Alfonso XIII

Quizás hizo muy bien esa tarea que hoy estaría encomendada a cualquier ong pero este Rey tenía responsabilidades mas grandes y no supo estar a la altura de sus circunstancias.

Efectivamente, como rey fué nefasto y por una vez que hace algo útil, ya hay quien quiere elevarlo a los altares.
 
Angel de la guarda........quizás sea cierto de que hizo buenas obras, pero el resto de lo que hizo opaca las buenas obras que pudo hacer , un angel de la guarda muy peculiar leyendo este resumen de su biografía

www.nuevatribuna.es/artículo/sociedad/alfonso-xiii-negocio-por**-y-s*x*/20150119181815111421.html


Mentirosillo un rato largo ,andaba por un lado haciéndose el pobretón frente a los españoles mientras vivía en el exilio despilfarrando y aceptada sin ningún tipo de pudor el dinero que le daban sus simpatizantes.

ATENCION:
El artículo tiene un error de bulto, dice que Alfonso XIII nacio en Roma, cuando es sabido que nacio en Madrid. Creo yo que el error lo ha cometido el autor del artículo o quien lo ha puesto en NT, supongo que se lió y en lugar de escribir que fallecio en Roma, puso que nacio en Roma
Quien investigo e hizo una biografia de Alfonso XIII es Roman Gubern un profesor y catedrático , ahora ya muy mayor, de reputada solvencia .
Sobre Roman Gubern Garriga.Nogues podeis buscar información sobre su persona en Wikipedia.
 
El rey Alfonso XIII y los inicios del cine por** español
franciscojaviertostado / 17/11/2014


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Además de monarca algunos le vinculan con el hecho de ser uno de los responsables del origen del cine por** en España. Anécdotas aparte, que las hay, recientemente se han hallado tres cortos realizados entre 1920 y 1926 ocultos durante más de setenta años en un monasterio valenciano y restaurados por la Filmoteca de la Generalitat Valencia.

Todo empezó en Barcelona, cuando los hermanos Ricardo y Ramón Baños, recibieron un encargo muy especial del conde de Romanones, que a su vez hacía de intermediario del rey Alfonso XIII.

Ricardo, productor y director de cine, fundó la Royal Films en abril de 1916, mientras que su hermano Ramón, más aventurero, tras permanecer en la selva amazónica un tiempo y convertirse en uno de los primeros hombres en filmarla, regresó a la ciudad condal para ayudarlo. En aquellos inicios filmaron de todo, incluso operaciones de cirugía, convirtiéndose en uno de los realizadores y cámaras de mayor prestigio.

El monarca era un entusiasta del séptimo arte, tanto que mandó construir una sala de proyección en el Palacio Real. Incluso visitó la incipiente meca del cine, Hollywood, contactando con las estrellas del momento. Esto, unido a su reconocida afición a las “fiestas subidas de tono”, hizo que se pusiera en contacto con los hermanos Baños para que fueran ellos los encargados de filmar sus desfiles, algunos de sus viajes y un trabajo muy particular, las conocidas películas pornográficas de Alfonso XIII.

Como decía al principio se encontraron tres, aunque probablemente fueron más, y el rey, además de subvencionarlas participaba en la elaboración de sus argumentos. Sus títulos, El confesor, El ministro y el Consultorio de señoras nos indican a qué se dedicaban los protagonistas de las cintas.

Filmadas en Barcelona, las interpretaron prost*tutas y borrachos del Barrio Chino, siendo muchas destruidas durante la Guerra Civil y más tarde con la dictadura de Franco, queriendo así ocultar la oscura aficción del rey de España.

Lejos de juzgar al monarca, este material nos permite mostrar los cánones de belleza y las costumbres sexuales de aquella época, aunque en sus inicios la por**grafía era un lujo de las clases privilegiadas.
 
http://www.abc.es/espana/rey-juan-c...ci-juan-carlos-alfonso-xiii-201406021742.html
ESPAÑA
La histórica entrevista de ABC a Alfonso XIII tras dejar de ser Rey
ABC.ES ABC_ES / MADRID
Día 03/06/2014 - 15.50h

En 1931, el director de ABC viajaba a Londres para entrevistar en exclusiva al abuelo de Don Juan Carlos, quien explicaba lo duró que le resultó dejar el trono en la Segunda República

Soy el rey de todos los españoles, y también un español. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil». Así decía el histórico manifiesto firmado por Alfonso XIII que ABC publicó en su portada el 17 de abril de 1931, tres días después de ser proclamada la Segunda República. El segundo rey más longevo de la historia de España, el abuelo de Juan Carlos I, dejaba el trono y marchaba al exilio.


