Alfredo Pérez Rubalcaba ha sufrido un ictus.

Alfredo Pérez Rubalcaba, un gran político de este país de la vieja escuela de gente cultivada con profesión que se dedican a la política pero que cuando la dejan vuelven a su origen. Él a sus clases de la Complu con sus alumnos y nada de hacer de pedigüeño buscando un consejo de administración a calentar sillón. Era de esa clase de personas que echamos en falta hoy en dia. Ha sido varias veces ministro, vicepresidente y clave durante 30 años en la política española. Político de raza donde los haya. Descanse en paz.
Y que lo digas que ha sido clave: los Gal, Caso Faisán, 11 m...
Vaya que si ha sido clave! Los bajos fondos en todo su esplendor
 
Rubalcaba o la pasión política
Fino estilista de la palabra, era legendaria su capacidad dialéctica
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Actualizado:12/05/2019 01:54h

Resulta imposible analizar la historia reciente de este país, sin reparar en la figura inmarcesible de Alfredo Pérez Rubalcaba. Admirado por sus correligionarios, denostado por sus adversarios políticos -con los que en ocasiones fue implacable-, y respetado, más allá de las discrepancias ideológicas, su nombre quedará en la memoria como una de las más personas más conspicuas e inteligentes que ha dado nuestra vida pública.

Fino estilista de la palabra, era legendaria su capacidad dialéctica que demostró en tantas ocasiones en el hemiciclo. Los oponentes parlamentarios temían su verbo acerado y preciso, tanto como su capacidad infinita para las invectivas ocurrentes y, en ocasiones, demoledoras. Tengo para mí que contribuyó con una frase, mucho más que decisiva, a la victoria del PSOE en las elecciones de 2004, cuando, en la desastrosa gestión comunicativa del declinante Gobierno popular, tras los atentados islamistas del 11-M, apareció en televisión la noche anterior a los comicios afirmando con rotundidad: «Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta».

Así era Rubalcaba, eficaz y avezado en el análisis, lo mismo fuera un estudio demoscópico que un estado de opinión, que sabía cazar al vuelo para aprovecharlo a favor de su proyecto. Asesor muy influyente, de Javier Solana, su mentor político, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Josep Borrell, en la breve etapa en la que éste ofició como aspirante socialista a la Presidencia del Gobierno en tiempos de la bicefalia con Joaquín Almunia, supo encontrar siempre la vía directa para alcanzar el oído de los máximos responsables socialistas.

Paradójicamente, fue más brillante actuando en ese papel que cuando ostentó la Secretaría General del PSOE. Rubalcaba era un actor secundario extraordinario, pero no supo o no pudo encontrar el rol de protagonista absoluto en el transcurso de los avatares políticos más importantes ocurridos en España en las tres últimas décadas.

Personalmente era una persona cercana, que sólo descolocaba en esa forma tan suya de entrecerrar los ojos mientras miraba fijamente a su interlocutor, como si estuviera comprobando el resultado de una mezcla en la probeta que tantas veces manejó en su profesión de químico. Su tono afable era capaz de desarmar, al igual que su cólera embridada podía intimidar a quien se le atravesaba en el camino.Pragmático como nadie, supo tejer relaciones de complicidad con algunos adversarios con los que encontró, contra todo pronóstico, una línea abierta de comunicación. Manuel Marín contaba que la cercanía de Alfredo Pérez Rubalcaba a Eduardo Zaplana, cuando él era presidente del Congreso y ambos políticos ejercían las portavocías de sus grupos parlamentarios, era capaz de exasperarle, por eso les denominaba coloquialmente «Fredy y Edy». Y, en efecto, Rubalcaba siendo un rival político implacable fue capaz de encontrar puntos de acuerdo en asuntos fundamentales con el PP, desde una lealtad institucional y un patriotismo fuera de toda duda

Mariano Rajoy ha revelado que nada más salir del Palacio de la Zarzuela, tras recibir el encargo del Rey Juan Carlos para proceder a los trámites de su abdicación, se dirigió a Moncloa y lo primero que hizo fue convocar a Rubalcaba, en su calidad de jefe de la oposición, a una reunión para abordar la hoja de ruta de un asunto transcendental para nuestra democracia. El entonces presidente del Gobierno encontró en su opositor socialista a un aliado leal y resolutivo para coadyuvar a llevar a término una delicadísima operación institucional que concluyó con éxito para la tranquilidad de todos.

