El Mundo Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
26/11/2016
LETIZIA, SONRÍE POR FAVOR
LA REINA DE LA ALTA COSTURA
AGRAVIO COMPARATIVO
Descubra Orbyt
No hay duda de que en Letizia existe, efectivamente, una dualidad en su persona. Por un lado, una sonrisa forzada que convierte su rostro, siempre tan tenso, en algo más cálido pero gélido cuando, repentinamente, desaparece. Como si recordara que no debe dejar de entrever su compleja personalidad. Muchos piensan que es consecuencia del mal humor del que siempre hace gala.
Felipe, su esposo, no debía permitirle que se comportara así públicamente. Ello me recuerda al primer ministro británico Harold Macmillan cuando decidió abordar el problema de la sonrisa real y empaque, a menudo excesivamente majestuoso, que Isabel II adoptaba en público. Así que confió a un miembro de la Familia: “¿No sería posible solicitar a la reina que se mantuviese menos distante, menos solemne y que sonriera de vez en cuando?” La televisión obliga a perder un poco de gravedad.
No olviden que estamos hablando de la reina más reina del mundo. No de una consorte como Letizia. A veces, pienso que no sabe quién es.
Para ello, debería recordar las palabras de su suegra, Doña Sofía, cuando dijo: “Yo soy reina porque me he casado con el rey... si yo no fuese la mujer del rey, la esposa del rey, no tendría esta dimensión, no tendría este estatus. Porque yo sólo soy consorte. Ese es mi estatus: consorte del rey. Yo, Sofía, ¿por mí sola? Por mí sola, sólo soy princesa de Grecia y punto”. Como tú, Letizia, que sólo serías periodista de informativos.
La Casa ha decidido que tú aparezcas “cuando se considere conveniente”. No vale ya eso de “no voy porque no me apetece”. Tú no puedes permitirte ser egoísta. Tú no estás para hacer lo que quieras sino lo que necesiten de ti. La Zarzuela programa cada día y cada hora de tu vida en función de los intereses del país. Te guste o no. Es la servidumbre y la carga del cargo.
Carolina Herrera, nacida venezolana pero ciudadana del mundo en el que viene reinando como una de las grandes diseñadoras, ha presentado su libro, 25 años de vida profesional. Para ella, el icono de elegancia de verdad es la reina Isabel II de Inglaterra, que lleva toda su vida siendo fiel a una determinada forma de vestir que “corresponde con el papel que le ha tocado desempeñar al frente de la corona”. “Por eso cuida su vestuario como un asunto de Estado más”, Luis Ventoso dixit. Nada que ver con la consorte española quien, como escribe Beatriz Miranda, es un catálogo, a veces vulgar, de modelos.
Estos días y con motivo de los actos de sus 90 años y 64 en el trono, se han expuesto en sus palacios, entre ellos Buckingham y Windsor, 150 vestidos y sombreros bajo el nombre de La moda de un reinado: 90 años de estilo.
Carolina Herrera podría haber diseñado esta ropa. Pero ha sido en su gran mayoría de Norman Hartell, modisto de la reina hasta que falleció, en 1979. Diseñó, incluso, los trajes de novia y el de la coronación, ambos expuestos en Buckingham. Antes de fallecer, la soberana le nombró Sir Norman.
Desde entonces, la estilista de Isabel II es Angela Kelly, divorciada de 61 años, que no sólo se ocupa de vestir a Su Graciosa Majestad sino que se ha forjado una relación de complicidad y confianza. Cuida de tal manera todos los detalles, que hasta emplea un ventilador para comprobar cómo trajes en organza, seda o gasa se comportan en el cuerpo de la reina ante la más ligera brisa. En 2007, Su Majestad le otorgó la Real Orden Victoriana.
Angela Kelly fue la responsable de la creación de las dos versiones idénticas del vestido de cóctel de encaje y cristales de color durazno que lució la reina con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos, en una escena junto a James Bond, encarnado por el actor Daniel Craig. No sólo le recibió en el palacio de Buckingham sino que le acompañó hasta el helicóptero para poner rumbo al estado olímpico, sobre el que se lanzarían. La toma, of course, finalizó con una doble de la reina, vestida con el otro traje idéntico y que se lanza en paracaídas sobre el estadio. La reina se mostró más accesible que nunca y disfrutó mucho, haciendo gala de un gran sentido del humor.
Lo que no ha conseguido Felipe VI ni el protocolo de La Zarzuela, lo ha hecho la revista Vanity Fair, logrando que Pablo Iglesias se vista con un esmoquin, no de alquiler, como hizo en los Goya, sino a medida. Con ello, demuestra, una vez más, el desprecio y la falta de respeto hacia el Rey. La Zarzuela debería exigir, nunca es tarde, que para las audiencias un comportamiento similar en el vestir. Aunque dicen que las comparaciones son odiosas, en este caso son más que obligadas.

MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
26/11/2016
LETIZIA, SONRÍE POR FAVOR
LA REINA DE LA ALTA COSTURA
AGRAVIO COMPARATIVO
Descubra Orbyt
- Disminuye el tamaño del texto
- Aumenta el tamaño del texto
- Imprimir documento
- Comparte esta noticia
No hay duda de que en Letizia existe, efectivamente, una dualidad en su persona. Por un lado, una sonrisa forzada que convierte su rostro, siempre tan tenso, en algo más cálido pero gélido cuando, repentinamente, desaparece. Como si recordara que no debe dejar de entrever su compleja personalidad. Muchos piensan que es consecuencia del mal humor del que siempre hace gala.
Felipe, su esposo, no debía permitirle que se comportara así públicamente. Ello me recuerda al primer ministro británico Harold Macmillan cuando decidió abordar el problema de la sonrisa real y empaque, a menudo excesivamente majestuoso, que Isabel II adoptaba en público. Así que confió a un miembro de la Familia: “¿No sería posible solicitar a la reina que se mantuviese menos distante, menos solemne y que sonriera de vez en cuando?” La televisión obliga a perder un poco de gravedad.
No olviden que estamos hablando de la reina más reina del mundo. No de una consorte como Letizia. A veces, pienso que no sabe quién es.
Para ello, debería recordar las palabras de su suegra, Doña Sofía, cuando dijo: “Yo soy reina porque me he casado con el rey... si yo no fuese la mujer del rey, la esposa del rey, no tendría esta dimensión, no tendría este estatus. Porque yo sólo soy consorte. Ese es mi estatus: consorte del rey. Yo, Sofía, ¿por mí sola? Por mí sola, sólo soy princesa de Grecia y punto”. Como tú, Letizia, que sólo serías periodista de informativos.
La Casa ha decidido que tú aparezcas “cuando se considere conveniente”. No vale ya eso de “no voy porque no me apetece”. Tú no puedes permitirte ser egoísta. Tú no estás para hacer lo que quieras sino lo que necesiten de ti. La Zarzuela programa cada día y cada hora de tu vida en función de los intereses del país. Te guste o no. Es la servidumbre y la carga del cargo.
Carolina Herrera, nacida venezolana pero ciudadana del mundo en el que viene reinando como una de las grandes diseñadoras, ha presentado su libro, 25 años de vida profesional. Para ella, el icono de elegancia de verdad es la reina Isabel II de Inglaterra, que lleva toda su vida siendo fiel a una determinada forma de vestir que “corresponde con el papel que le ha tocado desempeñar al frente de la corona”. “Por eso cuida su vestuario como un asunto de Estado más”, Luis Ventoso dixit. Nada que ver con la consorte española quien, como escribe Beatriz Miranda, es un catálogo, a veces vulgar, de modelos.
Estos días y con motivo de los actos de sus 90 años y 64 en el trono, se han expuesto en sus palacios, entre ellos Buckingham y Windsor, 150 vestidos y sombreros bajo el nombre de La moda de un reinado: 90 años de estilo.
Carolina Herrera podría haber diseñado esta ropa. Pero ha sido en su gran mayoría de Norman Hartell, modisto de la reina hasta que falleció, en 1979. Diseñó, incluso, los trajes de novia y el de la coronación, ambos expuestos en Buckingham. Antes de fallecer, la soberana le nombró Sir Norman.
Desde entonces, la estilista de Isabel II es Angela Kelly, divorciada de 61 años, que no sólo se ocupa de vestir a Su Graciosa Majestad sino que se ha forjado una relación de complicidad y confianza. Cuida de tal manera todos los detalles, que hasta emplea un ventilador para comprobar cómo trajes en organza, seda o gasa se comportan en el cuerpo de la reina ante la más ligera brisa. En 2007, Su Majestad le otorgó la Real Orden Victoriana.
Angela Kelly fue la responsable de la creación de las dos versiones idénticas del vestido de cóctel de encaje y cristales de color durazno que lució la reina con motivo de la inauguración de los Juegos Olímpicos, en una escena junto a James Bond, encarnado por el actor Daniel Craig. No sólo le recibió en el palacio de Buckingham sino que le acompañó hasta el helicóptero para poner rumbo al estado olímpico, sobre el que se lanzarían. La toma, of course, finalizó con una doble de la reina, vestida con el otro traje idéntico y que se lanza en paracaídas sobre el estadio. La reina se mostró más accesible que nunca y disfrutó mucho, haciendo gala de un gran sentido del humor.
Lo que no ha conseguido Felipe VI ni el protocolo de La Zarzuela, lo ha hecho la revista Vanity Fair, logrando que Pablo Iglesias se vista con un esmoquin, no de alquiler, como hizo en los Goya, sino a medida. Con ello, demuestra, una vez más, el desprecio y la falta de respeto hacia el Rey. La Zarzuela debería exigir, nunca es tarde, que para las audiencias un comportamiento similar en el vestir. Aunque dicen que las comparaciones son odiosas, en este caso son más que obligadas.