26 de marzo, brazo institucional del MLN-T.

Entre sus poemas-canción más logrados, en tanto, pueden citarse, en un apretado resumen, Te quiero, Vuelvo (Quiero creer que estoy volviendo) y Por qué cantamos (musicalizados por Alberto Favero); Es tan poco (interpretada por Alfredo Zitarrosa y musicalizada por la venezolana Soledad Bravo); Corazón coraza (por Eduardo Darnauchans); Hombre preso que mira a su hijo (por Pablo Milanés); Tierra luna (por Julio Víctor González, El Zucará); No te salves (por el peruano Jorge Pelo Madueño); Papel mojado (música de Víctor Merino e interpretada por Tania Libertad junto con Joan Manuel Serrat); y Los formales y el frío y Una mujer desnuda y en lo oscuro (por Serrat). Los dos últimos integran El sur también existe, una placa de resultados desparejos tomando en cuenta los artistas involucrados.


Pero más allá de aciertos y resbalones –y tal cual sucede con sus novelas, poemarios y cuentos–, su lenguaje llano y el hecho de escribir sobre cuestiones fundamentales del ser humano son algunas de las razones de peso para comprender por qué, todavía hoy, el mensaje de las canciones de Benedetti atraviesa fronteras generacionales y geográficas sin perder su capacidad de comunicar y conmover.

Apenas dos días antes de su partida, desde el cuarto de hospital en que se hallaba internado, Benedetti dio su aprobación a dos artistas argentinos para realizar una versión musicalizada de un soneto suyo. El poema -vaya símbolo- se titula Esta paz. Los responsables de transformarlo en un tango potente y desgarrado, son el compositor Javier González y la intérprete Patricia Barone. Fue su última canción:

Esta paz / simulacro de banderas
unida con hilvanes a la historia
tiene algo de perdón / poco de gloria
y ya no espera nada en sus esperas
es una paz con guerras volanderas /
y como toda paz obligatoria
no encuentra su razón en la memoria
ni tiene la salud de las quimeras
esta paz sin orgullo ni linaje
se vende al invasor / el consabido
me refiero a esta paz / esta basura
mejor será buscarle otro paisaje
o amenazarla en su precoz olvido
con una puñalada de ternura.


https://www.infobae.com/america/cul.../los-versos-musicalizados-de-mario-benedetti/
 
60 años de la muerte de Albert Camus: 10 puntos clave de su vida y su obra
Se cumple un nuevo aniversario de la trágica muerte de este escritor francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1957 y autor de textos como “El extranjero” y “El hombre rebelde”. En esta nota, un repaso por su trayectoria literaria pero también por su vida personal y por sus inquietudes filosóficas


Por Luciano Sáliche
4 de enero de 2020

lsaliche@infobae.com





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(Crédito: Infobae Cultura)

1

La pequeña París. Así llamaban a Mondovi, una ciudad de Argelia en los tiempos de la colonia francesa. Luego, con la independencia de 1962 —tras una guerra que duró ocho años— se la nombró Dréan. Allí nació Albert Camus, un 7 de noviembre de 1913 con la miseria del tercer mundo de fondo. Su padres eran agricultores. Se los llamaba pieds-noirs, pies negros, un término despectivo creado por la Francia colonial para los franceses que trabajaban en las colonias.

Su madre, Catalina Elena Sintes, analfabeta y sordomuda, nació en la ciudad argelina de Birkhadem, pero su familia provenía de Menorca, la isla de España. Su padre, Lucien Camus, cuya familia huyó de Alsacia tras la guerra franco-prusiana, fue a combatir a la Primera Guerra Mundial. Allí, en la Batalla del Marne, Francia, lo hieren y, tras ser trasladado al hospital de Saint-Brieuc, finalmente muere. Albert Camus todavía no había cumplido un año.

Cuando muere el padre, la familia se instala en la casa de su abuela materna en Argel, la capital del país africano. Su infancia transcurre en uno de los barrios más pobres de la ciudad. No hay mucho que decir al respecto. Simplemente sobrevive. Hasta que llegan los libros. Fue a partir de un subsidio para los hijos de las víctimas de la guerra que empezó a estudiar: primero la primaria, después el bachillerato y finalmente Filosofía y Letras.



2

Mientras tanto, como la mayoría de sus compañeros del barrio, jugaba al fútbol. Hizo natación y boxeo pero el fútbol le encantaba. Era 9, delantero central, pero tenía tuberculosis y sus pulmones no funcionaban muy bien —se agitaba todo el tiempo—, entonces decidió ir al arco. Esa es una versión; otra es que era tan pobre que no quería gastar su único par de zapatos, entonces prefirió ir al arco.

Hay un relato titulado “Lo que le debo al fútbol” que no llega a ser cuento; se trata, más bien, de la narración de un recuerdo. Se publicó en la revista France Football en 1957. “Sí, lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había sido ayer”, comienza, y luego: “Aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida”.

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Albert Camus en sus tiempos de jugador de fútbol en Argelia

Camus jugó en el Montpensier y en el Racing Universitario de Argel (RAU). El texto mencionado termina así: “Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol, lo que aprendí con el RUA no puede morir. Preservémoslo. Preservemos esta gran y digna imagen de nuestra juventud. También estará vigilándolos a ustedes”.

Camus “fue uno de los primeros, si no es el primero, que rompió un poquito esa barrera entre los intelectuales y el deporte”, dijo en en entrevista con Infobae el actor Gustavo Farías, cuando escribió y protagonizó la obra de teatro Camus, le philosophe du solei. “Porque él reivindicó el deporte de una forma orgánica y siempre tuvo al fútbol como una escuela de vida. Esa también creo que fue una de las razones por las cuales se distanció mucho de Sartre”.

3

Como la docencia le fue negada, se dedicó al periodismo. Ya en 1932, a los 19 años, publicó sus primeros artículos. Poco a poco se convirtió en una voz importante en Argelia, donde vivió hasta 1940, agitando la vida cultural e inclinándola hacia la clase trabajadora: realizó investigaciones sobre la miseria en Kabylia, fundó el Teatro del Trabajo y escribió meditaciones líricas dirigidas directamente a los campesinos y obreros.

También cuestionó la política soviética tras el tratado de no agresión entre la URSS y los nazis, conocido como Pacto Ribbentrop-Mólotov, y se distanció del Partido Comunista francés —no del PC argelino que estaba con la mirada en la independencia— por su obsecuencia con el estalinismo. En 1940, tras las presiones del gobierno para que no pueda trabajar en ningún lado, decidió emigrar a París. Siguió siendo periodista, pero empezó a apostar por la literatura.

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“Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias». Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”. Así comienza su primera novela, El extranjero, publicada en 1942. Con este libro inaugura su gran obra, un movimiento estético e intelectual, una especie de ficción filosófica, lo que la crítica literaria llamó existencialismo primero, absurdismo después, aunque él siempre escapó de las etiquetas.

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4 libros clave de Albert Camus: "El extranjero", "La peste", "El mito de Sísifo" y "El hombre rebelde"

5

Amor: breve capítulo aparte. Camus tuvo muchos romances —Blanche Balain, María Casares, Mamaine Koestler, María Casares, Catherine Sellers y Mette Ivers— y dos casamientos: Simone Hié y Francine Faure. Con la última tuvo dos hijos, Catherine y Jean, gemelos. “Es difícil decir quién fue la mujer más importante. Todas lo eran. Mujeres de una personalidad muy fuerte”, dijo en una entrevista de 2012 Catherine Camus, abogada y albacea de la obra de su padre.

De todos esos amoríos —muchos furtivos, la mayoría clandestinos— están las cartas. Por ejemplo las que le envió a la actriz María Casares, hija del entonces jefe de gobierno español Santiago Casares Quiroga, con quien tuvo una relación durante 16 años. En palabras del historiador Francisco Martínez Hoyos, esa correspondencia es de un “romanticismo desaforado”. Le escribió, por ejemplo: “Hace seis días que estoy aquí y todavía no me he acostumbrado a tu ausencia”.

