Ainhoa Arteta

En la página 10 hay una foto con un grupo de señoras(11) para mí la mayoría están ideales con mucho estilo.Nada que ver con la otra boda
 
A mi me da que ella tiene que tener un carácter dificilísimo, toda una diva del bel canto. Yo la vi hace meses interpretando La Traviata y decir maravillosa es poco, pero una cosa es tener ese fuerza en el escenario, para llevar tu carrera y otra es tener ese talante de puertas para adentro y compaginar la vida cotidiana con una carrera de esa talla. Supongo que de ahí tantos fracasos matrimoniales. También entiendo que como no hay problemas económicos y los matrimonios se contraerán con pactos bien cerrados, pues las bodas o los divorcios no tienen la trascendencia que para las personas de a pie. Se ilusionan, se casan con fiestón y si sale mal pues a otra cosa.
 
Ay ay, señoras, asuman que a partir de cierta edad no se puede llevar palabra de honor, tirantes o ni tan siquiera vestido sin mangas. Salvo que tengas una genética privilegiada o te machaques en el gym, y aún así con reservas. Lo digo desde mis 48 años y estando relativamente bien. Pero NO, por favor. Hay vestidos y conjuntos estilosísimos y muy modernos sin necesidad de ir embutida cual chorizo o enseñando las carnes.
 
Ay ay, señoras, asuman que a partir de cierta edad no se puede llevar palabra de honor, tirantes o ni tan siquiera vestido sin mangas. Salvo que tengas una genética privilegiada o te machaques en el gym, y aún así con reservas. Lo digo desde mis 48 años y estando relativamente bien. Pero NO, por favor. Hay vestidos y conjuntos estilosísimos y muy modernos sin necesidad de ir embutida cual chorizo o enseñando las carnes.
Totalmente de acuerdo con tu comentario.
 
A mi me da que ella tiene que tener un carácter dificilísimo, toda una diva del bel canto. Yo la vi hace meses interpretando La Traviata y decir maravillosa es poco, pero una cosa es tener ese fuerza en el escenario, para llevar tu carrera y otra es tener ese talante de puertas para adentro y compaginar la vida cotidiana con una carrera de esa talla. Supongo que de ahí tantos fracasos matrimoniales. También entiendo que como no hay problemas económicos y los matrimonios se contraerán con pactos bien cerrados, pues las bodas o los divorcios no tienen la trascendencia que para las personas de a pie. Se ilusionan, se casan con fiestón y si sale mal pues a otra cosa.
Sí, de acuerdo en todo. En un cumpleaños de Marta Ortega montó una bronca que salió en todos los medios. Total por defender asuntos y negocios del marido, y al poco tiempo se divorciaron. Creo que los Ortega no han vuelto a verle el pelo.
 
Ay ay, señoras, asuman que a partir de cierta edad no se puede llevar palabra de honor, tirantes o ni tan siquiera vestido sin mangas. Salvo que tengas una genética privilegiada o te machaques en el gym, y aún así con reservas. Lo digo desde mis 48 años y estando relativamente bien. Pero NO, por favor. Hay vestidos y conjuntos estilosísimos y muy modernos sin necesidad de ir embutida cual chorizo o enseñando las carnes.
Yo tengo 43 y sigo llevando minifaldas, vestidos de tirantes y shorts. Y no estoy ridícula ni nada por el estilo.
Vuelvo a repetir, hay chicas muy jóvenes que llevan vestidos inapropiados por peso/estatura/flacidez/celulitis. Tengo una conocida con veintitantos que lleva vestidos cortísimos y pechugas asomando, está gorda y que haga lo que quiera, aunque le quede como el culo. Que parece que en ellas está estupendo que cada una se ponga lo que le salga del moño y a cierta edad está prohibido y nosotras lo criticamos más.
Que cada una se ponga lo que le salga del moño.
 
Voy a poner dos entrevistas que le han hecho a Ainhoa Arteta en distintos momentos de su vida porque creo que más allá de la boda de ayer, tiene una vida muy interesante.

