Autoestima y otros temas de psicología

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Osho y la autoestima

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Osho fue ciertamente un personaje muy polémico. Pero para los que leímos (y todavía seguimos leyendo!) los libros que reúnen sus enseñanzas, no hay ninguna polémica acerca del valioso tesoro que encierra su mensaje. En el siguiente texto Osho señala la necesidad de aprender a amarse a uno mismo, es decir, de alcanzar un saludable nivel de autoestima…

Amarse a uno mismo
Si no te amas a ti mismo nunca podrás amar a alguien más. Si no puedes tratarte amorosamente no puedes tratar amorosamente a los demás. Es psicológicamente imposible.

Cualquiera que sea la manera en que estás contigo, así estás con los otros. Esta es una idea básica, acéptala. Si te odias a ti mismo odiarás a otros; y te han enseñado a odiarte. Nunca alguien te ha dicho, “¡Ámate a ti mismo!”. La misma idea parece absurda: ¿amarse a uno mismo? La misma idea no tiene sentido: ¿amarse a uno mismo? Siempre pensamos que para amar uno necesita a alguien más. Pero si no lo aprendes contigo no podrás practicarlo con otros.

Te han dicho, condicionándote constantemente, que tú no tienes ningún valor. De todas las maneras posibles te han dicho, te han demostrado, que eres indigno, que no eres lo que deberías ser, que no eres aceptado así como eres. Hay muchos “deberías” que pesan sobre tu cabeza, y esos “deberías” son casi imposibles de satisfacer. Y cuando no puedes satisfacerlos, cuando no cumples esos objetivos, te sientes condenado. Un odio profundo surge hacia ti.

El primer paso es: Acéptate como eres; suelta todos los “deberías”. ¡No lleves ningún “debería” en tu corazón! Tú no debes ser alguien diferente; no se espera que hagas algo que no es propio de ti. Sólo has de ser tú mismo. Relájate y sólo sé tú mismo. Sé respetuoso con tu individualidad, y ten el valor de plasmar tu propia firma. No sigas copiando las firmas de otros.

Cuando no estás intentando convertirte en alguien más, entonces simplemente te relajas; entonces surge la gracia. Entonces te llenas de grandeza, esplendor, armonía… ¡porque entonces no hay conflicto! Ningún lugar a dónde ir, nada por qué luchar, nada que forzar, que imponer sobre ti violentamente. Te vuelves inocente.

En esa inocencia sentirás compasión y amor por ti. Te sentirás tan feliz contigo mismo que incluso si Dios viene y golpea a tu puerta y dice: “¿Te gustaría convertirte en alguien diferente?”, tú dirás: “¿Te has vuelto loco? ¡Soy perfecto! Gracias, pero no cambies nada de mí; soy perfecto como soy”.

Si vas a ver una pintura de Picasso y dices: “Esto está mal y eso está mal, y este color debería haber sido de esta manera”, estás negando a Picasso. Cuando dices: “Yo debería ser así”, estás intentando perfeccionar a Dios. Estás diciendo: “Metiste la pata; yo debería haber sido así, ¿y tú me has hecho así?”. Estás intentando perfeccionar a Dios. No es posible. Tu lucha es inútil, estás condenado al fracaso.

Y cuanto más fallas, más odias. Cuanto más fallas, te sientes más condenado. Cuanto más fallas, te sientes más impotente. Y de este odio, impotencia, ¿cómo puede surgir la compasión? La compasión surge cuando estás perfectamente centrado en tu ser. Tú dices: “Sí, así es como soy”. No tienes ideales que satisfacer. ¡Y de inmediato la plenitud comienza!

Las rosas florecen tan maravillosamente porque no están intentando convertirse en lotos. Y los lotos florecen tan maravillosamente porque no han oído historias de otras flores. Todo en la naturaleza marcha tan maravillosamente en armonía, porque nadie está intentando competir con alguien más, nadie está intentando convertirse en algún otro. Todo es como debe ser.

¡Sólo comprende este punto! Sólo sé tú mismo y recuerda que no puedes ser nada más, por más que lo intentes. Todo esfuerzo es vano. Sólo tienes que ser tú mismo.

Existen solamente dos caminos. Uno es rechazándote, pero tú seguirás siendo el mismo; o condenándote, pero tú seguirás siendo el mismo. El otro es aceptándote, entregándote, gozando, deleitándote, pero también tú seguirás siendo el mismo. Tu actitud puede ser diferente, pero tú siempre serás la persona que eres. Pero una vez que te aceptas, surge la plenitud. Osho


Cómo aumentar la autoestima
En el texto anterior Osho señala claramente cuál es el primer paso: aceptarnos tal como somos. Todos nos enfrentamos a este mismo problema, en mayor o menor medida.

