Barack Obama

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Obama, capítulo abierto
Solo el tiempo dirá si su presidencia fue un éxito o un mero paréntesis


Marc Bassets
31 OCT 2016 - 08:27 CET
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Barack Obama. Katy Grannan The White House
Barack Obama lee la frase cada mañana cuando pisa el Despacho Oval. Está inscrita en la alfombra que cubre el suelo del espacio más simbólico del poder presidencial. “El arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”.

La frase la pronunció Martin Luther King, héroe y mártir de la lucha por los derechos civiles. Tiene la doble virtud de explicar la visión del mundo del presidente Obama —un optimista pragmático, que cree que la humanidad mejora paso a paso— y de resumir los éxitos y frustraciones de los ocho años de su presidencial.

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Obama abandonará la Casa Blanca el 20 de enero y entregará las llaves a Hillary Clinton o a Donald Trump, candidatos a las elecciones del 8 de noviembre. Se marchará sin ningún éxito rotundo. Deja un trabajo inacabado. No ha ganado una guerra como Franklin D. Roosevelt. No ha terminado con la segregación racial y creado un sistema de salud pública para los más desprotegidos como Lyndon B. Johnson. Ni, como Ronald Reagan, ha transformado la economía y la mentalidad del país.

La suerte y la maldición de Obama es que, desde el 4 de noviembre de 2008, el día que ganó sus primeras elecciones, ya sabía que, al contrario que la mayoría de presidentes, él sería recordado por algo que no tenía que ver con su gestión: ser el primer negro en ocupar el cargo. Cuando ganó, se escucharon comentarios sobre el amanecer de una nueva era posracial. Si el presidente era afroamericano, ¿qué quedaba por reclamar? ¿No era esto el final de la lucha, y un final triunfante? No. Porque el arco de la justicia es largo, y está hecho de avances y retrocesos. Estos años habrán sido los de la explosión de las tensiones raciales, los años en que los estadounidenses, y el mundo, han tomado conciencia de la persistencia del racismo sistémico, que se manifiesta en la represión policial contra los negros o en su encarcelamiento desproporcionado.

Obsesionado, como la mayoría de antecesores, por su lugar en la historia, Obama ve el mundo con ojos de escritor.

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Barack Obama fotografíado en 2016. Katy Grannan
FOTOGALERÍA| Los ocho años de Obama en la Casa Blanca

Como escritor, piensa en relatos: arcos narrativos que se inclinan hacia la justicia, por parafrasear a King. Interpreta la realidad en forma de párrafos. Y cree que la tarea de todo presidente es moldear su párrafo en la historia. En los últimos meses ha escrito textos y ha dado entrevistas a periodistas o historiadores con el fin de influir en la percepción de su legado, de participar en la redacción del párrafo. “La verdad”, escribió en Wired, “es que si tuvieseis que elegir un momento en la historia humana para estar vivos, escogeríais este”.

Además de ser el primer descendiente de africanos en gobernar el país de la esclavitud y la segregación, Obama puede exhibir como mínimo dos éxitos en la política nacional y tres en la política internacional. Como sucede siempre con Obama, son éxitos a medias, o discutidos o, en el mejor de los casos, avances que ponen la semilla de lo que pueden ser transformaciones profundas.

Un éxito rotundo podría ser el llamado plan de estímulo fiscal, el conjunto de inversiones y rebajas de impuestos que el Congreso, todavía controlado por el Partido Demócrata, adoptó en los primeros meses de la presidencia de Obama, en 2009. El otro éxito es la reforma sanitaria, conocida como Obamacare, que pretendía acabar con la anomalía de que, en el país más rico del mundo, 50 millones de personas viviesen sin cobertura médica. Y ha dado cobertura a 20 millones de personas que carecían de ella. Pero los fallos en la aplicación de la reforma y el rechazo de algunas aseguradoras a participar en ella evidencian que es una reforma a medio hacer.

La politización de ambas medidas en el Congreso refleja una polarización que ha torpedeado otras iniciativas esenciales como la reforma migratoria. Obama ganó las elecciones prometiendo unidad y las divisiones son más agudas que nunca. No es culpa de Obama, sino de un Partido Republicano que se ha escorado a la derecha, pero la polarización, que ha derivado en la nominación de un candidato extremo como Trump, formará parte de su legado.

