Anécdotas. Cuentos cortos.

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Definición:
Una anécdota es un cuento corto que narra un incidente interesante o entretenido, una narración breve de un suceso curioso, triste o divertido, algo que se supone que le haya pasado a alguien o a uno mismo. Siempre está escrita como si se trataran de hechos reales, por ejemplo un accidente con personas reales ..(Wikipedia)
Pues ya delimitada que es una anécdota.
Demos comienzo a la singladura, con viento en las velas y mar rizada.
Hago constar que no tienen cabida aquí las anécdotas lingüisticas, solo las HISTÓRICAS o referidas a personajes HISTÓRICOS que tuvieron una existencia real. Gracias.
Saludos cordiales, visitantes y forer@s.
Serendi,

El político, científico e inventor estadounidense Benjamin Franklin (1706-1790) estaba enseñando la ciudad de Filadelfia a unos visitantes extranjeros cuando un grupo de gente extrañamente vestida pasó junto al grupo. Uno de los visitantes le preguntó:

—¿Quiénes son esas personas?

—Pertenecen a una secta religiosa y se llaman cuáqueros —contestó el improvisado guía.

—¿Y en qué creen?

—Creen en el seis por ciento de interés compuesto.

Para ésta y restantes anécdotas, salvo que se diga lo contrario, se utilizará:
https://www.larazon.es/blogs/cultur...as-y-curiosas-de-todos-los-tiempos-ID14600329
 
Última edición:
El dramaturgo francés Victorien Sardou (1831-1908) dio a un mendigo una moneda de diez céntimos. El pobre se enfadó ante lo exiguo de la limosna y le dijo desafiante:

—¿Qué quiere usted que haga con esto?

—Puedo sugerirle que dé esa moneda a un pobre —le contestó Sardou.
 
Cierto día le preguntaron durante una comida al abogado, diplomático y multimillonario estadounidense Joseph Hodges Choate (1832-1917), que fue durante muchos años embajador estadounidense en el Reino Unido, quién le habría gustado ser, de no ser él mismo, y él respondió sin dudar:

—Mi heredero
 
Un hipócrita tiburón de los negocios se creyó en la necesidad de decirle un día al escritor y humorista estadounidense Mark Twain (1835-1910):

—Antes de mi muerte pienso hacer peregrinación a Tierra Santa; quiero subir a lo alto del monte Sinaí para leer en voz alta los Diez Mandamientos.

—Podría hacer usted una cosa mejor todavía —replicó Mark Twain—: quedarse en su casa de Boston y cumplirlos
 
Mi @Serendi aquí estoy, en tu nueva casa, para acompañarte y desearte todo el éxito del mundo en este nuevo camino. Lindo, dinámico, no exento de simpatía e ingenio. Como todo lo que haces, inteligente y atractivo, a la vez aportando nuevos conocimientos e ideas. Un estímulo intelectual. Gracias por esto.
Con amor.
Tu Miss Guerlain.
 
Mi @Serendi aquí estoy, en tu nueva casa, para acompañarte y desearte todo el éxito del mundo en este nuevo camino. Lindo, dinámico, no exento de simpatía e ingenio. Como todo lo que haces, inteligente y atractivo, a la vez aportando nuevos conocimientos e ideas. Un estímulo intelectual. Gracias por esto.
Con amor.
Tu Miss Guerlain.
Desde la emoción del reencuentro,
del tiempo rebobinado
del amor prodigioso
del sentimiento a flor de piel
tu Serendi
que te ama
y mucho te quiere
tu visita agradece
y mieles promete.
siempre juntos,
siempre en armonía,
siempre pensando en nosotros,
siempre levantando el vuelo,
siempre viviendo la dicha
de haber descubierto afinidades
que como espuma crecen,
que se acercan al encuentro deseado,
deseando lo deseado
y que contigo a mi lado,
paseemos por ensenadas
nidos de brisas marinas
con sabor salino
y recios vientos
moviendo juncales que se doblan
pero no se quiebran,
reflejo de sentimientos
con sensibilidad y
plenitud de sentidos
en todos los sentidos...
Tuyo, mi @Miss Guerlain
 