Aunque lógicamente no hay “recetas” para aprender a aceptarse o a quererse, creo que lo fundamental es comprender ante todo estas dos simples ideas:

  1. Verdaderamente necesitamos aceptarnos incondicionalmente y querernos a nosotros mismos para construir una vida plena y feliz.
  2. No es posible eliminar esas partes de nosotros a las que tanto combatimos. Aquello que queremos ocultar o deformar siempre encontrará la manera de manifestarse (lo que resistes, persiste!).
https://www.amarseaunomismo.com/osho-y-la-autoestima/
 
Quererse embellece
Brais Romero 9 octubre, 2013

La belleza no es algo tan simple como para estandarizarlo, tal y como hacen los medios audiovisuales y escritos. La belleza es algo complejo, dependiendo en mayor medida de qué ojos miren, entre otros factores. Existen personas que están capacitadas para ver algo bonito donde nadie más lo ve. De hecho, todo el mundo tiene algo bello de lo que estar orgulloso. Hay quien dice que no existe lo feo, sino la belleza rara.

Dejando aparte la anterior consideración, también hay quien piensa que lo importante es la persona por dentro. Sin embargo, ¿creen que una persona que descuida su aspecto, que es desordenada y antihigiénica, puede ser bella por dentro? Una persona que es descuidada consigo misma probablemente no tenga la autoestima muy alta, porque lo normal si se quiere a alguien, es tratarlo con cariño, con amor; eso mismo pasa con como nos tratamos a nosotros mismos. Por tanto, una persona que se quiera y se mime seguramente vaya siempre bien arreglada, limpia y realizará actividades que le gusten a él o a ella, no porque la realicen otros, sino porque a ella le apasionan. Si hay amor propio y buena autoestima te sentirás mejor y eso se traduce en que los demás te verán mejor. Hay una frase que es sinónimo de esto que acabo de explicar: "la belleza exterior es un reflejo de la belleza interior".



La primera persona que ha de darse cuenta de tu belleza eres tú
No esperes a que te lo diga alguien ni tengas en cuenta las opiniones externas, pues la única que importa es la tuya. Una vez interiorizado ese pensamiento, esa idea, trátate tal y como te gustaría que te trataran, haz todo lo que te guste hacer, sé feliz. Date cuenta de que si tú te sientes bien, transmitirás esas buenas vibraciones a los que te rodean, lucirás mejor hacia los demás y atraerás miradas de curiosidad. Sentirse bien y quererse solo puede atraer buenas consecuencias.


La belleza tampoco entiende de límites
Todos podemos ser bellos, sin importar las características físicas que tengamos. Tampoco nos engañemos, aquellos con una fisionomía capaz de atraer miradas tendrán más fácil alcanzar la belleza. Pero como ya dije en otro artículo, cuanto mayor es el reto más grande es la motivación.

Y ahorarespondedme a esta pregunta, ¿nunca os ha llamado la atención alguien que, físicamente analizado, no seguía los cánones de belleza instaurados pero que de algún modo veíais algo especial en él/ella?

 
Envejecer saludablemente es una decisión personal
Raquel Lemos Rodríguez 16 febrero, 2018

Tarde o temprano todos vamos a envejecer. Por mucho que no queramos cumplir años o que nos preocupemos porque nos han salido las primeras arrugas, el tiempo sigue transcurriendo y a todos nos llega la vejez. Sin embargo, aunque no podamos escoger si envejecer o no, sí hay algo que está en nuestras manos elegir: envejecer saludablemente.

He escuchado muchas veces a gente joven decir: “cuando sea más mayor, ya no me importará cuidarme o verme bien”. Es como si la edad se convirtiese en un tirar la toalla para seguir gustándonos al mirarnos en el espejo. Como si cuando nuestra cara se llene de arrugas y la piel se vuelva más fina y manchada con lunares, cuidarse, mimarse e intentar gustarse fuese una pérdida de tiempo.


También he escuchado a personas decir que ahora comen bien y hacen deporte, pero que cuando sean más mayores podrán darse todos los caprichos, que no les importará engordar. No podrían estar más equivocados. Pues a mayor edad, mayores cuidados y más tendríamos que preocuparnos por nuestra salud. Sin embargo, como bien ya hemos mencionado, la manera en la que envejecemos está, en buena parte, en nuestras manos.


La vejez no siempre es sinónimo de enfermedad
El motivo por el que, tal vez, las personas tienen los pensamientos que ya hemos mencionado, es porque asocian la vejez con una etapa de la vida donde las enfermedades, los problemas y toda una serie de dificultades limitan nuestro bienestar. De repente, nos volvemos más lentos y limitados, tenemos que tomar pastillas para el corazón, se nos cae el pelo…


“Saber envejecer es la obra maestra de la sabiduría y una de las partes más difíciles del gran arte de vivir”
-Henri Frédéric Amiel-

Pensar en que todo lo malo nos aborda, inexorablemente, cuando nos hacemos mayores, limita las posibilidades de disfrute, de vivir esa etapa de manera intensa y de que podamos pensar en que tendremos una buena calidad de vida. Es cierto que, tal vez, la esquizofrenia nos esté esperando. Es natural que nos sintamos solos porque nuestros hijos se van de casa. Sin embargo, podemos hacer cosas, más allá de lamentarnos por nuestra condición.