Se conocieron el 19 de marzo de 1944 en la casa del escritor Michel Leiris. Camus estaba en Francia; su mujer, Francine Faure, en Argelia. Fueron dos años intensos, sobre todo políticamente, por la ocupación nazi y la Resistencia Francesa en la que ambos participaron. Dos años después, Francine viaja a Francia, nacen los gemelos y la relación entre María Casares y Albert Camus se disuelve. Pero el amor hizo lo suyo: a los dos años se reencontraron.

“Nada es más hermoso, más soberbio y más tierno que el deseo que tengo de ti”, le escribió Camus en 1948. “Yo espero el milagro siempre renovado de tu presencia”, respondió ella. El romance terminó con la muerte del escritor. En esos años últimos —nadie sabía que serían los últimos—, precisamente el 17 de octubre de 1956, la actriz le escribió: “Hace mucho tiempo que no lucho contra ti; pero sé que, cualquier cosa que acontezca, viviremos y moriremos juntos”.

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El sinsentido de la vida está en su final. Nadie volvió de la muerte para contar qué había del otro lado ni para explicar porqué transitamos todo este camino. En 1942 Camus publicó un ensayo que abordó esta cuestión, pero fue aún más allá: se tituló El mito de Sísifo y reflexionó sobre el su***dio. “Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”, escribe en la primera página, y más adelante: “¿Cuál es, pues, ese sentimiento incalculable que priva al espíritu del sueño necesario a la vida?”

En la mitología griega, la astucia de Sísifo es castigada por los dioses condenándolo a empujar hacia la cima de una montaña una piedra gigante. Al llegar, la piedra cae rodando hasta el valle y hay que empujarla nuevamente. Así hasta el fin de los días. En este libro —en 1942 también publicó la novela El extranjero: dos textos que se retroalimentan— da cuenta de lo absurdo de la vida y de cómo el su***dio no es otra cosa que una posible respuesta al sinsentido.

En El mito de Sísifo, entre de citas y reflexiones en torno al “clima asfixiante”, escribe: “Frente a la contradicción esencial defiendo mi contradicción humana. Instalo mi lucidez en medio de lo que la niega. Exalto al hombre ante lo que lo aplasta y mi libertad, mi rebelión y mi pasión se unen en esa tensión, esa clarividencia y esa repetición desmesurada. Sí, el hombre es su propio fin. Y es su único fin. Si quiere ser algo, tiene que serlo en esta vida. Ahora lo sé de sobra”.

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Albert Camus y Maria Casares

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“Hay una paz, provisoria, en esta casa”, escribe Camus en un cuaderno mientras el sol se filtra por la ventana. Está en una cama matrimonial con un cigarrillo en la boca, los pies cruzados, la espalda y la cabeza sobre una almohada, la mano presionando un lápiz sobre el papel. Es la mansión de Victoria Ocampo en Béccar, San Isidro, año 1949, 13 de agosto, primera mañana en Argentina.

“Debería quedarme aquí hasta el día de mi regreso”, escribió en sus diarios de viaje. Estaba maravillado con la Villa Ocampo (“una casa grande y agradable, en el estilo de Lo que el viento se llevó. Gran lujo antiguo. Tengo ganas de acostarme y de dormir hasta el fin del mundo”), pasó dos noches allí y el 14 de agosto partió a Santiago de Chile.

En Argentina mantuvo el perfil bajo: su obra El malentendido había sido prohibida. No tuvo grandes actividades durante aquellos tres días. La más importante, una reunión con unos cuarenta intelectuales argentinos que le organizó Victoria en su casa. Todo esto lo cuenta Eduardo Paz Leston en el prólogo de la correspondencia entre Camus y Ocampo publicado por Sudamericana.

La última noche cenó con la anfitriona —ya se conocían: habían pasado varios veladas juntos en París—, hablaron de política, afirmaron su férrea convicción de oponerse a los totalitarismos —para ambos, el peronismo lo era—, escucharon una ópera de Britten, también algunos poemas de Charles Baudelaire grabados por Victoria y bebieron y fumaron y rieron. De lo demás, no hay registros.

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Durante la ocupación nazi en Francia y la posguerra, Camus editó y escribió en muchísimas revistas obreras. En esa praxis acentuó su posición anti totalitaria y la especificó escribiendo sobre diversos conflictos sociales y políticos alrededor del mundo. Fue para 1951, con su famoso ensayo El hombre rebelde, que se distanció definitivamente del comunismo soviético dejando claras sus diferencias con Jean Paul Sartre, catalogando de falsa la dicotomía capitalismo-comunismo.

Ese es libro, que es una declaración de principios, un manifiesto utópico, una necesaria apología a la rebelión y al espíritu crítico, empieza así: “¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el contenido de ese ‘no’?”

“El esclavo, en el instante en que rechaza la orden humillante de su superior, rechaza al mismo tiempo el estado de esclavo. El movimiento de rebelión lo lleva más allá de donde estaba en la simple negación. Inclusive rebasa el límite que fijaba a su adversario, y ahora pide que se le trate como igual (...) Instalado anteriormente en un convenio, el esclavo se arroja de un golpe al Todo o Nada. La conciencia nace con la rebelión”.

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Albert Camus

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Tenía 44 años Albert Camus cuando recibió el Premio Nobel de Literatura. En su discurso dijo: “¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo por sus dudas, con una obra apenas desarrollada, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin una especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, a plena luz? ¿Con qué ánimo podía recibir ese honor al tiempo que, en tantos sitios, otros escritores, algunos de los más grandes, están reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conoce una desdicha incesante?”

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Camus, como todo ser humano, estaba condenado a muerte. La razón más probable era su tuberculosis, que desde niño lo venía limitando constantemente; ya había tenido algunas crisis importantes que fueron mucho más que un alerta. Desde adolescente empezó a sospechar que moriría por un ataque respiratorio o algo por el estilo.

La tuberculosis, una suerte de fantasma que lo acompañó siempre y le marcó los límites de sus movimientos. No sólo en el deporte, también cuando quiso ser docente o cuando se presentó al ejército como voluntario: lo rechazaron por su delicada salud. Él suponía, teniendo en cuenta el azar de la vida, que su fin podría llegar como desencadenante de esta enfermedad pulmonar.

Pero no fue así. Lo que pasó fue esto: hace exactamente sesenta años, cuando se encontraba en la cumbre de su carrera literaria e intelectual, Albert Camus murió en un accidente de tránsito. O al menos eso dice el consenso, pese a que estén los que crean que detrás de todo estuvo la KGB. Iba en un vehículo por la ruta número 5, en Villeblevin, Francia. Tenía apenas 46 años.

Manejaba Michel Gallimard, sobrino del editor de Camus. En el asiento trasero, la esposa y la hija de Gallimard. Camus viajaba adelante, del lado derecho. Una rueda reventó intempestivamente y el auto perdió el control. Un par de microsegundos después el vehículo impactó contra un árbol a la vera del asfalto. Todos se salvaron. Todos menos el escritor francés, que perdió la vida de inmediato.

Ese día, los periodistas estaban de huelga. La noticia tardó en hacerse pública. El corresponsal del diario español ABC, Federico García-Requena, describió aquel día así: “Una tarde de invierno, de cielo entoldado y sin crepúsculo, que fue noche casi instantáneamente, como si de pronto hubiera sido cubierta por crespones de duelo”.

 
Poco pero bueno: las tres excelentes adaptaciones al cine de novelas de Albert Camus
Son escasas pero emblemáticas las obras del escritor franco-argelino adaptadas a la pantalla. La muerte truncó una carrera que estaba en su cumbre. Aun así, nos dejó varias obras magistrales, tres de las cuales fueron llevadas al cine


Por Claudia Peiró
4 de enero de 2020

cpeiro@infobae.com




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Las tres películas basadas en novelas de Albert Camus

Albert Camus murió a los 46 años en un accidente automovilístico. Era el 4 de enero de 1960 y, siete años más tarde, el célebre cineasta italiano Luchino Visconti rodaba El Extranjero, con Marcelo Mastroianni como protagonista.