La herencia de un presidente escapa a su control: el país que dejará está más dividido, pero también es más diverso y mestizo

También en la política internacional los éxitos son matizados. El más resonante es la muerte de Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda y responsable de los atentados del 11-S. Pero la amenaza del terrorismo no ha desaparecido, como prueba la irrupción del Estado Islámico (ISIS, en inglés). Otro logro es el regreso de las decenas miles de militares estadounidenses que, cuando Obama llegó a la Casa Blanca, combatían en Irak y en Afganistán.

Los estadounidenses han dejado de ser un pueblo en guerra. Y, sin embargo, Estados Unidos no se ha podido retirar del todo de los conflictos de la década pasada. Continúa con una presencia mínima en Afganistán y el ISIS le ha forzado a regresar a Irak y a la vecina Siria. La guerra de Obama adopta una nueva modalidad: fuerzas especiales, como las que mataron a Bin Laden, y aviones pilotados a distancia o drones.

Obama llegó al poder prometiendo redirigir la política exterior hacia Asia y ejercer allí de contrapeso a las ambiciones regionales chinas, pero ha quedado atrapado en Oriente Próximo. No ha sido capaz de frenar las ansias expansionistas de China en Asia, ni las Rusia en Europea y Oriente Próximo.

Siria puede ser su mayor borrón. El presidente entendió que después del trauma de Irak los estadounidenses no querían más guerras y concluyó que, en país donde los enemigos de Estados Unidos estaban en los dos bandos, una intervención podría complicar las cosas.

El otro éxito de Obama en el exterior es el acercamiento a dos países que llevaban décadas enemistados con Estados Unidos: Cuba e Irán. La reapertura de las relaciones diplomáticas con La Habana cerró con 25 años de retraso la Guerra Fría en América Latina. El acuerdo para frenar el programa nuclear con Irán sirvió para recuperar la comunicación entre Washington y Teherán y reequilibró el tablero en Oriente Próximo.

La frase que define su política exterior la pronunció off the record, en 2014 en el Air Force One ante un grupo de periodistas, durante un viaje a Asia. “Don’t do stupid shit”, dijo. “No hagas tonterías”, sería una traducción suave.

El periodista Mark Landler, que estaba en aquel avión, describe el episodio en su libro Alter egos. Landler escribe que Obama cree que “Estados Unidos está demasiado dispuesto a recurrir a la fuerza militar para defender sus intereses” y que “la intervención americana en otros países usualmente acaba de forma desgraciada”.

Obama es un realista pero también un idealista. Un pragmático pero con una visión universal. Alguien que, como explica en una conversación con la biógrafa de Lincoln Doris Kearns Goodwin, su historiadora de cabecera, al hacerse adulto decidió dedicar sus esfuerzos a la ambición de “crear un mundo en el que personas de distintas razas u orígenes o confesiones puedan reconocerse en la humanidad de unos y otros, o en crear un mundo en el que cada niño, sin importar su procedencia, pueda aspirar y alcanzar y realizar su potencia”.

La herencia de un presidente escapa a su control, a su simple labor ejecutiva: el país que dejará a su sucesor está más dividido, sí, pero también es el país que ha legalizado el matrimonio homosexual, y es un país más diverso y mestizo. Con su identidad —hijo de una blanca de Kansas y un negro de Kenia— Obama refleja más que modela los cambios de fondo de este país.

La presidencia de Obama será un capítulo breve en la historia joven de Estados Unidos y su éxito verdadero se medirá en dos tiempos. Primero, el 8 de noviembre, en función de si gana Clinton, que promete desarrollar sus políticas, o Trump, cuya victoria sería una enmienda a la totalidad del legado de Obama.

Será en la segunda etapa cuando sabremos si esta presidencia ha sido un éxito o un paréntesis, si Obama será más que el primer presidente negro. Dependerá de si la reforma sanitaria amplía la cobertura, de si la recuperación económica de consolida y da paso a desigualdades menos sangrantes, de si el acuerdo con Irán se mantiene y Cuba se democratiza, de si Estados Unidos aprueba una reforma migratoria que acabe permitiendo la nacionalización de los sin papeles, de si la guerra termina en Siria y de si Estados Unidos mantiene la hegemonía mundial y de si esta es benévola.

