Orbyt.
17/11/2018
CHSSS...
AL PRÍNCIPE CARLOS NADIE LE CUESTIONA
CENANDO CON EL FUTURO REY
MICHELLE NO RESPETÓ AL PROTOCOLO
LAS LAGRIMAS DE LUCHO GATICA
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El pasado año tuve la oportunidad de cenar, junto con Carmen, mi mujer, en Buckingham, especialmente invitado por el príncipe Carlos, gracias a mi amigo del alma Manolo Colonques. Para tal ocasión, decidí llevar un curioso documento gráfico a sabiendas que iba a sorprenderle. Como así fue. Se trataba de una fotografía de su padre, Felipe de Edimburgo, con este periodista en el transcurso de una entrevista que me concedió en 1984. De todo el mundo es conocida la aversión que el marido de la reina Isabel siente por la prensa en general hasta el extremo de que, cuando sabe que en un acto se va a encontrar con reporteros, suele llevar cacahuetes en el bolsillo. Un ejemplo de la poca simpatía que siente por este gremio es que, cuando hace años, visitó el Peñón de Gibraltar y alguien le hizo fijarse en los famosos monos gibraltareños, Felipe fue mucho mas lejos al preguntar en voz alta, para que todos pudieran oírle: “¿Cuáles son monos y cuales periodistas?”. ¡Muy gracioso ...! Por todo ello, la reacción del príncipe al contemplar la foto que yo le mostraba fue la que esperaba. “¡No me puedo creer ver a mi padre sentado con un periodista. ¡No, no me lo puedo creer!”, exclamó exteriorizando su sorpresa. Fue mi divertido, extraño e insólito regalo de aquella cena inolvidable.
En todas las Casas Reales reinantes hay un protocolo más o menos rígido. Menos en la española, donde se puede acudir a las audiencias con Felipe incluso en mangas de camisa remangadas, vaqueros y deportivas. Como hace Pablo Iglesias. Pero en la Corte inglesa el protocolo se mantiene inalterable. La noche de mi cena con el príncipe Carlos, el secretario, que hacia las veces de introductor, rogó que, cuando Su Alteza entrara en el salón, esperáramos a que él se acercara y nos preguntara. Cierto es que, cuando lo tuve frente a mí, me olvidé de los consejos y me comporté con naturalidad. Aunque no llegué a los extremos de Michelle Obama, en la recepción ofrecida por la reina Isabel, en abril de 2009, en honor del entonces presidente de los Estados Unidos. El escenario de la metedura de pata contra el protocolo más grande que se ha cometido en la Corte Real Británica, de “proporciones épicas” , tuvo lugar en el mismo salón de mi encuentro con el príncipe Carlos, en el palacio de Buckingham, antes de la cena. Aquel día, la primera dama norteamericana, una mujerona de un metro casi noventa y no sé cuántos kilos, no es que saludara a la reina de poco más de un metro sesenta con naturalidad sino que se atrevió a pasarle un brazo por los hombros de Su Majestad, como viejas amigas, en señal de afecto y que maldita gracia le hizo a la soberana aquella ruptura de protocolo. Durante la segunda visita, ya advertida, se limitó a estrecharle la mano respetuosamente.
Fue en Indian Creek, la mansión de Julio Iglesias en Miami y en la Nochevieja de 1981. Como venía siendo habitual, Carmen y yo pasábamos esa noche con mi compadre. También con su madre, Charo de la Cueva, que vivía entonces con Julito. Y Chabeli que se repartía entre papá y mamá, como suele suceder entre padres divorciados. Pero aquel fin de año había un invitado de excepción: el gran cantante chileno Lucho Gatica, el rey del bolero, fallecido esta misma semana a los 90 años. Consciente de que su amigo lo estaba pasando muy mal porque acababa de separarse de Marita Cortés, con la que llevaba casado nada menos que 21 años, exactamente desde 1960 y con quien había tenido cinco hijos, luego se casaría dos veces más, Julio le invitó a pasar la noche con nosotros. No recuerdo si fue el alcohol o la lógica tristeza de la separación o las dos cosas juntas, lo cierto es que nunca olvidaré a Lucho abrazado, unas veces a Julio, otras a Carmen y otras a mí, cuando no a las columnas del salón, llorando amargamente. Fue una Nochevieja pasada por el agua de las lágrimas de uno de los cantantes más famoso de la historia de la música hispana americana. Mientras, a la madre de un famoso presentador de la televisión, Mauricio Zeilic, también invitados, hubo que llamar a una ambulancia porque había perdido el conocimiento. Los sanitarios explicaron que no estaba enferma sino borracha. “¡Vaya Nochevieja!”, se lamentaba la pobre Chabeli.
