Aniversario de la boda de Juan Carlos y Sofìa, Mayo 14, 1962

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Aniversario de la boda de Juan Carlos y Sofìa de España

Atenas, 14 de mayo de 1962



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Cómo la boda de Juan Carlos y Sofía sobrevivió al boicot del gobierno franquista

La censura quiso eliminar de las fotos al padre del novio y evitar que el acontecimiento se convirtiera en una oda a la monarquía. Ocurrió un día como hoy hace 57 años.

Por Carmen Gallardo

14 de mayo de 2019 · 09:38



Los reyes Juan Carlos y Sofía en el día de su boda, el 14 de mayo de 1962 en Atenas.


Los reyes Juan Carlos y Sofía en el día de su boda, el 14 de mayo de 1962 en Atenas. © Gtres


Era lunes el 14 de mayo de 1962, el día elegido para celebrar en una Atenas curiosa y emocionada lo que la prensa griega había catalogado como “una boda de cuento de hadas”. La boda entre un príncipe de España rubio, apuesto, desenfadado y sin trono y la hija mayor de los reyes de Grecia, una joven algo tímida, concienzuda y discreta. No era para menos, con motivo del enlace en la capital griega se celebraron además una fiesta juvenil y dos bailes de gala, allí estaban ciento cuarenta y tres invitados de veintisiete monarquías del mundo. Hasta Rainiero y Grace de Mónaco, aunque, curiosamente, no asistieron los reyes Balduino y Fabiola de Bélgica.

Los novios
Los jóvenes se habían conocido años antes, cuando las familias reales organizaban cruceros para que se reencontraran príncipes y princesas en edad casadera, pero cuando coincidieron en el yate Agamenón, fletado por Federica de Grecia en 1954, no se “hicieron ojitos”. Sofía tenía tan solo 15 años y Juan Carlos, 16. Es más, ella estaba en las quinielas para comprometerse con Harald de Noruega y él pronto se enamoraría de la princesa italiana María Gabriela de Saboya. Pero el príncipe noruego andaba enamorado hasta la médula de Sonia Haraldsen, una joven plebeya de su país, y las cosas en la España franquista no estaban para que el príncipe Juan Carlos, que aún no tenía futuro, se casara con una vibrante princesa italiana de una dinastía destronada.







Los jóvenes volvieron a verse en algunas bodas de parientes. Hasta el momento cumbre, cuando el destino (o una “ayudita” al destino) les unió protocolariamente en junio de 1961, en la boda de los duques de Kent. Por entonces, los jóvenes ya se miraban con interés, fraguado en una fiesta organizada por los duques de Württemberg en Sttutgart. Y ya los acontecimientos se precipitaron.

La petición de mano se celebró el 12 de septiembre de 1961 en el hotel Beau Rivage de Lausana, residencia de la reina Victoria Eugenia, abuela de don Juan Carlos. Aquel día el joven príncipe le tiró el anillo a su prometida "Sofi, cógelo”, le dijo. “Me tiró por el aire una cajita con el anillo dentro”, ha contado en alguna ocasión la reina Sofía. Más tarde, Juan Carlos explicó el porqué de su elección con una frase famosa: “Amo a la princesa Sofía desde el primer momento en que la vi. Es una de las pocas mujeres que conozco capaz de llevar con toda dignidad una Corona Real”. En la segunda parte no mentía.

La boda

Que la relación terminase en boda no era cuestión sencilla. Eran muchos los actores que debían aprobar la unión, desde los padres de los novios –que ya habían consentido– hasta el dictador Francisco Franco o el Vaticano, ocupado entonces por el amigable Papa Juan XXIII. Al primero le pareció bien una princesa de casa reinante como esposa del príncipe, aunque cuando el príncipe le anunció su compromiso, el dictador comentara aquello de “ya sabe que no tiene que casarse con una princesa… Pues en España hay no pocas muchachas que, sin ser personas reales, merecen un trono” (Un té en el Savoy de Marius Carol) . El Papa dio su visto bueno si se celebraban dos ceremonias por dos ritos religiosos diferentes, católico y ortodoxo. Así fue como Juan Carlos y Sofía se dijeron “Sí, quiero” hasta tres veces.





