50 años de Woodstock: amor libre, hamburguesas a cambio de drogas, jóvenes desnudos en el barro y rock and roll
Reunió a 500 mil jóvenes durante tres días en 1969 y se convirtió en leyenda
Por Matías Bauso
15 de agosto de 2019
El 15, 16 y 17 de agosto de 1969 se realizó el mítico festival de Woodstock. 500 mil personas llegaron hasta la finca de Max Yasgur, ubicada en White Lake, Bethel, Nueva York, a 70 kilómetros de Woodstock para “3 días de Paz y Música” (AP Photo/File)
El Festival de Woodstock no tuvo lugar en Woodstock. Esa no es la única paradoja. El evento que definió a una generación fue un estertor del movimiento hippie, una de sus últimas manifestaciones. Pero fue la más visible, masiva, significativa y definitoria.
Hace 50 años comenzaba un festival de música que quedaría en la historia. No por el elenco de los músicos participantes, ni (mucho menos) por su majestuosidad logística. Quinientas mil personas convivieron al ritmo de la música, las drogas, el amor libre.
Todo empezó cuando Michael Lang le propuso a Artie Kornfeld, ejecutivo de una discográfica, montar un estudio de grabación en la localidad de Woodstock, cerca de Nueva York. La idea de Michael Lang se basaba en que en esa zona residían algunas súper estrellas como Bob Dylan, The Band, Van Morrison y Tim Hardin.
A ellos dos se les sumaron un abogado y el hijo de un magnate de la industria farmacéutica. Los cuatro eran muy jóvenes. Sus edades iban de los 23 a los 26 años. Rápidamente desecharon la idea del estudio; que algunas estrellas vivieran cerca no era garantía de que utilizarían sus instalaciones y tampoco que lo fueran a hacer músicos más ignotos: no parecía una buena inversión.
Ver el archivo adjunto 1135043
Desnudos y libres, los jóvenes vivieron sus tres días a cielo abierto y rock and roll (Warner Bros/Kobal/Shutterstock)
Entre otras opciones que barajaron -representar artistas, producir discos- a Lang, el más joven, se le ocurrió organizar un gran festival, en el que convocaran a los más importantes músicos del momento. Él ya había participado en el Miami Pop Festival. El antecedente más recordado y exitoso había tenido lugar dos años antes, el Monterrey Pop Festival que había convocado a 35 mil personas. Sobre esa idea se pusieron a trabajar.
La primera tarea fue la búsqueda de la locación. Analizaron diversas posibilidades. Recorrieron buena parte del estado de Nueva York en auto y en helicóptero hasta dar con una propiedad que parecía reunir las características que necesitaban. Ingresos amplios, largas superficies de terreno libres para ser utilizadas como estacionamiento y un lugar para instalar el escenario que permitiera que el público pudiera ver a los artistas.
El campo quedaba muy cerca de Woodstock, en Wallkill y pertenecía a Alexander Tapooz, un lugareño que llegó a un acuerdo con los empresarios muy rápidamente. Varias decenas de miles de dólares por solo tres días de uso de su propiedad parecía un negocio espléndido.
Los autos, buses y camiones quedaban en la ruta. El caos reinaba. Había 40 kilómetros de cola para poder acceder a la granja donde se desarrollaría el festival (AP Photo)
La primera avanzada llegó al pequeño pueblo de Wallkill dos meses antes de la fecha fijada para los conciertos. Debían preparar el terreno, disponer de las instalaciones sanitarias, construir puestos para la venta de comida, plantar el escenario.
Los primeros en llegar no fueron más de una decena. Pero con sus pelos largos, el consumo de marihuana, su ropa colorida y sus costumbres tan diferentes a las de los lugareños, lograron espantar a todo Wallkill.
La leyenda agrega otro dato de color: uno de esos "hippies del festival" sedujo a la hija del intendente local. El Consejo de Representantes del pueblo se reunió. A ninguno le interesó el negocio que pudiera hacer Tapooz ni algunos otros comerciantes de la zona, temían ser arrasados por esos jóvenes que representaban los valores contrarios a su puritana y apocada vida. Wallkill rechazó al festival.