Podemos envejecer saludablemente siempre y cuando no nos refugiemos en la autocompasión y el victimismo. Llegar a la vejez no implica que la vida se haya acabado, como muchos jóvenes puedan pensar. Existen muchas posibilidades y opciones. Como ejemplo, tenemos la historia de Miguel, que hace unos días salió en las noticias.

Miguel tiene 80 años y es estudiante de geografía e historia en la Universidad de Valencia. Algunos lo confunden con un profesor, otros con el padre de algún alumno. Sin embargo, él es estudiante más, toma apuntes, le interesa mucho la historia y se ha animado a irse de Erasmus a Verona (Italia). Su familia lo apoya y está muy contenta. Porque, como dice Miguel, “ánimo, a por todas que tú puedes”.

Envejecer saludablemente está en nuestras manos
Envejecer saludablemente es una opción por la que podemos decantarnos. No hay que procrastinar en este aspecto, aunque nos sintamos bien ahora, aunque no tengamos ninguna enfermedad y problema. Muchas veces nos olvidamos de que, en cuestiones de salud, todo lo que hagamos ahora se proyecta hacia el futuro.

Pero, ¿qué podemos hacer al respecto? Para empezar: cuidar lo que comemos y hacer algo de ejercicio, sin olvidar el aspecto mental. Cultivar una mentalidad positiva será indispensable para hacerle frente a toda esa presión que sentimos a medida que cumplimos años. Sin embargo, si somos de los que hasta que nos hacemos mayores descuidamos estos aspectos, también hay solución para ello.

Por ejemplo, podemos tomar parte activa en nuestra vida, haciendo ejercicio. Hay muchos programas de ejercicio destinados a personas que ya han alcanzado una edad y que favorecen estados emocionales positivos, pues ayudan a liberar el estrés. Asimismo, participar de actividades en grupo nos permitirá conocer a nuevas personas y, por ende, nuevas amistades con quienes quedar, tomar algo y, quién sabe, si estamos solteros, incluso iniciar una bonita relación.

En la actualidad, hay programas en las universidades que permiten a personas como Miguel estudiar aquello que les gusta y seguir aprendiendo. También, existen centros de día en los que se realizan actividades y donde se fomenta la socialización. Como nos habremos dado cuenta, tenemos muchos menos límites de los que en realidad pensamos y hay realidades que podemos seguir viviendo de manera adaptada por muchos años que tengamos.

Así que, por todo esto, no dejemos para mañana todo lo que podamos hacer hoy para envejecer saludablemente y vivir esa etapa de nuestra vida de una manera feliz, intensa y sin perder las ganas. Envejecer puede hacer a nuestros huesos más frágiles, restarnos agilidad, pero no tiene por qué afectar a nuestra ilusión de levantarnos cada mañana y seguir descubriendo el mundo. Los límites solo están en tu mente.
Aprender a jugar, a crear, a no tener miedo, a ser niños de nuevo, nos ayudará a superar nuestros límites y tener la vida que merecemos.
 
Por qué es importante no dejar las cosas sin terminar
Edith Sánchez 16 febrero, 2018

Las razones para dejar las cosas sin terminar pueden ser muchas. A veces influyen algunas circunstancias externas, pero en la mayoría de las ocasiones tiene que ver con nosotros mismos. No concluimos porque hay algo que se interpone, alguna realidad que estamos eludiendo. Profundicemos.


Las razones para dejar las cosas sin terminar
En nuestras vidas hay grandes y pequeños objetivos, así como grandes y pequeñas tareas. Lo que ocurre en quienes optan por dejar las cosas sin terminar es una ruptura entre objetivos y tareas. Se tiene el propósito de hacer algo, pero este no llega a convertirse en una acción concreta para lograrlo.

Las razones para que esto suceda son muchas. Sin embargo, hay algunas que tienen gran relevancia. Estas son:


  • Baja autoestima. Cuando no hay suficiente amor propio, se piensa que lo que se hace tiene poco valor. Que da igual hacerlo o no. Existe la percepción que dejar de hacer una tarea no marcará ninguna diferencia.
  • Sentimiento de fracaso. Toma la forma de no lograr definir un “para qué”. Como si ya todo estuviera perdido y ningún esfuerzo valiera la pena. Es una de las facetas de la depresión.
  • Sentimiento de inutilidad. Hay quien piensa que es mejor dejar las cosas sin terminar porque al final se harán mal. Hay temor por el resultado. Por lo tanto, dejar todo inacabado evita confrontarse con las propias limitaciones, sean estas reales o imaginarias
  • Distracción. Esta aparece cuando hay otro u otros aspectos que absorben por completo la atención, el interés o la energía mental disponible. Por lo tanto, no hay disponibilidad para dedicarse a otra tarea. Y si se hace, se realiza a medias
  • Sobrecarga. Cuando hay más compromisos que tiempo para cumplirlos, es usual que se deje todo a medio hacer
Las consecuencias de dejar las cosas sin terminar
Como vemos, dejar las cosas sin terminar da origen a múltiples consecuencias negativas. Básicamente, introduce una sensación de angustia que puede tornarse creciente e invasiva. También, por supuesto, termina incidiendo en la autoestima y la autovaloración.