Dependerá, al fin, de si, efectivamente, “el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”. El párrafo no está escrito.
 
El pasado te engaña
Publicado por Jordi Pérez Colomé
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Barack Obama, 2013. Fotografía: Pete Souza (DP)
Este artículo fue publicado originalmente en nuestra revista Jot Down Smart número 15

Puedo adivinar el futuro: Barack Obama será mejor valorado como presidente en 2020 que hoy. Y no tengo poderes especiales. Todos los expresidentes americanos recientes son mejor vistos después que durante su mandato. En abril de 2008, meses antes de dejar la presidencia, un 32 % de americanos creía que George W. Bush lo hacía bien. Cinco años después, un 49 % decía que fue un buen presidente.

Durante los ocho años de mandato de Bill Clinton, una media de 55 % creía que era buen presidente. En 2012, un 88 % creía que lo fue. Hasta Carter o Ford, que perdieron sus elecciones, tienen mejor prensa años después.

Es un ejemplo pequeño de que somos condescendientes con el pasado. El recuerdo de una exnovia nunca es tan pesado como fue en realidad. La memoria selectiva es razonable y hasta compasiva. Pero también provoca una admiración a tiempos pasados, que nunca los hubo mejores. Es un mito pesado y persistente.

*

Hay al menos dos nostalgias extendidas: la pureza del primitivo y el recuerdo de la juventud. Ambas son falsas.

George Kennan fue el diplomático americano más influyente del siglo XX. Su hito más célebre es proponer la doctrina de la contención en 1947 para frenar la expansión de la Unión Soviética: la cooperación era imposible y la guerra era un recurso innecesario; la contención era el mejor camino para esperar el derrumbe del régimen.

Se acaban de publicar los diarios privados de Kennan. El 20 de diciembre de 1927, con veintitrés años, escribía:

No puedo dejar de lamentar no vivir cincuenta o cien años antes. La vida está demasiado llena en estos tiempos para ser comprensible. Conocemos demasiadas ciudades, y nuestras salidas y llegadas ya no son momentos de desapego emocional, porque son demasiado comunes. Tenemos también demasiados amigos para tener alguna amistad de verdad, demasiados libros para conocer alguno bien, y la calidad de nuestras impresiones decae en beneficio de la cantidad, así que la vida empieza a parecer una película, con cientos de escenas que aparecen y desaparecen de nuestro campo de percepción, pasadas antes de que tengamos tiempo de considerarlas.

Me hubiera gustado vivir en los días en que una visita era cosa de meses, cuando los países extranjeros eran aún extranjeros, cuando una vasta parte del mundo tenía siempre el glamourdel gran desconocido, cuando las guerras merecían aún los combates y los dioses merecían aún adorarse.

Ese verano de 1927, Kennan y un amigo habían viajado a Europa. El 26 de junio tomaron un barco en Nueva York. Habían comprado un pasaje en tercera clase por 97,50 dólares, que serían 1317 en dólares de hoy, a lo que había que sumar visados y «propinas». En total, ir de Nueva York a Southampton en 1927 costaba casi 2500 dólares actuales. Kennan lo pagó con dinero de su padre, que sufragó todo el viaje.

El trayecto duró siete días. Los otros viajeros no eran turistas: «¡Somos una panda de deportados!», dice Kennan. Entre otros, «hay un hombre con un ojo, un viejo diablo barbudo, tísico que parece un Papa Noel en paro en Constantinopla, hay al menos cien espaguetis [italianos] todos iguales, con largos bigotes castaños y varias capas de suciedad».

Al llegar a Inglaterra van a Exeter. Después van a Londres, París y Génova. El 6 de agosto vuelven a Estados Unidos. En el viaje se emborrachan, se quedan sin dinero, regatean con los dueños de las pensiones. Es un viaje largo, pausado, igual y a la vez distinto a la mayoría de los que se hacen hoy. Pero Kennan aún quería otro tipo de viaje, como los del siglo XIX.

Hubo otro detalle distinto en el viaje de Kennan: cogió disentería en Italia. Al volver, además, antes de tomar el barco, debieron vacunarse. Había enfermedades en Europa y en Estados Unidos que requerían precauciones obligatorias.

