“Anécdotas de Oro” nuevo libro de Jaime Peñafiel.

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16/11/2019
PEÑAFIEL “ES UNA SUERTE QUE (JUAN CARLOS) NO HAYA LLENADO ESPAÑA DE BASTARDOS”
El periodista publica el 20N nuevo libro, ‘Anécdotas de oro’, vividas a lo largo de 50 años de profesión. Son incontables y casi todas tienen un divertido punto de malicia. POR RAFA LATORRE

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EL SALÓN DE LA CASA DE JAIME PEÑAFIEL es un collage con decenas de peñafieles. Aquí, en esta foto, está Peñafiel con el Sha Reza Palevi, “ni yo sabría decirte la mano de cuántos tiranos he estrechado”. En esta otra aparece Peñafiel con Noor de Jordania, “la mujer más bella que he visto”. Allá, sobre la mesa, un Julio Iglesias torrado y con melena arcadiana se dirige a la boda de Peñafiel. En esta está Felipe González con Peñafiel, “si me tuviera que quedar con un presidente sería con él”, y al lado hay una de Adolfo Suárez con Peñafiel, “su señora fue la única primera dama que merecía serlo porque no quería serlo, tardó tres días en llegar a Madrid cuando lo nombraron presidente”.
Peñafiel está especialmente orgulloso de una instantánea algo decolorada en la que aparece Peñafiel charlando con el duque de Edimburgo: “Cuando se la llevé a su hijo Carlos de Inglaterra, no daba crédito. ¡Si mi padre odia a los periodistas! Fíjate si los odia que un día al desembarcar en Gibraltar se le oyó cómo le decía a uno de sus asistentes: ‘Ayúdame a distinguir quiénes son los monos y quiénes los periodistas’. Solía llevar unos cacahuetes en los bolsillos y los echaba al suelo cuando veía a un informador. Conmigo estuvo dos horas hablando porque le dije que se parecía a mi padre y eso le conmovió”.
El sol entra en la estancia desde que sale hasta que se pone. Está en un piso muy elevado que domina la Ciudad Universitaria. La orientación es perfecta. Si hace bueno el horizonte se prolonga al oeste más allá de la Casa de Campo. Hay vitrinas con souveniresde sus viajes, un vídeo VHS sepultado bajo las cintas de Mis bodas reales y una réplica del célebre maletín rojo en el que le llegan a Isabel II los documentos oficiales. Se lo regaló Netflix por promocionar su serie The Crown. También hay mucho cuadros. Uno de influencias fauvistas pintado por la duquesa de Alba. El más bonito, quizás también el más valioso, casi lo vende para aliviar un rejonazo de Montoro “por tributar como siempre habíamos tributado los periodistas, menuda multa”.
Hace media hora que un mensajero le trajo a Jaime Peñafiel su nuevo libro, editado por La Esfera, titulado Anécdotas de oro. Son incontables y casi todas tienen un punto de malicia, que es lo divertido. Allí se cuenta por ejemplo cuando se vistió de cura para asistir a la boda ortodoxa de Don Juan Carlos y Doña Sofía en Atenas: “Yo trabajaba en Europa Press, que era del Opus Dei, y uno de los cancilleres de la embajada me había encargado que le llevara una sotana”, se ríe mucho contando estas historias de reportero. “Se lo recogí en una sastrería que había en Gran Vía y lo llevé en la maleta. Cuando me doy cuenta de que no me van a dejar pasar a la catedral de San Dionisio pienso, joder, pues me la voy a poner. Cuando llego a la plaza y veo a toda la prensa española en la plaza pienso, joder, madre mía, conociendo a estos y la relación entre nosotros, cualquier periodista me denuncia. Entonces veo que va a entrar Aristóteles Onassis y aprovecho que están todos atentos a él para colarme. Una vez dentro, Juan Carlos me miró y me hizo un guiño”.