Varios años transcurrieron desde entonces, hasta que en 1992 el argentino Luis Puenzo adaptó para el cine la novela La Peste, con un elenco plurinacional, en el que figuraban, entre otros, William Hurt y Sandrine Bonnaire.

Más recientemente, en 2014, con una brillante actuación de Viggo Mortensen, el director francés David Oelhoffen adaptó una novela póstuma de Camus. El resultado fue un film de gran calidad, injustamente pasado por alto.


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El filósofo y escritor franco-argelino Albert Camus (Shutterstock)



Aunque calificado como existencialista, filosóficamente Camus es más bien un “absurdista” por su permanente interés en reflexionar sobre la búsqueda de sentido o finalidad a la vida humana y la aparente inexistencia del mismo.

Camus se declara ateo, por lo que la explicación religiosa -Dios como causa y fin de todo- no lo satisface. Tampoco está a favor del su***dio como respuesta a ese absurdo de la existencia humana que suele llevar al escepticismo. No es el caso de Camus. Él considera que se debe aceptar ese absurdo pero no es un cínico: cada hombre debe darle sentido a esa existencia mediante la búsqueda de la justicia, de la libertad, mediante la denuncia de los males de su época.

En El mito de Sísifo, Camus dice: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el su***dio. El problema fundamental de la filosofía es el de saber si la vida vale la pena, o no, de ser vivida”.

Esa angustia ante el absurdo de la existencia humana y esa búsqueda de sentido son una constante en sus obras y se expresa de modo magistral en El Extranjero.


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Marcelo Mastroianni en una escena del film El extranjero, de Luchino Visconti (Shutterstock)

Albert Camus nació en Argelia cuando ésta era una colonia francesa. Su padre murió en la Primera Guerra y su madre, analfabeta, debió trabajar muy duro para sacar adelante a la familia. Gracias a la perspicacia de un maestro -al que Camus le dedicaría el Premio Nobel de Literatura en 1957- pudo seguir sus estudios y convertirse en el filósofo, periodista, novelista y dramaturgo de éxito que fue.

En 1935 adhirió al Partido Comunista pero, a diferencia de su colega Jean-Paul Sartre, advirtió muy pronto el carácter opresivo que había adquirido el régimen soviético y tomó distancia de esa ideología.

El Extranjero, publicada en 1942, es la gran novela de Camus. Icónica. Original. Ineludible. Profunda.


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Meursault, el personaje central de la historia, es un hombre que vive al día, que no le confiere importancia a nada, y parece dejarse llevar por los acontecimientos. Es libre porque no tiene ambiciones, proyectos, ni objetivos. Y porque no vive según las pautas del resto de la sociedad.

La trama va de la muerte de la madre de Meursault a su condena por asesinato. Él recibe la noticia de su pérdida con indiferencia -”Hoy murió mamá”, es la escueta e icónica primera frase de la novela-; con la misma indiferencia con la que acepta la propuesta matrimonial de su amiguita. Esa distancia frente a acontecimientos respecto de los cuales la sociedad fija las normas de conducta -se llora en los velatorios, se guarda luto por los muertos…- le será fatal a la hora de su juicio. Meursault es un extranjero porque vive a su modo, pero no es ni siquiera un rebelde; peor aún, su indiferencia es una burla y pone en evidencia lo absurdo de la existencia. Algo imperdonable.

El film es muy fiel al libro, no porque Visconti lo haya querido así, sino por imposición de la viuda de Camus que no quiso ningún desvío del texto original.


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Meursault, el protagonista de "El Extranjero", encarnado por Marcelo Mastroianni

El protagonista fue Marcelo Mastroianni, aunque originalmente Visconti quería a Alain Delon para el rol central, un actor cuya expresión se adecúa mejor a la soledad y posterior victimización de Meursault. Lo acompañó la recientemente fallecida Anna Karina, en el papel de Marie, la novia del protagonista.

Fue una coproducción franco-italiana de gran reparto. La fidelidad al texto obliga a ciertos relatos en off, aunque también existen largas escenas de diálogos, sobre todo hacia el final del film, que tiene, como el libro, dos partes bien diferenciadas: la primera, en la que suceden los acontecimientos que llevarán a Meursault a la cárcel; la segunda, de reflexión y discusiones del protagonista con abogados, jueces y un sacerdote.

La reconstrucción del escenario -Argelia- y de la época, así como el casting de los personajes, hasta los más secundarios, es impecable.

La película no fue un éxito de taquilla, quizá porque los temas de Camus son de mucha densidad: su planteo incomoda, intranquiliza, obliga a pensar, es lo que lo hace genial pero tal vez no masivo.


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Marcelo Mastroianni y Anna Karina en una escena de "El Extranjero"

El escritor Vicente Molina Foix, rescatando del olvido la película en un artículo publicado en El País de España en 2013, al cumplirse el centenario de Camus, elogiaba el film pero hacía una salvedad con la que quien haya leído el libro seguramente coincidirá: “¿Qué hace que la película no constituya en sí misma una obra maestra parangonable a la de Camus? La voz, y no me refiero a la de Mastroianni en tanto que narrador. La novela nos seduce, más que por la técnica conductista a la americana, por la construcción de un cauce verbal propio, inigualable, insondable, por el que el novelista desliza fatalmente a su antihéroe; la identificación sutil entre el autor y el narrador en primera persona es la esencia del libro, y por ello, pienso, aun siendo los hechos y las figuraciones las mismas en el papel y en la pantalla, la obra de Visconti pierde en parte la resonancia de Mersault, ese ‘hombre sin cualidades’ (así se le llama expresamente en la película) que el propio Camus definió como un ‘extranjero a la sociedad en que vive’, errando marginalmente por ‘los suburbios de la vida privada, solitaria, sensual’”.

Quien así lo desee, puede verla completa en Internet.
 
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La Peste

Le siguió La Peste, otra gran novela de Camus. En este caso, el director fue el argentino Luis Puenzo. En el libro, un grupo de médicos debe hacer frente a una peste que arrasa Orán, una ciudad argelina, que es declarada en cuarentena y aislada. La ciudad es ocupada militarmente y se ejecuta a todo el que intente romper el bloqueo.


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Robert Duvall en una escena del film "La peste", de Luis Puenzo (1992)

Más que un combate contra la peste es una lucha por la dignidad, y la novela es una alegoría de otra peste: la del totalitarismo que puede presentarse bajo diversos rostros, el del nazismo, pero también el del comunismo -recordemos la crítica de Camus al estalinismo.

La puesta de Puenzo combina una ambientación de época con elementos de modernidad para transmitir la universalidad del mensaje de la novela de Camus. Con un reparto de gran nivel encabezado por William Hurt, y formado por Sandrine Bonnaire, Robert Duvall, Jean-Marc Barr y Raul Julia.


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William Hurt, el protagonista de "La Peste". El film fue rodado en Buenos Aires

Puenzo no siguió el texto de modo literal, pero sí se mantuvo fiel al mensaje moral y político de la novela.

Como ésta, el film es una parábola de las dictaduras y la represión ilegal, pero también de la indiferencia o de la colaboración con el autoritarismo.

Lejos de los hombres

Finalmente, en 2014, El huésped, una novela que el escritor francoargelino dejó inconclusa, publicada de modo póstumo, fue llevada al cine con el título “Lejos de los hombres”.


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Viggo Mortensen y Reda Katel su lucen en un duelo actoral en "Lejos de los hombres" (Shutterstock)

Un maestro rural francés, que dicta clases en una escuela en las montañas argelinas, se ve confiada la custodia de un prisionero árabe y la riesgosa tarea de llevarlo a la ciudad donde será juzgado y muy posiblemente ejecutado. Desde el comienzo, él le da trato de huésped y no de prisionero. Daru, el maestro, es, como Camus en la vida real, un hijo de españoles que vive en la Argelia de 1954, ya atravesada por la guerra de descolonización, un país en el que pronto Daru y los otros argelinos “blancos” serán personas non grata.


