Álvaro de Marichalar se mezcla con la plebe en un BlaBlaCar

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Gente, os traigo esta joya de una periodista que tuvo la mala suerte de haber compartido un BlaBlaCar con Álvaro de Marichalar. Ojo a todo el texto, que no tiene desperdicio:

https://elestadomental.com/diario/pesadilla-en-blablacar
PESADILLA EN BLABLACAR
Sabina Urraca
Reconozco que normalmente voy por la vida con un ansia loca de aventuras. Cuando la gente me pregunta: ¿Por qué te pasan tantas cosas raras?, yo le digo: Porque las busco. Si veo un loco vomitando en mitad de la calle, voy a ver si distingo un discurso genial entre los borboteos de su pota. Si hay un encuentro de adeptos a una religión que espera a los extraterrestres en el bosque, allá que me voy. En esta ocasión no fue así. Por una vez, sólo quería ir de Logroño a Madrid sin demasiados contratiempos. Necesitaba un viaje discreto, tranquilo, una conversación calmada, y quizás alguna cabezadita.

Me monté en el Blablacar en Logroño, y todo parecía normal. El conductor, un cuarentañero bien majo, profesor de kárate y padre de una niña, me ilustró acerca de las curiosidades de este deporte y las maravillas y ternuras de su reciente paternidad. En medio de esa charleta estábamos cuando le llamó por teléfono una persona que recogeríamos a medio camino, en Soria. Como estaba conduciendo, puso el manos libres, y yo también pude escuchar una voz masculina diciendo:

"¿Hola? Mira, ¿puedes pasar a recogerme por Santo Domingo de la Calzada?"

El conductor frunció el ceño, yo fruncí el ceño. Nos miramos. ¿Quién coxx exige un desvío de ese calibre con ese tono casi despectivo? Todo el mundo que coge Blablacar sabe que las condiciones son claras. Si el conductor dice que no hace desvíos, no los hace. Es un viaje comunitario, en el que todos los implicados desean estar en su destino a la hora acordada. No sabíamos que estábamos tratando con un ser para el que las palabras 'comunitario', 'solidaridad' o 'respeto' eran ecos lejanos, conceptos de otro mundo. Ante la negativa de pasar a recogerlo por Santo Domingo, el pasajero misterioso resopló y chasqueó la lengua al otro lado del teléfono.

"Bueno, pues nada. Entonces en la Estación de Soria. Pero no voy a estar poco antes de las 4, como dices en el anuncio. Estaré a las 4, porque antes me es imposible."

Colgó abruptamente, sin un gracias ni un adiós. El conductor me explicó que era un poco extraño, porque este tío había reservado a través de la cuenta de Blablacar de su novia. ¿Quién coxx hace eso, pudiendo abrirse una cuenta de Blablacar en cinco minutos? No sabíamos que estábamos tratando con un ser para el que las normas y burocracias de la plebe eran una especie de brumilla molesta que le hacía estornudar.

Al llegar a Soria, dos personas esperaban en la estación: Por un lado, una chica de unos veinte años, moderna y guapa, con su septum, su eyeliner grueso y sus pantalones convenientemente rotos, un poco espantada por el personaje plantado a su lado. Era un señor alto, como recién salido de una fiesta en Ibiza con el Conde Lecquio. Pantalón pescador de lino, castellanos sin calcetines, camisa de lino azul marina y un poco arrugada. Bronceado estridente, casi naranja. Y, cómo no, ristra de pulseras ibicencas en la muñeca, con una cintita con la bandera de España asomando orgullosamente entre ellas. Desde el momento en el que entró en el coche dio la impresión de que estaba absolutamente pirado.

Las dos féminas del coche fuimos convenientemente atosigadas con unos "¿Cómo está usted? ¿Cómo está usted?" frenéticos que mezclaban burla con una galantería de las de "aquí el jefe y el macho soy yo y vosotras sois mis putitas". A la veinteañera, además, le dio unos toquecitos en el septum de la nariz y le hizo una broma rancia acerca de que ella era un pescadito y estaba esperando que viniera un pescador a pillarla con un anzuelo. Empezó a flotar una incomodidad extraña, pero sólo para los tres plebeyos. Él se repantigó en el asiento trasero y empezó una sucesión interminable de llamadas de negocios en distintos idiomas. A partir de entonces, y hasta Madrid, fue imposible mantener una conversación normal. Si alguno sospechaba algo, desde su primera llamada lo supimos con certeza.