Tiene más historias de aquel periodismo quinqui y lucrativo, en el que cuesta ver a alguien de maneras tan refinadas. Se descojona cuando las cuenta. Como aquella vez en que Jesús Hermida y él asaltaron el domicilio de Fabiola de Bélgica y se llevaron su diario. “Fabiola era entonces el no va más. El régimen la estaba utilizando en su beneficio. Ella estaba anunciando su compromiso por sorpresa en Bruselas y su hermano, Jaime de Mora y Aragón, previo pago de un dinerete, nos abre la casa y allí entramos Hermida y yo registrándolo todo. En el cajón de la mesilla de noche aparece un librito que pone Mi diario. Nos lo llevamos. Cuando se entera, Fabiola acude al ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, al que llamaban don Camulo, y a mí me sacan por la noche de esta casa en pijama y me llevan a la Dirección General de Seguridad”. Ahora le reprocha al Rey Felipe VI que le haya prohibido a la Reina Letizia escribir un diario. Quizás Felipe pueda alegar que si la ha disuadido de escribirlo es precisamente para que nadie se lo pueda robar.
Jaime Peñafiel es uno de los pocos periodistas que hoy pueden hablar del Franco íntimo, el que acariciaba en silencio su escopeta entre gamo y gamo. Hay algo más atípico en Peñafiel, quizás sea ya el único periodista que se atreva a reconocer su relación con “el franquismo puro y duro”, el posibilismo con el que ejercía su profesión y la falta de heroicidad de una España entre resignada, miedosa y franquista. Hay demasiados periodistas cuya biografía empieza misteriosamente en 1975 como para que no sorprenda la naturalidad con la que Peñafiel describe las contradicciones del periodista que informa bajo una dictadura. “Lo asumo, llevo en esta profesión más de 50 años, parte de ella transcurrió durante el franquismo. A mí lo que me libró fue que trabajaba en una revista de evasión, entonces no opinaba. Nadie me puede enseñar que yo he dicho que Franco era un gran hombre o, como escribió Carmen Rigalt, que es el abuelo que todos quisiéramos tener. Las hemerotecas son la conciencia del siglo XX, yo lo asumo todo. Hay quien lo pasa fatal cuando le recuerdan lo que escribió”. Lo de la exhumación del cadáver de Franco le produce desagrado. Tuerce el gesto, no molesto por la pregunta, sino por tener que hablar de cosas de muertos: “Si yo publicara la lista de los que vi llorar en su entierro, se les iba a caer la cara de vergüenza”, y entonces repite un juramento al que suele recurrir cuando alguien le viene con cuentos, “les digo: ay, no me obligues, no me obligues”, y arrastra la ese y levanta el dedo, amenazante.
Cuando este periodista fichó por Hola por 700.000 pesetas –de entonces– al mes, el Príncipe Juan Carlos le confesó, pasmado, que él y su señora vivían con un salario de 70.000 pesetas, diez veces menos. A sus 87 años sigue firmando contratos, algunos muy nutritivos. Es decir, que desde que se puso a ganar pasta de verdad, nunca ha ganado menos que un rey. “Es indecente que a mi edad siga trabajando, tanto como que uno de 40 esté en paro”.
CARNÉ POR LA CARA
También es verdad que sigue provocando incendios y eso se cotiza. Hace no demasiado escribió que el Rey Juan Carlos había atropellado a un ciclista siendo menor y conduciendo sin carné, que todo se arregló con un apaño por parte de Alfonso Armada, que cuando se enteró el encargado de su vigilancia, el general Martínez Campos, montó en cólera pero que al final, convencido de que iba a ser difícil impedirle que cogiera el coche, le regaló un carné de conducir por la cara. “El general era durísimo con Juan Carlos, quiso tener un detalle con él y le metió el carné en un sobrecito muy pequeño y ese sobre en otro más grande y ese en otro más grande… Juanito los fue abriendo uno tras otro y al final se le iluminó la cara”. A pesar de este detalle, inconcebible hoy, la dureza del general Martínez Campos era tal y su vigilancia tan férrea, que le sirvió a Peñafiel para espetarle en un plató a uno que iba de hijo ilegítimo de Don Juan Carlos: “Sí, hombre, cuando tú fuiste concebido, el Rey iba a estar como para echarle un polvo a tu madre”. Peñafiel va enlazando una historia con otra hasta la machada final: “Es que, vamos a ver, Don Juan Carlos no ha tenido hijos ilegítimos, eso puedo asegurártelo. Fue por pura suerte pero es así. Con lo follador que ha sido Juan Carlos es un milagro que no haya llenado España de bastardos. Pero es así”.