Las principales consecuencias de dejar las cosas sin terminar son:

  • Favorece la aparición de estrés constante.
  • Genera una sensación de estancamiento. Es como si te mantuvieras en el mismo punto y no lograras avanzar. Nunca se puede poner el visto bueno a ninguna tarea para continuar con la siguiente.
  • Afecta la productividad. Será muy difícil alcanzar objetivos importantes si todo se deja a medias. Esto nos vuelve ineficientes, al tiempo que gastamos energías permanentemente.
  • Dispersa la atención. Al no lograr cerrar los ciclos de cada tarea, tu mente va a estar pensando en varias cosas al mismo tiempo. Las tareas sin terminar, el tiempo que te hace falta para lograrlo, etc.
  • Impide iniciar nuevos proyectos. No se siente esa libertad para comenzar algo nuevo.
¿Cómo solucionarlo?
Dejar las cosas sin terminar es un problema que se debe resolver en dos niveles. El primero de ellos tiene que ver con la ruptura del hábito. Esto comienza siendo un acto más o menos inconsciente y termina convirtiéndose en costumbre.

Lo que se debe hacer es llevar a cabo tres acciones básicas. Lo primero es hacer una planificación realista, fijándonos objetivos que sean verdaderamente alcanzables. Lo segundo es dividir las tareas en pasos y llevar a cabo uno. Lo tercero es aprender a introducir pausas activas. Esto es, momentos de descanso limitados para recuperar fuerzas y seguir adelante.

De otro lado, el problema debe solucionarse en un plano más profundo. Es posible que estés haciendo algo que detestas y te sientes atrapado. O que tengas un sentimiento de incompetencia que te invade. También es posible que detrás de todo esto haya una depresión en ciernes. Cualquiera que sea el caso, se debe explorar a fondo.

 
Adolescentitis, un “mal” que afecta a millones de adolescentes en el mundo
Raquel Aldana 12 febrero, 2018


Hace unos meses se compartía de manera viral la historia de una adolescente que le pedía a su madre un justificante por haber llegado tarde a clase. La madre, probablemente en principio sorprendida por el descaro de su hija, hizo alarde su originalidad justificando el retraso de su hija por un mal denominado adolescentitis.

La madre, Nicole Poppic, publicó en sus redes la nota que escribió para su hija justificando su retraso de esta manera: “Esto es lo que pasa cuando llegas tarde por culpa de tus propias malas decisiones y me pides que te escriba una nota para justificar tu retraso”.


La nota que escribió a su hija, Cara, versaba lo siguiente: “Cara llega tarde esta mañana como consecuencia de una enfermedad conocida como adolescentitis. Afecta a millones de adolescentes del país y no se conoce cura. Los síntomas son múltiples, pero esta mañana en concreto era incapaz de levantarse de la cama y además sentía la necesidad de ponerse contestona con su madre. (…) Por favor, llámenme si hay otro brote”.

La adolescentitis es el inicio de la metamorfosis
El psicólogo Stanely Hall es considerado un pionero en el estudio de la adolescencia como etapa evolutiva. Él describió la adolescencia como un segundo nacimiento en el que se produce una especie de recapitulación de las experiencias infantiles, añadiéndose a ellas una serie de crisis y aprendizajes.

La adolescencia es una etapa que fluye entre los 12-20 años y en la que se abren paso gran cantidad de cambios que no son solo físicos, sino también cognitivos, emocionales y existenciales. Debido a ello, en este momento la tendencia a cuestionar cómo funciona el mundo y cuál es el papel que se juega en él.

Esto supone una verdadera revolución en todos los aspectos, pues los chicos y chicas en este período están inmersos en una montaña rusa emocional y cognitiva que les lleva a comportarse de una manera “revolucionaria”.

Una de las preguntas más habituales entre los padres es por qué, si el adolescente parece tener desarrollada ya la capacidad de pensar como un adulto, no actúa como tal. Esta cuestión tiene una respuesta clara: la madurez cognitiva y la madurez emocional no suelen ir al compás.

Por eso se tiende a considerar que, en muchos aspectos, el adolescente es aún emocionalmente inmaduro, definiéndose así como fluctuante, explosivo y temperamental (características que habitualmente nos hacen hablar de adolescentitis). No obstante, debemos saber que es gracias a esa madurez cognitiva o de pensamiento que se logra iniciar la búsqueda de la identidad o esencia personal.

