AIRE LIBRE- Irati, el bosque mágico del Pirineo

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Estos días comienza en los bosques peninsulares la esperada coloración del otoño. En la Selva de Irati, que cubre valles y montes del norte de Navarra, las brumas confieren un halo de magia al espectáculo. Nos adentramos en esta inmensa foresta de arrebatadora belleza en busca de los ocres de sus hayas y del eco de sus leyendas

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Colores otoñales en el bosque de Irati, en Navarra. AGE FOTOSTOCK

PEDRO RETAMAR
10 OCT 2017 - 00:00 CEST


Las primeras nieblas mañaneras que marcan el final del estío y el inicio del otoño traen el olor a humedad que caracteriza a estos bosques atlánticos. Los últimos chaparrones del pegajoso verano se convertirán sin querer en las pertinaces lloviznas que anuncian el otoño. Las brisas que acariciaban las laderas boscosas en un suave balanceo de crestas arbóreas se descuelgan ahora silbando por entre las quebradas y los cantiles. La gama de verdes que ha lucido la foresta los últimos meses se motea ya de dorados y ocres. El espectáculo de la otoñada acaba de levantar su telón.

No es fácil olvidar los impresionantes paisajes otoñales, pintados de colores, formas y texturas, que se descubren en un paseo por el corazón de los bosques de Irati. Imágenes casi mágicas veladas por la escasa luz que deja pasar la vegetación y las húmedas nieblas que inundan la fronda con la otoñada. Una magia que ha traído consigo una herencia de leyendas. Si las brumas se condensan y los vientos mueven las copas de los árboles, quizá se cruce ante los atónitos ojos del excursionista un desfile de lamias (dragones con cabeza de mujer) con el sudario de la reina Juana de Labrit, madre de Enrique IV, tristemente famosa por hacer destruir las casas e iglesias de los católicos que habitaban estos lugares.

El principal valor de este enclave se muestra en el excelente estado de conservación de toda su inmensa foresta y en el adecuado equilibrio de cada uno de sus ecosistemas. La regeneración natural del bosque ha sido capaz de devolver al territorio la arrebatadora belleza que ahora luce, a pesar de la explotación forestal sufrida en siglos pasados. Como en los tiempos de aquella invencible flota de la Marina Real, que taló grandes extensiones del bosque para construir los barcos que combatían contra Inglaterra. El río Irati se usaba entonces como autopista fluvial para hacer navegar los troncos hasta los aserraderos de Sangüesa. El alto índice de precipitaciones anuales convierte cada rincón en una zona de especial profusión de vida, tanto animal como vegetal. Los manantíos salpican las laderas y empapan las tierras profundas y orgánicas que sujetan este grandioso manto verde. La masa arbórea se compone de dos especies esenciales: hayas y abetos, en forma de manchones puros o mezclados entre sí. Pero también se nutren sus espesuras de robles peludos, arces, tejos, serbales, acebos, avellanos y tilos, la plétora de vegetales más representativos de la Navarra emboscada.


Los montes mejor preservados
Tres reservas naturales con medidas especiales de conservación y protección guardan las áreas más valiosas de todo el entorno. La de Mendilatz se sitúa en el valle de Aezkoa, en las vertientes del monte del mismo nombre, muy cercana a la frontera con Francia. La orografía caótica con abundancia de quebradas, simas y fisuras ha facilitado la preservación óptima del enclave, debido a las dificultades de acceso a cualquier tipo de explotación forestal. Cobijados entre la profusa capa herbácea conviven grandes herbívoros, como ciervos y corzos, junto a pequeños carnívoros de actividad incansable, como martas y ginetas. Entre el grupo de las aves tienen especial interés las parejas de pitos negros y picos dorsiblancos que comparten el territorio.

