Takako, la princesa 'milagro' de Japón

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pilou12

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UNA MUJER CON LAS IDEAS CLARAS, MUY CRITICADA
Takako, la princesa 'milagro' de Japón que impuso su deseo: trabajar en una tienda
Acaba de cumplir 81 años. Takako ha vivido la vida que ella deseó, no la que le impusieron desde Palacio



Foto: Takako en una imagen de archivo de 1960. (Cordon Press)


Takako en una imagen de archivo de 1960. (Cordon Press)


AUTOR
R. RIAÑO
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TAGS
FAMILIA IMPERIAL DE JAPÓN
08/03/2020



La era Naruhito y su actual familia son los que hoy ocupan toda la atención mediática en Japón. Su hija Aiko y su esposa Masako, ambas con sus respectivos problemas de salud atribuidos por algunos expertos a posibles depresiones, o la supuesta rivalidad entre la emperatriz y su cuñada Kiko, han sido algunos de los temas que más titulares han generado, además de la dificultad de la familia para preservar la estirpe o el duro papel que las mujeres juegan en el encorsetado y estricto mundo imperial japonés.


Pero muchos años atrás existió una princesa que llamó la atención de la prensa internacional y que sorprendió con sus decisiones en Japón. Se trata de Takako, una mujer que a principios de este mes cumplió 81 años.



La familia imperial de Japón. (Reuters)


La familia imperial de Japón. (Reuters)



Hermana del emperador Akihito, su vida se salió de la norma. Su nacimiento en 1939 ya resultó milagroso por inesperado. Takako (la princesa Suga) fue la séptima hija del emperador Hirohito y de la emperatriz Nagako y nació cuando el matrimonio ya contaba con 15 años de vida.


La presión de Palacio
Desde niña se impuso sobre ella las estrictas normas de Palacio. Ella misma lo relató en una entrevista concedida a 'The New York Times' en 1970. "Hasta que llegué a la edad de jardín de infantes, vivía con mis padres", dijo. “Luego me enviaron al Salón Kuretake, un edificio dentro del recinto imperial pero a cierta distancia del Palacio del Emperador, para que las institutrices me criaran con mis hermanas". “En la familia imperial”, explicó, “la costumbre era que los niños varones fueran criados por separado, cada uno en su propio lugar con sus propios asistentes, y que las niñas fueran criadas juntas, pero por separado de sus hermanos varones y padres ".

Aprendió arreglos florales, la ceremonia del té y las otras artes que las jóvenes japonesas debían adquirir. A pesar de sentir esa presión palaciega, al principio no se rebeló: "Solía pensar que de qué serviría hacer un escándalo si no podía cambiar las cosas de ninguna manera", confesó en 'The New York Times' .
El entorno que rodeaba a la princesa también era muy selecto y reducido. Al igual que sus hermanos mayores, el Príncipe Heredero y el Príncipe Hitachi, Takako estudió en el Peer's College, una institución que, originalmente, estaba reservada solo a niños pertenecientes a la nobleza e hijos de altos funcionarios del gobierno.



Takako, la princesa Suga, en 1960. (Cordon Press)


Takako, la princesa Suga, en 1960. (Cordon Press)


Takako se convirtió en la primera princesa en acudir a la Universidad y se especializó en inglés. Pero su destino ya estaba escrito. Al igual que el resto de las mujeres imperiales, a Takako ya se le había asignado un matrimonio concertado con un compañero de clase del príncipe Akihito llamado Hisanaga Shimazu.
Takako comenzó a poner límites. Aceptó el noviazgo pero impuso condiciones. Si él y su futuro marido no resultaban compatibles, podrían renunciar al matrimonio concertado. "No quería repetir el tipo de matrimonio por el que todas mis hermanas mayores tuvieron que pasar: ‘cómo te va’ por la mañana y te ignoro por la tarde", explicó en 'The New York Times'.

Para suerte de Takako, la pareja congenió y finalmente hubo boda. Con ella, Tatako, tal y como exigen las duras leyes imperiales, perdió su título de princesa y se convirtió en plebeya.


Su nueva vida
A partir de ese momento, Takako experimentó una libertad que le permitió comenzar una vida más normalizada. Por motivos laborales de su marido, el matrimonio se mudó a Estados Unidos junto a su hijo. Takako, que había nacido entre algodones y rodeada del inmenso lujo de la Corte, se instaló en un pequeño apartamento donde ejerció como ama de casa. “No tuve ninguna dificultad para adaptarme a la vida estadounidense”. “Nos criaron con ropas occidentales, comidas occidentales y japonesas... así que no me sorprendió nada de lo que encontré en Estados Unidos", asegaraba en 1970.