Habitualmente, el adolescente ha desarrollado sus capacidades emocionales hasta el punto de ser equivalentes a las del adulto. Sin embargo, aunque cuenta con ellas, no cuenta con la experiencia del adulto, por lo que se centra principalmente en el análisis de ese mundo emocional del que tiene que absorber lo máximo.

Esta activación emocional implica tal sobrecarga que el adolescente no logra dar sentido a muchas de sus emociones de una manera acertada en un primer momento. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que todas esas experiencias le ayudarán a conformar la comprensión del complejo tándem compuesto por sus emociones, sus pensamientos, sus actuaciones y la situación psicosocial que perciben.

Tres factores que explican las complejas relaciones familiares en la adolescencia
Millones de padres de todo el planeta se sentirán, sin duda, identificados con la situación que planteábamos al inicio del artículo y que denominábamos como adolescentitis. Hijo o hija adolescente, en su afán por mantener una actitud díscola y desafiante, se desata en una rebelión contra las normas establecidas por los progenitores o por la sociedad en sí.

Hay que tener claro que para el adolescente es también una etapa muy confusa, ya que no se encuentra a pesar de estar continuamente buscándose, reinventándose y cambiando. La estabilidad brilla por su ausencia y, desde luego, no se ve una luz al final del túnel.

La complejidad de las relaciones familiares en la adolescencia se puede explicar en torno a los siguientes tres factores delimitados (salvando, por supuesto, las diferencias individuales):

1. Conflictos con los padres y con su posición en la sociedad
En cierto período de esta etapa muchas veces los adolescentes son tratados como niños a la vez que se les pide que se comporten como adultos, arruinando de alguna forma la visión de madurez y certeza que tienen de sí mismos y perpetuando un estado de conflicto entre sí mismos y la sociedad.

Esto, en la actualidad, se constituye como un fenómeno llamativo que podemos llamar desincronización. Básicamente se trata de que los desarrollos personales se producen cada vez de manera más precoz mientras que la integración de la persona en el mundo adulto y laboral se produce de forma más tardía. Esto prolonga la adolescentitis y agrava, muchas veces, los conflictos familiares.

2. Alteraciones en el estado de ánimo
El adolescente es, por definición, emocionalmente fluctuante. Sus cambios de humor son más bruscos y presentan estados de ánimo más extremos y negativos con mayor frecuencia. Si se les pregunta a lo largo del día, suelen informar de mayor cantidad de sentimientos negativos que adultos y preadolescentes.

Asimismo, el adolescente es aún más fluctuante, intenso y negativo si no goza de popularidad entre su grupo de iguales, tiene un bajo rendimiento escolar o están presentes conflictos familiares como el divorcio. La adolescencia, aun considerando las diferencias individuales, es una etapa con grandes posibilidades de ser “emocionalmente complicada”.

3. Conductas de riesgo
Los adolescentes, en su afán por ir en contra de lo establecido, se implican con más facilidad en comportamientos ilegales, antisociales, temerarios o, en definitiva, que impliquen algún riesgo. No obstante, a diferencia de los conflictos familiares y las alteraciones anímicas, las conductas de riesgo son más probables en la adolescencia tardía y en la temprana juventud.

Algo que se explica por la impulsividad y la tendencia a buscar nuevas sensaciones. Estos dos factores, junto a los comentados antes, nos ayudan a comprender que estamos ante un período crítico que necesita de la supervisión y de la guía (a una distancia prudencial y variable en función de las circunstancias, eso sí) de los responsables del menor.

Tenemos que tener muy claro que la adolescencia es una etapa en la que uno se impregna de lo que tiene el entorno, por lo que debemos cuidar mucho cuál es ese entorno. No hay varitas mágicas que nos ayuden a manejar esta etapa pero lo que está claro es que, por raro que parezca, la adolescencia implica una preparación a nivel familiar similar a la que se realiza cuando un bebé va a llegar a una casa.
 
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Autoestima y ego: 7 diferencias
Raquel Lemos Rodríguez 10 febrero, 2018

Es posible que algunas personas aún crean que los conceptos de autoestima y ego son sinónimos. Algo totalmente comprensible si tenemos en cuenta que desde bien pequeños nos enseñan a mirar por lo demás antes que por nosotros mismos. Incluso en la edad adulta, velar por uno mismo puede ser tildado de egocentrismo y egoísmo.

Pero, ¿qué ocurre cuando confundimos la autoestima con el ego? Que anteponemos las necesidades de los demás a las nuestras, que buscamos la aprobación externa y que nos sentimos culpables cuando deseamos decir "no", pero nos vemos obligados a decir “sí” para no quedar como egoístas.