La primera

El último día de mi vida: Ainhoa Arteta“Estoy orgullosa de mis hijos y de haberme reconciliado con mi padre”
27/05/2018


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ILUSTRACIÓN: ORIOL MALET

Es de quienes piensan que en su vida han vivido ya cuatro o cinco vidas más, porque un día es para ella tan intenso como un año para una persona normal. Por eso, de reencarnarse, le gustaría hacerlo en un oso panda, para pasarse el día sentada comiendo bambú. Quería ser bailarina de ballet, pero su padre le dijo que con esas piernas que tenía y tiene había nacido para cascar las nueces, en vez de para bailar el Cascanueces. Y entonces, José Ramón, que así se llama su padre, le regaló un disco de Maria Callas. Y se puso a cantar. Hasta hoy. Ainhoa Arteta (Tolosa, 1964), que inaugura con Josep Carreras el Festival de Pedralbes el 6 de junio, tiene grabadas en su memoria dos avemarías cantados en la última década. El último, en su primera Semana Santa en Sevilla, en el 2016.

–La iglesia de la Macarena estaba atestada, como el camerino de los hermanos Marx en Una noche en la ópera. Por un lado, los soldados romanos; por otro, los nazarenos. Todo el mundo moviéndose, y yo despistadísima. De repente me encontré cantando frente a la Macarena. Y no sé cómo explicarlo, pero esa figura, esa cara, iba transformándose a medida que cantaba. Sé que la gente pensará que estoy alucinando. No soy una de esas personas que se pasan todo el día rezando el rosario, pero lo que vi y sentí era de tal magnitud que creí que no iba a poder terminar de cantar.

–¿Trascendió?
–Estoy convencida de que fue un momento de trascendencia; provocó un cambio en mi vida. He notado cómo, de repente, veo las cosas con más serenidad, con más calma, con más claridad.

Cree que hay algo más allá de la muerte. “No sé si existen el cielo y el infierno, pero creo que hay más dimensiones que en la que vivimos; que hay más sentidos que nuestros cinco sentidos y que hay más dimensiones. Esto no se acaba aquí”, sentencia. Y no le tiene miedo. “Mi madre se fue con una sonrisa, y siempre he visto un halo de paz en los fallecidos. No he visto la luz después del túnel y esas cosas que dicen, pero sí que veo que se van tranquilos mientras que los demás nos quedamos hechos polvo. Es como si llegaran a una fase en la que están mejor que en esta”, argumenta.

El otro avemaría lo cantó en el 2008 en el funeral de su madre. Fue, recuerda, una de las cosas más duras que le han pasado en la vida. Ainhoa estaba obcecada en que no se podía morir, que iba a ser la primera superviviente a un cáncer de páncreas. “Nunca he admitido un no, que me vencieran en algo; y esa fue la primera vez en que me sentí vencida. Aprendí una gran lección: en la vida no se puede todo, hay que dejarla fluir”. Estaba destrozada, y fue “tremendamente cruel que no me dejaran cantarla durante la misa. Tuve que hacerlo antes, y los curas no entraron en la iglesia hasta que terminé de cantarla”.

–¿Qué le dijo su padre cuando acabó?
No me dijo nada porque no nos hablábamos. Estuve muchos años enfadada con mi padre porque tuve una infancia muy difícil. Fue muy exigente conmigo y quedé marcada. Luego, cuando me tuve que enfrentar a la vida de verdad, la que te da las tortas sin anestesia, me puse en su lugar y entendí que lo que hizo, lo hizo por mi bien.

Su madre era su refugio ante su padre. Al morir, la soprano tuvo que hacer frente a su historia, con un padre, describe, nacido en la posguerra, exseminarista, muy austero, que a sus 83 años se ducha cada día con agua fría y todavía la riñe.

–Perdí a una madre, pero recuperé a un padre.

Y Josera, a una hija nacida para cantar.

1. Si supiera que mañana es el último día de su vida, ¿qué haría? ¿Cómo lo pasaría?
Sin ninguna duda, una gran fiesta con los míos y sonriendo hasta el último minuto porque eso lo aprendí y lo vi con mi madre.

2. ¿Qué le hubiera gustado hacer y ya no podrá porque no tendrá tiempo?
Aprender a cocinar con mi madre y como cocinaba ella. Lo añoro cada vez que me pongo delante de la cazuela y me digo: “¡Qué tristeza! ¡Con la cocinera que tuve yo en casa y no soy capaz de hacer nada más allá de un huevo frito!”.

3. ¿Qué aconsejaría a los que se quedan?
Que vivan la vida con intensidad. Pero, sobre todo un consejo, que no se enfaden por tonterías o bobadas. Que no pierdan un solo segundo en las tonterías banales diarias porque todo, al final, tiene solución.

