Aviador, pero nunca tenista. ¿Quién era Roland Garros?

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Cuando se conmemoran 100 años de su muerte, el grande francés homenajea al hombre que dio nombre al torneo parisino, abatido en 1918, con 29 años, durante una ofensiva en la Primera Guerra Mundial
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ALEJANDRO CIRIZA
París 27 MAY 2018



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Roland Garros, fotografiado en 1913 en el aeroplano con el que cruzó el Mediterráneo. GETTY


En la antesala del pistoletazo de salida, Roland Garros brindó ayer una jornada lúdica y calurosa en la que los niños parisinos pudieron disfrutar de cerca de sus héroes. Intervinieron en el tradicional Kid’s Day figuras como Rafael Nadal, Novak Djokovic o Maria Sharapova, que arrancaron sonrisas y ovaciones con una divertida exhibición en la pista central de un precioso complejo que poco a poco va cambiando de fisionomía por exigencia de los nuevos tiempos. En la carrera por ser la modernidad, el grande francés va a la zaga de los otros tres Grand Slams, pero hace un año emprendió un ambicioso plan de reconversión para situarse al mismo nivel de Australia, Wimbledon y Nueva York. Ahora bien, sin perder la esencia ni olvidar las raíces. París es París, la grandeur la grandeur y Roland Garros es Roland Garros. Historia pura.

Ayer, por las calles de todo el recinto, muchos aficionados portaban orgullosos un pequeño suplemento en el que no aparecían Nadal, Djokovic ni Sharapova; de hecho, en sus páginas no había ni rastro de un tenista. En la portada, un retrato antiguo de un hombre de mirada desafiante, perfilado, con una boina invertida y un curioso mostacho. Una imagen que, aparentemente, le hace tener muy poco que ver con la raqueta. Aparentemente.

Se trataba de Roland Garros, l'homme qui flirtait avec les nuages, le describía un titular de Paris Match. El mito, el combatiente, el aviador que flirteaba con las nubes y que en contra de lo que mucha gente pueda pensar jamás jugó profesionalmente al tenis. Porque fue un símbolo, héroe patrio y origen del nombre del gran torneo francés en 1928, pero nunca tenista.

Se cumplen este año, precisamente, los 100 años de su desaparición y París prepara grandes fastos que irán aconteciendo a lo largo de las dos próximas semanas. “Todo es poco para honrarle”, dice el director del torneo, el exjugador Guy Forget, para recordar a Eugène Adrien Roland Georges Garros, el pionero aéreo nacido en la isla Reunión, al sureste de África, y fallecido 30 años después, durante un combate en las Ardenas, cerca de Vouziers. Un hombre que dejó huella en el aire y la memoria histórica de Francia, pues se convirtió en el primer piloto que logró atravesar el Mediterráneo sin paradas, en 1913, mediante una travesía que partió de Fréjus y concluyó en Bizerta (Túnez), por debajo de las seis horas.

Aficionado al tenis y al ciclismo, ese mismo año logró establecer un nuevo récord de altitud, al alcanzar los 18.410 pies, y uno después, con el estallido de la Primera Guerra Mundial, se enroló voluntariamente en las fuerzas aéreas del ejército francés. Su pericia entre las nubes no impidió que en 1915 tuviera que llevar a cabo un aterrizaje forzoso en Alemania y allí fuera capturado. Permaneció durante tres años en un campo de prisioneros, pero consiguió escapar al agenciarse un uniforme del bando enemigo. Después de pasar por los Países Bajos y el Reino Unido, regresó a París y reemprendió la lucha. Se subió a lomos de un SPAD S.VII, pero un Fokker D VII de las tropas enemigas le derribó y falleció en 1918, cuando ni siquiera había cumplido los 30 años.

