MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
02/03/2019
CHSSS...
YO FUI TESTIGO EXCEPCIONAL
EL REY NO DEBE TENER AMIGOS
Como ha escrito Hermann Tertsch, “Pedro Sánchez es un hombre que no sabemos si nos produce más espanto que rechazo, más depresión que terror, mas ira que angustia”. Pero sí sabemos que es indecentemente ignorante, peligrosamente malo y ridículamente soberbio. Presumir de haber reivindicado la memoria de Manuel Azaña es de una falta de pudor acojonante y desconocimiento histórico. Sobre todo cuando declara con gran cinismo: “Es tarde, muy tarde. España tendría que haberle pedido perdón mucho antes por la infamia”. ¿Es que no hubo nadie de sus consejeros, a tal señor tales cortesanos, en informarle que, el primero en dar ese paso de reconciliación con la República auténtica y no la que intentan imponer Torra y los nacionalistas catalanes, fue el Rey Juan Carlos, el día 18 de noviembre de 1978. Puedo presumir de haber sido testigo excepcional del histórico encuentro del jefe del Estado español y responsable máximo de la monarquía con doña Lola Rivas, viuda de Manuel Azaña, de 84 años, el último presidente de la República, en la embajada de España durante la primera visita de los Reyes a México.
Siempre agradeceré y nunca olvidaré el gran favor que me hizo el entonces embajador español en la capital azteca, Luis Coronel de Palma, marqués de Tejada y ex gobernador del Banco de España, permitiéndome estar presente en el reencuentro de la legitimidad de la República y la Monarquía democrática.
–Quédate en este salón. Que no te vean los compañeros. Yo te avisaré, me dijo mi amigo el embajador.
Ni a Chencho Arias, que formaba parte del séquito de los Reyes de España en el viaje, Marcelino Oreja le permitió asistir al encuentro. Sólo estuvo presente Emilio Casinello, agregado cultural entonces y más tarde embajador desde 1982 a 1985.
Gracias a esta deferencia de mi amigo, el máximo responsable de la embajada, pude ser testigo de aquel emocionante e histórico momento en el que doña Lola, con los ojos llenos de lágrimas, tomaba las manos de los Reyes con la suyas al tiempo que decía:
–¡Cuánto le hubiera gustado a Manuel vivir este día porque él quería la reconciliación de todos los españoles!
Esta es la auténtica historia, presidente. Como usted dijo en su discurso: “La Constitución de 1978 restauró los valores de la República de 1931”. El Rey Don Juan Carlos los selló con aquel abrazo a la viuda de Azaña ese mismo año. ¡Qué casualidad!
Muchas veces recordé aquel día con Alfonso, su dignísimo hijo y presidente de Cope entre 2006 a 2008, con quien tuve la suerte y el privilegio de colaborar. Murió a los 54 años, dejando seis hijos, Mercedes, Alfonso, Regina, Victoria, Carmen y Luis.
Como diría mi madre, una de las mujeres más inteligentes que he conocido, Pedro Sánchez es de esos tipos que hacen hablar, incluso, a un muerto. Este defecto se ha puesto de manifiesto, una vez más, en las memorias, un libro que no es bueno ni malo sino el resultado de una falta de pudor aplastante. Sobre todo cuando presume de su amistad con Felipe VI: “Nos reconocimos mutuamente (...) Se fraguó entre nosotros una complicidad que supera lo institucional (...) Conectamos de una forma especial, confiamos el uno en el otro y se estableció una relación muy franca...” Y bla, bla, bla...
Sánchez ignora que el Rey no debe tener amigos. Se trata de las grandes servidumbres de la Corona. Entre otros muchos motivos porque la amistad es una igualdad armoniosa, una relación entre semejantes. De existir una relación afectuosa, como de la que Sánchez presume, debe ser tomada tan sólo como un honor que obliga y no como un salvoconducto que legitima cierta confianza. En la amistad y en el amor hay que saber elegir. Y, aunque en cierta ocasión declaró “soy y me siento absolutamente libre para elegir mis amistades”, hay que reconocer que Felipe y Letizia no han sabido elegir. Ni en amistad ni en amor. No es necesario recordar aquí al compi yogui, a los Ricky Fuster y a otros muchos. “A los amigos interesados se les ve enseguida, saben que por ese camino no tiene nada que hacer conmigo”, dijo en 1993 a Pilar Ferrer y Ana Vaca de Osma, de la Agencia Efe.
