El Mundo Orbyt.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
12/11/2016
LA MALDITA CONVIVENCIA
EL CHÁNDAL ENTRA EN PALACIO
SU GRACIOSA MAJESTAD DE MI MANO
Descubra Orbyt
Lo hemos podido ver estos días con unos muy queridos amigos. Después de una larga y, al parecer, buena o aceptable convivencia de 30 años, decidieron contraer matrimonio el pasado mes de junio. Estos días han puesto fin a esta relación. Sería una frivolidad pensar que la culpa es de un tercero. Cuando surge, es porque algo está ya roto. Sólo cabe preguntar: ¿cuándo se rompió la magia de aquel amor? ¿En qué momento se convirtieron en un hombre y una mujer que vivían bajo una aparente normalidad sus respectivas existencias independientes? ¿Por qué se casaron? Es lógico preguntar. ¿Se trata de la presión social, económica o familiar?
Sería bueno conocer los motivos. A lo peor, ni ellos lo tienen claro. Lo que sí está claro es que las parejas que lo hicieron, por los motivos que fuere, se dan cuenta que no son más felices casándose. Simple y sencillamente, se sienten, de repente, atados. De todas formas, poner fin a una relación, por las razones que sean, nunca es fácil. Lo que sí está claro es que en la vida de una pareja no hay garantías. Incluso para los que la rehacen. “Estamos hablando de seres humanos, mirándose en el espejo del tiempo. Es uno de esos momentos que marca la vida de cualquiera” (Editorial del protagonista de nuestra historia, publicada el 13 de marzo de 1993).
La vida en La Zarzuela, se ha igualado tanto por abajo que todo es posible. Siguiendo este nuevo y vulgar estilo de políticos descorbatados o en mangas de camisa y deportivas en las audiencias, Letizia se ha sumado a la tendencia del track pant, que no es otra cosa que el chándal. Hasta ahora, se reducía al mundo del deporte o al de las señoras que antes gustaban de las batas guatiné, en la palabra de la calle, creadas en 1963 por los hermanos Ortega y otra socia, la empresa Goa. Fue el embrión de lo que luego sería Zara, una pequeña tienda de las populares prendas acolchadas que vieron nacer el imperio de Amancio Ortega. Era la representación más hortera de la señora María de la época. Lo que no es de recibo es que la consorte haya asistido a un acto en La Zarzuela –¡un error de protocolo!– vistiendo un track pant de inspiración chandalera, aunque fuera de Hugo Boss. No hay duda que la inefable muchacha es “un muestrario andante de tendencias, tanto en la ropa, zapatos, bolsos o peinados”, según Beatriz Miranda. Querida, llevas razón: sus minúsculos pero musculados bracitos es su peor accesorio. Una reina, aunque sea consorte como ésta, no debe vestir de cualquier manera. Tiene que marcar una diferencia si quiere mantener su autoridad, ha declarado la prestigiosa estilista Anna Vallés.
Del amor y las rosas, sólo quedará el mundo de los nombres, escribía J.R.J. Pero, ¿qué hay en un nombre? Siempre, personas. A mí me persigue el de Isabel. Porque Isabel se llamaba mi única hija e Isabel, la reina a la que yo admiro tanto. Por ser la reina más reina del mundo. La única que junto a los cuatro reyes de la baraja quedará en el mundo cuando las monarquías se hayan convertido en repúblicas.
Netflix, la plataforma de streaming, ha estrenado, el pasado viernes, 4 de noviembre, The Crown, la serie más ambiciosa y cara que se ha producido hasta la fecha. Su presupuesto podría llegar a los 120 millones de euros. Narra la historia de Isabel II, destacando los momentos de intriga, romances y rivalidades políticas de su vida, una vida que conozco tanto. He sido el único periodista español en entrevistar, en su día, al cáustico príncipe Felipe. Netflix ha querido que yo presente esta serie desde el espectacular palacio madrileño de Fernán Núñez, con la “participación”, incluso, de los perritos colgies de la reina. El meticulosamente documentado guión de Peter Morgan (The Queen, 2006) ofrece los momentos más íntimos y personales de Isabel II y su difícil y sorprendente relación con su esposo, el duque de Edimburgo, así como con su tío el duque de Windsor y el primer ministro Winston Churchill. Una historia real que se ve como una apasionante película, con planteamientos, nudos y sorprendentes desenlaces. Permítanme que, por una vez, hable de mí porque soy quien la presento.