ABC
Manifiesto publicado por ABC, el 17 de abril de 1931
Menos de un mes después, ABC publicaba una entrevista en exclusiva con Alfonso XIII, realizada en Londres por el director de este periódico, Juan Ignacio Luca de Tena, en el que el Rey explicaba a los españoles lo duro que resultaba para él haber dejado de ser su Rey, tras 44 años, contra su voluntad.

Una entrevista que reproducimos íntegramente aquí, por el valor histórico que se subraya hoy, después de que Don Juan Carlos I haya anunciado que abdica a favor del Príncipe Felipe:

Fdo: Juan Ignacio Luca de Tena
«El ambiente de un hotel londinense, ni tan modesto que pueda desentonar con la categoría del huésped egregio que lo habita, ni tan excesivamente lujoso que lo asemeje a esos grandes palaces cosmopolitas llenos de ruidos, en los que bailan de madrugada todos los rastacueros de Europa y donde se hospedan los americanos del Norte. Es un hotel señorial, silencioso, sin orquestas de jazz, y en cuyo hall, de una noble sencillez británica, las conversaciones se deslizan a media voz. En este hall, desde las diez de la noche, espero treinta minutos con impaciencia no exenta de emoción. Subo poco antes de la hora que el Señor se ha dignado fijar para recibirme. Al final del tramo de escalera correspondiente al segundo piso hay un largo pasillo blanco y estrecho, con puertas numeradas. Me parece desierto. Voy a una audiencia en la que ya no hay que pasar por guardias alabarderos, gentileshombres ni ayudantes de servicio. Junto a una de las puertas numeradas, ante la que me detengo indeciso, surge un pequeño botones del hotel, que, después de enterarse de mi nombre, me dice con la misma sonrisa amable que hubiera usado hace algunas semanas un grande de España:

-His Majesty is waiting (Su Majestad le espera.)

Y con un llavín abre la puerta. Detrás de ella, vestido de smoking, en pie, esperándome, efectivamente, se halla el Rey.

-¿Cómo estás? ¡Cuánto tiempo sin vernos!

Su mano izquierda se ha posado sobre mi hombro mientras su diestra estrecha la mía. Y repite en otras palabras:

-Hacía varios meses que no te veía.


ABC
Entrevista a Alfonso XIII, publicada por ABC el 5 de mayo de 1931
Es verdad. Hace meses. Mi monarquismo no ha gustado nunca de frecuentar las antecámaras. ABC ha defendido siempre la Monarquía española y a la persona del Rey sin recibir ninguna sugestión. Y durante estos últimos meses, en que la campaña ha sido más intensa, con intención de evitar lo que a la postre ha sido inevitable, ni siquiera he visto al Rey. Sé que en algunas contadas ocasiones mi opinión no le ha gustado. Recuerdo ahora que cierta vez alguien me dijo, comentando un artículo de ABC: «Usted, por lo visto, ignora que el Rey piensa de otro modo». Yo le contesté: «Y usted que ABC es monárquico con mi criterio, no con el criterio del Rey». Lo cual no quiere decir que en aquella ocasión fuese mi criterio el acertado; pero viene a cuento de las habladurías de muchos necios que creían o fingían creer poco menos que yo iba diariamente a Palacio para recibir órdenes. Ahora, pasadas las primeras semanas de la República, cuando mi ausencia de Madrid no puede interpretarse torcidamente, me he apresurado, sin tapujos, a salir de España para cumplimentar al Rey.

Aún estamos en pie, cerca de la puerta que acaba de cerrarse, cuando por otra aparece la silueta fina, juvenil y vigorosa del Infante Don Juan. El Rey, con un dejo de ternura en la voz y la expresión de su madrileñismo castizo, me lo señala diciendo:

-Ahí tienes al crío... Mañana me lo llevo al colegio naval de Dartmouth a que continúe sus estudios. Para él representa un gran sacrificio, pues la carrera de marino inglés es durísima. Pero el muchacho va con un gran espíritu. Te agradeceré que lo digas si tienes ocasión.

