Hace algunos años, el Palacio del Príncipe de Mónaco reveló algunas fotografías de la boda del príncipe Rainiero y Grace Kelly.
Hoy, en el 64 aniversario de su enlace, recordamos esta emotiva crónica de una de las bodas reales más icónicas de la historia.
Aquí, la pareja recién casada saliendo de la Catedral de Mónaco, el 19 de abril de 1956.
El día de su boda, Grace Kelly tenía 26 años de edad y se convirtió en Su Alteza Serenísima. El príncipe Rainiero III tenía 32 años.
Grace lució hermosa el día de su boda con un vestido de Helen Rose, con cuello alto abotonado y mangas largas de encaje.
Un diseño que ha servido de inspiración para muchas novias, incluída Catherine, duquesa de Cambridge.
La princesa con su padre, John Brendan Kelly, bajando las escaleras del palacio monaguesco, mientras que sus damas de honor cuidan la cola del vestido de novia.
Grace Kelly con su padre, John Brendan Kelly, minutos antes del enlace.
Diamantes y joyas fueron algunos de los regalos para la pareja.
Los regalos de boda llegaron de varias partes del mundo.
Entre ellos se encontraban trabajos de orfebrería, platería, pinturas, joyas, proyectores de 35 mm, etc, mismos que se colocaron en la habitación de York de los Grandes Apartamentos del Palacio del Principado.
El príncipe Pierre, padre de Rainiero III, charla con Grace, su futura nuera, en el salón Azul del palacio.
Los festejos previos a la boda. Aquí asisten familiares y amigos a ver a Aimé Barelli y su orquesta en el Sporting Club de Monaco.
La orquesta de Aimé Barelli.
Todas las vitrinas de Mónaco se llenaron de creatividad en homenaje a su príncipe y a su futura esposa.
Una pareja muy enamorada camino a una gala ofrecida en honor a Grace Kelly.
En esta imagen vemos a la bellísma Grace Kelly con su modista, quien le ayuda a vestirse para una cena previa a la boda, a la que asistieron las familias de la pareja, así como algunos invitados cercanos.
Impecable y, literal, como una princesa, en uno de los salones del palacio monaguesco.
Como dato curioso, según las reglas de la conveniencia, antes de la boda, Grace Kelly y sus padres se hospedaban en el palacio, mientras que Rainiero se alojaba en su villa de Cap-Ferrat.
Grace Kelly y su padre, John B. Kelly (cuarta persona de izquierda a derecha), durante la cena privada previa a la boda.
El 12 de abril de 1956, a bordo del DeoJuvante II, el príncipe Raniero recibió a su prometida, a sus padres e invitados (incluido el perro), quienes salieron desde Nueva York el 4 de ese mismo mes en el barco Constitution.
A las 10:45 horas, el DeoJuvante II ancla en el muelle sur del puerto de Mónaco, en donde vemos a la pareja descendiendo del barco, mientras ella carga a su perro Oliver.
Más de 1,600 periodistas y fotógrafos acudieron a Mónaco para cubrir la boda del siglo.
Por: Redacción Vanidades / Fotos: Palacio del príncipe de Mónaco
Grace Kelly y Rainiero de Mónaco: historia de la boda que estuvo a punto de no celebrarse por culpa de una plancha Aunque se conocieron durante una sesión de fotos en Mónaco, su historia de amor le debe mucho a un encuentro fortuito en un tren, a la portada de una revista para amas de casa y a la intervención de varios secundarios de lujo.
Rainiero Grimaldi y Grace Kelly el día de su boda religiosa en Mónaco. Foto: getty images
El 19 de abril de 1956, una radiante Grace Kelly entraba en la catedral de Nuestra Señora Inmaculada entre nubes de seda, tafetán y miles de perlas cosidas a mano. La hasta entonces estrella de Hollywood era la protagonista de la boda del año y lucía un vestido de novia con cuerpo de encaje y falda ondulante. Lo había ideado la encargada de vestuario de los estudios de la Metro-Goldwyn-Mayer, Helen Rose, y escondía el trabajo de varias semanas de 36 costureras.
