Al menos medio centenar de muertos y 156 heridos en los graves incendios de Grecia

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INCENDIOS FORESTALES
Al menos medio centenar de muertos y 156 heridos en los graves incendios de Grecia
Todas las víctimas han sido halladas en un área próxima al puerto de Rafina, a unos 30 kilómetros de Atenas
AGENCIAS
Atenas
24/07/2018 - 07:27 h. CEST

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El número de muertos en los graves incendios que han arrasado desde este lunes la costa al noreste de Atenas asciende ya a 50, mientras que los heridos son 156, según el último balance de Protección Civil, que ha advertido que puede haber más víctimas mortales.

Todas las víctimas han sido halladas en el área comprendida entre el puerto de Rafina, a unos 30 kilómetros de Atenas, y Nea Makri, situada unos diez kilómetros más al norte.

El portavoz del Gobierno griego D. Tzanakopoulos ha indicado que desde el primer momento las autoridades han desplegado decenas de helicópteros y más de 300 camiones de bomberos.

El primer incendio se ha registrado en un bosque de pinos cerca de Kineta, situado 50 kilómetros al oeste de Atenas, mientras que el segundo ha tenido lugar en Penteli, al norte de la capital. Las llamas se han extendido también hacia el este de la ciudad.


FOTOGALERÍA | Las imágenes del incendio / COSTAS BALTAS (REUTERS)

Al menos 150 bomberos trabajan en Kineta, si bien no han logrado controlar las llamas a causa de los fuertes vientos en la zona, lo que ha llevado a las autoridades a pedir a los residentes de la región a abandonar sus viviendas ante el riesgo de propagación.

Por el momento se desconocen las causas de los incendios, frecuentes en el país durante el verano. De hecho, se ha registrado un tercer incendio en la isla de Creta, donde trabajan decenas de bomberos.

Las autoridades griegas, que estiman que la cifra de víctimas mortales aumente, han señalado que al menos cuatro turistas de Dinamarca se encuentran en paradero desconocido.

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http://cadenaser.com/ser/2018/07/24/internacional/1532409575_483181.html
 
Grecia examina sus fallos ante la ola mortal de fuegos
El Gobierno ha solicitado un dron especial a EE UU para rastrear toda huella de “actividad sospechosa”
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MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO (ENVIADA ESPECIAL)
Rafina 25 JUL 2018 - 18:35 CEST
Grecia ha dejado hasta este miércoles al menos 80 muertos y más de 180 heridos tras el paso este lunes de una lengua de fuego por el norte y noroeste del Ática, la región que rodea la capital griega. Todas las víctimas, entre las que hay adolescentes, niños e incluso un bebé de seis meses, han sido halladas en el área comprendida entre el puerto de Rafina, a unos 30 kilómetros de Atenas, y Nea Makri, unos 10 kilómetros más al norte, con la zona cero localizada en Mati, una típica localidad balnearia muy frecuentada por los locales. La sospecha de que tras los incendios pueda estar la especulación inmobiliaria o incluso el indisimulado intento de construir parques eólicos son hipótesis plausibles para muchos griegos.


FOTOGALERÍA Los incendios reducen Mati a cenizas

Las autoridades helenas sugieren que los incendios podrían haber sido provocados. Han solicitado un dron especial a Estados Unidos para rastrear toda huella de “actividad sospechosa” —como la calificó el martes el portavoz del Gobierno— al constatarse la existencia, en la tarde del lunes, de 15 focos de fuego simultáneos en tres frentes distintos en el Ática. Los servicios de emergencia buscan a un número indeterminado de desaparecidos, según informan medios griegos como el diario Kathimerini.


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Parece que fue la resistencia de muchos vecinos a abandonar sus casas —la mayoría, segundas residencias en mitad del bosque— la principal causa de la tragedia. La mayoría de las víctimas mortales fueron halladas dentro de las casas y algunas en el interior de los vehículos en los que pretendían escapar del fuego, según ha informado este martes el portavoz del Gobierno, Dimitris Tznakópulos. Además de la querencia de los habitantes por sus bienes, otras causas, como la abundancia de construcciones, muchas de ellas ilegales, y la suma de recortes desde 2010, que han dejado los servicios públicos griegos en el chasis, se barajan como factores que explican, con trazo grueso, la magnitud de esta tragedia.

