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La verdad que la Letizia de la pedida y la de la boda parecen dos distintas. El día del compromiso estaba muy mona, tenía luz y parecía contenta (excesivamente, incluso, comoen una nube, encantada de si misma). En la boda, puf, cadavérica, sin brillo, cansada y muy fría.
En la boda, entre el resfriado con fiebre, el poco peso, el fiasco de la lluvia que le impidió el paseo desde el Palacio Real a la Almudena y su obsesión por resultar perfecta, no pudo disfrutar.