Su prometido, el príncipe Rainiero de Mónaco, esperaba en el altar con la pechera henchida con condecoraciones. Era el final de película que merecía una historia de amor que había conquistado al mundo. Pero como en toda buena trama, ese ‘colorín colorado’ casi no se produce:Grace y Rainiero estuvieron a punto de no llegar a conocerse. Su historia de amor le debe mucho a un encuentro fortuito en un tren, a una portada y a la intervención de varios secundarios de lujo.
El vestido de Kelly, diseñado por Helen Rose, fue un regalo del estudio MGM. Hoy pertenece al Museo de Arte de Filadelfia. Foto: getty images
Hace 65 años, en la primavera de 1955, Grace Kelly era una de las actrices más famosas del mundo. Acababa de recoger su inesperado Oscar por La angustia de vivir (se impuso a la Sabrina de Audrey Hepburn o a Judy Garland en Ha nacido una estrella) y era la favorita de Hitchcock, con el que había rodado La ventana indiscreta, Crimen perfecto (1954) y Atrapa a un ladrón (1955). Se había mudado a un apartamento neoyorquino de 350 metros cuadrados con vistas a Central Park, lo estaba decorando junto al reputado interiorista George Stacey y hacía que le llevaran flores frescas dos veces a la semana. ¿Qué podía salir mal? Por el alquiler pagaba una millonada de la época –633 dólares al mes–, pero podía costeárselo. Según la revista Life, que le había dedicado su portada el año anterior, en sus primeros papeles en la gran pantalla facturaba 750 dólares a la semana; en los últimos, su caché rondaba los 50.000 por película.
Hace 65 años Grace Kelly recogía su Oscar por La angustia de vivir con un vestido verde agua diseñador por Edith Head. Tras casarse, colocó la estatuilla en su habitación de palacio en Mónaco. Foto: getty images
Pero Grace estaba triste: “La idea de que mi vida ha sido un cuento es, en sí misma, un cuento”, le contó años después a Donald Spoto. El escritor se convirtió en el guardián de sus memorias y no las publicó, como prometió a la princesa de Mónaco, hasta 25 años después de la muerte de esta en un enigmático accidente de coche. La celebridad provenía de una rica estirpe católica de Filadelfia y los valores de la familia le pesaban: tenía 25 años y solo podía pensar en casarse y tener hijos. A Spoto le dijo que “antes de casarse con el príncipe Rainiero se enamoraba constantemente”. También que al recoger el Oscar, al volver a su suite del hotel Bel-Air, “solos Oscar y yo. Fue el momento más solitario de mi vida. Me sentí muy triste. Había alcanzado la fama, pero solo descubres lo vacía que estás cuando no tienes con quién compartirla”.
Por entonces Kelly tonteaba con el actor francés Jean-Pierre Aumont, que fue precisamente el que la convenció de viajar a la Costa Azul, coincidiendo con la celebración de la octava edición del Festival de Cine de Cannes. Pero el viaje de la actriz, en tren desde París, cambió el curso de esta historia: ella iba acompañada de una amiga, la estilista Gladys de Segonzac con la que había trabajado en Atrapa a un ladrón, y en el vagón coincidieron con Olivia de Havilland (la inolvidable Melania de Lo que el viento se llevó) y el marido de esta, Pierre Galante, jefe de la sección de cine de la revista Paris-Match. “¿Te apetecería conocer Mónaco?”, le preguntó el editor, responsable de concebir una sesión de fotos junto Rainiero III que pudiera titular como ‘Reina de Hollywood conoce a príncipe auténtico’. Clickbait en 1955. Según el biógrafo de la princesa, la idea del reportaje ya la tenía en mente Galante, que incluso se la había compartido a su director unos días antes. Según las malas lenguas, el encuentro estaba orquestado desde más arriba: Aristóteles Onassis (con muchos intereses financieros en Mónaco) le había sugerido a Rainiero que contrajera matrimonio con una estrella de cine, como estrategia de comunicación para elevar el valor del principado.