Tristuibartea es el nombre de otra de las reservas afincadas en la selva de Irati. Localizada en la ladera norte del monte Petxuberro, también en los terrenos del valle de Aezkoa, su característica principal radica en albergar un tupido bosque de robles peludos. El tamaño de esta formación y el excepcional desarrollo de la mayoría de sus ejemplares convierten su feudo en un buen ejemplo de la madurez arbórea, a la que deberían aspirar todos los montes peninsulares.

El tercero de los espacios protegidos se ubica sobre una superficie de 64 hectáreas en el monte La Cuestión, y recibe el apelativo de Lizardoia por ocupar la ladera norte del monte homónimo. Está considerado el paraje de mayor interés de Irati por la estructura monumental del bosque que lo habita. El aislamiento y las escasas vías de penetración han convertido este hayedo en el más viejo de la Península, con tremendos ejemplares de porte espectacular. Un camino, procedente de las inmediaciones del embalse de Irabia, se interna en la reserva para perder su existencia al poco de llegar a ella y quedar tan solo en una estrecha vereda que llega incluso a desaparecer algunos tramos sumergida entre la maraña abusiva.
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JAVIER BELLOSO

Propuestas para recorrer Irati
Dos accesos principales sirven para internarse en esta selva pirenaica, por el lado occidental desde Orbaizeta y por el oriental desde Ochagavía, donde se encuentra su centro de interpretación de la naturaleza, un punto indispensable para informarse de todos los recorridos. En Casas de Irati, muy cerca de la ermita de la Virgen de las Nieves, existe otro centro de información y se ofrecen diferentes servicios de restauración. Y en Arrazola, cerca de la fábrica de armas de Orbaizeta, también se encuentra otro. Durante el invierno el centro de esquí de Abodi, en la carretera de Larraun, ofrece rutas por el bosque de Irati con esquís de travesía o raquetas de nieve.

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La Selva de Irati, en Navarra. AGE


Sendas y caminos surgen por todos los rincones de la fronda en una maraña de propuestas para internarse por la inhóspita naturaleza de sus espesuras. Un mapa detallado de la red de senderos señalizados es esencial para no perderse y conocer los niveles de dificultad y distancias. A pie, en bicicleta o, cuando lleguen las nieves, con esquís o raquetas, estas sendas conducen a los excursionistas por los recovecos del bosque, inmersos en el espectáculo natural de cada estación del año. Uno de los senderos más singulares es el sendero interpretativo de Errekaidorra, un recorrido de 10 kilómetros entre los valles de Salazar y Aezkoa, con una pasarela que los une por encima del arroyo Errekaidorra. En este paseo se descubre cómo usaban los paisanos los recursos naturales del bosque y se da a conocer, con escenarios de museo al aire libre, la riqueza natural de la selva.

El Centro BTT Irati, con dos sedes de acogida en Casas de Irati en Salazar y en Chalets d’Iraty en Zuberoa, es un proyecto centrado en la bicicleta de montaña entre los dos valles de Irati, con una red de senderos de más de 400 kilómetros señalizados en 16 rutas de diferentes dificultades y dureza.


TIEMPO DE MIGRACIÓN
El límite norte de la selva de Irati pisa la raya imaginaria que la separa del país vecino, cerca del Col de Organbidexka, en la sierra del Orhi, uno de los cuatro cuellos de botella del continente que sirven de paso a las aves migratorias. Organbidexka ve pasar cada año unas 20.000 rapaces de una veintena de especies, decenas de miles de grullas, torcaces, cigüeñas y pájaros más pequeños. La cercanía de este paso migratorio hace que la selva de Irati tenga más importancia en los inicios del otoño, cuando se produce la mayor afluencia de aves al sur.