La vida occidental cambió a Tatako. Liberada del título de realeza con el que había nacido y completamente integrada en América, Takako confesó en 1970 que algunos de sus conocidos y amigos japoneses no terminaron de entenderla. "Nunca me lo dicen, pero tengo la sensación de que algunos de ellos me reprochan en silencio que me haya vuelto demasiado americana...”.



Takako con su marido en 1961. (Cordon Press)


Takako con su marido en 1961. (Cordon Press)



Tras pasar unos años en Estados Unidos, Takako y su familia regresaron a Japón. Nunca más volvió a adaptarse al lujo y a las atenciones palaciegas de las que, como miembro de la familia imperial, podría haber disfrutado. Tatako quería llevar una vida normal. Así era feliz. Y lo hizo.

En Japón vivió en un modesto apartamento y buscó un trabajo de lo más convencional. Lo hizo, además, sin pedir permiso al emperador y sin notificar su decisión a nadie: En 1970 comenzó a trabajar como consultora en la exclusiva tienda Seibu Pisa del Hotel Tokyo Prince. "No pedí el consejo de mis padres porque nuestras posiciones son tan diferentes que sentí que no lo entenderían”, explicó. “Intenté informarles justo antes de aceptar el trabajo, pero los periódicos se me adelantaron".


Tatako fue muy criticada en la prensa de su país ante su manera de proceder, unas flechas que ella sorteó con gran serenidad y honestidad. "Me doy cuenta de mi posición y de que hay cosas que no puedo hacer. No tengo título, pero soy la hija del Emperador. No quiero avergonzar a mis padres de ninguna manera". “Nadie me habría criticado si hubiera tomado una posición honoraria o hubiera participado en obras de caridad. Le garantizo que el trabajo de caridad es espléndido, que algún día yo mismo lo haré, pero por ahora quiero poner a prueba mis propias capacidades y ver hasta dónde puedo llegar " confesaba al periodista de 'The New York Times'.
Takako llegó a su jubilación sin haber cambiado un ápice su modo de vida y su manera de pensar.

 
Pues a la hora de la verdad... se casó con quien le dijeron, dejó de ser princesa no por decisión propia sino porque así lo establecen las leyes japonesas para las casadas fuera de la familia imperial y ha vivido una vida normal porque ya no era princesa sino una señora particular. Tampoco parece muy rompedor.
 
UNA MUJER CON LAS IDEAS CLARAS, MUY CRITICADA
Takako, la princesa 'milagro' de Japón que impuso su deseo: trabajar en una tienda
Acaba de cumplir 81 años. Takako ha vivido la vida que ella deseó, no la que le impusieron desde Palacio



Foto: Takako en una imagen de archivo de 1960. (Cordon Press)


Takako en una imagen de archivo de 1960. (Cordon Press)


AUTOR
R. RIAÑO
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FAMILIA IMPERIAL DE JAPÓN
08/03/2020



La era Naruhito y su actual familia son los que hoy ocupan toda la atención mediática en Japón. Su hija Aiko y su esposa Masako, ambas con sus respectivos problemas de salud atribuidos por algunos expertos a posibles depresiones, o la supuesta rivalidad entre la emperatriz y su cuñada Kiko, han sido algunos de los temas que más titulares han generado, además de la dificultad de la familia para preservar la estirpe o el duro papel que las mujeres juegan en el encorsetado y estricto mundo imperial japonés.


Pero muchos años atrás existió una princesa que llamó la atención de la prensa internacional y que sorprendió con sus decisiones en Japón. Se trata de Takako, una mujer que a principios de este mes cumplió 81 años.



La familia imperial de Japón. (Reuters)


La familia imperial de Japón. (Reuters)



Hermana del emperador Akihito, su vida se salió de la norma. Su nacimiento en 1939 ya resultó milagroso por inesperado. Takako (la princesa Suga) fue la séptima hija del emperador Hirohito y de la emperatriz Nagako y nació cuando el matrimonio ya contaba con 15 años de vida.


La presión de Palacio
Desde niña se impuso sobre ella las estrictas normas de Palacio. Ella misma lo relató en una entrevista concedida a 'The New York Times' en 1970. "Hasta que llegué a la edad de jardín de infantes, vivía con mis padres", dijo. “Luego me enviaron al Salón Kuretake, un edificio dentro del recinto imperial pero a cierta distancia del Palacio del Emperador, para que las institutrices me criaran con mis hermanas". “En la familia imperial”, explicó, “la costumbre era que los niños varones fueran criados por separado, cada uno en su propio lugar con sus propios asistentes, y que las niñas fueran criadas juntas, pero por separado de sus hermanos varones y padres ".