MI SEMANA AZUL & ROSA
JAIME PEÑAFIEL
12/11/2016
LA MALDITA CONVIVENCIA
EL CHÁNDAL ENTRA EN PALACIO
SU GRACIOSA MAJESTAD DE MI MANO
Descubra Orbyt
- Disminuye el tamaño del texto
- Aumenta el tamaño del texto
- Imprimir documento
- Comparte esta noticia
Lo hemos podido ver estos días con unos muy queridos amigos. Después de una larga y, al parecer, buena o aceptable convivencia de 30 años, decidieron contraer matrimonio el pasado mes de junio. Estos días han puesto fin a esta relación. Sería una frivolidad pensar que la culpa es de un tercero. Cuando surge, es porque algo está ya roto. Sólo cabe preguntar: ¿cuándo se rompió la magia de aquel amor? ¿En qué momento se convirtieron en un hombre y una mujer que vivían bajo una aparente normalidad sus respectivas existencias independientes? ¿Por qué se casaron? Es lógico preguntar. ¿Se trata de la presión social, económica o familiar?
Sería bueno conocer los motivos. A lo peor, ni ellos lo tienen claro. Lo que sí está claro es que las parejas que lo hicieron, por los motivos que fuere, se dan cuenta que no son más felices casándose. Simple y sencillamente, se sienten, de repente, atados. De todas formas, poner fin a una relación, por las razones que sean, nunca es fácil. Lo que sí está claro es que en la vida de una pareja no hay garantías. Incluso para los que la rehacen. “Estamos hablando de seres humanos, mirándose en el espejo del tiempo. Es uno de esos momentos que marca la vida de cualquiera” (Editorial del protagonista de nuestra historia, publicada el 13 de marzo de 1993).
La vida en La Zarzuela, se ha igualado tanto por abajo que todo es posible. Siguiendo este nuevo y vulgar estilo de políticos descorbatados o en mangas de camisa y deportivas en las audiencias, Letizia se ha sumado a la tendencia del track pant, que no es otra cosa que el chándal. Hasta ahora, se reducía al mundo del deporte o al de las señoras que antes gustaban de las batas guatiné, en la palabra de la calle, creadas en 1963 por los hermanos Ortega y otra socia, la empresa Goa. Fue el embrión de lo que luego sería Zara, una pequeña tienda de las populares prendas acolchadas que vieron nacer el imperio de Amancio Ortega. Era la representación más hortera de la señora María de la época. Lo que no es de recibo es que la consorte haya asistido a un acto en La Zarzuela –¡un error de protocolo!– vistiendo un track pant de inspiración chandalera, aunque fuera de Hugo Boss. No hay duda que la inefable muchacha es “un muestrario andante de tendencias, tanto en la ropa, zapatos, bolsos o peinados”, según Beatriz Miranda. Querida, llevas razón: sus minúsculos pero musculados bracitos es su peor accesorio. Una reina, aunque sea consorte como ésta, no debe vestir de cualquier manera. Tiene que marcar una diferencia si quiere mantener su autoridad, ha declarado la prestigiosa estilista Anna Vallés.
Del amor y las rosas, sólo quedará el mundo de los nombres, escribía J.R.J. Pero, ¿qué hay en un nombre? Siempre, personas. A mí me persigue el de Isabel. Porque Isabel se llamaba mi única hija e Isabel, la reina a la que yo admiro tanto. Por ser la reina más reina del mundo. La única que junto a los cuatro reyes de la baraja quedará en el mundo cuando las monarquías se hayan convertido en repúblicas.
Netflix, la plataforma de streaming, ha estrenado, el pasado viernes, 4 de noviembre, The Crown, la serie más ambiciosa y cara que se ha producido hasta la fecha. Su presupuesto podría llegar a los 120 millones de euros. Narra la historia de Isabel II, destacando los momentos de intriga, romances y rivalidades políticas de su vida, una vida que conozco tanto. He sido el único periodista español en entrevistar, en su día, al cáustico príncipe Felipe. Netflix ha querido que yo presente esta serie desde el espectacular palacio madrileño de Fernán Núñez, con la “participación”, incluso, de los perritos colgies de la reina. El meticulosamente documentado guión de Peter Morgan (The Queen, 2006) ofrece los momentos más íntimos y personales de Isabel II y su difícil y sorprendente relación con su esposo, el duque de Edimburgo, así como con su tío el duque de Windsor y el primer ministro Winston Churchill. Una historia real que se ve como una apasionante película, con planteamientos, nudos y sorprendentes desenlaces. Permítanme que, por una vez, hable de mí porque soy quien la presento.