Algunas empresas de actividades en la naturaleza ofrecen guías especializados en ornitología para excursionistas:

www.itarinatura.com

www.mirua.com

www.aumak.es

Más información:
www.irati.org

www.turismo.navarra.es

www.selvadeirati.com

www.aezkoa.com

www.valledesalazar.com

https://elviajero.elpais.com/elviajero/2017/10/06/actualidad/1507288370_279160.html
 
Estos días comienza en los bosques peninsulares la esperada coloración del otoño. En la Selva de Irati, que cubre valles y montes del norte de Navarra, las brumas confieren un halo de magia al espectáculo. Nos adentramos en esta inmensa foresta de arrebatadora belleza en busca de los ocres de sus hayas y del eco de sus leyendas

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Colores otoñales en el bosque de Irati, en Navarra. AGE FOTOSTOCK

PEDRO RETAMAR
10 OCT 2017 - 00:00 CEST


Las primeras nieblas mañaneras que marcan el final del estío y el inicio del otoño traen el olor a humedad que caracteriza a estos bosques atlánticos. Los últimos chaparrones del pegajoso verano se convertirán sin querer en las pertinaces lloviznas que anuncian el otoño. Las brisas que acariciaban las laderas boscosas en un suave balanceo de crestas arbóreas se descuelgan ahora silbando por entre las quebradas y los cantiles. La gama de verdes que ha lucido la foresta los últimos meses se motea ya de dorados y ocres. El espectáculo de la otoñada acaba de levantar su telón.

No es fácil olvidar los impresionantes paisajes otoñales, pintados de colores, formas y texturas, que se descubren en un paseo por el corazón de los bosques de Irati. Imágenes casi mágicas veladas por la escasa luz que deja pasar la vegetación y las húmedas nieblas que inundan la fronda con la otoñada. Una magia que ha traído consigo una herencia de leyendas. Si las brumas se condensan y los vientos mueven las copas de los árboles, quizá se cruce ante los atónitos ojos del excursionista un desfile de lamias (dragones con cabeza de mujer) con el sudario de la reina Juana de Labrit, madre de Enrique IV, tristemente famosa por hacer destruir las casas e iglesias de los católicos que habitaban estos lugares.

El principal valor de este enclave se muestra en el excelente estado de conservación de toda su inmensa foresta y en el adecuado equilibrio de cada uno de sus ecosistemas. La regeneración natural del bosque ha sido capaz de devolver al territorio la arrebatadora belleza que ahora luce, a pesar de la explotación forestal sufrida en siglos pasados. Como en los tiempos de aquella invencible flota de la Marina Real, que taló grandes extensiones del bosque para construir los barcos que combatían contra Inglaterra. El río Irati se usaba entonces como autopista fluvial para hacer navegar los troncos hasta los aserraderos de Sangüesa. El alto índice de precipitaciones anuales convierte cada rincón en una zona de especial profusión de vida, tanto animal como vegetal. Los manantíos salpican las laderas y empapan las tierras profundas y orgánicas que sujetan este grandioso manto verde. La masa arbórea se compone de dos especies esenciales: hayas y abetos, en forma de manchones puros o mezclados entre sí. Pero también se nutren sus espesuras de robles peludos, arces, tejos, serbales, acebos, avellanos y tilos, la plétora de vegetales más representativos de la Navarra emboscada.


Los montes mejor preservados
Tres reservas naturales con medidas especiales de conservación y protección guardan las áreas más valiosas de todo el entorno. La de Mendilatz se sitúa en el valle de Aezkoa, en las vertientes del monte del mismo nombre, muy cercana a la frontera con Francia. La orografía caótica con abundancia de quebradas, simas y fisuras ha facilitado la preservación óptima del enclave, debido a las dificultades de acceso a cualquier tipo de explotación forestal. Cobijados entre la profusa capa herbácea conviven grandes herbívoros, como ciervos y corzos, junto a pequeños carnívoros de actividad incansable, como martas y ginetas. Entre el grupo de las aves tienen especial interés las parejas de pitos negros y picos dorsiblancos que comparten el territorio.

Tristuibartea es el nombre de otra de las reservas afincadas en la selva de Irati. Localizada en la ladera norte del monte Petxuberro, también en los terrenos del valle de Aezkoa, su característica principal radica en albergar un tupido bosque de robles peludos. El tamaño de esta formación y el excepcional desarrollo de la mayoría de sus ejemplares convierten su feudo en un buen ejemplo de la madurez arbórea, a la que deberían aspirar todos los montes peninsulares.