El Infante me ha saludado y vuelve a marcharse. Quedo solo con el Rey, y mi expectación aumenta ante la incertidumbre y la trascendencia indudable de cuanto puede decirme.

-Siéntate, ¿quieres? El primer español que llega aquí para verme eres tú. Te lo agradezco mucho.

Y a continuación, las preguntas, numerosas y rápidas, que, por el tono en que son enunciadas, suenan a nostalgia de la Patria lejana: «¿Qué día saliste de Madrid?» «¿Cómo está aquello?» «Tranquilidad absoluta, ¿verdad?» «¿Crees que arreglarán lo de Cataluña?» «¿Cómo se desenvuelve el Gobierno?»

Y cuando, con entera lealtad, he contestado a estas preguntas, el Rey adopta un gesto más grave, sacude con el índice de su mano izquierda la ceniza del cigarrillo y me dice, consciente de la importancia de sus palabras:


ABC
Alfonso XIII, en París, tres días después de salir de Madrid
–Estoy decidido, absolutamente decidido, a no poner la menor dificultad a la actuación del Gobierno republicano, que para mí, y por encima de todo, es en estos momentos el Gobierno de España. Quiero que lo digas, quiero que lo sepan todos, los monárquicos y los republicanos, cualesquiera que sean las interpretaciones torcidas que la pasión pueda dar a mis palabras. Soy sincero, y mi actuación futura demostrará la lealtad con que voy a cumplir este propósito. Los monárquicos que quieran seguir mis indicaciones deben no sólo abstenerse de obstaculizar al Gobierno, sino apoyarse en cuanto sea patriótico. En Zamora dije en un discurso que por encima de las ideas formales de República o Monarquía está España, y ahora no tengo sino que repetir aquellas palabras. Te extrañará oírme hablar así, ¿verdad?

–No me extraña, Señor, porque estoy seguro de conocer a Vuestra Majestad y sé de su patriotismo como no lo saben muchos españoles de buena fe que aún están influidos por una campaña inicua de difamación personal.

–Pues yo quiero diferenciarme de los que así han procedido. Durante el último año de mi reinado se ha puesto a mis Gobiernos toda serie de dificultades. Al contrario de lo que otros hicieron, yo no aprobaré jamás que se excite al pueblo contra las autoridades y sus agentes ni que se especule con desdichas de la Patria para desprestigiar al nuevo régimen. No quiero que los monárquicos exciten en mi nombre a la rebelión militar. Hasta mí han llegado noticias de que muchos militares se negaban a prestar la adhesión a la República que les exigían. A cuantos he podido les he rogado que la presten. La Monarquía acabó en España por el sufragio, y si alguna vez vuelve ha de ser, asimismo, por la voluntad de los ciudadanos.

–Algunos periódicos, Señor, han dicho, comentando el documento con que Vuestra Majestad se despedía de España, que pretendía encender con él la guerra civil.

El Rey tarda en contestar:


ABC
Alfonso XIII, en 1922
–¡Es triste! -dice al fin-. Yo he salido de España después de redactar ese documento, pensando precisamente en evitar una guerra civil. Las elecciones municipales, jurídicamente consideradas, tienen un simple alcance administrativo; pero yo me di cuenta de que, tanto los republicanos como los monárquicos, le habían concedido importancia plebiscitaria, y por eso tomé la resolución de irme, en prueba de mi respeto a la voluntad nacional, inclinándome ante ella y rechazando los ofrecimientos que se hacían para constituir un Gobierno de fuerza que mantuviese el orden público hasta que se celebrasen las elecciones a Cortes. Considero que contra el sufragio del pueblo no podía defender a tiros la Monarquía, como se reprime un foco de rebelión militar. Salí de España respetando su voluntad, pero por la mía, ya que nadie tenía derecho a exigirme descender de mi trono mientras las Cortes no proclamen la República. Las elecciones municipales podrían haber expresado la voluntad de la nación, pero su soberanía corresponde al Parlamento. Ya sabes por qué me marché: para evitar la sangre en las calles. Y ya sabes, también, por qué no abdiqué: mis derechos a la Corona de España pertenecen a mis antepasados y a mis descendientes; no son únicamente míos, y sólo ante la soberanía nacional representada en las Cortes pueden resignarse. Pero ahora, ya lo has oído, quiero que los monárquicos sepan que mi deseo es no crear dificultades a este Gobierno provisional, que es el Gobierno de España.

