El Mundo Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
17/03/2018
CHSSS...
DE PILATOS AL ¡HOLA!...
MARISOL TAMBIÉN DEBUTÓ ENTRE PRINCESAS
¡ME HAN METIDO UN CLAVO!
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Aunque al lector le parezca increíble, el 2 de febrero de 1978, Don Juan Carlos y Doña Sofía participaron en el de la Ópera de Viena, el más famoso de todos los que han existido. Nunca lo habían hecho reyes algunos desde Francisco José y Sissí. Yo, que afortunadamente estaba aquel día allí, vi cómo de repente, al oír al maestro de ceremonias gritar “alle, waltzer” (todos a bailar) los reyes españoles descendieron del palco que ocupaba junto al presidente de Austria y señora y, confundidos con las cientos de parejas, bailaron como dos enamorados (a lo mejor entonces lo estaban), a los sones del más popular de los pasodobles ¡Que viva España!, interpretado por la orquesta dirigida por Plácido Domingo. “Me hubiera gustado más bailar un vals”, me diría cuando le abordé en el palco. Nunca, jamás, el tradicional baile de Debutantes de la Ópera de Viena fue más real y, también... más hortera.
En la década de los 60, España intentó crear un baile de debutantes que hiciera sombra al de Viena. En Sevilla tenía que ser. El lugar elegido, el Palacio Casa de Pilatos, propiedad de los duques de Medinaceli. Desgraciadamente, no tuvo mucho recorrido. Posiblemente porque le faltaba tradición histórica. Pero, mientras duró, cientos fueron las jóvenes presentadas en sociedad, como esta mi semana Alejandra en ¡Hola!, vistiendo de largo en el palacio sevillano.
Aunque al lector le sorprenda y a ella no le agrade el recuerdo, entre las muchachas conocidas que bailaron el tradicional vals, vestidas con elegantes trajes de noche, se encontraba entre princesas... Marisol, entonces famosísima estrella de cine y más tarde destacada militante comunista. Lo hizo junto a Geraldine Chaplin, pero también a Olimpia de Torlonia, María Gloria Orleans Braganza y la hija del barón Thyssen y Fiona Campbell, Francesca, entre otras aristócratas.
Aquel Baile de Debutantes que pudo haber sido y no fue murió de éxito con la presencia, el mismo año, la primavera de 1966, y en la misma edición de las dos mujeres más importantes de la época en el mundo entero: Jackie Kennedy, la viuda de América, y Grace de Mónaco, la más hermosa de todas las soberanas que en el mundo han sido y serán. ¿Después de ellas? No hubo ya nadie mejor y Pilatos y su baile de debutantes despareció para siempre.
A las 12 horas del pasado 28 de febrero, el glamouroso hotel Ritz de Madrid cerraba sus puertas. Echaba el cierre. El motivo: acometer una reforma integral durante... dos años.
Inaugurado por Alfonso XIII en 1910, en él se han alojado miembros de la realeza de todo el mundo. Durante un tiempo fue tan exclusivo en la selección de sus clientes que a los actores de cine, por muy famosos que fueran, no se les aceptaba. Le sucedió al gran James Stewart, a quien se le negó una habitación. Ante esta insólita postura del hotel, explicó que no venía como el actor que era sino como general de las Fuerzas Aéreas norteamericanas que fue. Como tal, se pudo hospedar en el lujoso y exclusivo hotel de entonces. En los últimos tiempos, todo había cambiado tanto que era frecuente encontrarte con clientes en deportivas y pantalón corto. Nada que ver con aquellos duques de Windsor, habituales desde su primera visita a Madrid, en junio de1940. Siempre en las suites 511 y 512, con una cama doble de cabecero estilo Luis XIV ocupando la estancia principal y otra salita anexa. En una de sus últimas visitas, acudí al hotel para una entrevista siendo testigo de una curiosa anécdota. Mientras esperaba, apareció el duque quien, dirigiéndose al recepcionista, le mostró una factura que llevaba en la mano al tiempo que le decía en el mejor lenguaje cheli “¡Me han metido un clavo!”. El empleado, sorprendido, confundido y avergonzado, miraba y remiraba la factura sin saber que decirle. Al parecer había un error que fue inmediatamente subsanado.