4. ¿Cómo diría que fue su vida?
Muy intensa y vivida a mucha velocidad. A veces me da la sensación de que me pasan tantas cosas durante el día que me pasan en un día las cosas que a una persona normal le pasan en un año. Entonces no me da tiempo a veces a analizar todo lo que me ha pasado. Intensa, rápida y con cosas estupendas continuamente.

5. ¿De qué está más orgullosa?
De mis hijos, porque me enseñan cada día una lección nueva. Y también de haberme reconciliado con mi padre. Yo siempre estaba enfadada y mal con mi padre, y sin embargo hace unos años me reconcilié con él, y de eso estoy muy orgullosa también.

6. ¿Se arrepiente de algo?
Sí, de no haber pedido perdón antes en muchas ocasiones. Incluido a mi padre. De haber perdido el tiempo con gente estupenda en mi vida por haberme necrosado en una bobada.

7. ¿El mejor recuerdo de su vida?
Cuando tuve a mis hijos. No hay ningún éxito que me haya hecho sentir tanto como cuando tuve a Sarah, que tiene ya 17 años, y a Iker, que tiene 8. Me sentía como si fuera la única mujer que había hecho esa heroicidad en la vida, como si fuera omnipotente. Era una sensación de “cómo he podido hacer una cosa tan grande”. ¡Y fíjate que es lo que hacen todas las mujeres!

8. ¿Cuál sería el menú de su última cena?
Unos huevos fritos con patatas fritas y leche frita. La leche frita, con la receta de mi abuela, que luego la hacía mi madre y yo ya no la sé hacer.

9. ¿Se iría a dormir?
No, por supuesto que no. Lo que sí me gustaría es irme durmiendo con una gran sonrisa. Pero, a dormir, no.

10. ¿Cuál sería su epitafio?
La vida es corta. No la veas pasar. Entra en ella y vívela.
 
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Segunda

El trauma infantil de Ainhoa Arteta: un desconocido quiso abusar de ella

DE ANTEMANO
Ainhoa Arteta Ibarrolaburu. A ella los ocho apellidos vascos le quedan cortos. Tiene 32. “Contabilizados, 32 –se ríe–. Vamos, que vengo de la caverna”. Acaba de cumplir 51 años. Vive con su tercer marido, dos hijos, cuatro perros, dos gatos, un pez y un pájaro –Caruso– que le dice “¡calla!”. “O ‘muy bueno’ si canto algo”, añade su dueña. Hace 25 años que la bautizaron como “la top model de la lírica”. “¿Usted cree? –sonríe–. Como decía mi madre: soy resultona, nada más”. 25 años de carrera cumple este año sin echar nada en falta en el currículo. “Lo del canto para mí es una manera de expresarme. Yo cantaré aunque sea en el baño de mi casa”. Lo descubrió al morir su madre. “Estuve 15 días deambulando por casa sin cantar, y un día, a las cuatro de la mañana, me salió un ¡guaaa! No sé si canté tres óperas seguidas”. Ainhoa se toca el cuello. Lleva de collar una mariposa de su madre. Su muerte [en el 2007] fue un punto de inflexión, dice. “Estaba muy unida a mi madre”.
La soprano tiene poco de diva en las distancias cortas. Da confianza al dar dos besos. Mira a los ojos, habla sin filtros. Se reconoce cabezota. “Muy, muy burra y muy vasca”, añade. Le cuesta encontrar “el interruptor del off de la cabeza”, que dice ella. Tan sufridora como sus personajes de la ópera. “Reconozco que soy exigente”. Autoexigente, sobre todo. “Buf. Pero he aprendido a soltar lastre”.

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Usted sí que sabe lo que vale un peine.
Sí [se ríe].

Se crió en la peluquería de su madre.
Sí, sí. Trabajé seis años en la peluquería de mi madre. Corté pelos, ponía rulos y hacía permanentes.

La madre de Josep Carreras también tenía una peluquería.
Ah, ¿sí?

A ver si la laca va a tener un componente lírico.
[Se ríe] No, pero sí que tiene un componente tóxico.

“Era una especie de gabinete de psicología”, ha dicho.
Sí. Las mujeres en España en vez de ir al psicólogo van a la peluquería.

Es más barato.
Ahora empieza a ser un poquito más normal ir al psicólogo o al psiquiatra. Eso lo aprendí en EEUU.

