JAIME PEÑAFIEL
23/11/2019
CHSSS...
EL PRÍNCIPE ANDRÉS COMO CRISTINA E IÑAKI
TÚ A MADRID, YO A WASHINGTON
ÉL, ELLA Y YO A SOLAS ESE GRAN DÍA
Descubra Orbyt
Por culpa de sus hijos, la pobre reina Isabel vuelve a vivir, otro annus horribilis. Y van ya tres: el incendio del castillo de Windsor, mientras su esposo se encontraba encamado en Buenos Aires con la madre de Sarah Ferguson; la trágica muerte de Diana y, ahora los escándalos sexuales de su polémico y desvergonzado hijo.
Después de la estancia oficial de Felipe y Letizia en La Habana, el matrimonio se separó. Ella regresó a Madrid; el voló a Washington para asistir a los actos programados con motivo del centenario de la Escuela de Relaciones Internacionales de Georgetown, en Washington, donde cursó estudios entre 1993 y 1995. Letizia lo hizo en el avión de las Fuerzas Aéreas Españolas junto a los empresarios y periodistas que habían participado en la visita. ¿Y Felipe? ¿Cómo voló a la capital norteamericana? ¿En vuelo regular? ¿En avión privado? ¿Y de Washington a Madrid? Siguiendo el consejo que la consorte me dio en nuestro primer encuentro-desencuentro, telefoneé a La Zarzuela. Pero, según me dijeron, ellos no dan información sobre actos privados. Se olvidan –o no quieren aceptar– que los titulares de la Casa Real española no tienen vida privada. Como ningún personaje público. Intenté buscarme la vida por otros cauces pero fue imposible.
El 22 de noviembre de 1975, don Juan Carlos era proclamado, en el Palacio de las Cortes, hoy Congreso de los Diputados, Rey de todos los españoles. Ayer, viernes, hizo 44 años. Nunca olvidaré ese día. Pienso que ha sido lo mas importante que ha sucedido en mi carrera de periodista, habiendo vivido tantos.
Como ya he recordado alguna que otra vez, esa tarde la pasé, a solas, en el despacho de La Zarzuela, con el hombre que, aquella mañana, había sido proclamado rey después de 25 años esperando. Durante aquellas horas nadie llamó a la puerta ni el teléfono sonó una sola vez. Tal parecía no que le habían coronado sino derrocado. ¡Qué soledad! La familia real hacía causa común con don Juan, con el Conde de Barcelona, el gran perdedor ese día. La derecha se encontraba formando larguísima cola para desfilar ante el cadáver de Franco, cuya capilla ardiente había sido instalada nada menos que en el Palacio Real. Y la izquierda, celebrando la muerte del dictador, muchos en esta cola para cerciorarse que estaba, por fin, muerto.
Los nuevos reyes solo tenían, ese día, aquel día tan importante en sus vidas, la compañía de este periodista. Cuando llegué a La Zarzuela, a las siete de la tarde, advertí que el palacio se encontraba sumido en la mayor soledad y el palacete solo iluminado por los dos farolones blancos de siempre. Tímidamente, pulsé el timbre, como podía hacerlo en la casa de algún amigo. En unos segundos me abrió Francisco Martínez, el conserje, el marido de la señora Berenenda Artiago, el ama de llaves, y padre de Lolo, la doncella de doña Sofía. Entonces éste era todo el servicio junto a Blas Leyva, el ayuda de cámara de don Juan Carlos. Las 70.000 pesetas de las que me había hablado el entonces príncipe no daban para mucho más.
Cuando accedí al despacho, don Juan Carlos, el nuevo Rey, se entretenía en limpiar sus cámaras fotográficas extendidas sobre la mesa y doña Sofía, sentada en uno de los confidenciales, leyendo telegramas de felicitación. Me imagino que de todas las familias reales del mundo. Pero no la veía muy feliz. Alguien con poder había impedido la presencia de su madre en la ceremonia de las Cortes, donde su hija se convertía en reina, cuando ella, Federica, ya no lo era.
Lo que allí hablamos quedará para siempre, como el mayor secreto de mi vida profesional. Hoy, con todo lo que ha pasado, lo recuerdo con emoción.
Si es verdad que su madre le hizo “una mujer con dos coj*nes”, como ella reconoce, no es difícil explicarse por qué terminó su matrimonio con el hombre mas entrañable y simpático de las ondas. (...) De un tiempo a esta parte, se ha puesto de moda hablar de la violación que algunos y algunas sufrieron en su día. (...) No entenderé nunca por qué una dama no puede lucir un pronunciado escote, como ella llevaba, de haber asistido a la Gala, en el Teatro Real, Letizia. Entre consortes andaba el tema. ¿Qué tienen que ver las t*tas con la... testa coronada? (...) Y, como suele ocurrir, la culpa al maestro armero, en este caso su jefe de seguridad. ¡Qué cara tienes, macho! (...) Lo ha dejado muy claro en la entrevista sobre su próxima boda. Ese día quien se casa no es la cantante sino Laura. ¡Cuidado con Hacienda, guapa! Lo digo por la exclusiva en el ‘¡Hola!’ que puede llevar a la cárcel a un famoso. (...) Inés no estuvo en la primera cena de cumpleaños del ex con sus colaboradores más íntimos . Ni en el almuerzo de despedida, el lunes en el restaurante de la Plaza de Colón. Tampoco, y es lo que mas ha sorprendido, en la cena con tarta incluida que le organizó en su casa la mujer que comparte su vida.