A Don Juan Carlos, acompañando a su padre el conde de Barcelona, le sucedió algo parecido, según cuenta Felipe Navarro, camarero del hotel durante muchos años y autor de Hotel Ritz. Un siglo en la historia de Madrid (Ed. La Librería). Al parecer, Don Juan invitó a su hijo a tomar unas copas en el bar del hotel. “Mucho cuidado que la cuenta la pago yo”, le dijo al barman. Al verla, le pareció excesiva y así se lo hizo saber. “Papá, no todos los días se puede uno permitir el lujo de beber en el Ritz”. Y la firmó él, para que se la enviaran a La Zarzuela.
Lo más terrible para un padre es la muerte de un hijo. Lo sé por experiencia. Y si es asesinado, la tragedia es mayor. Pero si quien lo asesina es la compañera de papá, para volverse loco. (...) Será buena persona pero un pobre hombre enfrentado a su propia sensación de ser responsable. ¡Cómo no me di cuenta! (...) Perdonarse a sí mismo será más difícil que perdonar a los demás (...) Como escribe Ana Mellado, el muchacho, que debe tener mono de la popularidad de la que ya carece, no se pierde un sarao aunque sea para apoderarse del protagonismo que no le corresponde. ¡Es un traidor familiar! (...) La RRPP siempre la invitaba por él. Ahora ya no la invita... por él (...) Hay que reconocer que ella no ha tenido mucha suerte con las personas que han administrado su fortuna. Primero, sus padres; luego, su marido. ¡Pobre chica! (...) Felicidades al querido amigo y compañero Carlos Herrera por la magnífica y emotiva entrevista a Patricia, referencia y cita obligada ese día (...) La amenaza de la joven empresaria y una de las dueñas del negocio a la que nos referíamos la pasada semana se va a cumplir, inexorablemente, con el cese del actual presidente al que despide para serlo ella.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
17/03/2018
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DE PILATOS AL ¡HOLA!...
MARISOL TAMBIÉN DEBUTÓ ENTRE PRINCESAS
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Aunque al lector le parezca increíble, el 2 de febrero de 1978, Don Juan Carlos y Doña Sofía participaron en el de la Ópera de Viena, el más famoso de todos los que han existido. Nunca lo habían hecho reyes algunos desde Francisco José y Sissí. Yo, que afortunadamente estaba aquel día allí, vi cómo de repente, al oír al maestro de ceremonias gritar “alle, waltzer” (todos a bailar) los reyes españoles descendieron del palco que ocupaba junto al presidente de Austria y señora y, confundidos con las cientos de parejas, bailaron como dos enamorados (a lo mejor entonces lo estaban), a los sones del más popular de los pasodobles ¡Que viva España!, interpretado por la orquesta dirigida por Plácido Domingo. “Me hubiera gustado más bailar un vals”, me diría cuando le abordé en el palco. Nunca, jamás, el tradicional baile de Debutantes de la Ópera de Viena fue más real y, también... más hortera.
En la década de los 60, España intentó crear un baile de debutantes que hiciera sombra al de Viena. En Sevilla tenía que ser. El lugar elegido, el Palacio Casa de Pilatos, propiedad de los duques de Medinaceli. Desgraciadamente, no tuvo mucho recorrido. Posiblemente porque le faltaba tradición histórica. Pero, mientras duró, cientos fueron las jóvenes presentadas en sociedad, como esta mi semana Alejandra en ¡Hola!, vistiendo de largo en el palacio sevillano.
Aunque al lector le sorprenda y a ella no le agrade el recuerdo, entre las muchachas conocidas que bailaron el tradicional vals, vestidas con elegantes trajes de noche, se encontraba entre princesas... Marisol, entonces famosísima estrella de cine y más tarde destacada militante comunista. Lo hizo junto a Geraldine Chaplin, pero también a Olimpia de Torlonia, María Gloria Orleans Braganza y la hija del barón Thyssen y Fiona Campbell, Francesca, entre otras aristócratas.