Última edición:
Desde la emoción del reencuentro,
del tiempo rebobinado
del amor prodigioso
del sentimiento a flor de piel
tu Serendi
que te ama
y mucho te quiere
tu visita agradece
y mieles promete
Tuyo, mi @Miss Guerlain
Tiempo, amor, sentimiento, mieles...todo junto, todo compartido, en felicidad y en perfecta armonía.
Tuya, MG.
 
Última edición:
Un conocido en apuros económicos acudió en busca de consejo a John D. Rockefeller sénior. Su problema era que un individuo que le debía cincuenta mil dólares se había ido a Constantinopla, y él no tenía ningún comprobante o reconocimiento de deuda que le permitiera exigir su pago. Rockefeller le aconsejó:

—Escríbale una carta reclamándole los cien mil dólares que le debe. Seguro que él le contestará diciéndole que está en un error, que no son cien mil, que sólo son cincuenta mil. Y así ya tendrá usted su reconocimiento de deuda.
 
Cuando Jean-Baptiste Colbert (1619-1683) se hizo cargo de las finanzas de Francia, hizo llamar a los principales hombres de negocios del reino. A fin de congraciarse con ellos y para ganar su confianza, les preguntó:

—Caballeros, que puedo hacer por ustedes.

—Le rogamos, señor —le contestaron todos a una—, que no haga nada. Déjenos que lo hagamos nosotros
 
En cierta ocasión, el inventor estadounidense Thomas Alva Edison (1847-1931) se presentó ante el presidente de una gran empresa para intentar venderle uno de sus primeros inventos: un tablero automático (eléctrico) de cotizaciones de bolsa. Llegado el momento de fijar el precio, Edison dudaba de si pedir tres mil dólares o arriesgarse y pedir cinco mil. Ante la duda, le rogó a aquel hombre de negocios que le hiciera una oferta. El ejecutivo lo consideró y le dijo:

—¿Qué le parecen cuarenta mil dólares?
 
Ferruccio Lamborghini (1916-1993) era un próspero fabricante de tractores, máquinas de aire acondicionado y sistemas de unidades calentadoras. Dado su poder adquisitivo y sus aficiones, después de la segunda guerra mundial, adquirió varios coches deportivos, incluido uno de la marca Ferrari. Sin embargo, el Ferrari le empezó a dar problemas.

—Mi ferrari tenía problemas con el embrague. Mientras se conducía normalmente, todo iba bien, pero cuando se intentaba ir más fuerte, el embrague patinaba al acelerar... Simplemente, no hacía su trabajo.

Como buen mecánico que era, trató de solucionar el problema por su cuenta. Y así descubrió que su Ferrari, un coche de superlujo, tenía el mismo embrague que uno de sus tractores. Como es lógico, Ferruccio se enfadó porque entendía que un modelo deportivo como el Ferrari necesitaba piezas de mayor calidad que las que usaba un modesto tractor agrícola. Intentó arreglarlo, pero el problema con el embrague no desaparecía, por lo que Ferruccio decidió hablar directamente con Enzo Ferrari. La conversación no fue por buenos derroteros y acabó con Lamborghini diciéndole a Ferrari:

—¡Tus coches son una basura!

—Lamborghini —respondió de muy malos modos Ferrari—, usted puede ser capaz de conducir un tractor, pero nunca será capaz de conducir como debe ser un Ferrari.

Ferruccio se sintió insultado. Tanta fue su impotencia y rabia que se juramentó para darle una lección a Ferrari y fabricar por su cuenta un coche mejor que cualquiera de los suyos, demostrándole de paso que los supercoches no deberían de ser tan poco fiables como eran los Ferrari de entonces.
 

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