"Aló, Sandrine. Je suis Álvaro de Marichalar."

Con disimulo, entré en Wikipedia desde el móvil y vi quién era exactamente: Álvaro de Marichalar y Sáenz de Tejada, el hermano del ex de la Infanta Elena, Jaime de Marichalar. Un vástago de la dinastía de los Marichalar, conocido en los círculos de la alta sociedad y el corazón como "el hermano aventurero de Marichalar". Según Wikipedia, era "piloto de aviación, navegante y empresario".

Sus conversaciones telefónicas sucedieron todas ellas a un volumen tan estridente que no sabía si realmente quería pavonearse de su vida high class o el respeto por los demás no entraba en su cerebro anegado de sangre azul. Todo giraba en torno a propiedades, eventos y euros. Cada cantidad que pronunciaba me hacía estremecer. Salieron a relucir inversores, materiales nobles, mármoles y buenas maderas. Practicaba un peloteo extremo, casi vergonzante, con cada una de las personas con las que hablaba. Cada frase era una mentira, un despropósito, una lamida de culo siempre dicha desde la altivez más extrema. Casi se podía oler la desesperación de la jovencita moderna, sentada allí a su lado. En los asientos de delante, el karateka y yo intentábamos retomar nuestras conversaciones de pueblo llano, pero, con su charloteo estridente, ni siquiera nos oíamos bien. Terminamos desistiendo. En aquel Blablacar, el único que podía hacer blabla era Álvaro de Marichalar, sentado con las piernas bien abiertas, ocupando el espacio que por linaje le correspondía. Entre llamada y llamada, el Hermano Aventurero nos obsequiaba con preguntas lerdas para las que no esperaba respuesta, y gruesas píldoras de su vida. Su discurso rozaba el desvarío. Decía cosas como:

"¿Cuántos años me echas? Tengo 19. No, jajajaja. Mentira. Tengo 29."

Wikipedia indicaba claramente que había nacido en el 61, así que contaba en realidad con 55 años.

Al parar a medio camino para tomar un café y estirar las piernas, decidió cambiarme el sitio. No me pidió permiso, no me explicó educadamente el porqué de este cambio. Simplemente me dijo:

"Ahora yo voy a ir delante".

Me vi sentada detrás, junto a la jovencita desesperada. Desde mi nuevo asiento, el pelo de Álvaro de Marichalar era un poema. Las raíces blancas en el pelo pajizo y quemado mal teñido me dieron un vuelco Muerte-en-Venecia al corazón. Grima. Pena. Asco. El conductor le indicó que se pusiese el cinturón de seguridad. Y él, con todo su morro rebozado en sangre azul, espetó:

"Yo no me pongo cinturón. Tuve un accidente a los 18 y casi me quedo atrapado por el maldito cinturón."

En Wikipedia, en efecto, se indicaba que había sufrido un accidente de aviación que aún era visible en su mano derecha. Intenté asomarme entre los asientos y ver su mano, pero no lo conseguí. Me preguntaba qué leches hacía este miembro de la realeza cogiendo un Blablacar. La respuesta, en realidad, la daba él cada vez que hablaba por teléfono con alguno de sus inversores:

"Sí, estoy de camino. ME ESTÁN LLEVANDO a Madrid".

No dijo "voy en un Blablacar", como hubiésemos dicho cualquiera de los simples mortales que ocupábamos el coche con él, sino que "le estaban llevando". Y entendí que quizás el tren y el autobús eran medios de transporte demasiado mundanos, manchados del ADN del Pueblo. Sin embargo, el Blablacar creaba la ilusión del chófer privado y le permitía mantenerse de puntillas en el precipicio que separa a la nobleza del pueblo llano. Había una desesperación en sus llamadas que sugería que quizás no estuviese forrado de pasta, y que lo único que tenía era ese halo de desfachatez y socarronería altiva propio de los grandes de España.

Una vez situado en el trono que le correspondía, el asiento del copiloto (pedir conducir habría sido demasiado, pero no creo que descartara esa posibilidad en su cerebro), Álvaro de Marichalar empezó una conversación de machos con el amable y dulce profesor de kárate, que no sabía dónde meterse ante la ristra de hazañas viriles cantadas a golpes de pecho peludo. Habló de que había batido no sé cuántas veces el récord del mundo en embarcación de tres metros de eslora. Puntualizó que esa embarcación era una moto de agua. Vi que en Wikipedia decía exactamente eso: "con once récords del mundo conseguidos a bordo de una pequeña embarcación de tres metros de eslora (moto acuática)". El parecido entre la información de Wikipedia y su discurso era tan parecido que empecé a vislumbrar lo evidente: quizás él mismo había escrito su propia entrada de Wikipedia.