En el haber político de Rubalcaba se encuentra, sin duda, su capacidad para entender a la perfección el papel y la influencia en la sociedad de los medios de comunicación. En esto fue un avanzado que supo usar los canales públicos de conexión con la sociedad para su estrategia política que, aun siendo a veces alambicada, sabía traducir ante un micrófono o una cámara, con una maestría inigualable. Con respuesta para todo, todavía se recuerdan sus ruedas de prensa de los viernes tras los Consejos de Ministros en su etapa de portavoz. En la despedida dijo que el primer día «le temblaban las piernas», pero lo cierto es que ningún profesional de la información recuerda haberle visto nervioso, ni siquiera inquieto, ante una comparecencia mediática en las que, por el contrario, se crecía haciendo gala de una capacidad comunicativa como ha habido pocas.

Su larga mano llegó a influir de manera significativa en determinados grupos periodísticos a los que trataba de convencer, siempre que era posible, de las bondades de su proyecto frente a sus adversarios. Esa influencia, que también se dejó notar en los medios públicos, llevó a la denominación de «comando Rubalcaba», con la que la oposición definía a los periodistas más cercanos al político socialista.

Se nutría de política
No es retórico afirmar que su vida se nutría de política con una pasión desbordante, porque a ella dedicó los mejores años de su vida. Además del amor que tenía por Pilar, su mujer, el resto de su afecto encontró en la actividad pública su mejor destino. Rubalcaba respiraba política y se alimentaba de política.

Esto último es literal, como podrán atestiguar todos los que alguna vez compartieron con él mesa y mantel. Frugal y austero en todo, se limitaba a picar del plato mientras esperaba su momento favorito, fumarse un habano, en los tiempos en que tal cosa era posible en los restaurantes. Un pequeño vicio, tras su pasado de atleta, que le servía para hablar en la sobremesa de su irrefrenable afición por el Real Madrid.

Cometió errores, como aquel acuerdo con Izquierda Unida, en tiempos de Francisco Frutos, que dejó al PSOE por detrás del PP. Esa misma noche del año 2000, Almunia dimitió, pero es justo reconocer los éxitos que obtuvo en su larga trayectoria política. Está por escribir, y sería justo hacerlo, su papel absolutamente determinante en el final de la banda terrorista ETA, durante la etapa como ministro del Interior. En el viejo caserón del Paseo de la Castellana, dejó su impronta personal y característica, al igual que ocurrió en el Ministerio de Educación o el de la Presidencia, y, por supuesto, en su periodo de vicepresidente del Gobierno. Nunca supimos si tenía a Maquiavelo entre sus autores de cabecera, pero siempre sospechamos que así era, por su forma de actuar y la visión a futuro de todo lo que ideaba. Lo suyo no era perderse en teorías intelectualmente abstractas, sino vivir la política encarnada en el día a día. Y eso, hay que reconocérselo, lo bordó como nadie. Su papel entre bambalinas resultó siempre determinante. Al igual que Romanones prefería hacer los reglamentos a las leyes. Rubalcaba disfrutaba más en la sombra que bajo el cañón de luz que reservaba para otros que, al final, desarrollaban sus ideas y estrategias punto por punto. Entre influir y mandar, siempre eligió lo primero, que, bien mirado, es la forma más efectiva de ejercer el poder.
https://www.abc.es/espana/abci-rubalcaba-o-pasion-politica-201905120154_noticia.html
 
Esto va para los cínicos,no me quiero ni imaginar si existiera twitter en la época de franco,los oprimidos llorando por su verdugo,así va este país que no se avanza nunca.

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Los Reyes, el Gobierno en pleno, expresidentes y todo el mundo de la política abrieron esta noche de viernes la capilla ardiente que ha quedado instalada en el Congreso
 
Rubalcaba o la pasión política
Fino estilista de la palabra, era legendaria su capacidad dialéctica
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Actualizado:12/05/2019 01:54h

Resulta imposible analizar la historia reciente de este país, sin reparar en la figura inmarcesible de Alfredo Pérez Rubalcaba. Admirado por sus correligionarios, denostado por sus adversarios políticos -con los que en ocasiones fue implacable-, y respetado, más allá de las discrepancias ideológicas, su nombre quedará en la memoria como una de las más personas más conspicuas e inteligentes que ha dado nuestra vida pública.

Fino estilista de la palabra, era legendaria su capacidad dialéctica que demostró en tantas ocasiones en el hemiciclo. Los oponentes parlamentarios temían su verbo acerado y preciso, tanto como su capacidad infinita para las invectivas ocurrentes y, en ocasiones, demoledoras. Tengo para mí que contribuyó con una frase, mucho más que decisiva, a la victoria del PSOE en las elecciones de 2004, cuando, en la desastrosa gestión comunicativa del declinante Gobierno popular, tras los atentados islamistas del 11-M, apareció en televisión la noche anterior a los comicios afirmando con rotundidad: «Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta».