En su libro, Peñafiel describe un instante muy literario de su relación con el Monarca. Cuando después de que publique una trilogía sobre la familia real que le provocó un disgusto, el Rey le preguntó: “¿Por qué no me quieres, Jaime?” La cuestión es que él dice que le quiere, tanto que dice que le gustaría que no hubiera abdicado, pero el suyo es un amor que yo no lo quisiera para mí, pues no se ahorra un detalle de la historia de cómo el anillo de compromiso que terminó en el dedo de Doña Sofía, la noche anterior a la pedida, estuvo perdido entre las sábanas de la cama de una habitación de una pensión romana, pagada y reservada por la condesa Olghina de Robilant.
Yo le he advertido a Peñafiel de que soy muy partidario de la Reina Letizia y parece que eso a él le divierte. Insiste muy serio en que siempre le reconoció “lo que había que reconocerle”. Como la buena educación y la disciplina de sus hijas o todo lo que el Rey ha mejorado su prosodia. También le gusta que sea una mujer de carácter y que no se deje avasallar. Todavía le queda empatía para reconocer que “entrar en una familia real es muy duro y entrar en una familia real donde hay dos infantas como Elena y Cristina es tela marinera. O entras como entró Letizia en la Casa Real, o te devoran, te anulan y hay que reconocerle ese arrojo”. Y, sin embargo, porque siempre tiene un sin embargo para Letizia, Peñafiel le llegó a preguntar a Félix Sanz Roldán, director del Centro Nacional de Inteligencia entre 2009 y 2019, si alguien había encargado una investigación de Letizia cuando Felipe anunció su compromiso. Él sostiene que de ser así hoy no serían matrimonio.
La última vez que el periodista y la ex periodista coincidieron fue en la celebración del XXV aniversario de la fundación de EL MUNDO. Se encontraron frente a frente, Peñafiel le tendió la mano y por un momento pensó que no le correspondería al saludo. Lo hizo, él se acercó y sólo le dijo: “Hace diez años que no nos vemos”. Su encuentro anterior fue muy célebre. Ella lo abroncó por algo que había escrito. “Fue tan desagradable…” que se nota que jamás se lo perdonará. Su relación personal se reduce a esos dos encuentros. Aunque parezca increíble.
LA NIETA DEL TAXISTA
Lo que, según él, ella no le perdona es que insista tanto en que es la nieta de un taxista, “cuando su abuelo era de lo mejor, un tipo fantástico y la de taxista es una profesión muy noble”. Ni que fuera lo único que ha dicho de ella. Esta es una versión que es todo beneficio, porque a la vez que le exculpa del daño infligido le sirve para lanzar una nueva saeta a la Reina, la de clasista. Lo cierto es que Peñafiel ha popularizado demasiadas historias dañinas acerca de la consorte como para que se pueda decir cuál fue la que la predispuso contra él.
Como ahora los semovientes se han convertido en los nuevos niños y nada conmueve tanto como un perro, varias personas que se enteraron de que hablaría con Peñafiel me trasladaron el encargo de que le preguntase por el final de Pushkin. No se trata del duelo en el que murió el adorado poeta ruso, sino del desahucio de un schnauzer muy querido por Felipe VI. “Ese perrito era lo que más quería aparte de su madre. Y Letizia lo puso de patitas en los montes de El Pardo, que alguna alimaña lo debió matar y comérselo. Con una crueldad… Entonces ella mandaba mucho, ahora manda mucho más, y Felipe estaba tan enamorado que lo aguantó. ¡A mí no me quitan mi perro!”
Peñafiel es tan divertido porque va cargado de historias y porque además es malvado. A él también le divierte la gente malvada, así define a Cayetana Fitz-James Stuart, a Jesús Aguirre o al duque de Edimburgo. Cuando habla de alguien que le divierte, añade: “Es muy malvado”. También es un persona encantadora y entusiasta, que sigue dirigiéndose a los periodistas con el sindical “compañero’. Y, sobre todo, es alguien capaz de llenar 300 páginas de anécdotas asombrosas y aun así seguir sosteniendo con un punto pícaro que vale más por lo que calla por lo que cuenta.
 