Ensayando en una pausa del rodaje de La angustia de vivir, en 1954. El papel le valió su único Oscar. Foto: getty images
La cita, el 6 de mayo, parecía estar gafada: esa mañana el hotel en el que se alojaban, el Carlton, se quedó sin luz eléctrica por una huelga en Francia. Con el pelo mojado y sin ningún vestido planchado la americana estuvo a punto de cancelar la sesión, tal y como rememoraba años después Gladys de Segonzac. Pese a que su equipaje estaba repleto de trajes de costura y prendas de los mejores modistos, todos eran demasiado delicados para haber llegado al destino sin arrugas. ¿El único que daba el pego? Un modelo de flores que le habían regalado tras una sesión para una revista de patrones (un Burda, para entendernos) unas semanas atrás. Al igual que en la portada, Gladys recogió el pelo de Kelly y camufló la falta de peinado con unas flores artificiales del hotel. Habían superado el primer obstáculo, pero habría más.
Unas semanas antes de viajar a Cannes, Grace Kelly había protagonizado una portada para la popular revista de patrones McCall. La publicación le regaló el vestido que fue el único que no llegó arrugado del viaje.
“Pocos minutos antes de las tres de la tarde, Grace llegó al palacio de Mónaco acompañada por Pierre Galante, Olivia de Havilland y el representante francés de Paramount. El príncipe se había entretenido, pero, según se aseguró a los invitados que lo esperaban, su llegada era inminente. Un secretario se ofreció a mostrarles el palacio. Luego les sirvieron té. Rainiero seguía sin llegar. A las cuatro menos cuarto Grace y sus acompañantes aguardaban nerviosos en el patio. ‘Me parece que es muy poco cortés por su parte tenernos aquí esperando de esta manera —dijo Grace tranquilamente—. No puedo llegar tarde a la recepción. Será mejor que nos marchemos”, relata su biógrafo. Cuando estaban a punto de irse apareció el príncipe. “Grace Kelly le hizo una reverencia muy discreta, doblando la rodilla, y se dieron la mano”, recordaba tiempo después el fotógrafo, Edward Quinn. “Hice esa foto, que a veces no consigues. Estaban dentro, así que le dije al príncipe Rainiero: ‘¿No cree que sería buena idea si salimos al jardín donde la luz es mejor”.
Preguntado por la prensa por su encuentro con Kelly, Rainiero dijo: “No he estado nunca en Estados Unidos y esta ha sido mi primera oportunidad de conocer a una joven norteamericana. Hablaba un inglés muy claro y me pareció tranquila y agradable, pero mis sentimientos no van más allá. Fue un simple ‘hola y adiós’. ¡Desde luego no me pasaron por la cabeza pensamientos de matrimonio”.
La pareja, seguida a distancia prudencial por Quinn recorrió el palacio y visitó el zoológico privado en una tarde que quedó retratada en uno de los reportajes más célebres de Paris-Match:“Para la cita, la rica señorita Kelly, que tiene a su disposición las creaciones más exclusivas de los principales couturiers, eligió este vestido hecho con un patrón de McCall, disponible en cualquier centro comercial de Estados Unidos”, rezaba uno de los pies de foto que acompañaban a las imágenes. Pocas semanas después Kelly terminaba su romance con Aumont y empezaba una relación por carta con el príncipe que culminó la siguiente Navidad, con Rainiero comprando un anillo de compromiso en Cartier. Una joya de platino y un diamante de diez quilates que ella lució como anillo de pedida en su último papel en la gran pantalla, Alta sociedad.