Don Juan Carlos, al igual que su hijo, cuando algún amigo se ha ido de la mui lo ha borrado. Sucedió con el duque de Arión, amigo de toda la vida. Al parecer, le molestó que, a su juicio, contara lo que no debía. Y lo mismo con Manolo Prado y Colón de Carvajal,más que amigo, socio. Pero un día, Don Juan Carlos cortó aquella amistad tan brusca y radicalmente que Fran Rivera, el amigo del polémico manquillo, tuvo la desfachatez, la osadía y la insolencia de preguntarle públicamente a Su Majestad por qué no se ponía al teléfono cuando Manolo le llamaba. Pienso que los dos debían saber los motivos. Sobre todo el Rey, que para eso es muy especial. De lo sucedido entre Don Felipe y Sánchez, la culpa puede que sea de los dos. Pero el Rey debería saber que no puede tener amigos ni hacer confidencias a quien no debe, como, al parecer, le hizo al presidente.
Ya es hora de suprimir la santidad a Juan Pablo II, el mayor encubridor de la pederastia en la Iglesia. ¿Tendremos que recordar su amistad con Marcial Maciel? (...) La consorte debería acostumbrarse a no aplaudir a su marido cuando éste habla en público. No está bien. (...) Ni un presentador, aunque sea un aventurero, aplaudir al autor del libro que apadrina. (...) La propia revista de mis amores reconoce que la fotografía era de hace diez días, ¿los que han tardado en el Photoshop? (...) ¿A qué “errores” y “malas compañías” se refiere la ex de mi admirado Albert? (...) Sarah Ferguson visita Madrid para promover la vida sana. Que nunca ha practicado presumiendo de “tener mucho por delante y lo suficiente por detrás para hacer feliz a los hombres”. (...) Son tan ignorantes los del Gobierno de Sánchez que piensan en retirarle el ducado a la ‘nietísima’ porque creen que se lo concedió Franco cuando lo hizo el Rey Juan Carlos a doña Carmen, la viuda del dictador. (...) Por primera vez, una hija ha reconocido que su madre “se enamoró, se quedó embarazada y tuvo que casarse”. (...) Sorprende que la consorte obligara a su sobrina a firmar un documento de confidencialidad cuando cumplió 18 años para impedir que largue. (...) “Si no me controla mi padre menos me va controlar mi tía” (José Antonio Avilés en ‘Socialite’ de Telecinco).
JAIME PEÑAFIEL
02/03/2019
CHSSS...
YO FUI TESTIGO EXCEPCIONAL
EL REY NO DEBE TENER AMIGOS
Como ha escrito Hermann Tertsch, “Pedro Sánchez es un hombre que no sabemos si nos produce más espanto que rechazo, más depresión que terror, mas ira que angustia”. Pero sí sabemos que es indecentemente ignorante, peligrosamente malo y ridículamente soberbio. Presumir de haber reivindicado la memoria de Manuel Azaña es de una falta de pudor acojonante y desconocimiento histórico. Sobre todo cuando declara con gran cinismo: “Es tarde, muy tarde. España tendría que haberle pedido perdón mucho antes por la infamia”. ¿Es que no hubo nadie de sus consejeros, a tal señor tales cortesanos, en informarle que, el primero en dar ese paso de reconciliación con la República auténtica y no la que intentan imponer Torra y los nacionalistas catalanes, fue el Rey Juan Carlos, el día 18 de noviembre de 1978. Puedo presumir de haber sido testigo excepcional del histórico encuentro del jefe del Estado español y responsable máximo de la monarquía con doña Lola Rivas, viuda de Manuel Azaña, de 84 años, el último presidente de la República, en la embajada de España durante la primera visita de los Reyes a México.
Siempre agradeceré y nunca olvidaré el gran favor que me hizo el entonces embajador español en la capital azteca, Luis Coronel de Palma, marqués de Tejada y ex gobernador del Banco de España, permitiéndome estar presente en el reencuentro de la legitimidad de la República y la Monarquía democrática.
–Quédate en este salón. Que no te vean los compañeros. Yo te avisaré, me dijo mi amigo el embajador.
Ni a Chencho Arias, que formaba parte del séquito de los Reyes de España en el viaje, Marcelino Oreja le permitió asistir al encuentro. Sólo estuvo presente Emilio Casinello, agregado cultural entonces y más tarde embajador desde 1982 a 1985.
Gracias a esta deferencia de mi amigo, el máximo responsable de la embajada, pude ser testigo de aquel emocionante e histórico momento en el que doña Lola, con los ojos llenos de lágrimas, tomaba las manos de los Reyes con la suyas al tiempo que decía:
–¡Cuánto le hubiera gustado a Manuel vivir este día porque él quería la reconciliación de todos los españoles!
