Alois de Liechtenstein: el último monarca absoluto de Europa

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Los príncipes Alois y Sofía, el pasado mayo, en el funeral del gran duque Juan. GTRES42comentariosVer comentarios


Liechtenstein celebra su 300º aniversario, regido por una de las dinastías más ricas del mundo que acumula poderes casi medievales.
Hans Adam II de Liechtenstein, retrato del príncipe más rico de Europa
El sexto país más pequeño del mundo (apenas 176 kilómetros cuadrados) tiene uno de los niveles de vida más altos, con una renta per cápita de 130.000 euros. Y, al frente, cuenta con un monarca con poderes casi absolutos, reverenciado por sus poco más de 38.000 súbditos. La descripción pudiera llevarnos a pensar en algún emirato de la Península Arábiga o en alguna satrapía del Lejano Oriente. Y sin embargo hablamos de una nación en el corazón de Europa que este 2019 festeja su 300º aniversario: Liechtenstein.



No le gusta prodigarse en los medios a la familia principesca de este peculiar Estado enclavado entre Suiza y Austria, conocida en España sobre todo por una de sus integrantes, la princesa Nora, viuda del marqués de Mariño, padre de Isabel Sartorius. Un sobrino de la madrastra de la reina que no lo fue, el príncipe Alois (51 años), es el todopoderoso regente de Liechtenstein. Su Alteza Serenísima lleva las riendas del país desde 2004, cuando le pasó el testigo su padre, Hans Adam II, aunque éste sigue ostentando la jefatura del Estado.



La Constitución del principado otorga a Alois amplísimas prerrogativas, como la de nombrar jueces, destituir a los miembros del Ejecutivo, conceder medidas de gracia a su antojo o vetar todas y cada una de las leyes si no son de su gusto.



Los soberanos de Liechtenstein tienen muy claro que son lentejas. Si sus súbditos quieren Monarquía, con todas las consecuencias; si no, lo dejan. Así, en los últimos tiempos ha habido hasta dos amagos de renuncia principesca. En 2003, Hans Adam amenazó con abandonar el trono si no se reformaba la Ley Fundamental para reforzar sus poderes al considerar que lo contrario le impedía gobernar con eficacia. Dos tercios de los ciudadanos refrendaron en las urnas su demanda. "Debemos ser el primer país del mundo que decide votar el regreso a la Edad Media", soltó entonces con ironía el líder del opositor Partido Demócrata, Sigvard Wolhend.



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Hans Adam de Liechtenstein y su esposa María.GTRES
Más crítica fue la situación que se vivió en 2012. Una plataforma ciudadana consiguió las firmas necesarias para que en el liliputiense país se pudiera someter a referéndum una propuesta de despenalización del aborto durante las primeras 12 semanas de gestación. Alois, católico muy rigorista, montó en cólera y advirtió de que no se siguiera adelante con la iniciativa puesto que él iba a vetar cualquier ley en ese sentido. Se salió con la suya, pero la misma plataforma contraatacó promoviendo otro referéndum, en este caso para que el pueblo decidiera si mantenía a su príncipe el derecho de vetar las normas del Parlamento. El soberano dejó bien claro que si le tocaban un pelo, dejaba la corona. Y la consulta popular se saldó con otro 76% respaldando a su monarca. Hasta el medieval derecho de pernada le hubieran concedido si lo hubiera exigido, por lo que se ve.



Hay que tener en cuenta que en Liechtenstein la estabilidad, la prosperidad y la enorme atracción de inversiones extranjeras están ligadas a su familia principesca. La dinastía, con una fortuna de al menos 3.200 millones de euros, según Forbes, es la principal titular del emporio financiero nacional con sedes en más de 20 países, cuenta con vastas propiedades en toda Centroeuropa, controla los famosos viñedos de Liechtenstein y posee una de las colecciones de arte privadas más importantes del continente.



La discreción es una de las señas de identidad de esta dinastía. También su conservadurismo. Cuando en todas las Cortes empezó a ser norma que los herederos se casaran con plebeyos, en Liechtenstein se mantuvo la tradición con una boda entre iguales de sangre azul. Fue en 1993, cuando Alois dio el sí quiero a la duquesa Sofía, tataranieta del último rey de Baviera, Luis III. El enlace reunió en Vaduz a miembros de casi todas las familias reales europeas, incluido el entonces Príncipe Felipe, al que durante un tiempo se emparejó con la princesa Tatiana, hermana de nuestro protagonista.



Los dominios que hoy constituyen Liechtenstein formaron parte del Sacro Imperio Germánico. En 1719, Carlos VI creó el principado a partir de los dominios del señorío de Schellenberg y el condado de Vaduz. Han pasado tres siglos. Pero algunas cosas se mantienen intactas, como la ley sálica que impide a las mujeres acceder al trono. Recientemente, se preguntó por esta cuestión a Alois, quien lo descartó diciendo que "no sería fácil cambiar un sistema que ha demostrado su eficacia durante siglos". Desconocemos si a sus súbditos les gustaría o no tener una jefa de Estado. Aunque lo más probable es que ni se lo planteen, porque, ya se sabe, en este país, lo que dice su príncipe va a misa. Cómo para llevarle la contraria.



 
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