‘Mort pour la France’ y otros honores
Pionero también en el desarrollo de un sistema de ametralladoras que permitía disparar a través de las hélices del avión, a su muerte fue encontrando los reconocimientos. Mort pour la France —distinción nacional en honor a los caídos en combate— y oficial de la Legión de Honor, en 1928 fue tributado para siempre. Un curso atrás, sus compatriotas Rene Lacoste, Henri Cochet, Jacques Brugnon y Jean Borotra —conocidos como Los Cuatro Mosqueteros del tenis francés— derrotaron a Estados Unidos en la Copa Davis, en una serie dirimida en Filadelfia. Para albergar la final, la Federación Francesa (FFT) decidió construir un estadio en menos de un año, muy cercano a la Porte d’Auteuil, que recibió el nombre de Roland Garros.

El precedente apunta a 1981, cuando vio la luz el Campeonato de Francia, pero el nombre definitivo (Les Internationaux de France de Roland-Garros) quedó inscrito después de que derribasen al aviador, hace 100 años. Por eso, su país y el tenis le recuerdan. “Champion des Champions”, sugiere una definición de aquella época. Campeón en las alturas, que no tenista.





https://elpais.com/deportes/2018/05/26/actualidad/1527347843_609452.html
 
Rafa Nadal, Ashleigh Barty y casi todo lo que nos dejó el Roland Garrós 2019.
Publicado por Guillermo Ortiz.

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Cuando acabó 2016, Rafa Nadal ya tenía treinta años, estaba lesionado y había caído fuera del top 5 del rankingATP por primera vez desde 2005. No solo eso: aquel 2016 había sido el segundo año consecutivo sin sumar un solo grande, mientras Djokovic y Murray protagonizaban una batalla por el número uno que invitaba a pensar en algo parecido al relevo en la jerarquía del tenis masculino.

No había, por tanto, muchos motivos para el optimismo cuando Toni Nadal decidió dar un paso al lado y dejó entrar a Carlos Moyà como primer entrenador de su sobrino. Sin embargo, desde entonces, Nadal ha jugado seis finales de Grand Slam y ha ganado cuatro de ellas. No está mal para un jugador del que se lleva diciendo que va a reventar físicamente desde que tenía veinte años. El duodécimo título de Rafa en París tiene tintes inéditos: nadie ha conseguido jamás ganar doce veces un torneo de Grand Slam —Margaret Court lo consiguió once veces en Australia—y la verdad es que no tiene pinta de que la dictadura vaya a acabar aquí.

Repasemos el triunfo del mallorquín y muchas otras cosas que pasaron durante esta tormentosa edición de Roland Garros:

1. Algo ocurrió con Nadal después de la contundente derrota contra Djokovic en Australia y la retirada forzosa en semifinales de Indian Wells. Algo más que la propia lesión, quiero decir, una especie de estallido mental en el que uno se plantea si esto merece la pena, si de verdad hay que estirar el chicle hasta los treinta y cinco o los cuarenta mientras el cuerpo va dando señales de aviso cada mes y medio. Las derrotas en Montecarlo, Barcelona y Madrid no ayudaron, desde luego, y quizá la historia hubiera sido distinta si Djokovic le hubiera vuelto a ganar en la final de Roma… pero la historia es la que es y el serbio, desfondado, solo pudo competir un set en condiciones. Una vez ungido de nuevo como campeón, las dudas de Nadal se disiparon y volvió el dominador implacable que conocemos desde su adolescencia. En siete partidos se dejó dos sets que más parecieron dos accidentes. El famoso vídeo de Nico Almagro en el que le dice a la grada: «Este tío va a ganar cuarenta Roland Garros seguidos» empieza a sonar como algo más que una boutade. Obviamente, no serán cuarenta y no serán seguidos, pero es difícil discutir su capacidad de lograr quince a poco que mantenga la concentración y las ganas.





2. Más que nada porque seguimos en las mismas: no hay un relevo claro y sus compañeros de generación se van quedando cada vez más atrás. Empezando por lo primero, es posible que Dominic Thiem sea un formidable jugador de tierra batida y tiene un enorme mérito haber ganado a Rafa cuatro años seguidos sobre arcilla en partidos al mejor de tres sets… ahora bien, a cinco, la cosa cambia y Thiem no está preparado. El austriaco va para los veintiséis años y eso le convierte en el finalista de Grand Slam más joven del circuito, pero si a los veintiséis años solo eres capaz de ganar un set en dos finales y pierdes los otros seis sin oponer apenas resistencia, tienes un problema. A ver, lógicamente, mayor problema tienen todos los que ni siquiera llegan a esas finales, pero espero que se me entienda: si Nadal va a pasarse los cinco años siguientes jugando finales con Thiem, igual, en el peor de los casos, pierde una, pero no tiene pinta de que la cosa pueda ir más allá. Otra cosa es el torneo de Buenos Aires, claro.

