11M: Décimo aniversario de la matanza que cambió la historia española

Po favor bajad el tono del debate y mantened el respeto en los diálogos o me veré obligada a borrar los comentarios. Gracias.
 
por Luis del Pino
1. Las tramas superpuestas
LOS ENIGMAS DEL 11-M


No sabemos, por ejemplo, qué explosivos se utilizaron en los trenes, ni quiénes fueron exactamente los que colocaron las mochilas-bomba, ni cómo fueron los terroristas a Alcalá, ni quién eligió la fecha de los atentados


2005-08-03

Desiertos y montañas

En su comparecencia ante la Comisión 11-M, el ex-presidente Aznar hizo dos afirmaciones que levantaron una inmensa polvareda. La primera de ellas fue que "los atentados tenían por objetivo el vuelco en las elecciones", y hace poco hemos conocido (gracias a un documento hallado en el ordenador de uno de los terroristas) hasta qué punto era certera esta frase. La segunda de las controversias la levantó Aznar cuando afirmó que "los que planificaron y escogieron precisamente esa fecha no andan en montañas lejanas ni en desiertos remotos".

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Esta frase fue pronunciada hace sólo siete meses, pero parece que hubiera transcurrido una eternidad. Sin embargo, por muy lejana que parezca, al final está resultando ser también enormemente certera, a la luz de los datos que hemos ido conociendo. Porque las revelaciones periodísticas y la reciente desclasificación de decenas de miles de folios del sumario han dibujado ante la opinión pública una imagen del 11-M que nada tiene que ver con la que trataron (con tanto éxito) de vendernos desde el mismo día de los atentados.

En esta serie de artículos sobre los enigmas del 11-M, intentaré explicar por qué considero certeras esas palabras de Aznar, repasando lo que se sabe de aquellos atentados y también las incógnitas que continúan existiendo. Diecisiete meses después de la masacre, las incógnitas siguen siendo más numerosas que las certidumbres, pero hemos alcanzado un punto que al menos nos permite distinguir la información relevante entre el alud de cortinas de humo que desde el primer momento rodearon a estos atentados.

Un mar de enigmas

Son muchas las cosas que todavía ignoramos. No sabemos, por ejemplo, qué explosivos se utilizaron en los trenes, ni quiénes fueron exactamente los que colocaron las mochilas-bomba, ni cómo fueron los terroristas a Alcalá, ni quién eligió la fecha de los atentados. Resulta desalentador comparar lo que sabemos con lo que la Policía inglesa ha descubierto del 7-J en sólo unas semanas. ¿Se ha fijado el lector, por ejemplo, en que nadie nos ha mostrado una imagen de los terroristas del 11-M? En Londres, la Policía localizó rápidamente fotografías de los terroristas suicidas subiendo a los trenes, después de revisar las grabaciones de las cámaras de seguridad, y esas fotografías fueron aireadas en todos los medios de comunicación. ¿Dónde están las imágenes correspondientes de los atentados de Madrid? ¿Dónde están las grabaciones de las estaciones de tren madrileñas? ¿No había ninguna cámara activa el 11-M en ninguna estación? ¿Y en los establecimientos comerciales próximos a la estación de Alcalá?

Como veremos a lo largo de esta serie de artículos, no son las de las estaciones las únicas imágenes que nos han hurtado, ni tampoco es éste el más importante de los enigmas. A lo largo de los últimos meses, y mientras el gobierno insistía en que todo estaba claro en el 11-M, unos pocos medios de comunicación nos han ido revelando la presencia de numerosos confidentes policiales en la trama, los sucesivos avisos que fueron llegando a distintas instancias, la participación de miembros de las fuerzas de seguridad en aspectos clave de los atentados, los intentos de ocultar información al juez Del Olmo, ...

A lo largo de los próximos artículos, trataré de exponer los hechos que conocemos, basándome fundamentalmente en los datos que han quedado acreditados a lo largo de la instrucción judicial. Intentaré, siempre que pueda, presentar esos hechos sin abrumar al lector con nombres, lugares y fechas, porque soy consciente de que resulta fácil perderse en esa maraña de datos. De hecho, la confusión que existe en torno al 11-M se debe en buena medida a las pistas falsas que parecen conscientemente dejadas para dificultar la investigación policial y judicial, quizá porque la forma más sencilla de tapar una información incómoda es sepultarla en un mar de información irrelevante.

Las diversas tramas

En realidad, todo el embrollo de implicados y detenidos del 11-M no es tan complicado como parece. Las tramas que confluyen son cuatro, una de las cuales no tiene en realidad nada que ver con la masacre. En próximos artículos profundizaremos en cada uno de los temas, pero vamos a hacer un resumen preliminar que ayude a comprender mejor las explicaciones.

La milagrosa mochila que se encontró en Vallecas la misma noche del 11-M (y que muy posiblemente fue "colocada" para dirigir las investigaciones en el sentido deseado) condujo a la Policía con sorprendente rapidez a la primera de las tramas, la que se ha dado en denominar "los pelanas de Lavapiés". El 13-M eran detenidos, en plena jornada de reflexión, tres marroquíes y dos hindúes, y en los días sucesivos se producirían unas cuantas detenciones más de personas relacionadas con las anteriores. A fecha de hoy, está claro que aquellas primeras detenciones estaban previstas por los organizadores del 11-M simplemente como primera cortina de humo, una cortina de humo que habría de tener, eso sí, una importante influencia en las elecciones. A fecha de hoy, de aquellos detenidos no queda nadie en la cárcel, salvo la última cabeza de turco, Jamal Zougham, sobre quien tendremos ocasión de hablar largo y tendido.

Una semana después de los atentados, las investigaciones policiales ya habían conducido a la identificación (aunque no a la detención) de varios miembros de la segunda de las tramas, la de los suicidas de Leganés. El carácter mercenario de este grupo lo acredita el hecho de que sabemos exactamente cuánto dinero se ofreció por colocar una mochila-bomba en los trenes: 3.000 euros. Los datos del sumario apuntan además a que esta trama, formada por vulgares chorizos reclutados en el mundo del hampa, jugó un papel fundamental tanto en la logística de los atentados como en el establecimiento de las diversas cortinas de humo. Sabemos también que el dinamizador del grupo era Jamal Ahmidan (El Chino) y que formaban parte de ella otros cuatro de los siete suicidas de Leganés.

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También una semana después de los atentados se producían las primeras detenciones de miembros de la trama asturiana (la tercera trama), que estaba compuesta fundamentalmente por confidentes policiales y trabajadores de las minas de caolín asturianas. No está todavía claro que los explosivos de los trenes salieran de las minas asturianas. De hecho, hay indicios más que suficientes para por lo menos sospechar que la trama asturiana no es más que la segunda de las cortinas de humo tendidas por los organizadores del 11-M, pero sí parece demostrado que los asturianos suministraron al menos la dinamita encontrada en las vías del AVE, así como la que apareció en el piso de Leganés después de la explosión. Aunque la verdadera importancia de esta trama asturiana reside en otro aspecto: su simple existencia y la condición de confidentes de varios de sus miembros lleva a la conclusión ineludible de que los preparativos del 11-M tuvieron forzosamente que ser conocidos en determinados ambientes policiales y de inteligencia. Las preguntas que no sabemos todavía responder (porque la Comisión del 11-M se ha negado a investigarlo) son: ¿Hasta dónde llegó esa información? ¿Por qué no se pudo parar el atentado? Como contacto entre esta trama y la de los suicidas aparece un personaje peculiar, Rafá Zouhier, del que también tendremos ocasión de hablar.

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El núcleo duro del 11-M

Finalmente, la cuarta trama. Dos semanas después del atentado (en torno al 26 de marzo) se identificó y localizó a los primeros miembros del núcleo duro del 11-M, que estaba articulado en torno al "piso franco" que los hermanos Almallah poseían en la C/ Virgen del Coro de Madrid. Este núcleo duro, como luego pusieron de manifiesto las investigaciones judiciales, estaba formado por Moutaz Almallah, Mouhannad Almallah (el presunto terrorista afiliado al PSOE) y varios otras personas, casi todas de origen sirio, muchas de ellas nacionalizadas españolas, muchas de ellas casadas con españolas. Como enlace de este grupo con el de los suicidas de Leganés aparece El Tunecino. Fue este grupo el encargado de tender la primera cortina de humo que condujera a detenciones el 13-M, fue este grupo el encargado de alquilar a los suicidas de Leganés la casa de Morata de Tajuña y es también este grupo el que aparece vinculado a algunas personas pertenecientes a la trama española de Al Qaeda.

Si este núcleo duro del comando hubiera sido desarticulado en el momento en que se identificó a sus principales miembros (en torno al 26 de marzo) es posible que hubiera podido evitarse la explosión de Leganés. Sin embargo, la explosión de Leganés hizo que desaparecieran los componentes de la trama mercenaria y alguno de los miembros del núcleo duro del comando (El Tunecino y Lamari), con lo que se perdieron datos fundamentales para el esclarecimiento de los hechos. De todos modos, nadie acomete una operación como la del 11-M sin dejar cabos sueltos y es en tirar de esos cabos donde se han centrado las investigaciones judiciales, como tendremos ocasión de comentar.

Es mucho lo que queda por investigar y es de esperar que pasen todavía meses antes de que empecemos a vislumbrar una solución a los numerosos enigmas. Pero ya sabemos al menos un dato fundamental: la presencia de mercenarios indica, sin posibilidad de duda, que el 11-M fue un crimen de encargo. ¿Quién dio la orden de contratar a los mercenarios que luego morirían en Leganés? No lo sabemos, pero por lo menos somos conscientes de que lo que debemos buscar no es únicamente a los subalternos que colocaron las mochilas, sino a quienes les encargaron que las colocaran.

http://www.libertaddigital.com/opinion/1-las-tramas-superpuestas-26367/
 
por Luis del Pino
2. ¿Participó Al-Qaeda en los atentados del 11-M?
LOS ENIGMAS DEL 11-M

En un tema como el del 11-M, donde los enigmas son mucho más numerosos que las certezas, una de las pocas cosas que ha estado clara desde el principio es que no se trató de un atentado de Al-Qaeda como tal.

En el capítulo anterior nos preguntábamos quién contrató a los mercenarios que murieron en Leganés. ¿Fue Al-Qaeda, como sostiene la versión oficial, quien les reclutó y les encargó el atentado? Curiosamente, ésta es una de las pocas preguntas para la que disponemos de una respuesta plausible, y esa respuesta no corrobora precisamente la versión oficial. En un tema como el del 11-M, donde los enigmas son mucho más numerosos que las certezas, una de las pocas cosas que ha estado clara desde el principio es que no se trató de un atentado de Al-Qaeda como tal, por mucho que algunos se empeñaran en sostener lo contrario. El atentado del pasado 7-J en Londres ha vuelto a plantear ante la opinión pública, para consternación del gobierno, el debate sobre quién ideó los atentados de Madrid, porque las diferencias entre ambos atentados son tan evidentes que resulta difícil pasarlas por alto. En realidad, el 11-M difiere no sólo del de Londres, sino de todos los atentados realizados por Al-Qaeda anterior y posteriormente. Son varios los aspectos que diferencian al de Madrid de todos los demás ataques reivindicados por esa organización terrorista:

1) La inexistencia de terroristas suicidas
¿Por qué Al-Qaeda, que ha utilizado terroristas suicidas en Nueva York, en Casablanca, en Pakistán, en Túnez, en Yemen, en Londres... iba a actuar de forma distinta en Madrid? Éste es uno de los aspectos más chocantes del 11-M. Al-Qaeda utiliza comandos formados por personas enormemente fanatizadas, convencidas de que tras el atentado suicida accederán al Paraíso. ¿Por qué en España iba a cambiar Al-Qaeda su modus operandi, utilizando terroristas no suicidas? Desde determinados medios de comunicación se difundió el 11-M, de hecho, la falsedad de que había suicidas en los trenes precisamente porque ese indicio es el que hubiera certificado con más fiabilidad la participación de Al-Qaeda. Pero en los trenes no había suicidas.

2) La participación de personas no musulmanas
En España, a diferencia de lo que ha sucedido en todos los atentados de Al-Qaeda, los terroristas utilizaron a españoles (la trama asturiana) para aprovisionarse de explosivos. No resulta comprensible. Los terroristas de Al-Qaeda, fanáticos integristas, no recurren jamás a una persona no musulmana para organizar un atentado, por la simple razón de que no se fían de quien no comparta sus mismos planteamientos religiosos extremistas, y mucho menos iban a fiarse de un "cristiano". Y eso nos indica, precisamente, que quien atentó en España no tenía los escrúpulos de carácter ideológico y religioso que caracterizan a los terroristas de Al-Qaeda. Si eran integristas quienes encargaron los atentados, eran unos integristas muy peculiares.

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3) La presencia de confidentes policiales

En los atentados de Madrid, la trama entera está cuajada de personas vinculadas a las fuerzas de seguridad. El número de confidentes de la Policía, de la Guardia Civil o de algún servicio de inteligencia presuntamente implicados en la trama es enorme: Antonio Toro, Carmen Toro, Suárez Trashorras, Rafa Zouhier, ... A ellos se unen otros confidentes que, sin estar implicados en la trama, avisaron de lo que se preparaba cuando tuvieron conocimiento de ello: Lavandera, el libanés Joe, el imán Cartagena, ... Para terminar, los teléfonos supuestamente utilizados en las mochilas bomba fueron liberados en la tienda de un policía español de origen sirio, Maussili Kalaji, que tenía (una de las muchas "casualidades" del 11-M) relación con los miembros del comando de Virgen del Coro. ¿Puede alguien seriamente sostener que Al-Qaeda, especializada en la ejecución de ataques suicidas por sorpresa, montó esta trama donde a cada paso que damos aparece un nuevo confidente, sin vinculación ninguna con el integrismo? Si Al-Qaeda actuara de una manera tan permeable a las infiltraciones, hace tiempo ya que los servicios secretos americanos tendrían a Osama Ben Laden en una celda de Guantánamo.

4) La utilización de delincuentes mercenarios
¿Cómo es posible que en Madrid se utilizara, para cometer el atentado, a un conjunto de delincuentes de poca monta (los suicidas de Leganés), cuando Al-Qaeda nunca emplea a gente del hampa, por los riesgos que conlleva? Dejando aparte la probabilidad (certificada en el caso de Madrid) de tropezarse con un confidente, la utilización de delincuentes comunes pone en riesgo cualquier operación. Sabemos, por ejemplo, que El Chino participó en un ajuste de cuentas por droga en diciembre de 2003, pegándole un tiro en la pierna a un presunto traficante en Bilbao. ¿Iba Al-Qaeda
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a utilizar a un sujeto como El Chino para organizar el atentado, sabiendo que le pueden detener en cualquier momento y que puede comprar un trato favorable de la Policía a cambio de contar lo que sabe de un futuro atentado integrista? Hace escasos días, los medios de comunicación nos contaban cómo un semanario iraní había reclutado decenas de miles de voluntarios para realizar atentados suicidas. Sin embargo, en Madrid se contrata a vulgares camellos para cometer los atentados. ¿Alguien puede seriamente sostener la hipótesis de que fue Al-Qaeda (a quien le sobran fanáticos suicidas) quien contrató a esos hampones mercenarios?

5) La finalidad electoral de los atentados
Al-Qaeda es una organización para quien poca diferencia existe entre unos partidos políticos occidentales y otros. Todos ellos son, a ojos de Al-Qaeda, representantes de ese poder occidental decadente que pretenden destruir. A Osama Ben Laden le importa poco quién gobierne en un país, y la mejor demostración es la elección de fechas para el atentado de Londres. En lugar de atentar unas semanas antes, en plena campaña electoral británica, Al-Qaeda seleccionó una fecha para el atentado con mucha más repercusión internacional, en plena reunión del G8 en Escocia. Porque Al-Qaeda pretende crear una sensación indiscriminada de terror, no inmiscuirse en unas luchas políticas que, en el fondo, desprecia. Sin embargo, los atentados de Madrid perseguían influir decisivamente en un resultado electoral y estaban dirigidos a provocar la salida del PP del gobierno, lo que nos indica que la motivación de quienes concibieron el 11-M era mucho más "cercana" a la mentalidad occidental, para quien esas luchas políticas sí tienen sentido.

6) Los detalles logísticos
Los terroristas de Al-Qaeda no corren nunca riesgos innecesarios que puedan poner en peligro su misión. Si necesitan un coche, lo compran o lo alquilan, pero nunca se les ocurriría robarlo, porque cualquier casualidad (por ejemplo un control rutinario de la Policía) podría dar al traste con toda la operación. En Londres, los terroristas alquilaron el vehículo en el que se desplazaron hasta la estación donde tomaron el tren; en Estados Unidos, gastaron el dinero a espuertas para todo aquello que necesitaron, desde clases de vuelo hasta alquileres de pisos y de vehículos. De la misma manera, los terroristas londinenses fabricaron sus propios explosivos utilizando fórmulas químicas fáciles de encontrar en numerosas webs radicales islámicas y empleando compuestos de fácil adquisición en los comercios, porque es ésta una forma de conseguir explosivos mucho menos arriesgada que tratar de introducirlos en Inglaterra desde el exterior o que adquirirlos a algún delincuente local. Sin
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embargo, en España, los terroristas adquirieron los explosivos a suministradores locales no musulmanes que, además, eran confidentes de las fuerzas de seguridad. No contentos con eso, transportaron los explosivos desde Asturias en un coche robado, con placas de matrícula dobladas y llevando documentación falsificada, arriesgándose a que la Guardia Civil pudiera pararles en cualquier momento por simple casualidad (como así sucedió, aunque inexplicablemente los terroristas pudieron seguir su viaje). De nuevo, una manera de actuar que no se corresponde con el comportamiento habitual de Al-Qaeda.

7) La desinformación
Si algo sorprende en el atentado de Londres, al compararlo con el de Madrid, es la perfecta claridad de lo sucedido. Sabemos ya, con un alto grado de precisión, quiénes pusieron las bombas, cómo llegaron hasta sus objetivos, qué explosivos utilizaron, cómo los fabricaron. En España, no sabemos quién puso la bombas en los trenes, ignoramos cuál era la composición de las bombas, carecemos de datos sobre cómo llegaron los terroristas a Alcalá, tenemos dudas sobre cómo pudieron obtenerse los explosivos, ... y esto después de diecisiete meses de investigaciones policiales, judiciales y periodísticas. Y la razón de que no sepamos nada de nada es que, en cuanto se produjeron los atentados, se puso en marcha una campaña de desinformación que quienes idearon la masacre habían previsto hasta en sus mínimos detalles: furgonetas llamativas, oportunas cintas coránicas, mochilas bomba que aparecen por ensalmo, pistas que conducen a personas que son detenidas en plena jornada de reflexión para luego ser puestas en libertad a las pocas semanas, ... Quien ideó el atentado no se limitó a planificar la masacre, sino que también urdió cuidadosamente el conjunto de cortinas de humo que pudieran dirigir rápidamente a la opinión pública y al juez en la dirección que hacía falta. Ese dominio de las técnicas de desinformación no apunta precisamente a Al-Qaeda, sino a otro tipo de elementos para quienes esas técnicas son sólo parte de su arsenal de herramientas cotidianas de trabajo.