Desde que lo recogimos en Soria hasta que lo dejamos en Avenida de América (y continuamos hasta Moncloa los tres miembros plebeyos del coche, indignados, comentando toda la jugada) todo el viaje fue una representación, un símbolo de esta España rancia que vivimos y en la que la mierda fresca nos lanza continuos destellos burlones: los grandes vencen, se sientan con las piernas abiertas, robando el espacio de la gente de a pie. Los plebeyos, compungidos, no levantamos cabeza.

Horas después del viaje, mientras le contaba la aventura a mis amigos en un estado de furiosa exaltación, casi me di de cabezazos contra la pared, fustigándome por no haber dicho nada. ¿Por qué ninguno propusimos dejarlo tirado en aquella estación de servicio ardiente? ¿Por qué no le dijimos?:

"Si no apagas el teléfono te lo meto por tu puto culo de principito".

Ni siquiera me rebelé ante el trato burlón y despectivo que nos ofrecía. Me comporté, en suma, como el pueblo acogotado, extenuado ante tanta cara dura, del que formo parte. Álvaro de Marichalar nos robó el tiempo, la conversación, el espacio, la tranquilidad, nos minó la moral. Y todo ello lo hizo con la sonrisa de suficiencia del que tiene la seguridad de merecer cada cosa que exige. Quizás debamos también nosotros, los vasallos que vivimos confinados al fango popular, aprender a robar tiempo, conversación y espacio, a la casta que, una y otra vez, nos quita todo lo demás.
 
Última edición por un moderador:
Pues no me imaginaba al Marichalar tan arrogante ni pagado de sí mismo.. si al final solo es el ex de una infanta, así que nadita de eso de "grande" o pertenencia a la "realeza", eso ya le queda lejos...
Y tiene que ir muy mal de pasta si recurre a eso de blablacar y tener que codearse con los que él cree que "no están a su altura"...
Hubiera estado bien que la poli los hubiese parado y lo multaran por no llevar cinturón... a ver qué película montaba... El relato ahí hubiese sido mucho más jugoso, con toda seguridad...
 
Pues no me imaginaba al Marichalar tan arrogante ni pagado de sí mismo.. si al final solo es el ex de una infanta, así que nadita de eso de "grande" o pertenencia a la "realeza", eso ya le queda lejos...
Y tiene que ir muy mal de pasta si recurre a eso de blablacar y tener que codearse con los que él cree que "no están a su altura"...
Hubiera estado bien que la poli los hubiese parado y lo multaran por no llevar cinturón... a ver qué película montaba... El relato ahí hubiese sido mucho más jugoso, con toda seguridad...
el no es ex de una infanta, es el hermano del ex de la infanta.
 
el no es ex de una infanta, es el hermano del ex de la infanta.

Upss! Había leído Marichalar, pero claro es el hermanísimo del ex de la Infanta... :shy: ¡Gracias por la aclaración!
Ya decía yo que no me pegaba el Marichalar ex de la infanta (Jaime, que no Álvaro) ni contratando el BlablaCar ni tampoco con esos aires de caradura...
 
Lo que es incomprensible es saber qué motivo lleva a un miembro de la más rancia aristocracia española a compartir vehículo con los plebeyos. El imbécil ha estado siempre más tieso que la mojama, igual que el resto de su familia.
Como su hermano se casó con una infanta de España él se creyó también elegido para la gloria. En la primera mitad de los años 90 era canapero (gorronear canapés era entonces un arte) y experto en dar sablazos y en la segunda mitad de la década pasó de ser muerto de hambre con ínfulas a aventurero solidario (ojo a la profesión) a la par que motonauta. El imbécil echaba la caña y, mientras Kitín Muñoz pescaba a una Kalina de Bulgaria, éste pescaba mónicasponts.

Está más que claro, por el relato de la autora, que padece un claro desequilibrio mental. Semejante despliegue de narcisismo histriónico deja a cualquiera estupefacto y acongojado, así que se quedaron sin palabras. A mí me pilla en un mal día y creo que lo dejo tirado en una cuneta de una buena patada en el culo sin remordimientos. Se nota que los compañeros de viaje eran gente decente, todo lo contrario a este chupóptero.
 