En febrero de 2017, por ejemplo, 4.000 bomberos vieron expirar sus contratos temporales, suscritos en 2012. Una votación parlamentaria, impulsada por el Gobierno, rescató apenas a la mitad de ellos (2.160). En las labores de extinción de este último incendio participaron nueve patrulleras de la Guardia Costera, dos destacamentos militares y decenas de embarcaciones privadas, asistidos por helicópteros del Ejército, en apoyo de los alrededor de 700 bomberos desplegados en el interior con ayuda de 80 vehículos. Al hallarse la zona cero del incendio a apenas 300 metros del mar, muchos damnificados buscaron refugio en la orilla. La Guardia Costera rescató a unas 900 personas del litoral, y a una veintena del interior del agua. A escasos metros del mar, un grupo de rescate de la Cruz Roja halló la escena más horripilante de esta tragedia: un grupo de 26 personas abrazadas, carbonizadas en el patio de una taberna.

También el afán especulador ha demostrado ser un factor clave en los incendios registrados en los últimos años, como los que en agosto de 2009 afectaron a zonas boscosas al norte y noroeste de Atenas, menos graves y sin daños personales. La hiperpoblada capital griega como epicentro alrededor del cual gravitan, un año tras otro, demasiados fuegos: sucesos provocados para lograr la recalificación de terrenos, sumados al ansia de promotores inmobiliarios.

Hasta el lunes, el peor incendio en la historia reciente de Grecia era el declarado en el verano de 2007 en el Peloponeso y la isla de Evia, que se cobró entre 70 y 77 vidas, según las fuentes. La cifra de víctimas se ha superado este miércoles.

https://elpais.com/internacional/2018/07/25/actualidad/1532509396_341978.html
 
incendio que ha dejado 81 muertos en Grecia, los damnificados denuncian la falta de previsión y respuesta de las autoridades


Los pocos hoteles abiertos en Mati, una localidad balnearia a una treintena de kilómetros al noroeste de Atenas que hasta el lunes era también un paraíso de colonias infantiles, sorteaban este miércoles los estragos del fuego con generadores y bombas de agua y acomodaban las reservas de turistas extranjeros y al tropel de periodistas llegados al lugar. En las casas engullidas por las llamas, en una ceremonia de duelo todo lo privada que permite la presencia de decenas de cámaras de televisión, los habitantes del lugar se enfrentaban a los daños. “Trabajé durante toda mi vida para construir esta casa para mi hija, y ahora ya no queda casa, y mi hija, de 55 años, y mi nieto de 18 están en el hospital con quemaduras”, explicaba a la puerta de su casa, o lo que queda de ella —el piso superior se desplomó sobre el bajo—, Vasilis Alexiu, un jubilado de banca que da gracias al cielo por contarlo. Su esposa lloraba inconsolablemente al lado.

Su queja era el miércoles un lamento generalizado entre los damnificados: “Nadie nos avisó de nada. Es verdad que el fuego lo devoró todo muy rápido, en apenas cinco minutos nos pasó por encima, por eso mi hija y mi nieto salieron de estampida en el coche. Llegaron a la playa, pero el fuego lo había hecho antes y se quemaron los pies al pisar la arena, que estaba llena de ascuas que caían de los árboles. Volvieron al coche y, tras muchos esfuerzos, los encontré aquí al lado y me los llevé al hospital”.

Como otros muchos vecinos, Alexiu deplora la aparente ausencia de un plan organizado de evacuación y cómo el sálvese quien pueda se impuso el lunes, con el trágico resultado conocido. Dos bomberos amparados en el anonimato abundan en esa queja. “Desviaron el tráfico rodado hacia el mar, cuando el frente de fuego se dirigía precisamente hacia allí desde la montaña, con vientos que alcanzaron ráfagas de entre 100 y 120 kilómetros por hora, así que los coches se vieron en un callejón sin salida. Algunas víctimas murieron encerradas en los vehículos”.