¿Qué fue lo que sucedió en Madrid?
Es poco todavía lo que sabemos de los atentados de Madrid. Como ya apuntábamos en el capítulo anterior, ignoramos incluso qué explosivos se utilizaron en los trenes. Pero el atentado de Londres ha resaltado todavía con más fuerza una de esas pocas cosas de las que podemos estar seguros: que el primer sorprendido al recibir las noticias de España el día 11 de marzo fue, seguramente, el propio Ben Laden.

Eso no quiere decir que no hubiera participación de elementos integristas en el atentado de Madrid. Por supuesto que la hubo. Está constatado que algunos de los participantes en la trama (concretamente, varios de los miembros del comando de la C/ Virgen del Coro) pertenecían a círculos más o menos conectados con la periferia de Al-Qaeda, personas dedicadas al reclutamiento, a la recaudación de fondos y al soporte genérico a las actividades de dicha organización terrorista. Pero las evidencias apuntan a que esos elementos integristas no actuaron al dictado de la dirección de Al-Qaeda, sino que fueron convenientemente manipulados (y utilizados) desde otras instancias que contaban con un grado de conocimiento de la realidad política española y de las posibles reacciones de la opinión pública ante los atentados mucho mayor del que Ben Laden pudiera llegar jamás a tener.

http://www.libertaddigital.com/opinion/2-participo-al-qaeda-en-los-atentados-del-11-m-26405/
 
por Luis del Pino
3. ¿Participó ETA en el 11-M?
LOS ENIGMAS DEL 11-M

De entre todos los posibles sospechosos de haber contratado a los mercenarios que colocaron las bombas en los trenes, ETA es el único que no tenía nada que perder con la operación y sí mucho que ganar


2005-08-09


El 31 de diciembre de 2003, el jefe de la trama mercenaria del 11-M, Jamal Ahmidan (El Chino), entró en el bar Txikia de Bilbao, se dirigió a donde se encontraba sentado Larbi Raichi y le descerrajó un tiro en la rodilla, por una deuda de narcotráfico. Este episodio ilustra a la perfección dos hechos distintos: en primer lugar, que el principal responsable de la colocación de las bombas del 11-M era en realidad un vulgar camello que nada tiene que ver con las redes integristas islámicas. En segundo lugar, que El Chino se movía a sus anchas por los bajos fondos de Bilbao y San Sebastián, ciudades ambas a las que viajaba con frecuencia (según cinco testigos distintos) para llevar a cabo sus negocios.

Cualquiera que conozca el País vasco sabe que nada se mueve en el submundo de la droga sin que ETA tenga constancia y sin que ETA lo controle y autorice, especialmente desde que hace ya años la banda terrorista asesinara a diversos traficantes "díscolos". ¿Quién protegía en el País Vasco las actividades de El Chino?

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Un falso debate
En su comparecencia ante la Comisión del 11-M, el ex-director del CNI, Jorge Dezcallar, hizo una afirmación que determinados medios de comunicación amplificaron hasta la saciedad: "ETA y Al Qaeda no pueden colaborar, porque son como el agua y el aceite". Es una afirmación muy contundente, pero vacía de contenido. También la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin eran como el agua y el aceite, lo que no fue obstáculo para que ocuparan Polonia al alimón. Porque el ser tan distintos no les impedía compartir un mismo planteamiento estratégico (su desprecio por las democracias liberales occidentales) ni determinados intereses tácticos (ampliar su territorio a costa del débil vecino polaco).

De la misma manera, es completamente cierto que existen enormes diferencias ideológicas y políticas entre ETA y Al Qaeda, pero eso no les impide compartir unos mismos planteamientos estratégicos (un antiamericanismo y antiliberalismo feroces) ni compartir coyunturalmente unos mismos enemigos (por ejemplo, la España de Aznar).

Las diferencias existentes entre ETA y Al Qaeda no nos dicen nada sobre si han colaborado o no, y las pruebas demuestran que ETA ha tenido, tiene y seguirá teniendo contactos numerosos, continuados e intensos con el mundo islámico. Los grupos terroristas comparten unos mismos circuitos de aprovisionamiento y eso hace que entren en contacto grupos que, en principio, nada tienen que ver entre sí. Existe constancia de operaciones cruzadas de venta de explosivos y misiles entre ETA y grupos terroristas islámicos y existe también constancia de la presencia de etarras en campos de entrenamiento de Afganistán durante el régimen de los talibanes.

Sin necesidad de remontarnos a los tiempos en que los etarras vivían y se entrenaban en lugares como Argelia, el antiamericanismo esencial que profesan es el que movió al entorno de ETA a enviar cinco grupos de brigadistas batasunos a Irak en vísperas de la invasión americana. Contamos, asimismo, con numerosas cartas intercambiadas por presos etarras e islamistas, llenas de consideraciones sobre el mejor modo de atacar al gobierno español. Agua y aceite, sí, pero con unos mismos intereses. Es posible que sus dioses sean distintos, pero comparten idénticos demonios. Un ejemplo de esa "permeabilidad ideológica" debida a la existencia de un enemigo común lo constituye Yusuf Galán, que de interventor de Herri Batasuna pasó a militar en las redes terroristas islámicas vinculadas a la trama española del 11-S.

Pero, de todos modos, todo este debate es un debate falso, porque nada tiene que ver con el 11-M. El que ETA y Al Qaeda hayan colaborado alguna vez es irrelevante para conocer quién organizó la masacre de Madrid. No sabemos si ETA contrató a los mercenarios que colocaron las mochilas-bomba, pero de lo que sí estamos seguros (como se ha puesto de manifiesto en capítulos anteriores) es de que no los contrató Al Qaeda.

Así pues, centrémonos en la pregunta fundamental: ¿tuvo ETA algún conocimiento o participación en los atentados del 11-M?

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La sombra de ETA
En su comparecencia ante la Comisión 11-M, Rodríguez Zapatero aseguró vehementemente que todas las investigaciones realizadas apuntaban a que la responsabilidad del 11-M correspondía en exclusiva a terroristas islámicos. Esta afirmación es, a la vez, falsa e incompleta. Es falsa porque ya hemos visto que la ejecución material de los atentados correspondió a mercenarios, no a integristas, y porque en el sumario sí hay indicios numerosos que apuntan a conexiones con el mundo de ETA. Y es incompleta porque Rodríguez Zapatero hubiera debido añadir que ni a las fuerzas de seguridad ni al ministerio fiscal se les ha dejado tirar de esos hilos que apuntan a la banda ETA, quizá porque el ovillo que hay al otro extremo resulta demasiado incómodo.

Para empezar, ya el mismo día 12 de marzo de 2004 dos testigos distintos afirmaron haber visto a la etarra Josune Oña en Madrid. El día 13, otro testigo afirmaba haber presenciado una reunión en un bar a mediados de febrero entre el etarra Asier Eceiza y una persona de origen árabe bien conocida como traficante dentro del barrio. Suponemos que la Policía descartó estos testimonios por considerarlos poco sólidos, pero resulta sorprendente, por ejemplo, que no conste en el sumario si se han enseñado a este último testigo las fotos de los traficantes de origen árabe implicados en la trama.

El sumario pone también de manifiesto que varios de los principales implicados habían residido o residían en el País Vasco: Basel Gayoun, uno de los miembros del núcleo duro de la C/ Virgen del Coro, residió en San Sebastián y Oyarzun; Jamal Ahmidan El Chino, en San Sebastián; Adnan Waki, otro de los miembros del núcleo duro, residía en Irún, donde compartía piso con tres argelinos que vivían de algún tipo de subvención del gobierno vasco.

Los seguimientos telefónicos también arrojan datos interesantes. El Chino realizó un viaje relámpago a Pamplona inmediatamente después del 11-M. La pista de uno de los terroristas huidos tras los atentados (Daoud Ouhnane) se pierde el 12 de marzo en Corella (Navarra). Los hermanos Chergui viajan a Olaberría (Guipúzcoa) poco después del estallido del piso de Leganés. Asimismo, la intervención del teléfono de Lofti Sbai (uno de los miembros del grupo de El Chino) permitió interceptar diversas conversaciones con un misterioso personaje español que se hace llamar José y que en un momento determinado le comenta a Lofti que tiene que ir a Navarra y el País Vasco "por tema político".

Todos estos datos no significan por sí mismos nada de nada; pero cuando los completamos con la información de que los hampones mercenarios del 11-M se sentían tan cómodos en Bilbao y San Sebastián como para entrar en un bar y pegarle un tiro en la pierna a un presunto deudor, esa extraña "predilección" que muestran los implicados en la trama por el País Vasco adquiere una nueva dimensión. Y esa dimensión se agranda cuando constatamos otro inquietante punto de unión: Moutaz Almallah (presunto líder del núcleo duro del 11-M) fue compañero de piso del batasuno Yusuf Galán.

Es posible que se trate de meras casualidades, pero sería cuando menos interesante saber quién "protegía" las actividades delictivas de El Chino en aquella zona y qué información sobre el 11-M pudieron compartir Yusuf Galán y Moutaz Almallah, o sus círculos de allegados.

El extraño viaje
Diversos medios de comunicación se han hecho eco de otras "casualidades" que nadie ha querido investigar:

- Las palabras captadas a Josu Ternera en el aeropuerto de Francfort pocas semanas antes de los atentados: "Se van a enterar los españoles de lo que somos capaces". ¿Se refería al 11 de marzo? Curiosamente, al informador que captó aquella conversación parece habérselo tragado la tierra, de acuerdo con nuestras noticias.

- Los papeles distribuidos en el casco viejo de San Sebastián el día 10 de marzo de 2004 en los que el entorno de ETA instaba a boicotear a Renfe durante la campaña electoral. ¿Un aviso a los miembros de su entorno para que no tomaran trenes hasta el 14 de marzo?

- La aparición en la celda de Abdelkrim Beresmail (el lugarteniente de Allekema Lamari con el que departía Fernando Huarte) de los teléfonos de Henri Parot y Harriet Iragui, dos sanguinarios etarras, y de la fórmula de la cloratita, el explosivo utilizado por ETA habitualmente.

- El robo de un coche por parte de ETA en el callejón de Emilio Suárez Trashorras, coche con el que atentaría en Santander utilizando un explosivo de tipo dinamita cuya marca no ha podido ser determinada ¿Era quizá Goma-2 ECO?

Con respecto a este último punto, Rodríguez Zapatero atribuyó todo el episodio a la mera casualidad. Esa explicación podría quizá valer (¡aunque es mucha casualidad, caramba!) si los etarras hubieran robado un coche cualquiera. Pero los etarras que robaron aquel coche ya traían las matrículas preparadas para doblarlo, lo que implica necesariamente que buscaban un coche de una marca y modelo determinados. Que encontraran aquel preciso modelo de coche en aquel preciso callejón ya excede la simple casualidad para convertirse en una coincidencia asombrosa.

Pero la "casualidad" más inquietante de toda esta historia es la que afecta a la simultaneidad temporal de las dos caravanas de la muerte. Para el actual gobierno, el que la caravana etarra interceptada en Cañaveras saliera con menos de 24 horas de diferencia con respecto a la que bajaba de Asturias y el que ambas caravanas siguieran rutas paralelas obedece, asimismo, a la casualidad.

Sin embargo, hay muchas cosas que no cuadran en aquel transporte desde Asturias. Por poner sólo un ejemplo (aunque tendremos oportunidad de hablar más de ese viaje en los próximos capítulos), aquel fin de semana del 28 de febrero de 2004 cayeron en la mitad norte de la península unas impresionantes nevadas, que atraparon a miles de conductores en Burgos y obligaron al gobierno vasco a cerrar las carreteras de la comunidad autónoma a la circulación de vehículos pesados. ¿Por qué los marroquíes renunciaron a bajar desde Avilés a Madrid por autopista y se dirigen en su lugar desde Avilés hacia Torrelavega por la costa, bajando luego a Madrid por la N-I? Es decir, ¿por qué eligieron un camino mucho más largo, adentrándose en el temporal y arriesgándose a que se les quedara atrapado en la nieve un coche cargado de explosivos? Nadie hace eso sin una poderosa razón. ¿Era la caravana de ETA un mero señuelo, destinado a que pasara la otra? ¿Pretendían dirigirse a Bilbao y se vieron forzados a torcer hacia Madrid por el temporal? ¿Torcieron hacia Madrid porque alguien les avisó de que la otra caravana había sido interceptada? Descartar de un plumazo todos esos interrogantes atribuyéndolo todo a la mera casualidad es inaceptable, a menos que uno quiera cerrar a toda costa el paso a cualquier investigación que pueda conducir a ETA.

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Conclusiones
Si en el capítulo anterior decíamos que es prácticamente imposible que Al Qaeda contratara a los mercenarios que colocaron las mochilas, en el caso de ETA la respuesta no está tan clara. En vísperas de las elecciones, ETA estaba derrotada. Acosada policial y judicialmente, asfixiada desde el punto de vista económico, sin capacidad ya de convocatoria, su desaparición era cuestión de tiempo. Los únicos caminos posibles eran el abandono de las armas o emprender una huida hacia adelante con atentados masivos, que hubiera terminado por hacer de ETA un nuevo IRA-Auténtico. Otra victoria del Partido Popular hubiera sentenciado definitivamente a la banda y lo único que podía salvarla del desastre era un cambio de gobierno.

De hecho, el comportamiento de ETA en las semanas previas al atentado resulta inexplicable sin la masacre del 11-M. Si ETA hubiera querido tender un cebo para que el gobierno del PP picara el anzuelo, no habría podido encontrar nada mejor que el esperpéntico intento de atentado en Chamartín y la esperpéntica caravana detenida en Cañaveras, con un mapa en el que aparecía señalado el Corredor del Henares. Ambas operaciones fueron encargadas a etarras sin experiencia y ambas estaban tan chapuceramente organizadas que parece como si ETA hubiera enviado a ambos comandos únicamente para dejarse coger. En otras palabras: ambas operaciones parecen pensadas para que el gobierno del PP responsabilizara inmediatamente a ETA de la masacre de Madrid unos días después.


¿Fueron etarras los que colocaron las mochilas en los trenes? Según los datos que tenemos, no. ¿Participaron etarras en la logística de los atentados? No lo sabemos, pero hay extrañas casualidades que alguien nos debería aclarar. ¿Fue ETA quien realizó la contratación de los mercenarios? No tenemos datos que permitan demostrarlo, así que a lo mejor no lo hizo. Pero atribuir de nuevo a la simple casualidad los cebos tendidos por ETA en las semanas previas al atentado es cerrar los ojos a una de las pocas realidades incuestionables de todo el asunto 11-M: de entre todos los posibles sospechosos de haber contratado a los mercenarios que colocaron las bombas en los trenes, ETA es el único que no tenía nada que perder con la operación y sí mucho que ganar. Como los hechos posteriores han demostrado.

No sabemos si ETA es la responsable última del 11-M, pero sí nos consta que el gobierno ha hecho lo indecible porque no se investigue el papel que ETA jugó. Y para evitar que la opinión pública o el juez pusieran en duda la versión oficial, el gobierno no ha dudado ni siquiera en ocultar y manipular información fundamental sobre los atentados, como tendremos ocasión de comprobar en el artículo siguiente.

http://www.libertaddigital.com/opinion/3-participo-eta-en-el-11-m-26447/
 
por Luis del Pino
4. Una impúdica cadena de mentiras
LOS ENIGMAS DEL 11-M

Hasta el momento no habíamos podido acreditar de manera tan palmaria una cadena tan estructurada de mentiras como la que este artículo pone de manifiesto.


2005-08-10

El sumario del 11-M pone de manifiesto que el jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, manipuló los análisis que la Policía Científica realizó a los explosivos inmediatamente después de los atentados. La manipulación tenía por objeto ocultar que el explosivo hallado en la furgoneta de Alcalá y el encontrado en la mochila de Vallecas no coincidían.

Mientras que la mochila de Vallecas sólo contenía Goma-2 ECO pura, el fragmento de explosivo hallado en la furgoneta de Alcalá contenía también METENAMINA, que es un componente utilizado en ciertos explosivos de tipo militar, como por ejemplo el T-4 (ciclonita). El engaño fue destapado por la Guardia Civil un año después de la masacre, aunque hasta ahora no había trascendido a la opinión pública.

La ocultación

Existen muchos tipos distintos de dinamita, como por ejemplo Titadyne o Goma-2.
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Existen también varios subtipos de Goma-2 diferentes, uno de los cuales es la famosa Goma-2 ECO. Todos los tipos y subtipos de dinamita se diferencian por su composición química. En concreto, la Goma-2 ECO se fabrica utilizando cinco componentes: nitrocelulosa, nitroglicol, nitrato amónico, ftalato de dibutilo y carbonato cálcico.

Nada más producirse los atentados, se pusieron en marcha los distintos servicios policiales para tratar de esclarecer lo sucedido, entre ellos el servicio de Policía Científica, que se encargó de realizar el análisis químico de los explosivos encontrados. Tras la localización de una milagrosa mochila en Vallecas, la Policía Científica se encontró con la tarea de analizar y comparar tres muestras distintas:

1. Los restos de explosivo que habían sido localizados en la furgoneta de Alcalá.
2. El explosivo encontrado en la mochila de Vallecas.
3. La muestra de Goma-2 ECO que los Tedax entregaron como "muestra patrón".

Antes de que finalizaran esos análisis, el jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, circuló un informe preliminar con fecha 12 de marzo en el que afirmaba textualmente: "En las pruebas analíticas, aún no finalizadas, los resultados obtenidos hasta el momento confirman que [el explosivo de Vallecas] se trata de la misma sustancia que la hallada en la furgoneta Renault ya mencionada, que a su vez se corresponde con la muestra patrón de dinamita Goma-2 ECO". Es decir, las pruebas no han finalizado aún, pero Sánchez Manzano se atreve a asegurar el 12 de marzo que las tres muestras son iguales y que además se trata de Goma-2 ECO.

Debía de tener mucha prisa el jefe de los Tedax, porque le hubiera bastado esperar unas pocas horas para conocer el informe que la Policía Científica emitió ese mismo día, y cuyas conclusiones no confirmaban precisamente lo que Sánchez Manzano había predicho.

El análisis realizado indicaba, efectivamente, que la mochila de Vallecas sólo contenía Goma-2 ECO. Sin embargo, tanto el explosivo de la furgoneta de Alcalá como la "muestra patrón" contenían METENAMINA además de los componentes normales de la Goma-2 ECO.