Interesante pero aunque no pienso comprarlo, espero que no sea un compendio, a modo de refrito, de viejas anécdotas ya ampliamente conocidas por todos. El problema con personajes como Peñafiel o Federico Jiménez Losantos es que una vez que les has leído o escuchado, ya tienes la sustancia de lo que repetirán una y otra vez hasta la eternidad.
 
Peñafiel miente.

Si está currando es por un motivo económico.
JC tiene hijos ilegítimos, ya salió en el foro de dos que se unieron para realizar conjuntamente la demanda de paternidad que fue desestimada y eran igualitos al Borbón.
Clasista,baboso y egocéntrico.

Alguien compra este tipo de libros de refritos de sus artículos??
 
Hace mucho tiempo (años) que se habla de la cantidad de hijos ilegítimos que puede tener JC esparcidos por el mundo.
Si no recuerdo mal se han dejado ver públicamente al menos 3 y solo dos de ellos se atrevieron a interponer una demanda de paternidad. Pero tratándose de CR, no tuvieron éxito.

Peñafiel vete con tus mentiras a otra parte, aquí ni somos tontos ni cuelan.
Quédate en tu salón y te entretienes con esas fotos que solo para ti son souvenirs.
 
Última edición:
Hace mucho tiempo (años) que se habla de la cantidad de hijos ilegítimos que puede tener JC esparcidos por el mundo.
Si no recuerdo mal se han dejado ver públicamente al menos 3 y solo dos de ellos se atrevieron a interponer una demanda de paternidad. Pero tratándose de CR, no tuvieron éxito.

Peñafiel vete con tus mentiras a otra parte, aquí ni somos tontos ni cuelan.
Quédate en tu salón y te entretienes con esas fotos que solo para ti son souvenirs.

Aparte de los hijos que JC pueda tener regados por la geografía española, dicen que tiene unos cuantos en Latinoamérica. Lo curioso es que casi siempre viajaba a esas tierras acompañado por Sofía y aún así sembró su semilla al otro lado del Océano.
 
16/11/2019
PEÑAFIEL “ES UNA SUERTE QUE (JUAN CARLOS) NO HAYA LLENADO ESPAÑA DE BASTARDOS”
El periodista publica el 20N nuevo libro, ‘Anécdotas de oro’, vividas a lo largo de 50 años de profesión. Son incontables y casi todas tienen un divertido punto de malicia. POR RAFA LATORRE