Aquel Baile de Debutantes que pudo haber sido y no fue murió de éxito con la presencia, el mismo año, la primavera de 1966, y en la misma edición de las dos mujeres más importantes de la época en el mundo entero: Jackie Kennedy, la viuda de América, y Grace de Mónaco, la más hermosa de todas las soberanas que en el mundo han sido y serán. ¿Después de ellas? No hubo ya nadie mejor y Pilatos y su baile de debutantes despareció para siempre.
A las 12 horas del pasado 28 de febrero, el glamouroso hotel Ritz de Madrid cerraba sus puertas. Echaba el cierre. El motivo: acometer una reforma integral durante... dos años.
Inaugurado por Alfonso XIII en 1910, en él se han alojado miembros de la realeza de todo el mundo. Durante un tiempo fue tan exclusivo en la selección de sus clientes que a los actores de cine, por muy famosos que fueran, no se les aceptaba. Le sucedió al gran James Stewart, a quien se le negó una habitación. Ante esta insólita postura del hotel, explicó que no venía como el actor que era sino como general de las Fuerzas Aéreas norteamericanas que fue. Como tal, se pudo hospedar en el lujoso y exclusivo hotel de entonces. En los últimos tiempos, todo había cambiado tanto que era frecuente encontrarte con clientes en deportivas y pantalón corto. Nada que ver con aquellos duques de Windsor, habituales desde su primera visita a Madrid, en junio de1940. Siempre en las suites 511 y 512, con una cama doble de cabecero estilo Luis XIV ocupando la estancia principal y otra salita anexa. En una de sus últimas visitas, acudí al hotel para una entrevista siendo testigo de una curiosa anécdota. Mientras esperaba, apareció el duque quien, dirigiéndose al recepcionista, le mostró una factura que llevaba en la mano al tiempo que le decía en el mejor lenguaje cheli “¡Me han metido un clavo!”. El empleado, sorprendido, confundido y avergonzado, miraba y remiraba la factura sin saber que decirle. Al parecer había un error que fue inmediatamente subsanado.
A Don Juan Carlos, acompañando a su padre el conde de Barcelona, le sucedió algo parecido, según cuenta Felipe Navarro, camarero del hotel durante muchos años y autor de Hotel Ritz. Un siglo en la historia de Madrid (Ed. La Librería). Al parecer, Don Juan invitó a su hijo a tomar unas copas en el bar del hotel. “Mucho cuidado que la cuenta la pago yo”, le dijo al barman. Al verla, le pareció excesiva y así se lo hizo saber. “Papá, no todos los días se puede uno permitir el lujo de beber en el Ritz”. Y la firmó él, para que se la enviaran a La Zarzuela.
Lo más terrible para un padre es la muerte de un hijo. Lo sé por experiencia. Y si es asesinado, la tragedia es mayor. Pero si quien lo asesina es la compañera de papá, para volverse loco. (...) Será buena persona pero un pobre hombre enfrentado a su propia sensación de ser responsable. ¡Cómo no me di cuenta! (...) Perdonarse a sí mismo será más difícil que perdonar a los demás (...) Como escribe Ana Mellado, el muchacho, que debe tener mono de la popularidad de la que ya carece, no se pierde un sarao aunque sea para apoderarse del protagonismo que no le corresponde. ¡Es un traidor familiar! (...) La RRPP siempre la invitaba por él. Ahora ya no la invita... por él (...) Hay que reconocer que ella no ha tenido mucha suerte con las personas que han administrado su fortuna. Primero, sus padres; luego, su marido. ¡Pobre chica! (...) Felicidades al querido amigo y compañero Carlos Herrera por la magnífica y emotiva entrevista a Patricia, referencia y cita obligada ese día (...) La amenaza de la joven empresaria y una de las dueñas del negocio a la que nos referíamos la pasada semana se va a cumplir, inexorablemente, con el cese del actual presidente al que despide para serlo ella.