Contrataron a Jimi Hendrix, The Who, Janis Joplin, Joe Cocker y Santana entre los 32 artistas que tocaron en el festival (Warner Bros/Kobal/Shutterstock )
Faltaba poco menos de un mes y los productores, con la publicidad en las calles y en los principales medios del país, con miles de entradas vendidas por anticipado y con varios artistas contratados, debían salir a encontrar otro sitio. Lo prudente hubiera sido bajar los brazos y dar marcha atrás. Pero como veremos la prudencia no era la virtud más desarrollada en los organizadores.
La búsqueda fue frenética. Y parecía que sería infructuosa. Consideraban casi imposible encontrar un lugar en condiciones para albergar su aventura. Hasta que alguien dio con la finca de Max Yasgur, ubicada en White Lake, Bethel, Nueva York, a 70 kilómetros de Woodstock. Cuando los organizadores vieron el lugar que les ofrecieron, una ancha planicie, consideraron que no les servía más que para un vasto estacionamiento.
Ver el archivo adjunto 1135046
Los organizadores lograron alquilar la finca por 75 mil dólares. Esperaban 50 mil personas. Llegaron 500 mil para vivir su festival de música y libertad (Shutterstock)
Yasgur, antes de que se retiraran, les dijo que detrás de una pequeña elevación, había otro espacio que tal vez podría interesarles. Cuando lo vieron se dieron cuenta de que el lugar era perfecto, como si hubiera sido construido por la naturaleza para que ellos montaran un escenario: un anfiteatro natural en el que miles de personas podrían disfrutar de la música. La oferta que le hicieron fue irresistible: 75 mil dólares -y el compromiso de limpiar la propiedad y dejarla en el mismo estado en que la habían encontrado una vez finalizados los shows-.
Ver el archivo adjunto 1135047
Contrataron a un catering sin demasiada experiencia pero con la voluntad de preparar hamburguesas y salchichas para la multitud. Lo que no sabían era que los vendedores al finalizar la primera noche cambiarían la comida por drogas (Warner Bros/Kobal/Shutterstock )
Debieron comunicar el cambio de sede. De manera insólita esta incidencia se tradujo en publicidad positiva para el evento. Que los compradores de entradas y los artistas tuvieran que trasladarse varias decenas de kilómetros extra no pareció importarle a nadie.
Los afiches del festival aparecían por todos lados. La imagen ya es icónica. El brazo de una guitarra, un pájaro posado sobre ella, los colores vivos, el anuncio de los "3 días de Paz y Música" ocupando gran parte del espacio, los artistas en letra muy pequeña, los días (15, 16 y 17 de agosto) y un slogan encabezando que fue olvidado con el tiempo: Una exposición de Acuario, que hacía referencia a la Era de Acuario del musical Hair. Las entradas se vendían a 7 dólares por día, o 13 dólares por dos días, o 18 dólares por los tres. Se vendieron decenas de miles.
La imagen ya es icónica. El brazo de una guitarra, un pájaro posado sobre ella, los colores vivos, el anuncio de los “3 días de Paz y Música” ocupando gran parte del espacio, los artistas en letra muy pequeña
Los preparativos estaban atrasados. Los organizadores debieron realizar muchas tareas a la vez. Y pagar un precio muy alto por cada una de ellas debido a la premura. La primera fue convencer a los integrantes del pueblo que no corrían riesgo para que no se repitiera la experiencia de Wallkill.
Muchos de los trabajos se hicieron en base a cálculos demasiado hipotéticos o simples intuiciones. Para determinar la cantidad de baños que necesitaban recurrieron a un libro de campañas militares. El escenario estuvo listo pocas horas antes del inicio de las actuaciones. También hubo que instalar tendidos eléctricos, más de cien líneas telefónicas (20 para la organización y 80 teléfonos públicos para que los espectadores se comunicaran con sus familiares).