Mi tío y padrino fue un alto jefe y héroe de la Aviación española. Hoy me da pena ver a todo un general del Aire reconvertido en un lacayo y mamporrero de Podemos (...). ¿Será verdad, como dice la compañera, que lo de la poblada y envidiable cabellera de uno de los columnistas más importantes del periódico es... una peluca? (...) Según un titular de ABC, “La Reina a Madrid; Gómez a Guatemala” al mismo nivel de las primeras damas de los países reunidos en la Cumbre Iberoamericana (...). ¡Yo creía que la Primera Dama de España era Letizia! (...) ¿Es que él no tiene autoridad para obligarle a cumplir con sus obligaciones como esposa o, al menos, las institucionales? (...) La ministra Celaá, con su nueva ley de Educación, sólo conseguirá que los niños se expresen todavía peor que ella, continuamente peleándose con la gramática en las ruedas de prensa (...). Lleva razón el gran Santi González de calificar al ‘hawking’ de Podemos y mayor activista de la oposición de “triste criatura” (...). La paridad de la que tan amigo es el doctor Sánchez no se da, ni por aproximación, en las Jefaturas de Estado y de gobierno de los líderes mundiales reunidos en París (...). De los 36 consortes de la foto tomada en El Elíseo, solo tres eran varones. Y no pasa nada, al contrario.
17/11/2018
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AL PRÍNCIPE CARLOS NADIE LE CUESTIONA
CENANDO CON EL FUTURO REY
MICHELLE NO RESPETÓ AL PROTOCOLO
LAS LAGRIMAS DE LUCHO GATICA
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El pasado año tuve la oportunidad de cenar, junto con Carmen, mi mujer, en Buckingham, especialmente invitado por el príncipe Carlos, gracias a mi amigo del alma Manolo Colonques. Para tal ocasión, decidí llevar un curioso documento gráfico a sabiendas que iba a sorprenderle. Como así fue. Se trataba de una fotografía de su padre, Felipe de Edimburgo, con este periodista en el transcurso de una entrevista que me concedió en 1984. De todo el mundo es conocida la aversión que el marido de la reina Isabel siente por la prensa en general hasta el extremo de que, cuando sabe que en un acto se va a encontrar con reporteros, suele llevar cacahuetes en el bolsillo. Un ejemplo de la poca simpatía que siente por este gremio es que, cuando hace años, visitó el Peñón de Gibraltar y alguien le hizo fijarse en los famosos monos gibraltareños, Felipe fue mucho mas lejos al preguntar en voz alta, para que todos pudieran oírle: “¿Cuáles son monos y cuales periodistas?”. ¡Muy gracioso ...! Por todo ello, la reacción del príncipe al contemplar la foto que yo le mostraba fue la que esperaba. “¡No me puedo creer ver a mi padre sentado con un periodista. ¡No, no me lo puedo creer!”, exclamó exteriorizando su sorpresa. Fue mi divertido, extraño e insólito regalo de aquella cena inolvidable.