Ahora bien, la gran consecuencia de esta confusión es la desconexión con nuestras necesidades, ya que olvidamos escucharnos y por ende, valorarnos como es debido. Por todo esto, hoy vamos a ver 7 diferencias entre autoestima y ego.

1. La admiración por uno mismo
Una persona con un gran ego tiene una admiración excesiva por sí misma. Tanto es así que desarrolla rasgos narcisistas y observa el mundo desde una óptica distorsionada. El gran problema de este tipo de personas es que se creen superior a los demás, es decir consideran que son perfectas y que todo lo que hacen también.

Sin embargo, una persona con alta autoestima aunque se valora, lo hace siempre desde una óptica realista. Así, es consciente de sus virtudes pero también de sus defectos y no intenta camuflarlos para aparentar ser lo que no es. Al contrario, los acepta y si alguno le produce problemas o dificultades trata de encontrar una solución.

2. Preocuparse por uno mismo y por los demás
La diferencia entre autoestima y ego puede verse muy clara en este segundo punto. Alguien con ego siempre se preocupará por sí mismo, pero nunca por los demás. Necesita ser el centro de atención, captar todas las miradas. Y si esto no ocurre, si se siente ignorado, una de sus reacciones es el enfado.

En cambio, una personas con autoestima se preocupa por sí misma, pero también por lo demás. Por eso, a diferencia de alguien con ego, sabe escuchar y no busca ser el centro de atención. Una persona con autoestima sabe muy bien lo que significa la empatía y tiene relaciones mucho más enriquecedoras.

3. Ver más allá de las propias creencias
Cuando tratamos con una persona que tiene un gran ego, lo primero que percibiremos es que no es capaz de ver más allá de sus creencias. Resultará imposible esperar que las cuestione o que reflexione sobre ellas. Cree que su visión es la única verdadera y eso le genera muchos conflictos con los demás.

Sin embargo, una persona con alta autoestima es capaz de mirar más allá de su punto de vista. Sabe que su visión no es la única y comprende que otras personas tengan perspectivas diferentes, incluso puede llegar a interesarse por ellas. El hecho de saber escuchar, de ponerse en la piel del otro y de poder adquirir una nueva perspectiva de una situación provoca que las relaciones que tiene sean sanas y provechosas.

Como vemos, una clara diferencia entre autoestima y ego es que la persona con ego nunca puede empatizar o ponerse en la piel de los demás. Para ello es necesario tener una autoestima fuerte y sana. De hecho, alguien con ego en realidad no se quiere ni se respeta. Solamente tapa y oculta aquello que no le interesa. Por eso le resulta tan complicado ver más allá.

4. La dificultad para aceptar las críticas
Una persona con grandes dosis de ego no soportará recibir ni una sola crítica que atente contra la imagen exagerada y distorsionada que tiene de sí misma. Como ha ocultado sus defectos bajo esa máscara de grandiosidad, cualquier señal que indique revelarlos provocará que se ponga a la defensiva, se enfade y culpe a los demás.

En cambio, quien goza de una autoestima sana será capaz de reconocer sus defectos y de recibir críticas que le ayuden a mejorar. Esto último no se lo tomará como algo negativo, sino que incluso lo agradecerá. Ahora bien, siempre y cuando sean críticas constructivas.

5. Esperar recibir algo a cambio
Hemos visto que una persona con mucho ego siempre piensa en ella misma. Por eso, si alguna vez busca la ayuda de los demás o se acerca a ellos manifestando algún tipo de interés es porque hay algo que le puede beneficiar. Si no va a sacar nada positivo, la persona con ego no contará con los demás.

No actúa de esta manera alguien con una sana autoestima. Pues no utiliza a los demás para lograr sus fines, sino que gracias a los demás sabe que puede crecer. Alguien con autoestima nunca se mueve por interés.

6. La jerarquía entre las personas
Otra de las grandes diferencias entre autoestima y ego es que quien tiene ego piensa que está por encima de los demás. Esto puede pensarlo ya sea porque considera que es superior en fuerza, en inteligencia o en belleza, entre otras cosas. Además, cree que el mundo gira a su alrededor.

Sin embargo, una persona con buena autoestima sabe que ninguna persona es superior a otra, tan solo que son diferentes. Por eso, no suelen realizar comparaciones.

7. Para dar primero hay que darnos
La última de las diferencias entre autoestima y ego que vamos a tratar hace referencia a esa creencia de cubrir primero las necesidades de los demás. No obstante, no podemos dar aquello que nosotros no tenemos.

Así, quien tiene grandes dosis de ego no puede amar sanamente y tampoco puede cubrir las necesidades ajenas si antes no ha cubierto las suyas. Por eso, su vida transcurre tras constantes intentos de aparentar, camuflar, creerse el mejor…

Esto no ocurre con aquellas personas que tienen una sana autoestima. Ellas se respetan a sí mismas, se aceptan, se valoran y se aman. Por eso, son capaces de tener relaciones muy enriquecedoras. No son egoístas, están aprendiendo aquello que necesitan para después brindárselo a los demás.