Lo que estaba previsto para 35 mil personas colapsó con la llegada de medio millón y el uso indiscriminado de drogas comenzó a tener sus efectos inevitables (Granger/Shutterstock)
Recién en la última semana encontraron un catering. Ninguna empresa estaba dispuesta a darles de comer durante tres días a 50 mil personas (en ese momento el cálculo había ascendido a esa cifra). Contrataron a alguien sin demasiada experiencia pero con la voluntad de preparar hamburguesas y salchichas para esa multitud (lo que no sabían era que los vendedores al finalizar la primera noche cambiarían la comida por drogas o la regalarían).
A último momento levantaron el alambrado que delimitaba el lugar y dispusieron las vías de acceso. Los alambrados no los fijaron con cemento, solo los enterraron en el terreno (situación que facilitó de manera hasta ridícula su derribo posterior). Lo más increíble es que mientras terminaban de construir el escenario, instalar el sistema de sonido, montar las columnas de luces y plantar los alambrados una oleada de gente comenzó a llegar al lugar y a acampar.
Ver el archivo adjunto 1135050
Amor libre, música, drogas y desnudez: los jóvenes vivieron tres días intensos e inolvidables que marcaron toda una generación (Shutterstock)
El martes, a tres días del evento, se calcula que merodeaban por el lugar más de 10 mil personas. El miércoles la cifra ascendía a 25 mil. En ese momento los organizadores comprendieron que sus cálculos habían sido poco optimistas. El festival de Woodstock se había convertido en un suceso nacional, en un hecho generacional.
La contratación de los artistas fue progresiva. El elenco fue ecléctico. Los empresarios se impusieron un límite de 15 mil dólares de honorarios. El único que superó esa frontera fue Jimi Hendrix que recibió el doble pero con la condición de que tocara dos veces (evento que no sucedió). Janis Jopin, Creedence, Santana, Grateful Dead, Joe Cocker, Joan Baez, Tim Hardin, The Band y Jefferson Airplane fueron algunos de los 32 artistas contratados.
Reunió a 500 mil jóvenes durante tres días en 1969 y se convirtió en leyenda
Por Matías Bauso
15 de agosto de 2019
El 15, 16 y 17 de agosto de 1969 se realizó el mítico festival de Woodstock. 500 mil personas llegaron hasta la finca de Max Yasgur, ubicada en White Lake, Bethel, Nueva York, a 70 kilómetros de Woodstock para “3 días de Paz y Música” (AP Photo/File)
El Festival de Woodstock no tuvo lugar en Woodstock. Esa no es la única paradoja. El evento que definió a una generación fue un estertor del movimiento hippie, una de sus últimas manifestaciones. Pero fue la más visible, masiva, significativa y definitoria.
Hace 50 años comenzaba un festival de música que quedaría en la historia. No por el elenco de los músicos participantes, ni (mucho menos) por su majestuosidad logística. Quinientas mil personas convivieron al ritmo de la música, las drogas, el amor libre.
Todo empezó cuando Michael Lang le propuso a Artie Kornfeld, ejecutivo de una discográfica, montar un estudio de grabación en la localidad de Woodstock, cerca de Nueva York. La idea de Michael Lang se basaba en que en esa zona residían algunas súper estrellas como Bob Dylan, The Band, Van Morrison y Tim Hardin.
A ellos dos se les sumaron un abogado y el hijo de un magnate de la industria farmacéutica. Los cuatro eran muy jóvenes. Sus edades iban de los 23 a los 26 años. Rápidamente desecharon la idea del estudio; que algunas estrellas vivieran cerca no era garantía de que utilizarían sus instalaciones y tampoco que lo fueran a hacer músicos más ignotos: no parecía una buena inversión.