Aprendió arreglos florales, la ceremonia del té y las otras artes que las jóvenes japonesas debían adquirir. A pesar de sentir esa presión palaciega, al principio no se rebeló: "Solía pensar que de qué serviría hacer un escándalo si no podía cambiar las cosas de ninguna manera", confesó en 'The New York Times' .
El entorno que rodeaba a la princesa también era muy selecto y reducido. Al igual que sus hermanos mayores, el Príncipe Heredero y el Príncipe Hitachi, Takako estudió en el Peer's College, una institución que, originalmente, estaba reservada solo a niños pertenecientes a la nobleza e hijos de altos funcionarios del gobierno.



Takako, la princesa Suga, en 1960. (Cordon Press)


Takako, la princesa Suga, en 1960. (Cordon Press)


Takako se convirtió en la primera princesa en acudir a la Universidad y se especializó en inglés. Pero su destino ya estaba escrito. Al igual que el resto de las mujeres imperiales, a Takako ya se le había asignado un matrimonio concertado con un compañero de clase del príncipe Akihito llamado Hisanaga Shimazu.
Takako comenzó a poner límites. Aceptó el noviazgo pero impuso condiciones. Si él y su futuro marido no resultaban compatibles, podrían renunciar al matrimonio concertado. "No quería repetir el tipo de matrimonio por el que todas mis hermanas mayores tuvieron que pasar: ‘cómo te va’ por la mañana y te ignoro por la tarde", explicó en 'The New York Times'.

Para suerte de Takako, la pareja congenió y finalmente hubo boda. Con ella, Tatako, tal y como exigen las duras leyes imperiales, perdió su título de princesa y se convirtió en plebeya.


Su nueva vida
A partir de ese momento, Takako experimentó una libertad que le permitió comenzar una vida más normalizada. Por motivos laborales de su marido, el matrimonio se mudó a Estados Unidos junto a su hijo. Takako, que había nacido entre algodones y rodeada del inmenso lujo de la Corte, se instaló en un pequeño apartamento donde ejerció como ama de casa. “No tuve ninguna dificultad para adaptarme a la vida estadounidense”. “Nos criaron con ropas occidentales, comidas occidentales y japonesas... así que no me sorprendió nada de lo que encontré en Estados Unidos", asegaraba en 1970.

La vida occidental cambió a Tatako. Liberada del título de realeza con el que había nacido y completamente integrada en América, Takako confesó en 1970 que algunos de sus conocidos y amigos japoneses no terminaron de entenderla. "Nunca me lo dicen, pero tengo la sensación de que algunos de ellos me reprochan en silencio que me haya vuelto demasiado americana...”.



Takako con su marido en 1961. (Cordon Press)


Takako con su marido en 1961. (Cordon Press)



Tras pasar unos años en Estados Unidos, Takako y su familia regresaron a Japón. Nunca más volvió a adaptarse al lujo y a las atenciones palaciegas de las que, como miembro de la familia imperial, podría haber disfrutado. Tatako quería llevar una vida normal. Así era feliz. Y lo hizo.

En Japón vivió en un modesto apartamento y buscó un trabajo de lo más convencional. Lo hizo, además, sin pedir permiso al emperador y sin notificar su decisión a nadie: En 1970 comenzó a trabajar como consultora en la exclusiva tienda Seibu Pisa del Hotel Tokyo Prince. "No pedí el consejo de mis padres porque nuestras posiciones son tan diferentes que sentí que no lo entenderían”, explicó. “Intenté informarles justo antes de aceptar el trabajo, pero los periódicos se me adelantaron".


Tatako fue muy criticada en la prensa de su país ante su manera de proceder, unas flechas que ella sorteó con gran serenidad y honestidad. "Me doy cuenta de mi posición y de que hay cosas que no puedo hacer. No tengo título, pero soy la hija del Emperador. No quiero avergonzar a mis padres de ninguna manera". “Nadie me habría criticado si hubiera tomado una posición honoraria o hubiera participado en obras de caridad. Le garantizo que el trabajo de caridad es espléndido, que algún día yo mismo lo haré, pero por ahora quiero poner a prueba mis propias capacidades y ver hasta dónde puedo llegar " confesaba al periodista de 'The New York Times'.
Takako llegó a su jubilación sin haber cambiado un ápice su modo de vida y su manera de pensar.

Wow que historia!!!!
 
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