Esta es la auténtica historia, presidente. Como usted dijo en su discurso: “La Constitución de 1978 restauró los valores de la República de 1931”. El Rey Don Juan Carlos los selló con aquel abrazo a la viuda de Azaña ese mismo año. ¡Qué casualidad!
Muchas veces recordé aquel día con Alfonso, su dignísimo hijo y presidente de Cope entre 2006 a 2008, con quien tuve la suerte y el privilegio de colaborar. Murió a los 54 años, dejando seis hijos, Mercedes, Alfonso, Regina, Victoria, Carmen y Luis.
Como diría mi madre, una de las mujeres más inteligentes que he conocido, Pedro Sánchez es de esos tipos que hacen hablar, incluso, a un muerto. Este defecto se ha puesto de manifiesto, una vez más, en las memorias, un libro que no es bueno ni malo sino el resultado de una falta de pudor aplastante. Sobre todo cuando presume de su amistad con Felipe VI: “Nos reconocimos mutuamente (...) Se fraguó entre nosotros una complicidad que supera lo institucional (...) Conectamos de una forma especial, confiamos el uno en el otro y se estableció una relación muy franca...” Y bla, bla, bla...
Sánchez ignora que el Rey no debe tener amigos. Se trata de las grandes servidumbres de la Corona. Entre otros muchos motivos porque la amistad es una igualdad armoniosa, una relación entre semejantes. De existir una relación afectuosa, como de la que Sánchez presume, debe ser tomada tan sólo como un honor que obliga y no como un salvoconducto que legitima cierta confianza. En la amistad y en el amor hay que saber elegir. Y, aunque en cierta ocasión declaró “soy y me siento absolutamente libre para elegir mis amistades”, hay que reconocer que Felipe y Letizia no han sabido elegir. Ni en amistad ni en amor. No es necesario recordar aquí al compi yogui, a los Ricky Fuster y a otros muchos. “A los amigos interesados se les ve enseguida, saben que por ese camino no tiene nada que hacer conmigo”, dijo en 1993 a Pilar Ferrer y Ana Vaca de Osma, de la Agencia Efe.
Don Juan Carlos, al igual que su hijo, cuando algún amigo se ha ido de la mui lo ha borrado. Sucedió con el duque de Arión, amigo de toda la vida. Al parecer, le molestó que, a su juicio, contara lo que no debía. Y lo mismo con Manolo Prado y Colón de Carvajal,más que amigo, socio. Pero un día, Don Juan Carlos cortó aquella amistad tan brusca y radicalmente que Fran Rivera, el amigo del polémico manquillo, tuvo la desfachatez, la osadía y la insolencia de preguntarle públicamente a Su Majestad por qué no se ponía al teléfono cuando Manolo le llamaba. Pienso que los dos debían saber los motivos. Sobre todo el Rey, que para eso es muy especial. De lo sucedido entre Don Felipe y Sánchez, la culpa puede que sea de los dos. Pero el Rey debería saber que no puede tener amigos ni hacer confidencias a quien no debe, como, al parecer, le hizo al presidente.
Ya es hora de suprimir la santidad a Juan Pablo II, el mayor encubridor de la pederastia en la Iglesia. ¿Tendremos que recordar su amistad con Marcial Maciel? (...) La consorte debería acostumbrarse a no aplaudir a su marido cuando éste habla en público. No está bien. (...) Ni un presentador, aunque sea un aventurero, aplaudir al autor del libro que apadrina. (...) La propia revista de mis amores reconoce que la fotografía era de hace diez días, ¿los que han tardado en el Photoshop? (...) ¿A qué “errores” y “malas compañías” se refiere la ex de mi admirado Albert? (...) Sarah Ferguson visita Madrid para promover la vida sana. Que nunca ha practicado presumiendo de “tener mucho por delante y lo suficiente por detrás para hacer feliz a los hombres”. (...) Son tan ignorantes los del Gobierno de Sánchez que piensan en retirarle el ducado a la ‘nietísima’ porque creen que se lo concedió Franco cuando lo hizo el Rey Juan Carlos a doña Carmen, la viuda del dictador. (...) Por primera vez, una hija ha reconocido que su madre “se enamoró, se quedó embarazada y tuvo que casarse”. (...) Sorprende que la consorte obligara a su sobrina a firmar un documento de confidencialidad cuando cumplió 18 años para impedir que largue. (...) “Si no me controla mi padre menos me va controlar mi tía” (José Antonio Avilés en ‘Socialite’ de Telecinco).