3. Más allá de Thiem, se vislumbra Stefanos Tsisipas. De Tsisipas me gusta mucho su tenis y más aún su actitud. Es un hombre que se ve que sufre en la derrota y que no se conforma con triunfos puntuales o con ir pasando rondas y ganando puntos. Esa ambición es justo lo que se necesita en el circuito ahora mismo. Un inconformismo que el griego solo comparte con el mencionado Thiem, a la espera de que Zverev salga del bache. El problema es que, antes de ganar a Nadal, Tsisipas tiene que preocuparse en ganar a los Wawrinka de turno, jugadores que a los treinta y pico años siguen compitiendo mejor y llevándose los partidos importantes. De la larga tradición hispanoamericana sobre tierra batida no se sabe nada: no se me ocurre un solo jugador capaz de causar un mínimo impacto en los próximos años.

4. Vamos ahora con los rivales de su generación: los cinco triunfos consecutivos de Federer sobre Nadal invitaron a pensar en una semifinal competida. Se habló mucho de los progresos de Roger, de cómo había aprendido a jugarle a su gran némesis, de la ventaja que le daba el no partir como favorito… y al segundo juego ya llevaba cinco golpes de revés fallados. Al final ganó nueve juegos en tres sets. Si se compara con la final de 2008 es un éxito pero, por lo demás, está claro que esto no tiene vuelta atrás ni la va a tener nunca porque no creo que Roger se vuelva a pasar por la tierra batida mientras solo pueda aspirar a cuartos de final o semifinales. No tiene sentido. Los fans más irredentos de Federer podrán excusarse en el viento y las condiciones de la pista, pero es un mero empeñarse en no ver la realidad porque molesta: nadie puede competir en tierra con Rafa… y cuando se pudo (el bienio 2015-2016), Federer estaba muy lejos de su mejor momento.

5. Vamos entonces a los otros dos campeones de Roland Garros en activo: Stan Wawrinka y Novak Djokovic. Lo de Wawrinka tiene un mérito descomunal. No solo su torneo, que le llevó a cuartos de final después de un excepcional y larguísimo partido ante Tsisipas, sino la trayectoria que ha seguido en el último año, trepando poco a poco en la clasificación, sufriendo en cada torneo por llegar a algo parecido a su nivel anterior a la lesión. Hay que tener en cuenta que Stan tiene treinta y cuatro años y ha ganado Roland Garros, el US Open y el Open de Australia. No tiene mucho que demostrar y tampoco tiene el talento de Nadal, Federer o Djokovic para salir de una lesión y plantarse en finales a las primeras de cambio. Cuando la gente me pregunta por qué pasan las generaciones y nadie asalta el palacio de invierno, se me viene a la cabeza Wawrinka entrenando como un mulo y negándose a rendirse. Me temo que la diferencia es esa.





6. Por último, Djokovic. Sinceramente, tras ganar en Madrid y llegar a la final en Roma, el serbio era mi gran favorito. Su trayecto hasta las semifinales fue plácido, quedando así a solo dos partidos de repetir por segunda vez en su carrera el hito de lograr los cuatro torneos de Grand Slam seguidos. Sin embargo, ahí se cruzó con Thiem, perdiendo el partido que siempre gana: cinco sets, multitud de breaks, sensación de inferioridad… la típica situación donde Djokovic te gana el cuarto set 7-5 y se lleva el quinto después de salvar dieciocho match points. No pudo ser. Si algo hay que agradecerle a Thiem es que no tiene complejos contra Djokovic ni contra Federer ni contra Nadal. Otra cosa es que eso le dé para ser un supercampeón, pero hay que valorarlo y mucho. Djokovic sale de Roland Garros con más diferencia aún sobre Nadal en la clasificación ATP pero la agria sensación de que pasa un año más y no consigue acercarse en el total de Grand Slams ganados.