En todas las Casas Reales reinantes hay un protocolo más o menos rígido. Menos en la española, donde se puede acudir a las audiencias con Felipe incluso en mangas de camisa remangadas, vaqueros y deportivas. Como hace Pablo Iglesias. Pero en la Corte inglesa el protocolo se mantiene inalterable. La noche de mi cena con el príncipe Carlos, el secretario, que hacia las veces de introductor, rogó que, cuando Su Alteza entrara en el salón, esperáramos a que él se acercara y nos preguntara. Cierto es que, cuando lo tuve frente a mí, me olvidé de los consejos y me comporté con naturalidad. Aunque no llegué a los extremos de Michelle Obama, en la recepción ofrecida por la reina Isabel, en abril de 2009, en honor del entonces presidente de los Estados Unidos. El escenario de la metedura de pata contra el protocolo más grande que se ha cometido en la Corte Real Británica, de “proporciones épicas” , tuvo lugar en el mismo salón de mi encuentro con el príncipe Carlos, en el palacio de Buckingham, antes de la cena. Aquel día, la primera dama norteamericana, una mujerona de un metro casi noventa y no sé cuántos kilos, no es que saludara a la reina de poco más de un metro sesenta con naturalidad sino que se atrevió a pasarle un brazo por los hombros de Su Majestad, como viejas amigas, en señal de afecto y que maldita gracia le hizo a la soberana aquella ruptura de protocolo. Durante la segunda visita, ya advertida, se limitó a estrecharle la mano respetuosamente.
Fue en Indian Creek, la mansión de Julio Iglesias en Miami y en la Nochevieja de 1981. Como venía siendo habitual, Carmen y yo pasábamos esa noche con mi compadre. También con su madre, Charo de la Cueva, que vivía entonces con Julito. Y Chabeli que se repartía entre papá y mamá, como suele suceder entre padres divorciados. Pero aquel fin de año había un invitado de excepción: el gran cantante chileno Lucho Gatica, el rey del bolero, fallecido esta misma semana a los 90 años. Consciente de que su amigo lo estaba pasando muy mal porque acababa de separarse de Marita Cortés, con la que llevaba casado nada menos que 21 años, exactamente desde 1960 y con quien había tenido cinco hijos, luego se casaría dos veces más, Julio le invitó a pasar la noche con nosotros. No recuerdo si fue el alcohol o la lógica tristeza de la separación o las dos cosas juntas, lo cierto es que nunca olvidaré a Lucho abrazado, unas veces a Julio, otras a Carmen y otras a mí, cuando no a las columnas del salón, llorando amargamente. Fue una Nochevieja pasada por el agua de las lágrimas de uno de los cantantes más famoso de la historia de la música hispana americana. Mientras, a la madre de un famoso presentador de la televisión, Mauricio Zeilic, también invitados, hubo que llamar a una ambulancia porque había perdido el conocimiento. Los sanitarios explicaron que no estaba enferma sino borracha. “¡Vaya Nochevieja!”, se lamentaba la pobre Chabeli.
Mi tío y padrino fue un alto jefe y héroe de la Aviación española. Hoy me da pena ver a todo un general del Aire reconvertido en un lacayo y mamporrero de Podemos (...). ¿Será verdad, como dice la compañera, que lo de la poblada y envidiable cabellera de uno de los columnistas más importantes del periódico es... una peluca? (...) Según un titular de ABC, “La Reina a Madrid; Gómez a Guatemala” al mismo nivel de las primeras damas de los países reunidos en la Cumbre Iberoamericana (...). ¡Yo creía que la Primera Dama de España era Letizia! (...) ¿Es que él no tiene autoridad para obligarle a cumplir con sus obligaciones como esposa o, al menos, las institucionales? (...) La ministra Celaá, con su nueva ley de Educación, sólo conseguirá que los niños se expresen todavía peor que ella, continuamente peleándose con la gramática en las ruedas de prensa (...). Lleva razón el gran Santi González de calificar al ‘hawking’ de Podemos y mayor activista de la oposición de “triste criatura” (...). La paridad de la que tan amigo es el doctor Sánchez no se da, ni por aproximación, en las Jefaturas de Estado y de gobierno de los líderes mundiales reunidos en París (...). De los 36 consortes de la foto tomada en El Elíseo, solo tres eran varones. Y no pasa nada, al contrario.