La importancia de ese hallazgo era tremenda:

1. En primer lugar, la METENAMINA no es un componente de la Goma-2 ECO, pero sí de ciertos explosivos de tipo militar (como por ejemplo la ciclonita, también llamada hexógeno, RDX o T-4), lo que apuntaba a que se hubiera podido utilizar una mezcla de explosivos en el 11-M.

2. En segundo lugar, los análisis demostraban que el explosivo de la mochila de Vallecas tenía diferencias con respecto al encontrado en la furgoneta de Alcalá, lo que viene a confirmar definitivamente las sospechas sobre el origen de la milagrosa mochila y sobre toda la cadena de investigaciones a que condujo su providencial hallazgo.

3. En tercer lugar, un hecho inexplicable: la presencia de METENAMINA en el fragmento que los Tedax entregaron como "muestra patrón" de Goma-2 ECO apunta a la posibilidad de que lo que fuera entregado para el análisis fueran dos fragmentos del mismo explosivo encontrado en la furgoneta, y no una verdadera muestra patrón.

En su informe 173-Q2-04 de 12 de marzo la Policía Científica refleja de forma clara y explícita la diferencia entre las tres muestras, indicando que las tres muestras son coincidentes "excepto en lo concerniente a la METENAMINA", que no aparece en el análisis efectuado al explosivo de la mochila de Vallecas. Estos resultados de los análisis fueron cuidadosamente ocultados a una opinión pública que tenía que enfrentarse, dos días después, a una crucial cita electoral.

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La manipulación

Pero a quien no podía dejarse de informar es al juez, y a partir de este momento comienza la cadena de manipulaciones. En el informe remitido al juez por Sánchez Manzano el 16 de marzo el jefe de los Tedax afirmaba que el explosivo de la furgoneta, el explosivo de Vallecas y la muestra patrón de Goma-2 ECO son iguales, y enumera los componentes para el juez: nitrocelulosa, nitroglicol, nitrato amónico, ftalato de dibutilo, METENAMINA y carbonato cálcico. En otras palabras, Sánchez Manzano le añade por su cuenta al explosivo de Vallecas la METENAMINA que le faltaba.

Con ese informe, Sánchez Manzano efectúa una doble manipulación: por un lado, le oculta al juez que la Policía Científica había encontrado diferencias entre las muestras, mientras que por otro le hace creer a Del Olmo que la METENAMINA es un componente de la Goma-2 ECO, con lo que se evitaban incómodas preguntas sobre posibles explosivos de tipo militar.

Gracias a esa doble manipulación, la verdad oficial fue convenientemente apuntalada ante la opinión pública y ante el juez. A partir de ese momento, todo el mundo daría ya por supuesto que el explosivo utilizado en los atentados era Goma-2 ECO. De hecho, los informes posteriores de Sánchez Manzano al juez ya sólo mencionan el nombre de dicho subtipo de dinamita, sin entrar en peligrosas explicaciones sobre la composición química de las muestras encontradas en la mochila y en la furgoneta.

La huida hacia adelante

Esta manipulación tenía que terminar por descubrirse antes o después, y así fue, aunque para ello tuvo que transcurrir un año. La primera señal de alarma saltaría en enero de 2005, al recibir el juez un informe de la Guardia Civil relativo a una serie de cartuchos de dinamita recogidos en Asturias. El análisis de los cartuchos de Goma-2 ECO arrojaba la presencia de los cinco productos normales que componen dicho explosivo. Por supuesto, no aparecía la METENAMINA por ninguna parte.

Para remachar la jugada, el juez Del Olmo recibía el 21 de marzo de 2005 un informe elaborado por la Comandancia de Toledo de la Guardia Civil, encargada de investigar el atentado fallido en el AVE. En ese informe, la Guardia Civil solicitaba, muy sibilinamente, que se pidiera a la Policía información sobre si había sido detectada METENAMINA en los explosivos de Leganés, lo que era una hábil manera de llamar la atención del juez sobre el punto fundamental del engaño.

Después de revisar la documentación obrante en su poder, el juez Del Olmo detectó las contradicciones y solicitó a Sánchez Manzano las clarificaciones oportunas con fecha 5/4/2005.

En su informe de contestación de 20 de abril de 2005, Sánchez Manzano se ve cogido en la tremenda red de engaño tejida en torno a este tema y emprende la huida hacia adelante. Por un lado, reconoce que en la mochila de Vallecas no había METENAMINA, pero la explicación que da para haber dicho que sí la había es que se trata de un "error de transcripción". Un error muy providencial, sí. Ese "error de transcripción" indujo al juez a considerar durante un año, equivocadamente, que todas las muestras se correspondían con el mismo tipo de explosivo. En determinados puestos, y sobre determinados asuntos, uno no puede permitirse semejantes "errores de transcripción".

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A continuación, Sánchez Manzano reconoce que la METENAMINA no forma parte de la composición de la Goma-2 ECO (entonces, ¿por qué dejó, con su primer informe de 16 de marzo de 2004, que el juez creyera que la Goma-2 ECO sí contiene METENAMINA?). Reconocido esto, el jefe de los Tedax se ve forzado a dar una explicación al hecho de que en la muestra patrón de Goma-2 ECO entregada para los análisis sí hubiera METENAMINA. ¿Y cuál es la explicación que da Sánchez Manzano? Pues que "se trata inequívocamente de una sustancia contaminante ajena y extraña a la composición originaria". Peculiar explicación. Lo que Sánchez Manzano nos dice es que la Policía Científica permite que se le contaminen las muestras que se le entregan para su análisis. Y además no se trata de una contaminación cualquiera, sino que "casualmente" se le contaminan muestras de dinamita con componentes de explosivos militares. Si eso fuera así, la conclusión ineludible es que tendrían que tirarse esos análisis a la basura, porque ¿quién nos garantiza que el resto de sustancias detectadas en el análisis no sean también "sustancias contaminantes"?

Pero hay más: ante la pregunta del juez de si la METENAMINA es relevante para identificar el tipo de explosivo, Sánchez Manzano reconoce que se trata de un compuesto utilizado para fabricar ciclonita (que es, recordemos, un explosivo de tipo militar) pero se apresura a añadir que "no es una sustancia explosiva en sí misma" y que de aquí "se deduce que nunca puede ser relevante para la identificación de sustancias explosivas y que por ello en los informes emitidos por esta Unidad... nunca se ha utilizado, mencionado o tenido en cuenta" (sic). Es decir:

1. Por un lado, Sánchez Manzano afirma, con todo desparpajo, que nunca ha "utilizado, mencionado o tenido en cuenta" la METENAMINA en sus informes, porque es irrelevante. ¡Hombre! Teniendo en cuenta que hubo que recurrir a un "error de transcripción" para añadir METENAMINA a una de las muestras y que el juez creyera que todas las muestras de explosivo eran iguales, esa afirmación de Sánchez Manzano resulta un tanto descarada.

2. Por otro lado, el jefe de los Tedax nos está diciendo que un componente de ciertos explosivos de tipo militar "no es relevante" para conocer el explosivo que estalló en los trenes. Muy lógico, si. Supongo que lo que está diciendo es que a él le daba igual qué componentes aparecieran en los análisis, porque al final tenía que decir de todos modos que se trataba de Goma-2 ECO.

Conclusiones

Esta secuencia de informes pone sobre la mesa dos interrogantes fundamentales. Dada la presencia de METENAMINA en la furgoneta de Alcalá, ¿de qué tipo de explosivo se trataba, ya que no puede ser sólo Goma-2 ECO? Todavía más importante: dado que en la Goma-2 ECO no hay METENAMINA, ¿cómo se explica que aparezca ese producto en el fragmento entregado por los Tedax como muestra patrón? ¿Es que ese fragmento de muestra no se extrajo de un cartucho de Goma-2 ECO? ¿Hay alguna otra marca de dinamita donde sí intervenga la METENAMINA como componente?

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En cuanto a los explosivos de los trenes y a los que se encontraron en otros escenarios relacionados con la masacre, tratemos de resumir al lector el estado actual de las investigaciones. En los trenes y en la casa de Morata de Tajuña sólo se pudieron detectar en los análisis componentes genéricos de dinamita, por lo que no podemos afirmar con seguridad qué tipo de dinamita se usó para los atentados (es decir, no existen datos analíticos para determinar si lo que estalló en los trenes fue Goma-2, Titadyne u otro tipo de dinamita). De hecho, en dos de los diez focos de explosión de los trenes no se han podido identificar en absoluto componentes de explosivos, como informaba el diario El Mundo hace pocas fechas. En cuanto al extraño artefacto encontrado en las vías del AVE, lo que allí había era Goma-2 ECO pura (como en la mochila de Vallecas).

Lo que sí tenemos claro a estas alturas es que el explosivo de la mochila de Vallecas no coincide con el de la furgoneta de Alcalá, lo que apunta a que una de las dos pistas (en el próximo capítulo veremos cuál) era un mero señuelo.

Y también tenemos clara otra cosa. Pocos aspectos del sumario ilustran tan a la perfección los intentos deliberados de manipulación a que el juez Del Olmo se ha visto sometido desde el mismo día 11 de marzo de 2004. Del Olmo ha tenido que soportar informes manipulados, detenciones absurdas, dilaciones injustificadas en la entrega de información, ocultaciones de datos, falsas atribuciones de responsabilidad a personas inocentes... pero hasta el momento no habíamos podido acreditar de manera tan palmaria una cadena tan estructurada de mentiras como la que este artículo pone de manifiesto.

No son las únicas mentiras de Sánchez Manzano en el tema del 11-M. El jefe de los Tedax faltó a la verdad en la Comisión de Investigación cuando dijo que las mochilas detonadas por los Tedax en las estaciones no habían sido hechas estallar, sino que habían estallado accidentalmente al intentar desactivarlas. No es así: los Tedax procedieron a efectuar detonaciones controladas de los artefactos, como consta en los autos del juez Del Olmo y en las declaraciones de los policías presentes. Sánchez Manzano faltó asimismo a la verdad en sucesivos informes enviados al juez sobre la mochila de Vallecas, en los que le ocultó durante cuatro meses que la mochila no había estallado debido simplemente a que estaba preparada para no estallar, porque desde el mismo día 12 de marzo se disponía de una radiografía que mostraba que había dos cables sin conectar dentro de la mochila.

Todos los lectores recordarán cómo durante aquellas fatídicas jornadas que van del 11 al 14 de marzo de 2004, se acusó hasta la nausea al gobierno popular de mentir a la opinión pública, aduciendo que el gobierno ocultaba que el explosivo utilizado en los atentados era Goma-2, un tipo de dinamita que ETA había dejado de utilizar hacía tiempo.

Pues bien, es verdad que a partir del 11 de marzo hubo mentira y manipulación en el tema de los explosivos, pero el sumario demuestra que quien mintió y manipuló no fue precisamente el ministro Acebes.

http://www.libertaddigital.com/opinion/4-una-impudica-cadena-de-mentiras-26461/
 
por Luis del Pino
5. Las miguitas de Pulgarcito
LOS ENIGMAS DEL 11-M

¿Quién movía los hilos de esos mercenarios que encontramos al final del camino de baldosas amarillas? ¿Quién dispuso ese camino para que lo siguiera una opinión pública crédula y anonadada?

2005-08-16


Uno de los enigmas más extraños del 11-M era, hasta ahora, el relativo a la misteriosa aparición de una mochila-bomba en Vallecas en la madrugada del 12 de marzo. ¿Cómo llegó hasta aquella comisaría de Vallecas esa providencial mochila, que conduciría con sorprendente rapidez a la detención de los pelanas de Lavapiés en plena jornada de reflexión? Hasta el momento, nadie se había dignado a explicar a los españoles las circunstancias completas de la aparición de aquella mochila, pero la desclasificación del sumario por parte del juez Del Olmo nos permite por fin ir entreviendo la respuesta a éste y otros enigmas. Hablaremos en el artículo de cuál es el supuesto trayecto que pudo haber seguido esa mochila, pero lo malo es que el aclarar ese enigma tan sólo nos sirve para que se nos planteen otros muchos enigmas nuevos y, quizá, más inquietantes.


Sigue el camino de baldosas amarillas


Fue nuestro admirado Fernando Múgica el que destapó la caja de Pandora de las dudas en su primer artículo sobre los agujeros negros del 11-M. En aquel texto, Múgica ponía blanco sobre negro unas preguntas que muchos millones de españoles llevaban planteándose en silencio desde el mismo día de los atentados. Las "miguitas de Pulgarcito", como Múgica las bautizó, eran demasiado grandes y llamativas como para ignorarlas.

Entre el 11 y el 14 de marzo, muchos ciudadanos tuvieron la sensación de estar asistiendo a una farsa, a la escenificación coreográfica de un guión previamente ensayado, que conducía inevitablemente en una sola dirección: el día 11, la furgoneta de Alcalá con su famosa cinta coránica; el día 12, la milagrosa mochila de Vallecas; el día 13, las detenciones y la cinta de reivindicación. La cronometrada secuencia de aparición de las "pruebas", su carácter marcadamente teatral y la falta de explicaciones claras sobre las extrañas circunstancias en que esas pruebas habían aparecido hicieron sospechar a muchos españoles que alguien nos estaba "vendiendo la moto", que toda aquella acumulación de sorprendentes pruebas no era más que el camino de baldosas amarillas que la opinión pública tenía que seguir para terminar encontrando a un Ben Laden tan falso como el Mago de Oz.



La furgoneta de Alcalá


Son numerosos los datos del sumario que apuntan a que la furgoneta no fue abandonada por los terroristas que colocaron las mochilas, como hasta ahora nos habían hecho creer.

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En primer lugar, los testigos oculares. El portero de Alcalá, en su primera declaración ante la Policía, dijo que las personas que vio tapadas con bufandas y gorros aquella mañana le habían parecido europeos del este; por su parte, una empleada de las taquillas de la estación de Alcalá estuvo hablando con uno de los presuntos terroristas, que estaba tapado con pasamontañas y bufanda y que hablaba "en español con acento de español". En lo que coinciden las dos declaraciones es en que el comportamiento de esos presuntos terroristas llamaba la atención. Es como si buscaran que las miradas se dirigieran hacia aquella furgoneta. Resulta difícil de explicar que a nadie se le ocurriera citar, para que compareciera ante la Comisión 11-M, a esa taquillera de Alcalá que es la única persona que habló el día de los atentados con uno de los supuestos terroristas.

También resulta curiosa la ausencia de huellas. Las únicas dos huellas dactilares de un presunto terrorista que aparecieron no estaban en la propia furgoneta, sino en la bolsa con detonadores que había debajo del asiento. Sin embargo, esos terroristas que evitan tan cuidadosamente dejar huellas en el volante, en la puerta, en el salpicadero e incluso en la famosa cinta coránica (lo que indica que probablemente utilizaron guantes), se dejan abandonadas en la parte de atrás numerosas prendas de ropa con su ADN. ¿Alguien tiene alguna explicación racional?

Otro de los problemas que más quebraderos de cabeza le ha dado al juez Del Olmo es la cuestión de las llaves. La furgoneta apareció perfectamente cerrada, sin ningún signo de violencia, lo que quiere decir que se usaron llaves para abrirla y cerrarla. ¿De dónde sacaron las llaves los terroristas? Según declaró el propietario de la furgoneta, un ebanista jubilado, le había desaparecido un manojo de llaves ocho meses antes de los atentados. Pero resulta bastante extraño que unos terroristas que adquieren los explosivos y los teléfonos a escasos días del 11-M tengan la previsión de robar un manojo de llaves con ocho meses de antelación. A esto se suma otro dato inexplicable: hicieron falta al menos doce terroristas para colocar las doce mochilas, así que tendrían que haber aparecido al menos dos vehículos más abandonados. ¿Dónde están esos vehículos? Tres meses después de los atentados, apareció un Skoda Fabia en Alcalá, de nuevo sin huellas dactilares y lleno de prendas de ropa de los terroristas. Pero el problema es que ese Skoda no estaba allí el 11 de marzo, según publicó El Mundo. Entonces, ¿quién lo depositó en Alcalá con posterioridad a los atentados, y con qué objeto?

La matrícula no doblada es otro de los misterios. Los mercenarios implicados en la trama del 11-M se dedicaban, entre otras cosas, a la compraventa de vehículos robados, y a todos les doblaban sistemáticamente las matrículas. Resulta incomprensible que no doblaran la matrícula del único vehículo que no podían permitirse que les interceptaran: aquél en que tenían que trasladar los explosivos desde Morata hasta Alcalá.

Tampoco se comprende la existencia de la bolsa con detonadores. Se ha podido demostrar (gracias al análisis del cuentakilómetros) que la furgoneta de Alcalá no fue utilizada para traer los explosivos desde Burgos, como en un primer momento se nos había dicho. Los explosivos llegaron a Morata en otros vehículos y en Morata se montaron (supuestamente) las mochilas-bomba. Después, las mochilas se cargaron en la furgoneta y se llevaron hasta Alcalá. Entonces, ¿por qué aparece en la furgoneta una bolsa con detonadores y un poco de explosivo? No tenían ninguna necesidad de meterla allí, puesto que las bombas ya estaban montadas. Lo cual nos indica que esa bolsa fue colocada allí con el único propósito de que fuera encontrada. De todos modos, ¿cómo es posible que el perro que entró en la furgoneta no detectara esa pequeña cantidad de explosivos que había junto a los detonadores? Como dato curioso, a Alcalá acudieron dos policías con sus perros. Uno de ellos entró en la furgoneta, mientras que el otro permaneció alejado de la misma. ¿Adivinan Vds. a cuál de los dos policías se llamó a declarar a la Comisión 11-M? ¡Exacto! ¡Se llamó a declarar al policía que NO había entrado en la furgoneta!

Todos estos extremos no hacen sino confirmar algo que, en el fondo, es de sentido común. El carácter teatral de la furgoneta es excesivo como para que lo pueda admitir nadie con un mínimo de sensibilidad crítica: unos personajes "disfrazados de malos" para atraer la atención sobre la furgoneta, un poquito de explosivo para que se sepa que está relacionada con el atentado y una cinta coránica para que todos nos imaginemos de inmediato al mismísimo Ben Laden ordenando a sus huestes subir a la furgoneta. Es casi demasiado obvio.


La mochila de Vallecas


Tampoco la mochila de Vallecas resiste el más mínimo análisis. Resulta enormemente dudoso que esa mochila fuera confeccionada o depositada por los terroristas. En primer lugar, la composición de la mochila no coincide con la de la única otra mochila de los trenes de cuyo contenido hemos tenido noticia: la que encontró el policía municipal Jacobo Barrero en la estación de El Pozo y que los Tedax hicieron detonar a las 9:30 del día 11 de marzo. Jacobo Barrero vio en aquella mochila un teléfono móvil con unos cables conectados a una tartera donde se encontraba el explosivo. Sin embargo, la mochila de Vallecas tenía el explosivo alojado en una bolsa de plástico, no en una tartera. Asimismo, la cantidad de explosivo en uno y otro caso era diferente.