7. ¿Cómo está la cuenta ahora mismo? La habrán leído en mil sitios y que conste que yo me niego a establecer esta lista como único referente para determinar quién ha sido el mejor de la historia. Básicamente porque me faltan cinco años de Laver jugando en el circuito profesional y porque los Connors, McEnroe, Borg y compañía no solían tener el Open de Australia entre sus prioridades. Aparte, es difícil juzgar: Federer lleva veinte grandes ganados, Nadal lleva dieciocho y Djokovic sigue en quince… pero, claro, de los quince de Djokovic casi la mitad han llegado precisamente en Australia y el 66% de los de Nadal han llegado en un solo torneo y una sola superficie. Alguien podrá objetarle a Federer que solo ha ganado un Roland Garros —objeción absurda porque nadie, en la Era Open, ha ganado dos veces todos los torneos del Grand Slam— y que buena parte de sus veinte triunfos llegaron precisamente cuando Nadal y Djokovic aún no habían alcanzado su esplendor.. pero, si los triunfos contra Thiem o Anderson cuentan, ¿por qué no iban a contar los conseguidos ante Agassi, Safin o Roddick? En esto, me temo que no vamos a encontrar una interpretación única y válida y cada uno encontrará motivos para arrimar el ascua a su sardina.

8. Dejamos el monográfico Nadal con un apunte: se puede discutir durante días sobre quién tiene la mejor derecha, quién tiene el mejor revés o quién tiene el mejor saque del circuito. El caso es que Rafa ha conseguido durante quince años imponer un golpe letal que, en sí, no hace más que pasar desapercibido: la derecha con efecto al revés del rival. Una derecha liftada que cae a unos centímetros de la línea de fondo y se eleva más de un metro, lo que imposibilita la respuesta del contrario. No es un golpe para pasar a la historia ni para llenar vídeos de highlights. A Nadal los highlights le dan igual. Puede que haya jugadores mejores y más talentosos que Nadal, pero no pueden demostrarlo nunca porque están golpeando la pelota a la altura del cuello mientras se echan para atrás. Si fuera tan fácil, todo el mundo lo haría o al menos todo el mundo habría encontrado un antídoto. Estamos en 2019 y nadie lo ha conseguido. En general, cada partido de Rafa, conocido en sus primeros años por su despliegue físico, es un prodigio de táctica: no hay un golpe equivocado. Si puede ganar el punto de un estacazo, lo gana. Si no, tiene claro cómo conseguir que lo pierdas tú.

9. Vayamos a otras cosas. Por ejemplo, a otro debate habitual: ¿es bueno jugar un torneo menor la semana antes de un grande? A Zverev le vino bien. Ganó en Ginebra y consiguió ritmo suficiente para plantarse en cuartos de final de Roland Garros, algo que, viendo su trayectoria a lo largo del año, no hay que dar por hecho. Por supuesto, en el camino tuvo su habitual ración de sufrimiento y partidos insospechados a cinco sets… pero para un jugador de veintidós años que reconoce estar pasando una depresión no está nada mal. A Zverev se le ama o se le odia. Yo he elegido amarlo y no puedo dar muchas razones que justifiquen mi decisión. Creo que es el gran talento de esta generación pero por supuesto también contemplo la opción de que quede en nada.

10. Sin embargo, a Felix Auger-Aliassime no le fue tan bien. Del canadiense hemos hablado muchísimo en estos resúmenes… pese a que a sus dieciocho años aún no ha conseguido completar un solo partido de Grand Slam (se retiró contra Shapovalov en la primera ronda del US Open de 2018). Poco a poco y curtiéndose en torneos de rango inferior, Auger-Aliassime consiguió llegar al número 21 de la clasificación tras disputar la final de Lyon contra Benoit Paire. Sin embargo, en dicho partido se lesionó… y perdió así la oportunidad de dar mucho que hablar en París. Esto le pasaba mucho a Thiem al principio de su carrera, así que esperemos que el chico aprenda.