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Viggo Mortensen en la piel de un maestro rural al que las circunstancias empujan a una aventura en la que deberá enfrentarse a la condición humana en sus muchas expresiones (Shutterstock)

En el viaje que debe emprender con Mohammed, su prisionero, lo que se produce es un choque y a la vez un encuentro de culturas. A Daru le cuesta comprender la resignación del prisionero a su suerte; varias veces intentará en vano favorecer e incluso instigar su fuga. Pero la resignación de Mohammed es en realidad un sacrificio: él debe pagar por lo que hizo -mató a un primo en defensa de los suyos- para cortar una cadena de venganzas que de lo contrario llevaría al asesinato de su familia.

El film fue dirigido por el cineasta francés David Oelhoffen, y Viggo Mortensen se luce -entre otras cosas, con un francés impecable- en este duelo actoral con el también brillante Reda Katel.
 
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LOS TRAILERS DE LAS PELÍCULAS





"El Extranjero"
pelìcula completa







Trailer de "La peste"






Trailer de "Lejos de los hombres"

 
Tras los últimos pasos de Albert Camus
La influencia del escritor francés, fallecido hace 60 años en un accidente de tráfico, sigue más vigente que nunca
“Le echamos de menos, sobre todo en el momento actual”, sostiene su amigo y discípulo Jean Daniel






El escritor y periodista Albert Camus fuma asomado al balcón de su editorial, en una imagen sin datar.

El escritor y periodista Albert Camus fuma asomado al balcón de su editorial, en una imagen sin datar. LOOMIS DEAN Getty Images
Marc Bassets
París 4 ENE 2020 - 20:03 ART

Ninguna señal, ni una placa, nada recuerda el lugar exacto del accidente. La recta de la antigua carretera D606, entre los municipios de Champigny-sur-Yonne y Villeneuve-la-Guyard, está bordeada por una hilera de sólidos plátanos. Hay restos de basura en la cuneta: latas de conserva oxidadas o una botella de güisqui vacía. Los automóviles pasan veloces.


El 4 de enero de 1960, a las 13.55, un automóvil de la marca Facel-Vega que viajaba en dirección a París se estrelló contra un árbol. El editor Michel Gallimard, al volante, quedó malherido: falleció cinco días después. Su esposa, Janine, y su hija, Anne, viajaban atrás: sobrevivieron. El escritor Albert Camus, sentado en la plaza del copiloto, murió en el acto. Tenía 46 años.
“Fue un terremoto. Yo y mi hermano gemelo, Jean, teníamos 14 años, éramos niños, estábamos solos. Es una herida abierta”, dice Catherine Camus desde Lourmarin, el pueblo de la Provenza donde el autor de El extranjero y La peste había comprado una casa. “Me sentí tan perdida que me agarré a todo lo que había aprendido de papá: el respeto del otro, la libertad asociada a la responsabilidad”, recuerda.

Estado del coche en el que viajaba Camus el 4 de enero de 1960 tras chocar contra un árbol. ampliar foto Estado del coche en el que viajaba Camus el 4 de enero de 1960 tras chocar contra un árbol. GETTY IMAGES


El viaje fatal había empezado en Lourmarin, un día antes. Camus era un escritor consagrado, casi una leyenda. Dos años antes había ganado el Nobel, el galardonado más joven desde Kipling. Huérfano de padre e hijo de una mujer iletrada, creció en una familia pobre en la Argelia francesa, resistió a la ocupación nazi y, en la posguerra, se convirtió en el referente ético de una generación.

“Su influencia, para mí, fue total: en todos los planos y a veces de una manera devastadora. Durante 50 años, yo no podía pensar sin él”, dice, en su apartamento en París Jean Daniel, 99 años, amigo cercano de Camus y su discípulo periodístico más notorio. “Quizá exagero, pero quiero decir que todos los conceptos y los temas en los que pensé se referían a un libro de Camus o a una conversación con él”, añade Daniel, que compartió despacho con Camus en L’Express antes de fundar el semanario Le Nouvel Observateur.

Catherine, Jean y la madre de ambos, Francine, emprendieron el viaje de regreso a París en tren. Albert, aunque tenía un billete, prefirió volver en el coche de los Gallimard, que habían pasado unos días con los Camus en Lourmarin, un paisaje idílico donde el escritor creía haber encontrado una nueva pequeña patria.

“Me decía: ‘¿Ves? Detrás de la montaña está el mar y, detrás, Argelia”, explica Catherine Camus. Y recuerda el regalo que su padre le hizo aquellas Navidades: un reloj, que conserva. “Papá había decidido que, a partir de los 10 años, solo recibiríamos regalos útiles”.

Aquel día, Camus y los Gallimard almorzaron en el Hôtel de Paris et de la Poste, en Sens, a unos 100 kilómetros de París. Después tomaron la recta final. Entre los restos se encontró un puñado de hojas de su novela inacabada: El primer hombre.

“A sus amigos, Camus solía decirles que nada era más escandaloso que la muerte de un niño y nada más absurdo que morir en un accidente de automóvil”, escribe Olivier Todd en la biografía Albert Camus. Una vida. Las teorías más descabelladas circulan sobre el accidente; un libro reciente sugiere, sin pruebas, que lo asesinó el KGB.

Nunca sabremos qué habría hecho si hubiera sobrevivido. A Camus, detractor desde la izquierda del totalitarismo soviético y por ello excomulgado por Jean-Paul Sartre, el tiempo le acabó dando la razón en casi todos los debates que les enfrentaron.

Una estatua lo recuerda en Villeblevin, el pueblo donde en la noche del 4 al 5 de enero fue velado el cadáver. En un día reciente, frío y lluvioso, parecía un lugar espectral: casas grises, comercios cerrados, las calles vacías. Setecientos kilómetros al sur, el escritor reposa en una tumba en el cementerio del luminoso Lourmarin. “Albert Camus. 1913-1960”, se lee en la lápida. Los visitantes dejan flores, mensajes, piedras.

“Era joven, bello, seductor y muy precoz”, le describe Jean Daniel. “Le echamos de menos, sobre todo en el momento actual”.

Lecciones de periodismo camusiano

Un aspecto poco estudiado, pero fundamental, para entender al autor de El mito de Sísifo y El hombre rebelde, es el periodismo, “una de las más bellas profesiones del mundo”, como dijo en alguna ocasión. María Santos-Sainz, profesora en la Universidad de Burdeos, lo explica en Albert Camus, periodista. De reportero en Argel a editorialista en París, publicado en 2016 en castellano y en francés en 2019. “Muchas de las ideas que más tarde desarrolló en su obra literaria se encuentran en su periodismo”, dice Santos-Sainz. "Su estilo de frases cortas, clarividente, lo traslada a su novelas, como El extranjero, inspirado en su experiencia como cronista judicial".

El periodismo de Camus —en sus reportajes en Alger Républicain, más tarde en sus editoriales en el periódico resistente Combat, y finalmente en L’Express en los cincuenta— es un periodismo de “gran intencionalidad”, explica la autora, que toma partido sin perder nunca de vista los hechos, y que, a la vez reflexiona sobre el oficio: su independencia de los poderes económicos y políticos. Sus lecciones, sostiene, son más válidas que nunca. “Hizo un periodismo rebelde, contra las injusticias, el dogmatismo, el totalitarismo y en defensa de la verdad”, resume. “Por eso es ejemplar: muchas de las batallas siguen siendo las mismas”.

 
27 frases de Albert Camus que, sesenta años después, sirven para entender la política actual y el absurdo diario
Un día como hoy, el 4 de enero de 1960, falleció el novelista y ensayista argelino. Rebelde y pacifista, dejó para la posteridad sentencias tan certeras como necesarias

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Albert Camus fumando en la terraza de su oficina parisina en 1955.