En cuanto a la posibilidad de que continuara rodando el príncipe lo dejó claro en una rueda de prensa dos meses antes de la boda: “Yo creo que lo mejor sería que no siguiera en el cine. Yo he de vivir en Mónaco y ella tendrá que vivir conmigo. No funcionaría. Ya tendrá bastante que hacer como princesa, aunque no intervendrá en la administración del principado”. Exactamente nueve meses después de su boda nacía su primera hija, Carolina. Grace Kelly empezaba así el papel que interpretaría el resto de su vida, el de cara bonita de Mónaco, amante esposa y madre, justo lo que buscaba. Si fue tan gratificante como pensaba o no, eso no se lo confesó ni al propio Spoto.
“Está exquisita y soberbia”, dijo The New York Times de su actuación en la cinta de Hitchcock Atrapa a un ladrón. Rodó las escenas de exteriores en la Costa Azul, justo un año antes de conocer al príncipe. Foto: getty images
Aunque se conocieron durante una sesión de fotos en Mónaco, su historia de amor le debe mucho a un encuentro fortuito en un tren, a la portada de una revista para amas de casa y a la intervención de varios secundarios de lujo.
En algunas ocasiones, el cuento de hadas se hace realidad. Aunque no siempre termina bien, como en los relatos rosa de ficción. La historia de amor de Grace Kelly y el príncipe Rainiero lll tuvo todos los condimentos que la convirtieron en un culebrón real (y Real), con los matices de una novela melosa rodada en escenarios distinguidos. Y con la dosis justa de sinsabores, machismo, sometimiento femenino, vocaciones truncas y tragedias que enlutaron los brillos de la realeza.
Y al igual que Tracy, su personaje en Alta Sociedad (1956), Grace debió sortear dudas, darse por vencida frente a imposiciones o adiestrarse en los protocolos que le dieron a su matrimonio la impronta de un acuerdo reglamentado. Hace 61 años, un 19 de abril de 1956, se consumaba la historia de amor seguida atentamente por millones en todo el mundo, confirmando la fascinación que despiertan esas vidas aspiracionales que esconden para el afuera las miserias que atormentan el adentro.
Infancias en dos continentes
Si algo unía a Grace Kelly y el Príncipe Rainiero lll eran las comodidades con las que se habían criado. Entre algodones, buena educación y costumbres conservadoras. Sin embargo, y a pesar de las coincidencias, los Kelly se diferenciaban, y mucho, de la Dinastía Grimaldi.
Grace era hija de Margaret Majer y de John Brendan Kelly, un adinerado empresario de origen humilde que había amasado fortuna con su fábrica de ladrillos y logrado cierta notoriedad como deportista olímpico: el remo era su gran pasión. Rainiero era hijo de la Princesa Carlota Luisa Julieta, Duquesa de Valentinois y del Príncipe Pedro María Javier Rafael Antonio Melchor, Conde de Polignac.
Grace transcurrió su infancia y primera juventud en Filadelfia. La ciudad del amor fraternal según reza la etimología de su nombre, la vio crecer y desarrollar su pasión por el arte, vocación que heredó de un tío dramaturgo. Rainiero padeció sus primeros años rodeado de niñeras, mucamas y educadores particulares que lo atendían las veinticuatro horas, pero que no suplían la contención que esperaba de sus padres. Mi hermana y yo hemos sido educados por una niñera. A nuestros padres sólo les veíamos a las cinco de la tarde y únicamente durante una hora. El resto del tiempo estábamos confinados en una habitación de juegos, confió alguna vez quien recibiría el título hereditario y la sucesión al trono por la abdicación de su madre en 1949.
Así fue como Rainiero accedió a la corona a sus jóvenes 26 años. Su formación militar le imprimió una rigurosidad que aplicó con ferocidad en su futuro matrimonio. Ella creció en los Estados Unidos; él en un principado pequeño que, gracias a su gestión, logró convertirse en un atractivo polo turístico famoso por las exclusividades y el bienestar lujoso.
