MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
19/01/2019
CHSSS...
DE DON JUAN A DON JUAN CARLOS
MI REENCUENTRO CON EL SHAH Y FARAH
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Rosa Meneses recordaba el pasado miércoles, 16 de enero, en una interesante crónica, la caída del Shah de Irán y su exilio por un mundo que le rechazaba y que yo viví tan directamente. Por ello, la crónica de Rosa ha sido muy evocadora para mí. Tras el derrocamiento de la familia imperial y salida del país aquel 16 de enero de hace 40 años, el reencuentro con Farah no estuvo exento de emoción. No en vano, yo había sido el ultimo periodista en convivir con la familia imperial en vísperas del derrocamiento que teminaría con la monarquía en el país. Cuando me recibió en la villa mexicana de Cuernavaca, donde se instalaron tras un largo periplo de incertidumbre y dolor, llevaba sobre sus hombros la mantilla española que yo le había regalado. “¡Ya ve!”, fueron sus primeras palabras al tiempo que una sonrisa triste y melancólica aparecía en su rostro. “¡Qué puedo decirle si ya ve cómo estoy!”.
Ante la pregunta de qué se llevó y que dejó en Teherán, me respondió:
–Usted puede imaginarse lo difícil que es cuando uno sabe que tiene que abandonar su país y, a lo peor, para siempre. No se puede meter una vida entera en una maleta. Lo más grande que dejé en Teherán fue mi corazón. Y en cuanto a lo material, todo.
–¿Cómo fueron los últimos días en Teherán?– le pregunté, mientras tomábamos una taza de té en el que Farah mojaba terrones de azúcar que luego dejaba deshacerse en la boca.
–Había días que me levantaba con tanta ansiedad que realmente pensaba que iba a morir. Entonces mi reacción era salir al jardín y correr y correr y correr con el fin de sentirme cansada físicamente.
Al preguntarle qué fue lo mas duro y dramático de los primeros días del exilio, cuando nadie quería acogerles, me contó algo terrible que no he olvidado nunca y que vuelvo a evocar ahora, 40 años después de aquella trágica salida de su país.
–Lo peor sucedió cuando tuvimos que abandonar Marruecos (supieron que el rey Hassan intentaba entregarlos a Jomeini, el ayatolá que encabezó la Revolución islámica contra ellos). Nos vimos obligados a abandonar el país a la una de la madrugada sin saber dónde podíamos ir. Nadie nos aceptaba. Teníamos tanta angustia que pensamos que la única solución era despegar y arrojarnos al mar...
Cuando apareció el Shah para saludarme, en medio de la conversación, le pregunté en qué se había equivocado:
–Cierto es que muchas veces he dicho: deberíamos haber hecho esto o lo otro... Y con esta idea en la cabeza, comenzábamos a preguntarnos: “¿Cómo?”, “¿Por qué?” y “¿Cuándo?”. Pero al final, me decía: “Lo que ha pasado, pasó. Nada se puede ya cambiar”.
En otra entrevista, esta en El Cairo tras la muerte del Shah, me recordó con emoción las ultimas palabras de su marido poco antes de morir: “Te he sentido y has sido más mi mujer en estos tiempos duros del exilio que en todos nuestros años pasados como emperadores”.
Me ha sorprendido que la ‘biblia’ del corazón y ante las amenazas judiciales de la princesa monegasca no haya rectificado la noticia de su ruptura, que ella ha negado, con el padre de su segundo hijo, publicada nada menos que en portada. (...) La inefable parejita ha presentado a su hijo sin pixelar la carita en una gran exclusiva de seis páginas. ¿Cuánto habrán cobrado? ¡ Menudo es él! ¡Menuda es ella! (...) Estoy triste. Ha fallecido Claudio, el editor de mi último libro. ¡Qué gran hombre han perdido los escritores! (...) Me ha defraudado saber que él, tan serio en la tele, vendiera su boda con la guapa Laura. (...) Culpable o inocente, nuestro compatriota ya ha pagado con 24 años y medio entre rejas, 16 de ellos en el corredor de la muerte. (...) La consorte clónica de la nuestra ha tenido que justificar ante el país lo que gasta en su vestimenta de modelo. Esto me suena ¿Cuánto gasta la nuestra? (...) Es triste que a nuestra consorte sólo se la compare con las consortes que más gastan en ropa.