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La ausencia de rastros de ADN también resulta curiosa. En el explosivo del artefacto encontrado en las vías del AVE unas semanas después del 11-M se pudo localizar el ADN de uno de los terroristas, lo que indica que el explosivo fue amasado con las manos desnudas. Sin embargo, la persona que amasó el explosivo de la mochila de Vallecas debió de utilizar guantes (como la persona que conducía la furgoneta de Alcalá), porque no aparecen rastros de ADN en la Goma-2.

En tercer lugar, la hora a la que estaba programado el teléfono de la mochila de Vallecas no era tampoco correcta. En todas las estaciones, los distintos artefactos explosivos estaban programados para activarse a la misma hora, y todos lo hicieron con diferencias máximas de unas pocas decenas de segundos. En la estación de El Pozo (de donde provenía supuestamente la mochila de Vallecas), las dos bombas que estallaron lo hicieron a las 7:38. Sin embargo, la mochila de Vallecas estaba programada para dos minutos después, a las 7:40. No hay una explicación lógica para esta diferencia, a menos que la mochila de Vallecas no fuera preparada por las mismas manos que las que estallaron en los trenes.

Pero quizá lo que más nos convence del carácter espurio de la mochila es que estaba preparada para no explotar. Durante cuatro meses, el jefe de los Tedax estuvo mareando al juez Del Olmo, proporcionándole explicaciones a cual más absurda sobre los motivos por los que la mochila no había explosionado. Pero lo cierto es que no explotó simplemente porque había dos cables desconectados: ni siquiera se usó un poquito de cinta aislante para poder dar el pego. Y el jefe de los Tedax sabía desde la misma madrugada del 12 de marzo que éste era el motivo por el que la mochila no había explotado.

Finalmente, no se entiende cómo es posible que esa mochila no fuera detectada por nadie durante todo el día 11. En la estación de El Pozo, los Tedax revisaron uno por uno los bultos, y cabe suponer que lo hicieron con especial cuidado, porque precisamente en esa estación acababan de desactivar otra mochila-bomba (la que encontró Jacobo Barrero). ¿Cómo es posible que una mochila que pesaba unos quince kilos no llamara la atención de nadie ni fuera revisada en la estación, ni tampoco posteriormente? En realidad, teniendo en cuenta que el juez Del Olmo había dado orden de trasladar a IFEMA todos los efectos recogidos en las estaciones, ¿cómo es posible que la mochila llegara desde la estación de El Pozo hasta la comisaría de Puente de Vallecas?


El viaje a ninguna parte


El extraño viaje de la mochila se inicia en la estación de El Pozo a las 15:15 de aquel 11 de marzo, cuando agentes de la Policía comienzan a cargar en una furgoneta las bolsas con los efectos recogidos en la estación. Inicialmente, y a pesar de que las instrucciones de Del Olmo eran llevar todos los objetos al pabellón 6 de IFEMA (los recintos feriales de Madrid), los agentes reciben la orden de dirigirse con esas bolsas a la comisaría de Villa de Vallecas (que es distinta de la de Puente de Vallecas donde luego apareció la mochila).

Los agentes llegaron a la comisaría en torno a las 15:30 y comenzaron a descargar las bolsas, pero llevaban descargadas tres o cuatro cuando les dicen que hay que llevar todo a IFEMA, tal como se estaba haciendo con los objetos recogidos en las otras estaciones. Primera contraorden, que está en línea con lo que Del Olmo había dictado.

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Los agentes se dirigen, por tanto, a IFEMA, donde descargan las bolsas y las marcan como provenientes de la estación de El Pozo. Después, vuelven a la estación para cargar la siguiente tanda. Se encontraban trasladando a los recintos feriales esa segunda carga de objetos cuando se reciben instrucciones para llevarlo todo a la comisaría de Puente de Vallecas. Segunda contraorden, pero esta vez contraviniendo claramente las instrucciones del juez. ¿Por qué se da la orden de llevar esos objetos a otro sitio?

Al recibir las nuevas órdenes, los agentes dan la vuelta y llevan ese segundo cargamento a la comisaría, realizando después varios viajes entre la comisaría y la estación, para terminar de trasladar todos los objetos. Pero la primera tanda de bolsas se había quedado depositada en IFEMA, así que en torno a las 20:00 se recibe la orden de trasladarse en dos furgonetas combi a los recintos feriales para recoger lo que allí habían depositado. Ante la negativa del encargado a entregarles los objetos (porque las órdenes de Del Olmo eran llevar todo a IFEMA), los agentes tuvieron que solicitar a su comisario que interviniera en la cuestión. Finalmente, aquella primera tanda de bolsas llegaría a la comisaría de Puente de Vallecas en torno a las 21:45, después de haber pasado todo el día en IFEMA.

¿Y cuál era el motivo alegado para trasladar todo a la comisaría? Pues realizar una catalogación de los objetos... ¡antes de trasladarlos a IFEMA! Realmente peculiar. Es mientras están haciendo esa catalogación, en torno a la 1:30 o 2:00 de la madrugada, cuando dos agentes de la comisaría descubren la bomba al abrir la famosa mochila viajera. Hasta aquí, el relato de los hechos tal como aparece en el sumario.

¿Quién dio las órdenes y contraórdenes para el traslado de los efectos de la estación de El Pozo? ¿A qué obedecía ese sorprendente interés en catalogar los objetos en la comisaría de Puente de Vallecas?

Como el lector habrá observado, la famosa mochila no aparece por ninguna parte en el relato de los hechos, porque lo único que llegan a ver los policías encargados del traslado son las bolsas donde están metidos todos los objetos. Hemos de suponer que la mochila estuviera metida en una de aquellas bolsas que se pasearon por Madrid a lo largo del día 11, pero la secuencia de acontecimientos no contribuye a tranquilizarnos, ni nos convence de que aquella mochila hubiera estado alguna vez en los trenes.


Conclusiones

Decíamos en el artículo anterior que la diferencia de composición química entre los explosivos hallados en la furgoneta de Alcalá y los de la mochila de Vallecas sugerían que una de las dos pistas era un señuelo. En realidad, a la vista de los indicios enumerados en este artículo, hay bastantes probabilidades de que lo fueran las dos: ni está claro que la furgoneta de Alcalá fuera utilizada por los terroristas, ni tampoco parece que la mochila de Vallecas fuera depositada por ellos en los trenes.

Quizá si la actuación de determinados poderes públicos no hubiera sido tan opaca, podríamos sentirnos tentados de achacar todos los puntos oscuros a meras casualidades sin importancia, pero han sido tantas las ocultaciones y las manipulaciones que uno no puede evitar sentir una cierta intranquilidad.

Nadie miente a un juez, ni engaña a una comisión parlamentaria, ni oculta datos a la opinión pública por simple deporte. Si todo lo relativo a esas pistas apoyara claramente la versión oficial, ¿qué motivo había para ocultar al juez durante cuatro meses que la mochila tenía dos cables sueltos? ¿Qué motivo había para manipular los análisis químicos que revelaban diferencias entre el explosivo de Vallecas y el de Alcalá? ¿Qué motivo había para llevar a declarar a la Comisión 11-M al policía que NO había entrado con su perro a inspeccionar la furgoneta, en lugar de llamar al que SÍ había entrado? ¿Qué motivo había para no citar ante la Comisión 11-M a la taquillera que habló "en español con acento de español" con el supuesto terrorista de la furgoneta? ¿Qué motivo había para hacer peregrinar la mochila de Vallecas por medio Madrid? ¿Qué motivo había para no explicar con pelos y señales a la opinión pública todo lo relativo a esas increíbles pistas sobre las que luego se ha pretendido fundamentar todo el caso?

Tanto la furgoneta como la mochila jugaron un importante papel en la secuencia de acontecimientos que grabó a fuego en la opinión pública la tesis de la autoría islámica y de la inocencia de ETA. Aquellas dos pistas condujeron también a las cabezas de turco que serían detenidas en plena jornada de reflexión y, a más largo plazo, llevaron a la Policía hasta la trama mercenaria del 11-M.

En la película de El Mago de Oz, Dorothy y sus amigos alcanzan el final del camino de baldosas amarillas tan sólo para descubrir que el Mago no es otra cosa que un títere grande y complejo, cuyos hilos mueve un hombrecillo tan poco dotado de poderes mágicos como cualquiera de los restantes mortales.


En el tema del 11-M, ¿quién movía los hilos de esos mercenarios que encontramos al final del camino de baldosas amarillas? ¿Quién dispuso ese camino para que lo siguiera una opinión pública crédula y anonadada? Desde luego, no fueron los propios mercenarios quienes decidieron dejar allí las pistas que condujeran finalmente a su identificación. Si por algo se caracterizan los mercenarios es por la desagradable costumbre de querer disfrutar, vivos y en libertad, del dinero cobrado por sus crímenes.

http://www.libertaddigital.com/opinion/5-las-miguitas-de-pulgarcito-26522/


 
http://www.libertaddigital.com/espa...e-cerebros-del-11-m-segun-el-pais-1276512738/


La variante versión official
Los nueve "cerebros del 11-M" según 'El País'
  • El guardián de la versión oficial del 11-M ha llegado a encontrar al menos nueve autores intelectuales, "cerebros" o directores de los atentados.
C.Jordá Seguir a @carmelojorda 2014-03-10

El País se ha autoerigido en guardián de la ortodoxia informativa y de la versión oficial del 11-M. De atender a las noticias y opiniones del periódico de Prisa, mientras todos los demás medios se sumían en los pozos de la conspiranoia la única versión estable y fiable sobre lo sucedido se podía leer en sus páginas.

Sin embargo, en su esfuerzo por apuntalar esa versión oficial, las explicaciones de El País han ido dando bandazos, especialmente en uno de los asuntos capitales de los atentados aún hoy no resuelto y que no se ha aclarado en las sucesivas resoluciones judiciales: la autoría intelectual de los crímenes, quién ordenó y planeó la mayor masacre terrorista vivida en nuestro país.

Lo que en tantas ocasiones se ha llamado el "cerebro": un puesto para el que El País ha ido presentando a distintos candidatos: El Tunecino, El Chino, Amer Azizi, El Egipcio, Abu Dahdah, El Haski, Mustafá Setmarian, los hermanos Moutaz y Mohannad Almallah Dabas… Fueron hasta nueve posibles "cerebros" y se iba cambiando de versión en plazos tan cortos como dos semanas. Eso sí, en todos los casos los titulares y las menciones eran contundentes.


El primero, El Tunecino

Sarhane Ben Abdelmajid Fakhet, El Tunecino, fue el primero al que, siguiendo los pasos de la investigación oficial, es señalado como coordinador de los atentados. La información aparecía el 1 de abril, menos de un mes después de los atentados.

Tan sólo tres días después El Tunecino era uno de los cádaveres en el presunto atentado suicida de Leganés, y eso servía a El País para dar por muertos a "los jefes del comando del 11-M", en referencia a el propio Abdelmajid Fakhet y a Jamal Ahmidan, conocido como El Chino.

Poco después, en un extraño artículo en el que se daba mucho protagonismo a los sueños del imán de la M30 en Madrid y de uno de sus fieles, se describía la evolución religiosa de un Tunecino que "se había ido despegando lentamente de la doctrina de tolerancia" de este líder religioso, al que se alababa por haberse enfrentado a los "cerebros de la matanza".


En compañía de otros

Dos eran los cabecillas que reconocía este extraño artículo: El Tunecino al que ya teníamos localizado, y un invitado que aparece en los últimos párrafos: "Amer Azizi, Othman Al Andalusi, presunto miembro de Al Qaeda vinculado al 11-S y ahora buscado por la policía como uno de los principales organizadores del 11-M".

Unos meses después, ya en junio del mismo 2004, es otro el nombre que se desliza, como codirector de unas operaciones terroristas en las que sigue participando como cerebro El Tunecino. Se trata de Rabei Osman el Sayed Ahmed, conocido como Mohamed El Egipcio. Ese hombre sería, durante años, la mayor apuesta de los de Prisa como cerebro del 11-M.



"Un proyecto mío" de El Egipcio

Pero la aparición estelar de El Egipcio se había producido dos semanas antes, el nueve de junio, y con honores de portada. La detención de este hombre, efectivamente natural de Egipto, fue la primera ocasión para llevarlo a portada con una contundente frase entrecomillada: "El 11-M fue un proyecto mío". Pero la frase no era esa, sino que en realidad El País estaba estirando periodísticamente la frase real que había en la transcripción de los traductores italianos: "El hilo de Madrid fue mío".

Al día siguiente ya no era "uno de los cerebros" sino el "presunto organizador de los atentados del 11 de marzo en Madrid" y ascendía a la condición de terrorista internacional: "El Egipcio preparaba un atentado inmediato en el metro de París".

Ese mismo año El Egipcio mereció otra portada más, el 8 de diciembre, con una fotografía con el terrorista entre policías y un titular que, de nuevo, no dejaba sombra de duda: "Italia entrega al 'cerebro' del 11-M".



Dos más: Abu Dahdah y El Haski

Parecía ya todo claro pero en el mes de octubre de ese mismo 2004 salta la sorpresa: haciéndose eco del testimonio de un mando policial El País nos pone sobre la mesa un nuevo nombre como "cerebro" del 11-M, aunque no era del todo novedoso: Abu Dahdah, que había sido detenido unos años antes en una operación de Baltasar Garzón contra la célula de Al Qaeda en España.

Ni El Egipcio ni El Tunecino ni Dahdah: en noviembre aparece de nuevo Azizi gracias a un nuevo testimonio al que El País da toda la credibilidad. Azizi es calificado como "jefe de Al Qaeda en Europa" y se asegura que "participó en las reuniones preparatorias del 11-M" y, dato curioso a la hora de incriminarlo, "estaba en Fuenlabrada cuando siete terroristas se suicidaron en la localidad limítrofe de Leganés".

A finales de ese año encontramos otro responsable más: El Haski, presunto líder máximo en Europa del Grupo Islámico Combatiente de Marruecos (GICM), al que Del Olmo acusaba de haber "participado (…) en la ideación, preparación y contribución efectiva de los atentados terroristas".



Aparece Setmarian

A principio de marzo de 2005 El País lanzaba una serie sobre "los tres personajes clave en la trama de terrorismo islamista que concluyó en el sangriento atentado del 11 de marzo de 2004". Estos eran Allekema Lamari, "el brazo ejecutor del 11-M"; Abu Dahdah, "el caudillo del fanatismo"; Mustafá Setmarian, "el hombre de Bin Laden en Madrid". Ni rastro de Azizi o El Tunecino.

Se trata de la primera vez en la que el periódico de Prisa relaciona a Setmarian con el atentado del 11-M, si bien se reconoce que "hasta ahora no se han logrado 'evidencias' de su participación en estos hechos". En otras ocasiones se le cita como "sospechoso del 11-M", aunque finalmente ninguna investigación seria haya podido relacionarlo con los atentados.
Eso no impidió que a finales de 2005 El País nos ofrezca la noticia de la detención de Setmarian en Pakistán citándole como "el presunto organizador de los atentados del 11-M".



Cosa de hermanos

No obstante, menos de dos semanas después de la primera mención a Setmarian se volvía a otra versión más habitual: en una información sobre un clérigo fanático de Londres se señalaba de nuevo a El Tunecino y Azizi como cerebros. El segundo era de nuevo citado como "organizador" un mes más tarde, en abril.

Otra teoría a la que El País se abonó fue la responsabilidad de dos hermanos: citando a "un informe policial" el periódico de Prisa asegura que los atentados "posiblemente no se hubieran producido" sin que los hermanos Moutaz y Mohannad Almallah Dabas desarrollasen su trabajo de "reclutamiento, adoctrinamiento y dirección".

La teoría tenía una ventaja clara: la intervención y "dirección" de los hermanos permitía también relacionar el crimen con el terrorismo islámico internacional, dada "la 'doble vinculación' de los hermanos sirio-españoles con Al Qaeda y el entramado central del 11-M".



El Egipcio, rey de los "cerebros"

Pero de las muchas versiones sobre el cerebro del 11-M que ha manejado El País, probablemente en la que más ha insistido ha sido la que culpaba a El Egipcio. No en vano, esa era la "versión oficial" que iba a ser juzgada en la Audiencia Nacional, así que había que apuntalarla.

Así se hacía a partir del informe policial de conclusiones al que El País daba honores de portada el 29 de septiembre, con imágenes incluidas de El Egipcio y El Haski, acompañados por los presuntos autores materiales: Bouchar y Zougam.

El mejor ejemplo es, probablemente, una pieza publicada durante el juicio oral sobre la comparecencia de El Egipcio en las sesiones. El artículo nos habla de "la marca indeleble de El Egipcio" y describe, entre otras cosas, los ademanes del acusado. En ellos encuentra peculiares argumentos acusatorios: "El Egipcio no es un cualquiera. No sólo por la gravedad de los cargos que pesan sobre él, también por su porte innegable de ulema, de doctor de la ley mahometana".

La "marca indeleble", por cierto, no era otra cosa que las señales que dejaban en su piel las cinco oraciones diarias hacia La Meca, "el rastro del golpe repetido de su cabeza contra la alfombrilla extendida en el suelo". Eso, y "unos ojos verdes (que) traspasan a quien tenga el valor de confrontar su mirada" fueron los dos rasgos que impresionaron "a los funcionarios de la Audiencia Nacional".

La decepción llegó cuando El Egipcio fue absuelto en la sentencia de la Audiencia Nacional: quedó probado que no había sido ni el "cerebro" ni nada parecido del 11-M, pero todavía más, quedaron refutadas acusaciones que El País había vertido insistentemente: El Egipcio no era exmilitar –solamente había hecho el servicio militar en su país y además en tareas administrativas-; no era un "experto en explosivos" puesto que no había sido artificiero en el ejército; y en las famosas grabaciones traducidas por la policía italiana –y que se volvieron a traducir a requerimiento de Gómez Bermúdez- no decía nada de lo que había servido al diario de Prisa para dedicarle varias portadas.

La insistencia en la culpabilidad de El Egipcio, por cierto, se olvidó tan pronto como fue promulgada la sentencia. En el editorial del día después, el uno de noviembre de 2007, los de Prisa pasaban de puntillas sobre la absolución no sólo de el propio Egipcio, sino también de El Haski y Youssef Belhadj –estos dos últimos sí fueron condenados por pertenencia a banda armada- los tres que estaban acusados de ser "cerebros" del 11-M.

"Porque había dudas, y muy fundadas, y porque no podía condenársele de nuevo por los mismos hechos ha sido absuelto Rabei Osman El Egipcio, uno de los considerados inductores del 11-M por el ministerio fiscal", fue lo único que dijo El País en un artículo que se titulaba, miren ustedes por donde, "El fin de la infamia".