Bella, dulce y apasionada
Kelly como Amy Fowler Kane, en la película A la hora señalada (1952) Fuente: Archivo
Grace Kelly ya era una estrella de Hollywood cuando conoció a su príncipe. Hermosa y carismática, había tenido varios romances, aunque nadie aún había despertado en ella esa pasión que llegaría de la mano de la realeza.
Siendo ya una joven adulta, su madre la reprendía por sus coqueteos con colegas del set. James Stewart, su compañero en La ventana indiscreta , alguna vez confesó con picardía: Podría estar casado, pero no muerto. Aunque nunca se confirmó si todo terminó en algo platónico o hubo algo más.
William Holden, con quien filmó Los puentes de Toko-Ri , también casado, se habría rendido ante la bellísima Grace. En La angustia de vivir -película por la que ganó un Oscar como mejor actriz en 1955-, su co estrella era Bing Crosby, 26 años mayor y viudo; no había necesidad de ocultarse, aunque él se quedó con otra. Tony Curtis habría hecho alardes de la fogosidad de la futura princesa: Era muy caliente. Clark Gable y Jean-Pierre Aumont también habrían ofrecido sus brazos para cobijar a una dulce Grace siempre dispuesta al amor.
Y un día llegó la pasión real
Dicen los ilusionados que el amor se encuentra agazapado a la vuelta de la esquina, que llega cuando menos se lo espera, en lugares imprevistos y de parte de quien menos se cree. Algo de eso sucedió en el encuentro de esta pareja, que nació con el sello de la perfección amorosa y estética.
Kelly, un sello de belleza y elegancia en el Hollywood de los años dorados Fuente: Archivo
Corría 1955 cuando el destino, ese azar sustentado en las causalidades antes que en las casualidades, jugó su partida. Musa de Alfred Hitchcock, a Grace la vida le deparó una llamada, aunque no fatal como la que padeció en el cine junto al maestro del suspenso y el terror. La bella estrella nunca imaginó que en el Festival de Cannes de 1955, donde fue la invitada de honor, conocería al hombre que le cambiaría la vida. La competencia congregaba a lo más granado del mundo del espectáculo internacional y a los habituales invitados de la industria, el universo de la moda y el jet set. Cannes brillaba aún más que de costumbre en esos días en los que se convertía en la vidriera del mundo.
Fue en ese marco en el que una revista internacional decidió realizar un photoshooting con la actriz. Para que el contexto fuese el adecuado y con todo el glam posible, se decidió, autorización mediante, hacerlo en uno de los castillos de los Grimaldi, concretamente en el palacio que habitaba Louis Henri Maxence Bertrand Grilmadi. Rainiero lll sabía de la existencia de la hermosa Grace y no dudó en abrirle las puertas de su elegante residencia. Lo que era una visita formal, protocolar, se convirtió en el momento más trascendental de su vida personal.
En medio de la sesión fotográfica, el Príncipe hizo su aparición. Ingresó a uno de los grandes salones rodeado de su séquito habitual. Ella posaba fresca frente a los flashes. Estaba en su métier . Imantadas, las miradas no demoraron en cruzarse. Personal de ceremonial los presentó. El elogió sus últimas películas, aunque no había visto ninguna; ella, agradeció y, apelando a sus dotes, inmediatamente personificó a una cándida retraída. Eso lo sedujo aún más. Conversaron animadamente. No tardó en llegar la invitación para visitar Mónaco cuando ella lo deseara. Grace agradeció con suma cortesía y pidió permiso para continuar con su trabajo. El se lo otorgó. Un primer permiso Uno de los últimos que le concedería. Afuera diluviaba. Tronaba el cielo de la Costa Azul opacando los Alpes Marítimos. Sin embargo, para Grace y Rainiero, esas aguas fueron la bendición de un comienzo idílico.
Terminada la sesión de fotos, Rainiero personalmente acompañó a la actriz al vehículo que desandaría los 55 kilómetros que separan Mónaco de Cannes, previo paso por Niza.