Pues no me imaginaba al Marichalar tan arrogante ni pagado de sí mismo.. si al final solo es el ex de una infanta, así que nadita de eso de "grande" o pertenencia a la "realeza", eso ya le queda lejos...
Y tiene que ir muy mal de pasta si recurre a eso de blablacar y tener que codearse con los que él cree que "no están a su altura"...
Hubiera estado bien que la poli los hubiese parado y lo multaran por no llevar cinturón... a ver qué película montaba... El relato ahí hubiese sido mucho más jugoso, con toda seguridad...

Jaimito también tiene lo suyo.
 
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'Mi familia dice que lo mío es valentía'

http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2008/639/1200783616.html
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SUSANA MARTIN
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A sus 46 años, Álvaro Marichalar se ha metido a político. Será cabeza de lista al Congreso por Soria de Unión, Progreso y Democracia. /(Fotos: Ricardo Cases)
Piloto de aviación, graduado en Business Administration en Florida, empresario del sector inmobiliario, deportista -nueve récords del mundo a bordo de su moto acuática- y "soltero por muchos años". Es el resumen de las andanzas de Alvaro de Marichalar (Pamplona, 1961), que ahora dará una vuelta de tuerca más a su agitada existencia al lanzarse de cabeza a la que cree que será una de las más apasionantes aventuras de su vida: navegar en las aguas de la política. El tercero de los seis hijos del fallecido conde de Ripalda, Amalio de Marichalar y Bruguera, y de Concepción Sáenz de Tejada, encabezará la lista al Congreso por la provincia de Soria de Unión, Progreso y Democracia (UPD), el partido que lideran Rosa Díez y Fernando Savater y que se presenta el 9 de marzo como "la tercera vía, la alternativa a las dos fuerzas de siempre".

Ninguno de los hermanos Marichalar tiene vinculación con la política: uno es economista (Ignacio), otro promueve el desarrollo sostenible (Amalio), otro es piloto de línea aérea (Luis), la única chica (Ana), es restauradora y farmacéutica... "Y Jaime... ya sabes lo que es", dice Alvaro en su encuentro con Crónica en un abarrotado y exclusivo salón de té de la capital madrileña en el que se mueve con soltura. Las señoras mayores se dan codazos a su paso, los camareros están pendientes de él continuamente. "¿Desea algo, don Alvaro?".

-Lo de meterse en política, ¿se le ha ocurrido de repente?

-Siempre me ha interesado mucho la política y siempre quise meterme en ella. De hecho, he tenido antes otras ofertas, pero no me convencieron...

-¿Qué le ha dicho su hermano Jaime de esta nueva aventura?

-De temas personales prefiero no hablar.

-¿Qué le ha dicho su familia? Su madre, sus hermanos...

-Mi entorno me ha dicho que es un acto de valentía encabezar una opción política distinta a las dos que imperan.

-¿Qué va a aportar a la política española?

-Para mí lo importante es apoyar a personas valientes. Nuestra opción pretende ser una tercera vía muy ansiada por los españoles, un partido que dé soluciones a los grandes problemas de la población española: principalmente, el exceso del poder nacionalista, son gente que gobierna un país en el que no cree.

-¿Suele votar?

-Siempre.

El más bohemio de los Marichalar habla sin descanso, quiere convencer, se explica bien. España es la palabra que más veces pronuncia durante la hora de entrevista. Dice que los españoles votan por inercia y que los políticos están ahí para solucionar problemas, no para crearlos. Le ilusiona su apuesta por este nuevo partido, al que sin embargo no se afiliará. "Me gusta ir a mi aire". También en todo lo que hace, porque se le ve sin problemas de autoestima, seguro de sí mismo, convencido de que gusta. "En 25 años, he llevado a cabo 35 expediciones, he conseguido grandes récords para el deporte español, he escrito cuatro libros [ha publicado uno, de momento] y he dado más de un millar de conferencias en todo el mundo", se autopromociona.

"MANDAR ES SERVIR". Dice hablar francés, inglés, alemán, italiano y algo de euskera. Cita sus hitos para argumentar que entiende la política como una fase temporal y no un empleo del que vivir. "Lo dijo muy bien Felipe González el otro día: hay que vivir para la política, y no de la política, lo contrario es peligroso", continúa su mitin, y remata con otra frase que solía utilizar su abuelo, Luis de Marichalar y Monreal: "Mandar es servir".