Kennan quería hace noventa años un mundo distinto, más tranquilo, con menos incentivos. Pero, respecto al mundo de hoy, entonces ir a Europa era un lujo o una paliza, y además peligroso para la salud. Kennan, como muchos hoy, quería más. La satisfacción plena es difícil de lograr y el pasado es un buen recurso para seguir deseándola.

*

Cien años antes, a principios del XIX, un joven británico viaja a Brasil. En una ciudad portuaria, el británico entra en un café donde hay dos mesas ocupadas: un grupo de brasileños escucha a otro tocar la guitarra y cuatro norteamericanos hablan mal de Inglaterra.

«Ningún hombre, incluso el más cosmopolita, puede digerir violentas críticas sobre el país de su nacimiento», escribió años después el británico en un periódico de Detroit, pero «no creo que yo deba ir haciendo de Don Quijote y enfrentarme a todos los que deciden difamar a su majestad de Inglaterra». Pero los norteamericanos siguieron y empezaron a meterse con él. Acabó por retar a un duelo a uno.

Quedaron a la mañana siguiente, dieron un revólver a cada uno. Para el inglés era su primer duelo. Se separaron dieciséis pasos. Se giraron y dispararon. Una bala atravesó el sombrero del inglés y otra dio en el hombro del norteamericano. Pero sobrevivió. Era otra pega del mundo antiguo: el honor servía para jugarse la vida. Hubiera sido divertido verlo, pero no vivirlo: tener que jugarse la vida por unos cuernos —y más si te los ponen— es penoso.

Aún más atrás, en 1787, en la Francia casi revolucionaria, los locos eran poseídos. Así describe el científico italiano Enrico Rossi en una conferencia en Nápoles en 1901 el trabajo del gran médico francés Philippe Pinel:

Dos años antes de la caída de la Bastilla, Pinel entró en el manicomio de Salpêtrière y cometió el valiente acto de liberar a los locos de las cadenas que les oprimían. Demostró en la práctica que los locos, cuando son liberados de sus cadenas, son más tranquilos, en lugar de crear desorden y destrucción.

A finales del siglo XIX, Mark Twain viajó a Hawái. No pudo desembarcar en Honolulu porque había cólera. A pocas millas de allí estaba Moloka‘i, una isla para leprosos. Es el único lugar de Estados Unidos donde vivieron dos futuros santos, el padre Damián de Veuster y la madre Marianne Cope.

El diplomático Kennan quería volver precisamente a la simplicidad de aquellos días, cincuenta, cien años antes de que él naciera. Twain dice que en 1894 Honolulú se había vuelto más rica que en su otra visita, unas décadas antes. ¿Las mejoras? «Alfombras, hielo, cuadros, libros del mundo».

Esa presunta simplicidad de los primitivos tenía un precio: la salud. Cuando alguien eche de menos el pasado, solo debe pensar por ejemplo en ir al baño. Para hacerse una idea, no hay que ir de hecho al pasado. Aún hoy hay ejemplos. Así es el extraordinario principio del libro The Big Necessity, de Rose George:

Necesito un baño. Asumo que hay uno, aunque esté en un restaurante austero en Costa de Marfil, en un pequeño pueblo lleno de refugiados de la vecina Liberia, donde el agua llega en cubos y puedes comprar toallas de segunda mano. El camarero, un joven liberiano, solo asiente cuando pregunto. Me lleva por la oscuridad a un edificio de una habitación, enciende la luz y se va. Hay baldosas blancas en el suelo, baldosas blancas en las paredes, y ya está. Ningún baño, ningún agujero, ninguna idea. Salgo a buscarle de nuevo y le pregunto si me ha enviado al lugar adecuado. Sonríe con sarcasmo. Los refugiados no se divierten a menudo, pero ahora se divierte. «Hazlo en el suelo. ¿Qué esperas? ¡Esto no es América!». Me siento tonta. Digo que me conformo con usar los arbustos, que no es que sea fina. Pero ya se ha ido, riendo en la oscuridad.

El problema no era solo la sanidad. Había uno más grave: el precio barato de las vidas. El honor no se arreglaba, como ahora, con un insulto o un empujón o una rabieta. Había duelos. En el siglo XIV el exiliado no era Salman Rushdie sino Dante Alighieri, que si volvía a Florencia lo hubieran quemado vivo.