Las teorías de Reinares

En los últimos años El País ha publicado algunos artículos alrededor del terrorismo islámico de Fernando Reinares, investigador en terrorismo internacional del Real Instituto Elcano.

En 2009 Reinares firmaba una tribuna en la que desvelaba, según sus propias palabras, "la pista que definitivamente relaciona los atentados del 11-M con el directorio de Al Qaeda". La relación era Amer Azizi, que ya había sido acusado en alguna ocasión anterior en El País y que había fallecido en un ataque de un dron de EEUU junto a "Hamza Rabia, entonces jefe de operaciones externas de Al Qaeda y máximo responsable del planeamiento de atentados en Norteamérica y Europa".

Reinares asegura que Azizi "aparece mencionado en al menos 141 de los 241 tomos correspondientes al sumario incoado en la Audiencia Nacional por los atentados del 11-M" y fue responsable de reclutar a El Tunecino. Olvida sin embargo que la participación de El Tunecino, y todos los demás muertos en Leganés, fue rechazada por el Tribunal Supremo, que en la sentencia en la que corregía lo dictado por la Audiencia Nacional señaló que dicha intervención no se podía considerar probada.

Hace unos pocos días Reinares, que acaba de publicar el libro ¡Mátalos! sobre el 11-M, pulía su teoría: Azizi habría sido quien decidió cometer grandes atentados en España y lo había hecho en Karachi, Pakistán, en el año 2001.

Por supuesto, en esa fecha no podría tratarse de una venganza por la invasión de Irak, así que la teoría de Reinares asegura que lo que provocó la masacre de Madrid fue la operación de la Audiencia Nacional para desarticular la célula de Al Qaeda que dirigía en España Abu Dahdah y de la que era miembro el propio Azizi.


No deja de ser una paradoja que El País defienda que, en lugar de reacción a una decisión de Aznar, el 11-M haya sido reacción a una decisión de Baltasar Garzón, que fue el responsable de aquella operación.
 
por Luis del Pino
6. Las primeras detenciones
LOS ENIGMAS DEL 11-M

La cortina de humo tendida por los organizadores del 11-M había funcionado y la Policía y el juez picaron el anzuelo como estaba previsto.

2005-08-19

A partir del teléfono móvil encontrado en la mochila de Vallecas, se puso en marcha el mismo día 11 de marzo la investigación policial para tratar de aclarar el atentado. Resumiendo lo que la versión oficial nos cuenta, la Policía siguió por un lado la ruta de comercialización del propio teléfono móvil y por otro la ruta de comercialización de la tarjeta SIM de ese móvil (la tarjeta con el número telefónico). Con ello, averiguó que el teléfono había sido vendido en un bazar regentado por dos indios y que la tarjeta SIM había sido vendida en un locutorio de Lavapiés regentado por tres marroquíes. Esas cinco personas fueron detenidas en plena jornada de reflexión, lo que causó un enorme impacto sobre una opinión pública cada vez más desconcertada después de los atentados. Cuatro de esos detenidos fueron puestos en libertad por el juez pocas semanas después de las elecciones, y las dudas sobre la posible culpabilidad del quinto son cada vez más clamorosas, pero el impacto sobre la opinión pública era ya imposible de revertir.

Son muchos los puntos oscuros que rodean a esa investigación policial que condujo a las detenciones del 13 de marzo, pero no es momento ni lugar de ponerse a analizarlos. Tiempo habrá de ello. En este artículo, vamos a dar por buena esa versión policial y, partiendo de ahí, vamos a ver que, en realidad, las cosas simplemente no cuadran. También hablaremos de algunos otros datos relevantes que se le ocultaron a la opinión pública y analizaremos, a la luz de este año y medio de investigaciones, las detenciones del 13 de marzo.

La investigación policial
Como vamos a ver, la versión oficial no cuadra por ninguna parte. Pido perdón al lector por lo prolijo de las explicaciones que siguen, pero son necesarias para comprender cómo se realizó la investigación policial y los resultados a que condujo.

Lo primero que hay que entender es que en la mochila de Vallecas había un teléfono marca TRIUM y que dentro de ese teléfono había una tarjeta SIM de Amena (con un cierto número telefónico). El teléfono y la tarjeta SIM son dos cosas distintas, pudiéndose por ejemplo usar un mismo teléfono con distintas tarjetas SIM de diferentes compañías. Si se cambia la tarjeta SIM a un teléfono, cambiará el número telefónico.

Lo primero que hizo la Policía fue analizar a través de quién se habían vendido ese teléfono TRIUM y esa tarjeta de Amena. El teléfono y la tarjeta habían seguido rutas de comercialización totalmente distintas.

La ruta de las tarjetas
La versión policial, reflejada por el juez Del Olmo en sus autos, afirma que las tarjetas telefónicas de los móviles empleados en las mochilas-bomba provienen de un lote de 30 tarjetas Amena que la empresa Uritel vendió a una tienda denominada Sindhu Enterprise, la cual las vendió a su vez al locutorio de Lavapiés perteneciente a Jamal Zougham. De esas 30 tarjetas, 15 llegaron a activarse (es decir, hicieron una primera llamada y ya podían funcionar normalmente a partir de ahí), mientras que otras 15 no llegaron nunca a realizar una llamada.

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De las quince tarjetas que sí llegaron a hacer una primera llamada:

- 1 se la quedó Jamal Zougham (el dueño del locutorio de Lavapiés) para su propio teléfono móvil, que llevaba encima cuando la Policía le detuvo el 13 de marzo
- 1 estaba sin vender y fue encontrada en el locutorio de Jamal Zougham
- 1 fue utilizada para hacer llamadas entre el 8 y el 10 de marzo por personas vinculadas a la trama del 11-M.
- Las restantes 12 debieron de ser vendidas a otras personas, aunque los informes policiales no especifican a quién fueron vendidas ni cuándo se realizaron llamadas desde ellas. Dada la carencia de datos, hemos de suponer que la Policía comprobó cuáles llamadas se hicieron desde esas tarjetas y que esas llamadas no tienen nada que ver con los atentados.

De las otras 15 tarjetas, que no llegaron nunca a activarse:

- 3 estaban todavía sin vender y fueron encontradas en el locutorio de Jamal Zougham.
- 1 es la encontrada en la mochila de Vallecas. Esta tarjeta se encendió por primera y única vez el día 10 de marzo (sin llegar a realizar ninguna llamada) en la zona de cobertura de un repetidor situado en Morata de Tajuña.
- 6 tarjetas más se encendieron también por primera y única vez el 10 de marzo (sin llegar a realizar ninguna llamada) en la zona de cobertura del mismo repetidor. La Policía concluye que estas 6 tarjetas y la de la mochila de Vallecas (es decir, un total de 7 tarjetas) fueron utilizadas en las mochilas bomba.
- De las 5 restantes no se sabe nada. Los informes policiales concluyen que "es posible" que esas 5 tarjetas fueran encendidas también en Morata, pero que la compañía telefónica hubiera ya borrado los datos.

Lo primero que llama la atención es que Jamal Zougham se quedara una de las tarjetas del lote de 30 para su propio teléfono y luego esperara tranquilamente a que la Policía fuera a detenerle el 13 de marzo y le encontrara el teléfono encima. Si hubiera vendido las tarjetas sabiendo que eran para un atentado, ¿habría hecho algo tan estúpido?

Pero también llama la atención otra cosa: los números en las explicaciones policiales no cuadran. El día 11 de marzo había 12 mochilas en los trenes más la mochila de Vallecas, lo que da un total de 13 mochilas. Sólo se ha podido documentar que en Morata se encendieron 7 tarjetas telefónicas. ¿Qué pasa con las otras seis mochilas? Incluso si sumamos las 5 tarjetas de las que no se sabe nada y que la Policía "supone" que también se encendieron en Morata, seguimos teniendo 12 tarjetas, no 13. ¿Dónde está la tarjeta que falta?

La ruta del teléfono
Pero es que si tiramos del otro hilo, el del teléfono hallado en la mochila de Vallecas, resulta que las cosas no cuadran tampoco. Ese teléfono de la mochila pertenecía a un lote de 80 teléfonos TRIUM T-110 que una empresa llamada Telefonía San Diego vendió en octubre de 2003 a Bazar Top (la tienda de los dos indios detenidos el 13 de marzo). Bazar Top llevó 12 de esos teléfonos a liberar a Test Ayman, una tienda propiedad del policía Maussili Kalaji, y entre esos 12 teléfonos liberados estaba el de la mochila de Vallecas. Bien, veamos a quién se vendieron.

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Según la declaración del dependiente de Bazar Top, el día 3 de marzo vendió 3 teléfonos SIN LIBERAR a dos personas que hablaron con él en correcto español, pero que entre sí hablaban en un idioma extraño. Él les preguntó en qué hablaban y ellos le contestaron que en búlgaro. ¿Hablaban realmente en ese idioma? No lo sabemos. Desde luego, no hablaban en árabe, porque de la misma forma que nosotros podemos reconocer que alguien está hablando en francés, en inglés o en italiano aunque no entendamos esos idiomas, para un indio resulta natural reconocer si alguien está hablando en árabe. ¿En qué hablaban entonces? En la Comisión de investigación del 11-M, Jaime Ignacio del Burgo dijo algo de simple sentido común: con los datos que tenemos, esas personas podían estar hablando entre sí en búlgaro, en finlandés o en cualquier otro idioma, como por ejemplo el vasco. Por supuesto, estas palabras de Del Burgo suscitaron las inmediatas risotadas del representante del PNV.

Ante la carencia de datos, vamos a suponer que eran búlgaros. El día 4 de marzo, el dependiente indio vendió a esos mismos "búlgaros" 6 teléfonos LIBERADOS y el día 8 de marzo les volvió a vender otro teléfono liberado más. Así pues, el total de teléfonos que el indio vendió a esos "búlgaros" es de 10 (7 liberados y 3 sin liberar). Está demostrado en el sumario que los 7 teléfonos liberados fueron utilizados con las 7 tarjetas SIM que se encendieron bajo el repetidor de Morata de Tajuña.

Números que no cuadran
A partir de aquí empiezan las preguntas: si los teléfonos móviles fueron vendidos a unos "búlgaros", ¿cómo llegan a manos de los mercenarios marroquíes? ¿Qué pintan esos "búlgaros" en toda esta historia? ¿Para qué querían esos "búlgaros" los otros tres teléfonos sin liberar? ¿Se ha podido seguir el rastro de esos tres teléfonos? Independientemente de esto, ¿puede alguien explicarnos cómo cuadran los números? Porque lo que vemos es que:

- tenemos 13 mochilas, pero en la tienda del policía Maussili Kalaji se liberan 12 teléfonos
- tenemos 13 mochilas, pero Bazar Top sólo vende 10 teléfonos a los búlgaros (3 de ellos sin liberar)
- tenemos 13 mochilas, pero en Morata de Tajuña (como hemos visto antes) sólo se activan 7 tarjetas (o como máximo 12, si aceptamos las "suposiciones" policiales).

Resumiendo, el panorama que nos encontramos es que, después de diecisiete meses de investigaciones, lo único que cuadra son los siete teléfonos liberados comprados por unos "búlgaros" con las siete tarjetas que se activaron en Morata. Dicho en otras palabras: aún asumiendo como ciertas las explicaciones de la Policía, la versión oficial no es capaz de explicar qué teléfonos o tarjetas se usaron en 6 de las 13 mochilas-bomba del 11-M.

A la luz de estos datos, ¿le parece al lector que Rodríguez Zapatero se ajustaba a la verdad cuando afirmó ante la Comisión 11-M que todo estaba claro? No sólo no sabemos qué explosivos se usaron en los trenes, sino que tampoco está claro qué teléfonos se emplearon.

¿Fueron uno o dos comandos?
En realidad, la situación es todavía más confusa. Algún lector puede estarse preguntando: ¿tenemos constancia de que esas 7 tarjetas y teléfonos se usaran en los trenes de la muerte? Si se analiza el sumario, son cuatro los hechos que relacionan con los atentados a ese lote de 7 tarjetas y teléfonos:

- Una de esas tarjetas y uno de esos teléfonos estaban en la mochila de Vallecas.
- Las siete tarjetas se encendieron bajo el repetidor de Morata el día 10 de marzo.
- En el registro de la finca de Morata se encontró la caja vacía de una de las siete tarjetas y en esa caja apareció una huella dactilar del jefe de la trama mercenaria: Jamal Ahmidan, El Chino.
- Las siete tarjetas pertenecen a un lote de 30 al cual pertenecía también otra tarjeta que fue utilizada por los mercenarios del 11-M para efectuar llamadas telefónicas entre el 8 y el 10 de marzo.

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El único de estos cuatro indicios que podría constituir una "prueba" directa de que esas tarjetas y teléfonos se usaron en las mochilas-bomba de los trenes es... la mochila de Vallecas, pero ya vimos en el capítulo anterior que existen serias dudas sobre esa peculiar mochila. Por tanto, es verdad que no sabemos a ciencia cierta si se emplearon en los atentados esas tarjetas y teléfonos. Pero, de todos modos, parece razonable suponer que fue así, dados los otros tres indicios que conectan a esas tarjetas con la trama mercenaria del 11-M.

Pero entonces, ¿qué tarjetas y teléfonos se usaron en las otras seis mochilas que faltan hasta completar las 13? ¿Es posible que en el 11-M hubieran participado dos "comandos" distintos, cada uno de los cuales se hubiera encargado de preparar una parte de las mochilas?

Con respecto a estas preguntas, hay un detalle del sumario que llama poderosamente la atención y al que nadie parece haber dado importancia. En uno de sus primeros informes, fechado el 12 de marzo, en plena confusión posterior a los atentados, el jefe de los Tedax hace una afirmación que tiene una enorme relevancia. Como ya sabe el lector, en los trenes estallaron 10 bombas, mientras que los Tedax hicieron detonar otras 2 en las propias estaciones: una en El Pozo y otra en Atocha. Pues bien, en ese informe de Sánchez Manzano se afirma directamente que la bomba que los Tedax hicieron detonar en Atocha no contenía un teléfono móvil.

¿Se trata de una confusión de Sánchez Manzano? Porque si no es una confusión, el escenario que tendríamos es: 6 bombas en los trenes que utilizaban teléfonos móviles y otras 6 que posiblemente usaban otra cosa (¿un temporizador, quizá?). Esto abonaría la tesis de los dos comandos, pero además nos lleva a una pregunta que ha estado desde el principio rondando la cabeza de quienes han investigado el 11-M: ¿por qué se emplearon teléfonos móviles para activar los detonadores de al menos una parte de las bombas, cuando se podían haber utilizado temporizadores, que son mucho más seguros y no dejan rastro? ¿Quién tenía interés en que acabáramos localizando a través de los móviles al comando de Morata, cuyos miembros se terminan suicidando en Leganés?

Las detenciones de los hindúes
Éste es el confuso panorama en el que nos movemos después de 17 meses de investigaciones. Obviamente, el día 13 de marzo de 2004 las informaciones de las que se disponía eran mucho más fragmentarias y confusas, a pesar de lo cual se procede a efectuar cinco detenciones. Y analizando esas detenciones a fecha de hoy, resultan absolutamente inconcebibles.

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Veamos primero las detenciones relacionadas con los teléfonos. ¿A quién detuvo la Policía en plena jornada de reflexión? No se detuvo a los "búlgaros" que compraron los teléfonos móviles de los atentados (más que nada porque seguimos sin saber quiénes son). No se detuvo a quienes liberaron esos móviles utilizados en los atentados (recuerde el lector que se liberaron en la tienda de un policía). No se detuvo tampoco al dependiente que había vendido esos teléfonos a los "búlgaros". ¡A quien se detuvo es a los dueños indios del bazar donde un dependiente vendió los teléfonos a los "búlgaros"! ¿Por qué? ¿Alguien puede explicarnos qué delito habían cometido? ¿Alguien tiene alguna razón que justifique esta detención absolutamente arbitraria? Si los "bulgaros" hubieran comprado los teléfonos en El Corte Inglés, ¿tendría lógica que hubieran detenido a Isidoro Álvarez?

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Pero lo que causa más vergüenza en este episodio es el hecho de que la Policía detenga a dos hindúes por su posible implicación en una trama de integristas islámicos. Y no sólo eso, sino que el juez ratifique esa detención y que la opinión pública la acepte sin pestañear. No hace falta leer todos los días los periódicos para estar al tanto de las terribles matanzas entre hindúes y musulmanes que la India ha vivido desde hace décadas. ¿Cómo puede alguien detener a dos indios de religión hindú como cómplices de un atentado islamista? Que la opinión pública y, muy en especial, los medios de comunicación aceptaran semejante desatino como algo natural y no pusieran inmediatamente el grito en el cielo dice muy poco del sentido crítico de la sociedad española.

Por supuesto, los indios fueron puestos en libertad en abril de 2004, pero cuando sus nombres ya habían sido revolcados por el fango y cuando su detención había sido convenientemente aireada y utilizada.

Las detenciones de los marroquíes
¿Y qué pasa con los otros tres detenidos del 13-M, los marroquíes del locutorio de Lavapiés? Pues que la Policía no detuvo a quienes habían adquirido las tarjetas telefónicas usadas en los atentados, porque el 13-M no se sabía quiénes habían comprado las tarjetas. Ni tampoco detuvo a los miembros del comando de Morata que puso las bombas, porque aún no estaban identificados por aquel entonces. A quien detuvo fue a quienes vendieron, supuestamente, esas tarjetas.

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La pregunta, de nuevo, es la misma: ¿por qué se detiene a los que se limitan a vender unas tarjetas telefónicas, como parte de su negocio habitual? Sin embargo, en este caso, la detención efectuada por la Policía no es tan arbitraria como parece. Quien eligió a esos marroquíes como cabezas de turco había hecho sus deberes a la perfección: el nombre del dueño del locutorio, Jamal Zougham, aparecía "mencionado" en el sumario contra la célula española de Al Qaeda que colaboró en la organización de los atentados de Nueva York. Y he entrecomillado la palabra "mencionado" porque en realidad Jamal Zougham no ha sido nunca acusado de colaborar con esa célula de Al Qaeda, ni había sido nunca procesado por pertenecer a ninguna organización islamista. Su nombre simplemente aparecía en ese sumario y hace poco hemos visto en TV a Jamal Zougham declarando como simple testigo en el juicio contra esa célula de Al Qaeda.

Cuando la Policía descubre que la tarjeta de la mochila de Vallecas conduce al locutorio de Zougham y que su nombre aparecía mencionado en aquel sumario (aunque fuera como simple testigo), alguien debió de "deducir" que el tal Zougham y los otros dos marroquíes habían preparado las bombas, con lo cual se procedió a su detención. La cortina de humo tendida por los organizadores del 11-M había funcionado y la Policía y el juez picaron el anzuelo como estaba previsto.