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EL SALÓN DE LA CASA DE JAIME PEÑAFIEL es un collage con decenas de peñafieles. Aquí, en esta foto, está Peñafiel con el Sha Reza Palevi, “ni yo sabría decirte la mano de cuántos tiranos he estrechado”. En esta otra aparece Peñafiel con Noor de Jordania, “la mujer más bella que he visto”. Allá, sobre la mesa, un Julio Iglesias torrado y con melena arcadiana se dirige a la boda de Peñafiel. En esta está Felipe González con Peñafiel, “si me tuviera que quedar con un presidente sería con él”, y al lado hay una de Adolfo Suárez con Peñafiel, “su señora fue la única primera dama que merecía serlo porque no quería serlo, tardó tres días en llegar a Madrid cuando lo nombraron presidente”.
Peñafiel está especialmente orgulloso de una instantánea algo decolorada en la que aparece Peñafiel charlando con el duque de Edimburgo: “Cuando se la llevé a su hijo Carlos de Inglaterra, no daba crédito. ¡Si mi padre odia a los periodistas! Fíjate si los odia que un día al desembarcar en Gibraltar se le oyó cómo le decía a uno de sus asistentes: ‘Ayúdame a distinguir quiénes son los monos y quiénes los periodistas’. Solía llevar unos cacahuetes en los bolsillos y los echaba al suelo cuando veía a un informador. Conmigo estuvo dos horas hablando porque le dije que se parecía a mi padre y eso le conmovió”.
El sol entra en la estancia desde que sale hasta que se pone. Está en un piso muy elevado que domina la Ciudad Universitaria. La orientación es perfecta. Si hace bueno el horizonte se prolonga al oeste más allá de la Casa de Campo. Hay vitrinas con souveniresde sus viajes, un vídeo VHS sepultado bajo las cintas de Mis bodas reales y una réplica del célebre maletín rojo en el que le llegan a Isabel II los documentos oficiales. Se lo regaló Netflix por promocionar su serie The Crown. También hay mucho cuadros. Uno de influencias fauvistas pintado por la duquesa de Alba. El más bonito, quizás también el más valioso, casi lo vende para aliviar un rejonazo de Montoro “por tributar como siempre habíamos tributado los periodistas, menuda multa”.
Hace media hora que un mensajero le trajo a Jaime Peñafiel su nuevo libro, editado por La Esfera, titulado Anécdotas de oro. Son incontables y casi todas tienen un punto de malicia, que es lo divertido. Allí se cuenta por ejemplo cuando se vistió de cura para asistir a la boda ortodoxa de Don Juan Carlos y Doña Sofía en Atenas: “Yo trabajaba en Europa Press, que era del Opus Dei, y uno de los cancilleres de la embajada me había encargado que le llevara una sotana”, se ríe mucho contando estas historias de reportero. “Se lo recogí en una sastrería que había en Gran Vía y lo llevé en la maleta. Cuando me doy cuenta de que no me van a dejar pasar a la catedral de San Dionisio pienso, joder, pues me la voy a poner. Cuando llego a la plaza y veo a toda la prensa española en la plaza pienso, joder, madre mía, conociendo a estos y la relación entre nosotros, cualquier periodista me denuncia. Entonces veo que va a entrar Aristóteles Onassis y aprovecho que están todos atentos a él para colarme. Una vez dentro, Juan Carlos me miró y me hizo un guiño”.