La princesa vistió un diseño de Jean Desses: “Un sueño de encaje sobre el que llevaba mi velo nupcial, dijo entonces la reina Federica. Un velo de Gante que sujetaba con la tiara prusiana, una joya de la abuela de la novia, la princesa Victoria Luisa de Prusia, –la misma que utilizó Letizia en su boda con Felipe VI–. Desses, entonces diseñador de la realeza, también realizó los vestidos de las ocho damas reales que rodearon a los príncipes y llevaban el largo velo de la novia: Irene de Grecia, Irene de Holanda, Alejandra de Kent, Benedicta y Ana María de Dinamarca, Ana de Francia, la infanta Pilar y Tatiana Radziwill, todas de blanco todas con collar de perlas de una o dos vueltas y con el mismo tocado. Juan Carlos utilizó el traje de Teniente de infantería del ejército de tierra, uniforme no demasiado vistoso, que gustó mucho al dictador español.

A las 10 de la mañana se dieron el primer “Si, quiero” en la catedral católica de San Dionisio, adornada con miles de claveles rojos y amarillos. Después, se repitió la ceremonia en la Catedral Metropolitana de Atenas por el rito ortodoxo y el ritual de las coronas sobre las cabezas de los novios, que sujetaron, intermitentemente, los príncipes Miguel de Grecia, Amadeo de Aosta, Víctor Manuel de Saboya, Alfonso de Borbón, Christian de Hannover, Carlos de Borbón Dos Sicilias, Luis Baden y Constantino de Grecia … Una vistosa ceremonia que quedó grabada en la memoria colectiva porque colocaba las coronas por encima de sus cabezas de los novios y Juan Carlos y Sofía volvían a decir que sí, que se querían el uno al otro.




El tercer “Si, quiero” correspondió a la ceremonia civil.

Si en Grecia se vivió con expectación aquella boda, en España no ocurrió lo mismo. La censura trabajó lo suyo para eliminar de las fotos de la boda al padre del novio y evitar que el acontecimiento se convirtiera en una oda a la monarquía. La boda se recogió por TVE en un documental que se emitió de madrugada. Por aquellos años ni siquiera Franco había decidió el modelo de Estado tras su muerte. El gobierno boicoteó la boda todo lo que pudo pero hizo un fantástico regalo a la novia, la tiara floral, una de las favoritas de la reina Letizia, que estrenó la princesa Sofía como collar en uno de los festejos de gala previos a la ceremonia nupcial.
Dos mujeres tras la historia
Tras la luna de miel, que comenzó en Spetsopula, isla privada del armador Stavros Niarchos quien también ofreció a la real pareja su yate Eros para realizar un viaje de varios mees por el mundo. Juan Carlos y Sofía se dieron un auténtico baño de masas en algunos puntos estratégicos. Por ejemplo en Estados Unidos. Desde Hawái volaron a Washington donde les recibió el mediático presidente Kennedy. Un aval de la Casa Blanca a la joven pareja frente al dictador.





Pero al llegar a España, ubicados ya en el austero palacete de la Zarzuela, no tenían papel social que desempeñar hasta el año 1969, cuando Juan Carlos fue designado sucesor por las cortes franquistas. Pero en ese tiempo, una hábil Sofía, a pesar de ser conocida despectivamente como “la griega” en la sociedad madrileña, había seguido los sabios consejos de dos mujeres clave: su madre Federica de Grecia y la abuela de su marido, la reina Victoria Eugenia. Fue ella quien aconsejó a Sofía agradecer personalmente al caudillo el presente de su boda. “Esta muchachita tímida es en realidad un gran personaje. Ya veréis como más tarde, desempeña un papel muy importante”, comentó Victoria Eugenia al conocerla.
Tanto “sí, quiero” no sirvió para que el aquel matrimonio fuese un amor eterno. Sin embargo, profesionalmente han formado un gran equipo. Primero consiguieron abrirse hueco en la sociedad española del franquismo, después los avatares políticos. Llegaron también los personales. Una pareja rota que ha trabajado codo con codo para salvaguardar la Corona. La mirada de la reina Sofía se iba apagando, pero jamás un gesto público incorrecto ante su marido. Quizá Sofía siguiera a lo largo de estos años el consejo de la abuela de su marido, convencida de que la joven tímida sería una buena reina de España y hablaba de sí misma: “Por más reveses que le hubiera dado la vida, siempre había tenido claro que mejor que ser una amargada, era volverse una sabia”.

 
Aquí fue donde realmente JC empezó a hacer negocios y es un detalle bastante olvidado. La dote de Sofía fue de 9 millones de dracmas o 300 mil dólares de la época.
 
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