Aunque no llegó a conocerle, su abuelo Luis será desde ahora su referente en la política. Si sigue sus pasos, muy mal no le puede ir: Luis de Marichalar, vizconde de Eza, madrileño, a quien se conocía como "el gran señor social", fue alcalde de Madrid entre 1913 y 1914. "Era un liberal conservador y decía que había que coger lo bueno de cada ideología y ayudar a los desfavorecidos, ten en cuenta que la esencia de la aristocracia es el apoyo al débil", dice orgulloso de su antepasado, un político conservador, especializado en cuestiones económicas, sociales y agrarias que fue diputado a Cortes por Soria de 1899 hasta 1914, senador del reino, director general de Agricultura (1907) y ministro de Fomento (1917) y de la Guerra (1921) durante el reinado de Alfonso XIII. Perteneció a la Academia de Ciencias Morales y Políticas y desarrolló también su faceta de publicista. Escribió varios libros, entre ellos, El oro, el crédito y la Banca comofactores internacionales y El enigma ruso y el ocaso del socialismo, a los que Alvaro de Marichalar asegura recurrir con frecuencia. "Me hubiera encantado conocerle, fue uno de los precursores de la jornada laboral de ocho horas, de las cajas de ahorros, escribió mucho por la igualdad de oportunidades... Y te voy a contar una curiosidad: vivía en el número 13 de la calle Génova", dice el nieto que ahora sigue sus pasos. "La actual sede del PP era nuestra casa familiar, pero Franco nos la expropió".

Al nieto del gran señor social no le llamó Rosa Díez, ni Savater, para pedirle su apoyo. "Cuando hacia octubre supe que querían montar un partido diferente, me interesé por un proyecto tan valiente. Lo miré en Internet y yo mismo llamé para unirme a ellos".

-¿Cuándo recibió su primera nómina?

-Siempre he trabajado por cuenta propia. Pero mi primera operación económica importante la hice con 23 años, cuando puse en marcha una empresa comercializadora de antenas parabólicas, TeleSat. Después monté también una empresa de telefonía móvil, y luego he estado ligado siempre a los negocios inmobiliarios, con los que continúo.

-¿Compatibilizará su trabajo en su empresa con la política y seguirá con sus expediciones en moto acuática?

-Voy a aprovechar el parón inmobiliario que va a haber para sacar tiempo, y mi siguiente expedición de Chile a la Antártida la pospondré para el próximo año. Es un reto duro: 1.000 kilómetros sin parar, 45 horas... Me hace ilusión porque nunca se ha hecho.

HORIZONTE POLÍTICO. Alvaro habla compulsivamente y atiende su teléfono móvil cada vez que suena (hay al menos una decena de parones). Precede cada respuesta de una amplia sonrisa, aunque da largas cuando no quiere mojarse.

-¿Quién ganará las elecciones?

-UPD

-¿Qué balance hace de estos cuatro años de gobierno socialista?

-Francamente negativo.

-¿Algún acierto?

-Alguno, pero tendría que pensar...

-¿Con qué político del PP se queda?

-Con Esperanza Aguirre.

-¿Y del PSOE?

-Con Solbes.

-¿Qué horizonte político se marca?

-Ninguno. Esto lo veo como una aportación puntual en una situación particularmente difícil que vive la política española. Seguiré con mis negocios y creo que navegaré toda mi vida, la mar es mi fuente de energía. Navegando encuentro mucho a Dios en un horizonte tan gris.

En 25 años de expediciones, ha tenido 16 motos acuáticas. "Las he regalado todas en subastas benéficas. Ahora tengo dos, una la guardo en Andoain (San Sebastián) y la otra en Francia". Tiene casa en Madrid, donde vive habitualmente, en Soria, y un pequeño apartamento en Pamplona.

-¿Le ha dado muchos dolores de cabeza la prensa rosa?

-Es una prensa que no comprendo, me es ajena, así que intento pasar. Cuando coartan mi libertad de movimientos, me enfado, pero paso bastante. Es triste que tengan tanta audiencia en España, es un caso único en el mundo.

-¿Le molesta que le pregunten por su hermano? Ha dicho que su hermano no le ha beneficiado sino eclipsado...

-Lo que no puede ser es que un hermano se convierta en una losa pesada que te cae encima y que no puedes quitarte hagas lo que hagas.
 
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