75 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE VENECIA

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Alfonso Cuarón deslumbra en Venecia con una obra maestra: 'Roma'

Es insólito que un director de su estatura haya recurrido a Netflix para financiar su nueva, íntima y excepcional película

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Alfonso Cuarón durante el estreno de 'Roma' en el 75 Festival de cine de Venecia

ALEJANDRO ALEGRÉ. VENECIA

31/08/2018


A lo largo de su carrera, Alfonso Cuarón ha demostrado poseer un dominio absoluto del lenguaje cinematográfico, pero su gran don como cineasta es que siempre presta más atención al elemento humano que a la técnica. Y por eso, aunque sobre el papel puede parecer insólito que un director de su estatura haya recurrido a Netflix para financiar su nueva película, no hay más que verla para que ese hecho cobre pleno sentido: ningún estudio de Hollywood habría querido estrenar en condiciones una película tan íntima como esta 'Roma' que hemos podido ver en el 75 Festival de Cine de Venecia.

Se trata de una obra de maneras tan delicadas y tan modestas que incluso resulta extrañamente incongruente llamarla una gran película, aunque eso es sin duda lo que es. Carece por completo del tipo de virguerías visuales que llaman la atención sobre sí mismas y que el mexicano sí incluyó en títulos como 'Hijos de los hombres' o 'Gravity'. Y aunque por supuesto está generosamente dotada de escenas formalmente deslumbrantes, son los momentos más mundanos lo que le dan su inmenso poder.






Según reconoce el mismo, 'Roma' es una película tremendamente personal para Cuarón, en tanto que está inspirada en sus recuerdos de infancia y juventud. Retrata un año en la vida de una familia de clase media de Ciudad de México a principios de los 70 a través de la mirada de su sirvienta indígena, Cleo (Yalitzia Aparicio), y para ello recurre menos a estructuras narrativas y arcos dramáticos rígidos que a la observación episódica y al uso de la atmósfera, el detalle y las texturas para trazar una completísima descripción de un tiempo y un lugar específicos, y para entremezclar lo personal y lo social y lo político.

En el proceso, la película –que toma su nombre del vecindario donde en su mayoría se sitúa— presta atención a cientos de pequeños detalles que la hacen parecer como un álbum de memorias fragmentadas aunque increíblemente vívidas: un póster de México 70, la pantalla torcida de una lámpara, un rugiente tubo de escape, un balón desinflado, una caca de perro –muchas de ellas, en realidad–. La casa que ocupa el centro de 'Roma' está tan minuciosamente detallada que al final de la película uno siente como si hubiera pasado la vida viviendo en ella.



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Alfonso Cuarón posa junto a las actrices mexicanas Nancy García (i), Yalitza Aparicio (2i), y Marina de Tavira (d) durante el estreno de la cinta 'Roma' en el 75º Festival Internacional de Venecia. (EFE)


En las notas de prensa de la película Cuarón la define como un homenaje a las mujeres que ayudaron a criarlo y, en efecto, en buena medida 'Roma' explora la relación extrañamente simbiótica que se desarrolla entre Cleo y su empleadora, Teresa, que como ella también es víctima de la incapacidad de un hombre para asumir su responsabilidad como cónyuge y como padre. Teresa a menudo se refiere a Cleo como "un miembro de la familia", y la película nos muestra los aspectos en los que esa descripción esto es realmente cierta y los aspectos en los que no lo es.

'Roma' nos habla de la familia y la lucha de clases, del nacimiento y la muerte, los hombres y las mujeres... de todo

Acompañamos a Cleo a través de su embarazo, y al mismo tiempo vemos cómo Teresa intenta salir adelante a solas con sus cuatro hijos, a menudo distrayéndolos con viajes y excursiones. Nos dejamos guiar por una cámara que pasea sin prisa pero sin pausa, capturando una cantidad increíble de información a su paso y siendo testigo de terremotos, incendios, prácticas de tiro en el bosque, clases masivas de artes marciales, lanzamientos de hombres-bala, violentos disturbios callejeros o muchachas que corren entre el bullicio de la calle para encontrarse con sus novios. Y a través de ella, y de esa hechizante fotografía en blanco y negro, 'Roma' nos habla de la familia y la lucha de clases, del nacimiento y la muerte, los hombres y las mujeres, la ciudad y el campo y el cine y la literatura y la tecnología y la política y los sueños y, en realidad, de todo en esta vida. Y, de nuevo, lo hace con una sencillez apabullante que en todo caso resulta absolutamente épica.


https://www.elconfidencial.com/cultura/2018-08-31/alfonso-cuaron-roma-venecia-obra-maestra_1610114/
 
De Emma Stone a Paz Vega: las mejor y peor vestidas del Festival de Venecia 2018

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31/08/2018
Venecia, la Serenissima, bebe los vientos por Cannes. ¿El motivo? El glamour ha invadido sus calles y canales a propósito de su 75 Festival de Cine. Una edición con una cifra redonda que bien merece un despliegue fashion propio de los años dorados del Hollywood clásico. Por su alfombra roja han pasado desde Georgina Rodríguez, novia de Cristiano Ronaldo,hasta llegar a Paz Vega, pasando por Naomi Watts o Emma Stone.Jornadas donde el despliegue estilístico da para mucho y donde los errores estéticos también tienen su aquel -siempre digno de análisis-. Aquí, el resumen de las mejor y peor vestidas de la noche
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GALERIA : https://www.vanitatis.elconfidencia...rgina-rodriguez-paz-vega-emma-stone_1610003#0
 