JAIME PEÑAFIEL
19/01/2019
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DE DON JUAN A DON JUAN CARLOS
MI REENCUENTRO CON EL SHAH Y FARAH
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Rosa Meneses recordaba el pasado miércoles, 16 de enero, en una interesante crónica, la caída del Shah de Irán y su exilio por un mundo que le rechazaba y que yo viví tan directamente. Por ello, la crónica de Rosa ha sido muy evocadora para mí. Tras el derrocamiento de la familia imperial y salida del país aquel 16 de enero de hace 40 años, el reencuentro con Farah no estuvo exento de emoción. No en vano, yo había sido el ultimo periodista en convivir con la familia imperial en vísperas del derrocamiento que teminaría con la monarquía en el país. Cuando me recibió en la villa mexicana de Cuernavaca, donde se instalaron tras un largo periplo de incertidumbre y dolor, llevaba sobre sus hombros la mantilla española que yo le había regalado. “¡Ya ve!”, fueron sus primeras palabras al tiempo que una sonrisa triste y melancólica aparecía en su rostro. “¡Qué puedo decirle si ya ve cómo estoy!”.
Ante la pregunta de qué se llevó y que dejó en Teherán, me respondió:
–Usted puede imaginarse lo difícil que es cuando uno sabe que tiene que abandonar su país y, a lo peor, para siempre. No se puede meter una vida entera en una maleta. Lo más grande que dejé en Teherán fue mi corazón. Y en cuanto a lo material, todo.
–¿Cómo fueron los últimos días en Teherán?– le pregunté, mientras tomábamos una taza de té en el que Farah mojaba terrones de azúcar que luego dejaba deshacerse en la boca.
–Había días que me levantaba con tanta ansiedad que realmente pensaba que iba a morir. Entonces mi reacción era salir al jardín y correr y correr y correr con el fin de sentirme cansada físicamente.
Al preguntarle qué fue lo mas duro y dramático de los primeros días del exilio, cuando nadie quería acogerles, me contó algo terrible que no he olvidado nunca y que vuelvo a evocar ahora, 40 años después de aquella trágica salida de su país.
–Lo peor sucedió cuando tuvimos que abandonar Marruecos (supieron que el rey Hassan intentaba entregarlos a Jomeini, el ayatolá que encabezó la Revolución islámica contra ellos). Nos vimos obligados a abandonar el país a la una de la madrugada sin saber dónde podíamos ir. Nadie nos aceptaba. Teníamos tanta angustia que pensamos que la única solución era despegar y arrojarnos al mar...
Cuando apareció el Shah para saludarme, en medio de la conversación, le pregunté en qué se había equivocado:
–Cierto es que muchas veces he dicho: deberíamos haber hecho esto o lo otro... Y con esta idea en la cabeza, comenzábamos a preguntarnos: “¿Cómo?”, “¿Por qué?” y “¿Cuándo?”. Pero al final, me decía: “Lo que ha pasado, pasó. Nada se puede ya cambiar”.
En otra entrevista, esta en El Cairo tras la muerte del Shah, me recordó con emoción las ultimas palabras de su marido poco antes de morir: “Te he sentido y has sido más mi mujer en estos tiempos duros del exilio que en todos nuestros años pasados como emperadores”.
Me ha sorprendido que la ‘biblia’ del corazón y ante las amenazas judiciales de la princesa monegasca no haya rectificado la noticia de su ruptura, que ella ha negado, con el padre de su segundo hijo, publicada nada menos que en portada. (...) La inefable parejita ha presentado a su hijo sin pixelar la carita en una gran exclusiva de seis páginas. ¿Cuánto habrán cobrado? ¡ Menudo es él! ¡Menuda es ella! (...) Estoy triste. Ha fallecido Claudio, el editor de mi último libro. ¡Qué gran hombre han perdido los escritores! (...) Me ha defraudado saber que él, tan serio en la tele, vendiera su boda con la guapa Laura. (...) Culpable o inocente, nuestro compatriota ya ha pagado con 24 años y medio entre rejas, 16 de ellos en el corredor de la muerte. (...) La consorte clónica de la nuestra ha tenido que justificar ante el país lo que gasta en su vestimenta de modelo. Esto me suena ¿Cuánto gasta la nuestra? (...) Es triste que a nuestra consorte sólo se la compare con las consortes que más gastan en ropa.