–Pero hay, Señor -me atrevo a decir-, una corriente de opinión monárquica difusa que no se puede abandonar, que es preciso encauzar con dirección y con propaganda eficaces. Es necesario de todo punto organizar esa opinión.

–Yo no puedo oponerme a ello. Pero si en Madrid se organiza un Comité central, una Junta, o como quiera llamársele, con fines electorales, yo les ruego que actúen públicamente y que, sin perjuicio de propagar con el mayor entusiasmo, pero legalmente, sus convicciones monárquicas, manifiesten su propósito de no crear dificultades al Gobierno español e incluso.., apunta esto para que repitas mis propias palabras -y me dicta despacio-: E incluso estar con él para todo lo que sea defensa del orden y de la integridad de la Patria.

–Procuraré, Señor, que las cosas se hagan conforme a la voluntad de Vuestra Majestad. Al menos, transmitiré sus deseos.


ABC
Alfonso XIII, en su despacho (1931)
Aún sigo escuchando al Rey mucho tiempo. Habla siempre de España, de sus amarguras sufridas. Y en toda la charla, ni un solo reproche para nadie, ni una frase reveladora de odio o animadversión. Elogia la orientación de uno de los actuales ministros que con más saña le han agraviado en mítines y conferencias. Para algunos republicanos recientes, que hace un mes todavía le adulaban, tiene frases de disculpa. Y unas palabras de emocionada efusión para el político íntegro que, si hace poco más de un año le combatió con dureza, sin prever seguramente la trascendencia e influencia en su opinión de sus imprudentes frases, ahora, al proclamarse la República, no ha sabido correr, como tantos otros, «en socorro de los vencedores».

Le hablo al Rey de unos cuantos hombres que visten un glorioso uniforme y están dispuestos a servir al régimen constituido recientemente con la misma lealtad que sirvieron a la Monarquía, de quienes sé que al quitarle las coronas del cuello se las han hecho coser dentro de la guerrera, sobre el corazón. Y al oírlo el Rey, se llenan de lágrimas sus ojos.

–No me choca -dice simplemente.

Después, en el transcurso de la conversación, me hace elogio cumplido del nuevo embajador de España en Londres, D. Ramón Pérez de Ayala, de quien ha leído varios libros y numerosos artículos.

Y al final de nuestra charla:

«Podré haberme equivocado, pero en mis errores sólo he pensado en España»
-Podré haberme equivocado alguna vez; pero en mis posibles errores sólo he pensado en el bien de España. Acepté el hecho consumado de la Dictadura porque creí que ésa era la voluntad de la mayoría del país, cuando la pedían a gritos y la recibieron con alborozo los mismos que años después me han acusado injustamente de haberla traído. La sustituí por un Gobierno constitucional, dispuesto a que el país se manifestase en los comicios, cuando comprendí que lo reclamaba la opinión pública. Y no me he resistido a abandonar España, haciendo por ella el mayor sacrificio de mi vida, al comprobar que España ya no me quería. Sería muy triste no esperar ahora que la Historia alguna vez me hará justicia.
Han pasado más de dos horas. Hemos consumido durante ellas el contenido de la pitillera real. Su Majestad se pone en pie, señal protocolaria de que la audiencia ha terminado.

–Dame a un abrazo. ¡Y adiós!

Con una emoción que no podrán comprender los que sean incapaces de sentirla, y que podrá ser calificada mañana en algunos periódicos de fina sensibilidad con la consabida frase, tan original como delicada, de «lágrimas de cocodrilo», salgo del sencillo saloncito donde fui recibido. Allí queda el hombre que, por voluntad de España, puede dejar de ser Rey, pero que hasta su muerte, porque contra las condiciones humanas no pueden nada las campañas de difamación, ni siquiera el sufragio universal, seguirá siendo un caballero.