La violencia ha descendido también de manera extraordinaria. No voy a repasar las guerras y asesinatos del pasado aquí. Todos los datos y gráficas están en el libro Los ángeles que llevamos dentro, de Steven Pinker. «La mente humana tiende a calcular la probabilidad de un acontecimiento a partir de la facilidad con que puede recordar ejemplos, y las escenas de carnicerías tienen más probabilidades de llegar a los hogares y grabarse en la mente de sus habitantes que las secuencias de personas que mueren de viejas», dice Pinker. Por eso nuestra época siempre será peor.

*

Hay más violencia económica, dicen otros. El filósofo John Gray escribe en El silencio de los animales. Sobre el progreso y otros mitos modernos que «la desigualdad en Estados Unidos a principios del siglo XXI es mayor de lo que lo era en la economía esclavista de la Roma imperial del siglo II». Bill Gates es tan rico que podría ser un causante de esa desigualdad: los millonarios lo son tanto que la diferencia quizá llegue a ser mayor, lo que no implica —como parece decir Gray— que era mejor ser esclavo en Roma que empleado en Ohio.

Gates se dedica ahora a donar buena parte de ese dinero. Cada año publica una carta con sus conclusiones y expectativas. En 2014 decía:

Para desmentir el mito de que los países pobres están condenados a seguir siendo pobres no hay más que apelar a los hechos: no han seguido siendo pobres. Muchos de los países que considerábamos pobres (aunque ni mucho menos todos) ahora presentan economías fuertes. Y el porcentaje de personas extremadamente pobres se ha reducido a menos de la mitad desde 1990.

La gente de Roma o de la Edad Media no era menos codiciosa y más pura y simple. Solo hay que ver el infierno de la Divina comedia de Dante. Pero hay algo que seguro que era la mayoría: analfabetos. Hoy más leen, aunque el progreso es lento: El alquimista de Paulo Coelho lleva más de cinco años entre los más vendidos en Estados Unidos.

En 2116 algunos creerán que 2016 era mejor: se hacían aún cosas en papel. Pero otros destacarán que en 2016 aún no era posible que cinco titulares del Real Madrid fueran gais declarados y nadie les gritara «maricones». En 2016 un 34 % de europeos no sabe que la Tierra da vueltas al sol o un 48 % de americanos no sabe que los hombres vienen de otros animales.

Nosotros sabemos que 2016 es un año normal, agradable, irregular, tortuoso, como debe ser. Quizá lo está siendo más de lo normal y de aquí a cien años lo verán como el principio de algo. El problema del presente es que debe vivirse entero. Del pasado recordamos o imaginamos los fragmentos que queremos, como si fuera una película, donde los protagonistas no deben aguantar camareros estúpidos o lunes por la mañana o la pesadez de ir de un lugar a otro.

Pero no por eso el pasado es mejor. Tampoco el personal. La juventud está bien, pero solo mientras se vive. Es imposible disfrutar de los veinte años con la experiencia de los cuarenta. Veo a jóvenes hoy y está claro que echarán de menos en el futuro las mismas tonterías de su vida que los demás.
https://www.jotdown.es/2019/03/el-pasado-te-engana/
Buzzfeed es un medio norteamericano que hace a menudo listas sobre nuestra juventud: «Veinte cosas que demuestran que naciste en los setenta», por ejemplo. Cuando abrieron su versión británica, el director creía que ese tipo de nostalgias no funciona en el Reino Unido: «Somos más escépticos al recordar nuestro pasado con cariño».

Los británicos conocen los límites de nuestras construcciones del pasado. No hubo tiempos mejores —excepto algún rato—, tampoco es seguro que los vaya a haber. Pero es bastante más probable
 
Barack Obama llegará a Sevilla en las próximas horas
Máxima expectación ante la participación del expresidente norteamericano en la Cumbre Mundial del Turismo

0La Cumbre del Turismo reúne en Sevilla a 30 ministros y secretarios de estado

La llegada de Barack Obama a Sevilla es inminente. Se espera que el expresidente de Estados Unidos aterrice esta noche en Sevilla para asistir a la Cumbre Mundial del Turismo, en inglés la WTTC.