Así era Rubalcaba, eficaz y avezado en el análisis, lo mismo fuera un estudio demoscópico que un estado de opinión, que sabía cazar al vuelo para aprovecharlo a favor de su proyecto. Asesor muy influyente, de Javier Solana, su mentor político, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Josep Borrell, en la breve etapa en la que éste ofició como aspirante socialista a la Presidencia del Gobierno en tiempos de la bicefalia con Joaquín Almunia, supo encontrar siempre la vía directa para alcanzar el oído de los máximos responsables socialistas.

Paradójicamente, fue más brillante actuando en ese papel que cuando ostentó la Secretaría General del PSOE. Rubalcaba era un actor secundario extraordinario, pero no supo o no pudo encontrar el rol de protagonista absoluto en el transcurso de los avatares políticos más importantes ocurridos en España en las tres últimas décadas.

Personalmente era una persona cercana, que sólo descolocaba en esa forma tan suya de entrecerrar los ojos mientras miraba fijamente a su interlocutor, como si estuviera comprobando el resultado de una mezcla en la probeta que tantas veces manejó en su profesión de químico. Su tono afable era capaz de desarmar, al igual que su cólera embridada podía intimidar a quien se le atravesaba en el camino.Pragmático como nadie, supo tejer relaciones de complicidad con algunos adversarios con los que encontró, contra todo pronóstico, una línea abierta de comunicación. Manuel Marín contaba que la cercanía de Alfredo Pérez Rubalcaba a Eduardo Zaplana, cuando él era presidente del Congreso y ambos políticos ejercían las portavocías de sus grupos parlamentarios, era capaz de exasperarle, por eso les denominaba coloquialmente «Fredy y Edy». Y, en efecto, Rubalcaba siendo un rival político implacable fue capaz de encontrar puntos de acuerdo en asuntos fundamentales con el PP, desde una lealtad institucional y un patriotismo fuera de toda duda

Mariano Rajoy ha revelado que nada más salir del Palacio de la Zarzuela, tras recibir el encargo del Rey Juan Carlos para proceder a los trámites de su abdicación, se dirigió a Moncloa y lo primero que hizo fue convocar a Rubalcaba, en su calidad de jefe de la oposición, a una reunión para abordar la hoja de ruta de un asunto transcendental para nuestra democracia. El entonces presidente del Gobierno encontró en su opositor socialista a un aliado leal y resolutivo para coadyuvar a llevar a término una delicadísima operación institucional que concluyó con éxito para la tranquilidad de todos.

En el haber político de Rubalcaba se encuentra, sin duda, su capacidad para entender a la perfección el papel y la influencia en la sociedad de los medios de comunicación. En esto fue un avanzado que supo usar los canales públicos de conexión con la sociedad para su estrategia política que, aun siendo a veces alambicada, sabía traducir ante un micrófono o una cámara, con una maestría inigualable. Con respuesta para todo, todavía se recuerdan sus ruedas de prensa de los viernes tras los Consejos de Ministros en su etapa de portavoz. En la despedida dijo que el primer día «le temblaban las piernas», pero lo cierto es que ningún profesional de la información recuerda haberle visto nervioso, ni siquiera inquieto, ante una comparecencia mediática en las que, por el contrario, se crecía haciendo gala de una capacidad comunicativa como ha habido pocas.

Su larga mano llegó a influir de manera significativa en determinados grupos periodísticos a los que trataba de convencer, siempre que era posible, de las bondades de su proyecto frente a sus adversarios. Esa influencia, que también se dejó notar en los medios públicos, llevó a la denominación de «comando Rubalcaba», con la que la oposición definía a los periodistas más cercanos al político socialista.

Se nutría de política
No es retórico afirmar que su vida se nutría de política con una pasión desbordante, porque a ella dedicó los mejores años de su vida. Además del amor que tenía por Pilar, su mujer, el resto de su afecto encontró en la actividad pública su mejor destino. Rubalcaba respiraba política y se alimentaba de política.

Esto último es literal, como podrán atestiguar todos los que alguna vez compartieron con él mesa y mantel. Frugal y austero en todo, se limitaba a picar del plato mientras esperaba su momento favorito, fumarse un habano, en los tiempos en que tal cosa era posible en los restaurantes. Un pequeño vicio, tras su pasado de atleta, que le servía para hablar en la sobremesa de su irrefrenable afición por el Real Madrid.