El filme inacabado de Orson Welles termina cuatro décadas después en La Mostra
El festival de Venecia estrena ‘Al otro lado del viento’, que el cineasta filmó entre 1970 y 1976 pero nunca remató

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De izquierda a derecha, John Huston, Orson Welles y Peter Bogdanovich en el rodaje de 'El otro lado del viento'. INDIEGOGO

TOMMASO KOCH
Venecia 31 AGO 2018


El sueño roto de Orson Welles duraba más de cien horas. Cuando el cineasta falleció, en 1985, dejó atrás un océano de proyectos inacabados. Pero le importaba especialmente que uno en concreto no se ahogara. Por ser su último rodaje -o eso dice una de las muchas leyendas sobre Welles-; por los siete años de vaivenes e intentos de filmarlo, entre 1970 y 1976; porque contaba con una gran cantidad de material ya grabado. Y quizás porque hablaba de él mismo: se centraba en un viejo cineasta que trata desesperadamente de rematar su extraño canto del cisne fílmico en Hollywood. En sus últimos días, el genio hasta le fió a su amigo, productor y también actor de la película, Peter Bogdanovich, la labor de terminarlo. La promesa se cumplió al fin anoche, en el festival de Venecia: más de cuarenta años después de su última toma, Al otro lado del viento llegó a la gran pantalla.

En un certamen destinado a descubrir las obras maestras del futuro, el pasado reclamó su trono incontestable. Ante el creador de Ciudadano Kane, no hay director que compita. Rey Midas de la genialidad, ya tocara el cine, el teatro, la radio o la televisión, Welles empezó a dejar huellas en la historia de la cultura cuando ni siquiera tenía 20 años. Hoy en día, ya tiene mitología propia: La guerra de los mundos, el teatro Mercury, Shakespeare, Sed de mal; pero también la voz de barítono, la figura descomunal, sus enfermedades y los padres perdidos demasiado pronto. De ahí que el estreno de Al otro lado del viento representara todo un evento en La Mostra. Aunque la sala llena acabó con algunas butacas vacías dos horas después, quizás porque no se esperaran una obra que nada tiene que ver con el currículo de Welles. Otros, en cambio, agradecieron con fascinación el enrevesado esfuerzo final del maestro.

La película reúne estrellas y amigos de Welles en un set familiar: hasta se rodó en algunas de sus casas. John Huston, Bodganovich, Norman Foster, Edmond O'Brien, Susan Strasberg o Lilli Palmer desfilan por Al otro lado del viento. De ahí que el universo personal del creador se mezclara con la película ya desde su casting. He aquí el Ocho y medio de Orson Welles, como escribió uno de sus biógrafos. En el fondo, en el filme se dice: "Copiar a los otros está bien. El problema es hacerlo contigo mismo". No cuesta reconocer aquí el hambre creativa y la obsesión innovadora de un artista excepcional.

Toda la película está invadida por su creador. Tan audaz como a ratos frustrante, en color y en blanco y negro, el filme se mete en el delirante entorno del cineasta protagonista, entre actores, productores y críticos, volcados en admirarle, despreciarle o secundarle; una inmersión en un mar de egos, vacuidad, talento, frenesí, inseguridad y provocación. A lo largo de una noche, el director lucha por superar el adiós repentino del intérprete principal de su obra y por hallar el dinero para acabarla. Mientras, su película, titulada Al otro lado del viento, se proyecta, para los personajes del filme y por tanto para el espectador, en pequeños trozos: catas amargas e incompletas de un drama donde un hombre y una mujer se inquietan y se persiguen.

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El montador Bob Muraski en la Mostra. FILIPPO MONTEFORTE AFP



La propia historia de la producción de Al otro lado del viento es la de otro caos. A la sazón, el director regresaba a ese Hollywood que amaba y odiaba, tras un nuevo exilio europeo. Se volcó en el proyecto y avanzó con paso firme. Llegó a declarar que estaba "al 96% completo". "Verificamos que no era así. Estaba montado en torno al 30% de la película", explicó el montador Bob Muraski. "Desde el punto de vista legal fue muy complejo", agregó el productor Philip Rymsza.

Muchos se proclamaban dueños de los derechos del filme y hasta se interpuso la revolución en Irán: el triunfo de Jomeini y el adiós forzado de Reza Pahleví también congeló la aportación de un familiar del sha, uno de los principales financiadores. Welles apenas pudo mostrar algunos fragmentos de su película en una gala de premios, pocos años después. Y, entonces, terminó en la sombra. Cineastas como Wes Anderson o Clint Eastwood apoyaron en momentos distintos el rescate del filme. Finalmente, el productor histórico de Welles, Frank Marshall, logró sumar a la misión a Netflix, que lo distribuirá en 130 millones de hogares. Un mensaje previo al filme, ayer, señalaba su camino accidentado, sus dificultades y mostraba la esperanza de haber levantado un homenaje digno al genio. Y una carta de su hija, Beatrice Welles, celebró el estreno tardío.

"Consultamos todas las fuentes y el material posible. Queríamos ser fieles a él. Pero también que la película funcionara", afirmó Murawski. Dijo que aplicó el mismo montaje "cruel" de Welles: de aquellas cien horas, desaparecieron 98. Pero quedó una película.

https://elpais.com/cultura/2018/08/31/actualidad/1535726519_820928.html
 
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