Albert Camus fumando en la terraza de su oficina parisina en 1955. Foto: Getty Images
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4 ENE 2020 - 13:04 ART

"No conozco nada más idiota que morir en un accidente de coche". Lo pronunció Albert Camus (Argelia, 1913 - Francia, 1960) cuando los periódicos de la época publicaron por error que el ciclista italiano Fausto Coppi había fallecido en un siniestro automovilístico –la muerte del cinco veces campeón del Giro todavía sigue siendo un misterio, algunos dicen que fue de malaria y otros de envenenamiento, pero esa ya es otra historia–. Quizá no es la mejor frase del escritor argelino, pero sí la que mejor ilustra el sinsentido de la vida que él tanto intentó descifrar y aceptar. Porque el día después de pronunciarla, el 4 de enero de 1960, hace hoy justo sesenta años, el autor de El Extranjero perdería la vida en un accidente, al reventar la rueda del coche en el que viajaba por la Borgoña francesa.

Novelista, dramaturgo, ensayista, periodista... Camus es uno de los intelectuales más influyentes de nuestro tiempo, un rebelde existencialista que defendía la disidencia y condenaba por encima de todo la violencia. "Hay causas por las que vale la pena morir, pero ninguna por la que vale la pena matar", escribió en su momento. Militó activamente contra el franquismo o el nazismo y fue el único intelectual francés que condenó públicamente el uso de la bomba atómica en Hiroshima. Obras como La peste o ensayos como El hombre rebelde y El mito de Sísifo le darían el Premio Nobel de Literatura en 1957 por "poner de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad".


Camus nos enseñó que somos las decisiones que tomamos, ya sean buenas o malas. Padre del absurdismo, una corriente filosófica que trata de asumir las incongruencias de la vida y la existencia, muchos estudiosos del intelectual destacan que su pensamiento es la respuesta al período convulso en el que le tocó vivir. Tuvo que dejar de su Argelia Natal por razones políticas en 1940, para mudarse a un París bajo la ocupación alemana y devastado por la guerra. Quizá esta también es la razón de que sus pensamientos nos parezcan tan sensatos y necesarios, sobre todo en un momento en el autoritarismo contra el que Camus se rebelaba amenaza con volver.

Albert Camus

Albert Camus, rodeado de dos actores, durante los ensayos de 'El caballero de Olmedo', la adaptación al teatro de la obra de Lope de Vega, en 1957. Foto: Getty Images

1. "Cada generación, sin duda, se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no lo rehará. Pero su tarea quizás sea más grande. Consiste en impedir que el mundo se deshaga".

2. "Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen".

3. "Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala".

4. "Toda forma de desprecio, si interviene en la política, prepara o instaura el fascismo".

5. "Ellos mandan hoy... porque tú obedeces".

6. "Todas las grandes hazañas y todos los grandes pensamientos tienen un comienzo ridículo".

7. "¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice no".

8. "La vida no tiene sentido pero vale la pena vivir, siempre que reconozcas que no tiene sentido".

9. "El acto más importante que realizamos cada día es tomar la decisión de no matarnos".

10. "El mal que hay en el mundo casi siempre viene de la ignorancia, y las buenas intenciones pueden hacer tanto daño como la malicia si carecen de entendimiento".

11. "El que se adhiere a un a ley no teme el juicio que lo sitúa en un orden en el que cree. Pero el mayor de los tormentos humanos es ser juzgado sin ley".

12. "No se trata de saber si persiguiendo la justicia lograremos preservar la libertad. Se trata de saber que, sin la libertad, no realizaremos nada y perderemos a la vez la justicia futura y la belleza antigua".

13. "La necesidad de tener razón es el signo de una mente vulgar".

14. "El éxito es fácil de obtener. Lo difícil es merecerlo".

15. "La capacidad de atención del hombre es limitada y debe ser constantemente espoleada por la provocación".

16. "Todas las desgracias del hombre provienen de no hablar claro".

17. "Siempre llega un momento en que uno debe elegir entre la contemplación y la acción. Esto se llama convertirse en un hombre".

18. "He visto a personas obrar mal con mucha moral y compruebo todos los días que la honradez no necesita reglas".

19. "Fue en España donde mi generación aprendió que uno puede tener razón y ser derrotado, que la fuerza puede destruir el alma, y que a veces el coraje no obtiene recompensa".

20. "La política y la suerte de la raza humana son formadas por hombres sin ideas y sin grandeza. Aquellos que tienen grandeza dentro de sí mismos no hacen política".

21. "La verdad, como la luz, ciega. La mentira, por el contrario, es un bello crepúsculo que realza cada objeto".

22. "Siempre nos engañamos a nosotros dos veces respecto a las personas que amamos, primero a su favor, y luego en su contra".

23. "Donde no hay esperanza, debemos inventarla".

24. "La libertad no es nada más que la oportunidad de ser mejor".

25. "Qué es la felicidad salvo la armonía entre una persona y la vida que lleva".

26. "No es el sufrimiento del niño lo que subleva, sino el hecho de que no esté justificado".

27. "La gente nunca está convencida de tus razones, de tu sinceridad, de tu seriedad o tus sufrimientos, salvo si te mueres".

 
La esposa de George Orwell le permitió acostarse con una amiga: cartas

Por Reuters
20 de enero de 2020



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LONDRES, 20 ene (Reuters) - El escritor británico George Orwell escribió a una amiga para decirle que podían tener relaciones sexuales dos veces al año con la aprobación de su esposa, según revela un conjunto de cartas compradas por el hijo de Orwell casi 70 años después de su muerte.

Orwell conoció a Brenda Salkeld en 1933, unos años antes de su primer éxito editorial, "Down and Out in Paris and London" (publicado en español como "Sin blanca en París y Londres"), influyendo en sus escritos posteriores, según atestiguan las cartas, cuyo contenido fue difundido el lunes por el periódico británico The Times.

Orwell le comunicó a Salkeld que su primera esposa, Eileen O'Shaughnessy, entendía sus deseos y "deseaba que yo pudiera acostarme contigo unas dos veces al año, solo para mantenerme feliz".

En una carta anterior, escribió: "No sé si alguna vez has llegado a comprender lo mucho que significas para mí. Además dijiste que finalmente pensabas tomar un amante, así que si es así no veo por qué no debería ser yo".

Orwell siguió escribiendo a Salkeld hasta 1949, justo antes de su segunda boda y tan solo unas semanas antes de la muerte del escritor. Las cartas muestran que usaba a Salkeld para sondear sus ideas.



El hijo de Orwell, Richard Blair, dijo que ha comprado las cartas para donarlas al Archivo George Orwell del University College de Londres.

Otro conjunto de cartas compradas por Blair también muestra la continua admiración de Orwell por una antigua amante, Eleanor Jacques.

Blair le dijo al Times que las cartas mostraban que Jacques y Salkeld "tuvieron mucha más influencia sobre él de lo que se suponía en un principio".

"Eran cartas muy personales", dijo. "Creo que hubo algún contacto físico ocasional en ambos casos. Le gustaban las mujeres muy fuertes. Mujeres que tenían una opinión. Eso es lo que le atraía. El hecho de que obtuviera algo [de ellas] más allá de eso era un añadido".

Orwell, quien también escribió las novelas "Rebelión en la granja" y "1984", sigue siendo muy popular por sus críticas a los gobiernos y al totalitarismo. El 70 aniversario de la muerte de Orwell se conmemorará el próximo 21 de enero.

(Información de Elizabeth Howcroft; Traducido por Darío Fernández en la redacción de Gdansk)

 
“A la izquierda del roble”: 100 años de la poesía de Mario Benedetti
La obra, que se presenta los viernes en el Centro Cultural de la Cooperación, repasa algunas de las grandes composiciones poéticas y musicales del gran autor uruguayo . #TeatroEnInfoae

Por Pacho O'Donnell
10 de marzo de 2020





Pacho O'Donell, Alejandra Darín y Marcelo Balsells

Pacho O'Donell, Alejandra Darín y Marcelo Balsells

Conocí a Mario Benedetti en la redacción de aquella memorable revista que fue Crisis dirigida por Eduardo Galeano y financiada por Fico Vogelius, que pagó con su secuestro y años de cautiverio. Mario era un hombre tímido, reservado, que tenía pudor de su inteligencia, había aprendido a desconfiar. Pero también capaz de humor: “Aquel gol que le hizo Maradona a los ingleses con la ayuda de la mano divina, es por ahora la única prueba fiable de la existencia de Dios.”

