80 Cumpleaños Vargas Llosa. 400 Invitados.

El Mundo Orbyt.

LA VIDA DE LOS OTROS

EMILIA LANDALUCE

02/04/2016

NO FUE EL CUMPLEAÑOS DE MARIO SINO LA BODA DE ISABEL


—Isabel, cuídanoslo.

Federico Jiménez Losantos se despedía de Vargas Llosa y Preysler en el Hotel Villa Magna. La filipina es muy simpática.

—Pero si ya hago TODO lo que puedo.

Ese TODO en mayúsculas ha sido el detalle más delicioso de cuantas crónicas he leído (algunas por escrito y otras por mensaje de texto) sobre el cumpleaños celebrado en el Hotel Villa Magna. El Nobel ha vuelto a ser un novel en lo que al amor se refiere. “La felicidad tiene un nombre: Isabel Preysler”. Tiene razón aunque en cierta ocasión escuché a una de las Koplowitz decir que la “felicidad sólo son momentos”. La Preysler también debe de tener los suyos. ¡Imaginen el tedio de Mario el día de la semana que ella sólo ingiere líquidos!

Una de las personas que estuvieron en la celebración sentenciaba. “No era el cumpleaños de Mario. Era la boda de Isabel”. Y pensar que esa “personita” no quería ir.



Hace unos cuatro años, me encontré con Vargas Llosa y su entonces mujer, Patricia, en la boda que Roberto y Nus —limeño e india— celebraron en Bombay. Les saludé sin hablar y con la mano en la boca. Unos días antes me había partido la mandíbula contra un bordillo en Goa —¡malditos bhang lassi!— y resistía el dolor con mucha ginebra con tónica india e Ibuprofeno. Una semana después, el escritor peruano publicaba en su página habitual. “¿Serán felices? Para casarse han tenido que vencer enormes obstáculos, un excelente comienzo. Un matrimonio feliz es una empresa común y exige tanta dedicación, fervor, paciencia e insistencia como una gran novela. Gentes de cinco continentes y una veintena de países hemos venido aquí a exigirles que sean felices. No deberían defraudarnos”. Ellos a nosotros, tampoco.

En El Cuarteto de Alejandría, Lawrence Durrellponía en boca de la pintora Clea unas palabras que seguramente no gustarán a las feministas: “Con las mujeres se pueden hacer tres cosas: amarlas, sufrir por ellas o convertirlas en literatura”. Las editoriales buscan ahora una biógrafa (autorizada o no) de Preysler. Las memorias de la china, como la llamaba Ruiz Mateos, sólo serían interesantes si se tratara del relato de la propia filipina. Los demás sólo podríamos sembrar de literatura barata las leyendas que la persiguen desde aquel día que metió a Boyer en un maletero. ¿Es verdad que se desmaya y que es capaz de hacer encaje de bolillos? “Señola, si no lelaja la bola no baja”, decía aquella profesora de la calle Ortega y Gasset que enseñaba a las señoras a hacer ejercicios de Kegel.



Mireia, la mujer filóloga de Gabriel Rufián seguro que piensa que “sería hermoso” que Vargas Llosa convirtiera a Isabel en literatura. ¡Pantaleona y sus visitadores! Ella es patrimonio de los españoles porque forma parte de nuestra memoria sentimental como la Reina Sofía vestida de rociera y Carmen Martínez-Bordiú en cualquiera de sus facetas: fascistoide y daliniana o con los gorilas en la niebla. ¡Qué gran libro serían también sus memorias! La nieta de Francoes buena amiga de Preysler. Las imagino compartiendo confidencias refinadamente descaradas, como lo es el buen erotismo. Martínez-Bordiú sigue en su acuerdo poliamoroso con Luis Miguel Rodríguez. Hay quien comenta que las dos amigas (Maricarmen e Isabel) andan picadas por el performance de sus amores. Por algún motivo pese a la delicadeza —esa personita— de Vargas comprendo el fervor que el empresario suscitó entre algunas damas conocidas de la capital. Rodríguez es inteligente, tiene ideales —siempre que le he visto de mesa a mesa en un restaurante, ha pagado con efectivo como Pedro Simón— y además, por lo que cuentan parece muy divertido. Ése debe de ser su secreto. Creo que se nota que quiero que me saque de juerga.



Estos días recorro Japón a la sombra de los cerezos (como las muchachas de Proust) en flor. Aquí los emperadores dedican sus días a podar bonsais, hacer haikus y a quedarse mudos si hablan mal de ellos. “Hace pocos días que te conozco. Creo que te quiero desde siempre”. Sólo son momentos.

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Gracias AMBERS, siempre es un placer leer a la Landaluce. Y puedo hacerlo gracias a tí, pues como me ocurre con el Trola, al periódico El Mundo no le doy ni un euro, ni en el kiosko ni en internet. Manías tontas que tiene una!
 
Yo creía que La China se lo había puesto un ministro amigo de Boyer.Morán o Fernández Ordóñez.
 