Tiene más historias de aquel periodismo quinqui y lucrativo, en el que cuesta ver a alguien de maneras tan refinadas. Se descojona cuando las cuenta. Como aquella vez en que Jesús Hermida y él asaltaron el domicilio de Fabiola de Bélgica y se llevaron su diario. “Fabiola era entonces el no va más. El régimen la estaba utilizando en su beneficio. Ella estaba anunciando su compromiso por sorpresa en Bruselas y su hermano, Jaime de Mora y Aragón, previo pago de un dinerete, nos abre la casa y allí entramos Hermida y yo registrándolo todo. En el cajón de la mesilla de noche aparece un librito que pone Mi diario. Nos lo llevamos. Cuando se entera, Fabiola acude al ministro de la Gobernación, Camilo Alonso Vega, al que llamaban don Camulo, y a mí me sacan por la noche de esta casa en pijama y me llevan a la Dirección General de Seguridad”. Ahora le reprocha al Rey Felipe VI que le haya prohibido a la Reina Letizia escribir un diario. Quizás Felipe pueda alegar que si la ha disuadido de escribirlo es precisamente para que nadie se lo pueda robar.
Jaime Peñafiel es uno de los pocos periodistas que hoy pueden hablar del Franco íntimo, el que acariciaba en silencio su escopeta entre gamo y gamo. Hay algo más atípico en Peñafiel, quizás sea ya el único periodista que se atreva a reconocer su relación con “el franquismo puro y duro”, el posibilismo con el que ejercía su profesión y la falta de heroicidad de una España entre resignada, miedosa y franquista. Hay demasiados periodistas cuya biografía empieza misteriosamente en 1975 como para que no sorprenda la naturalidad con la que Peñafiel describe las contradicciones del periodista que informa bajo una dictadura. “Lo asumo, llevo en esta profesión más de 50 años, parte de ella transcurrió durante el franquismo. A mí lo que me libró fue que trabajaba en una revista de evasión, entonces no opinaba. Nadie me puede enseñar que yo he dicho que Franco era un gran hombre o, como escribió Carmen Rigalt, que es el abuelo que todos quisiéramos tener. Las hemerotecas son la conciencia del siglo XX, yo lo asumo todo. Hay quien lo pasa fatal cuando le recuerdan lo que escribió”. Lo de la exhumación del cadáver de Franco le produce desagrado. Tuerce el gesto, no molesto por la pregunta, sino por tener que hablar de cosas de muertos: “Si yo publicara la lista de los que vi llorar en su entierro, se les iba a caer la cara de vergüenza”, y entonces repite un juramento al que suele recurrir cuando alguien le viene con cuentos, “les digo: ay, no me obligues, no me obligues”, y arrastra la ese y levanta el dedo, amenazante.
Cuando este periodista fichó por Hola por 700.000 pesetas –de entonces– al mes, el Príncipe Juan Carlos le confesó, pasmado, que él y su señora vivían con un salario de 70.000 pesetas, diez veces menos. A sus 87 años sigue firmando contratos, algunos muy nutritivos. Es decir, que desde que se puso a ganar pasta de verdad, nunca ha ganado menos que un rey. “Es indecente que a mi edad siga trabajando, tanto como que uno de 40 esté en paro”.
CARNÉ POR LA CARA
También es verdad que sigue provocando incendios y eso se cotiza. Hace no demasiado escribió que el Rey Juan Carlos había atropellado a un ciclista siendo menor y conduciendo sin carné, que todo se arregló con un apaño por parte de Alfonso Armada, que cuando se enteró el encargado de su vigilancia, el general Martínez Campos, montó en cólera pero que al final, convencido de que iba a ser difícil impedirle que cogiera el coche, le regaló un carné de conducir por la cara. “El general era durísimo con Juan Carlos, quiso tener un detalle con él y le metió el carné en un sobrecito muy pequeño y ese sobre en otro más grande y ese en otro más grande… Juanito los fue abriendo uno tras otro y al final se le iluminó la cara”. A pesar de este detalle, inconcebible hoy, la dureza del general Martínez Campos era tal y su vigilancia tan férrea, que le sirvió a Peñafiel para espetarle en un plató a uno que iba de hijo ilegítimo de Don Juan Carlos: “Sí, hombre, cuando tú fuiste concebido, el Rey iba a estar como para echarle un polvo a tu madre”. Peñafiel va enlazando una historia con otra hasta la machada final: “Es que, vamos a ver, Don Juan Carlos no ha tenido hijos ilegítimos, eso puedo asegurártelo. Fue por pura suerte pero es así. Con lo follador que ha sido Juan Carlos es un milagro que no haya llenado España de bastardos. Pero es así”.
