Así se 'vacuna' contra el ébola el hospital en el que se contagió la enfermera

Registrado
25 Feb 2012
Mensajes
26.504
Calificaciones
203.045
«Lo que hay ahí arriba es otro mundo, De película. Vais a alucinar...».

Tres años después de que Teresa Romero lograra salir viva de la batalla del ébola aquí, el reportero se 'empotra' en la 'brigada amarilla' que se prepara en el hospital Carlos III para que no vuelva a ocurrir. Desde el contagio de la enfermera, el centro sanitario de Madrid tiene en formación a 106 sanitarios que asisten a tres ensayos y una simulación total de alerta cada año. Se sellan los ascensores, los pasillos... y el hospital se llena de encapuchados que respiran con escafandra. Es una suerte de cuartel general antiébola. "No vais a tener una segunda oportunidad", arengael doctor Fernando de la Calle, instructor, a su brigada contra el virus.

«Lo que hay ahí arriba es otro mundo, De película. Vais a alucinar...».

Faltaban nueve minutos para la visita a la zona cero del ensayo cuando nos cruzamos con Teresa Romero, ¿se acuerdan?, la primera persona en Europa que se infectó de ébola fuera de África. Es ella la que nos advierte de ese «otro mundo» que nos aguarda en la sexta planta del hospital. A Teresa, fortalecida de aspecto y carácter, el recuerdo de sus días aislada luchando contra el ébola le devuelve sensaciones que la emocionan.

Estamos a punto de adentrarnos en uno de los lugares más protegidos, limpios y tecnológicamente más avanzados del mundo, la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel del Hospital La Paz-Carlos III. Allí fue donde la auxiliar de enfermería libró una batalla épica contra la muerte, seguida al minuto por un país que la daba por perdida tras infectarse con el virus maligno cuando atendía al misionero García Viejo, repatriado de Sierra Leona.

Es martes y 13. Día de entrenamiento. Nos advierten que seamos puntuales. 8.15 de una mañana plomiza. Tres minutos después, ya en la sexta planta. Hemos llegado en un ascensor no autorizado al público. Y cruzamos la última puerta blindada que nos queda por sortear. Sólo es posible abrirla con una clave impresa en una tarjeta que cuelga del cuello de nuestra guía. La sensación de que estamos cada vez más aislados del resto del mundo va en aumento. («Vais a alucinar», nos había prevenido Teresa). Al otro lado de la puerta roja nos recibe un fogonazo de luz que achica las pupilas. Todo (paredes, suelo, mobiliario...) está pintado de blanco nuclear y gris perla. El aire que se respira es sumamente puro. La temperatura, confortable, entre 20 y 22º. La ausencia de colores da un aspecto frío y aséptico a un escenario que parece de ficción. No tardaremos en ver a gente enfundada en monos herméticos de color amarillo y respirando dentro de escafandras conectadas a una máquina de oxígeno. Como si nos hubiésemos plantado en una escena de Estallido, donde un virus mortal semejante al ébola ha desencadenado el pánico. La consigna: calma y no equivocarse.

Quien nos recibe en nada se parece al Sam Daniels del filme americano (el biólogo que encarna Dustin Hoffman). Nuestro anfitrión es un hombre alto y delgado que nos mira a través de unas gafas rectangulares de pasta negra, luce barba de pocos días y se muestra risueño y afable. Es el doctor José Ramón Arribas, al que muchos de sus colegas consideran «una eminencia» de los microorganismos. Antes de que nuestra videocámara enfoque y comience a rodar, el hombre de bata blanca nos sitúa: «Están ustedes en la Unidad de Aislamiento de Alto Nivel (UAAN) que más casos de ébola ha tratado en Occidente y probablemente la mejor entrenada del mundo», describe el jefe de enfermedades infecciosas de La Paz-Carlos III y coordinador de la UAAN. De su mando dependen los 106 antiébolas (internistas, médicos de UCI y de radiodiagnóstico, enfermeras, celadores, técnicos de laboratorio...) que integran la unidad, los más curtidos en el manejo y tratamiento de las infecciones más letales y contagiosas que se conocen.