Boda a la velocidad del amor
Ella abandonó Cannes rápidamente. Debía regresar a Estados Unidos para filmar El cisne . El, se refugió en Mónaco, sin poder dejar de pensar en esa mujer de cuentos de hadas que acababa de conocer. Las cartas iban de uno a otro lado del océano. Pero el tiempo y la distancia que, a veces, agigantan distancias y apagan ardores, en esta ocasión accionó en dirección contraria: encendió aún más ese vínculo precoz que ya parecía indisoluble. Una novela de ficción ciento por ciento real.
Pocos meses después se comprometieron. El, todo un caballero, viajó a Filadelfia. Allí, en el terruño de ella, sellaron el vínculo. El le regaló un diamante de tal envergadura que durante semanas los medios hablaron del costoso presente. Ella, casi a modo de homenaje, lo utilizaría en el rodaje de Alta Sociedad (1956), su última aparición en la pantalla grande. La bella Grace, la talentosa actriz, había encontrado a su Príncipe azul.
El se mostraba eufórico ante sus íntimos. Había llegado a su vida la mujer más hermosa que jamás haya conocido y la que le permitiría engendrar descendencia, una condición sine qua non con vistas a la continuidad de independencia del principado: si Mónaco se queda acéfalo, inmediatamente pasaría a formar parte de Francia.
La boda real se celebró el 19 de abril de 1956, en la Catedral de Mónaco Crédito: Agencias
La boda no tardó en llegar. Semejante enlace ameritaba preparativos dignos. Durante semanas fue de lo único que se habló en buena parte del mundo. La actriz que llegaría a princesa se preparaba a distancia para unirse con su marido. Desde Filadelfia, los Kelly se trasladaron a Nueva York, donde embarcarían en la nave que los depositaría en Europa. Una semana después, todo estaba listo para recibirlos. Grace ya había recibido el adiestramiento ceremonial y de usos y costumbres para manejarse como marca el protocolo de su nuevo status social. Incluso, aprendió términos básicos del monegasco, el idioma local.
En Mónaco, no todos disfrutaron de la llegada de Grace Kelly. Los prejuicios hicieron lo suyo y no fueron pocos los que objetaron que Rainiero se uniera a una chica del cine sin títulos, antecedentes ni protocolos a cuestas. Nada de eso le importó al Príncipe, quien siempre supo qué quería de su vida y logró sus objetivos a costa de lo que sea. Las habladurías no tardaron en ensombrecer a una joven Grace que, lejos de ambicionar poder, buscaba encontrar la felicidad y el sustento para armar su anhelada familia.
Algunos biógrafos indiscretos aseguran que ante los comentarios adversos, Grace se habría encerrado, antes de mostrarse en público, a llorar junto a su madre desconsoladamente y que fue su futuro esposo quien le secó las lágrimas y la condujo a la ceremonia.
El 18 de abril de 1956 se llevó a cabo la ceremonia en el Salón del Trono de Palacio. Grace obtuvo sus títulos. La actriz se convertía en princesa. Un día después, una boda religiosa de película obnubiló al mundo. Grace ingresó con un vestido diseñado por la vestuarista de los estudios MG, Hellen Rose. 600 invitados y 30 millones de televidentes siguieron el paso a paso del evento. Era un cuento de hadas tan perfecto como real.
Sinsabores
Grace Kelly junto a Alfred Hitchcok, quien la dirigió en tres películas: Crimen Perfecto (1954), La ventana indiscreta (1954) y Para atrapar al ladrón (1956) Crédito: Agencias
Las rosas tienen espinas. Y no fueron pocos los escollos por los que tuvo que atravesar la pareja. Sobre todo, una joven Grace que no parecía del todo dispuesta a dejar su profesión ni su espíritu libertario. Para contrarrestar ciertos rumores, la propia Grace dijo: No era feliz con mi vida personal. Quería casarme y formar mi familia. Así que nunca me he arrepentido .