11. Algunas sorpresas favorables: Karen Khachanov, desde luego, que llegó a cuartos de final —apenas opuso resistencia a Thiem— y ya es el noveno mejor jugador del mundo; Kei Nishikori, más que nada porque lograr llegar a cuartos de final en cuatro torneos de Grand Slam consecutivos no es ningún regalo, por mucho que luego durara menos de dos horas ante Nadal; Benoit Paire, que llegó a octavos y a punto estuvo de eliminar al propio Nishikori, cediendo 7-5 en el quinto set y confirmando que, cuando quiere, puede; Fabio Fognini, que cumplió llegando a octavos y se despertó este lunes como número diez de la ATP, la mejor posición en sus muchos años de carrera…

12. Cabe incluir en esta categoría a un joven como el argentino Juan Ignacio Lóndero, que se plantó contra pronóstico en octavos y por supuesto al veteranísimo Nicolas Mahut. El francés, invitado de nuevo por la organización, remontó un dos sets a cero ante Marco Cecchinato, semifinalista de la anterior edición, y después se cargó a Philip Kohlschreiber, un especialista en arcilla. En tercera ronda no pudo con Leo Mayer después de perder dos tie-breaks. Apesadumbrado tras la derrota —cada Roland Garros de Mahut bien puede ser el último—, su hijo pequeño saltó a la cancha para abrazarle, protagonizando uno de los más tiernos momentos de la quincena… aunque no sea la primera vez que sucede.





13. Vamos ahora con las decepciones: después de plantarle cara a Federer en Roma, quizá se esperaba algo más de Borna Coric. Cayó ante Jan-Lennard Struff en tercera ronda, evitando así el esperado enfrentamiento serbo-croata contra Djokovic. ¿Se acuerdan de Marin Cilic? De acuerdo, la tierra batida nunca fue su fuerte, pero entre lesiones y bajones mentales, el campeón del US Open y reciente finalista en Wimbledon (2017) y Australia (2018), se ha caído ya del top 20 y solo pudo avanzar una ronda antes de caer contra el renacido Dimitrov —al que el entusiasmo le duró un partido más, el que perdió en tres sets contra Wawrinka—. También hay que destacar las prontas derrotas de jugadores que venían con esperanzas de alcanzar la segunda semana como Nicolás Jarry, Christian Garín, Matteo Berrettini o Diego Schwartzman.

14. Seguimos sin noticias de Kevin Anderson. Sin duda, esta lesión ha partido el mejor momento de su carrera. Sobre la tendencia a que los mejores momentos de las carreras de los tenistas lleguen pasados los treinta años ya hemos hablado mucho. Tampoco hay novedades positivas sobre Milos Raonic —si le queda una última bala, la reservará para Wimbledon— ni sobre Hyeon Chung, cuya carrera parece condenada antes casi de comenzar.John Isner prefirió ni aparecer por París, misma decisión que tomó Nick Kyrgios, concentrado en la temporada de hierba y cuya valoración de la tierra batida se resume en un «tendrían que eliminarla».

15. No me gusta mucho detenerme en este tema porque creo que ya hay demasiada gente hablando todo el rato sobre Kyrgios, pero me sorprende la condescendencia con la que Roger Federer le trata. Todo ese «no pasa nada, no ha hecho nada grave» con el que, se supone, intenta ayudar al australiano. Creo que entre eso y la apelación constante de algunos analistas a que le expulsen del circuito hay un término medio. Kyrgios lanzó una silla a la mitad de la pista en medio de un descanso durante el torneo de Roma y fue descalificado. Ya arrastraba otros dos warnings en ese mismo partido. Es una historia de autodestrucción salvaje que no tiene nada de divertido y que va más allá del talento perdido. Huele a tragedia personal.