Sobre la búsqueda de desaparecidos, que continúa, los bomberos estiman que la mayoría, “sobre todo personas mayores, residentes permanentes [en la zona]”, estará dentro de las casas, “que alcanzaron una temperatura de 80-90 grados centígrados”. “Buscamos con mucho cuidado. No podemos utilizar las mangueras para sofocar posibles rescoldos porque la presión del agua diluiría cualquier resto humano carbonizado. Así que irán apareciendo en los próximos días”, asumen —o esperan— con resignación. Un equipo de buzos de la Guardia Costera griega rastreaba el fondo marino a una quincena de metros de la orilla, por si encontraban a alguno de los desaparecidos, “entre 37 y 40”, según los bomberos; casi un centenar para otras fuentes. Poco después de la charla, hallaban el cadáver de una anciana de 88 años, que se había refugiado en la bañera de su casa.

También los bomberos lamentaban que la respuesta de las autoridades se viera sobrepasada por la velocidad del fuego. “Nosotros dimos un primer aviso, pero correspondía al Ejército [hay varios acuartelamientos en la zona] o a la policía dirigir la evacuación. Cuando quisieron hacerlo ya era tarde”. Lo cierto es que el único mensaje de las autoridades en la noche del lunes —pocas horas después de que se declarara el incendio— fue precisamente ese, abandonar las casas con lo puesto. Pero la naturaleza llevaba la voz cantante. “¿Cree usted que rodarán cabezas? Como en su país, seguro que ninguna…”, se preguntaba retóricamente uno de los bomberos sobre la asunción de responsabilidades. La fiscal del Tribunal Supremo griego ha ordenado una investigación, ante los indicios de una inadecuada respuesta oficial, o incluso sobre la inexistencia de un plan actualizado de evacuación. La proliferación de construcciones ilegales, no censadas, sobre todo a la orilla del mar, se baraja como otro factor en detrimento de una intervención eficaz y ordenada.

A Klelia Avatangelou, periodista en la treintena, la policía la desalojó de su casa —un chalé polifamiliar, típico griego, de padres, hijos y hermanos— la tarde del lunes. Con su hija de dos años y medio, “enferma de los pulmones”, fue llevada a la playa, donde perdió de vista a su marido durante 40 agónicos minutos y la niña se vio obligada a tragar “un aire irrespirable, puro humo denso”. Al final, fueron evacuados por mar hasta el puerto de Rafina.

“La casa podremos recuperarla con esfuerzo y tiempo. Pero nadie podrá recuperar jamás tantas vidas perdidas por la falta de previsión. No entendemos cómo ha pasado esto: hay bases del Ejército a dos pasos y podrían haber dado la voz de aviso, una señal de alarma… Es verdad que el fuego se abatió como un tornado, y que no se puede culpar a nadie de ello, pero tal vez pudo haberse prevenido en parte, ya que los incendios son una realidad recurrente en este país en verano”. El impotente por qué de las desgracias resonaba este miércoles con más fuerza si cabe entre las ruinas de un pueblo que, como dijo su alcalde pedáneo, ya no existe.

https://elpais.com/internacional/2018/07/25/actualidad/1532509396_341978.html
 
Hombre, me parece un poco increible que hayan movido el hilo de "crimenes" a política, porque es un crimen este incendio.

No ve entonces que este incendio ha sido intencionado, por lo tanto es un crimen.
 
Llegan los incendios climáticos: el Armagedón de las cenizas


Según los expertos, estamos ante una nueva generación de incendios forestales. Son los incendios del cambio climático: mucho más virulentos, con más capacidad de destrucción

José Luis Gallego
28/07/2018 - 20:13h
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Una mujer habla por teléfono en medio de varios coches quemados en Mati, al este de la capital griegaTHANASSIS STAVRAKIS/GTRES

Los testimonios de quienes han logrado sobrevivir a la violenta oleada de incendios forestales en Grecia son sobrecogedores: “Todo estaba en llamas, todo: árboles, casas, coches”, “era el propio aire lo que ardía: al respirar te quemaba la nariz”, “huimos hacia la playa y al volver todo había desaparecido, solo quedaban cenizas”.


