AMPARO MUÑOZ, la gran olvidada

Por mi juventud desconocía la historia de esta mujer, pero me quedo a cuadros al saber que Rosa Villacastín afirmara algo así, sin pruebas, y sobre la salud de una persona que es lo más íntimo que hay. Ahora la tipa se las da de lista y va sentando cátedra toda digna en la prensa del corazón......... qué horror..............¿no la demandó? ¿A quién molestaba tanto la existencia de Amparo para que la vapulearan en la prensa así? ¿ Tenía muchos/as enemigos/as?

Cometió el pecado de ser un "alma libre" que llamaba a las cosas por su nombre sin remilgo alguno..
 
A las finalistas de Miss Universo les hicieron la pregunta de: ¿que cambiara si ganas? Y Amparo contestó: “cambiaré de lugar y situaciones pero no creo que mis sentimientos cambien ni mi forma de ser”. Y así fue. Consiguió la corona de Miss Universo y seis meses más tarde la tiró por la ventana.

Una decisión muy acertada.
 
La gente diciendo que “pues no es para tanto esta chica” y “está un poco gorda”...

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Respecto a su relación con Antonio Flores, Amparo declaró que Lolita y Rosario saben que quiso mucho a su hermano y aseguró que no se sienten ofendidas por lo que contó en su libro. Sin embargo, no quiso recordar el desagradable momento que vivió con el cantante en una cena.
 
Entrevista Patxi Andion

Vasco militante (de Madrid, «porque los vascos nacemos donde queremos»), cazador, motero... Patxi Andion, a sus 63 años está más o menos donde siempre: al fondo, a la izquierda, y con una guitarra en la mano. Pero no le busquen como exmarido de la recientemente fallecida Amparo Muñoz, porque de algo «tan íntimo» él no habla. «Sería -dice- como referirme a mi ropa interior».


- Creí que vivía en Toledo.
- No. Tengo una casa en Toledo, en el casco histórico; un casón que me ha llevado muchos años y dinero restaurar.
- Me han dicho que allí es vecino de Blas Piñar y que sale usted al balcón en pelotas para escandalizarle.
- Vivo frente a su casa, pero no me paseo en pelotas para escandalizarle a él, que además no suele estar allí. Yo, en verano, cuando termino de trabajar, tengo la costumbre de ducharme y salir a tomarme un vino a la azotea que da a la catedral, y suelo hacerlo desnudo. Pero es que ya sabe que sin rebeldía no hay vida.
- Vamos, que desde que se desnudó en el cine le ha cogido afición.
- Me desnudé porque lo exigía el guion, que conste, ja, ja. Y también por un acto de rebeldía. A principios de los setenta, cosas como ésa eran casi una postura contestataria. Yo soy hijo de padre liberal, agnóstico, fui educado sin religión alguna. Así que para mí no fue nada dramático, sino más bien natural.
 
Amparo Muñoz

Sus ojos transmiten un fatigado rumor de sábanas. El cuerpo, desplegando
un lánguido garabato que nace en la alta cadera, mantiene relaciones
frías y desdeñosas con el excitante óvalo de la cara, de una delicadeza
hermética y reflexiva propia de la adolescencia. Cuerpo en el que se
descompone, por partes, el rompecabezas del deseo, se relaja el
movimiento, se enfrían los pasador ardores. El ombligo duerme, se ha
parado el latido del vientre.
Como quien nota unos insolentes y voraces ojos en la nuca, esta
señora se ha vuelto para mirarnos, para indagar y considerar el grado de
nuestra propia complacencia imaginativa y quemante.
Flota una elegancia algo romántica en torno a la fina cabeza, en
la frente delicada y sobre todo en el cuello, firme y a la vez dócil, de
calibre y temperatura altamente erótica. Los labios son compactos,
tensos, y sugieren, por su textura y plegado firmes, el vigor de unas
encías rosadas y una imperiosa dentadura blanca.
Bajo la pátina dorada, la miel y las espumas que constituyen a
veces el sabor vivo del recuerdo, los rasgos de la cara se organizan
apaciblemente, sin aparente violencia sensual ninguna, sin estridencias
sentimentales ni reclamos emocionales. Lo mismo ocurre con el cuerpo, a
excepción de los hombros alados, algo picudos, elegantes, y que
proyectan un fluido pasional de notables efectos. En los cálidos
alrededores de la oreja que el pelo sedoso ha tenido el buen criterio de
dejar al descubierto, y especialmente en el vertiginoso deslizamiento
sexual de la línea del cuello que va de la orja al hombro, aflora la
sugestión -no se ve, pero se intuye- de una soberbia espalda en resposo.


Juan Marsé. Señoras y señores. 1977. Planeta.
 
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