«Tú has perdido a tu padre, y España a un patriota dispuesto siempre a defenderla»
Y mientras atravieso nuevamente el largo pasillo, blanco y estrecho, con puertas numeradas, acuden a mi memoria las palabras de un autógrafo regio que recibí en fecha aciaga de mi vida, el 15 de abril de 1929: «Tú has perdido a tu padre, y España a un patriota dispuesto siempre a defenderla, aun a costa de su vida e intereses. El afecto que sentía por él, a ti lo transmito, seguro de que seguirás su camino».
Señor: Yo sería indigno hijo suyo si no lo siguiera. El 15 de abril de 1931, día memorable en la historia de España, fecha de su segundo aniversario, pasé una hora junto a su tumba y estoy seguro de que su espíritu me dictó nuevamente el camino. ABC permanece donde estuvo siempre: con la libertad, con el orden, con la integridad de la Patria, con la Religión y con el Derecho, que es todavía decir, en España, con la Monarquía Constitucional y Parlamentaria.»
 
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1913, bautizo de la infanta Beatriz. infanta Isabel, la Chata, y Luisa de Orléans, bisabuela materna del actual rey. Destaca el porte de Cristina de Habsburgo reina de España
 
EL REY VIAJERO


En una época en la que la monarquía no solo española sino también mundial se veía amenazada por las diferentes fuerzas opositoras, el monarca Alfonso XIII consideró que una forma de salvar la monarquía española sería conseguir acercarse al pueblo para, de esta forma, afianzar la ya debilitada monarquía. Este gran interés del Monarca por asegurar sus dominios lo llevó a conocer en un corto espacio de tiempo la gran mayoría de regiones españolas.

Hacía el año 1902 se plantea por primera vez la realización de una visita a una de las pocas regiones españolas que le quedaba por conocer, las Islas Canarias, con el fin de no solo conocer la problemática específica de las mismas, por su situación geográfica, sino también para asegurarla políticamente.

Este viaje sería planificado para el año 1905, no obstante, por dificultades en la agenda Real, tales como la visita del Rey de Inglaterra, los viajes del monarca para ultimar los preparativos de su enlace matrimonial con la Princesa británica Doña Victoria Eugenia de Battenberg y la visita del Rey de Portugal entre otros inconvenientes, se pospuso para el año 1906.

La flota encargada de llevar a Alfonso XIII a su destino estaría compuesta por dos divisiones, la primera estaría supervisada por el General Matta y compuesta por el “Pelayo”, el “Princesa de Asturias” y el “Río de Plata”. Por su parte, la segunda división estaría a cargo del General Santalo y compuesta por el “Carlos V”, el “Giralda” y el “Extremadura”. Por su parte, la Familia Real realizaría su viaje a bordo del “Alfonso XII” que fue reformado expresamente para este viaje.

Con estos datos iniciales, no es de extrañar que esta visita Real trajera consigo unos gastos muy elevados, no solo para el gobierno sino también para el pueblo canario, que se vio obligado a adornar y limpiar sus calles y casas para la próxima visita del monarca español, siendo esto obligatorio para los habitantes y de no hacerlo podrían ser duramente sancionados. Esta iniciativa del Gobierno Canario era diariamente recalcada por la prensa que en esta visita jugó un papel de gran importancia.

La prensa peninsular decidió no acudir a Canarias para cubrir la visita ya que su traslado se llevaría a cabo en buques de guerra y no en el “Alfonso XII” de este modo solo conocerían datos del viaje por medio de noticias oficiales. Por su parte la prensa canaria hablaría extensamente de esta visita haciendo mención de todos los eventos realizados tanto eclesiásticos como militares. No obstante, las planificaciones de la visita, estaban centrados en conocer las islas y no sus problemáticas que era, en un comienzo, el principal objetivo de este viaje, algo que finalmente no se llevó a cabo.

La primera isla que recibió al monarca, como ya se ha comentado con anterioridad fue la de Tenerife, la más larga de todas, duraría cuatro días. A continuación el “Alfonso XII” arribaría las costas de Gran Canaria y estaría allí durante tres días. A continuación acudiría a la isla de La Palma, el Hierro, La Gomera, Fuerteventura y Lanzarote, en las cuales no pernoctaría en ninguna ocasión.

Se puede decir que el Monarca español consiguió su principal objetivo, que era conseguir que el pueblo canario reafirmara su sentimiento monárquico y se posicionaran al lado del Rey, sin embargo, los gastos ocasionados fueron muy elevados y no permitieron que el Rey volviera a visitar las Islas Canarias.


Revista Internacional de Protocolo
 
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ALFONSOXIIII Y ALFONSO DE ORLEANS

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INFANTE ALFONSO CON LOS REYES DE ESPAÑA
 
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