A partir de entonces nos encontramos varias veces, a veces planeadas y otras azarosas. Cuando entraba en confianza su conversación era muy nutricia e impregnada de preguntas y de discretas afirmaciones. Tenía la dorada virtud de la duda intelectual y del respeto por el otro.

No dudó en comprometerse en contra de las dictaduras latinoamericanas que asolaron nuestros pueblos al amparo de la operación “Cóndor” , y ése comprender y expresar esperanzas y desventuras de nuestros humillados lo llevó a trascender mucho más allá de los límites de su amado Uruguay.

En nuestro destierro en Madrid durante la ominosa dictadura del Proceso compartimos reuniones de exiliados que accionábamos para que en el exterior se supiera del horror que sucedía del otro lado del mar, en nuestras tierras. Entonces conocí a otro gran uruguayo, Daniel Viglietti, que paseó con Mario un espectáculo maravilloso, A dos voces, en el que uno cantaba y el otro recitaba, que les dio una inesperada dimensión internacional.



En los sesenta y principio de los setenta, cuando el cambio social parecía al alcance de la mano muchos todos cantábamos el A desalambrar de Viglietti y recitábamos Un padre nuestro latinoamericano de Benedetti.

“(…) porque tu reino también está aquí abajo

metido en los rencores y en el miedo

en las vacilaciones y en la mugre

en la desilusión y en la modorra

en esta ansia de verte pese a todo

cuando hablaste del rico

la aguja y el camello

y te votamos todos

por unanimidad para la Gloria (…)



A la izquierda del roble, en el Centro Cultural de la Cooperación,

A la izquierda del roble, en el Centro Cultural de la Cooperación,

La cadencia de los poemas de Mario, y la fuerza de su contenido hizo que varios músicos de renombre compusieran canciones, el ya citado Viglietti, Serrat, Pablo Milanés, Numa Moraes, Alberto Favero. De este último Por qué cantamos:

“Cantamos porque llueve sobre el surco

Y somos militantes de la vida

Y porque no podemos ni queremos

Dejar que la canción se haga ceniza



Cantamos porque el grito no es bastante

Y no es bastante el llanto ni la bronca

Cantamos porque creemos en la gente

Y porque venceremos la derrota



Cantamos porque el sol nos reconoce

Y porque el campo huele a primavera

Y porque en este tallo en aquel fruto

Cada pregunta tiene su respuesta”.




O de Soledad Bravo:

“Lo que conoces

es tan poco

lo que conoces

de mí

lo que conoces

son mis nubes

son mis silencios

son mis gestos

lo que conoces

de mí

lo que conoces

es la tristeza

de mi casa vista de afuera

son los postigos de mi tristeza

el llamador de mi tristeza (…) Soledad Bravo “Es tan poco”.




Porque Mario le cantó también al amor como pocos. ¿Quién no intentó amar o ser amado con uno de sus poemas? Es inolvidable aquella bella escena de El lado oculto del corazón de Eliseo Subiela en que Darío Grandinetti le recita No te salves a Sandra Ballesteros.

“No te quedes inmóvil

al borde del camino

no congeles el júbilo

no quieras con desgana

no te salves ahora

ni nunca

no te salves

no te llenes de calma

no reserves del mundo

sólo un rincón tranquilo

no dejes caer los párpados

pesados como juicios

no te quedes sin labios

no te duermas sin sueño

no te pienses sin sangre

no te juzgues sin tiempo (…)”

Uno de mis preferidos es “Hagamos un trato”:

“A pesar de esa veta de amor desprevenido, usted sabe que puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato nada definitivo, yo quisiera contar con usted.

Es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo.

Quiero decir contar hasta dos hasta cinco, no ya para que acuda presurosa en mi auxilio, sino para saber y así quedar tranquilo, que usted sabe que puede contar conmigo”.


Compartí la idea de recordar a Mario con el reconocido director teatral Daniel Marcove quien ha dirigido tres de mis obras: Van Gogh, Escarabajos y El sable. Se entusiasmó y nos pusimos en marcha, incorporamos a la maravillosa Alejandra Darín quien, más que recitar, se consustancia con la carnadura esencial de cada poema. No puedo evitar emocionarme cuando la escucho. También Marcelo Balsells, a quien hemos conocido y valorado como la primera voz de Opus 4, y, como si fuera poco, sobre el escenario está también Sergio Vainicoff, músico de tal nivel que hace pocas semanas estrenó una obra en el Bolshoi de Moscú. Además de autor cometo la imperdonable osadía de estar en escena, en el papel de un presentador que va desgranando las cuentas de canciones, textos y poesías.

Nos fue claro que el lugar ideal para presentar A la izquierda del roble es el Centro Cultural de la Cooperación donde estamos iniciando la tercera temporada.

*A la izquierda del roble, en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543. Entrada: $ 500,00 - Viernes - 20:00 hs - Hasta el 24/04/2020


 
60 años de la muerte de Albert Camus: 10 puntos clave de su vida y su obra
Se cumple un nuevo aniversario de la trágica muerte de este escritor francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1957 y autor de textos como “El extranjero” y “El hombre rebelde”. En esta nota, un repaso por su trayectoria literaria pero también por su vida personal y por sus inquietudes filosóficas


Por Luciano Sáliche
4 de enero de 2020

lsaliche@infobae.com





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(Crédito: Infobae Cultura)

1

La pequeña París. Así llamaban a Mondovi, una ciudad de Argelia en los tiempos de la colonia francesa. Luego, con la independencia de 1962 —tras una guerra que duró ocho años— se la nombró Dréan. Allí nació Albert Camus, un 7 de noviembre de 1913 con la miseria del tercer mundo de fondo. Su padres eran agricultores. Se los llamaba pieds-noirs, pies negros, un término despectivo creado por la Francia colonial para los franceses que trabajaban en las colonias.

Su madre, Catalina Elena Sintes, analfabeta y sordomuda, nació en la ciudad argelina de Birkhadem, pero su familia provenía de Menorca, la isla de España. Su padre, Lucien Camus, cuya familia huyó de Alsacia tras la guerra franco-prusiana, fue a combatir a la Primera Guerra Mundial. Allí, en la Batalla del Marne, Francia, lo hieren y, tras ser trasladado al hospital de Saint-Brieuc, finalmente muere. Albert Camus todavía no había cumplido un año.

Cuando muere el padre, la familia se instala en la casa de su abuela materna en Argel, la capital del país africano. Su infancia transcurre en uno de los barrios más pobres de la ciudad. No hay mucho que decir al respecto. Simplemente sobrevive. Hasta que llegan los libros. Fue a partir de un subsidio para los hijos de las víctimas de la guerra que empezó a estudiar: primero la primaria, después el bachillerato y finalmente Filosofía y Letras.



2

Mientras tanto, como la mayoría de sus compañeros del barrio, jugaba al fútbol. Hizo natación y boxeo pero el fútbol le encantaba. Era 9, delantero central, pero tenía tuberculosis y sus pulmones no funcionaban muy bien —se agitaba todo el tiempo—, entonces decidió ir al arco. Esa es una versión; otra es que era tan pobre que no quería gastar su único par de zapatos, entonces prefirió ir al arco.

Hay un relato titulado “Lo que le debo al fútbol” que no llega a ser cuento; se trata, más bien, de la narración de un recuerdo. Se publicó en la revista France Football en 1957. “Sí, lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había sido ayer”, comienza, y luego: “Aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida”.

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Albert Camus en sus tiempos de jugador de fútbol en Argelia

Camus jugó en el Montpensier y en el Racing Universitario de Argel (RAU). El texto mencionado termina así: “Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol, lo que aprendí con el RUA no puede morir. Preservémoslo. Preservemos esta gran y digna imagen de nuestra juventud. También estará vigilándolos a ustedes”.