Todos, en alguna ocasión, hemos caído en las garras del ego. Identificarlo en lugar de negarlo y mirarlo de frente nos permitirá darnos cuenta de que quizás esconde problemas de autoestima.

¿No nos creemos suficientes? ¿Qué es lo que nos hace sentirnos inseguros? ¿Por qué queremos que los demás nos presten atención? Reflexionemos. No se puede tener ego y alta autoestima a la vez.
 
Autoconcepto y Autoestima
(Cristina Conde)


Autoconcepto es una parte importante de la autoestima. Queremos saber ¿Qué es el autoconcepto?

Para aportar una primera pincelada, podemos decir que: El Autoconcepto es el concepto que tenemos de nosotros mismos.

En primer lugar, una persona es la que cree ella misma que es, este aspecto se considera como autoconcepto.
En segundo lugar, la que las otras personas creen que es; y por último, la que realmente somos, denominada autoconocimiento.

Para ver la relación que tienen el Autoconcepto y la Autoestima daremos un definición sencilla de ambos términos.

¿Qué es el Autoconcepto?

El autoconcepto es la suma de creencias de un individuo sobre sus cualidades personales. Lo que la persona sabe de si misma y lo que cree que sabe.
Este concepto de sí mismo lo vamos formando a lo largo de nuestra vida. El Autoconcepto es la interpretación de nuestras emociones, nuestra conducta y la comparación de la misma con la del otro, si es similar o la nuestra o no.

¿Qué es la Autoestima?

Una vez que hemos formado un autoconcepto coherente de nosotros mismos, entonces construimos nuestra autoestima.
La autoestima es básicamente cómo nos sentimos con nosotros mismos.
Según nuestro autoconcepto nos podemos sentir con falta de valía o por el contrario muy válidos.

La autoestima está determinada por el concepto que tenemos de nuestro yo físico. Qué se compone de varios ámbitos: el ético o moral, el personal, el familiar, el social, la identidad, la autoaceptación, el comportamiento…

La suma del Autoconcepto y la Autoestima nos lleva al concepto que tenemos de nosotros mismos. Es una visión de nuestra persona y esta visión va modificándose a lo largo de la vida en función de las experiencias, las circunstancias y el contexto que nos rodea.
 
EL AUTOCONCEPTO, LA AUTOESTIMA Y SU RELACIÓN CON LA EDUCACIÓN AFECTIVA QUE RECIBIMOS CUANDO ÉRAMOS NIÑOS


La autoestima es quererse a uno mismo tal como es y el autoconcepto es lo que pensamos sobre nosotros y como nos comportamos según lo aprendido, la autoimagen es como nos vemos.

"No conseguiremos que nos valoren si antes no nos valoramos a nosotros mismos...", "no conseguiremos que nos valoren si no nos sentimos dignos de ser valorados...".


"El peor de los males que le pueden suceder al hombre es que llegue a pensar mal de sí mismo" escribió Goethe

El autoconcepto y la autoestima son de gran importancia en la vida de las personas. Los éxitos y los fracasos, la satisfacción de uno mismo, el bienestar psíquico y el conjunto de relaciones sociales llevan su impronta. Cuanto más positivos sean mejor se sentirán las en el aspecto personasl, profesional y social.

El autoconcepto favorece el sentido de la propia identidad, constituye un marco de referencia desde el que interpretar la realidad externa y las propias experiencias, influye en el rendimiento, condiciona las expectativas y la motivación y contribuye a la salud y al equilibrio psíquico.

EL AUTOCONCEPTO Y LA AUTOESTIMA ESTAN EN EL CENTRO DE LO QUE SUCEDE A TODO INDIVIDUO EN SU ESFERA PERSONAL Y SOCIAL.

Multitud de profesionales se han interesado desde hace tiempo en estas palabras AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA y la medida en que estos conceptos están relacionados con el proceso educativo y más específicamente con "LA EDUCACIÓN AFECTIVA".

La estimación que un individuo siente hacia su persona es importante para su desarrollo vital, para su salud psicológica, su actitud ante sí mismo y ante los demás. El autoconcepto influye considerablemente en la conducta y en las vivencias del individuo y este se va desarrollando a lo largo de su vida, va creando su propia auto-imagen, NO NACE con un autoconcepto propio ya determinado.

Si es importante conocer la estima de una persona cuando ésta es adulta, aún lo es más descubrir cómo es esa imagen cuando se está formando. Es bastante frecuente confundir la autoestima con el autoconcepto y utilizar ambos como términos sinónimos. Aunque los dos conceptos están relacionados, no son equivalentes. En el autoconcepto prima la dimensión cognitiva, mientras que en la autoestima prevalece la valorativa y afectiva.

¿QUÉ ES LA AUTOESTIMA?, ¿QUÉ ES EL AUTOCONCEPTO?, ¿QUÉ ES EL AUTOCONOCIMIENTO?