El que fuera presidente número 44 de EE.UU., cuya presencia en Sevilla está programada para participar en una conferencia titulada «una conversación con Barack Obama» en la cumbre que se celebra en Fibes hasta el día 4, estará en la capital hispalense en cuestión de horas ya que se espera que aterrice esta noche en Sevilla en vuelo privado. Y pasará la noche en la ciudad aunque, por motivos de seguridad, el lugar donde pernoctará se mantiene en secreto.


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Aunque la agenda del expresidente es «privada» con excepción de su intervención en la cumbre, con toda probabilidad dedicará parte de las horas previas a su intervención en la WTTC, prevista para las 15:15 de mañana miércoles, a preparar su conferencia pero también es probable que deje algún hueco para visitar algún monumento de la ciudad. También es una incógnita si Obama acudirá finalmente a la cena de gala que la organización de la WTTC tiene previsto celebrar mañana por la noche en la Real Maestranza de Sevilla y a la que ha sido invitado.

Costos le acompaña
En cualquier caso, en su visita a Sevilla, el exmandatario norteamericano no estará solo. Procedente de California llegará también el ex embajador de Estados Unidos en España, James Costos, que le acompañará durante toda su estancia en Sevilla. Costos, considerado «el hombre de Obama en España» y que ha mostrado su entusiasmo en las redes sociales por su próxima llegada a Sevilla, será nombrado «embajador honorario» de Spain Film Comission and Andalucia Film Comission» en un acto que tendrá lugar el próximo jueves en la Delegación del Gobierno en Andalucía en la plaza de España.

La llegada de Obama ha causado una gran expectación después de que hace casi dos años, en julio de 2016 cuando aún era presidente, fuera suspendida la que tenía programada tras un atentado en Dallas.
Original y completa en:
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«Papas aliñás» y solomillo al whisky para la visita de Obama a Sevilla
El menú que se servirá en la Cumbre Mundial del Turismo será a base de platos de la gastronomía sevillana y productos nacionales como el pulpo, en su versión en ensaladilla; todo «typical spanish»
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@laplumilla
Sevilla
Actualizado:01/04/2019 18:01h
7 La Cumbre Mundial del Turismo se extiende al resto de la ciudad de Sevilla

El 44 presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, comerá «papas aliñás» durante su estancia en Sevilla con motivo de la Cumbre Mundial del Turismo. Según han confirmado fuentes hosteleras, el menú que estará disponible en Fibes y que se servirá al exmandatario norteamericano este miércoles estará compuesto íntegramente por productos típicos de la gastronomía sevillana.

Y uno de esos platos serán las tradicionales patatas aliñadas que, en su versión americana se traduce como «seasoned boiled potato salad with AOVE». (la abreviatura de Aceite de Oliva Virgen Extra).

Además, en la oferta que servirá La Raza en el Palacio de Congresos durante ese día para las más de 90 personalidades que acudirán a la Cumbre habrá también «cucharita de ensaladilla de pulpo» o lo que es lo mismo y para que lo entienda el americano y los que no hablen castellano «spanish potato salad with octopus».



Y también habrá otro clásico de la cocina tradicional sevillana, «cazuelita de solomillo al wisky con patatas» que en la carta traducida al idioma de Shakespeare figura como «whisky sirloin».

Cena de gala
Esas serán sólo algunas de las recetas que tanto el expresidente demócrata como el resto de conferenciantes podrán degustar en Fibes, la sede oficial de la cumbre en la que estará presente también Felipe Calderón, expresidente de México, Manuel Valls, exprimer ministro de Francia y candidato a la Alcaldía de Barcelona o la soprano Ainhoa Arteta; además del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez o el de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno.

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Original y al completo, en:
https://sevilla.abc.es/sevilla/sevi...ky-para-la-visita-de-obama-a-sevilla&ns_fee=8
 
Obama, en España: "Tardé 6 meses en ver que los hombres de la Casa Blanca hablaban más que las mujeres, aunque supieran menos”


El ex presidente de Estados Unidos lanza críticas soterradas a la Administración Trump en la conferencia de apertura de la cumbre mundial del turismo celebrada en Sevilla

"Hay una relación clara entre los populismos contra las minorías y la desigualdad de género. Ambos defienden el status quo, y en las sociedades modernas, el status quo lo ocupan los hombres"