Camus “fue uno de los primeros, si no es el primero, que rompió un poquito esa barrera entre los intelectuales y el deporte”, dijo en en entrevista con Infobae el actor Gustavo Farías, cuando escribió y protagonizó la obra de teatro Camus, le philosophe du solei. “Porque él reivindicó el deporte de una forma orgánica y siempre tuvo al fútbol como una escuela de vida. Esa también creo que fue una de las razones por las cuales se distanció mucho de Sartre”.

3

Como la docencia le fue negada, se dedicó al periodismo. Ya en 1932, a los 19 años, publicó sus primeros artículos. Poco a poco se convirtió en una voz importante en Argelia, donde vivió hasta 1940, agitando la vida cultural e inclinándola hacia la clase trabajadora: realizó investigaciones sobre la miseria en Kabylia, fundó el Teatro del Trabajo y escribió meditaciones líricas dirigidas directamente a los campesinos y obreros.

También cuestionó la política soviética tras el tratado de no agresión entre la URSS y los nazis, conocido como Pacto Ribbentrop-Mólotov, y se distanció del Partido Comunista francés —no del PC argelino que estaba con la mirada en la independencia— por su obsecuencia con el estalinismo. En 1940, tras las presiones del gobierno para que no pueda trabajar en ningún lado, decidió emigrar a París. Siguió siendo periodista, pero empezó a apostar por la literatura.

4

“Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias». Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”. Así comienza su primera novela, El extranjero, publicada en 1942. Con este libro inaugura su gran obra, un movimiento estético e intelectual, una especie de ficción filosófica, lo que la crítica literaria llamó existencialismo primero, absurdismo después, aunque él siempre escapó de las etiquetas.

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4 libros clave de Albert Camus: "El extranjero", "La peste", "El mito de Sísifo" y "El hombre rebelde"

5

Amor: breve capítulo aparte. Camus tuvo muchos romances —Blanche Balain, María Casares, Mamaine Koestler, María Casares, Catherine Sellers y Mette Ivers— y dos casamientos: Simone Hié y Francine Faure. Con la última tuvo dos hijos, Catherine y Jean, gemelos. “Es difícil decir quién fue la mujer más importante. Todas lo eran. Mujeres de una personalidad muy fuerte”, dijo en una entrevista de 2012 Catherine Camus, abogada y albacea de la obra de su padre.

De todos esos amoríos —muchos furtivos, la mayoría clandestinos— están las cartas. Por ejemplo las que le envió a la actriz María Casares, hija del entonces jefe de gobierno español Santiago Casares Quiroga, con quien tuvo una relación durante 16 años. En palabras del historiador Francisco Martínez Hoyos, esa correspondencia es de un “romanticismo desaforado”. Le escribió, por ejemplo: “Hace seis días que estoy aquí y todavía no me he acostumbrado a tu ausencia”.

Se conocieron el 19 de marzo de 1944 en la casa del escritor Michel Leiris. Camus estaba en Francia; su mujer, Francine Faure, en Argelia. Fueron dos años intensos, sobre todo políticamente, por la ocupación nazi y la Resistencia Francesa en la que ambos participaron. Dos años después, Francine viaja a Francia, nacen los gemelos y la relación entre María Casares y Albert Camus se disuelve. Pero el amor hizo lo suyo: a los dos años se reencontraron.

“Nada es más hermoso, más soberbio y más tierno que el deseo que tengo de ti”, le escribió Camus en 1948. “Yo espero el milagro siempre renovado de tu presencia”, respondió ella. El romance terminó con la muerte del escritor. En esos años últimos —nadie sabía que serían los últimos—, precisamente el 17 de octubre de 1956, la actriz le escribió: “Hace mucho tiempo que no lucho contra ti; pero sé que, cualquier cosa que acontezca, viviremos y moriremos juntos”.

6

El sinsentido de la vida está en su final. Nadie volvió de la muerte para contar qué había del otro lado ni para explicar porqué transitamos todo este camino. En 1942 Camus publicó un ensayo que abordó esta cuestión, pero fue aún más allá: se tituló El mito de Sísifo y reflexionó sobre el su***dio. “Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”, escribe en la primera página, y más adelante: “¿Cuál es, pues, ese sentimiento incalculable que priva al espíritu del sueño necesario a la vida?”

En la mitología griega, la astucia de Sísifo es castigada por los dioses condenándolo a empujar hacia la cima de una montaña una piedra gigante. Al llegar, la piedra cae rodando hasta el valle y hay que empujarla nuevamente. Así hasta el fin de los días. En este libro —en 1942 también publicó la novela El extranjero: dos textos que se retroalimentan— da cuenta de lo absurdo de la vida y de cómo el su***dio no es otra cosa que una posible respuesta al sinsentido.

En El mito de Sísifo, entre de citas y reflexiones en torno al “clima asfixiante”, escribe: “Frente a la contradicción esencial defiendo mi contradicción humana. Instalo mi lucidez en medio de lo que la niega. Exalto al hombre ante lo que lo aplasta y mi libertad, mi rebelión y mi pasión se unen en esa tensión, esa clarividencia y esa repetición desmesurada. Sí, el hombre es su propio fin. Y es su único fin. Si quiere ser algo, tiene que serlo en esta vida. Ahora lo sé de sobra”.

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Albert Camus y Maria Casares

7

“Hay una paz, provisoria, en esta casa”, escribe Camus en un cuaderno mientras el sol se filtra por la ventana. Está en una cama matrimonial con un cigarrillo en la boca, los pies cruzados, la espalda y la cabeza sobre una almohada, la mano presionando un lápiz sobre el papel. Es la mansión de Victoria Ocampo en Béccar, San Isidro, año 1949, 13 de agosto, primera mañana en Argentina.

“Debería quedarme aquí hasta el día de mi regreso”, escribió en sus diarios de viaje. Estaba maravillado con la Villa Ocampo (“una casa grande y agradable, en el estilo de Lo que el viento se llevó. Gran lujo antiguo. Tengo ganas de acostarme y de dormir hasta el fin del mundo”), pasó dos noches allí y el 14 de agosto partió a Santiago de Chile.

En Argentina mantuvo el perfil bajo: su obra El malentendido había sido prohibida. No tuvo grandes actividades durante aquellos tres días. La más importante, una reunión con unos cuarenta intelectuales argentinos que le organizó Victoria en su casa. Todo esto lo cuenta Eduardo Paz Leston en el prólogo de la correspondencia entre Camus y Ocampo publicado por Sudamericana.

La última noche cenó con la anfitriona —ya se conocían: habían pasado varios veladas juntos en París—, hablaron de política, afirmaron su férrea convicción de oponerse a los totalitarismos —para ambos, el peronismo lo era—, escucharon una ópera de Britten, también algunos poemas de Charles Baudelaire grabados por Victoria y bebieron y fumaron y rieron. De lo demás, no hay registros.

8

Durante la ocupación nazi en Francia y la posguerra, Camus editó y escribió en muchísimas revistas obreras. En esa praxis acentuó su posición anti totalitaria y la especificó escribiendo sobre diversos conflictos sociales y políticos alrededor del mundo. Fue para 1951, con su famoso ensayo El hombre rebelde, que se distanció definitivamente del comunismo soviético dejando claras sus diferencias con Jean Paul Sartre, catalogando de falsa la dicotomía capitalismo-comunismo.

Ese es libro, que es una declaración de principios, un manifiesto utópico, una necesaria apología a la rebelión y al espíritu crítico, empieza así: “¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el contenido de ese ‘no’?”

“El esclavo, en el instante en que rechaza la orden humillante de su superior, rechaza al mismo tiempo el estado de esclavo. El movimiento de rebelión lo lleva más allá de donde estaba en la simple negación. Inclusive rebasa el límite que fijaba a su adversario, y ahora pide que se le trate como igual (...) Instalado anteriormente en un convenio, el esclavo se arroja de un golpe al Todo o Nada. La conciencia nace con la rebelión”.