¿Ah sí?
Sí, porque en EEUU el que no va al psiquiatra o al psicólogo es el que está mal.

¿Allí empezó a ir usted?
Sí. Sí, sí. Me parece que es algo estupendo. Te ayuda a poner tus problemas delante de ti y analizarlos con los ojos de otra persona.

¿Qué le enseñaron a usted?
¡Buf! Muchas cosas. A entenderme. A entender los traumas. De niña muchas veces te pasan cosas que luego son traumas que te coartan.

¿Tiene algún trauma?
Ehhh. [Titubea]. Sí, de pequeña tuve un trauma importante, porque tuve un… un… un… un episodio… de un... de una persona… cuando era muy pequeña, tenía 6 años. No terminó pasando nada, pero sí… sí quiso abusar de mí.

¿Qué?
Sí. Y eso me quedó ahí como una cosa... que, claro, en aquella época los padres eran un poco: “No se habla de esto”. Pero cuando te pasa con 6 años una cosa así…

¿Una persona cercana?
No, no, no, no. Era un desconocido. Iba yo con mis cromos a jugar y me dijo: “¿Me ayudas a subir unos paquetes?” o no sé qué. Y yo, con 6 años en un pueblo, pues imagínese: “Sí”. Y cuando empezó aquello, claro, yo me di cuenta y empecé a gritar. Ahí me salvó la voz, mire. Empecé a gritar. Era un portal, salió gente y se escapó. Pero todo esto me quedó a mí...

La pérdida de la inocencia.
Totalmente. Pero recuerdo que la reacción a esto fue que me llevaron a un médico y me pusieron no sé cuántas cosas en la cabeza. Mis padres… pensando… pues no sé... Y, luego, ya no hablar del tema. Y cada vez que yo sacaba el tema era como que no había existido. Que no había pasado.

Pero sí que había pasado.
¡Claro que había pasado! Pero todo eso lo solté de mayor. Porque es algo que no se olvida.

Buf.
Por eso le digo que los psicólogos y los psiquiatras están muy bien en la vida. Todo el mundo ha tenido algún episodio, no digo hasta ese extremo, pero sí algún episodio que no ha sabido resolver.

Solía ser muy pesimista.
Sí.

No lo parece.
No, no lo parezco, ¿verdad? Fue un antes y un después, cuando murió mi madre. No me pregunte por qué. [Hace una pausa] No lo sé.

¿Se hizo optimista?
Sí. Mi madre era una persona con una fuerza vital y un optimismo impresionantes. Una de las últimas cosas que me dijo antes de marcharse fue: “Hija mía, no te preocupes por tantas chorradas” [se ríe]. Así, ¿eh? “Te preocupas demasiado por chorradas”. “La vida –me dijo–, la vida se va”. Es una de las cosas más bonitas que me dejó mi madre [se emociona]. La pena es que no me ha visto. Bueno, espero que me esté viendo y que sepa que estoy disfrutando mucho. No voy a decir que mi vida es 'chupiguay', porque pasan cosas, pero desde luego tiene toda la razón del mundo: hay que hacer una lectura positiva de las cosas.

En el escenario siempre muere o la matan o vive atormentada. ¿En la vida recibe tantas puñaladas?
[Se ríe] No, por Dios. Lo que más me gusta después de terminar una obra donde he muerto es llegar a mi casa, abrir la puerta y encontrarme al niño con unos mocos hasta aquí [se señala la barbilla].

¿Qué tiene de diva en la vida real?
Poco, poco. Quizá la determinación. Que soy muy temperamental. Pero en lo demás soy una persona supernormal.

Dice que viene de familia pobre, convive con millonarios y sabe lo que es tener millones.
Sí. Sé qué es tener millones económicamente, pero también sé dónde reside la verdadera felicidad.

¿Y dónde reside?
En estar contento con lo que uno tiene.

¿Y usted lo está?
Sí.

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Inventó el “agudo de clavo”.
¿El agudo de clavo?

Contó que llevaba un clavo en el corpiño.
[Sonríe] Eso siempre. ¿Y me pinchó? [No lo recuerda]. Posiblemente.

Y sacó un agudo…
Importante [se ríe]. Yo siempre llevo un clavo torcido de cada producción.

¿Por qué?
Porque dicen que da suerte.

¿Metérselo en el corpiño?
En el corpiño me meto el clavo y todas las sortijas que llevo siempre. Con un imperdible.