La primera prueba consiste en realizar extracciones de sangre y simular un accidente biológico. Cualquier movimiento, por sencillo que parezca, como administrar una medicación o simplemente retirar o colocar una tirita, es estudiado y mil veces repetido. Hoy toca ensayar una de las tareas más delicadas y de mayor riesgo: obtener sangre de un enfermo (en este caso imaginario) y preparar la muestra para llevarla al laboratorio. «No vais a tener una segunda oportunidad, hacedlo sin prisas. Si cometéis el más mínimo error nos contagiamos», repite una y otra vez el médico e instructor Fernando de la Calle, especialista en infecciones tropicales. Pide «máxima concentración». Nadie pierde de vista las agujas de las jeringuillas. Donde está el peligro. Las usadas van a un recipiente exclusivo. Los tubos de la sangre se marcan y se colocan en un recipiente aparte. Luego viene la pregunta: «¿Qué haríamos en caso de accidente?», interroga De la Calle. La idea es reproducir el peor de los escenarios.

crisis del ébola, la UAAN fue modernizada con 600.000 euros, convirtiéndose en referencia mundial para el tratamiento de las infecciones más letales. Han tenido 23 alertas en los últimos tres años y cuatro meses, el tiempo que hace que Teresa Romero abandonó -salva- este lugar. Tres fueron casos de ébola (los dos misioneros y la auxiliar de enfermería que se infectó tras atender a uno de los religiosos) y uno de fiebre hemorrágica transmitida por una garrapata llegada desde África bajo las alas de un ave migratoria. En los otros 19 «sospechamos que era una enfermedad de alto riesgo pero no se confirmaron», aclara el galeno.

Llevamos cerca de tres horas de intenso entrenamiento y detrás de las gafas protectoras empiezan a vislumbrarse ojos de cansancio. Quedan dos entrenamientos más por hacer este año (están previstos tres y una simulación). «La idea es estar al cien por cien cada minuto», insiste el galeno De la Calle. Él y la enfermera Vanesa han recorrido medio mundo -Brasil, Argentina, Perú, África... y parte de Europa- formando a equipos. «El riesgo al que nos enfrentamos es muy alto», asienten. Y esta guerra, global.

Dos modelos distintos
Hay dos tipos de trajes de protección: el convencional, con mascarilla y gafas protectoras. Y el autoventilado. El primero (página izquierda) está preparado para aguantar no más de 30 minutos dentro de una habitación con una persona contagiada. Con el segundo (como el que viste la doctora Mónica Hernández, en esta página), circula oxígeno que bombea una máquina adherida a la espalda, lo que permite aguantar entre tres y cuatro horas dentro del traje.

Teresa ya no va al psicólogo: "Dejé atrás el infierno"
Va para dos años que le dieron el alta médica. Y desde entonces Teresa Romero, la superviviente española del ébola, se ha esforzado en olvidar, ya no va al psicólogo y físicamente aparenta un roble. Porque «una vez que has estado ahí arriba (en la Unidad de Aislamiento) ya nunca más vuelves a ser la misma persona», dice. La encontramos de casualidad a punto de entrar en su nuevo trabajo. Sigue vistiendo bata blanca pero muy lejos del ébola. Trabaja en la farmacia del Hospital Carlos III. «Todo aquel infierno lo he dejado atrás». Incluso la estampita de su devoto Santiago Apóstol que la acompañó en su largo y obligado aislamiento. Su labor diaria consiste en suministrar el material que solicitan los distintos departamentos médicos del centro hospitalario y hacer los pedidos a los laboratorios.

Son tantas sus ganas de pasar página que, dice, «veo a mis antiguos compañeros (los que la cuidaron y trabajaron con ella en la Unidad de Aislamiento) y no les pregunto». Ese «lo he dejado atrás» se refiere a cuando ella, auxiliar de enfermería, decidió apuntarse voluntariamente para atender el primer caso de ébola, el del religioso español Miguel Pajares, y poco después al segundo misionero, Manuel García Viejo, del que Teresa se contagió. Los dos primeros, repatriados desde África, fallecieron de ébola al poco llegar a España.

15225108136408.jpg

Tere (como prefiere que la llamen) se entera por el periodista de que Crónica ha podido entrar en la habitación que ella ocupó. «Yo luché, sufrí, sentí un dolor inmenso allí dentro... y tuve suerte, mucha suerte», recuerda emocionada.

Tampoco aspira a mucho más. «Estoy fuerte y feliz y no pienso en el mañana. Pienso en lo que haré hoy». Por su cabeza ronda desde tiempo atrás la idea de un libro, autobiográfico, en el que según Teresa contaría cómo fue realmente aquel largo octubre en la penumbra de la habitación 6008. Lo desea, enfatiza ella, porque «las heridas se van cerrando». Otra cosa son las cicatrices de la batalla, que «nunca se borran del todo».