No estoy segura, pero juraría haber leído o escuchado a Peñafiel contar que se lo puso la madre de Julio Iglesias cuando la conoció.
Me imagino que no le gustó que una filipina recién llegada pillara a su niño con un bombo.
 
LA PARADOJA Y EL ESTILO

BORIS IZAGUIRRE
2 ABR 2016 - 00:00 CEST

La corbata por fuera

Álvaro Vargas en su alocución mencionó a su madre, Patricia, y la sala entera se quedó en silencio. No se oía ni un tenedor. Fue un gesto para acaparar la atención y sembrar un poco de paz en una situación siempre imprevisible

Definitivamente, me siento mejor desde que acudí a la cena de cumpleaños de Mario Vargas Llosa. Mientras escuchaba su discurso me dejaba llevar por su fascinante idioma y su repaso a unos 80 años que han enhebrado a Latinoamérica con Europa, y confirmaba que Vargas Llosa es irrepetible y que por eso era irrepetible participar de esa celebración. Vargas Llosa recordó la importancia de Proust, Cervantes y Shakespeare para el goce de la literatura. Señaló como Castro y Chávez terminaron convirtiendo sus revoluciones en fracasos económicos y aniquilando libertades democráticas. Y reconoció con complicidad que la felicidad llega a sus 80 años con nombre y apellido: Isabel Preysler.

Derramé una lágrima, que Iñaki Gabilondo observó resbalar hasta la moqueta. Claro que lloraba por esa declaración de amor, ¿quién no lo haría, siendo latino? También lloré un poquito por mis padres que fueron jóvenes al mismo tiempo que Vargas Llosa y que lo han admirado y leído desde el principio. Ellos, más que nadie, entenderían el alcance de esas palabras y esa extraordinaria carrera: ser el intelectual que reúne a un continente y a un idioma en permanente ebullición. Manteniendo en paralelo la literatura con la política en esos países nuestros donde la democracia, la corrupción y la dictadura a veces parecen ingredientes de un mismo guiso. De un mismo sancocho.

comparó a su padre con los Rolling Stones y fue muy celebrado, pero quien en realidad se parece a Mick Jagger es Preysler, por su poderío escénico, propio de un icono pop. Preysler tuvo gestos visibles e invisibles en la noche de su novio. Uno al aceptar la invitación de él a incorporarse a la foto junto a todos los escritores, como una más y la más distinta. Y otro, cuando nos tomó de la cintura a mi marido y a mí delante de un fotógrafo, apoyando sutilmente al matrimonio igualitario en una cena repleta de expresidentes conservadores y sus esposas.

No es una novedad que a las estrellas latinoamericanas de la literatura les gusta el poder o estar próximas a él. García Márquez y Octavio Paz también disfrutaron rodeados de presidentes. Preysler representa otro poder, propio del siglo XX: la celebridad. Quizás eso les atraiga pero esa noche, los dos parecían unos enamorados que han encontrado al fin su momento. Y eso también es poderoso.

Poco antes, durante el cocktail, coincidimos con el matrimonio Aznar-Botella. A él lo saludamos en plan marcial pero ella reaccionó como si estuviera delante del anticristo o de alguien de Podemos y tuve que sujetarla por un brazo para regalarle un beso. No fue fácil, intentó reprimirme, pero lo conseguí. En los cumpleaños, como en la cena de Navidad, amigos y no tan amigos tienen que darse un beso.

En los programas del corazón se confundieron con la etiqueta de la cena y mi marido y yo tuvimos una riña de última hora, propia de un matrimonio igualitario con prisa, por las corbatas. Me di cuenta en la fiesta de que existen dos tipos de matrimonios igualitarios: los que tienen problemas con la corbata y los que no, como los embajadores americanos, que estuvieron relajadísimos a pesar de un catarro en común. Por el contrario, mi marido y yo manteníamos la tensión porque ambos queríamos la misma corbata. ¡Quizás la felicidad a los 50 tenga nombre de diseñador de corbatas! Al llegar al Hotel Villamagna, mi marido me abandonó en el taxi al ver el ejército de periodistas en la rampa de acceso. Cuando bajé del coche y me planté delante del pelotón, Rubén ya estaba hablando de House of cards con el atractivo Andrés Herzog de UPyD. Mientras, yo posaba confiado en que mi pelo a lo Liberace y mis gafas de Cary Grant garantizarían un buen retrato. Me equivoqué, llevaba mi corbata oscura por fuera de la chaqueta del traje. Mis amigos, compasivos y falsos, dijeron que estaba creando una nueva moda. Yo lo veo casi como una causa de divorcio más comprensible que las razones de Javier Merino para dejar a nuestra querida Mar Flores.

Llevo toda la semana viéndome con esa corbata colgando y escuchando como en varios programas me califican o de escritor o de miembro del mundo del corazón. Y vuelvo a pensar en el discurso de Vargas Llosa para su cumpleaños. Un escritor nunca es solo un autor sino un hombre o una mujer vagando entre sus fantasmas buscando el nombre y apellido de su felicidad.
 
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