Ver el archivo adjunto 1135043
Desnudos y libres, los jóvenes vivieron sus tres días a cielo abierto y rock and roll (Warner Bros/Kobal/Shutterstock)
Entre otras opciones que barajaron -representar artistas, producir discos- a Lang, el más joven, se le ocurrió organizar un gran festival, en el que convocaran a los más importantes músicos del momento. Él ya había participado en el Miami Pop Festival. El antecedente más recordado y exitoso había tenido lugar dos años antes, el Monterrey Pop Festival que había convocado a 35 mil personas. Sobre esa idea se pusieron a trabajar.
La primera tarea fue la búsqueda de la locación. Analizaron diversas posibilidades. Recorrieron buena parte del estado de Nueva York en auto y en helicóptero hasta dar con una propiedad que parecía reunir las características que necesitaban. Ingresos amplios, largas superficies de terreno libres para ser utilizadas como estacionamiento y un lugar para instalar el escenario que permitiera que el público pudiera ver a los artistas.
El campo quedaba muy cerca de Woodstock, en Wallkill y pertenecía a Alexander Tapooz, un lugareño que llegó a un acuerdo con los empresarios muy rápidamente. Varias decenas de miles de dólares por solo tres días de uso de su propiedad parecía un negocio espléndido.
Los autos, buses y camiones quedaban en la ruta. El caos reinaba. Había 40 kilómetros de cola para poder acceder a la granja donde se desarrollaría el festival (AP Photo)
La primera avanzada llegó al pequeño pueblo de Wallkill dos meses antes de la fecha fijada para los conciertos. Debían preparar el terreno, disponer de las instalaciones sanitarias, construir puestos para la venta de comida, plantar el escenario.
Los primeros en llegar no fueron más de una decena. Pero con sus pelos largos, el consumo de marihuana, su ropa colorida y sus costumbres tan diferentes a las de los lugareños, lograron espantar a todo Wallkill.
La leyenda agrega otro dato de color: uno de esos "hippies del festival" sedujo a la hija del intendente local. El Consejo de Representantes del pueblo se reunió. A ninguno le interesó el negocio que pudiera hacer Tapooz ni algunos otros comerciantes de la zona, temían ser arrasados por esos jóvenes que representaban los valores contrarios a su puritana y apocada vida. Wallkill rechazó al festival.
Contrataron a Jimi Hendrix, The Who, Janis Joplin, Joe Cocker y Santana entre los 32 artistas que tocaron en el festival (Warner Bros/Kobal/Shutterstock )
Faltaba poco menos de un mes y los productores, con la publicidad en las calles y en los principales medios del país, con miles de entradas vendidas por anticipado y con varios artistas contratados, debían salir a encontrar otro sitio. Lo prudente hubiera sido bajar los brazos y dar marcha atrás. Pero como veremos la prudencia no era la virtud más desarrollada en los organizadores.
La búsqueda fue frenética. Y parecía que sería infructuosa. Consideraban casi imposible encontrar un lugar en condiciones para albergar su aventura. Hasta que alguien dio con la finca de Max Yasgur, ubicada en White Lake, Bethel, Nueva York, a 70 kilómetros de Woodstock. Cuando los organizadores vieron el lugar que les ofrecieron, una ancha planicie, consideraron que no les servía más que para un vasto estacionamiento.
Ver el archivo adjunto 1135046
Los organizadores lograron alquilar la finca por 75 mil dólares. Esperaban 50 mil personas. Llegaron 500 mil para vivir su festival de música y libertad (Shutterstock)
Yasgur, antes de que se retiraran, les dijo que detrás de una pequeña elevación, había otro espacio que tal vez podría interesarles. Cuando lo vieron se dieron cuenta de que el lugar era perfecto, como si hubiera sido construido por la naturaleza para que ellos montaran un escenario: un anfiteatro natural en el que miles de personas podrían disfrutar de la música. La oferta que le hicieron fue irresistible: 75 mil dólares -y el compromiso de limpiar la propiedad y dejarla en el mismo estado en que la habían encontrado una vez finalizados los shows-.