16. Cerramos el análisis del cuadro masculino con una evidencia: el tenis español está en mínimos históricos. Los continuos éxitos de Nadal tapan unas carencias brutales: solo Bautista, Verdasco, Carballés y Carreño llegaron a segunda ronda. La media de edad de los cuatro es de 32,5 años. Entre los cincuenta primeros de la ATP solo hay tres españoles: Nadal (treinta y tres años), Bautista (treinta y uno) y Verdasco (treinta y cinco). Los jóvenes no acaban de dar el salto: Munar perdió en primera ronda, igual que Davydovich, y eso que le habían repescado como «lucky loser», Nicola Kuhn está ahora mismo el número 250 de la clasificación… Desde los años ochenta no se vivía algo parecido y, desde luego, es preocupante.

17. Vamos al torneo femenino, que es algo así como el masculino pero justo al revés: en el mismo período (quince años) en el que Nadal ha ganado sus doce títulos, ha habido hasta once ganadoras distintas, empezando por Justine Henin en 2005 y acabando por la sorprendente Ashleigh Barty en 2019. Son dos perfiles completamente opuestos: en el masculino las «vacas sagradas» llevan diez grandes del tirón. En el femenino, de repente te aparece Osaka o Stephens o Halep o Muguruza o Jelena Ostapenko… y así llevamos tres años, de sorpresa en sorpresa. ¿Qué es preferible? Bueno, digamos que si aparte de tener a Nadal, Djokovic y Federer en semifinales, también tuviéramos a Serena Williams, Maria Sharapova y Kim Clijsters sería para apagar la tele.

18. Lo curioso del triunfo de Ashleigh Barty es que, en principio, era alérgica a la tierra batida. Todos sus títulos, incluido el reciente de Miami que le metió en el top ten, habían llegado en hierba o pista dura. En Roland Garros había participado cinco veces y nunca había pasado de segunda ronda. Tiene veintitrés años y una más que decente carrera como doblista a sus espaldas, pero el salto de este año en individuales era completamente inesperado.

19. Más inesperada aún fue su compañía en la final y en las semifinales. En penúltima ronda derrotó a la estadounidense Amanda Anisimova, de diecisiete años, en uno de los partidos más raros de la edición: Barty se puso 5-0 por delante y tuvo dos bolas para el 6-0 en el siguiente servicio de Anisimova. La estadounidense las salvó y ganó los siguientes seis juegos para colocarse 5-6 y saque. Por supuesto, no podía ser tan fácil, y perdió ese servicio, llevando el primer set al tie-break donde por fin consiguió imponerse a la australiana. En cualquier otra circunstancia, Barty se habría venido abajo… y eso es a lo que apuntaba el partido cuando Anisimova se puso 3-0 por delante en la segunda manga. Ahí estuvo el torneo: Ashleigh se negó a conformarse con unas semifinales, tuvo claro que esa era la oportunidad de su vida, se llevó el parcial por 6-3 y resolvió en el tercero no sin antes desperdiciar cinco bolas de partido.

20. Si Anisimova fue la gran sorpresa de la competición, no se queda muy atrás la presencia de Marketa Vondrousova en la final. La checa, de diecinueve años, venía de jugar la final en Estambul y llegar a cuartos en Roma… y además supo gestionar un cuadro de lo más amable para plantarse en el partido decisivo de un Grand Slam por primera vez en su carrera. Después de la explosión de Naomi Osaka el año pasado da gusto ver que siguen apareciendo jóvenes capaces de incordiar a sus mayores y que además pertenecen a tres continentes distintos.

21. Por cierto, Osaka perdió la oportunidad de ganar su tercer grande consecutivo cayendo en tercera ronda frente a Katerina Siniakova, otra doblista de lujo. En realidad, bien pudo haber caído en primera ronda o en segunda pero tiró de agallas y sacó esos partidos adelante jugando un tenis horrible. Hay algo alrededor de Osaka que no me gusta, como si a los veintiún años estuviera expuesta a un exceso de presión y se le notara demasiado. Veremos cómo evoluciona la que aún es número uno del mundo.

22. Con tanta invitada sorpresa en cuartos de final, pocos dudaban de que Simona Halep repetiría el título del año pasado. La finalista en Madrid, que venía de pasearse en tercera y cuarta ronda, cayó en dos sets sin oponer resistencia frente al vendaval Anisimova, confirmando que repetir triunfo en París es una hazaña: desde 1996 solo Justine Henin ha conseguido defender el título del año anterior. Sus tres triunfos en 2005, 2006 y 2007 suponen una anomalía en un palmarés de lo más variado.