Dos de esos tres marroquíes serían puestos en libertad por el juez pocas semanas después de los atentados, porque vender unas tarjetas telefónicas no constituye, obviamente, un delito. Lo cual quiere decir que la razón por la que se detuvo a Jamal Zougham el día 13-M (la venta de las tarjetas) no es considerada por el juez como indicio de que Jamal Zougham estuviera relacionado con el atentado.

Sin embargo, 17 meses después de la masacre, Jamal Zougham sigue estando en prisión. ¿Por qué? Pues porque, como vamos a ver en el siguiente capítulo, a partir de su detención se desató contra Zougham una auténtica "caza del hombre" en la que no han faltado ni las falsas acusaciones, ni los testigos manipulados, ni una ininterrumpida e inmisericorde campaña de descrédito.

http://www.libertaddigital.com/opinion/6-las-primeras-detenciones-26565/
 
por Luis del Pino
7. Jamal Zougham, la cabeza de turco
LOS ENIGMAS DEL 11-M

¿Participó Jamal Zougham en los atentados del 11-M? No lo sabemos, pero la lectura del sumario no permite encontrar ninguna prueba sólida de que lo hiciera

2005-08-24

El 17 de marzo de 2004, declaraba por primera vez ante la Policía un testigo llamado Hassan Serroukh. En esa primera declaración, Serroukh contaba con pelos y señales lo religioso que era Jamal Zougham, las reuniones que mantenía con otras personas tan religiosas como él y sus contactos con diversos integristas muy conocidos. Esas declaraciones fueron convenientemente utilizadas por la Policía para convencer al juez de la peligrosidad de Zougham.

Un par de semanas más tarde, los listados de llamadas cruzadas revelaban que ese testigo, Hassan Serroukh, estaba relacionado con algunos de los supuestos terroristas del 11-M, a pesar de lo cual la policía no le detiene y Serroukh presta declaración como testigo ante el juez el 21 de mayo de 2004.

Al ser preguntado por el juez sobre Jamal Zougham y sus socios, Hassan Serroukh le dice a Del Olmo que él no nombró en ningún momento a Zougham en su declaración ante la Policía, sino que fue la Policía quien escribió ese nombre y él se limitó a firmar lo que le pusieron delante. Pero no es eso lo más sorprendente. Con el correr de los meses, las investigaciones demostraron que Hassan Serroukh estaba efectivamente relacionado con la trama del 11-M, por lo que el juez Del Olmo terminó por imputarle en el sumario con fecha 28 de abril de 2005.

¿Qué credibilidad merecen las declaraciones de este testigo sobre lo radical que era Zougham? ¿Fue efectivamente la Policía quien dictó a Serroukh los términos de su primera declaración? ¿Fue Serroukh el que intentó, con su declaración, echar basura sobre Zougham, para alejar así las sospechas de sí mismo y de los verdaderos mercenarios del 11-M?

Los testigos de los trenes
La razón fundamental (la única razón sólida) por la que Jamal Zougham sigue en la cárcel son los testimonios de tres testigos distintos, que dicen haberle visto en los trenes de la muerte aquella mañana negra del 11 de marzo. Tanto Jamal Zougham como su socio Mohamed Chaoui (los dos dueños del locutorio de Lavapiés) fueron reconocidos "sin ningún género de dudas" tanto en las fotografías mostradas en dependencias policiales como en las posteriores ruedas de reconocimiento.

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Lo único malo de esas declaraciones testificales es que su solidez es mucho menor de lo que aparenta en un principio. Figúrese el lector hasta qué punto son fiables esos reconocimientos, que el juez Del Olmo no tuvo más remedio que anular los de Mohamed Chaoui y ponerle en libertad, porque si tuvieran razón los diversos testigos que decían haberle visto en los trenes "sin ningún género de dudas", hubiera sido necesario que Chaoui estuviera en dos trenes al mismo tiempo, cosa evidentemente imposible.

¿Qué es lo que había pasado? Pues que esos reconocimientos fueron hechos después de que la foto de estos dos presuntos implicados hubiera sido convenientemente aireada en todos los medios de comunicación (¿hay alguien en España a quien no le suene la cara de Jamal Zougham?). Como consecuencia, los testigos se habían visto contaminados por la publicación en los periódicos de la fotografía de Mohamed Chaoui, identificándole en su memoria con esa persona que habían visto en los trenes y en la que probablemente no se habían fijado demasiado.

Jamal Zougham no tuvo tanta suerte como Chaoui: los reconocimientos de los testigos de los trenes no eran incompatibles entre sí. Aunque dos testigos decían haberle visto en dos trenes distintos, lo habían visto a diferentes horas, así que cabía la posibilidad de que Zougham hubiera depositado una mochila en un tren, se hubiera bajado, y hubiera subido a otro tren para depositar la segunda. Pero ¿está Jamal Zougham realmente implicado en los atentados o es sólo una oportuna cabeza de turco?

Un extraño papel en una trama extraña
Lo primero que nos choca al analizar la posible implicación de Jamal Zougham en los atentados del 11-M es el extraño papel jugado por este sospechoso. Como sabe el lector, las tarjetas telefónicas de las mochilas-bomba fueron adquiridas en el locutorio de Zougham, pero los teléfonos móviles fueron comprados en la tienda de unos indios y fueron liberados en otra tienda, propiedad del policía Maussili Kalaji. Si fuera verdad que Jamal Zougham estaba implicado en la trama terrorista, ¿qué necesidad había de comprar los teléfonos a los indios y de llevarlos a liberar a la tienda de Kalaji? Jamal Zougham vendía tanto tarjetas telefónicas como teléfonos móviles, y disponía en su locutorio de todo lo necesario para liberar teléfonos. Si hubiera estado implicado en la trama, ni los indios ni Kalaji tendrían por qué haber aparecido en escena, ya que Zougham hubiera podido suministrar el pack completo.

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Tampoco resulta lógico el comportamiento de Zougham tras los atentados. Los empleados de su tienda describen que el 11 de marzo realizó una jornada de trabajo normal, sin mostrar ningún comportamiento fuera de lo común. Y así continuó hasta el día 13 de marzo, en que la Policía se presenta a detenerlo. ¿Tiene sentido que no tratara de huir, ni de esconderse? Si hubiera sido consciente de que las tarjetas telefónicas que había vendido eran las usadas en las mochilas bomba, ¿se habría quedado trabajando tranquilamente durante tres días, a esperar a que la Policía le detuviera? Es más, ¿habría puesto en su teléfono móvil una de las tarjetas del mismo lote que las usadas en los atentados, para que la Policía la encontrara allí en el momento de detenerle?

Pero lo más extraño de todo es que no aparezca ninguna otra prueba pericial que le incrimine en los atentados. Uno de los hilos más fructíferos a la hora de detener a los presuntos autores de la masacre ha sido el seguimiento de las llamadas intercambiadas por los distintos implicados. Así, de los supuestos teléfonos de las mochilas-bomba se llegó al grupo de Morata, articulado en torno a El Chino. Siguiendo el rastro de las llamadas de este grupo de Morata se llega, a su vez, al grupo de asturianos que supuestamente proporcionaron la dinamita y al grupo de supuestos integristas articulado en torno a El Tunecino y a los hermanos Almallah, un grupo que tenía su piso franco en la calle Virgen del Coro de Madrid. Pues bien, ninguno de esos seguimientos de conversaciones telefónicas conduce a Jamal Zougham. Si hubiera estado implicado en los preparativos de los atentados, lo natural es que se hubiera detectado alguna conversación telefónica suya o de sus socios con el grupo de Morata, con los asturianos o con el comando de la calle Virgen del Coro. Sin embargo, esas llamadas no aparecen.

Tampoco aparecen huellas dactilares de Zougham, ni rastros de su ADN, en ninguno de los escenarios analizados: ni en Morata, ni en Leganés, ni en la furgoneta de Alcalá, ni en el Skoda Fabia, ni en la mochila de Vallecas, ni en la calle Virgen del Coro, ni en ninguno de los demás pisos o vehículos empleados por los restantes miembros de la trama .... ¿Tan cuidadoso era Zougham que, a diferencia de todos los restantes terroristas, no dejó pista alguna? Por si fuera poco, el diario El Mundo publicó hace ya tiempo que el teléfono de Zougham estaba pinchado por la Policía desde nueve meses antes de los atentados, y que en esos nueve meses de conversaciones no aparece nada que relacione a Zougham con la masacre. Suponiendo que Zougham estuviera implicado en los atentados, ese extraordinario cuidado en no dejar escapar ningún indicio antes del 11-M contrasta brutalmente con el aparente descuido con el que se decidió a usar en las bombas unas tarjetas telefónicas que permitían localizarle tan fácilmente.

¿Realmente jugó Jamal Zougham un papel en la organización de los atentados? Si es así, debe de ser todo un maestro del disimulo, porque fue capaz de no dejar ninguna pista mientras todos sus compañeros iban delatándose por sus llamadas, por sus huellas dactilares, por sus prendas de ropa o por sus conversaciones indiscretas. Lo menos que podemos decir es que, si Zougham jugó un papel en el 11-M, dicho papel debió de ser muy extraño.

La campaña de descrédito
Pero más preocupante que la falta de pruebas es el empeño con el que se ha pretendido, desde distintas instancias, hacer creer a la opinión pública a toda costa que Zougham era culpable. Llama verdaderamente la atención el número de falsedades que se han filtrado a los medios de comunicación para tratar de convencerles de la culpabilidad de Zougham.

Poco después del atentado se dijo, por ejemplo, que un trocito del móvil de la mochila de Vallecas había aparecido en el locutorio de Zougham. No es cierto: dicho trocito de móvil no existió nunca y de hecho no aparece en el sumario, como ya puso de manifiesto Fernando Múgica en su primer artículo sobre "Los agujeros negros". No sólo es que en el locutorio de Zougham no apareciera ningún trocito de móvil: es que en el móvil de la mochila de Vallecas no faltaba ningún trocito.

Se dijo también que en el locutorio de Zougham se encontró otro móvil similar al de la mochila de Vallecas, preparado para actuar como detonador. Tampoco es cierto: el único móvil incautado en el locutorio de Zougham, según ponen de manifiesto los informes policiales, era un móvil marca LG (no Trium, como el de Vallecas) y además esos informes indican expresamente que ese móvil LG no presentaba ningún tipo de manipulación.

Se filtró asimismo a los medios de comunicación que una huella de Zougham había aparecido en la furgoneta de Alcalá. Es completamente falso: las únicas huellas de un presunto terrorista encontradas en la furgoneta de Alcalá corresponden a un argelino llamado Daoud Ouhnane, según consta en los autos del juez Del Olmo.

También se filtró a los medios que el ADN de Zougham había sido encontrado en la casa de Morata de Tajuña. Tampoco es verdad: el nombre de Zougham no aparece en los listados de personas cuyo ADN se encontró (según el juez Del Olmo) en Morata.

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Una y otra vez, se han estado volcando sobre Zougham imputaciones falsas, las cuales eran convenientemente transmitidas a la opinión pública por unos medios que dieron por supuesto, desde el mismo 13 de marzo, que Zougham era culpable, ¿Quién se ha estado dedicando a filtrar tanto rumor sin fundamento? ¿Por qué esa campaña de descrédito ha estado específicamente dirigida contra ese marroquí, sin que el resto de los imputados hayan tenido que soportar nada parecido?

El episodio más tenebroso de esa auténtica "caza del hombre" lo vivíamos hace escasas semanas, con ocasión de la presencia de Zougham como testigo en el juicio contra la célula española de Al Qaeda acusada de colaborar en los atentados de Nueva York. Todas las televisiones abrieron sus informativos con esas imágenes del "malo oficial" del 11-M, con las declaraciones de Pilar Manjón relativas a Zougham, con esa estremecedora escena donde un juez displicente le dice a Zougham de forma desabrida que, si tiene queja del trato que recibe en la cárcel, lo que debe hacer es hablar con el juez de vigilancia penitenciaria... ¿Era realmente necesario organizar ese linchamiento mediático contra alguien que estaba declarando como simple testigo en un juicio?

Las falsas imputaciones
En un informe de la UCI (Unidad Central de Inteligencia de la Policía) enviado al juez Del Olmo el 19 de mayo de 2005 y que resume el estado de las investigaciones 14 meses después de la masacre, se enumeran los "indicios" existentes contra Jamal Zougham. La lectura completa de ese informe confirma punto por punto lo que en este artículo denunciamos: no hay una sola llamada cruzada, no hay una sola huella digital y no hay un solo rastro de ADN que relacionen a Jamal Zougham con la masacre de Madrid.

Pero ese informe enumera dos "indicios" contra Zougham que resultan verdaderamente asombrosos en un documento oficial: el informe dice que Zougham se dedicaba a ver vídeos de la yihad en su piso de la Calle Villalobos 51 y que viajaba frecuentemente a Amsterdam a ver a su primo Larbi Ahmidan. Es decir, el informe de la UCI enviado al juez Del Olmo 14 meses después del atentado confunde a Jamal Zougham con Jamal Ahmidan, El Chino, que es quien vivía en la Calle Villalobos y tenía un primo llamado Larbi. ¿Sería mucho pedir que los responsables de redactar los informes de la UCI se abstuvieran de aplicar la máxima de que "todos los Jamales son iguales"?

Pero, dejando aparte estas afirmaciones ridículas de la UCI, que no pasan de ser simplemente chuscas (aunque no por ello más disculpables), en el sumario instruido por el juez Del Olmo existe constancia de al menos dos ocasiones en que la Policía podría haber utilizado a Zougham directa y explícitamente como cabeza de turco.

Al efectuar el seguimiento de las tarjetas telefónicas relacionadas con la mochila de Vallecas, la UCIE (Unidad Central de Información Exterior de la Policía) localizó diversos números telefónicos de la serie 645.65.XXXX que intercambiaron numerosas llamadas con El Chino y con otros terroristas de la trama mercenaria. La UCIE determinó que uno de los números sospechosos, el 645 65 84 95, figuraba a nombre de una mujer, Rana Kadaji, por lo que el 20 de marzo de 2004 procedió a tomar declaración como testigo al marido de ésta, un sirio llamado Abdul Khalek Al Jondi, que reconoció haber vendido esa tarjeta y otras del mismo lote a diversos personajes del núcleo duro del 11-M, entre ellos El Tunecino y los hermanos Almallah.

A pesar de tener esta declaración en sus manos, diez días después la UCIE enviaba al juez Del Olmo un informe en el que se afirmaba textualmente que la tarjeta 645 65 84 95 había sido vendida por... Jamal Zougham. En dicho informe, de 30 de marzo de 2004, no se hacía referencia ninguna ni a Rana Kadaji, ni a Abdul Khalek Al Jondi, ni a los hermanos Almallah. Pero es que el 23 de abril de 2004, la UCIE repetía la jugada y enviaba al juez un segundo informe donde volvía a atribuir a Jamal Zougham la comercialización de otra de las tarjetas de ese mismo lote, de nuevo sin hacer mención de las personas vinculadas al núcleo duro del 11-M. ¿Dos errores sucesivos?

Conclusiones
Después de leído el sumario, uno no puede menos que sospechar que la utilización de Zougham como cortina de humo no sólo sirvió para obtener unas llamativas detenciones en plena jornada de reflexión, sino también para distraer a la Policía y al juez durante meses, haciéndoles investigar en una dirección que nada tiene que ver con los verdaderos terroristas.

¿Participó Jamal Zougham en los atentados del 11-M? No lo sabemos, pero la lectura del sumario no permite encontrar ninguna prueba sólida de que lo hiciera. Por el contrario, lo que sí aparecen son numerosos intentos de implicarle por cualquier medio, incluso recurriendo a la más descarada falsedad. Y el sentido común nos permite deducir algo muy simple: nadie se toma tanto trabajo en arrojar basura sobre una persona para tratar de incriminarla... a menos que no haya ninguna prueba real que la incrimine.

¿Por qué ese intento de incriminar a Zougham a toda costa? ¿Por qué ese sorprendente interés en convertirle en el malo oficial de esta tenebrosa historia? ¿Tiene quizá que ver con el hecho de que el día en que Zougham sea puesto en libertad por el juez, alguien podría sentir el desagradable impulso de volver la vista atrás y de llamar la atención sobre cómo se dio la vuelta a un resultado electoral deteniendo a cinco personas inocentes en plena jornada de reflexión? Espero que no. Quiero creer que vivo en un país donde nadie sería capaz de mantener encerrado a un inocente sólo para no tener que responder a incómodas preguntas.
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http://www.libertaddigital.com/opinion/7-jamal-zougham-la-cabeza-de-turco-26624/
 
por Luis del Pino 2005-08-31
8. El transporte de los explosivos
LOS ENIGMAS DEL 11-M

No sabemos todavía, como ya se ha indicado en anteriores capítulos, qué tipo de explosivo se utilizó en los trenes de la muerte. Lo que sí sabemos es que una cantidad indeterminada de dinamita fue transportada desde Asturias a Madrid en los dos primeros meses de 2004, y que esa Goma-2 ECO al menos se corresponde, muy probablemente, con la encontrada en el piso de Leganés. ¿Se empleó esa misma Goma-2 en las mochilas bomba de los trenes? Parece lógico pensar que sí, pero la aparición de restos de explosivo militar en la furgoneta de Alcalá y el informe de Sánchez Manzano donde se apuntaba a la existencia de dos tipos de mochilas bomba (unas con teléfono y otras sin él) nos obligan a dejar la cuestión en suspenso.

El transporte de los explosivos desde Asturias es uno de los episodios mejor documentados en lo que respecta a los preparativos de la masacre, aunque siguen existiendo numerosas preguntas que nadie ha querido o podido responder. Como el lector podrá comprobar, conocemos con una precisión milimétrica mucho de lo que ocurrió en aquel fin de semana del 28 al 29 de febrero de 2004 en que, supuestamente, seis mercenarios marroquíes (cinco de los cuales morirían en Leganés) trasladan a Madrid los explosivos escamoteados en las minas de caolín asturianas.

Los preliminares

El 18 de septiembre de 2003 era robado en Madrid un Toyota Corolla propiedad de Pablo A.T., vehículo que juega, como después veremos, un papel fundamental en toda la trama. En su denuncia ante la Policía, el propietario del vehículo contó que con el coche le robaron también su teléfono móvil, con el que los ladrones realizaron una llamada a Chile. El coche terminaría en manos de Suárez Trashorras, el ex-minero asturiano, que le cambió la matrícula sustituyéndola por la de otro coche del mismo modelo, para evitar ser interceptado en algún control rutinario de la Policía. La nueva matrícula se correspondía con la de otro Toyota Corolla, cuya propietaria responde al nombre de Beatriz H.C. y reside también en Madrid.