La autoestima es una actitud hacia uno mismo, quererse y aceptarse respetando otros modelos. Como actitud es la forma habitual de pensar, amar, sentir y comportarse consigo mismo.

La autoestima conforma nuestra personalidad, la sustenta y le otorga un sentido. Se genera como resultado de la historia de cada persona, NO ES INNATA; es el resultado de una larga secuencia de acciones y sentimientos que se van sucediendo en el transcurso de nuestros días.

Según Nathaniel Branden (psicoterapeuta Canadiense) "las personas que gozan de una alta autoestima están lejos de gustar siempre a los otros, aunque la calidad de sus relaciones sea claramente superior a la de personas de baja autoestima. Como son más independientes que la mayoría de la gente, son también más francas, más abiertas con respecto a sus pensamientos y sentimientos. Si están felices y entusiasmadas, no tienen miedo de mostrarlo. Si sufren, no se sienten obligadas a "disimular". Si sostienen opiniones impopulares, las expresan de todos modos. Son saludablemente autoafirmativas".

La autoestima no es estática, puede crecer o empobrecerse. Es una forma de ser y actuar que radica en los niveles más profundos de nuestras capacidades, pues resulta de la unión de muchos hábitos y aptitudes adquiridos. Es la meta más alta del proceso educativo, pues es precursora y determinante de nuestro comportamiento y nos dispone para responder a los numerosos estímulos que recibimos.

La autoestima tiene una doble base. Por un lado se apoya en la información que llega de los demás sobre uno mismo; por el otro se fundamenta en la valoración subjetiva. Este último aspecto adquiere mayor significación a medida que uno crece. La valoración subjetiva está integrada por tres componentes:

1. Componente cognitivo: Formado por el conjunto de conocimientos sobre uno mismo. Representación que cada uno se forma acerca de su propia persona. Varía con la madurez psicológica y con la capacidad cognitiva del sujeto. Incluye descriptores de diferentes tipos. Físicos (soy rubia), afectivos (sé que me gusta jugar al tenis), de capacidad (puedo resolver problemas difíciles).

2. Componente conductual: Hace referencia al conjunto de habilidades que posee cada persona para desenvolverse en las diferentes áreas. Es específico y varía con las situaciones. Una persona puede ser muy hábil jugando al tenis y bastante torpe resolviendo cuestiones de razonamiento abstracto, por ejemplo. La información que se recoge de cada una de estas situaciones se aglutina para formar la valoración global que cada cual realiza de sí mismo.

3. Componente afectivo: Sentimiento de valor que nos atribuimos y grado en que nos aceptamos. Puede tener un matiz positivo o negativo según nuestra autoestima: "Hay muchas cosas de mí que me gustan" o "soy un inútil, no hago nada bien".

Estos tres componentes se relacionan entre sí. De este modo, en la valoración que la persona hace de sí misma, recoge sus habilidades, sus expectativas de éxito y la confianza en sus capacidades para enfrentarse a los retos de su vida.

Un autoconcepto positivo lleva a una autoestima positiva y viceversa. El autoconcepto y la autoestima son el resultado de un largo proceso, determinado por un gran número de experiencias personales y sociales. Los éxitos y los fracasos, las valoraciones y comentarios de las personas que rodean al niño y al adolescente, el ambiente humano en que crece, el estilo educativo de padres y profesores y los valores y modelos que la sociedad ofrece van construyendo el autoconcepto y la autoestima de forma casi imperceptible. El autoconcepto es una realidad psíquica muy compleja. Dentro de lo que es autoconcepto general se distinguen otros autoconceptos más concretos que se refieren a áreas específicas de la experiencia. Así, se puede hablar de autoconceptos: físicos, académicos, sociales, personal, emocional.

Por último el autoconocimiento es tomar conciencia de quién es uno mismo, qué se siente y como expresa uno mismo sus emociones. Constituye la piedra angular de la inteligencia emocional.

El niño que se conoce a sí mismo tiene la capacidad de observarse por dentro y por fuera, lo que siente y lo que hace; utiliza sus preferencias para guiar la toma de decisiones y va descubriendo sus capacidades y limitaciones.

Es importante conocerse para:

-Tener un concepto claro sobre uno mismo.

-Valorarse como un ser único.

-Saber lo que se siente en cada momento.

-Utilizar el cuerpo para expresar sentimientos y emociones.

-Tener confianza en las propias capacidades y cualidades.

-Respetar las cualidades de los demás.

-Expresar necesidades y deseos.

-Reconocer los gustos y preferencias.

-Tomar decisiones.

-Saber lo que uno mismo hace mejor y lo que uno mismo hace peor.

-Conocer a los demás.

Y tú qué... ¿Te quieres o te maltratas? ¿Crees que te conoces? O ¿te dejas llevar por lo que dicen de ti?

Susi Nieto.
 

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