Ver el archivo adjunto 1135047
Contrataron a un catering sin demasiada experiencia pero con la voluntad de preparar hamburguesas y salchichas para la multitud. Lo que no sabían era que los vendedores al finalizar la primera noche cambiarían la comida por drogas (Warner Bros/Kobal/Shutterstock )
Debieron comunicar el cambio de sede. De manera insólita esta incidencia se tradujo en publicidad positiva para el evento. Que los compradores de entradas y los artistas tuvieran que trasladarse varias decenas de kilómetros extra no pareció importarle a nadie.
Los afiches del festival aparecían por todos lados. La imagen ya es icónica. El brazo de una guitarra, un pájaro posado sobre ella, los colores vivos, el anuncio de los "3 días de Paz y Música" ocupando gran parte del espacio, los artistas en letra muy pequeña, los días (15, 16 y 17 de agosto) y un slogan encabezando que fue olvidado con el tiempo: Una exposición de Acuario, que hacía referencia a la Era de Acuario del musical Hair. Las entradas se vendían a 7 dólares por día, o 13 dólares por dos días, o 18 dólares por los tres. Se vendieron decenas de miles.
La imagen ya es icónica. El brazo de una guitarra, un pájaro posado sobre ella, los colores vivos, el anuncio de los “3 días de Paz y Música” ocupando gran parte del espacio, los artistas en letra muy pequeña
Los preparativos estaban atrasados. Los organizadores debieron realizar muchas tareas a la vez. Y pagar un precio muy alto por cada una de ellas debido a la premura. La primera fue convencer a los integrantes del pueblo que no corrían riesgo para que no se repitiera la experiencia de Wallkill.
Muchos de los trabajos se hicieron en base a cálculos demasiado hipotéticos o simples intuiciones. Para determinar la cantidad de baños que necesitaban recurrieron a un libro de campañas militares. El escenario estuvo listo pocas horas antes del inicio de las actuaciones. También hubo que instalar tendidos eléctricos, más de cien líneas telefónicas (20 para la organización y 80 teléfonos públicos para que los espectadores se comunicaran con sus familiares).
Lo que estaba previsto para 35 mil personas colapsó con la llegada de medio millón y el uso indiscriminado de drogas comenzó a tener sus efectos inevitables (Granger/Shutterstock)
Recién en la última semana encontraron un catering. Ninguna empresa estaba dispuesta a darles de comer durante tres días a 50 mil personas (en ese momento el cálculo había ascendido a esa cifra). Contrataron a alguien sin demasiada experiencia pero con la voluntad de preparar hamburguesas y salchichas para esa multitud (lo que no sabían era que los vendedores al finalizar la primera noche cambiarían la comida por drogas o la regalarían).
A último momento levantaron el alambrado que delimitaba el lugar y dispusieron las vías de acceso. Los alambrados no los fijaron con cemento, solo los enterraron en el terreno (situación que facilitó de manera hasta ridícula su derribo posterior). Lo más increíble es que mientras terminaban de construir el escenario, instalar el sistema de sonido, montar las columnas de luces y plantar los alambrados una oleada de gente comenzó a llegar al lugar y a acampar.
Ver el archivo adjunto 1135050
Amor libre, música, drogas y desnudez: los jóvenes vivieron tres días intensos e inolvidables que marcaron toda una generación (Shutterstock)
El martes, a tres días del evento, se calcula que merodeaban por el lugar más de 10 mil personas. El miércoles la cifra ascendía a 25 mil. En ese momento los organizadores comprendieron que sus cálculos habían sido poco optimistas. El festival de Woodstock se había convertido en un suceso nacional, en un hecho generacional.
La contratación de los artistas fue progresiva. El elenco fue ecléctico. Los empresarios se impusieron un límite de 15 mil dólares de honorarios. El único que superó esa frontera fue Jimi Hendrix que recibió el doble pero con la condición de que tocara dos veces (evento que no sucedió). Janis Jopin, Creedence, Santana, Grateful Dead, Joe Cocker, Joan Baez, Tim Hardin, The Band y Jefferson Airplane fueron algunos de los 32 artistas contratados.
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