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Albert Camus

9

Tenía 44 años Albert Camus cuando recibió el Premio Nobel de Literatura. En su discurso dijo: “¿Cómo un hombre, casi joven todavía, rico sólo por sus dudas, con una obra apenas desarrollada, habituado a vivir en la soledad del trabajo o en el retiro de la amistad, podría recibir, sin una especie de pánico, un galardón que le coloca de pronto, y solo, a plena luz? ¿Con qué ánimo podía recibir ese honor al tiempo que, en tantos sitios, otros escritores, algunos de los más grandes, están reducidos al silencio y cuando, al mismo tiempo, su tierra natal conoce una desdicha incesante?”

10

Camus, como todo ser humano, estaba condenado a muerte. La razón más probable era su tuberculosis, que desde niño lo venía limitando constantemente; ya había tenido algunas crisis importantes que fueron mucho más que un alerta. Desde adolescente empezó a sospechar que moriría por un ataque respiratorio o algo por el estilo.

La tuberculosis, una suerte de fantasma que lo acompañó siempre y le marcó los límites de sus movimientos. No sólo en el deporte, también cuando quiso ser docente o cuando se presentó al ejército como voluntario: lo rechazaron por su delicada salud. Él suponía, teniendo en cuenta el azar de la vida, que su fin podría llegar como desencadenante de esta enfermedad pulmonar.

Pero no fue así. Lo que pasó fue esto: hace exactamente sesenta años, cuando se encontraba en la cumbre de su carrera literaria e intelectual, Albert Camus murió en un accidente de tránsito. O al menos eso dice el consenso, pese a que estén los que crean que detrás de todo estuvo la KGB. Iba en un vehículo por la ruta número 5, en Villeblevin, Francia. Tenía apenas 46 años.

Manejaba Michel Gallimard, sobrino del editor de Camus. En el asiento trasero, la esposa y la hija de Gallimard. Camus viajaba adelante, del lado derecho. Una rueda reventó intempestivamente y el auto perdió el control. Un par de microsegundos después el vehículo impactó contra un árbol a la vera del asfalto. Todos se salvaron. Todos menos el escritor francés, que perdió la vida de inmediato.

Ese día, los periodistas estaban de huelga. La noticia tardó en hacerse pública. El corresponsal del diario español ABC, Federico García-Requena, describió aquel día así: “Una tarde de invierno, de cielo entoldado y sin crepúsculo, que fue noche casi instantáneamente, como si de pronto hubiera sido cubierta por crespones de duelo”.


Lo he leido todo de y sobre Albert Camus. Dicen que cuando murió ya había escrito lo más importante, pero me pregunto cómo pueden saber éso: supongo que se había "aburguesado" un poco respecto a sus ex-amigos de la Rive Gauche, que seguian creyendo en la Union Soviética y rechazando la critica al stalinismo, de hecho, se dice que el accidente de coche pudo ser provocado por la KGB ante la postura antisoviética de Camus durante y después de la entrega del Premio Nobel. Su impresionante "El hombre rebelde" fué un mazazo para Sartre, Beauvoir y los demás amigos veteranos de la Resistencia francesa. Dicen que Sartre rechazó el Nobel posterior que le dieron, no por que fuese un premio capitalista -que es lo que dijo -sino por celos porque se lo habían dado antes al ya difunto Albert Camus, su ex-amigo incluso muerto.

Aunque era francoargelino de corazón y había criticado la guerra colonial contra la independencia de Argelia, había terminado diciendo que entre la libertad de Argelia y la vida de su madre elegía a su madre, lo que fué muy políticamente incorrecto respecto a una guerra anticolonial entonces considerada de liberación proizquierdista, apoyada por la URSS como todas las rebeliones contra las potencias capitalistas coloniales. También es cierto que, pese a su simpatía por el FNL argelino, en su obra no aparecen árabes más que como decorado.

Pero ¡que gustazo es leer sus novelas, sus artículos en Combat y Liberation -como el que escribió la noche de la liberación de Paris o los contrarios a los actos de venganza contra los colaboracionistas -firmando por el indulto, denegado por De Gaulle, del escritor Robert Brouillard - y las mujeres que habían confraternizado con los nazis, asi como en contra de la pena de muerte, con unos argumentos irrefutables -. Como sus fabulosas obras de teatro, que tantas conquistas le valió entre las actrices con su aspecto de Bogart. Cierto que su amante más estable fue la española nacionalizada francesa Maria Casares, hija del presidente del Gobierno de la República Santiago Casares Quiroga. Catherine, la hija que más se ha aprovechado de la fama de su difunto padre (Jean se negó a que su cuerpo fuese trasladado al Panteón desde su humilde tumba en la Provenza, considerando que es lo que hubiese deseado él), esperó a la muerte de su madre, Francine - quien nunca quiso divorciarse de Camus, cosa que él no necesitaba hacer, y le obligó a que no invitase a Casares a Estocolmo - para conocer a la amante de su padre, quien posteriormente rehizo su vida casándose.

Ese aspecto mujeriego y machista de Camus es hoy algo que el Me Too no puede soportar, pero me alegro de haber leido su obra antes de haber leido sobre su biografía, porque así no puedo minusvalorarle como el gran filósofo y literato que fué. "El mito de Sisifo" me fascina, es una obra sobre el existencialismo en mi opinión mil veces más instructiva que Sartre.

Su autobiografia inacabada, "El primer hombre", es una preciosidad. Llevaba el manuscrito en el coche en el que murió.
 
Última edición:
La esposa de George Orwell le permitió acostarse con una amiga: cartas

Por Reuters
20 de enero de 2020



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LONDRES, 20 ene (Reuters) - El escritor británico George Orwell escribió a una amiga para decirle que podían tener relaciones sexuales dos veces al año con la aprobación de su esposa, según revela un conjunto de cartas compradas por el hijo de Orwell casi 70 años después de su muerte.

Orwell conoció a Brenda Salkeld en 1933, unos años antes de su primer éxito editorial, "Down and Out in Paris and London" (publicado en español como "Sin blanca en París y Londres"), influyendo en sus escritos posteriores, según atestiguan las cartas, cuyo contenido fue difundido el lunes por el periódico británico The Times.

Orwell le comunicó a Salkeld que su primera esposa, Eileen O'Shaughnessy, entendía sus deseos y "deseaba que yo pudiera acostarme contigo unas dos veces al año, solo para mantenerme feliz".

En una carta anterior, escribió: "No sé si alguna vez has llegado a comprender lo mucho que significas para mí. Además dijiste que finalmente pensabas tomar un amante, así que si es así no veo por qué no debería ser yo".

Orwell siguió escribiendo a Salkeld hasta 1949, justo antes de su segunda boda y tan solo unas semanas antes de la muerte del escritor. Las cartas muestran que usaba a Salkeld para sondear sus ideas.



El hijo de Orwell, Richard Blair, dijo que ha comprado las cartas para donarlas al Archivo George Orwell del University College de Londres.

Otro conjunto de cartas compradas por Blair también muestra la continua admiración de Orwell por una antigua amante, Eleanor Jacques.

Blair le dijo al Times que las cartas mostraban que Jacques y Salkeld "tuvieron mucha más influencia sobre él de lo que se suponía en un principio".

"Eran cartas muy personales", dijo. "Creo que hubo algún contacto físico ocasional en ambos casos. Le gustaban las mujeres muy fuertes. Mujeres que tenían una opinión. Eso es lo que le atraía. El hecho de que obtuviera algo [de ellas] más allá de eso era un añadido".

Orwell, quien también escribió las novelas "Rebelión en la granja" y "1984", sigue siendo muy popular por sus críticas a los gobiernos y al totalitarismo. El 70 aniversario de la muerte de Orwell se conmemorará el próximo 21 de enero.

(Información de Elizabeth Howcroft; Traducido por Darío Fernández en la redacción de Gdansk)


Sinceramente, es un dato sobre Orwell que me da igual. A mi me encanta leerle, simplemente.
 
Rima XIII

de Gustavo Adolfo Bécquer

Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea
me parece, en el cielo de la tarde,
¡una perdida estrella!
 
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