El tercero de los espacios protegidos se ubica sobre una superficie de 64 hectáreas en el monte La Cuestión, y recibe el apelativo de Lizardoia por ocupar la ladera norte del monte homónimo. Está considerado el paraje de mayor interés de Irati por la estructura monumental del bosque que lo habita. El aislamiento y las escasas vías de penetración han convertido este hayedo en el más viejo de la Península, con tremendos ejemplares de porte espectacular. Un camino, procedente de las inmediaciones del embalse de Irabia, se interna en la reserva para perder su existencia al poco de llegar a ella y quedar tan solo en una estrecha vereda que llega incluso a desaparecer algunos tramos sumergida entre la maraña abusiva.
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JAVIER BELLOSO

Propuestas para recorrer Irati
Dos accesos principales sirven para internarse en esta selva pirenaica, por el lado occidental desde Orbaizeta y por el oriental desde Ochagavía, donde se encuentra su centro de interpretación de la naturaleza, un punto indispensable para informarse de todos los recorridos. En Casas de Irati, muy cerca de la ermita de la Virgen de las Nieves, existe otro centro de información y se ofrecen diferentes servicios de restauración. Y en Arrazola, cerca de la fábrica de armas de Orbaizeta, también se encuentra otro. Durante el invierno el centro de esquí de Abodi, en la carretera de Larraun, ofrece rutas por el bosque de Irati con esquís de travesía o raquetas de nieve.

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La Selva de Irati, en Navarra. AGE


Sendas y caminos surgen por todos los rincones de la fronda en una maraña de propuestas para internarse por la inhóspita naturaleza de sus espesuras. Un mapa detallado de la red de senderos señalizados es esencial para no perderse y conocer los niveles de dificultad y distancias. A pie, en bicicleta o, cuando lleguen las nieves, con esquís o raquetas, estas sendas conducen a los excursionistas por los recovecos del bosque, inmersos en el espectáculo natural de cada estación del año. Uno de los senderos más singulares es el sendero interpretativo de Errekaidorra, un recorrido de 10 kilómetros entre los valles de Salazar y Aezkoa, con una pasarela que los une por encima del arroyo Errekaidorra. En este paseo se descubre cómo usaban los paisanos los recursos naturales del bosque y se da a conocer, con escenarios de museo al aire libre, la riqueza natural de la selva.

El Centro BTT Irati, con dos sedes de acogida en Casas de Irati en Salazar y en Chalets d’Iraty en Zuberoa, es un proyecto centrado en la bicicleta de montaña entre los dos valles de Irati, con una red de senderos de más de 400 kilómetros señalizados en 16 rutas de diferentes dificultades y dureza.


TIEMPO DE MIGRACIÓN
El límite norte de la selva de Irati pisa la raya imaginaria que la separa del país vecino, cerca del Col de Organbidexka, en la sierra del Orhi, uno de los cuatro cuellos de botella del continente que sirven de paso a las aves migratorias. Organbidexka ve pasar cada año unas 20.000 rapaces de una veintena de especies, decenas de miles de grullas, torcaces, cigüeñas y pájaros más pequeños. La cercanía de este paso migratorio hace que la selva de Irati tenga más importancia en los inicios del otoño, cuando se produce la mayor afluencia de aves al sur.

Algunas empresas de actividades en la naturaleza ofrecen guías especializados en ornitología para excursionistas:

www.itarinatura.com

www.mirua.com

www.aumak.es

Más información:
www.irati.org

www.turismo.navarra.es

www.selvadeirati.com

www.aezkoa.com

www.valledesalazar.com

https://elviajero.elpais.com/elviajero/2017/10/06/actualidad/1507288370_279160.html
El follaje otoñal es siempre hermoso en cualquier parte del mundo, sus colores son innigualables... gracias por compartirlo @pilou12... Saludos y bonita semana. :kiss:
 
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