Hay más de ochenta víctimas mortales y centenares de desaparecidos. Las llamas han arrasado centenares de edificios, infraestructuras y equipamientos. El bosque ha desaparecido para siempre en amplias zonas del país, pues difícilmente volverán a verse cubiertas de árboles.

Los que han logrado escapar de las llamas alertan de que éste no era un incendio “normal”. Su testimonio coincide con el de quienes sobrevivieron a los grandes incendios del año pasado en Chile, California, Australia o Portugal.

Según los expertos, estamos ante una nueva generación de incendios forestales. Son los incendios del cambio climático: mucho más virulentos, con más capacidad de destrucción.

El cambio climático está provocando sequías cada vez más severas y recurrentes, disparando las altas temperaturas y extremando los procesos de estiaje en el bosque, lo que, unido a la aparición de nuevas plagas forestales, debilita las arboledas y las hace mucho más vulnerables.

Más allá de su origen -de si han sido provocados intencionadamente, por una imprudencia o tienen una causa natural-, las llamas se extienden a mayor velocidad, logran alcanzar frentes de decenas de kilómetros y resultan imposibles de extinguir con los métodos y el conocimiento que hemos venido utilizando hasta ahora.

Hace un tiempo tuve oportunidad de entrevistar a uno de los mayores expertos en gestión de incendios a nivel europeo: el bombero catalán Marc Castellnou, ingeniero forestal y jefe de los GRAF, el grupo de élite de los Bomberos de la Generalitat de Catalunya. Según él, la mejor herramienta para combatir los nuevos megaincendios del cambio climático son los viejos incendios de baja intensidad: los de siempre.

Para Castellnou, la obsesión por apagar cualquier incendio a la primera llama de cambio está provocando una situación paradójica en el monte: el exceso de bosque. Porque el aumento de la superficie forestal no es siempre una buena noticia. Especialmente en el bosque mediterráneo.

Antes, quien tenía un bosque en España tenía un pozo de petróleo. Madera, leña, carbón, resina, corcho: el bosque era el mayor yacimiento de empleo, fijaba población rural y tiraba de la economía en las comarcas forestales. Hoy toda esa actividad, ejemplo de desarrollo sostenible y economía circular, ha desaparecido. Y con ella la gente que usaba, limpiaba y cuidaba el monte. Pero la energía sigue ahí, acumulada en forma de combustible vegetal y lista para arder a la prima chispa. Y el cambio climático es el mechero.

El calentamiento global está convirtiendo los bosques del planeta en un inmenso pajar. Lo que ocurre estos días en los países escandinavos nos demuestra que nadie está a salvo. En Suecia están batiendo todos los récords de altas temperaturas. Por encima del Círculo Polar Ártico, donde en verano suelen mantenerse a 15 grados, están alcanzando el doble de temperatura. Como consecuencia, el país sufre la mayor oleada de incendios de su historia: casi un centenar en lo que llevamos de verano. Y no saben cómo apagarlos.

Si queremos salvar nuestros bosques debemos volver al bosque para explotarlo de manera sostenible, respetando la naturaleza y conservando su biodiversidad. Es hora de retirar y aprovechar todo ese combustible que está a punto de arder antes de que lo aproveche el próximo megaincendio y convierta nuestros bosques en un inmenso cenicero.

Hay que impulsar el aprovechamiento de la biomasa forestal como fuente de energía renovable. Hay que devolver el protagonismo a los ingenieros forestales: ellos están mejor preparados que nadie para recuperar nuestros bosques y hacerlos productivos. Hay que devolver la dignidad a nuestros agentes forestales y medioambientales, que llevan años alertándonos del alto riesgo de incendio al que nos enfrentamos. Ellos son nuestros ojos y nuestras primeras manos en el bosque.

Y hay que escuchar muy atentamente a los expertos que, como Marc Castellnou, señalan la necesidad de integrar el incendio forestal de baja intensidad en nuestra cultura y entenderlo como una herramienta eficaz para prevenir los megaincendios, esos nuevos incendios climáticos que están dando vida al gran Armagedon de las cenizas por todo el planeta.

https://www.eldiario.es/zonacritica/Llegan-incendios-climaticos-Armagedon-cenizas_6_797280277.html
 
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