Sin embargo, puertas adentro, Rainiero lll le marcaba el paso con rigurosidad. Nada de acercamiento con el jet set, despedida definitiva a su carrera de actriz, y solo fotografías familiares tomadas por los responsables de manejar la difusión de las actividades de la familia de manera oficial. El la amaba, pero no podía ceder ante su educación rígida y castrense y las inclementes normas de palacio.
Pronto la princesa comenzó a padecer su rutina diaria, asfixiante y sin la posibilidad de las decisiones libres marcadas por el deseo. Tal era el cuidado de la imagen de la nueva pareja que Rainiero lll mandó a prohibir la exhibición de las películas de su flamante esposa en todo Mónaco. Ni siquiera el propio Alfred Hitchcock pudo convencerlo para que le permitiese contar con Grace en el elenco de Marnie .
Herederos díscolos
Tanta represión tuvo su contrapartida en las díscolas hijas del matrimonio real: Carolina Luisa Margarita y Estefanía María Elizabeth hicieron y deshicieron a su antojo. Mucho más recatado, sobrio y con perfil bajo resultó el heredero al trono: el Príncipe Alberto ll. 101 balazos celebraron su llegada. Rainiero lll no se había equivocado al elegir a Grace. Bella, joven y fértil. Con la llegada de Alberto, Mónaco seguiría siendo independiente.
Escena final
Una imagen familiar de 1959: Rainiero con el principe Alberto en sus brazos, su padre Pedro de Polignac, Grace Kelly y la princesa Carolina Crédito: Agencias
El cuento de hadas de la puerta del castillo para afuera gozaba de todo el interés de la prensa internacional. Las angustias de Grace, sus enfrentamientos con Rainiero lll y la lucha por encauzar a sus hijas atormentaban el día a día de la ex actriz. Sin embargo, lo peor estaba por llegar. El 13 de septiembre de 1982, Grace y Estefanía regresaban de la casa de campo en Mont Agel, el punto más alto de Mónaco en la frontera con Francia; allí Rainiero construyó su residencia a la que denominó Roc Agel. Nunca quedó claro que sucedió en la carretera. Pero un accidente truncó la vida de Grace. Se dice que fue un ataque cardíaco de la Princesa mientras conducía. Pero otras versiones, jamás confirmadas, apoyaron una teoría más escalofriante: quien habría conducido el vehículo era la hija menor de los Grimaldi. Grace llegó viva al centro de salud, pero no lograron salvarla.
El 18 de septiembre, el cuerpo de Grace fue depositado en la cripta real. Un funeral tan impactante como lo había sido la propia boda: desde Lady Di hasta Cary Grant participaron de las ceremonias. Terminaba así, de manera trágica, el cuento de hadas que parecía perfecto, pero que escondía miserias, imposiciones y desplantes privados.
Aún hoy se la recuerda a Grace Kelly como una de las mujeres más bellas que jamás haya dado Hollywood. Y a Rainiero lll como el mentor de una familia idílica que se truncó de la peor manera. El jamás se repuso de la muerte de Grace y su relación con Estefanía jamás volvió a ser igual. Fin para el cuento de una familia de sangre azul que fue seguida con sus idas y vueltas por millones en todo el mundo, telón para la historia de la Princesa Consorte de Mónaco y su Alteza Serenísima el Príncipe monegasco Rainiero lll.