23/11/2019
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ÉL, ELLA Y YO A SOLAS ESE GRAN DÍA
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Por culpa de sus hijos, la pobre reina Isabel vuelve a vivir, otro annus horribilis. Y van ya tres: el incendio del castillo de Windsor, mientras su esposo se encontraba encamado en Buenos Aires con la madre de Sarah Ferguson; la trágica muerte de Diana y, ahora los escándalos sexuales de su polémico y desvergonzado hijo.
Después de la estancia oficial de Felipe y Letizia en La Habana, el matrimonio se separó. Ella regresó a Madrid; el voló a Washington para asistir a los actos programados con motivo del centenario de la Escuela de Relaciones Internacionales de Georgetown, en Washington, donde cursó estudios entre 1993 y 1995. Letizia lo hizo en el avión de las Fuerzas Aéreas Españolas junto a los empresarios y periodistas que habían participado en la visita. ¿Y Felipe? ¿Cómo voló a la capital norteamericana? ¿En vuelo regular? ¿En avión privado? ¿Y de Washington a Madrid? Siguiendo el consejo que la consorte me dio en nuestro primer encuentro-desencuentro, telefoneé a La Zarzuela. Pero, según me dijeron, ellos no dan información sobre actos privados. Se olvidan –o no quieren aceptar– que los titulares de la Casa Real española no tienen vida privada. Como ningún personaje público. Intenté buscarme la vida por otros cauces pero fue imposible.
El 22 de noviembre de 1975, don Juan Carlos era proclamado, en el Palacio de las Cortes, hoy Congreso de los Diputados, Rey de todos los españoles. Ayer, viernes, hizo 44 años. Nunca olvidaré ese día. Pienso que ha sido lo mas importante que ha sucedido en mi carrera de periodista, habiendo vivido tantos.
Como ya he recordado alguna que otra vez, esa tarde la pasé, a solas, en el despacho de La Zarzuela, con el hombre que, aquella mañana, había sido proclamado rey después de 25 años esperando. Durante aquellas horas nadie llamó a la puerta ni el teléfono sonó una sola vez. Tal parecía no que le habían coronado sino derrocado. ¡Qué soledad! La familia real hacía causa común con don Juan, con el Conde de Barcelona, el gran perdedor ese día. La derecha se encontraba formando larguísima cola para desfilar ante el cadáver de Franco, cuya capilla ardiente había sido instalada nada menos que en el Palacio Real. Y la izquierda, celebrando la muerte del dictador, muchos en esta cola para cerciorarse que estaba, por fin, muerto.
Los nuevos reyes solo tenían, ese día, aquel día tan importante en sus vidas, la compañía de este periodista. Cuando llegué a La Zarzuela, a las siete de la tarde, advertí que el palacio se encontraba sumido en la mayor soledad y el palacete solo iluminado por los dos farolones blancos de siempre. Tímidamente, pulsé el timbre, como podía hacerlo en la casa de algún amigo. En unos segundos me abrió Francisco Martínez, el conserje, el marido de la señora Berenenda Artiago, el ama de llaves, y padre de Lolo, la doncella de doña Sofía. Entonces éste era todo el servicio junto a Blas Leyva, el ayuda de cámara de don Juan Carlos. Las 70.000 pesetas de las que me había hablado el entonces príncipe no daban para mucho más.
Cuando accedí al despacho, don Juan Carlos, el nuevo Rey, se entretenía en limpiar sus cámaras fotográficas extendidas sobre la mesa y doña Sofía, sentada en uno de los confidenciales, leyendo telegramas de felicitación. Me imagino que de todas las familias reales del mundo. Pero no la veía muy feliz. Alguien con poder había impedido la presencia de su madre en la ceremonia de las Cortes, donde su hija se convertía en reina, cuando ella, Federica, ya no lo era.
Lo que allí hablamos quedará para siempre, como el mayor secreto de mi vida profesional. Hoy, con todo lo que ha pasado, lo recuerdo con emoción.
Si es verdad que su madre le hizo “una mujer con dos coj*nes”, como ella reconoce, no es difícil explicarse por qué terminó su matrimonio con el hombre mas entrañable y simpático de las ondas. (...) De un tiempo a esta parte, se ha puesto de moda hablar de la violación que algunos y algunas sufrieron en su día. (...) No entenderé nunca por qué una dama no puede lucir un pronunciado escote, como ella llevaba, de haber asistido a la Gala, en el Teatro Real, Letizia. Entre consortes andaba el tema. ¿Qué tienen que ver las t*tas con la... testa coronada? (...) Y, como suele ocurrir, la culpa al maestro armero, en este caso su jefe de seguridad. ¡Qué cara tienes, macho! (...) Lo ha dejado muy claro en la entrevista sobre su próxima boda. Ese día quien se casa no es la cantante sino Laura. ¡Cuidado con Hacienda, guapa! Lo digo por la exclusiva en el ‘¡Hola!’ que puede llevar a la cárcel a un famoso. (...) Inés no estuvo en la primera cena de cumpleaños del ex con sus colaboradores más íntimos . Ni en el almuerzo de despedida, el lunes en el restaurante de la Plaza de Colón. Tampoco, y es lo que mas ha sorprendido, en la cena con tarta incluida que le organizó en su casa la mujer que comparte su vida.