Cometió errores, como aquel acuerdo con Izquierda Unida, en tiempos de Francisco Frutos, que dejó al PSOE por detrás del PP. Esa misma noche del año 2000, Almunia dimitió, pero es justo reconocer los éxitos que obtuvo en su larga trayectoria política. Está por escribir, y sería justo hacerlo, su papel absolutamente determinante en el final de la banda terrorista ETA, durante la etapa como ministro del Interior. En el viejo caserón del Paseo de la Castellana, dejó su impronta personal y característica, al igual que ocurrió en el Ministerio de Educación o el de la Presidencia, y, por supuesto, en su periodo de vicepresidente del Gobierno. Nunca supimos si tenía a Maquiavelo entre sus autores de cabecera, pero siempre sospechamos que así era, por su forma de actuar y la visión a futuro de todo lo que ideaba. Lo suyo no era perderse en teorías intelectualmente abstractas, sino vivir la política encarnada en el día a día. Y eso, hay que reconocérselo, lo bordó como nadie. Su papel entre bambalinas resultó siempre determinante. Al igual que Romanones prefería hacer los reglamentos a las leyes. Rubalcaba disfrutaba más en la sombra que bajo el cañón de luz que reservaba para otros que, al final, desarrollaban sus ideas y estrategias punto por punto. Entre influir y mandar, siempre eligió lo primero, que, bien mirado, es la forma más efectiva de ejercer el poder.
https://www.abc.es/espana/abci-rubalcaba-o-pasion-politica-201905120154_noticia.html
Así es. Político de talla donde los haya y es justo y honroso reconocer que lo fue como lo hace ABC.
 
'Rubalcaba es uno de los encubridores de los GAL'
/ 4 Noviembre, 2013 - 00:00
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La vida de José Amedo Fouce (1946) es la historia de los GAL, el grupo parapolicial que por la vía de los hechos saldó cuentas a espaldas de la razón de Estado. El ex subcomisario presentó hace unos días Cal viva. Un relato aglutinador y directo, fiel reflejo de la convulsa vida política de los 80. “Ni arrepentimiento ni venganza”. Sólo un síntoma de buena fe cargado de cruel inocencia. Un retorno al baúl de los recuerdos más atroces.

¿En qué momento surge la idea del libro?




En realidad no pensaba implicarme tanto. Decido escribir este libro como consecuencia del caso Brouard –el dirigente de Herri Batasuna asesinado por los GAL en 1984–, en el que a mí se me acusa durante el primer juicio de 1993. Tras muchas circunstancias oscuras llega el año 2003, fecha en la que me siento en el banquillo con Luis Morcillo –asesino de Santiago Brouard–, al que conozco en ese momento, y entablamos una cierta relación. Me empieza a soltar todos los pormenores de cómo se produjo el tema del atentado. De ahí partió mi idea.

¿Venganza o arrepentimiento?

Ni una cosa ni otra. Quería dejar las cosas claras. ¿Vengarse de quién? En los temas de Gobierno siempre te dejan olvidado. Es más, yo no caí por las buenas sino porque desde arriba empezaron a filtrarse determinadas situaciones para que en definitiva yo fuese el chivo expiatorio, la pantalla de todo el organigrama del GAL.




¿Cómo se crean los GAL?

Por una decisión de Felipe González. No cabe en la cabeza de nadie que eso lo hiciera funcionar la cúpula policial. Es imposible. Felipe González, antes de llegar al poder, ya tenía clara esa decisión.

¿Cree que con los juicios se ha conocido toda la verdad?




En los juicios no se ha conocido la verdad. En el primero, después de todo un proceso de filtraciones, de convencimientos, de que hay que conservar la seguridad y no interferir, te crean una responsabilidad de Estado que en realidad es un engaño. Estaban convencidos de que no diríamos nada con las promesas de indulto. Pero al mismo tiempo también jugaban con amenazas. Total, llegamos a ese primer juicio –se celebró contra Amedo y Domínguez– a no defendernos. Presiones, promesas, más coacciones y más amenazas. Y en ese juicio no implico a nadie del Gobierno. Niego todo. En el segundo juicio pasó lo mismo. En ambos casos las estructuras del Estado no querían que se supiera la realidad.

¿Exigió dinero a cambio de su silencio?

En esas condiciones no estás en condiciones de exigir nada. Entra la familia, llaman a tu familia. Ellos te prometen pero al mismo tiempo te amenazan.

Pero tenía documentos.