23. Garbiñe Muguruza amagó pero no dio. Todavía no le toca. Sumida en una enorme crisis de resultados, mantiene ese aire imprevisible que hace que todas las alertas se disparen en cuanto gana dos partidos seguidos. Llegó con cierta comodidad a octavos de final, pero ahí fue derrotada por Sloane Stephens, la campeona del US Open de 2017. Garbiñe tiene ya veintiséis años y cumplirá veintisiete en octubre. No creo que haya que perder por completo la esperanza. En cualquier caso, repito lo de cada torneo: con un Roland Garros, un Wimbledon y el número uno del mundo ya tiene la carrera hecha.

24. ¿Qué tienen que hacer Karolina Pliskova y Madison Keys para ganar un grande? La checa llegó como número dos del mundo y con el título de Roma en su bolsillo… todo para caer en tercera ronda ante Petra Martic. No es algo puntual. Desde su aparición en la final del US Open de 2016, Pliskova no ha vuelto a llegar a la última ronda de ningún grande. Un claro caso de miedo escénico. En cuanto a Keys, venía de las semis del año anterior, se le había quedado un cuadro más que asequible… y no pudo ni hacerle un set a Barty en cuartos de final. Ambas tendrán otra oportunidad en Wimbledon.

25. No sé si estamos ya ante el ocaso definitivo de Serena Williams. No lo sé, precisamente, porque no hay una gran dominadora en el circuito y si Ashleigh Barty puede ganar siete partidos seguidos sobre tierra batida, ¿cómo descartar que lo consiga Serena en hierba? Ahora bien, lleva sin ganar un grande desde Australia 2017 y las sensaciones no son buenas. Su actitud en pista ante la desconocida Sofia Kenin dejó mucho que desear y no mejoraron las cosas en la rueda de prensa posterior, cuando prácticamente desalojó de malos modos a Dominic Thiem para quitarse el trámite de encima cuanto antes. Es cierto que la televisión estadounidense alegó motivos de programación ajenos a Serena, pero el cabreo del austriaco fue monumental…





26. No podemos cerrar este resumen sin reflejar la tremenda injusticia que supuso el hecho de que las semifinales femeninas no se jugaran en la Philippe Chartrier y solo una se hiciera en la Suzanne Lenglen. Todos sabemos que los estragos del mal tiempo son a menudo impredecibles y bien vendrá ese techo retráctil el año que viene, pero relegar unas semifinales de Grand Slam a horario de matinal y en pistas secundarias no es propio de un torneo como Roland Garros. Bien podrían haberse jugado a la vez las dos semifinales femeninas en las dos centrales y luego las dos masculinas… pero, una vez más, las televisiones mandan a este respecto

27. Repaso de palmarés antes de marcharnos: los dobles femeninos fueron para Timea Babos y Kristina Mladenovic (la única alegría para el espectador francés) mientras que los masculinos se los llevaron los alemanes Kevin Krawietz y Andreas Mies. Yung-Jan Chan e Ivan Dodig se impusieron en los dobles mixtos mientras que los títulos junior fueron para el danés Holger Vitus Nodskov Rune y la canadiense Leyla Annie Fernández. Si alguien quiere saber qué ha pasado con el taiwanés Tseng Chun-hsin (también conocido como Jason Tseng), gran dominador del circuito junior el año pasado, comentar que ahí sigue, en el top 500 pero relegado aún a torneos ITF y Challengers. Todavía no ha cumplido los dieciocho años, así que me comprometo a ir actualizando su estatus según pasen los torneos.

Por lo demás, quedamos emplazados a la cita de julio en Wimbledon, donde todo lo que no sea ver a Djokovic, Federer, Nadal y otro cualquiera en semifinales será una sorpresa… Solo que algún día esa sorpresa tendrá que producirse, que nos pille atentos.

Original con material audiovisual:
https://www.jotdown.es/2019/06/rafa...casi-todo-lo-que-nos-dejo-roland-garros-2019/
 
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