En su libro, Peñafiel describe un instante muy literario de su relación con el Monarca. Cuando después de que publique una trilogía sobre la familia real que le provocó un disgusto, el Rey le preguntó: “¿Por qué no me quieres, Jaime?” La cuestión es que él dice que le quiere, tanto que dice que le gustaría que no hubiera abdicado, pero el suyo es un amor que yo no lo quisiera para mí, pues no se ahorra un detalle de la historia de cómo el anillo de compromiso que terminó en el dedo de Doña Sofía, la noche anterior a la pedida, estuvo perdido entre las sábanas de la cama de una habitación de una pensión romana, pagada y reservada por la condesa Olghina de Robilant.
Yo le he advertido a Peñafiel de que soy muy partidario de la Reina Letizia y parece que eso a él le divierte. Insiste muy serio en que siempre le reconoció “lo que había que reconocerle”. Como la buena educación y la disciplina de sus hijas o todo lo que el Rey ha mejorado su prosodia. También le gusta que sea una mujer de carácter y que no se deje avasallar. Todavía le queda empatía para reconocer que “entrar en una familia real es muy duro y entrar en una familia real donde hay dos infantas como Elena y Cristina es tela marinera. O entras como entró Letizia en la Casa Real, o te devoran, te anulan y hay que reconocerle ese arrojo”. Y, sin embargo, porque siempre tiene un sin embargo para Letizia, Peñafiel le llegó a preguntar a Félix Sanz Roldán, director del Centro Nacional de Inteligencia entre 2009 y 2019, si alguien había encargado una investigación de Letizia cuando Felipe anunció su compromiso. Él sostiene que de ser así hoy no serían matrimonio.
La última vez que el periodista y la ex periodista coincidieron fue en la celebración del XXV aniversario de la fundación de EL MUNDO. Se encontraron frente a frente, Peñafiel le tendió la mano y por un momento pensó que no le correspondería al saludo. Lo hizo, él se acercó y sólo le dijo: “Hace diez años que no nos vemos”. Su encuentro anterior fue muy célebre. Ella lo abroncó por algo que había escrito. “Fue tan desagradable…” que se nota que jamás se lo perdonará. Su relación personal se reduce a esos dos encuentros. Aunque parezca increíble.
LA NIETA DEL TAXISTA
Lo que, según él, ella no le perdona es que insista tanto en que es la nieta de un taxista, “cuando su abuelo era de lo mejor, un tipo fantástico y la de taxista es una profesión muy noble”. Ni que fuera lo único que ha dicho de ella. Esta es una versión que es todo beneficio, porque a la vez que le exculpa del daño infligido le sirve para lanzar una nueva saeta a la Reina, la de clasista. Lo cierto es que Peñafiel ha popularizado demasiadas historias dañinas acerca de la consorte como para que se pueda decir cuál fue la que la predispuso contra él.
Como ahora los semovientes se han convertido en los nuevos niños y nada conmueve tanto como un perro, varias personas que se enteraron de que hablaría con Peñafiel me trasladaron el encargo de que le preguntase por el final de Pushkin. No se trata del duelo en el que murió el adorado poeta ruso, sino del desahucio de un schnauzer muy querido por Felipe VI. “Ese perrito era lo que más quería aparte de su madre. Y Letizia lo puso de patitas en los montes de El Pardo, que alguna alimaña lo debió matar y comérselo. Con una crueldad… Entonces ella mandaba mucho, ahora manda mucho más, y Felipe estaba tan enamorado que lo aguantó. ¡A mí no me quitan mi perro!”
Peñafiel es tan divertido porque va cargado de historias y porque además es malvado. A él también le divierte la gente malvada, así define a Cayetana Fitz-James Stuart, a Jesús Aguirre o al duque de Edimburgo. Cuando habla de alguien que le divierte, añade: “Es muy malvado”. También es un persona encantadora y entusiasta, que sigue dirigiéndose a los periodistas con el sindical “compañero’. Y, sobre todo, es alguien capaz de llenar 300 páginas de anécdotas asombrosas y aun así seguir sosteniendo con un punto pícaro que vale más por lo que calla por lo que cuenta.

 
¿Cómo puede asegurar que JC no tuvo hijos ilegítimos con esa rotundidad y afirmar al mismo tiempo que era muy "follador".?
Lo único que nos consta es que por muchas reclamaciones de paternidad que le hagan ninguna va a prosperar. Sigue estando blindado.
 
El que este tan seguro de que JC no tenga hijos por todo el planeta quizas sea por algún asunto de quimio.
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Haber si nos enteramos a estas alturas que es esteril y sus tres retoños no son de él.(n)
 

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