Conté parte del funcionamiento del Estado durante el juicio de Segundo Marey –secuestro del industrial francés y una de las primeras acciones de los GAL–, pero de nada. Un ejemplo, el juez Baltasar Garzón fuerza en el año 1993 una reunión con Michel Domínguez, que no tenía ninguna responsabilidad, para hablar del caso Marey. Al final de la conversación, le dice que acaba de hablar con Felipe González y que hay que callar. Que va de número dos por las listas de Madrid en las elecciones del 93 y que el presidente le va a nombrar ministro del Interior. El delincuente Garzón fue el primero en encubrir el tema Marey. Cuando dimite como diputado en mayo del 94, yo sabía que iba a utilizar los datos que le había proporcionado Domínguez. Las cosas cambiaron drásticamente. Yo quería denunciar a Garzón pero no fue posible. Después de una serie de reuniones se acordó que tenía que ser Domínguez el que me convenciera para arremeter contra Felipe. A principios de diciembre de 1994 me arrastran a la Audiencia Nacional por amenaza directa de Garzón y me dice: “O te pones de mi lado o en cuanto digas que no, vas a la cárcel tú, Domínguez, tu mujer y la mujer de Domínguez. Así de sencillo. Os tengo enganchados por las pelotas”. Yo me negué totalmente. “Te voy a hundir la vida. Te voy a ir abriendo sumarios. Y así, hasta que te canses de estar en la cárcel, hasta que acuses a Felipe González y a su Gobierno”. Garzón era Don Corleone con toga.

¿Por qué no ha denunciado nunca a Garzón?

Eso es muy fácil ahora que está condenado. Ustedes no tienen ni idea. Garzón era temido por todo el mundo. ¿Quién iba a pensar en aquel momento que a Garzón le iban a expulsar? Iba a por ti por todos los lados. Tenía una camarilla de policías, de agentes a su servicio. Era un delincuente nato. Sólo tenía su juzgado para escalar socialmente y engordar sus cuentas. Garzón es temible.

¿Tiene miedo?

¿Yo miedo? No. Lo perdí.

¿Llegó a pensar que todo eso acabaría mal?

Era impensable. González llega al poder con una prepotencia enorme, la misma que tenían los responsables políticos dw Interior, y que transmitían a los subordinados, que eramos nosotros. “Quiero muertos, quiero muertos, quiero muertos”, decían. Esa prepotencia ni te hacía pensar en la derrota.

¿Por qué accede a esa batalla? Sabía a lo que se exponía.

Ustedes lo comprenden pero no lo vivieron. Ahora si quieren se trasladan a mí: euforia socialista y euforia de un Gobierno democrático, y luego muchos muertos. Yo tenía 27 años la primera vez que me quisieron matar. En aquellos años 70, veía morir a gente todos los días. Cuando ves esas cosas dices: “Menos mal que alguien se decide a hacer algo”. Porque claro, antes se carecía de medios. La Justicia no actuaba como actúa ahora, era inoperante.

¿Y la situación actual de ETA?

Está acabada. ETA está finiquitada. Está acorralada. Otra cosa es la negociación política.

¿Y Rubalcaba?

Uno de los principales encubridores del GAL. En el libro aporto un burofax que le hago llegar cuando era candidato a las elecciones de 2011 y en el que dejo claro quién ejecutó a Santiago Brouard. También unas transcripciones en las que se indica que fue Julián Sancristóbal quien ordenó el atentado en nombre del Gobierno. Le pido colaboración con la Justicia. El se calló. Ha ocultado lo que le mandé.

¿Hay algún paralelismo entre los GAL y el ‘caso Faisán’?

A nivel político, total y absoluto. Es la misma situación. La orden del chivatazo en plena negociación con ETA no la puede dar más que un ministro con el consentimiento del presidente del Gobierno. Es imposible que sea de otra manera.

¿Ha saldado ya cuentas?

De momento estoy esperando a que se reabra el tema de Santiago Brouard en Bilbao.

¿Está tranquilo consigo mismo?

Yo sí. Perfectamente.
 
No puedo con Rivera, es la mosca cojonera que está en todos lados, haciéndose el relevante y el necesario en cualquier evento que se precie, ¿ era necesario que diera declaraciones como han hecho otros compañeros de partido , en ese atril?
Las ganas de figurar que tiene siempre ,me ha parecido bochornoso, además diciendo las cuatro palabras manidas de siempre , constitución, demócrata, legislativo...
:wtf::wtf:
da cosica. tiene un hablar muy de nariz q a mí personalmente me resulta incluso molesto de escuchar, de hecho no me deja concentrarme en lo q dice.. menos mal q tpco hay mucho que oir.
 
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