¿Y le da suerte?
No lo sé, pero es como ir acompañada de mis espíritus. El clavo es por el respeto a las energías de los cantantes que han pasado por ese escenario.

Aparte de cantar, ha limpiado casas y ha trabajado de costurera.
[Asiente].

Le han pasado muchas cosas.
Muchas, sí. Muchísimas. Dese cuenta de que salí con 18 años de mi casa en plena transición. Soy de una familia muy humilde. Yo he vivido la vida de la calle y la vida, como digo yo, a pie de guerra.

En EEUU vivió con 1 euro al día.
Sí. Eres joven y todas esas cosas las tomas como normales. Pero sí pasé momentos... que no eran fáciles. Me tocaba vivir en barrios duros.

¿A qué ha sobrevivido?
Al su***dio de una compañera de habitación y cosas así. Vivía en un convento donde había refugiadas de África y gente con vidas tremendas. He vivido cerca de gente que se drogaba muchísimo.

¿Y cómo se esquiva eso?
Se esquiva haciendo como los ratones: entrando y saliendo sin que te vean.

También ha tenido una crisis de voz. Para usted sería como una crisis de identidad.
Totalmente. Perdí la voz.

Con 39 años.
Sí, 39, 40 años. Pero fue una pérdida por mala utilización del instrumento.

Y se replanteó cosas.
No llegué a plantearme del todo qué iba a hacer si no volvía a cantar nunca más, porque no llegó. Pero estuvo a punto. ¿Por qué no ocurrió eso?

¿Por qué?
Porque, como dice un amigo pianista, la necesidad hace virtud. Yo necesitaba volver a cantar. Y me ma-cha-qué [recalca cada sílaba]. Tuve que bajar hasta lo más bajo de abajo y dejarme llevar, cosa que me cuesta mucho.

¿Le han quedado secuelas?
He aprendido a decir que no. A cuidar mi instrumento como un auténtico tesoro. Y he aprendido otra cosa: que no existe solo un tren en la vida.

Ah, ¿no?
No. No. Eso es un cuento chino. [Pone tono de contar un secreto]. Hay muchos trenes.

Morirá cantando, dice.
Posiblemente. Yo he visto morir cantando a Victoria de los Ángeles [la soprano]. En su último aliento cantaba. No tenía ya nada, pero tenía voz.





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Se da por hecho que lleva la voz cantante en casa.
[Se ríe] No se crea.

¿El amor es otro cantar?
Sí. Mi marido [el jinete Jesús Garmendia] habla mucho menos, pero lo que dice va a misa.

¿Al tercer matrimonio va la vencida?
Sí [se ríe].

“He sido valiente en el amor”, ha dicho.
Sí. Me he dejado llevar por el instinto. Equivocándome, claro.

Como sus personajes, se enganchaba a relaciones tóxicas.
Totalmente.

Es de las que dicen “te quiero”.
Mucho.

¿A quién se lo repite más?
Sobre todo a mi marido y a mis hijos [Sarah, de 15 años, e Iker, de 5].

El último año ha estado ocho meses fuera de casa. ¿Cómo se vive eso en familia?
Uf, pues se vive mal. Por eso paré este verano. Hay teatros con los que llegas a pelearte, pero a estas alturas prefiero perder un teatro que perder a la familia. O perderme a mí misma.

Su pareja dice que es intensa hasta para ir a comprar el pan.
Sí [se ríe], es verdad. Es que no lo puedo evitar.

No terminó de leer ‘50 sombras de Grey’ por aburrimiento. Eso dice mucho de su vida amorosa.
Por favor [tono indignado]. Por favor. ¿Qué pasa? ¿Que no les han puesto mirando a Cuenca como es debido? [se ríe] Tampoco es estar todo el día colgada de un pino haciendo el tonto. No, hombre, pero de vez en cuando hay que hacer tonterías [se ríe].

Si su vida amorosa fuera una ópera, ¿ahora qué estaría cantando?
'Falstaff'.

Una comedia.
Es una de las óperas que más me han marcado. Porque es la última que compuso Verdi con ochenta y muchos años. Después de haber compuesto las óperas más dramáticas, compone una que termina diciendo: “Todo en el mundo es una burla, porque la mitad del mundo se burla de la otra mitad”.

Así que hay que tomárselo todo a broma.
Eso: que no hay que preocuparse por las chorradas.

Como decía su madre.
Como decía mi madre. Y Verdi.

 
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