El álbum familiar de la boda de Rainiero de Mónaco y Grace Kelly
17 de abril de 2019 • 17:53
Fue la "boda del siglo" y las fabulosas imágenes del casamiento entre Grace Kelly y el príncipe Rainiero siguen deslumbrando tanto como hace 63 años. Antes de que el planeta sintonizara la televisión para ver a Diana Spencer caminar hacia al altar en la catedral de Saint Paul's para unirse en matrimonio con el príncipe Carlos y muchos años después de que 300 mil millones atestiguaran el enlace entre su hijo, el príncipe William, y Kate Middleton en la abadía de Westminster, la primera boda real en causar sensación fue la de ellos, la estrella más rutilante de Hollywood y el soltero más codiciado de Europa. A más de seis décadas de aquel 19 de abril de 1956, cuando Grace Kelly, de 26 años, le dijo "sí, quiero" a Rainiero, de 33, ¡Hola! Argentina accedió a fotos inéditas del álbum privado de su casamiento. "Fue un acontecimiento increíble que dejó su marca en el corazón de muchas personas", confió el príncipe Alberto, su único hijo varón y actual monarca del pequeño principado, en una entrevista con la revista People. "Si bien para nosotros [se refiere a él y a sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía] fue la boda de nuestros padres, su historia de amor sigue fascinando a la gente. Cuando era chico, había fotos por todo el palacio que nos recordaban ese día. Al día de hoy, los que tuvieron la dicha de estar presentes siguen hablando de ello", agregó Alberto, quien autorizó al Palacio Grimaldi a revelar las fotos inéditas que cargan de encanto estas páginas.
Tanto para la ceremonia civil como para la religiosa, la actriz lució diseños de Helen Rose, vestuarista estrella de MGM. Ambos vestidos fueron regalo de sus jefes en el estudio cinematográfico. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
En la iglesia, Grace deslumbró con un traje de novia hecho a la medida de una princesa, confeccionado por treinta modistas, en encaje belga antiguo y bordado con perlas. La falda campana en tafeta de seda tenía tres enaguas bordadas con moños azules. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
Antes de la recepción en el Palacio Grimaldi, Grace cumplió con una antigua tradición monegasca y dejó su ramo de novia en la iglesia de Santa Devota, patrona de Mónaco, como ofrenda. Un séquito de jóvenes vestidas con la ropa típica del principado escoltó a los recién casados. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
La ceremonia estuvo oficiada por el obispo de Mónaco, Gilles Barthe. Rainiero estaba tan nervioso que Grace tuvo que ayudarlo al momento de ponerle el anillo. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
El 19 de abril de 1956, un día después de su boda civil, Grace y Rainiero se casaron por Iglesia en la catedral San Nicolás de Mónaco. Tras la ceremonia religiosa, que siguió el rito católico, los príncipes recibieron a seiscientos invitados. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
La noche del 17 de abril fue su última comida como solteros. Durante el evento, en el que recibieron a cuarenta delegaciones extranjeras, la actriz bailó con su suegro, el duque de Valentinois, quien hacía treinta años estaba separado de la madre de Rainiero, Charlotte de Mónaco. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
Los recién casados salen de la catedral San Nicolás, construida en 1252, y cuya remodelación se terminó en 1903. Allí fueron enterrados la princesa Grace en 1982 y el príncipe Rainiero en 2005. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
El balcón del palacio de Mónaco fue testigo del primer saludo como marido y mujer. Los príncipes Rainiero y Grace comenzaban así a escribir las primeras líneas de su leyenda. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
Tras la boda religosa, los novios recorrieron el principado a bordo de un Rolls-Royce descapotable. Rainiero -vestido con su uniforme militar de gala- finalmente había encontrado a su princesa. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
Grace tenía 26 años y Raniero 33 cuando unieron sus destinos para siempre. "No quiero estar casada con alguien que se vea amenazado por mi éxito. Tampoco querría entrar a un restaurante y que el maitre se refiera a mi marido como 'señor Kelly'", había dicho la star en una entrevista. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
El Palacio Grimaldi "coronó" la llegada de su princesa con un retrato de Grace, que fue colgado minutos después de la ceremonia religiosa. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA
Ya convertidos en marido y mujer, y tras haber celebrado con sus invitados, la exultante pareja real embarcó en el Deo Juvante II, el yacht de Rainiero. En su luna de miel, que duró siete semanas, recorrieron el Mediterráneo. Foto: Palacio de Monaco - Fuente: HOLA