"En política nunca consigues el 100% de lo que quieres, como en el matrimonio, pero la razón por la que nos metemos en política, y porque nos casamos, es porque queremos comprometernos. Aunque ahora el compromiso se ve como una estafa”

“En Estados Unidos no siempre nos hemos involucrado en los problemas de otros, de aquí en Europa, por ejemplo. Y eso a veces nos ha dado una imagen de arrogantes”

Daniel Cela
03/04/2019 - 16:51h
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Obama aboga por tumbar las barreras puestas a las mujeres y llama la atención sobre los "populismos"

El ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha sido la gran estrella invitada en la apertura de la XIX cumbre mundial del turismo (World Travel and Turism Council), que ha reunido este miércoles en Sevilla a muchas de las grandes multinacionales del sector. La expectación por la conferencia de Obama, ante unas dos mil personas embelesadas, era enorme. Quien fue el 44º presidente de los Estados Unidos ha utilizado los viajes como eje principal de su discurso, vinculando el turismo y las experiencias en otros países con la política, la tolerancia y los valores democráticos. “En política nunca consigues el 100% de lo que quieres, como en el matrimonio, pero la razón por la que nos metemos en política, y porque nos casamos, es porque queremos comprometernos. El compromiso es eso. Aunque ahora el compromiso se ve como una estafa”.

Obama aterrizó en un avión privado el martes a medianoche en el aeropuerto de San Pablo, en Sevilla, y se alojó en el hotel Alfonso XIII, en el centro de la ciudad. Antes de impartir su conferencia -en formato de charla abierta con el presidente de la cumbre del turismo- Obama ha recibido de forma protocolaria y sujeta fuertes restricciones el saludo de 63 personas, autoridades y consejeros delegados de las empresas participantes (sólo ocho de la lista privada del presidente). El ex presidente ha admitido que Estados Unidos ha permanecido muchos años “aislado” de los problemas del mundo exterior, “más allá del océano que nos separa del resto”. “No siempre nos hemos involucrado en los problemas de otros, de aquí en Europa, por ejemplo. Y eso a veces nos ha dado una imagen de arrogantes”, ha dicho.

No ha sido el único momento de autocrítica que ha hecho el ex presidente de Estados Unidos, y la visión que el mundo tiene de la mayor potencia política. “En mi administración implementé una perspectiva de que lo que ha hecho que los Estados Unidos sea un país tan excepcional no sucede cuando presionamos a nivel internacional y nos ponemos por encima de otros, sino cuando reconocemos nuestro lugar en el mundo y cumplimos con las reglas internacionales que respetan a todos los países. Puede que esto yo lo aprendiera de joven, viajando por el mundo”, dice.

Obama se ha mostrado especialmente preocupado por los populismos, los que están detrás de la crisis económica, del Brexit, de algunos movimientos políticos en Europa, y también los ataques a la mujer. “El populismo que rechaza a las minorías tiene mucho en común con el que aparta a las mujeres. Hay un solapamiento interesante entre los populismos dirigidos contra las minorías, pero también contra las mujeres. Aquellos que quieren preservar una sociedad patriarcal y una relación desigual de género. Ambos tipos de populismo tienen que ver con defender el status quo, y en las sociedades avanzadas quienes ocupan ese status quo, quienes se ven amenazados son los hombres”, asegura. El líder norteamericano ha admitido que encontró esos mismos problemas en su Administración. “Si haces tu trabajo empleando a mujeres en espacios de poder, lograrás que las hijas de esas personas tengan algún día las mismas posibilidades que ellas”.

En la actualidad, el 50% del equipo de Obama está compuesto por mujeres. “En la Casa Blanca también nos enfrentamos a este problema, no somos perfectos. En la Casa Blanca tenía a muchas mujeres en posiciones de poder, pero me llevó seis meses darme cuenta de que en nuestras reuniones con mi gabinete (secretarios, aquí ministros). Los hombres hablaban todo el rato, monopolizaban la conversación, aunque no supieran nada del asunto del que hablábamos. Y tuve que hablar con los hombres para pedirles que no hablaran a la vez que otros y hablé con las mujeres para decirles que dieran un paso al frente”, ha recordado.

https://www.eldiario.es/andalucia/Obama-relacion-populismos-desigualdad-defienden_0_884712238.html
 
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