De tiempo dispone para recordar y escribir. Tiene jornada continua de ocho a tres y las tardes libres. Dice que ir de tiendas no es lo suyo y que prefiere dar largos con Alma, su querida pitbull marrón, va al cine, de vez en cuando se escapa a su pueblo de Lugo «para sentir el aire fresco y puro de la montaña y disfrutar del silencio». Asiste a clases de inglés para poder entenderse con una nueva amiga de Miami de la que recibía mensajes de fuerza y esperanza en los peores momentos de su lucha contra el ébola. Ha recuperado los pulmones, el hígado y los riñones. Las piernas ya no le flojean y se marca caminatas de kilómetros. Tere ya no se esfuerza por tragarse las palabras. No se esconde. Al contrario. Se siente fuerte. «Creo que estoy saliendo del agujero mental y físico». Y ese renacer le de oxígeno y sabiduría. Pasa de las miradas curiosas y los comentarios en voz baja cuando acude al supermercado. «He superado el estigma». Y también la tristeza que llevaba en la mirada.

Hace tiempo que dejado atrás la idea que una vez rondó su cabeza de ser azafata de vuelo, su primera gran vocación. Sí se ve como traductora de idiomas. «Me haría una ilusión enorme». Tiene tiempo y le sobran ganas. Tiempo para meditar tiene. «Lo hago siempre que voy a Cebreiro», una aldea de cuento en las montañas de Lugo a la que suele ir a rezar y confesarse en una ermita por la que pasan los peregrinos del camino que lleva a Santiago.

«Soy y no soy aquella mujer que todos conocieron». Habla de la superviviente decaída y pálida que abandonaba su aislamiento hospitalario en una silla de ruedas. «Pero he luchado mucho para levantarme, he luchado cada minuto, cada semana, mes a mes...». No hay que conocerla mucho para apreciar que salió peleona en todo. «¿Las manifestaciones feministas? Las reivindicaciones hay que hacerlas todos los días, cada una de las mujeres en su casa, en su trabajo, en su relación de pareja... Los cambios hay que empezarlos por uno mismo, pienso».

El último libro, que abandonó en la página 117, lleva un título que bien podría haber escrito Teresa: Lo que no te mata, te hace fuerte.
elmundo.es
 
Lo que hay que evitar es que el virus salga de donde está: en Africa. Cualquier día nos lo traen en patera y a ver quién lo para, pero el colmo es que se fletara un avión con un equipo médico supercarísimo para traerlo. Fue el top-ten de la tontería, España el primer país del mundo que se gasta un dineral en importar un virus mortal, así, a lo tonto, cuando luego no hay dinero ni para pensiones ni ni para odontología ni para otros tratamientos médicos.
Claro, que si en lugar de ser un misionero hubiera sido un humano de a pie, no lo traen.
 
Lo que hay que evitar es que el virus salga de donde está: en Africa. Cualquier día nos lo traen en patera y a ver quién lo para, pero el colmo es que se fletara un avión con un equipo médico supercarísimo para traerlo. Fue el top-ten de la tontería, España el primer país del mundo que se gasta un dineral en importar un virus mortal, así, a lo tonto, cuando luego no hay dinero ni para pensiones ni ni para odontología ni para otros tratamientos médicos.
Claro, que si en lugar de ser un misionero hubiera sido un humano de a pie, no lo traen.

Aquí en UK la RAF también "importó" en el verano de 2014 a un enfermero infectado y creo recordar que hubo más casos en otros países (por lo menos así lo reportaron aquí).
https://en.m.wikipedia.org/wiki/Ebola_virus_disease_in_the_United_Kingdom

Yo creo que en esto deberíamos vernos en el caso. Personalmente, no creo que quisiera volver a mi país en una situación como esta, pero así, en frío, y sin tener la muerte encima, es muy fácil ser altruista. Seguramente es más propio, una vez te ves en la situación o algún familiar tuyo pasa por ello, pensar que en tu país puedes tener una, por mínima que sea, oportunidad de salvación, y aferrarte a esta idea.

En cuanto al contagio, la enfermera que desarrolló la enfermedad ya de vuelta en UK, Pauline Cafferkey, dice que las instrucciones eran contradictorias, incluso entre OMS, ejército y organismos ministeriales de cada país, y ella (y la investigación oficial también) achaca su contagio a haber seguido las instrucciones que entonces se le dieron (visor, OMS y organismos británicos) en vez de las que luego recomendaron (goggles, Save the Children y otras ONGs y misiones en la zona).
http://www.bbc.co.uk/news/health-31128964
 
Back