Según los informes de la Guardia Civil y los autos del juez, el transporte de los explosivos comenzó el 5 de enero de 2004, fecha en la que Sergio Alvarez Sánchez (alias Amocachi) transportaba a Madrid en autobús, por encargo de Trashorras, un primer cargamento de unos 15 kilos, introducido en una bolsa de deportes. El segundo cargamento sería transportado por Antonio Iván Reis Palacios el 19 de enero. En las dos primeras semanas de febrero, se realizarían dos transportes más por el mismo sistema, esta vez a cargo de un menor apodado El Gitanillo. El sistema en todos los casos era el mismo: algún componente del grupo de El Chino recogía la bolsa de deportes con los explosivos al llegar el autobús a Madrid.

Las cosas se aceleran

Los explosivos estaban, como vemos, trasladándose a pequeñas tandas desde Asturias a Madrid cuando Emilio Suárez Trashorras y Carmen Toro emprenden su viaje de luna de miel a Tenerife, donde permanecerían del 19 al 26 de febrero en un hotel.

Sin embargo, algo hizo que de repente las cosas se precipitaran o alguien debió de dar la orden de acelerar los preparativos de la matanza, porque los mercenarios y los asturianos deciden abandonar el sistema de transporte utilizado hasta el momento y trasladar a Madrid en coche un cargamento completo. La cuenta atrás había comenzado.

El 21 de febrero, Suárez Trashorras llama a El Chino desde una cabina telefónica ubicada en el hotel de Tenerife donde estaba pasando su luna de miel. El 24 de febrero, El Chino llama dos veces al móvil de Trashorras; entre ambas llamadas del Chino, Carmen Toro efectúa una llamada al inspector de Avilés del que Suárez Trashorras era confidente.

Aquellas conversaciones telefónicas debieron de servir para concertar una cita, porque el 26 de febrero, de vuelta de su luna de miel, Suárez Trashorras y Carmen Toro se reúnen con El Chino en la casa de Morata de Tajuña, antes de continuar viaje a Asturias. En esa reunión, Trashorras y El Chino debieron de acordar los detalles del transporte que tendría lugar ese fin de semana.

Al día siguiente, ya de vuelta en Asturias, Suárez Trashorras recibe una llamada de El Chino, tras lo cual Carmen Toro llama de nuevo al inspector de Avilés. Estamos en el 27 de febrero.

Relato de un fin de semana

Antes de entrar en el relato de los hechos, recomiendo al lector que haga una cosa: consultar en Internet las hemerotecas de los periódicos digitales, para ver las ediciones correspondientes al 28 y 29 de febrero de 2004. Si lo hace así, comprobará que aquel fin de semana cayó en España una nevada histórica, que colapsó el País Vasco y el norte de Castilla-León (especialmente Burgos). Miles de conductores quedaron atrapados, el gobierno vasco cerró sus carreteras a la circulación de vehículos pesados y era necesaria la utilización de cadenas en numerosos puertos, entre ellos el del Escudo, que conecta Burgos con Cantabria.

Asimismo, podrá comprobar también cómo en aquel fin de semana ETA envía su propia caravana de la muerte, que sería interceptada por la Guardia Civil en Cañaveras.

El relato de los hechos está basado en los datos de los repetidores telefónicos por los que pasaron los presuntos terroristas, en las listas de llamadas cruzadas, en las declaraciones de algunos de los miembros de la trama asturiana y en las conversaciones telefónicas grabadas a algunos de los mercenarios marroquíes, cuyas comunicaciones estaban intervenidas por orden de un juzgado de Alcalá.

28 de febrero: el viaje a Avilés

A las 12:04 del 28 de febrero, el VW Golf de El Chino sale de Madrid hacia Avilés por la autopista A-6. Además de El Chino, viajaban en él otros dos de los miembros del comando mercenario de Morata: Mohamed Oulad y Abdenabi Kounjaa.

Los repetidores telefónicos nos indican que pasaron por Las Rozas, por Sanchidrián (Ávila), por Cimanes del Tejar (León) y por Molleda (Asturias). Desde aquí, El Chino efectúa una llamada a Suárez Trashorras y poco antes de las cinco de la tarde los tres marroquíes llegaban a Avilés, donde se reúnen con el ex-minero asturiano y confidente policial.

Durante aquella tarde, El Chino y sus hombres reconocen la zona, compran tres mochilas, tres linternas y algunos otros artículos en un Carrefour (el ticket de compra tiene hora de las 21:26) y se disponen a recoger los explosivos en la mina. A las 21.35, Suárez Trashorras llama a El Chino desde una cabina de Avilés y una hora más tarde (22.27) es El Chino quien efectúa una llamada a alguien que está en Madrid y a quien la transcripción de las grabaciones sólo identifica por su nombre de pila: Abdul Khalek.

Los marroquíes y El Gitanillo (el ayudante de Trashorras) se dirigen con sus mochilas hacia las minas en dos coches (el VW Golf y un Escort) y El Chino vuelve a llamar a Abdul Khalek al filo de las once de la noche desde un pueblo denominado Salas. Sin embargo, los miembros del comando de Morata no logran encontrar la mina, y a la 1.53 El Chino llama a Suárez Trashorras para decirle que se ha perdido.

Madrugada del 29 de febrero: la carga de los explosivos

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Después de recibir nuevas indicaciones, los marroquíes se pasan la noche cargando de explosivos el Ford Escort, con las tres mochilas que habían comprado en Carrefour. Hacia las 6 de la mañana, se reúnen con Trashorras en el garaje de éste y trasvasan los explosivos al VW Golf. Después, vuelven a la mina para recoger un segundo cargamento.

Terminado el trasvase del segundo cargamento de dinamita al VW Golf a eso de las 12 de la mañana, los marroquíes le piden a Trashorras que les preste un coche para utilizarlo de lanzadera, por lo que el asturiano les deja el Toyota Corolla robado.

Desde Asturias, El Chino llama a otro de los miembros del comando de Morata, Otman El Gnaoui, que está en Madrid, y le dice que recoja a otros dos miembros del grupo en un tercer vehículo y que se venga rápido por la carretera de Bilbao.

29 de febrero: la vuelta a Madrid

Aproximadamente a las 12:30 del 29 de febrero, la caravana de la muerte de los mercenarios emprende la marcha desde Asturias. El coche lanzadera es el Toyota, conducido por El Chino; detrás viaja el VW Golf cargado con los explosivos y conducido por Mohamed Oulad. Y aquí viene una de las decisiones más extrañas de los marroquíes. En lugar de volver por la autopista por la que habían venido, deciden internarse en el temporal, yendo por la carretera de la costa hasta Torrelavega (Santander), para torcer allí en dirección a Madrid, atravesando el puerto del Escudo para tomar en Burgos la A-1. ¿Por qué renunciaron a volver por donde habían venido?

En torno a las 2 de la tarde, el segundo grupo de marroquíes, formado por Otman El Gnaoui, Asrih Rifaat y Rachid Oulad emprende la marcha en uno o dos vehículos (este extremo no está claro) para encontrarse con El Chino en Burgos. Existe constancia de una llamada a las 14:01 desde el teléfono de Otman al de El Chino, en la que uno de los miembros del comando le dice a su jefe que van a ir con el coche de Abdullah y que sólo tienen 20 euros para gasoil. El Chino les dice que les verá por el camino y que "ya les vale".

Hacia las 3 de la tarde está grabada una de las llamadas más curiosas de todo este trayecto y que permite ver el tipo de actividades a las que se dedicaba en realidad este grupo de marroquíes, a quien nos han querido presentar como un hatajo de fanáticos integristas. Un tal Anouar llama desde Barcelona a Otman El Gnaoui y los dos hablan de la calidad de la droga que Otman tiene disponible y del precio al que Otman se la puede dejar. ¿Cree el lector que ésta es una conversación lógica para un fanático integrista inmerso en una importante operación de acopio de explosivos? Tanto El Chino, como Otman, como los demás miembros del comando de Morata eran simples delincuentes de poca monta, que igual traficaban con droga que con coches... o transportaban explosivos por encargo. Siempre y cuando los beneficios fueran los adecuados, claro está.

29 de febrero: las multas

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A las 15.34, el coche de El Chino pasa por el repetidor telefónico de Bricia, en Burgos. En otras palabras: el Toyota y el Golf acababan de atravesar el puerto del Escudo (para el que se recomendaban cadenas) con su carga mortífera de dinamita. A las 16.11, el Toyota pasaba por Quintanarrío, con el VW Golf pisándole los talones, a pocos kilómetros de distancia.

Tres minutos después, a las 16.14, un radar de la Guardia Civil hace una fotografía al Toyota, que circulaba a excesiva velocidad, y los agentes detienen el coche del Chino 600 metros después. Y aquí se produce una concatenación de sucesos inexplicados e inexplicables.

Al detectar que le han hecho la foto, El Chino (que actuaba de lanzadera) hace una llamada telefónica para avisar. Pero, en lugar de llamar al segundo coche, con el fin de que tenga cuidado para que no le paren, a quien llama El Chino para avisar de que le acaba de pillar la Guardia Civil es... ¡al confidente policial Suárez Trashorras! ¿Por qué? ¿Participaba acaso Trashorras en la caravana de la muerte, conduciendo quizá un tercer vehículo? ¿Qué otra razón podría haber para avisar a Trashorras? ¿Quería que Trashorras avisara a alguien?

Todo lo que rodea a esa detención por parte de la Guardia Civil es enormemente extraño. Después de dar el alto a El Chino, el agente le pone tres multas sucesivas, para lo cual tarda la friolera de 25 minutos. En ese tiempo, el agente le pide al Chino la documentación y éste exhibe un pasaporte belga a nombre de Yusef Ben Salah, aunque habla en español con el agente. Éste le pide también los papeles del coche y El Chino le dice que no los tiene, porque el coche es de un amigo. Es de suponer que el agente llamaría a la central para que se verificara la matrícula y la propiedad del coche, y aquí se produce de nuevo uno de los ya habituales episodios de ocultación que jalonan la investigación del 11-M. Las versiones que se han filtrado a los medios son contradictorias: se ha dicho que esa llamada a la central no se produjo, que sí se produjo pero que el sistema de grabación de llamadas sufrió una avería precisamente ese día, que el sistema de grabación llevaba un mes y medio sin funcionar... El caso es que nadie nos ha querido explicar algo tan sencillo como si el agente llamó o no llamó y por qué dejó seguir su marcha a aquel coche que no tenía papeles y que estaba (según la matrícula) a nombre de una madrileña. Lamento decir al lector que la declaración del agente de la Guardia Civil ante el juez no clarifica estos extremos, porque el juez Del Olmo no le preguntó al agente si había llamado a la central y por qué dejó seguir viaje a aquel Toyota.

Mientras tanto, el Golf cargado de explosivos había continuado hacia Burgos, donde vuelven a reunirse los dos coches a eso de las 5 de la tarde. El trasvase de los explosivos a uno de los vehículos que subían de Madrid (si es que hubo tal trasvase) debió de producirse una media hora más tarde en alguna población al sur de Burgos, por la información de que disponemos. Finalmente, dos o tres vehículos llegarían a Morata de Tajuña en torno a las 8 menos cuarto, aunque el último vehículo de la caravana, conducido por Otman El Gnaoui, no llegaría hasta más entrada la noche, como revela una de las llamadas grabadas a Otman. Poco antes de llegar El Chino a Morata, recibe una llamada desde una cabina telefónica de Avilés.

Finalizado el transporte, El Chino se reúne esa misma noche con ese misterioso individuo que responde al nombre de Abdul Khalek, al cual había llamado desde Asturias. Al día siguiente, 1 de marzo de 2004, está registrada una llamada de El Chino a Suárez Trashorras y otra de éste al inspector de Avilés.

Un breve resumen

Como vemos, el resumen de los hechos no puede causar más estupor:

· Los explosivos fueron suministrados por un confidente policial y transportados por unos mercenarios del hampa que estaban estrechamente vigilados, hasta el punto de que muchas de sus conversaciones estaban siendo grabadas.

· El confidente policial que suministra los explosivos (Trashorras) habla con su controlador justo antes y justo después de entregada la mercancía.

· Pudiendo haber vuelto cómodamente a Madrid por autopista, el transporte de los explosivos se realiza internándose en un temporal de nieve y subiendo el puerto del Escudo con un coche cargado de dinamita. La caravana de la muerte termina empleando una ruta exactamente paralela a la de la caravana de ETA que acababa de ser interceptada en Cañaveras.

· El transporte de los explosivos se realiza utilizando como lanzadera un coche robado, con matrículas falsas y sin papeles, conducido por un marroquí que exhibe un pasaporte belga y habla en español cuando lo detiene la Guardia Civil. Sin embargo, los agentes le dejan seguir viaje, sin que nadie haya sido capaz de explicarnos si hubo una llamada a la central verificar los datos del coche.

· Al ser interceptado por la Guardia Civil, El Chino (que conduce el coche lanzadera) no avisa al vehículo que supuestamente transportaba los explosivos, sino que decide avisar al confidente policial que le ha suministrado la Goma-2.

· Cinco de los seis marroquíes que intervienen en esta operación acaban muertos en Leganés. El único que queda con vida es Otman El Gnaoui.

Palabras finales

Son varios los enigmas planteados por esta secuencia de acontecimientos. En primer lugar, es mucho lo que sabemos de aquellos dos días fatídicos, pero son demasiadas también las cosas que ignoramos. En concreto, no tenemos la grabación de las conversaciones que mantuvo el inspector de Avilés con los miembros de la trama asturiana en determinados días clave. Y es una pena, porque esas conversaciones podrían quizá aclarar muchos aspectos oscuros. Desde luego, no parece razonable suponer que las llamadas intercambiadas con Trashorras fueran meras llamadas de cortesía. Pretender, a la vista de los hechos, que Trashorras no informó a su controlador de la operación que estaba en marcha resulta completamente increíble. ¿De qué hablaron Trashorras y el inspector de Avilés inmediatamente antes e inmediatamente después de ese transporte de Goma-2?

En segundo lugar, ¿quién dio la orden de acelerar los preparativos de la masacre en torno al 20 de febrero? Puede perfectamente tratarse de una casualidad, pero resulta cuando menos curioso comprobar cómo pocos días antes ETA acababa de declarar su tregua parcial en Cataluña y cómo ese mismo fin de semana la banda criminal decide enviar su propia caravana de explosivos. Resulta también curioso que los marroquíes renunciaran a volver por autopista a Madrid y tomaran en su lugar un trayecto exactamente paralelo al de la furgoneta etarra detenida en Cañaveras.

En tercer lugar, ¿por qué El Chino llama a Suárez Trashorras al ser interceptado por la Guardia Civil y no al coche que llevaba los explosivos? ¿Participó Trashorras en la caravana de la muerte? ¿O es que El Chino quería que Trashorras llamara a alguna otra persona?

En cuarto lugar, ¿por qué pudo El Chino seguir su viaje? ¿No pudo el agente que le interceptó comunicar con su base? ¿O es que recibió la orden de dejar pasar a aquel vehículo?

Finalmente, una pregunta de carácter logístico. ¿Para qué pide El Chino a otros tres marroquíes que suban hasta Burgos en uno o dos vehículos? Si el objetivo del viaje era transportar los explosivos a Madrid, ¿por qué no continuar directamente viaje en el Toyota y el Golf, con los que ya habían ido de Avilés a Burgos?

Son muchas las preguntas que quedan en el aire respecto a aquel transporte de explosivos y supongo que el juez instructor y la fiscalía estarán tratando de responderlas. De todos modos, como veremos en el próximo capítulo, existen enigmas todavía más inquietantes que éstos en relación con aquellas jornadas previas a la terrible masacre de Madrid. El transporte desde Asturias es, como veremos, únicamente el inicio de una fatídica y macabra cuenta atrás.

http://www.libertaddigital.com/opinion/8-el-transporte-de-los-explosivos-26721/
 
por Luis del Pino
9. Vísperas de sangre
LOS ENIGMAS DEL 11-M

2005-09-08

El juzgado de Garzón ordenó intervenir el teléfono del locutorio de Lavapiés, propiedad de Jamal Zougham, dos semanas antes de los atentados del 11-M. Así consta textualmente en el sumario desclasificado por el juez Del Olmo. También consta en el sumario que al menos dos de los terroristas implicados en la trama pasaron por comisaría seis días antes del estallido de los trenes.

El sumario nos revela, asimismo, que los controladores de Trashorras y de Rafa Zouhier en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado hablaron repetidamente con sus confidentes en las fechas inmediatamente anteriores al 11-M. Desvela, por fin, el sumario que al menos dos de los marroquíes que transportaron los explosivos desde Asturias tenían los teléfonos intervenidos antes del 11-M y que la Policía interrumpió la grabación de sus conversaciones el 12 de marzo, al día siguiente de la masacre.

Decíamos en el capítulo anterior que el transporte de los explosivos no era, en modo alguno, el mayor de los enigmas relativos a los días inmediatamente anteriores a la masacre del 11-M. Vamos a presentar en este artículo otros varios sucesos inexplicados que tuvieron lugar en aquellas vísperas de sangre. Como tendrá ocasión de comprobar el lector, algunos de los hechos que preceden al atentado son tan escandalosos que resulta imposible resistirse a la pregunta: ¿cómo es posible que ese atentado se llegara a producir?

Primer enigma: Despedida a un amigo
En el primer capítulo de la serie decíamos que El Tunecino (uno de los suicidas de Leganés) actuaba como enlace entre los hampones mercenarios de Morata y el núcleo duro del 11-M, que estaba articulado en torno a los hermanos Almallah. Diversas revelaciones del diario El Mundo nos han permitido saber en los últimos meses que El Tunecino estaba estrechamente vigilado antes de los atentados.

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La declaración del casero de El Tunecino nos revela que este personaje abandonó su domicilio el 8 de marzo, dejando en él casi todas sus pertenencias. Pero el sumario nos revela también el testimonio del último testigo que le vio antes de los atentados: se trata de Hatem Ghanoudi, compatriota de El Tunecino y que le debía a éste una cierta cantidad de dinero.

Según la declaración de Hatem ante la Policía, el viernes 5 de marzo de 2004 El Tunecino le llamó para que le devolviera el dinero que le debía, así que quedaron citados y El Tunecino se presentó acompañado de un marroquí a quien Hatem no conocía. El Tunecino preguntó a Hatem si les podía llevar en su coche y este testigo llevó a los dos hombres al lugar que El Tunecino le indicó. Al llegar, se bajaron del coche, Hatem le entregó sólo una parte del dinero de su deuda y El Tunecino, a pesar de que Hatem aún le debía dinero, se despidió de él con una frase que parecía presagiar su futura muerte: "¡Hasta nunca!", le dijo a Hatem.

Ese lugar al que Hatem llevó a El Tunecino y delante del cual se despidió de él con esa premonitoria frase era... la comisaría de Ventas.

¿Qué fue a hacer el 5 de marzo a la comisaría de Ventas ese supuesto islamista peligroso, que nos dicen que estaba sometido a estrecha vigilancia y que estaba, al parecer, preparando una auténtica masacre para seis días después?

Segundo enigma: Llamada a medianoche

En el capítulo anterior vimos que varios de los marroquíes que transportaron los explosivos tenían sus teléfonos intervenidos en el marco de una operación antidroga que estaba llevando a cabo un juzgado de Alcalá. En concreto, tenemos la grabación de parte de las conversaciones de dos personajes: El Chino y Otman El Gnaoui.

Decíamos también que el asturiano Trashorras falsificó la matrícula del Toyota Corolla robado que prestó a esos mercenarios de Morata para el transporte de los explosivos. Trashorras puso a su coche la matrícula de otro Toyota que pertenecía a una madrileña, Beatriz H.C.

En la madrugada del 5 de marzo, Beatriz recibió una llamada de la Guardia Civil, en la que le preguntaron por su coche y le pidieron que comprobara si seguía aparcado en el lugar donde lo dejó. Tras confirmar que así era, la Guardia Civil le dijo que otro coche con su misma matrícula acababa de tener un accidente y le pidió a Beatriz que fuera a prestar declaración. Según reveló el diario El Mundo, la Guardia Civil le preguntó a Beatriz si conocía de algo a un tal Trashorras o a un personaje llamado El Chino.

Lo que había sucedido es que Trashorras envió a uno de sus ayudantes (un menor apodado El Gitanillo) a recoger el coche que había prestado a los marroquíes y este menor había tenido un accidente con el Toyota a las 23:45 del 4 de marzo. Obviamente, si la Guardia Civil interrogó a Beatriz sobre Trashorras y El Chino es porque El Gitanillo proporcionó aquella noche alguna información. ¿Qué datos dio El Gitanillo sobre el transporte de los explosivos? ¿Por qué no sirvieron para evitar la masacre? ¿Qué actuaciones se emprendieron para localizar a Trashorras o a El Chino?

Tercer enigma: Dos terroristas en comisaría

Pocas horas después de que la Guardia Civil interrogara a Beatriz, El Tunecino se presentaba en la comisaría de Ventas. Pero no sería el único de los presuntos terroristas del 11-M que pasó por comisaría aquel 5 de marzo. Las grabaciones efectuadas a los marroquíes que transportaron los explosivos revelan que Otman El Gnaoui (el único de los seis marroquíes que no murió en Leganés) fue llevado a comisaría también el 5 de marzo para ser puesto en libertad a las pocas horas. No sabemos a qué comisaría le llevaron ni con qué motivo se le detuvo, pero las grabaciones revelan que poco antes de entrar en dependencias policiales, Otman se encontraba en Puente de Vallecas. Fue en la comisaría de Puente de Vallecas donde aparecería la milagrosa mochila sin explotar el día 12 de marzo. ¿Por qué fue conducido a comisaría uno de los transportistas de los explosivos escasas horas después de que la Guardia Civil interrogara a Beatriz H.C. sobre El Chino y Trashorras? ¿Qué declaró Otman en esa comisaría? ¿Ante quién lo declaró? Y, sobre todo, ¿por qué fue puesto en libertad? ¿Era Otman también un confidente policial?

Cuarto enigma: El tiempo invertido

El Chino y Otman tenían sus teléfonos intervenidos antes del 11-M, como ya hemos dicho. Sabemos también que Otman es llevado a comisaría el día 5 de marzo, aunque no se nos ha explicado para qué fue allí, ni qué declaró, ni por qué fue puesto en libertad. Pero la sorpresa se transforma ya en auténtica estupefacción cuando nos
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enteramos por el sumario del juez Del Olmo de que la Policía interrumpió las grabaciones a El Chino y Otman el día 12 de marzo. Aquellas grabaciones habían sido autorizadas por un juez de Alcalá a solicitud de una unidad policial (la UDYCO), en el marco de una operación antidroga. Las grabaciones ponían de manifiesto que tanto El Chino como Otman eran traficantes. El día 12 de marzo, aquellos dos teléfonos seguían activos y esos dos traficantes no habían sido detenidos, a pesar de lo cual la Policía, casualmente, solicita al juez que se interrumpan las grabaciones. Y no sólo eso, sino que también solicita, casualmente, que en su lugar se intervenga el teléfono de Rafá Zouhier, gracias a lo cual terminamos enterándonos, casualmente, de que Zouhier es confidente de la Guardia Civil.

Lo normal es que los terroristas responsables de un atentado no estén siendo grabados antes de la masacre. Lo normal, asimismo, es que la Policía intervenga después de la masacre los teléfonos de todos los sospechosos de colaborar en la misma. En el 11-M, nos encontramos con la situación inversa: los terroristas tenían sus teléfonos pinchados antes del atentado y la Policía interrumpe ese pinchazo inmediatamente después de que estallen los trenes. ¿A alguien se le ocurre una explicación racional para esta sorprendente inversión temporal, para esta curiosísima distorsión de las relaciones causa-efecto? ¿Por qué la Policía ordena el 12 de marzo interrumpir las escuchas a esos dos personajes y solicita, en su lugar, grabar las conversaciones de Zouhier? ¿Es Zouhier una más de las múltiples cortinas de humo tendidas alrededor del 11-M? Pero, sobre todo: ¿se hubiera podido evitar el estallido del piso de Leganés de haber continuado grabando las conversaciones de El Chino?

Quinto enigma: Llamadas de cortesía

El sumario y las declaraciones de mandos de la UCO (Unidad Central Operativa de la Guardia Civil) ante la Comisión 11-M ponen de manifiesto que "Víctor" (el alférez de la UCO que controlaba a Zouhier) llamó en tres ocasiones a su confidente en la semana previa a los atentados: el 4 de marzo a las 19:14, el 9 de marzo a las 20:48 y el 10 de marzo a las 12:46. Es posible que, además de estas llamadas de Víctor a Zouhier, existan otras de Zouhier a Víctor, pero no las tenemos registradas.

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Los informes recogidos en el sumario demuestran también que el comisario de Avilés que controlaba a Trashorras y a su círculo de allegados habló con sus confidentes el 27 de febrero (el día anterior al transporte de los explosivos), el 1 de marzo (el día posterior al transporte de los explosivos) y el 2 de marzo.

Sin embargo, la versión oficial afirma que ni Víctor ni el comisario de Avilés hablaron con sus confidentes de nada relacionado ni con los explosivos, ni con los mercenarios marroquíes, ni con los atentados. ¿De qué hablaron entonces? ¿Eran simples llamadas de cortesía? ¿Achacamos esas llamadas de nuevo a la simple casualidad? ¿A quién informaron Víctor y el comisario de Avilés sobre la información que sus confidentes les habían pasado?

Sexto enigma: El cerco se estrecha sobre Zougham

Ya sabemos por artículos anteriores (véase el Capítulo 7), que Jamal Zougham, el único de los detenidos del 13-M que continúa en prisión, tenía su teléfono intervenido desde meses antes de los atentados, sin que en esas conversaciones se haya podido encontrar nada que le relacione con la masacre. Sabemos también que existe constancia de al menos dos informes de la UCIE (Unidad Central de Información Exterior de la Policía) enviados al juez Del Olmo donde se atribuye falsamente a Zougham (ya después de los atentados) la comercialización de determinadas tarjetas telefónicas relacionadas con la masacre y que en realidad habían sido comercializadas por personas pertenecientes al círculo de los hermanos Almallah.

Lo que Jamal Zougham tenía intervenido desde hacía meses era su teléfono móvil, porque el sumario nos revela que desde el juzgado de Garzón se ordenó, trece días antes de los atentados, interrumpir las escuchas al móvil de Zougham e intervenir en su lugar el teléfono fijo de ese locutorio de Lavapiés al que tanta relevancia mediática se daría en plena jornada de reflexión. Otra casualidad más que añadir a la lista.

Quien solicita al juez Garzón intervenir el teléfono del locutorio de Zougham el 27 de febrero es la UCIE, la misma unidad policial que pocas semanas después enviaría sendos informes a Del Olmo con falsas imputaciones contra Zougham. En sus solicitudes al juez Garzón, la UCIE reconocía que no había nada interesante en las conversaciones interceptadas a Zougham a través de su teléfono móvil, a pesar de lo cual le solicita que se pinche la línea del locutorio. ¿Por qué? Si no se había detectado nada en las conversaciones grabadas durante meses, ¿por qué ese interés en intervenir el teléfono del locutorio trece días antes de los atentados? ¿Quién y por qué estaba estrechando el cerco sobre Zougham?

Palabras finales

El lector sabe ya, tras leer estas líneas, a qué nos referíamos al afirmar que el transporte de los explosivos no era el mayor de los enigmas que rodean a los preparativos de la masacre: clarividentes pinchazos al locutorio de Zougham, interrupción de grabaciones al día siguiente del 11-M, terroristas que entran y salen de comisaría seis días antes de los atentados, confidentes policiales que conversan amigablemente con sus controladores de cualquier cosa menos de lo que se está preparando, ...

No sabemos qué es lo que sucedió el 11-M, pero el sumario instruido por el juez Del Olmo nos presenta un panorama que cada vez tiene menos que ver con la historia oficial. ¿Tan difícil sería que alguien contara a los españoles, de forma completa y clara, qué fue lo que sucedió realmente?

En los últimos artículos, hemos intentado presentar al lector los hechos relativos a los días inmediatamente anteriores y posteriores a los atentados del 11-M. Llegados a este punto, y antes de adentrarnos en otros episodios de esta inexplicable historia, es hora ya de volver a las tareas de análisis, para ver qué conclusiones podemos sacar de lo que hasta ahora conocemos.
http://www.libertaddigital.com/opinion/9-visperas-de-sangre-26851/
 
por Luis del Pino
10. El tiempo debe detenerse
LOS ENIGMAS DEL 11-M

Si se utilizó C4 o algún otro explosivo similar, la logística de los ataques fue mucho más sencilla de lo que pensábamos, porque no hace falta acarrear doce mochilas por los trenes

2005-09-15

Un hombre yace muerto en mitad del salón, con claros síntomas de envenenamiento. El inspector de policía, después de observar el cadáver, recorre el apartamento en busca de posibles indicios y, al entrar en la habitación contigua, ve algo que llama su atención: un pequeño frasco cuya etiqueta dice CIANURO. "¡Caso resuelto!" - piensa el policía. "Este hombre fue envenenado con cianuro". Sin embargo, esa conclusión de nuestro sagaz detective es errónea; o, mejor dicho, precipitada.

Efectivamente, ese frasco de cianuro puede indicar que se utilizó dicho veneno para acabar con la víctima. Pero también podría ser que ese frasco estuviera allí por simple casualidad o, incluso, que hubiera sido dejado por el asesino con el único objeto de engañarnos sobre el verdadero veneno utilizado. La única manera de saber a ciencia cierta qué veneno se empleó en realidad es hacerle la autopsia al propio cadáver.

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En el tema del 11-M, todos nosotros hemos cometido el mismo tipo de error que nuestro imaginario detective, a la hora de analizar los explosivos que se emplearon para hacer volar los trenes. En lugar de analizar los propios vagones destrozados (es decir, el cadáver), hemos estado tratando de deducir qué explosivo se utilizó partiendo del análisis de lo que contenían las mochilas que no explotaron (es decir, el frasquito de cianuro).

Todos hemos partido de la suposición de que las tres mochilas que no explotaron fueron encontradas intactas porque fallaron y hemos supuesto, en consecuencia, que esas mochilas contenían el mismo tipo de explosivo que las bombas que sí estallaron. Pero esa suposición de partida es errónea; o, mejor, dicho, apresurada. Porque esas mochilas encontradas intactas puede que no fallaran, sino que fueran depositadas en los trenes precisamente para que las encontráramos intactas. Como el frasquito de cianuro.

Desde el mismo día del 11-M, hemos estado discutiendo si lo que contenían esas mochilas que no estallaron era Titadyne o Goma-2, cuando lo que hubiéramos debido hacer desde el principio es volver la vista hacia los vagones y preguntarnos: ¿qué tipo de explosivo puede causar estos destrozos concretos?

Y esa pregunta que hubiéramos debido hacernos todos desde el principio la respondió ante el juez Del Olmo el jefe provincial de los Tedax de Madrid, que coordinó las labores de los 16 expertos en desactivación de explosivos que participaron en el operativo del 11 de marzo: lo que estalló en los trenes no fue ni Titadyne, ni Goma-2, sino explosivo militar.

Una declaración clave

Ya vimos en capítulos anteriores que los informes enviados al juez Del Olmo durante cuatro meses por el jefe de los Tedax, Sánchez-Manzano, ocultaban que la mochila de Vallecas no había estallado simplemente porque había dos cables sin conectar (es decir, porque estaba preparada para no estallar). Pero, ¿cómo se enteró el juez Del Olmo de que le estaban ocultando esa información?

Quien puso a Del Olmo sobre aviso fue un subordinado de Sánchez-Manzano. Se trata del jefe provincial de los Tedax que coordinó las labores de desactivación aquel 11 de marzo de 2004. En su declaración ante el juez, el 12 de julio de 2004, el responsable de las operaciones de desactivación que tuvieron lugar el 11-M le proporciona al juez numerosos detalles interesantes:

1) La inspección ocular realizada nada más llegar a Atocha reveló que los destrozos en los trenes no podían haber sido causados por dinamita, sino que se trataba de algún tipo de explosivo militar, como por ejemplo C3 o C4.

2) Sin embargo, las dos mochilas desactivadas (una en Atocha y otra en El Pozo) contenían algún otro tipo de explosivo, porque los procedimientos de desactivación previstos para el C3 o el C4 fallaron. Es decir, las mochilas encontradas sin explotar contenían algo distinto a las bombas que habían explotado.

3) Los Tedax procedieron a recoger muestras y vestigios para el análisis. Lo normal, dice el inspector en su declaración, es que esas muestras y restos se lleven a la sede del Grupo Provincial de los Tedax. Sin embargo, aquel día, en contra del procedimiento habitual, las muestras se llevaron a la sede central de los Tedax, la que dirige Sánchez-Manzano.

4) Finalmente, este inspector de los Tedax le reveló al juez que el motivo por el cual la mochila de Vallecas no había explotado era porque había dos cables sueltos y le comunicó que eso se sabía desde el 12 de marzo, porque antes de desactivar el artefacto de Vallecas se hizo una radiografía a la mochila. Al oír esto, la fiscal del caso solicitó que se entregara inmediatamente esa radiografía al juez.

Tirando del hilo

Tenemos, entonces, que el 11-M se utilizó explosivo militar y que quienes cometieron el atentado fabricaron tres mochilas-señuelo para que la investigación se orientara en la dirección incorrecta.

¿Qué contenían esas mochilas-señuelo? Sabemos que una de ellas, la de Vallecas, contenía Goma-2 ECO. En consecuencia, el escenario con el que nos encontramos es que alguien hace explotar 10 bombas con explosivo militar en los trenes y fabrica tres mochilas-señuelo (preparadas para no explotar) con lo que parece ser Goma-2 ECO. Es decir, que quienes hicieron estallar los trenes, dejaron unos señuelos que apuntaran claramente a que ETA no era la autora de los atentados.

Si se utilizó C4 o algún otro explosivo similar, la logística de los ataques fue mucho más sencilla de lo que pensábamos, porque no hace falta acarrear doce mochilas por los trenes. Cada una de esas diez bombas que estallaron en los trenes debía de tener el tamaño aproximado de un paquete de tabaco, porque los llamados "altos explosivos" o "explosivos militares" tienen un poder detonador mucho mayor que la dinamita. Depositar esos pequeños paquetes en una papelera o un altillo del tren es algo que puede hacerse con relativa sencillez, sin llamar la atención de nadie y con un número muy pequeño de terroristas. Probablemente fue una única persona la que se encargó de cada tren atacado.

Todo está claro

A pesar de que la inspección ocular de los trenes reveló desde el primer momento que lo que estalló en los trenes era explosivo militar, las investigaciones judiciales y policiales siguieron centradas exclusivamente en la tesis de que se utilizó Goma-2, porque era Goma-2 lo que se había encontrado en Vallecas.

Tuvo que transcurrir un año desde la masacre para que el juez Del Olmo preguntara algo que parece de simple sentido común. El 16 de marzo de 2005, Del Olmo dirigía un escrito a la Guardia Civil y a la Policía en el que pedía que le informaran de qué material explosivo y en qué cantidad se utilizó en cada foco de explosión, y en el que preguntaba si no sería útil "reproducir o simular, utilizando vagones de idénticas características a los que sufrieron los atentados, las explosiones que pudieron realizarse". Es decir, el juez Del Olmo sugiere que se haga una prueba de explosión para verificar qué es lo que estalló en los trenes. Parece bastante lógico, ¿verdad?

La contestación de Sánchez-Manzano tiene fecha de 20 de abril de 2005 y, en ella, el jefe de los Tedax le dice a Del Olmo que no considera necesario hacer esa prueba porque "los resultados obtenidos en una reproducción o simulación no aportarían datos objetivos".¡Impresionante! En un mundo donde la simulación informática de accidentes se utiliza como prueba pericial en los juicios por parte de las compañías de seguros desde hace años, en un mundo donde los cuerpos policiales utilizan las simulaciones informáticas para prevenir o estudiar desastres y atentados, en un mundo donde las propias compañías fabricantes de explosivos utilizan las simulaciones informáticas para ver los efectos de los explosivos sobre diversos tipos de estructuras... ¡el Jefe de los Tedax considera que las simulaciones no aportan ningún dato objetivo!

En definitiva, lo que el Jefe de los Tedax le está diciendo a Del Olmo es que para qué molestarse en analizar los destrozos de los trenes, cuando la mochila de Vallecas nos revela claramente que el explosivo utilizado es Goma-2 ECO. El día 12 de marzo, en una comisaría de Vallecas, Sánchez-Manzano encontró su frasquito de cianuro.

Palabras finales

El descubrimiento de que los explosivos utilizados eran militares nos obliga a replantear lo que hasta ahora sabemos. El C4, por ejemplo, no sale de las minas de caolín asturianas. La logística de los atentados, por ejemplo, es muy distinta, al tratarse de explosivos más manejables. La existencia de las mochilas-señuelo, por ejemplo, nos obliga a revisar las conclusiones que habíamos extraído de las pistas en ellas encontradas.

Es hora de que paremos el reloj, echemos marcha atrás y tratemos de encontrar un sentido a unos datos que cada día que pasa nos sumergen en un estupor cada vez mayor. En el artículo siguiente, haremos un resumen de los hechos hasta ahora conocidos y veremos qué pueden significar a la luz de las nuevas revelaciones.
http://www.libertaddigital.com/opinion/10-el-tiempo-debe-detenerse-26971/
 
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